III
En el umbral de roble demoraba,
hacía ya mucho tiempo, mucho tiempo marchito,
un viento ya sin fuerza, un viento remansado
que repetía una yerba antigua, hasta el cansancio.
Y yo volvía, volvía por los largos recintos
que tardara quince años en recorrer, volvía.
Y hacia la mitad de mi canto me detuve temblando,
temblando temeroso, con un pie en una cámara
hechizada, y el otro a la orilla del valle
donde hierve la noche estrellada, la noche
que arde vorazmente en una llama tácita.
Y a la mitad del camino de mi canto, temblando
me detuve, y no tiembla entre sus alas rotas,
con tanta angustia, un ave que agoniza, cual pudo,
mi corazón luchando entre cielos atroces.