Apéndice II
A todo lo largo de América Central, Chiapas y Yucatán, se utilizó el mismo método, aunque con pequeñas modificaciones. Los sillares que forman los muros laterales se solapan unos sobre otros hasta que las paredes se encuentran en la parte superior, cubriéndose los estrechos techos con una hilera de delgadas lajas de piedra alargada. En todos los casos las piedras yacían en hileras horizontales, porque el principio, para construir arcos, tal como nosotros lo entendemos, era desconocido para los constructores aborígenes. Esto explica suficientemente la estrechez tan marcada de todas sus habitaciones. Las más anchas no exceden de veinte pies, y la anchura normal oscila entre los seis y los diez pies. La mayoría de las veces el techo está cubierto por una gran cantidad de piedra, y ambos lados se encuentran formando un ángulo agudo. En Palenque, los constructores no cortaron los bordes de las piedras para formar una superficie llana; sus prácticas difieren en este punto a las adoptadas en Yucatán, donde, de todas formas, los lados del arco son totalmente rectos, o tienen una leve curvatura con las caras interiores pulidas. Ahora, sería interesante preguntarse si existe alguna similitud entre el método americano y los observados en los pueblos de la antigüedad en Europa y Asia. Un verdadero arco está formado por una serie de piedras en forma de cuña o por ladrillos, sosteniéndose unas a otras, y todo firmemente unido por la presión del central sobre ellas, que por esto es conocido con el nombre de piedra clave. Parecería que el arco, definido como tal, y usado a la manera de los romanos, no fue conocido por los griegos en los tempranos períodos de su historia, aunque, por otra parte, una lengua tan prolija como la suya y de tan amplia aplicación no habría admitido un nombre propiamente griego para denominarlo. De todas formas, el uso de ambos arcos y bóvedas parece haber existido en Grecia antes de la conquista romana, aunque no parece haber sido aplicado comúnmente. Y la primigenia factura utilizó una invención, incluso antes de la guerra de Troya, con la que fue posible conseguir todas las ventajas de nuestras arquerías en la construcción de pasadizos o galerías y que aparentemente se parecen a los arcos apuntados, como los que hoy llamamos arcos góticos. Esto se consiguió eliminando las piedras sobrepuestas sobre el ángulo de 45°, con el horizonte.
Entre las diferentes formas y curvas de los arcos utilizados hoy día, el único adoptado por los romanos fue el (semicircular) de medio punto; y este constituye una de las principales diferencias entre la arquitectura griega y la romana; porque, con su aplicación, los romanos pudieron efectuar obras de construcción todavía más atrevidas que las de los griegos: erigir puentes y acueductos, y las más macizas y duraderas estructuras de ladrillo. Acerca de la antigüedad del arco entre los egipcios, el Sr. Wilkinson hizo las siguientes observaciones: «Hay razón para creer que algunas de las cámaras en el pabellón de Ramsés III, en Medeenet Haboo, fueron arqueadas con piedra, ya que los restos hallados sobre la parte superior de sus paredes muestran que los techos caídos tuvieron esta forma. En Saggara, todavía existe un arco de piedra de la época del segundo Psmatico, y, consecuentemente, erigido 600 años antes de nuestra era. Nadie que observe el estilo de su construcción puede dudar ni por un momento que los egipcios estuvieron acostumbrados durante largo tiempo a erigir bóvedas de piedra. Es muy probable que la escasa cantidad de madera existente en Egipto, y el consecuente encarecimiento de este tipo de fachadas, derivó en la invención del arco. Es evidente que fue utilizado en sus tumbas desde muy temprano, con el principio de la Dinastía Dieciocho, alrededor del año 1540 a. C.; y a juzgar por algunas pinturas en Beni Hassan, parece que ya se conocía en la época del primer Osirtasen, que, supongo, debió ser contemporáneo de José». Manners and Customs of the Anc. Egyptians. Vol. II, pp. 116, 117, 1.ª serie. La entrada a la gran Pirámide de Gizeh es de algún modo semejante en su forma a los arcos encontrados en Yucatán; consiste en dos inmensas piedras de granito de enorme tamaño unidas en un punto y formando un ángulo agudo. De las láminas que acompañamos, la n.º 2 representa los arcos en los muros de Tirinto, copiados de la Argolis de Sir W. Geel; la n.º 3, un arco (denominado ciclópeo) en Arpino, en Territorio Napolitano; la n.º 4, la forma de arco más común usado por los antiguos constructores americanos. Se observará sin duda una sorprendente semejanza; es más, siempre han sido considerados idénticos; y se puede añadir que en Medeenet Haboo, que forma una parte de la antigua Tebas egipcia, el Sr. Catherwood observó un mecanismo semejante. De ahí parecerá que los verdaderos principios del arco no fueron entendidos ni por los antiguos egipcios, ni griegos y etruscos, ni por los constructores americanos.
Debería suponerse que una coincidencia de este carácter tan fuertemente marcado establecería una antigua conexión entre estas gentes; pero, sin negar que tal contacto podría haberse dado, las probabilidades tienden mayoritariamente al caso contrario. Esta forma tan simple de cubrir un espacio vacío con piedra, cuando no podían ser empleados simples bloques suficientemente grandes, sugeriría un barbarismo para la gente más refinada. Además, en un montículo abierto recientemente en Ohio Valley, se descubrieron dos cámaras circulares, que todavía se conservan; las paredes están hechas de troncos, y los techos formados por piedras superpuestas y elevándose hasta un punto sobre el mismo plano, como en el Tesoro de Atreo en Micenas, y la cámara de Orchomeno, construida por Minio, rey de Boecia. De tales coincidencias no se puede inferir con seguridad ninguna deducción de un origen común o de comunicación internacional alguna; como tampoco de una supuesta coincidencia entre las estructuras piramidales de este continente y las de Egipto, ya que no existe ningún acuerdo, excepto en que ambas se llaman pirámides. En las pirámides egipcias los lados son de igual dimensión, y, con una excepción (Saccara), que está compuesta de líneas rectas, característica que no se da en ninguna pirámide del continente americano. Los lados nunca son iguales, frecuentemente se componen de líneas curvas y rectas, y en ningún caso terminan con la cúspide puntiaguda.
VESTIGIA PHALLICAE RELIGIONIS PROUT QUISBUSDAM MONUMENTIS AMERICANIS INDICATUR.
Haec monumenta ex undecim Phallis constant, omnibus plus minusve fractis, undique dispersis, atque sólo semiobrutis, duorum circiter vel trium pedum mensuram habentibus. Non ea nosmetipsi reperimus neque illis hanc Phallicam naturam attribuimus; nobis autem, has regiones ante pererrantibus, haec eadem monumenta Indi ostenderunt, quodam nomine appellantes lingua ipsorum eandem vim habente, ac supra dedimus. Quibus auditis, haec Phallicae religionis, his etiam in terris, vestigia putanda esse tunc primum judicavimus. Monumenta attamen de quibus huc usque locuti sumus, non, ut bene sciunt eruditi, libidinem denotant, sed potius, quod memoria dignissimum, nostra etiam continente vis genitalis cultum, omnibus paene antiquis Europae Asiaeque nationibus communem, per symbola nota olim viguisse. Quam autem cognationem hic phallorum cultus his populis cum Americae aboriginibus indicare videatur, non nostrum est, qui visa tantum vel audita litteris mandamus, his paginis exponere.