XLV Bajo sospecha

La tarde dio para mucho. La reunión con el comisario fue larga pero, pese al grave carácter del tema a tratar, distendida. Ramón Candela se mostró de acuerdo con las ideas expuestas por Lorenzo que a su vez eran respaldadas por los subordinados de Ramón.

Todos esperaban que la doble táctica (tenderle una trampa al asesino y al mismo tiempo vigilar las zonas más concurridas de la ciudad para intentar pillarlo in fraganti) diese sus frutos. Y, a ser posible, en un corto plazo de tiempo. De lo contrario...

Colgó el teléfono. Anotó en un papel tres líneas resumiendo lo hablado para no olvidarlo. Le costaba mucho concentrarse. La policía le estaba sometiendo a un seguimiento exhaustivo. No se molestaban en ocultarlo. Era lógico, dadas las circunstancias. Pensaban que de esa manera conseguirían hacer que se derrumbase, que se rindiese, que confesase.

David Balbín trató de apartar esos pensamientos de su mente. Abstraerse del asesinato de su exmujer era lo mejor que podía hacer para pasar página. Se asomó a la ventana. Allí estaba uno de aquellos dichosos agentes. Iba a ser complicado olvidarse de ellos. Por el momento.