CAPITULO II
Se hallaban reunidos en una reducida sala del Adhara. Una mesa circular y sillas habían brotado del suelo automáticamente. El techo era una plancha de tenues electroluminiscencia.
Nikolai Musorgski bostezó ruidosamente.
—Tengo hambre.
—Muy lógico —sonrió Keenan Shawn—. Llevamos ciento treinta y cuatro años sin probar bocado.
La ironía no hizo gracia a Barbra Hyer. Esta era la única que parecía afectada por el extraordinario dato facilitado por el reloj electrónico.
—No diga eso..., el profesor Hundar está investigando. Puede que se trate de una avería en el mecanismo y el reloj dé una fecha falsa. Ciento treinta y cuatro años... Es absurdo...
—Eres tan bonita como tonta, Barbra —dijo Musorgski con nula galantería—. El Adhara fue diseñado para hibernar a seres inteligentes y de valía. ¿Qué haces tú aquí, muñeca? Shawn es un experto astronauta y de seguro que sabe manejar esta batinave. También yo lo haría. Vogler es un hombre misterioso y que, desgraciadamente, habla muy poco; pero no dudo que demostrará su poder de un momento a otro. El profesor Hundar es una mente superdotada. Inger, una valiosa y bella doctora del Congreso Internacional de Salubridad Mental, ¿Y tú, Barbra? ¿Por qué estás con nosotros? Yo te lo diré, pequeña. Eras la hija del vicepresidente Hyer. ¡Esa es tu única cualidad! Sucios capitalistas...
La carcajada de Keenan Shawn resonó en la estancia.
—Estás un poco desfasado, Nikolai. ¿Hablar de capitalismo en el año 2119? No seas ridículo.
—Nos comportamos como seres del año 1985. No conocemos aún nada del exterior..., aunque tienes razón. Apuesto a que el imperialismo yanqui ha desaparecido de la Tierra.
—¿Vencido por el proletariado ruso?
Inger Kerr se aproximó portando una bandeja que depositó sobre la mesa. Sus carnosos labios esbozaron una cordial sonrisa.
—¿Pueden dejar esa conversación? Al menos durante la comida.
Las miradas se posaron en la bandeja.
Alimentos envasados en recipientes de aluminio blando en forma de trípode. Carnes, legumbres, zumos...
—¿Está eso en buenas condiciones? —inquirió Musorgski suspicaz.
—Por supuesto. Los alimentos fueron radiados atómicamente y expuestos a la acción de isótopos radiactivos. Se conservan indefinidamente sin necesidad de refrigeración. Los he analizado, pero si desconfía puedo proporcionarle una tableta concentrada.
—¡Al diablo con eso! Son insípidas. ¿Empezamos?
—Mejor esperar al profesor.
Nikolai Musorgski abrió uno de los envases.
—Hundar está muy ocupado manipulando en el reloj e intentando comunicarse con el exterior. De seguro no tiene hambre.
—Puedo llevarle algo de comer —se ofreció Barbra todavía turbada por las bruscas palabras que le dirigió Musorgski.
—Iremos juntas, Barbra.
Las dos muchachas abandonaron la pequeña sala.
Los ojos de Elliot Vogler siguieron el ondular de las caderas femeninas. Nikolai Musorgski se percató de ello y esbozó una sarcástica sonrisa.
—Maldita sea la hora en que me convertí en miembro de la Unión Internacional del Espacio. Tiene gracia... Rusos y americanos juntos para la conquista del espacio. Fue un error. Nosotros os aventajábamos. No necesitábamos a nadie.
—¿De veras? —en el rostro de Keenan Shawn también se reflejó una irónica mueca.
—Siempre hemos ido por delante. Tú lo sabes, Keenan. Desde el principio.
—Creo recordar que fue un tal Neil Armstrong el primer hombre en pisar la Luna. Y no era ruso.
—Para que eso ocurriera fue necesario que, ocho años antes, Gagarin pilotara el Vostok I.
De pronto les interrumpió la estridente risa de Elliot Vogler. Una carcajada ronca. Gutural. Inhumana.
Shawn y Musorgski le contemplaron perplejos.
—¿Qué diablos te ocurre?
—Tal vez le resulte graciosa nuestra conversación —comentó Shawn saboreando un zumo de tomate—. Lógico. Nos comportamos como chiquillos discutiendo algo que ocurrió hace más de cien años.
