CAPÍTULO 9
La guerra de los narcos
Soy del grupo de Los Zetas que cuidamos al patrón.
Somos veinte de la escolta, pura lealtad y valor.
Dispuestos a dar la vida, para servir al señor.
Desde que era muy pequeño quise ser lo que ahora soy.
Siempre me dijo mi padre no hay nada c o m o el honor.
El hombre con esta idea es natural de valor.
Somos veinte el grupo Zetas, unidos c o m o familia.
Los veinte somos la fuerza, con diplomas de suicidas.
Conscientes que en cada acción podemos perder la vida.
Bonito mi Tamaulipas, donde no hay gente de miedo.
Para subirme a la sierra, aquí en Victoria me quedo, para servirle al patrón, de Tampico hasta Laredo.
Soy del mero Matamoros,Tamaulipas es mi tierra, mi capital es Victoria y que está al pie de la sierra.
Un saludo a x a , que es de la misma madera.
Somos veinte el grupo Zetas unidos como familia.
Los veinte somos la fuerza, con diplomas de suicidas.
Conscientes que en cada acción podemos perder la vida.
Así reza "Escolta suicida", un corrido dedicado al grupo paramilitar Los Zetas. La composición pertenece a Norberto Quintanilla Iracheta, mejor conocido como Beto Quintanilla. Este cantante de música de banda es un pionero de los narcocorridos; nunca ha aparecido en el top ten de Billboard, pero su música tiene mucha fama. Durante 2008 "Escolta suicida" se transmitió en estaciones de radio de Nuevo León y Tamaulipas, el estribillo retumbaba una y otra vez a todo volumen en camionetas pick up que hacían rondines por la zona metropolitana de Monterrey.
Mucha gente piensa que los narcocorridos son canciones populares sin más valor que la originalidad y gracia de su compositor. Pero el Ejército mexicano tiene una perspectiva diferente. En el Centro de Estudios del Ejército y Fuerza Aérea, que depende de la Sedeña, existe una materia en el ámbito de la inteligencia militar que se denomina "Análisis de contenido de narcocorridos". En clase, los militares examinan las canciones para saber más acerca del enemigo. Son conscientes de que la mayoría de los narcocorridos llevan la aprobación de quienes los inspiraron. Cuandono es así, los músicos pueden pagar la osadía con su vida. Dicen que por esa razón ejecutaron a Valentín Elizalde, además de haber quedado mal en una operación de tráfico de droga.
Si hay algo que aprender de "Escolta suicida" son dos cuestiones que distinguen a Los Zetas de otros grupos armados al servicio del narcotráfico: sus miembros son kamikazes y han creado en torno a la organización una hermandad cuasi religiosa. Están unidos por el credo de la muerte.
Heriberto fue un buscapleitos desde niño. La rigidez militar que le había impuesto su padre lo hacía desquitarse con sus compañeros en un colegio para varones de la ciudad de México, donde estudió la primaria. Nadie hubiera imaginado que aquel joven se convertiría en el hombre más sanguinario, temido y buscado de México. El perfecto asesino. Actualmente no supera los 35 años, es de estatura media, tiene piel morena, ojos rasgados y cuerpo adético. La mayoría lo conoce como El Lazca o Z3, pero el apodo que mejor lo describe es El Verdugo. Este mote se lo ha ganado a pulso por la despiadada forma en que ejecuta a los traidores y enemigos.
En las guerras, la diferencia entre una victoria y una derrota la puede determinar un solo hombre. Este es el caso de Heriberto Lazcano Lazcano, uno de los fundadores de los Zetas, el indestructible brazo armado del cártel del Golfo. En las componendas de las fuerzas policiacas y armadas del gobierno federal de Vicente Fox con el cártel de Sinaloa, nunca se ponderó la fuerza de El Verdugo y su grupo armado: hombres convertidos en auténticas máquinas para matar. Cuando se le pregunta por qué el grupo paramilitar recibió el nombre de Los Zetas, Lazcano responde intimidante: "Porque después de la zeta no hay nada".
En sus inicios, Los Zetas estaban conformados principalmente por ex integrantes del Ejército mexicano altamente capacitados, algunos pertenecían al Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFE), creado a finales de la década de 1990 para combatir al narcotráfico. Después reclutaron elementos del cuerpo de élite del Ejército guatemalteco conocidos como kaibiles. Se dice que hoy en día cualquier malandro, por menos de cinco mil pesos, se enrola en el grupo paramilitar para asesinar a quien sea.
