LXV Mystic Piles
«Nuestra recompensa se encuentra en el
esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria
completa»
Mahatma
Gandhi
—Deberíais estar contentos. Tenemos las
confesiones de ambos asesinos. Cada uno ha reconocido su crimen y
acusado al otro. ¡Sois los héroes de la comisaría! La única duda
que nos queda es saber cuál de los dos fue el que realmente lo
planeó todo... —Ramón Candela, que había preferido mantenerse en un
discreto segundo plano en los interrogatorios, estaba realmente
eufórico.
No tanto sus dos policías estrella, Maxi y
Daniel, pese a haberse ganado el reconocimiento de todo el Cuerpo
gracias a su papel clave en la resolución del caso y el
encarcelamiento de Patricia Cornejo y Arturo Doriga.
—Para empezar, nunca los hubiésemos pillado
de no ser por Lorenzo —replicó Daniel con modestia—. Él fue el
artífice del plan maestro; gracias a él pudimos tenderles la
trampa.
—Es cierto —admitió Maxi en un arranque de
sinceridad—. El pipiolo nos puso sobre la
pista y ayudó mucho en los interrogatorios. Aunque tú y yo también
hicimos un buen trabajo, ¿eh? —dijo, dándole una palmadita en el
hombro.
—Eso no me importa mucho —confesó el jefe de
policía—. A todos los efectos, Lorenzo es como si no existiese.
Para una vez que hacemos dos detenciones de tal magnitud... —Se dio
cuenta de la crítica implícita en sus palabras y trató de
rectificar—. No estoy diciendo que otras veces no trabajéis bien,
sólo quería decir que...
—Te hemos entendido, jefe.
—¿Entonces a qué vienen esas caras?
¡Alegraos, hombre!
—Si estamos alegres —rezongó Daniel en un
tono que contradecía claramente sus palabras—, sólo que me jode que
ahora la puta burocracia nos impida buscar el arma...
—No importa. Tenemos sus confesiones. ¡Ha
pasado casi un mes! ¡A saber en qué parte del Piles estará ya la
puñetera pistola!
—Tampoco hemos sido capaces de dar con el
vendedor —expresó con una mueca de insatisfacción Maxi.
—No importa. ¿Cómo os lo tengo que decir?
¡Hemos ganado! Nosotros, la policía, ha hecho bien su trabajo y
todos esos chupatintas que nos critican constantemente, todos esos
comemierda que querían que dejásemos de investigar, que nos
obstaculizaban el trabajo, se tienen que comer sus palabras. Gijón
vuelve a ser una ciudad pacífica donde los buenos cogen a los malos
y donde los putos políticos tienen que preocuparse, como en todas
partes, de no cagarla en sus gestiones y no de echarnos la culpa a
todos los demás de todo lo que ellos hacen mal.
—Hombre, visto así... —dijo Daniel con
escaso convencimiento.