—Yo soy un hombre del año 1985. En esa fecha fui hibernado. Pienso y razono como se hacía en el año 1985. ¿Estamos en 2119? ¡Nos resultará difícil acostumbrarnos al nuevo mundo que nos espera!
Nuevamente la risa de Vogler resonó con fuerza.
Musorgski enrojeció.
—Le voy a...
—Cálmate, Nikolai.
—¡Al diablo! Me prometieron que en Adhara serían hibernados seres inteligentes. El proyecto fue americano. ¡Y una vez más se faltó a la palabra dada! Nos vemos acompañados de una niña estúpida y un sádico asesino de mujeres.
—Estamos con vida. Eso es lo importante.
Musorgski se incorporó furioso.
Las palabras de Shawn no parecieron calmarle.
—La hibernación en 1985 era un juego de niños. El primitivo método de someter hidrógeno, helio y argón a bajas temperaturas fue superado por los científicos rusos. El nuevo procedimiento de hibernación fue imitado por los poderosos EE. UU. Y yo, como un estúpido, me sometí a la decisión de UIE.
—No te ha ido mal, Nikolai. Ha resultado un éxito. No sólo el final de la hibernación, sino también la curación del "Zooks". Recuerdo que cuando fui hibernado apenas podía andar y mi mente razonaba torpemente." Ahora puedo moverme con pasmosa agilidad.
—Todo esto es muy extraño, Keenan. Espero con impaciencia los resultados del profesor Hundar. Si en verdad estamos en el año 2119..., ¿por qué no han acudido al Adhara? ¿Por qué nos han tenido abandonados durante más de un siglo? No comprendo el motivo de...
La risa de Vogler cortó por tercera vez las palabras de Musorgski. Este, incapaz de dominar su irritación, se abalanzó sobre él alzando su puño derecho.
No llegó a tocar a Vogler.
Nikolai Musorgski se detuvo bruscamente llevándose ambas manos a la cabeza y siendo impulsado de forma violenta contra la pared.
Nadie le había tocado. .
Elliot Vogler se había limitado a clavar en él su siniestra y diabólica mirada. Sus ojos, tras el fuerte destello, se eclipsaron quedando inexpresivos.
Shawn acudió junto a su compañero.
—Nikolai..., ¿qué te ha ocurrido?
Musorgski se sujetaba con las manos la cabeza. Le parecía próxima a estallar y todo giraba a su alrededor.
,—No sé..., fue como un mazazo en el cráneo..., una fuerza misteriosa e invisible me empujó con violencia...
Elliot Vogler se había incorporado. Se pasó el dorso de la mano por los labios a la vez que contemplaba con indiferencia al caído.
—No lo vuelvas a intentar, Nikolai.
—¿Has... sido tú?
—En efecto —respondió Vogler con su característica y gutural voz—. Si intentas de nuevo atacarme morirás, Nikolai. Puedo hacerlo sin tocarte..., puedo matarte con una simple mirada...
*
Diminutas gotas de sudor perlaban la frente de Dub Hundar.
Continuaba manipulando en los mandos de las pantallas telescópicas y con los sintonizadores. Su esfuerzo no fue recompensado con el éxito.
Se volvió con lentitud para dirigir una mirada a sus expectantes compañeros.
—Nada..., no logro establecer comunicación con el exterior.
—¿Funcionan todos los mandos? —preguntó Keenan Shawn.
El profesor asintió con cansino gesto.
—A la perfección. Adhara es una batinave modelo. Se han diseñado diodos de plasma que, a la temperatura de fisión atómica de 2.482 grados, generan electricidad directamente sin necesidad de generadores. Se ha creado un proceso de conversión termiónica que obtiene electricidad del núcleo. Ello ha logrado mantener Adhara en funcionamiento por espacio de ciento treinta y cuatro años.
—¿Entonces...?
—Sí, amigos. La lectura del reloj electrónico es correcta. No es posible el fallo o error. Hoy es el 7 de marzo de 2119. Nuestra hibernación ha durado ciento treinta y cuatro años.
No se sorprendieron.
Únicamente Barbra Hyer, que albergaba la esperanza de un error, nubló sus verdes ojos inclinando la cabeza y esforzándose en contener el llanto.
—¿Cómo ha tenido lugar el fin de la hibernación, profesor?
