Leyenda
Nos habíamos pasado muchos años asegurándonos de que Freddie estaba presentable antes de salir de casa. La última cosa que podía hacer por él, como preparativo para su partida final, era asegurarme de que todo estuviera tan perfecto como fuera posible.
PETER FREESTONE
Cada generación descubre a Queen, y a su manera hace de él un grupo relevante. Brian y Roger comprenden su legado, y han sido muy inteligentes a ese respecto. En la actualidad, Queen es una gigantesca empresa comercial. Hoy son más grandes que en vida de Freddie. Ganan un dineral casi sin mover un dedo, y me alegro por ellos. Mucha gente cree que se han vendido, que han comprometido su arte, ¿pero a ellos qué más les da? Están forrados. Como dice Roger Taylor: “¡Que les den por culo si no lo entienden!”.
RICHARD HUGHES, productor de Transparent Television
LOS zoroástricos tienen una visión optimista de la muerte, y la consideran no un final sino un comienzo. Creen que la existencia terrenal es un mero preludio del más allá, donde nos aguardan muchos parabienes. Los parsis, que consideran sagrados el fuego, la tierra y el agua, no practican la cremación, ni el sepelio, ni entregan los cuerpos al mar.
Dado que perciben el cuerpo como un recipiente vacío, no se conserva, sino que se entrega a un “sepelio celeste” y se coloca dentro de una “torre del silencio”, fuera de las murallas de la ciudad. Allí, a merced de los elementos, también puede ser alimento de las aves carroñeras. En Inglaterra ese procedimiento no se le permitiría ni siquiera a una superestrella.
“Tenía que ser la cremación, y tenía que ser lo antes posible después de la muerte”, confirmaba Peter, que fue quien firmó el certificado de defunción, alegando como causa de la muerte: “a) Bronconeumonía. b) Sida”, tal y como confirmaba el doctor Atkinson.
Como Freddie había sido atendido a todas horas por los médicos, no era necesaria una autopsia para determinar la causa de la muerte. Por consiguiente, Peter Freestone hizo rápidamente todos los trámites para el funeral, consultándoselo a los padres de Freddie.
“Había que tenerles en cuenta. Nosotros estábamos enterrando a una superestrella del rock, pero ellos estaban enterrando a su hijo. Naturalmente, ellos deseaban que las cosas se hicieran de acuerdo con su tradición parsi. Se atendieron todas sus peticiones”.
“ Freddie me dijo que, cuando muriera, quería que se lo llevaran de inmediato”, contaba Jim. “Quería que todo se acabara cuanto antes, con el mínimo alboroto posible. Si hubiéramos sido capaces de organizarlo, a él le habría gustado que le incineraran el mismo día de su muerte. Acabar de una vez, para que todo el mundo pudiera volver a la normalidad […] Freddie nunca quiso que la gente se pusiera a rasgarse las vestiduras o a rechinar los dientes. Que la gente siga con su vida. Para eso está”.
Freddie fue incinerado en el West London Crematorium, en Kensal Green, a las diez de la mañana del miércoles 27 de noviembre.
“Fue todo perfecto, justo como Freddie lo habría querido”, dice Peter sonriendo. “Sólo para llevar las flores había cinco coches fúnebres Daimler. Freddie iba en un coche fúnebre Rolls-Royce y cuatro coches detrás. Su ataúd, sencillo, de roble claro, con una única rosa roja encima, fue transportado a hombros al son de You’ve Got a Friend, interpretada por Aretha Franklin. Todos nosotros íbamos detrás. Éramos unos catorce en el lado de los ‘amigos’ y aproximadamente treinta parientes en el lado de la ‘familia’”.
Elton John llegó en su Bentley verde. Brian asistió con su novia, con la que rompía y se reconciliaba a menudo (y que ahora es su esposa), Anita Dobson. Mary Austin, embarazada de su segundo hijo, Jamie, acudió con Dave Clark. Jim Callaghan, el fiel guardia de seguridad de Queen, estaba de pie y en silencio a la puerta de la capilla, esperando a recibir a los padres de Freddie y acompañarles al interior.
“Cuando el féretro desapareció, pusimos una grabación de D’amor sull’ali rosee, de Verdi, un aria de Il Trovatore, cantada, por supuesto, por Monserrat Caballé. Ésa era la pieza musical favorita de Freddie. A menudo entraba en el estudio, la ponía, y subía tanto el volumen que se podía oír a los músicos pasando las páginas de sus partituras, e incluso moviendo las sillas. Fue increíblemente conmovedor”, decía Peter, “y yo estaba bastante afectado. Necesitaba estar solo. Mi madre está enterrada en ese crematorio. Recuerdo que fui corriendo hasta el lugar en que están enterradas sus cenizas y le pedí que cuidara de Freddie”.
