CAPÍTULO XXI
¿A caso definir los límites no es lo mismo que intentar controlar a otra persona? Cuando estoy enseñando la importancia de los límites a menudo escucho esta pregunta
El miedo a establecer límites refleja el miedo al poder personal. Las personas que temen su propio poder tienden a proyectarlo o ver el poder en los demás, pero nunca en ellos mismos. Se sienten impotentes y tienen miedo que otras personas puedan controlarlos.
Ser controlado por los demás es una ilusión que nace de este modelo de no reconocer la responsabilidad y el poder personal (o de proyectarlos). Todos disponemos del libre albedrío. Elegimos todo aquello que se manifiesta en nuestras vidas. Cuando vemos con toda claridad que somos responsables de nosotros mismos, también somos conscientes de que los demás tienen el mismo poder, la misma responsabilidad y las mismas opciones para sus vidas. No controlamos a los demás más de lo que ellos nos controlan. Cuando conocemos el poder que tenemos sobre nuestras propias elecciones, también reconocemos los límites del poder que tenemos sobre los demás o del que ellos tienen sobre nosotros.
Como padres, somos responsables de ofrecer a nuestros hijos una estructura de principios morales, espirituales, emocionales y físicos para que ellos puedan asimilarla. Los jóvenes cuestionarán estos principios cuando se acerquen a la madurez, pero necesitan que sus padres les transmitan dicha estructura que ellos asimilarán con el fin de evolucionar hacia sus propios valores cuando se conviertan en adultos. Cuando ponemos límites a nuestros hijos, no es nuestra intención controlarlos, sino ayudarlos a experimentar las consecuencias de sus decisiones.
Si se le ha dicho a un adolescente que debe volver a casa a las once y media de la noche, él puede elegir someterse a esa regla familiar o desobedecerla. En el caso de que elija esta última opción también habrá escogido las consecuencias derivadas de la negativa a acatar una norma. Quizá los padres lo castiguen sin salir durante varios días. La severidad de dicho castigo dependerá de cuánto se demore en regresar a casa, si llama o no para explicar su situación, del motivo del retraso y de la conducta responsable que haya manifestado con anterioridad.
Él puede elegir con toda libertad. La regla no tiene como fin controlarlo, sino enseñarle y ofrecerle protección mientras él comienza a desplazarse con una libertad cada vez mayor por el mundo exterior.