CAPÍTULO CUATRO

Al día siguiente, fui a ver al doctor Cayton Williams, el pastor de la Iglesia Americana, y le pregunté si tenía una traducción francesa de la Biblia que le pudiera dar a un amigo.

—Tengo una —dijo, mientras se levantaba apoyándose en el escritorio y caminaba hacia la estantería—. ¿Alguien en particular? —preguntó según pasaba los dedos por los libros y se detenía finalmente sobre una de las cubiertas, extrayendo el libro del estante.

—La verdad, es para Albert Camus.

Al doctor Williams se le arquearon las cejas y la frente se le arrugó.

—Claro —dijo, mirándome fijamente por encima de sus bifocales—. Bueno, tráigalo a mi despacho y yo se la daré personalmente.

Llamé a Camus y le pedí que viniera a la iglesia para que pudiera darle algo. Le recibí ese miércoles cuando llegó y le llevé arriba, al despacho del doctor Williams. Los pasos que daba Camus eran lentos, mientras respiraba profundamente. Hasta ese momento no me había dado cuenta de lo débil que en realidad estaba. En lo alto de las escaleras le ayudé a llegar hasta una silla. Cuando empezó a toser, salí rápidamente a buscar un vaso de agua. Me había contado que tuvo tuberculosis de joven, pero yo no había comprendido cuánto había debilitado aquello sus pulmones.

Tras unos diez minutos, entramos en el despacho del doctor Williams. Se levantó de su mesa y tendió la mano a Camus, diciendo:

—Hola, hola, estoy encantado de conocerle.

Camus estrechó su mano y le devolvió la sonrisa. Entonces, el doctor Williams se apoyó en el borde frontal de su mesa, sujetando el libro en su regazo. Pasó la mano sobre el cuero rojo.

—Es un placer para mí obsequiarle con una traducción francesa moderna de la Sagrada Biblia —sonrió, elevando el libro hasta que las letras doradas repujadas quedaron frente a Camus.

Cruzaron varias frases en francés y Camus expresó su agradecimiento antes de continuar en inglés por mí.

—Estoy seguro de que el doctor Mumma estará feliz de guiarle en el aprendizaje de la lectura de la Biblia. Espero que usted encuentre algo de sabiduría en ella —dijo esto con una sonrisa, mientras estudiaba a Camus y su reacción.

—De eso estoy seguro —afirmó Camus, y hubo una breve pausa—. Bueno, me temo que no me puedo quedar más —dijo.

Con eso, le acompañé abajo, de vuelta a su coche. Me dio las gracias otra vez antes de subir al vehículo y arrancar con la Biblia en el asiento de al lado.

No vi a Camus por un tiempo. Dejó de asistir a misa y me preguntaba por qué. Entonces, una tarde estaba sentado junto a la ventana en mi salón mirando a una pareja tras otra pasear junto al Sena, cuando el timbre de la secretaría me llamó al teléfono.

—Howard —dijo Albert enérgicamente—, he terminado los libros del Génesis y el Éxodo y me han encantado los relatos del viaje de los hijos de Israel a la Tierra Prometida.

Mi ánimo se reactivó cuando oí su voz:

—Estupendo —dije—, me alegro de que esté pasándolo bien con ellos.

—Pero —continuó él con un entusiasmo mucho menor—, estoy ahora con el libro de los Números, habiéndome saltado gran parte del Levítico. De hecho, encuentro muy aburridos estos dos libros —hizo un sonido, como si se aclarase la garganta, antes de continuar—. Me gustaría hablarle sobre lo que he leído.

Me reí un poco y le dije:

—Albert, aunque la Biblia es literatura, no tiene que leerla como si fuera una novela o una obra de teatro.

Unos días después fuimos en coche de nuevo al Café Le Coq, en Montmartre. Nos sentamos en la misma mesa, atendidos por el mismo camarero y otra vez disfrutamos del vino tinto y la deliciosa sopa de cebolla. Camus comenzó de forma directa:

—He disfrutado con los relatos que leí y me gustaron mucho sus enseñanzas, pero querría hacerle una pregunta importante: ¿toma usted en serio todo lo que dice la Biblia?