Los homenajes florales a Freddie cubrían más de mil metros cuadrados a las puertas del crematorio. De parte de sus padres, dalias y lilas blancas con el mensaje: “Para nuestro querido hijo Freddie. Siempre te querremos. Mamá y Papá”. De parte de David Bowie, rosas amarillas. De parte de Elton John, un corazón de capullos de rosa de color rosado con las palabras: “Gracias por ser mi amigo. Siempre te querré”. El homenaje de Boy George decía simplemente: “Querido Freddie, te quiero”. La corona de Mary Austin era una almohada de rosas de color amarillo y blanco, con la frase: “Para mi queridísimo, con mi amor más profundo, de parte de tu Vieja Fiel”. Una corona del pequeño hijo de Mary decía: “Para el tío Freddie con amor de parte de tu Ricky”. La corona de Roger Taylor llevaba una emocionante despedida: “Adiós, viejo amigo, ¡por fin tendrás paz!”. Posteriormente todas las flores se donaron a los hospitales de Londres.
De regreso en la casa, y al sentir que no podía soportar la multitud que había en su interior, Jim se puso a deambular solo por el jardín.
“Yo había perdido a mi padre unos años antes”, me dijo, “pero no estaba en Irlanda cuando ocurrió. De modo que podría decirse que Freddie ha sido la persona más cercana a mí que se ha muerto. Fue un golpe muy duro”.
En las semanas posteriores, Jim se sintió indignado por las palabras y los actos de otros. La prensa contaba que Dave Clark había dicho que él fue la única persona presente en el dormitorio cuando murió Freddie.
“Él no era el único que estaba en la habitación”, afirmaba Jim, “pero todo el mundo lo citaba”.
El error debió de perturbar al sensible y considerado Clark, porque Jim recibió una tarjeta de su parte con motivo de su cumpleaños.
“En el interior de la tarjeta Clark había escrito: ‘Tú estabas allí’. No sé por qué la gente tendría que decir algo diferente. Dave estuvo genial cuando Freddie estaba malo. Se pasaba todo el tiempo por la casa y echaba una mano. Sí, se pasaba horas sentado junto a la cama de Freddie para que pudiéramos descansar. Dave estaba en la casa la noche que murió Freddie. Pero no fue como él lo contó.
”Me di cuenta de que Delilah, la gata favorita de Freddie, no se había subido a su cama en todo el día, y era extraño. Allí era donde dormía ella. Era donde vivía, prácticamente. Aquella noche la pasó a los pies de la cama de Freddie, en el suelo. Yo la levanté. En aquel momento Dave tenía agarrada una mano de Freddie. Acarició a Delilah con ella. Freddie dio un atisbo de reconocimiento cuando Dave hizo aquello. Entonces Freddie manifestó su deseo de ir al lavabo. Bajé volando las escaleras para pedirle a Peter que subiera y me echara una mano; Freddie mojó la cama y tuvimos que cambiar las sábanas. En consideración a la dignidad de Freddie, Dave salió de la habitación. Fue en aquel momento cuando Freddie falleció”.
Jim nunca consiguió recuperarse realmente de aquella pérdida:
“Sigue habiendo momentos en que puedo estar entreteniéndome en el jardín, y me viene a la mente la expresión del rostro de Freddie cuando murió”, me dijo Jim en Irlanda. “Puedo borrar de mi mente de forma consciente lo que ocurrió, pero no subconscientemente. Es imposible de olvidar. Aprendí muchas cosas de Freddie, sobre todo a tener una perspectiva positiva. La actitud de Freddie era siempre: ‘Pero si tú puedes, ¿no te das cuenta? Puedes hacerlo. Ponte a ello, verás de lo que eres capaz’. Era una de las cosas más bonitas de Freddie”.
Jim murió en Irlanda de un cáncer de pulmón en 2010.
En Munich, la pobre Barbara Valentin tuvo que vérselas sola con su pena. Había salido a comprar “el traje negro” y a pagar su billete de avión. Estaba a punto de salir para el aeropuerto cuando recibió aquella llamada telefónica que la conminaba a quedarse donde estaba. Nunca dijo quién había hecho la llamada, y Peter Freestone me dijo que no se acordaba. Lo más probable es que fuera alguien del equipo de Jim Beach. Aquel día Mary Austin iba a ser “la viuda”, y Barbara no sería bienvenida.
“No pude siquiera estar allí para su entierro”, decía entre lágrimas. “Después de todo lo que habíamos vivido juntos. El dolor fue terrible. Nunca lo he superado. Nunca había tenido antes un amor como el que compartí con Freddie, y no he vuelto a tenerlo. Tampoco he ido buscándolo. Una vez fue suficiente. Fue el gran amor de mi vida. Sigue siéndolo. Veinte mujeres tendrían que vivir cien años cada una para tener lo que tuve yo. Es mejor parar en el momento adecuado. Supongo que eso es lo que él hizo también”.
Por lo menos Freddie consiguió hacer lo que siempre había dicho que debería hacer una estrella, proseguía Barbara: “Lo dejó cuando iba en cabeza. Él me decía que uno nunca puede permitirse el lujo de caer desde lo más alto, de no ser tan grande como antes. La fama le había convertido en la persona más solitaria del mundo. Para compensarlo, su vida se fue haciendo cada vez más desenfrenada, hasta que le controló a él. Estaba compensando demasiado por su soledad: Freddie lo hacía todo hasta el extremo. El precio que pagó fue el más terrible. Sé que él no lo había planeado así, pero se salió con la suya. Lo que él quería era la inmortalidad, y eso fue lo que consiguió”.
Barbara falleció de un ataque de apoplejía en 2002.