Heriberto Lazcano Lazcano nació el 25 de diciembre de 1974 en Pachuca, Hidalgo. Su padre, Gregorio Lazcano García, pertenecía a la milicia mexicana; su madre, Amelia Lazcano Pérez, era ama de casa. Para seguir los pasos del autor de sus días, Heriberto se dio de alta en el Ejército el 5 de junio de 1991, cuando apenas tenía 17 años. Hay quienes afirman que estuvo en el Heroico Colegio Militar, de donde salió con el grado de teniente. Sin embargo, la Sedeña niega que existan registros de su ingreso en esta institución.
Heriberto Lazcano es un hombre violento y absolutamente desconfiado, pero asegura que nunca ha dañado a mujeres ni a niños. Antepone su propio concepto del "honor" incluso al mismo negocio de las drogas. Y cuando se trata de honor, no hay muertes suficientes que compensen alguna afrenta. Lo ocurrido con su contadora, Irma Pérez Ochoa, lo retrata de cuerpo entero.
A finales de 2008 elementos del Ejército mexicano detuvieron a Pérez Ochoa en Acapulco. Actualmente se encuentra recluida en el penal de Topo Chico, en Monterrey. Durante su aprehensión fue brutalmente violada por los elementos que participaron en el operativo, según narró ella misma en su declaración ministerial.
Cuando se enteró de lo ocurrido, Lazcano montó en cólera y mandó a cazar sin piedad a los militares violadores.
El 21 de diciembre de 2008 los habitantes de Chilpancingo presenciaron una escena dantesca que sacudió a todo el país: ocho cabezas de militares adscritos a la Trigésimo Quinta Zona Militar fueron abandonadas en un centro comercial. Al mismo tiempo, los cuerpos decapitados y con signos de tortura fueron arrojados en diferentes tramos de la carretera que conduce a la capital del estado. En medio de las peleas por territorio que libran los narcotraficantes, Lazcano es como Nerón: prefiere ver al país en llamas, antes que perder la guerra. El Verdugo pertenece a una generación de narcotraficantes sin miedo a la muerte y al caos.
La historia oficial de la Sedeña sobre Lazcano es que ingresó como soldado de infantería, uno más de la inmensa tropa.Tenía la matrícula B-9223601. Debido a su buen desempeño, en julio de 1993 ascendió a cabo de infantería, 4 el primer escalón de la jerarquía militar. Ahí llegó a manejar armamento especial y a comandar escuadras. La Sedeña jamás lo va a reconocer pero El Verdugo pertenecía al GAFE.5 Estaba entrenado para realizar operaciones especiales y encubiertas; tomó los mejores cursos de inteligencia, contrainteligencia y combate que el Ejército mexicano podía ofrecer a sus miembros. El propio Ejército de Estados Unidos dio parte de ese entrenamiento en el Fuerte Benning, en Georgia.
El 15 de mayo de 1997 Lazcano fue dado de alta en la PGR, cuando Enrique Cervantes Aguirre, titular de la Sedeña, comisionó a cientos de soldados para reforzar las operaciones de la PJF, que entonces dirigía el general Guillermo Alvarez Nahara. El presidente Ernesto Zedillo fue persuadido de que el ingreso de militares en la PGR traería orden, disciplina y mejores resultados en el combate al crimen organizado. Los efectivos castrenses convertidos en policías fueron enviados principalmente al corredor fronterizo de Nuevo León y Tamaulipas. Alvarez Nahara giró instrucciones precisas de que sólo los militares adscritos a la PJF podían estar en esa zona. Si algún policía judicial civil hacía rondines y operativos en el área, de inmediato se le sancionaba y era enviado a la ciudad de México.
El 30 de septiembre de 1997 la PGR dio de baja a Lazcano sin que se conozca la razón. La Sedeña tuvo sospechas de su hombre hasta el 18 de febrero de 1998, cuando fue detenido en Reynosa, junto con Julián Ramírez Carranza, Roberto Pérez Sierra y Martiniano de Jesús Jaramillo Silva. Los dejaron en libertad. Contra todo Heriberto Lazcano es un hombre violento y absolutamente desconfiado, pero asegura que nunca ha dañado a mujeres ni a niños. Antepone su propio concepto del "honor" incluso al mismo negocio de las drogas. Y cuando se trata de honor, no hay muertes suficientes que compensen alguna afrenta. Lo ocurrido con su contadora, Irma Pérez Ochoa, lo retrata de cuerpo entero.