—La Biblia no es una obra científica —yo ya estaba preparado para esa pregunta—. No es posible aceptar como una verdad literal cada afirmación que hace. Sin duda, se han descubierto numerosos errores históricos. De vez en cuando, la Biblia se opone al conjunto de nuestro conocimiento científico. De todos modos, es incorrecto sostener que, por algunos errores, toda la Biblia debería ser ignorada. Ninguno de los escritos de, incluso, los más grandes historiadores y científicos está totalmente libre de errores, pero no desechamos el conjunto de sus trabajos. Nosotros seguimos simplemente aplicando los criterios habituales de verdad.

—Estoy oyendo aquí algo nuevo, y me gusta esta línea de razonamiento —dijo Albert con las manos cogidas delante de sí.

Parecía un buen comienzo, así que continué:

—Muchas de las evidencias acerca de Dios y de su Hijo, Jesús, y sobre el Espíritu de Dios se han debatido a lo largo de los siglos en la Iglesia cristiana. La mayoría de las pruebas sobre estos temas procede de la Biblia. Por otro lado, a la Biblia le interesa una realidad más allá del ámbito de la ciencia y la historia. Hay algunos pensadores que desprecian la. Biblia tomándola como una simple colección de fábulas sin ninguna base en los hechos o sin relevancia para nuestras vidas. El mundo no pudo crearse en seis días. No es posible que un pez enorme engullera a Jonás. Jesús no pudo haber resucitado físicamente de entre los muertos. Debido a estas razones, muchos descartan la Biblia por ser increíble.

»Esta gente no consigue distinguir entre dos tipos diferentes de verdad. La primera forma, la verdad fáctica, se encuentra en enunciados que pueden ser descritos, oídos y televisados. La segunda forma, parábola o verdad expresada por un relato, es algo que no afirma que sea fácticamente cierto pero que, sin embargo, tiene el propósito de expresar una verdad elemental: sobre Dios, el mundo, el hombre o la condición humana. Por ejemplo, hay muchas afirmaciones en el Génesis que fuerzan la credulidad. Tales afirmaciones deben ser revisadas con mucho cuidado. Pero, tal y como hablamos en el caso del relato de Adán y Eva, el Génesis puede también contarnos cosas sobre la naturaleza humana: el bien y el mal están presentes en todos nosotros.

—Por eso es por lo que me esfuerzo en mis ensayos —dijo Camus, asintiendo—. El objetivo es iluminar una verdad más elevada, incluso si el relato en sí es una ficción.

—Sí —dije—, y más que eso, es más probable que la gente común entienda las verdades elementales si son contadas en forma de historia. ¿Podría haber captado de una forma más sucinta la atención de los franceses sobre el sentimiento del exilio que con El mito de Sísifo? De igual modo, los primeros capítulos del Génesis, el libro de Jonás, las narraciones de la muerte y la ascensión física de Jesús son ejemplos de la segunda forma de verdad. Esto no es decir que no sean ciertas. Nos cuentan algunas cosas muy ciertas sobre la vida humana y el universo en el que vivimos.

»He pensado a menudo en estos relatos como en un drama en cuatro actos. En el primer acto nos encontramos con la elección de Dios para que Abraham sea el fundador de una nación, Israel, a través de la cual Dios podrá salvar al mundo. También vemos la primera historia de esta nación hasta que huye de Egipto. A continuación, en el segundo acto, vemos el deambular del nuevo pueblo. Se nos habla de su asentamiento en Caná y del incremento de su poder. Escuchamos los intentos de los profetas por reconducir a Israel hacia su verdadero destino. Somos testigos del fracaso de los profetas y de la derrota de Israel y, finalmente, el exilio de las dos partes de la nación.