Garden Lodge nunca “volvió a la normalidad”. Cuando Mary se disponía a mudarse a vivir allí, daba la impresión de que quería que los demás se marcharan. Jim pensaba que le iban a permitir quedarse tanto como quisiera, pero al final, le pidieron que se marchara inmediatamente.
“Y a mí. Y a Joe”, recordaba con tristeza Peter Freestone. “No teníamos otro sitio adonde ir, y necesitábamos un tiempo para organizarnos. Nos habríamos marchado cuanto antes […] La conducta de Mary fue ciertamente desconcertante”.
“¿Por qué motivo tenía que tratarnos como nos trató, después de todo lo que pasamos junto a Freddie?”, decía Jim. “No tenía sentido. Salí de aquella casa sin nada, sin llevarme siquiera mis propias cosas”.
Los litigios legales y económicos que vinieron a continuación dejaron a los antiguos cuidadores de Freddie en el limbo y a Barbara Valentin casi en la calle. Con la ayuda de sus amigos de Garden Lodge, Barbara consiguió hacer frente con éxito a la parte demandante. El testamento de Freddie suscitaba muchas preguntas, algunas de las cuales nunca se resolverán.
Jim Hutton me explicó más tarde que fue la ira, no el dinero, lo que le incitó a escribir sus memorias. Quería que el mundo supiera la verdad, y no tuvo en cuenta nada más.
“Creo que Jim Beach se enfadó porque mi libro arruinó ‘el mito de Freddie’”, opinaba Jim. “Lo único que hacía era devolver a Freddie a su estatus original de ser humano. Contaba la verdad. Beach quería que los fans creyeran que la dulce Mary Austin era el amor de la vida de Freddie, y ¡menudo cuento grandioso, trágico y romántico era aquél! Creo que a los fans les importa un comino que Freddie fuera gay o no. También creo que los fans prefieren saber la verdad, lo bueno y lo malo”.
Peter Freestone también pensaba lo mismo. A Freddie le habría horrorizado ver que las personas a las que él quería y por las que se preocupaba se peleaban después de su muerte.
“Los interesados tienen que vivir consigo mismos. Mary dijo una vez de Jim [Hutton] que tenía ‘una imaginación muy vivaz’. Traté mucho tiempo con Jim y nunca me pareció que fuera otra cosa que totalmente honesto. La conciencia de Jim, igual que la mía, siempre estuvo limpia”.
En cuanto a las cenizas: ¿se esparcieron por el “lago de los cisnes” de Freddie, en Montreux? ¿Se conservaron en una urna, sobre la repisa de casa de sus padres? ¿Se llevaron de vuelta a una playa de Zanzíbar para entregarlas al océano? ¿Se enviaron para que las custodiara su tía Sheroo, en India, o se enterraron a la sombra de un cerezo en los jardines de Garden Lodge, tal y como sostenía Jim Hutton? ¿Es posible que incluso estén ocultas en la tumba de algún fallecido anónimo, en el cementerio civil y militar de Brokwood, en Surrey, que tiene una parcela dedicada a los parsis? Gita Choksi, la antigua amiga de Freddie de los tiempos del colegio St. Peter, de Panchgani, así lo cree. En la primera visita que hizo Gita a la tumba de su padre en dicho cementerio, se topó en los jardines con un cuidador, y ambos se pusieron a charlar. “Las cenizas de Freddie Mercury, el cantante de rock, están sepultadas ahí al lado”, le dijo.
“Me quedé completamente atónita y desbordada”, decía Gita. “Obviamente, el cuidador no tenía forma de saber nada sobre mi relación con Freddie, y tampoco tenía un motivo aparente para mentir. Yo no había vuelto a ver a mi antiguo amigo del colegio durante todos aquellos años, y allí estaban sus cenizas, enterradas a pocos metros de las de mi propio padre. Estoy absolutamente segura de que ésa es la verdad. No creo que el cuidador me contara a mí, una parsi igual que Freddie, una cosa así si no fuera cierta. Fue la cosa más extraordinaria que me ha ocurrido en mi vida. Pero estoy agradecida porque así fuera”.
¿Es posible que aquel hombre se equivocara? Es posible. Sin embargo, curiosamente, cuando yo misma fui a visitar la parcela parsi de Brokwood, un cuidador me dijo lo mismo. Se me ocurrió que podría tratarse de una treta deliberada para despistar a los fans. Pero es bastante inverosímil.
Aunque no se sorprendió al oír la historia de Gita, Peter Freestone no fue capaz de confirmarla: “Sencillamente, no lo sé. Sospecho que las cenizas de Freddie se repartieron, y que tal vez una parte se la quedaron sus padres, otra parte se la quedó Mary…, pero, ¿quién puede decirlo? Sólo ellos lo saben a ciencia cierta”.
Bohemian Rhapsody volvió a publicarse como single de Navidad en 1991, muy poco después de la muerte de Freddie. Ascendió rápidamente hasta el número 1, recaudando más de un millón de libras para la organización benéfica Terence Higgins Trust contra el sida. El single más emblemático de Queen también volvió a editarse en Estados Unidos, y los beneficios obtenidos se repartieron entre distintas organizaciones benéficas de lucha contra el sida de todo el país a través de la Fundación Magic Johnson.