A finales de 2008 elementos del Ejército mexicano detuvieron a Pérez Ochoa en Acapulco. Actualmente se encuentra recluida en el penal de Topo Chico, en Monterrey. Durante su aprehensión fue brutalmente violada por los elementos que participaron en el operativo, según narró ella misma en su declaración ministerial.
Cuando se enteró de lo ocurrido, Lazcano montó en cólera y mandó a cazar sin piedad a los militares violadores.
El 21 de diciembre de 2008 los habitantes de Chilpancingo presenciaron una escena dantesca que sacudió a todo el país: ocho cabezas de militares adscritos a la Trigésimo Quinta Zona Militar fueron abandonadas en un centro comercial. Al mismo tiempo, los cuerpos decapitados y con signos de tortura fueron arrojados en diferentes tramos de la carretera que conduce a la capital del estado. En medio de las peleas por territorio que libran los narcotraficantes, Lazcano es como Nerón: prefiere ver al país en llamas, antes que perder la guerra. El Verdugo pertenece a una generación de narcotrafícantes sin miedo a la muerte y al caos.
La historia oficial de la Sedeña sobre Lazcano es que ingresó como soldado de infantería, uno más de la inmensa tropa.Tenía la matrícula B-9223601. Debido a su buen desempeño, en julio de 1993 ascendió a cabo de infantería,4 el primer escalón de la jerarquía militar. Ahí llegó a manejar armamento especial y a comandar escuadras. La Sedeña jamás lo va a reconocer pero El Verdugo pertenecía al GAFE.5 Estaba entrenado para realizar operaciones especiales y encubiertas; tomó los mejores cursos de inteligencia, contrainteligencia y combate que el Ejército mexicano podía ofrecer a sus miembros. El propio Ejército de Estados Unidos dio parte de ese entrenamiento en el Fuerte Benning, en Georgia.
El 15 de mayo de 1997 Lazcano fue dado de alta en la PGR, cuando Enrique Cervantes Aguirre, titular de la Sedeña, comisionó a cientos de soldados para reforzar las operaciones de la PJF, que entonces dirigía el general Guillermo Alvarez Nahara. El presidente Ernesto Zedillo fue persuadido de que el ingreso de militares en la PGR traería orden, disciplina y mejores resultados en el combate al crimen organizado. Los efectivos castrenses convertidos en policías fueron enviados principalmente al corredor fronterizo de Nuevo León yTamaulipas. Alvarez Nahara giró instrucciones precisas de que sólo los militares adscritos a la PJF podían estar en esa zona. Si algún policía judicial civil hacía rondines y operativos en el área, de inmediato se le sancionaba y era enviado a la ciudad de México.
El 30 de septiembre de 1997 la PGR dio de baja a Lazcano sin que se conozca la razón. La Sedeña tuvo sospechas de su hombre hasta el 18 de febrero de 1998, cuando fue detenido en Reynosa, junto con Julián Ramírez Carranza, Roberto Pérez Sierra y Martiniano de Jesús Jaramillo Silva. Los dejaron en libertad. Contra todo Ficha de la ssp/Cisen sobre Heriberto Lazcano Lazcano, lo que se piensa, Lazcano no es un desertor, pecado capital en las filas del Ejército de cualquier país. Antes de sumarse de lleno al cártel del Golfo, solicitó su baja del Ejército mexicano, misma que le fue legalmente concedida el 27 de marzo de 1998. Su nombre apareció por primera vez en una averiguación previa (20/2002/1) hasta febrero de 2002, en el juzgado 18 de distrito en materia penal por los delitos de violación a la Ley Federal contra la Delincuencia Organizada, y contra la salud por tráfico de mariguana y cocaína. Por esa averiguación se le giró orden de aprehensión ese mismo mes, la cual caducó el 26 de febrero de 2007, como prueba de lo inalcanzable que es El Verdugo. El le ha dicho a su gente: antes que caer en prisión, primero muerto. Su hombre más cercano, y sustituto en caso de que le pasara algo, es Miguel Ángel Treviño, alias El Muerto o Z40. No tiene un pasado militar pero parece que hubiera nacido con una metralleta en la mano.
