02 Heliocentrismo

Las sociedades arcaicas literalmente creían que el universo daba vueltas a su alrededor. En la Antigüedad, la Tierra se situaba siempre en el centro de los modelos del cosmos. Todo lo demás se desarrollaba a partir de ahí. Pensaban que todos los cuerpos celestiales estaban fijados a esferas de cristal que giraban alrededor de la Tierra, de manera que las estrellas (clavadas en ellas, o bien visibles a través de pequeños agujeros) rodeaban los polos celestiales norte y sur cada noche. De este modo, el ser humano se aseguraba un lugar primordial y central en el funcionamiento del universo.

No obstante, existían ya indicios de que ese modelo, tan cómodo para el hombre, y que había dejado perplejos a los filósofos naturales durante generaciones, era incorrecto. La idea de que los cielos giran alrededor del Sol (un modelo heliocéntrico, cuyo nombre proviene de la palabra griega helios, que quiere decir «sol») fue sugerida por los filósofos de la Grecia antigua ya en el año 270 a. C. Aristarco de Samos fue uno de los que transmitió ese tipo de hipótesis en sus escritos. Tras calcular los tamaños relativos de la Tierra y el Sol, Aristarco se dio cuenta de que el Sol era mucho mayor y, por tanto, tenía mucho más sentido que se moviera la Tierra, que era más pequeña, a que lo hiciera el Sol, que era mayor.

En el siglo II, Ptolomeo usó las matemáticas para predecir los movimientos de estrellas y planetas. Lo hizo razonablemente bien, pero había patrones obvios que no encajaban en sus ecuaciones. El comportamiento más sorprendente era que los planetas ocasionalmente cambiaban de dirección, es decir, que tenían un movimiento retrógrado. Ptolomeo imaginó, como aquellos que lo precedieron, que los planetas giraban sobre enormes ruedas circulares en el cielo, y avanzó una explicación añadiendo dientes a sus órbitas. Así, sugirió que los planetas rodaban alrededor de anillos más pequeños mientras viajaban por una pista principal mayor, como un gigantesco mecanismo de relojería. En el modelo de estos «epiciclos» superpuestos, los planetas de vez en cuando realizaban un movimiento hacia atrás, describiendo un bucle.

La idea de los epiciclos persistió, y años después se redefinió. Los filósofos se sentían atraídos por la idea de que la naturaleza favorecía las geometrías perfectas.

No obstante, cuando los astrónomos midieron los movimientos de los planetas con más precisión, sus prescripciones matemáticas de un mecanismo de relojería no conseguían explicarlos. Conforme mejoraban sus datos, las discrepancias con el modelo establecido aumentaban.

Las ideas del modelo heliocéntrico de Copérnico se plantearon en alguna ocasión a lo largo de los siglos, pero nunca llegaron a considerarse seriamente. La visión geocéntrica prevaleció instintivamente, y las teorías alternativas se consideraban un juego mental arbitrario. Así, hasta el siglo XVI, el modelo heliocéntrico no se desarrolló con todas sus consecuencias.

En su libro de 1543 De Revolutionibus, el astrónomo polaco Nicolás Copérnico describió un modelo heliocéntrico matemáticamente detallado, que explicaba los movimientos retrógrados de los planetas como una proyección de su movimiento alrededor del Sol, tal y como se verían desde la Tierra que, a su vez, giraba también de una forma similar.

«Finalmente pondremos al Sol mismo en el centro del universo.»

Nicolás Copérnico

NICOLÁS COPÉRNICO (1473-1543)

Nacido en Torun, Polonia, Copérnico estudió para convertirse en un canónigo: recibió clases de derecho, medicina, astronomía y astrología. Sentía fascinación por las ideas de Ptolomeo sobre el orden del universo, pero también las criticaba, y desarrolló su propio sistema en el que la Tierra y los planetas giraban alrededor del Sol. El trabajo de Copérnico De Revolutionibus Orbium Celestium (Sobre las revoluciones de las esferas celestiales), publicado en marzo de 1543 (justo dos meses antes de morir), fue toda una revelación que desmontaba la visión consagrada del universo heliocéntrico. No obstante, seguía estando lejos de las teorías de la astronomía moderna.