El 20 de abril el grupo estaba preparado para darle a Freddie su despedida del rock and roll con un concierto que posteriormente saldría elegido como el mayor evento de rock en vivo de la década de los noventa. Brian, que describió la muerte de Freddie como “igual que perder un hermano”, destacaba que el concierto homenaje a Freddie Mercury en el estadio de Wembley el lunes de Pascua de aquel año “no es Queen”, aunque la mayoría de los que participaron interpretaron canciones de Queen. El día en que se anunció el concierto, las 72.000 entradas se agotaron en el plazo de dos horas, aunque todavía no se había acordado el cartel. El evento se emitió por radio y televisión a setenta y seis países, y David Mallet lo rodó para hacer un documental.
El deslumbrante concierto arrancó con material grabado de Freddie haciendo escalas con la voz. Annie Lennox y David Bowie cantaron Under Pressure, Roger Daltrey I Want It All, Extreme tocó Hammer to Fall, George Michael y Lisa Stansfield cantaron a dúo These Are the Days of Our Lives, y Elton John se atrevió con Bohemian Rhapsody, junto con Axl Rose. Seal eligió Who Wants to Live Forever. Mick Ronson e Ian Hunter, de Mott the Hoople, se apartaron del formato básico para ofrecer un conmovedor homenaje con el tema All the Young Dudes, de Bowie. Y lo mismo hizo Robert Plant con el tema Thank You, de Led Zeppelin —aunque también cantó Innuendo y Crazy Little Thing Called Love—. Pero fue Liza Minnelli la que barrió a todos los demás del escenario, de una forma brillante, con We Are the Champions.
Sin embargo, ¿dónde estaban Dave Clark, Peter Straker, Tony Hadley, Elaine Paige? ¿Y Aretha Franklin, Prince y Michael Jackson? A muchos nos sorprendió la inexplicable ausencia de cantantes que habían significado tanto en la vida de Freddie, así como el hecho de que el elemento “metálico” del cartel tal vez no era lo que Freddie habría querido. La música de Guns N’ Roses, Metallica y Def Leppard era mucho más del gusto de Brian y Roger. Se ha afirmado que muchos de los artistas que finalmente actuaron fueron elegidos debido a que su propio sonido se había visto influido por Queen. Otros están de acuerdo con la teoría de que en realidad el concierto homenaje era más bien la forma en que Brian, Roger y John acogían a su querido Freddie de vuelta al redil de Queen, donde a su juicio debía estar, y tenía más que ver con una visión retrospectiva de los sabores, actitudes e ideales originales del grupo.
Tim Rice dice que Elaine Paige se sintió “herida” porque invitaran a Liza Minnelli a cantar en el homenaje en vez de a ella. Asimismo, muchos se sorprendieron por la ausencia del elemento “gay salido del armario” —Boy George, Holly Johnson, Jimmy Sommerville, Lee Johns— como celebración del estilo de vida de Freddie. Con el telón de fondo del cartel de artistas que actuaron, una interpretación por parte de Pavarotti, Carreras y Domingo de las arias clásicas que Freddie adoraba habría parecido y sonado totalmente fuera de lugar. En cuanto a Monserrat Caballé, ella misma explicó que estaba totalmente comprometida con la EXPO de Sevilla, y que tenía que actuar en vivo todas las noches de la semana inaugural, que arrancaba el mismo día que el concierto de homenaje. Caballé había manifestado su deseo de colaborar con el concierto de Freddie vía satélite, pero al final no pudo establecerse un enlace por satélite con Londres porque el propio concierto iba a trasmitirse en directo a todo el mundo. Ni siquiera Elizabeth Taylor, la desaparecida leyenda de Hollywood y activista contra el sida, con su alocución entre lágrimas al público, pudo compensar la ausencia de “la Superba”.
George Michael, que se llevó de calle el concierto con Somebody to Love, haciéndose eco del triunfo de Queen en Live Aid siete años atrás, reveló que “estaba viviendo una fantasía de su infancia”.
”Cuando pienso en Freddie, pienso en todo lo que me dio en términos de oficio”, decía George. “Simplemente cantar aquellas canciones, sobre todo Somebody to Love, fue realmente una sensación alucinante. Fue probablemente el momento de mi carrera del que más orgulloso estoy”.
“George Michael estuvo increíble en el concierto de homenaje”, decía entusiasmado Peter Paterno. “Efectivamente se me pasó por la cabeza, y estoy seguro que también a mucha otra gente, que Queen tenía que considerar seriamente la posibilidad de que George ocupara el lugar de Freddie. No obstante, al final, creo que nadie sería capaz”.
A Spike Edney, que contribuyó tocando los teclados junto con Mike Moran, le entristeció mucho lo que ocurrió después del concierto, cuando muchos críticos se cebaron con los participantes por no estar a la altura de los estándares de Freddie. Quienes manifestaban su desilusión no tenían en cuenta, ni eran capaces de comprender, que muy pocos artistas en la historia del rock tienen el don de una tesitura vocal como la de Freddie.