Como producto de la fortuna amasada a costa de su ilegal oficio, a Heriberto Lazcano se le atribuyen muchas propiedades. En la Plaza San Marcos de la colonia Valle de San Ángel, en Garza García, Nuevo León, se ubica una residencia que es utilizada por presuntos kaibiles y el propio Lazcano. También se sabe que tiene cuatro propiedades en Pachuca, en los fraccionamientos de Arboledas de San Javier, Paseo de Camelias, San Javier y Tezontle.
Dicen que en este último, cercano a la zona militar, tiene su residencia más permanente, al lado de la de sus padres y una hermana.
Se le conoce un predio más en la colonia Guadalupe Victoria, en Coatzacoalcos,Veracruz. Su principal centro de operaciones se encuentra en el pequeño municipio de Valle Hermoso, localizado a unos cuantos kilómetros de Matamoros.
En los albores del siglo xxi, el poder corruptor de Osiel Cárdenas Guillen, líder del cártel del Golfo, era inconmensurable.
Este capo tuvo la idea de reclutar a ex militares para que fueran su escolta personal. El primer militar de élite que cayó en su red fue Arturo Guzmán Decena, El Zl, un joven teniente originario de Puebla y adiestrado en el GAFE. Muy pronto Heriberto Lazcano y otros lo siguieron. No se sabe el número exacto de efectivos que inicialmente estaban bajo las órdenes de Guzmán Decena, pero se reportan entre 31 y 67 miembros del GAFE.14 Con el tiempo, los paramilitares adquirieron la responsabilidad de custodiar los traslados de droga desde México hacia Estados Unidos. Actualmente realizan sus propias operaciones con contactos en Colombia, Perú y Venezuela.
En sus inicios, con el propósito de sustituir las bajas de su ejército y cumplir sus funciones en el cártel del Golfo, Los Zetas crearon campos de entrenamiento para reclutar a civiles y formarlos con disciplina y habilidades militares. Entre los instructores había kaibiles de las fuerzas especiales contra la guerrilla de Guatemala; hombres crueles que trajeron a México la moda de decapitar y desmembrar a sus enemigos como escarmiento público a quien osara enfrentarlos. Uno de los campos de entrenamiento estaba en un rancho ubicado entre las comunidades de Villa Hermosa y Rio Bravo,Tamaulipas.
La existencia de Los Zetas pasó inadvertida para las autoridades durante varios años. El gobierno de Estados Unidos los identificó hasta marzo de 2002, cuando en medio de un espectacular tiroteo en el que los narcos usaron nuevo armamento y tácticas nunca antes vistas, se logró evitar la captura de Jorge Eduardo Costilla Sánchez, El Coss, lugarteniente de Cárdenas Guillén. En 2005 los informes del FBI señalaban que el grupo paramilitar de Los Zetas tenía entre 300 y 350 integrantes, entre los viejos y los nuevos socios. Hoy podrían ser miles, incluyendo a los que el FBI llama Zetitas o Zetas wannabes, grupos de delincuentes imitadores de Los Zetas que utilizan su nombre y sus métodos para sembrar terror por medio de extorsiones y secuestros. En 2005 un centro de inteligencia de McAllen, Texas, tenía ideiítifícados a cerca de 270 grupos de ese tipo. Algunos de ellos fueron creados por el propio Joaquín Guzmán Loera para recabar inteligencia sobre sus enemigos.
El grupo paramilitar concebido por Osiel Cárdenas se ramificó como hiedra silvestre. Rápidamente se aliaron con una facción de la banda conocida como Los Hermanos Pistoleros Latinos, una banda con base en Laredo, Texas; una parte de esa organización también ha trabajado para Guzmán Loera. Asimismo Los Zetas formaron vínculos con miembros de la llamada Mafia mexicana que opera en California, a quienes han contratado como sicarios. Los Zetas se volvieron una tropa indestructible, y las organizaciones que los imitan se han transformado en una plaga nacional más difícil de combatir que los propios narcotraficantes. Sus miembros se multiplican con mayor rapidez porque ahí aceptan a cualquiera dispuesto a jalar el gatillo por nada.
En 2002, cuando la fuerza de los hermanos Arellano Félix disminuyó dramáticamente, el consigliere de La Federación tuvo una brillante idea. Juan José Esparragoza Moreno, El Azul, les planteó a sus socios la apertura de un nuevo frente de batalla, ahora contra el cártel del Golfo, y acabar con Los Zetas, a quienes pronto percibieron como su principal enemigo (y no estaban equivocados).