Dado que ponía en duda la preeminencia de los humanos en el universo, el modelo de Copérnico tuvo consecuencias. La Iglesia y la sociedad siguieron prefiriendo la visión geocéntrica de Ptolomeo. Copérnico fue cauto y retrasó la publicación de su trabajo hasta el año de su muerte. Su argumento póstumo fue recibido y relegado sigilosamente, pero un personaje más ruidoso cogió su testigo.

El proceso a Galileo El astrónomo italiano Galileo Galilei desafió abiertamente a la Iglesia católica romana al defender el heliocentrismo. Su audacia se apoyaba en observaciones que realizó mediante el recién inventado telescopio. Al observar el cielo con mayor claridad que sus predecesores, Galileo encontró pruebas de que la Tierra no era el centro de todo. Júpiter tenía lunas que orbitaban a su alrededor, y Venus tenía fases igual que la Luna. Publicó estos descubrimientos en su libro de 1610 Sidereus Nuncius, o el Mensajero estrellado.

Convencido de que su visión heliocéntrica era correcta, Galileo defendió sus argumentos en una carta a la gran duquesa Cristina. Tras afirmar que la rotación de la Tierra era la causa de que el Sol pareciera moverse por el cielo, fue convocado en Roma. El Vaticano aceptó que las observaciones eran ciertas, porque los astrónomos jesuitas veían las mismas cosas a través de sus telescopios. Sin embargo, la Iglesia se negó a aceptar la teoría de Galileo, afirmando que era sólo una hipótesis que no podía tomarse al pie de la letra, por muy atractiva que resultara su simplicidad. En 1616, la Iglesia prohibió a Galileo enseñar la teoría heliocéntrica, y le impidió «mantener o defender» esa idea polémica.

«Con toda seguridad, considerar herejía creer lo que se ha logrado demostrar es perjudicial para el alma.»

Galileo Galilei

La razón de Kepler Mientras tanto, un astrónomo alemán estudiaba también las matemáticas de los movimientos planetarios. Johannes Kepler publicó su análisis del recorrido de Marte en el libro Astronomia nova (1609), en el mismo año que Galileo construyó su telescopio. Kepler descubrió que una elipse, en lugar de un círculo, daba una mejor descripción de la órbita del planeta rojo alrededor del Sol. Al liberarse de los círculos perfectos, fue más allá del modelo de Copérnico y mejoró las predicciones de los movimientos planetarios.

Aunque ahora se considera una ley básica de la física, la visión de Kepler se adelantó a su tiempo y tardó mucho en aceptarse. Galileo, por una vez, lo ignoró.

A pesar de estar limitado, Galileo seguía convencido de que su explicación heliocéntrica era verdadera. Cuando el papa Urbano VIII le pidió que escribiera un ensayo objetivo que incluyera ambas posturas, y que se llamó Decálogo de los dos sistemas del mundo, Galileo contrarió al pontífice por favorecer su propia visión en perjuicio de la defendida por la Iglesia. El Vaticano, de nuevo, lo convocó en Roma, y lo condenó en 1633 por haber quebrantado su prohibición. Galileo quedó bajo arresto domiciliario durante el resto de su vida, y murió en 1642. El Vaticano tardó cuatro siglos en ofrecer una disculpa formal, coincidiendo con el aniversario de la publicación de su polémico libro.

Aceptación gradual Las pruebas de que la visión heliocéntrica del sistema solar era correcta se fueron acumulando a lo largo de los siglos. La mecánica de las órbitas de Kepler también demostró ser correcta e, incluso, influyó en la teoría de la gravedad de Newton. Conforme se descubrieron más planetas, resultaba más obvio que orbitaban alrededor del Sol. La afirmación de que el Hombre era el centro de todo el universo era insostenible.

Cronología:

270 a. C.: Los antiguos griegos proponen un modelo heliocéntrico

Siglo II: Ptolomeo añade epiciclos para explicar los movimientos retrógrados

1543: Copérnico publica el modelo heliocéntrico

1609: Galileo descubre las lunas de Júpiter; Kepler describe las órbitas como elipses

1633: Proceso a Galileo por defender el heliocentrismo

La idea en síntesis: el Sol está en el centro