“Probablemente sería injusto decir que nadie de aquellos grandes artistas era capaz de cantar ninguna de las canciones tan bien como Freddie”, razona Spike, «pero sé que a muchos de ellos les daba la sensación de que Freddie les hacía sombra. Por supuesto, a Freddie le habría encantado eso, le habría divertido ver cómo todos ellos pasaban apuros. Además de apreciarlo por lo que fue —un magnífico homenaje— se habría deleitado con las angustias por las que tuvieron que pasar todos, al no conseguir igualar sus tonalidades”
El resumen de la experiencia, cuenta Spike, la dio una escena que se produjo en la fiesta posterior al concierto en el club Brown’s:
“En el piso de arriba vi a Roger apoyado contra la pared, simplemente mirando al vacío. Después vi a Brian a medio metro de él, haciendo lo mismo. Me acerqué a ellos. ‘¿Cómo os sentís?’, les dije. ‘No puedo sentir nada’, contestó uno de ellos. Nadie era capaz de recordar nada del concierto. Sencillamente, era imposible asimilarlo todo. Cuando se acabó, se decían: ‘Dios mío ¿qué hemos estado haciendo durante este último mes? ¿Y qué hacemos ahora?’”.
La maquinaria de recaudar fondos estaba en marcha. El Mercury Phoenix Trust, fundado en 1992 para gestionar los ingresos del concierto y de otras fuentes, tomó como emblema el ave fénix del escudo de Queen que Freddie había diseñado al principio de la trayectoria del grupo. A día de hoy, la organización sigue recaudando dinero para la lucha contra el sida en todo el mundo.
George Michael, Lisa Stansfield y Queen donaron sus derechos de autor del miniálbum Five Live al Mercury Phoenix Trust. En abril de 2002, el Trust recibió un importante espaldarazo cuando se editó en DVD el concierto de homenaje con ocasión del décimo aniversario de la organización benéfica. Apareció en las listas del Reino Unido directamente en el número 1. Hoy, veinte años después de su fundación, el dinero sigue fluyendo a las arcas de la organización.
No cabe duda de que Jim, el amante que perdió a su pareja, emprendió su selectiva biografía de 1994 con la intención de crear un enternecedor homenaje a su adorado compañero. Pero su libro quedó emborronado por un coautor que se recreó en los aspectos más sensacionalistas de la relación, así como en los detalles íntimos de los últimos días de Freddie.
Por consiguiente, Jim fue desterrado del entorno de Queen. Aquella reacción, que le dejó desconcertado y confuso, indudablemente se produjo porque los compañeros de banda de Freddie, sus managers, su familia y sus amigos también estaban de duelo. Les resultaba insoportable ver los crudos detalles de la muerte de Freddie ahí, para consumo de todos.
Durante el tiempo que pasé con Jim en el pintoresco condado de Carlow, al sureste de Irlanda, donde llevaba la vida que siempre había querido, en un cómodo bungalow construido con las 500.000 libras que heredó de Freddie, no me cupo ninguna duda de que el amor que Jim afirmaba haber sentido por Freddie era auténtico. Jim era un hombre afectuoso y sensato que se conformaba con su destino. Estaba eternamente agradecido, me decía, por haber experimentado el estilo de vida de las superestrellas gracias a Freddie. En su jardín, me mostró con orgullo sus rosas Blue Moon, de color lila, que a Freddie le encantaban.
Teniendo en cuenta el origen católico de Jim, y que su madre aún vivía cuando él publicó el libro, debió de armarse de mucho valor para escribirlo.
“Sí, lo hablé con mi familia”, me dijo. “En cierto sentido, les pedí permiso. No tenía por qué preocuparme. Simplemente me dijeron que estaban a mi disposición, y ahí se acabó todo”.
Freddie, Jim lo sabía, había tenido que enfrentarse a un dilema mayor debido a la religión de su familia.
“Pero Freddie no practicaba el zoroastrismo”, razonaba Jim, cosa con la que estaba de acuerdo Peter Freestone. “Como los padres de Freddie le incineraron, de acuerdo con la religión zoroástrica, se suponía que había sido un creyente practicante”, añadía Jim, “pero en todos los años que le conocí, Freddie nunca practicó el culto. Yo no sé nada sobre la religión de su familia. Nunca hablábamos de ello. Pero sí que me acuerdo que a veces estaba en la cama con él por la noche y le oía rezar. ¿En qué idioma? En inglés. ¿A quién? No lo sé. A veces le preguntaba con quién hablaba, y él simplemente se encogía de hombros y susurraba: ‘Estoy diciendo mis oraciones’”.
Las oficinas de Queen Productions de la calle Pembridge cerraron tras la muerte de Freddie. Lo mismo ocurrió con los estudios Mountain, cuando David Richards desmanteló sus instalaciones de producción y se trasladó a los Alpes, al norte de Montreux. Una entrada llena de pintadas (y los fantasmas del estudio) son lo único que queda. Pero los muchos que suponían que la historia de Queen tocaba a su fin, sombríamente, con la muerte de Freddie se equivocaban.
Made in Heaven, el decimoquinto álbum de estudio de Queen, se estrenó en las listas con el número 1 en 1995, cuatro años después de la muerte de Freddie. Se estima que el disco ha vendido veinte millones de copias en todo el mundo, y es una inmaculada recopilación realizada con diligencia y devoción. Rebosa vitalidad y mortalidad, y es también un réquiem a la estrella de Freddie y un vehículo para su lucimiento. A mi juicio, uno de los temas destacados es Mother Love. Al son de una música compuesta por Brian, la inquietante voz de Freddie nos retrotrae, a través de un rebobinado zapeante, a un estallido de un volcánico Queen en vivo, un riff con ecos de It’s a Kind of Magic, y un jirón de Goin’ Back, de Gerry Goffin y Carole King, interpretada por Freddie y publicada a nombre de Larry Lurex en los primerísimos tiempos de Queen en Trident… “Creo que voy a volver / a las cosas que aprendí tan bien / en mi juventud…”. El estremecedor llanto de un bebé pone un final fantasmagórico a la canción, lo que seguramente simboliza la muerte y el renacimiento del cantante.
