CAPITULO X

 

Elliot Baldins profirió una soez maldición.

Furioso.

—¡Ni una sola botella contiene alcohol! Las he probado todas. ¡Bebidas repugnantes...! Me han dejado la boca pastosa. ¿Por qué diablos tienen que desconocer el sabor del whisky o del brandy?

Leans sonrió.

—Esas bebidas estaban prohibidas en la Tierra, Elliot. ¿Lo has olvidado? Sólo en Prisión Lunar-Uno, y con el fin de embrutecernos, nos las proporcionaban como recompensa. Igual que cuando un animal obedece a su amo, y éste le corresponde con un terrón de azúcar.

—Necesito un trago. O cualquiera de mis pastillas estimulantes. Esta maldita espera me destroza los nervios. ¡Llevamos horas encerrados! ¡Sin que nadie se ponga en contacto con nosotros! ¿A qué diablos esperan?

—Tranquilo, Elliot.

Cuando Baldins se disponía a responder, aún más airadamente, un leve sonido le hizo enmudecer.

Procedía del living.

La puerta de entrada al bungalow se había abierto.

Roy Leans y Rosalind, acomodados en el semicircular sofá, se incorporaron de inmediato. Quedaron en el centro del salón. Junto a Baldins.

Les vieron aparecer.

Un hombre y una mujer.

Ambos de color.

De piel marcadamente atezada. Como los primitivos africanos de la Tierra.

El hombre era alto. De atlética complexión. Cabeza rapada. Ojos saltones. Nariz ancha y aplastada. Boca saliente, de labios gruesos y carnosos. Vestía un amarillo uniforme, con franjas negras a los costados. De una visible funda sobaquera, asomaba la culata de un arma.

La mujer era más digna de atención.

Se merecía un detenido examen.

También de considerable estatura. Rostro de una extraña belleza. Salvaje y sensual. Labios gordezuelos. Su reducida vestimenta era toda una tentación. Se limitaba a una especie de collar, formado por discos de oro entrelazados. A modo de peto. Complementaba la escasa vestimenta con una corta falda, también formada por dorados discos. Las caderas eran ampulosas. Piernas de largos y mórbidos muslos. Calzaba botas hasta más arriba de las rodillas y, sobre los desnudos hombros, una capa roja.

Sí.

Salvaje y sensual.

Una diosa de ébano.

El hombre se adelantó, sonriente.

—En nombre de los altos miembros de la Unicorporación que gobiernan el planeta Venus, les doy la bienvenida. A la vez ruego acepten disculpas por el internamiento a que han sido sometidos. Mi nombre es Bakaly, jefe de la Junta Investigación Espacial. Ella es Winna, directora de Seguridad Interior. Espero que nuestro torpe y desusado inglés les resulte comprensible.

Roy Leans le respondió.

Correspondiendo a la cordial sonrisa.

—Nos entenderemos a la perfección. Es, en efecto, un idioma ya postergado en la Tierra. ¿Cómo han llegado a conocerlo?

—Un cohete sonda cayó hace mucho tiempo en nuestro planeta. En su interior llevaba aparatos de reconocimiento y una salutación a los posibles habitantes de Venus. También un código para ser descifrado ese mensaje. El artefacto se denominaba «Star-V», y su año de lanzamiento al espacio fue en 1996. Posteriormente, muy espaciados, nos fueron llegando otros artefactos, procedentes de la Tierra; pero la mayoría de ellos se desintegraron antes de posarse en Venus. Nos sorprendió ver la cosmonave Starlight. Han alcanzado una gran tecnología.

—¿Por qué se nos narcotizó?

El llamado Bakaly posó los ojos en su bella acompañante. Dando a entender que debía ser ella quien respondiera a la pregunta.

Así lo hizo.

Con una pausada voz, que acentuaba la sensualidad de sus facciones.

—Seguridad Interior lo consideró aconsejable. Fueron sometidos, en nuestros laboratorios, a un minucioso examen.

—¿Resultado positivo?

—Sí. Afortunadamente para todos. Nuestro organismo es muy semejante. La única diferencia es el color de la piel. No han adquirido ninguna alteración cósmica en su viajar por el espacio. En cuanto a nuestro planeta, resulta totalmente apto para ustedes.

—Quisiéramos hablar con..., con el jefe supremo de su Gobierno —dijo Roy Leans.

—Por supuesto. También él está muy interesado —sonrió Bakaly—; pero aún es pronto para eso. Compréndalo. Antes de ser recibidos por los miembros de Unicorporación, debemos presentar un detallado informe. Aún desconocemos la misión que les condujo a Venus.

—Precisamente de eso queríamos hablar con su Gobierno.

—Podemos transmitir todas sus peticiones. Nos han designado para ello. Winna es la encargada de esa misión. En la Tierra sería una especie de «public-relations». Yo, como jefe de la Junta Investigación Espacial, sólo deseo ampliar mis humildes conocimientos. Hay muchas cosas en Starlight que desearía conocer.