Para ejecutar el plan, penetrarían la plaza de Nuevo Laredo, una delicada maniobra que se decidió en Monterrey durante una junta entre los principales socios de La Federación.
La Federación tenía la firme intención de convertirse en el grupo hegemónico del narcotráfico en México.Y para ello era indispensable controlar los principales cruces fronterizos con Estados Unidos. En aquel tiempo, si la organización del Pacífico quería transportar mercancía por la porosa frontera de Tamaulipas, debía pedir permiso y pagar derecho de piso, lo cual resultaba cada vez más caro. Osiel Cárdenas sabía muy bien cuál era el precio de cada milímetro de su territorio.
Nunca antes la organización del Pacífico se había planteado el exterminio del cártel del Golfo. Si Amado Carrillo Fuentes hubiera vivido, seguramente no habría autorizado tal movimiento.
Pero El Azul fue persuasivo con sus socios al hacerles notar que desde 2001 tenían el apoyo de funcionarios federales del más alto nivel, sobre todo de la AFI —que encabezaba Genaro García Luna— y la PGR, específicamente del subprocurador Gilberto Higuera Bernal, a quien supuestamente le compraban las plazas de delegados de la procuraduría. Además, contaban con la protección de Los Pinos.
El primer paso para iniciar la guerra le fue encomendado a Marcos Arturo Beltrán Leyva, El Barbas. El contactó a un hombre de su confianza llamado Dionicio Román García Sánchez, El Chacho, con quien había realizado exitosamente traslados de estupefacientes. En 2002 El Chacho operaba en Nuevo Laredo con el permiso de Cárdenas Guillén, quien había mandado a Los Zetas a cuidar la plaza. Cuando El Chacho trabajaba ya con La Federación levantó y asesinó a un elemento de Los Zetas, lo cual desató una ola de ejecuciones en la ciudad fronteriza. Para poner fin a los enfrentamientos y para ganarse su confianza*, El Barbas buscó a Guzmán Decena, líder de Los Zetas, y le dijos que no quería problemas con su equipo. Le ofreció poner a su alcance a El Chacho para que hicieran con él lo que desearan, y a cambio le pidió una nueva oportunidad para trabajar en esa plaza. Guzmán Decena aceptó la propuesta con la condición de que ningún miembro de La Federación llegara armado a la zona, y que siempre dieran aviso sobre cada traslado de droga.
En mayo de 2002 Los Zetas ejecutaron a El Chacho junto con su lugarteniente, Juvenal Torres Sánchez. Después de cumplir su promesa, El Barbas le pidió un favor a Osiel Cárdenas: que un joven llamado Edgar Valdez Villarreal, así como Javier Martínez Pérez, El Mamado, y Lucio Martínez Manríquez, El Sol, pudieran operar en Nuevo Laredo en sustitución de El Chacho. Contra todos los pronósticos, Osiel aceptó. Los Zetas no quedaron muy conformes con el arreglo hecho por su jefe, porque para ellos se palpaba la traición. Pese a todo su recelo, la disciplina militar se impuso: "Las órdenes son para cumplirse, no para discutirse ni modificarse".
El grupo paramilitar tenía buen olfato. En noviembre de 2002 El Z1 cayó acribillado mientras comía en un restaurante de la calle Herrera y Nueve, en la ciudad de Matamoros. Cada año, sus amigos y familiares dejan ofrendas de flores en el exterior del lugar donde fue asesinado como símbolo de que no hay olvido.
Tras la muerte de Guzmán Decena, Heriberto Lazcano fue ungido con la jefatura de Los Zetas. Los enemigos del cártel del Golfo aprovecharon la coyuntura y, durante el reacomodo de fuerzas, el 15 de marzo de 2003 Osiel Cárdenas Guillén fue capturado en la fiesta de cumpleaños de una de sus hijas.
Quince días después de la caída de Osiel, a nombre de La Federación La Barbie le hizo una cordial invitación a El Verdugo: "Tienes una semana para dejar la plaza desde Reynosa hasta Nuevo Laredo". La guerra de los narcos había comenzado.
Decía Friedrich Nietzsche: "La guerra vuelve estúpido al vencedor y rencoroso al vencido". Han pasado ocho años y aún no está claro quién es el estúpido y quién el rencoroso.
Dicen que para que la cuña apriete debe ser del mismo palo.