—Muy sencillo, Keenan. Según las explicaciones proporcionadas por el reproductor, eran necesarios diez años para la completa curación del "Zooks". Esta se realizó en estado de hibernación.
—Pero los diez años...
Dub Hundar alzó levemente las manos para interrumpir las palabras de Inger Kerr.
—Lo sé. Eran diez años a partir de 2007. Puede que en el 2017 estuvieran ustedes curados; pero nadie bajó al Adhara para acelerar y poner fin al proceso de hibernación.
—¿Por qué? ¿Por qué nos han tenido abandonados por espacio de un siglo?
—Lo ignoro, amigos. Lo cierto es que ciento treinta y cuatro años es tiempo suficiente para que la «Hibernación Baxxter» cese por completo. Puede que se iniciara el proceso inverso hace unos veinte o treinta años.
—Bonita broma —masculló Musorgski añadiendo una soez imprecación—. ¡Olvidados como perros sarnosos!
Dub Hundar mesó sus cabellos. No pudo evitar un leve temblor en su mano derecha.
—Algo ha ocurrido en el exterior. No es lógico un olvido de tantos años. Es incomprensible la demora.
—Adhara no es una batinave fija —comentó. Keenan Shawn—. Puede que se desplazara de su base. Tal vez perdieron el contacto con nosotros o les resultara imposible descender.
El profesor denegó con un movimiento de cabeza.
—No, Keenan. Eso es absurdo. Adhara fue diseñada en 1985 tras largo período de estudio. Los adelantos científicos permiten un acceso a nosotros. Máxime después de pregonar el reproductor que se dominaba el espacio, la técnica... Las grabaciones posiblemente fueron hechas desde el exterior y estoy convencido que seguían nuestro proceso desde el centro-control. Adhara fue situada, efectivamente, sobre una plataforma fija; pero con posibilidad de abandonarla y convertirse en batinave dispuesta a surcar los océanos. Esto no ha ocurrido. Continuamos fijos en la base, aunque podemos salir a la superficie por nuestros propios medios.
—¡Diablos! ¿Por qué no lo hacemos?
La súbita exclamación de Nikolai Musorgski dibujó una amarga mueca en el rostro del profesor.
—Tengo miedo.
—¿Miedo? ¿De qué?
Dub Hundar volvió a manipular en los sintonizadores. Su rostro permanecía surcado por marcadas arrugas que delataban honda preocupación.
—Estos sintonizadores son de alcance ilimitado. Funcionan a la perfección. Sin embargó, no consigo establecer contacto con el exterior. Ningún sonido. No capta emisor alguno. Nada. En el exterior todo es silencio.
—Nuestro amigo Elliot tal vez pueda ayudarnos —dijo Keenan Shawn—. Tiene ciertos... poderes.
Las miradas se posaron en Elliot Vogler esperando una respuesta. La demoró largos y expectantes segundos. Casi sin mover los labios contestó con gutural voz. Sin alterar su sempiterna impavidez:
—Nada sé.
—Lo del reloj electrónico...
—Conozco el manejo de Adhara igual o mejor que usted, profesor —murmuró Elliot Vogler acentuando el siniestro brillo de sus ojos—. No le explicaré cómo he logrado esos conocimientos. Es mi secreto. Del exterior... nada sé.
Quedaron momentáneamente en silencio. Fue roto por Dub Hundar.
—¿No quiere ayudarnos, Vogler? Se encuentra en igual situación que nosotros. Su colaboración... —Nada sé.
El profesor terminó por encogerse resignadamente de hombros.
—Bien... Iniciaremos el viaje hacia la superficie. Es la única solución para poder «salir de dudas.
—Cuanto antes, profesor —rio Musorgski algo nervioso—. Empiezo a padecer claustrofobia. Por nada del mundo me gustaría permanecer el resto de mis días en esta lata de sardinas.
Dub Hundar pareció algo molesto por el comentario. Adhara, creada y diseñada por él, estaba muy lejos de ser una «lata de sardinas».
—En esta batinave tenemos equipos de respiración artificial, armas especiales, alimentos, medicamentos...
—Estaremos mejor en la superficie, profesor. En tierra firme. No somos peces.
Hundar esbozó una sonrisa.
—Por supuesto, amigos. Vamos a reintegrarnos a nuestro mundo. A ese mundo maravilloso que nos espera...
Todos sonrieron.
Incluso Elliot Vogler.
Ignoraban que iban hacia un mundo de terror y muerte.