Leans y Baldins cruzaron una mirada.

—Estamos dispuestos a colaborar —dijo Leans—. Será un placer intercambiar conocimientos.

—Durante el tiempo de permanencia en la base de Seguridad, pueden considerarse nuestros más ilustres invitados.

—¿Con la puerta cerrada?

La pregunta de Elliot Baldins hizo sonreír al venusiano.

—Pueden entrar y salir cuando gusten. Siempre, durante el día. En la noche, y para todos los elementos de la base, existe toque de queda. Esta zona es considerada militar, y sometida a ciertas reglas, de obligado cumplimiento. Les hablo en términos... terrestres para que me comprendan.

Roy Leans asintió.

—Correcto, Bakaly. ¿Qué plan tenemos para hoy?

—Aún faltan varias horas para que anochezca. Me gustaría que uno de ustedes, el más capacitado, me acompañara hasta la cosmonave Starlight.

—Yo iré —decidió Baldins.

—Magnífico. Winna, mientras tanto, mostrará la Base a sus compañeros, y conversará con ellos. ¿Nos vamos?

Se encaminaron hacia la salida.

Al abandonar el bungalow, se percataron de que era el único que permanecía algo aislado.

Frente a la entrada, un vehículo ligero.

Como un «Malap».

—El aeropuerto donde aterrizaron está a menos de una milla —dijo Bakaly tomando asiento frente al volante—. Llegaremos pronto.

Elliot Baldins se acomodó en el vehículo.

Se despidió de Leans y Rosalind con una mirada.

—¿Ouieren seguirme, por favor? —sonrió Winna—. Caminaremos un poco. La Base es reducida. Los bungalows son habitados por oficiales y científicos de Seguridad Interior.

—¿Con sus familias?

—Oh, no... No les está permitido.

Avanzaron por una asfaltada avenida. A ambos lados se alzaban los bungalows. Parecían construidos en serie. Producción en masa de paneles y otras superficies plásticas.

Roy Leans se percató del elevado número de guardianes que deambulaban por la zona.

Todos ellos, hombres de color. Con un mismo uniforme amarillo y franjas negras. Con un rifle de ancho cañón.

Winna pareció leer los pensamientos de Roy Leans.

—Controlan toda la Base.

—¿Qué tipo de arma utilizan?

—¿Esos rifles? Insignificantes, Simples proyectiles esféricos, aunque suficientes para destrozar a un hombre, si es alcanzado. La bala estalla al penetrar en el blanco. Lleva un maravilloso modelo, Rosalind. Ha demostrado un gusto muy acorde con la mentalidad femenina de Venus.

Rosalind, silenciosa y atemorizada, agradeció con leve sonrisa el cumplido de la mujer.

Llegaron frente a una casa de rectangular planta. Muy distinta a los restantes bungalows. Era un largo barracón, de techo geodésico.

La puerta de entrada se abrió automáticamente.

En la antesala, tras un mostrador-receptor, una muchacha de color se incorporó de inmediato, ante la presencia de Winna.

—Estas son las oficinas... ¿Les importaría ser sometidos a unos test? —sin esperar la respuesta de Leans y Rosalind, la mujer añadió—: Acompaña a nuestra invitada a la sala «D». Allí espera la doctora Maila.

La joven de recepción hizo una seña a Rosalind.

Se alejaron por uno de los corredores.

Winna tomó del brazo a Roy Leans.

—Vamos a uno de los salones, Roy. Debes responder a todas mis preguntas con sinceridad. Sin mentir.

—¿Por qué iba a hacerlo?

Habían llegado a una circular estancia.

La puerta se cerró tras ellos.

Leans parpadeó, sorprendido.

La habitación no parecía muy adecuada para tests o interrogatorios; sino más bien un escenario íntimo.

La luz era tenue y rojiza. Frente al arqueado sofá, una mesa acristalada de un solo pie.

Winna tecleó en unos pulsadores acoplados en el rectángulo de una de las paredes.

—Voy a grabar nuestra conversación, Roy. De ella sacaré luego el informe, que enviaré a los miembros de Unicorporación. El grabador lleva incorporado un detector de mentiras. La más leve e insignificante falsedad quedará registrada.

—Nada tenemos que ocultar.

Winna sonrió.

Enigmática.

—Perfecto, Roy, perfecto... Ven. Siéntate a mi lado. Te prometo un interrogatorio muy agradable.

Leans se acomodó junto a la mujer.

Winna le echó los brazos al cuello. Entrelazando las manos tras su nuca. Apretándose contra él, y ofreciendo sus gordezuelos labios. Entreabiertos. Húmedos. Ávidos de ser besados.

Sí.

El interrogatorio prometía ser interesante.

 

* * *

 

La morena piel de la mujer parecía quemar al contacto con las manos de Leans. Acarició la cintura. Aquellos devoradores labios...