Marcos Arturo Beltrán midió al enemigo que tenía enfrente y por eso envió a Tamaulipas a su arma secreta: Edgar Valdez Villarreal, La Barbie o La Muñeca, apenas un año mayor que El Verdugo.
Valdez Villarreal nació en Laredo, Texas, el 11 de agosto de 1973.
Tiene cara de niño pero es igual de violento y sanguinario que el líder de Los Zetas. Ambos pertenecen a una nueva generación de narcotraficantes con otros códigos y otras maneras de pensar el negocio.
Si su madre no lo hubiera abandonado de niño, quizás otra historia hubiera sido su vida; Valdez Villarreal les ha confiado a sus amigos el dolor del recuerdo de su alcoholismo. Durante un tiempo fue un homeless, un niño de la calle en Estados Unidos, hasta que una familia latina lo adoptó en Texas y de ahí tomó los apellidos de Valdez Villarreal. Aún no entraba en la adolescencia cuando comenzó a causar problemas en su casa formando parte de pandillas juveniles. Sus padres adoptivos, para evitar que lo encarcelaran, lo mandaron con unos parientes políticos a México, pero tampoco pudieron controlarlo, era un joven rabioso con la vida.
En 2001 Valdez Villarreal fue reclutado por El Barbas. Se ganó un espacio en las filas de Marcos Arturo Beltrán Leyva luego de un pleito de cantina. Se cuenta que estando en una discoteca se peleó muy violentamente con un sicario de narcotraficantes —lo cual él ignoraba— por una mujer. Fue tal la paliza que le propinó que en vez de matarlo, el jefe del derrotado lo buscó y lo contrató para sus filas, primero como golpeador, después jalando el gatillo según las órdenes del patrón y de los impulsos propios. La Barbie llegó a hacer una estrecha amistad con El Barbas, y para 2002 éste ya lo había enviado a Nuevo León y Tamaulipas como representante de La Federación, grupo delictivo del cual llegó a ser jefe de sicarios, tenía madera de asesino. Valdez Villarreal manejaba tres organizaciones armadas cuyo objetivo era combatir de manera directa al cártel del Golfo y a Los Zetas, su brazo armado: Los Negros, Los Chachos y La Mexican Mafia. A falta de kaibiles, en 2004 La Barbie reclutó pandilleros de la Mara Salvatrucha, esto se detectó porque en ejecuciones perpetradas por Los Zetas contra La Federación comenzaron a aparecer cadáveres con tatuajes similares a los que usa la sangrienta banda originaria de El Salvador.
Desde 1998, la justicia de Estados Unidos le seguía la pista a Valdez Villarreal por una acusación hecha en el distrito sur de Texas. A pesar de que viajaba constantemente a ese país, no lo habían podido detener. Quizás por eso muchos piensen que en vez de ser un auténtico narcotraficante, se desempeñaba como infiltrado de la DEA en las organizaciones criminales de México.
La Barbie es un hombre con humor sarcástico, de pocas palabras que masculla por un problema en la mandíbula. Para evadir la justicia y salir de su madriguera, lo hacía usando diferentes tipos de disfraces. Algunos, dicen, rayaban en lo cómico. Es rebelde por naturaleza y aunque trabajaba para Marcos Arturo Beltrán Leyva no se sentía propiedad de nadie.
A Valdez Villarreal le gusta el mundo de la farándula, normalmente acudía a los bares y las discotecas de moda de la ciudad de México, Acapulco y Cuernavaca, donde solía estar rodeado de artistas. Su ego es tan grande que Jennifer narró que el sicario había mandado a hacer una película sobre su vida con el actor Sergio Mayer —yerno del empresario Jaime Camil, a quien también se le ha relacionado con el narcotráfico— y José Carlos Salinas del grupo Torrente Musical. El rodaje tendría como título el pomposo nombre de Brazo armado. En los medios de comunicación, dentro de las secciones del mundo del espectáculo, el tema de la narcopelícula de La Barbie fue llamarada que pronto se apagó. Mayer salió a desmentir la historia del testigo protegido y el filme se convirtió en una leyenda urbana del México bizarro.
La PGR no giró ninguna orden de aprehensión entonces contra el yerno del poderoso Jaime Camil, cuando por declaraciones más suaves de Jennifer funcionarios públicos están en penales de máxima seguridad.