Mi otro tema favorito de ese álbum es A Winter’s Tale, el canto del cisne de Freddie, que escribió y compuso en su apartamento de Montreux con vistas al lago que tanto le gustaba. La letra, que describe lo que veía desde su ventana, celebra la paz y la alegría que encontró en aquel lugar hacia el final. El título, tanto si pretendía ser un homenaje a la comedia romántica El cuento de invierno, de William Shakespeare, como si no, acaso habla más de las fuentes de inspiración de Freddie cuando compuso sus primeras canciones. Uno de los protagonistas de la obra de Shakespeare es Políxenes, el rey de Bohemia, un antiguo reino que más o menos viene a coincidir con la actual República Checa. Por consiguiente, es posible que fuera el embrión de Bohemian Rhapsody. Si, como suponen muchos expertos en Shakespeare, esta obra es una alegoría de la muerte de Ana Bolena, su personaje de nombre Perdita se basaba en la hija de Ana y el rey Enrique VIII, que más tarde llegaría a ser Isabel I, reina de Inglaterra… ¿Acaso aquel original gran éxito del grupo es el tema de fondo de la última creación de Freddie? No es del todo imposible.
Hay muchos homenajes a su memoria, como la estatua que Irena Sedlecka hizo de Freddie y que se alza a orillas del lago Leman, en Montreux. Montserrat Caballé fue la persona encargada de descubrir la estatua el 25 de noviembre de 1996, coincidiendo con el quinto aniversario de la muerte de Freddie. La ceremonia dio comienzo con una intervención del alcalde de Montreux, con la asistencia de los padres de Freddie, de su hermana Kashmira, de Claude Nobs, el fundador del Festival de jazz de Montreux, de Brian y de Roger. La estatua sigue siendo uno de los lugares más visitados por los turistas en toda Suiza. Además, se ha convertido en el punto focal de las peregrinaciones anuales de los fans de Queen, para celebrar el cumpleaños de su ídolo, en el mes de septiembre.
“Uno de mis momentos más difíciles fue cuando se descubrió la estatua”, le contaba Brian a la revista Q en 2011. “Obviamente es un homenaje muy bonito, y la ceremonia fue muy emocionante, pero de repente fui presa de la ira. Pensé: ‘Esto es todo lo que queda de mi amigo, y todo el mundo piensa que es algo normal y estupendo, pero en realidad es espantoso que yo esté mirando una pieza de bronce que es la imagen de mi amigo, y que mi amigo ya no esté aquí’”.
Maurice Béjart coreografíó un Ballet por la Vida especial para su Ballet Béjart de Lausana, titulado Le presbytère n’a rien perdu de son charme ni le jardin de son éclat [“el presbiterio no ha perdido nada de su encanto, y el jardín nada de su chispa”] cinco años después de la muerte de Freddie, a fin de celebrar las vidas de Freddie y del primer bailarín de Béjart, Jorge Donn. La conmovedora pieza, en la que figuran canciones de Queen y composiciones de Mozart, comienza con It’s a Beautiful Day —el primer tema de Made in Heaven—, y concluye con The Show Must Go On, el tema final de Innuendo, el último álbum de Queen en vida de Freddie. El ballet se representó por primera vez en el teatro de Chaillot, en París, en enero de 1997, con la asistencia de la señora Chirac (esposa del entonces presidente de Francia, Jacques Chirac) y con la participación de Elton John, Brian, Roger y John Deacon. Aquella fue la última actuación en directo del bajista con sus compañeros de Queen.
John padeció una grave depresión tras la muerte de Freddie. Había perdido a su padre con sólo once años de edad, y la desaparición de Freddie le trajo de vuelta los recuerdos de unas emociones con las que John no se había enfrentado en su momento. En un momento dado, John empezó a frecuentar un local de bailes eróticos y se enrolló con una bailarina de veinticinco años, a la que le regaló un apartamento, un coche y le prodigaba lujosos regalos. La desacertada relación se fue a pique, después de lo cual John comprensiblemente estaba deseoso de retirarse con su esposa y su familia. Dejó oficialmente el grupo en 1997.
“Ahora es muy reservado”, comentaba Brian. “Se comunica mediante correos electrónicos cuando hay alguna discusión de negocios, pero eso es todo”.
Brian y Roger no estaban en absoluto dispuestos a dejarlo todo. En su momento les llegaría el proyecto adecuado.