»En el tercer acto, aprendemos cómo Dios trae de vuelta del exilio a una parte de su pueblo y establece a esta nación más pequeña como su agente. Así, la esperanza de la verdadera salvación de Dios se mantiene viva. Por último, en el cuarto acto, Jesús viene a predicar y a instaurar la Ley de Dios. Va en contra de lo establecido y es asesinado, pero vence al mal y a la muerte y envía a sus apóstoles a los confines de la tierra. Tenemos incluso un epílogo, que se encuentra en su mayor parte en el libro del Apocalipsis. Describe la batalla final entre el bien y el mal y la victoria de Dios a través de Jesucristo.

»El Nuevo Testamento asume, y no tiene ningún inconveniente en repetir, el Antiguo Testamento. Además, el significado del Antiguo Testamento sólo aparece cuando se materializa en el Nuevo Testamento. La Biblia, en su conjunto, muestra que Dios ha estado en un toma y daca con el hombre desde que este ha hollado la tierra, a través de la historia. Este toma y daca es lo que la Biblia pretende describir. Para el cristiano, el clímax de esta interacción llega con el nacimiento de Jesús, el Cristo, el Mesías. Para llamar la atención de la naturaleza emocional del ser humano, el argumento está expuesto con la forma de un drama histórico.

»Si se ve la Biblia de esta manera, a pesar del hecho de que esté compuesta de libros independientes y de capítulos, todo empieza a aclararse. Muchos pasajes desconcertantes e incluso contradictorios comienzan a tener sentido en cuanto uno recuerda que la Biblia es una colección de trabajos compilada a lo largo de mil años o más. No es sorprendente, dado el periodo de tiempo, que esta colección carezca de un orden perfecto, o que los autores no compartan todos el mismo punto de vista.

Camus frunció el ceño:

—Me había percatado de esto en mis lecturas de la Biblia: que algunas historias se cuentan una y otra vez y hay muchas inconsistencias…

—Lo más destacable de la Biblia no es que haya muchas diferencias e inconsistencias, sino que ha sobrevivido a la ausencia de un consenso inquebrantable y sólido entre sus autores. De este modo, la Biblia ofrece un documento fiable aunque no infalible sobre el carácter de Dios y su relación con la raza humana y todos sus miembros. Yo creo que todos los autores de la Biblia fueron inspirados por el Espíritu de Dios de tal forma que sus capacidades y facultades no fueron apartadas o suprimidas, sino que más bien fueron mejoradas y desarrolladas en una colaboración entre sus mentes y espíritus con el Espíritu de Dios. Al final, podemos llamar a la Biblia la Palabra, y no las palabras, de Dios.

Camus asintió pero no dijo nada. En apariencia, no estaba seguro de hacia dónde continuar.

—Recuerdo el libro del obispo John Robinson, ¿Podemos confiar en él Nuevo Testamento? Confiar es un buen término para usarlo aquí. Cuando confiamos en alguien, reconocemos sus bromas como bromas, sus metáforas como metáforas y sus historietas como los cuentos chinos que son, pero también somos conscientes de que en las cosas importantes no nos va a llevar por un mal camino.

Ocurre lo mismo con la Biblia. A pesar de las salvedades que hemos observado, no nos va a llevar por un camino básicamente malo. Continúa siendo la guía esencial para la vida y la fe cristianas.

»Entonces, ¿es verídica la Biblia?, ¿se puede confiar en ella?, ¿es fiel a la vida real? La palabra hebrea que traducimos como verdad lleva una mayor connotación de fiabilidad, probidad o fidelidad que la de los hechos históricos exactos. La persona veraz, en hebreo, es aquella en quien puedes confiar. Ocurre lo mismo con la Biblia.

Camus interrumpió:

—Una vez oí o leí que la Biblia era considerada como la Palabra de Dios, pero no entiendo lo que significa esto.

—Se le llama «la Palabra de Dios» porque es, ante todo, constancia escrita de la revelación de Dios, a la vez que es la evolución de la fe de los antiguos israelitas. Los israelitas eran un pueblo extraordinario con talento, no sólo para la religión, sino también para la moralidad. Sus líderes estaban apasionadamente preocupados por la conducta humana. Querían asegurarse de que el comportamiento estuviera en conformidad con la palabra de Dios no sólo a título individual, sino también colectivo. Creían que la gente debía regular sus actos para que se ajustasen a la ley moral.