La sangre de Leans se agolpaba en sus sienes.

Winna se incorporó, retornando a los pocos segundos con dos recipientes cónicos.

—Bebe...

Leans obedeció, imitando a la mujer.

Estaba de nuevo a su lado.

Percibiendo su turbador contacto.

—¿Qué misión es la vuestra en Venus?

—Ninguna. Ya te he dicho que somos fugitivos de la Tierra. Escapamos de una prisión enclavada en nuestro satélite natural. Nos apoderamos de Starlight.

—¿Por qué?

Leans entornó los ojos.

—Ya lo he explicado. Eramos prisioneros. Condenados por vida en Prisión Lunar-Uno. Al apoderarnos de Starlight, queríamos encontrar un lugar donde vivir. Lejos de la tiranía del Gran Triunvirato de la Tierra. Hemos recorrido Marte y Mercurio. Sin éxito. Al aproximarnos a Venus, fue con la esperanza de encontrar aquí refugio.

—¿Por qué os encerró el Gran Triunvirato?

—El Gobierno de la Tierra es cruel. Dictador. Sin libertad para el hombre. Allí somos máquinas. Nos rebelamos contra esa tiranía.

—Comprendo. Debo suponer, entonces, que solicitas la hospitalidad de Venus. Tú y tus compañeros.

—Depende. ¿Qué clase de Gobierno es Unicorporación?

—Bueno.

—¿Para quién? —insistió Roy Leans—. ¿Para los que administran el poder o para todos?

—Todos los venusianos estamos contentos con nuestros gobernantes.

—¿Existe un Gobierno único?

—No comprendo tu pregunta...

—Estados, naciones, pueblos..., ¿están todos bajo la tutela de Unicorporación?

—Por supuesto. Unicorporación controla todo el planeta.

—Entonces... ¿por qué existe Seguridad Interior e incluso guardianes aquí en la Base? ¿Quién puede atacar, si todos son de un mismo bando?

—Siempre hay ambición por el poder. Descontentos con la administración de Unicorporación.

Leans ahogó un suspiro.

—No quiero juzgar sin conocer, pero me temo que Unicorporación es muy semejante al Gran Triunvirato.

—¿Qué harías entonces, Roy?

—Rechazar la posible hospitalidad de Venus. Continuar con Starlight, viajando por el espacio en busca de...

—¿De una utopía?

Leans esbozó una sonrisa.

—Sí. Tal vez sea eso lo que buscamos. Tal vez hayamos cometido un error, al venir.

—La Tierra y Venus somos dos razas muy semejantes, Roy. Sólo parece distinguirnos el color de la piel. ¿Es desconocida en la Tierra?

—Existió una raza de color. En otro tiempo. Con el inicio de nuestro siglo XX, comenzó un demoníaco y paulatino exterminio. En la actualidad, sólo sobrevive en la Tierra la raza blanca. El Gran Triunvirato cuida de ello. Cualquier alteración genética, la más leve sospecha... es cortada de raíz. El Gran Triunvirato quiere la perfección de la raza blanca.

Winna comenzó a reír.

Terminó en cantarina carcajada.

—Tiene gracia...

—¿De veras? Jamás la tiene el exterminio de seres humanos. No importa el color.

—No me río de eso, Roy. Mi piel es negra. Al igual que la de Bakaly. Los guardianes. El personal de las oficinas... Todo el planeta Venus. Ha ocurrido igual que en la Tierra; pero con resultado opuesto.

Leans palideció.

—¿Quieres decir...?

—Sí, Roy. Nosotros hemos exterminado a los blancos. En una lucha de siglos. Hasta conseguir aplastar a la repugnante raza de piel lechosa. Hasta lograr el total exterminio. La raza blanca es inferior. Nauseabunda. Maldita.

—No parecías tener esa opinión, hace unos minutos.

La sonrisa de Winna se tornó despectiva.

—Me he limitado a cumplir órdenes, Roy. Dominando mi repugnancia. Fue como el experimentar con una cobaya. Los miembros de Unicorporación quieren un informe amplío de todo lo relacionado con los blancos terrestres.

—¿Por qué ese interés? ¿Acaso no somos para vosotros seres inferiores?

—La Tierra es, en su totalidad, habitada por blancos, ¿no es cierto?

—Sí...

—Aquí aún no hemos alcanzado la tecnología espacial de la Tierra; pero el estudio de Starlight nos servirá de mucho. Y también el conocer a fondo costumbres y vicios de los terrestres. Nos será muy valioso para nuestros proyectos futuros. ¿No los adivinas, Roy?

Leans tragó saliva.

Sí.

Lo sospechaba.

—Es nuestra misión, Roy. Exterminar todo rastro de la raza blanca. Aplastarles donde quiera que se encuentren. Será un placer arrasar la Tierra, junto con todos sus repugnantes habitantes.