En junio de 2002 Brian interpretó God Save the Queen sobre el tejado de la residencia real en Londres (en memoria, según él, de Jimi Hendrix), dando así comienzo a la Fiesta en Palacio, un concierto celebrado para conmemorar las bodas de oro de S.M. Isabel II. En 2004, Brian colaboró por primera vez con Paul Rodgers, el antiguo cantante solista de Free y de Bad Company, en el concierto Fender Strat Pack. Brian, que quedó entusiasmado con la evidente buena química que había surgido entre ambos, convenció a Paul para que tocara con Queen con motivo de la admisión del grupo al Salón de la Fama de la Música Británica. A continuación, Brian, Roger y Paul anunciaron una gira mundial con el nombre de “Q + PR” en 2005, dejando bien claro que Paul no estaba sustituyendo a Freddie, sino que el proyecto era una variación sobre un tema. En 2005 tocaron en un concierto en Sudáfrica para la campaña 46664 de concienciación sobre el sida promovida por Nelson Mandela, y después siguieron de gira el resto del año, con un Spike Edney contento de volver a tocar los teclados.
A continuación, Q + PR realizaron una gira de veintitrés conciertos por Norteamérica. Dos años más tarde actuaron en Hyde Park con motivo del 90º cumpleaños de Nelson Mandela, poniendo fin al penoso episodio de Queen en Sudáfrica. Seguidamente se marcharon a hacer una gira a gran escala por toda Europa.
Aunque por ahora la colaboración entre Queen y Rodgers ha finalizado, ambas partes insisten en que las posibilidades siguen abiertas. Mientras tanto, todos ellos siguen adelante con sus proyectos en solitario, y en particular Brian, que en 2011 colaboró con Kerry Ellis, la estrella del West End y de Broadway, en un espectáculo mezcla de musical de teatro y concierto de rock titulado Anthems para el que se agotaron todas las entradas.
Con motivo del decimoctavo aniversario de la muerte de Freddie, el 24 de noviembre de 2009, unos 2.000 fans de Queen procedentes de todo el mundo se congregaron en el centro de Feltham para contemplar cómo Brian y la madre de Freddie descubrían una placa de granito al estilo de las estrellas de Hollywood dedicada a la memoria del cantante. Era el primer monumento en el Reino Unido que conmemora al cantante solista de Queen (sin contar la falsa estatua que da la bienvenida a los fans al musical We Will Rock You, situada encima del teatro Dominion en Tottenham Court Road, en Londres).
“Feltham fue su primer hogar en Inglaterra cuando llegamos de Zanzíbar, y fue donde él empezó a explorar su futuro musical”, decía Jer Bulsara, que para entonces había cumplido 87 años.
“Freddie, nosotros perseguimos tu sueño, nuestro sueño, y te queremos y siempre te querremos”, dijo Brian. “Estamos muy contentos de honrarte de esta forma”.
Stormtroopers in Stilettos [“tropas de asalto con zapatos de tacón de aguja”] (un título tomado del tema She Makes Me, del tercer álbum de Queen, Sheer Heart Attack, de 1974) es una exposición nostálgica itinerante por distintos países sobre los primeros tiempos de Queen. Se inauguró para conmemorar el 40º aniversario del grupo, en 2011, un año de celebraciones en el que además Queen firmó un nuevo contrato discográfico con Island Records a través de Universal.
A finales de 2010, la productora GK Films anunció el rodaje de un importante largometraje de Hollywood basado en la vida de Freddie. La película de Graham King sobre Freddie Mercury es una coproducción con TriBeca Films, la productora de Robert de Niro, y Queen Films. El papel de Freddie lo interpreta Sacha Baron Cohen, la estrella de Borat y Bruno, sobre un guion de Peter Morgan, autor de muchos guiones de renombre, como The Queen, Frost/Nixon y El último rey de Escocia.
“Freddie Mercury era un intérprete que inspiraba respeto”, comentaba King, “de modo que con Sacha interpretando el papel, junto con el guion de Peter y el apoyo de Queen, tenemos la combinación perfecta para contar la verdadera historia que hay tras el éxito del grupo”.
El guion de Morgan retrotrae al grupo a principios de los ochenta, cuando Queen había destrozado su prestigio en Estados Unidos y el grupo estaba en claro declive. Como sus mejores años parecían haberse acabado, cada miembro del grupo se dedicaba a su propio proyecto en solitario. Entonces Geldof anunció el concierto Live Aid, Queen asumió la visión de Geldof, y salieron a actuar en el estadio de Wembley para asombrar al mundo entero. Tras recuperar la conciencia de su fuerza colectiva, los miembros de Queen planifican y emprenden una gigantesca gira mundial de “vuelta a los escenarios” y esperan con ansia una próspera segunda edad de oro. Pero Freddie enferma de sida, y el sueño se hace añicos… En el momento de la publicación de esta edición, continúa especulándose sobre el comienzo de la filmación de la película.
Desde el fallecimiento de Freddie, el prestigio y el impacto globales de Queen han ido en aumento, en gran parte debido al colosal éxito de We Will Rock You, su musical de teatro. El argumento del musical, ambientado en un futurista universo paralelo donde se ha prohibido la música rock y donde los bohemios, una banda de rebeldes amantes de la música, están esperando que aparezca un líder, es obra del actor cómico Ben Elton, sobre los temas clásicos de Queen. Desde su estreno en 2002 en el teatro Dominion de Londres, en Tottenham Court Road, la producción de “teatro de rockola” ha disfrutado de constantes llenos, y no parece que el ritmo decaiga. Se han puesto en escena veintisiete versiones internacionales; ganó el Premio Olivier del público de Radio 2, de la BBC, en marzo de 2011, y tendrá su continuación en una muy esperada versión cinematográfica en 2013.