»Es razonable que Dios diese al mundo una revelación de sí mismo: la Biblia, como la Palabra de Dios. Parte de nuestra fe compartida es que Dios aún utiliza la Biblia para mostrar su rectitud y la disponibilidad de su amor, misericordia y perdón. Leyendo la Biblia, se puede encontrar uno a sí mismo enfrentándose a Dios y pensando en Dios. La Biblia presenta una filosofía de la historia que arroja luz sobre los problemas a los que han hecho frente los seres humanos a través de todos los tiempos. Los libros de los Salmos y de los Profetas todavía nos dicen cosas hoy en día; las enseñanzas de Jesús se mantienen como una voz viva. Me he encontrado con que las palabras escritas hace mucho por un profeta o un salmista pueden convertirse repentinamente en el mensaje personal de Dios para mí, más de dos mil años después. Un pasaje puede sacar a la luz un pecado oculto y llamarnos al arrepentimiento, calmar un temor persistente o dar coraje y confortar en momentos en los que se nos pone a prueba.

Tras un rato de silencio y cavilación, Camus planteó un tema profundo.

—Dígame, Howard, ¿la Biblia arroja luz sobre los problemas del mundo de hoy en día?

Después de un momento de reflexión, contesté:

—No hay respuestas fáciles a esa pregunta. Los principios que sirven de guía en la vida para mí, se encuentran en las lecciones de la Biblia. «Aquellos que empuñen la espada perecerán por la espada» —hice una pausa para ver si Camus seguía mi razonamiento—. «Somos miembros de un mismo cuerpo. Si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él». Creo que esto dice muy claramente que nosotros, como naciones, no debemos participar en acciones económicas y financieras que sean desventajosas para otros, incluso si nosotros vamos a ganar con ellas.

—Qué cierto es eso —corroboró Camus.

—«Dios ha hecho el mundo y todas las cosas que hay en él, y ha hecho de una sola sangre a todos los pueblos de los hombres para que habiten sobre la faz de la tierra».

Debemos actuar de igual manera para con todos los hombres a pesar de nuestras diferencias.

Camus asintió.

—«Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura»… Pobre de ti si no buscas en primer lugar el bienestar general y si en cambio buscas el beneficio individual y la ventaja de tu patria.

Camus se rio y asintió otra vez.

—Aquí Dios se dirige de forma directa al caos económico, el desempleo masivo y el conflicto de clases de los últimos cien años. Él nos da la clave para comprender el universo y nombra el trabajo que tenemos que hacer para traer el Reino de Dios a nosotros. Su poder está al servicio de nuestra redención. Nos convence de que no estamos solos.

»Con esas confusiones fuera de nuestro horizonte, es más fácil ver lo que es la Biblia en realidad. Es una biblioteca de libros muy diferentes. Contiene relatos, poemas, himnos, cartas y los cuatro Evangelios, pero todos estos libros tienen el mismo propósito: exponer con la mayor fuerza posible una particular visión de Dios, el mundo y la humanidad. El tema es Dios, el mundo y todo lo que contiene. La historia, la literatura y las enseñanzas sobre el comportamiento están subordinadas a esto.

—He disfrutado mucho mis lecturas, y parece que en gran medida las he interpretado como usted, como historias que nos cuentan algo sobre la vida.

—Eso está bien, pero aún no ha leído de verdad la Biblia. —Camus pareció preocupado por esta afirmación; frunció el ceño—. Usted todavía lee la Biblia a través de los ojos de un estudioso o de un crítico literario, no como lo haría un cristiano. No puede explorar la Biblia en profundidad hasta que mire más allá del estudio.

Camus parecía confuso, como si luchase por entender mis palabras, pero dijo finalmente:

—Seguiré intentándolo.