Allí donde tiemblan vitriolos vivientes

los poetas elevan sus manos,

el cielo ídolo sobre las mesas

se vuelve sobre sí mismo, y el fino sexo

empapa una lengua de hielo

en cada agujero, en cada lugar

que al avanzar el cielo deja libre.

El suelo está emparedado de almas

y de mujeres con un sexo hermoso

donde los minúsculos cadáveres

reflejan sus momias.