Es posible que We Will Rock You no sea del agrado de todo el mundo. De hecho, algunos sectores acusan a Brian y a Roger de “traición”. ¿Y a quién le importa eso? A Queen, no. La permanente popularidad del musical habla por sí sola. Como dice Roger, “¡Que les den por culo si no lo entienden!”.
Dice Paul Gambaccini: “El papel crucial de We Will Rock You ha sido acercar la sensacional música de Queen a millones de jóvenes que no habían nacido cuando vivía Freddie, y cuando el grupo original todavía salía de gira”.
¿Qué le parecería a Freddie que hoy en día Queen sea aún más grande que en vida de él?
“Le encantaría”, insiste Paul Gambaccini. “Sencillamente le encantaría. Es más popular que Liza Minnelli: cuánto le habría entusiasmado eso. A Freddie le encantaban las divas. Las adoraba. Liza, Montserrat: idolatraba a esas mujeres. Le emocionaría que sea tan valorada esa descomunal proyección de su figura. Quero decir, yo recibo peticiones de amistad a través de Facebook de chicos europeos porque saben que yo conocía a Freddie. Peter Freestone es un ídolo de ese grupo. Es como una profesión. Se visten como él, le hacen homenajes, organizan el ‘Freddie por un día’ (cuando los fans de todo el mundo se visten como su ídolo, el día de su cumpleaños, a fin de recaudar fondos para el Mercury Phoenix Trust), y todo lo demás. Es fascinante. Ninguno de ellos había nacido, o no tenía conciencia de ello, cuando Freddie estaba en activo. Están reaccionando ante el Freddie que ha pasado a la historia, no ante un hombre que hubieran conocido ellos mismos”.
Los supervivientes siguen adelante con sus vidas, que nunca serán corrientes. Hoy en día John Deacon es un apacible hombre de familia, cuyos recuerdos acerca de los años locos de Queen han quedado relegados al estante superior de su inquieta mente. Brian, que ha sido nombrado Comendador de la Orden del Imperio Británico por los servicios prestados a la industria de la música, se dedica a su segunda esposa, Anita, a sus tres hijos adultos, a la astronomía y a la conservación del zorro. Roger, tras su divorcio de Debbie, se casó con su joven novia Sarina después de llevar seis años juntos, y en el último recuento tenía cinco hijos. La música sigue siendo una prioridad tanto para Roger como para Brian.
Aunque parezca increíble, Queen han superado a los Beatles y se han convertido en los líderes oficiales de las listas de ventas de álbumes en el Reino Unido. En 2006, su álbum de Greatest Hits fue el álbum más vendido en el Reino Unido de todos los tiempos, con unas ventas de más de 5.407.587 copias. Su álbum de Greatest Hits II alcanzó la séptima posición, con unas ventas de más de 3.631.321 ejemplares. Queen ha publicado un total de dieciocho álbumes número 1, dieciocho singles número 1, y diez DVD número 1 en todo el mundo, lo que le convierte en uno de los grupos de rock más vendidos del mundo. Se estima que las ventas totales de sus álbumes ascienden a 300 millones en todo el mundo —incluyendo 32,5 millones sólo en Estados Unidos—. Además, Queen es el único grupo en el que todos sus miembros han compuesto más de un single que ha llegado a lo más alto de las listas. We Will Rock You fue adoptado como himno por el equipo de béisbol de los Yankees de Nueva York y por el club de fútbol Manchester United. We Are the Champions sigue siendo la canción de Queen más reproducida de todos los tiempos, y la corean los fans de los equipos de todo el mundo. El propio Freddie la describía como “la canción más ególatra y arrogante que he compuesto en mi vida”.
“Tengo la sensación de que Freddie sigue aquí, de alguna forma, porque su música sigue aquí”, dice su hermana Kashmira. “Era mi hermano, pero también una megaestrella. Para decirlo llanamente, yo no sé lo que es tener un hermano corriente. Y eso es porque mi propio hermano fue una persona extraordinaria”.
“Freddie era mi mejor amigo”, me dijo Roger Taylor en un momento de franqueza. “Nunca he superado su muerte. Ninguno de nosotros la ha superado. Creo que todos pensábamos que la asumiríamos bastante deprisa, pero subestimamos el impacto que su muerte tuvo en nuestras vidas. Todavía me resulta doloroso hablar de ello. Nuestro presente y nuestro futuro sin Freddie resultan imposibles de contemplar. Yo lo afronto día a día”.
El Freddie que Roger echa de menos es el alma que había detrás de la superestrella: un hombre profundamente compasivo que se enamoró de una fantasía. Puede que algunos lo desaprobaran, pero complació a millones de personas. Lo hizo en sus propios términos. Al no pedir disculpas, Freddie no esperaba comprensión. Si en ocasiones se sentía atrapado por las contradicciones que conformaban su ser, sus canciones le devolvían la libertad.
A la salud del payaso lloroso que rió el último… y a la salud de Brian y Roger, que se atreven a seguir adelante, en memoria de Freddie. ¿Acaso puede alguien reprocharles que sean los guardianes de la llama eterna? Yo, no.