Adicto a las emociones fuertes, una de las pasiones de Valdez Villarreal son las motocicletas y la velocidad a bordo de ellas. Los primeros meses de 2010 La Barbie sufrió un severo accidente donde casi pierde de la vida. Estuvo hospitalizado durante varias semanas y, como se quemó una pierna, le tuvieron que hacer una cirugía de reconstrucción de tejidos que lo mantuvo inmóvil durante un tiempo. En Estados Unidos la DEA llegó a pensar que incluso había muerto. Era una ironía que el hombre que había librado la muerte a manos de sus enemigos, casi les hiciera el favor de estar cinco metros bajo tierra por su propia imprudencia.
A La Barbie se le atribuían como zonas de operación los estados de Guerrero, Michoacán, Jalisco, Nuevo León, Morelos y el Distrito Federal. En 2007 el Departamento de Estado norteamericano lo ubicaba como uno de los cobradores de los hermanos Beltrán Leyva, el lugarteniente más cercano a El Barbas y uno de los principales causantes del baño de sangre en México por la disputa territorial entre los cárteles.Tras la muerte de Arturo Beltrán, La Barbie y su compadre Gerardo Alvarez, El Indio, dos de los principales ejecutores y operadores de El Barbas, querían formar su propia organización.
El 30 de agosto de 2010 Valdez Villarreal fue capturado en un supuesto operativo de la Policía Federal en el Estado de México. En realidad, se dice, los hechos ocurrieron en el estado de Morelos. La aprehensión de La Barbie fue una presunta captura arreglada. Fuentes de información cercanas al capo dijeron que no había nada de qué preocuparse, que todo estaba acordado. La Barbie decidió entregarse porque se sentía más seguro con la protección del gobierno federal que en la calle a merced de Los Zetas y de Héctor Beltrán Leyva, quien lo había sentenciado a muerte por la supuesta traición a El Barbas. El convenio sería que Valdez Villarreal pondría a los integrantes de la banda a la que había pertenecido y haría declaraciones contra algunos políticos incómodos para el gobierno federal panista, como el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, y el jefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, los dos principales aspirantes a la Presidencia de la República de los dos partidos de oposición. A cambio su proceso sería light y se le respetarían todos sus bienes, que a fin de cuentas es lo que más le importa a los narcos.
Pese a las habilidades naturales de Valdez Villarreal y al debilitamiento del cártel del Golfo por la caída de Osiel, en 2003 los socios de La Federación sabían que necesitaban un cuerpo más especializado para enfrentar a Los Zetas. Ellos contaban con gente armada y con buena disposición de asesinar todo lo que se moviera, pero jamás podría compararse con la capacitación, disciplina y destreza de Los Zetas, mucho menos con la fraternidad que había entre los paramilitares. La organización encabezada por Guzmán Loera no podía hacerle sola la guerra al cártel del Golfo. Para tener una probabilidad de ganar necesitaban una ayuda extra del gobierno federal.
En el momento en que más lo necesitaba, Joaquín Guzmán Loera tuvo la oportunidad de conocer directamente a los jefes de la AFI, los hombres de mayor confianza de Genaro García Luna. Ocurrió en 2003, cuando presuntamente Luis Cárdenas Palomino (director general de Investigación), Javier Garza Palacios (director general de Operaciones Especiales), Igor Labastida (director de Investigaciones Federales) y Domingo González Díaz (director del Centro de Mando) detuvieron a El Chapo en el estado de Nayarit, donde el narcotraficante tenía su base de operaciones. Nadie sabe si el encuentro fue accidental o provocado por el capo, pero funcionó.
Aparentemente los hombres de García Luna dejaron libre a Guzmán Loera a cambio de una muy considerable cifra de millones de dólares.27 El contacto estaba hecho, sólo era cuestión de dar aliento a la relación. Más tarde se unirían al grupo que supuestamente daba protección a La Federación Edgar Eusebio Millán (director de Despliegue Regional), Facundo Rosas Rosas (director de Análisis Táctico) y Víctor Gerardo Garay Cadena (director de Intercepción y Erradicación).
Los súper policías de la AFI, inseparables todos de García Luna, formaron una especie de hermandad de la cual también fueron parte elementos de la PGJDF. En algunas oficinas del gobierno federal, la organización fue bautizada como El Mega Cártel. A los jefes de la AFI se sumó la complicidad de muchos de sus subalternos creando una cadena de corrupción que hasta hoy prevalece, ahora en la SSP federal. Los siete funcionarios señalados han sido investigados por su presunta participación en homicidios y secuestros, pero sobre todo por complicidad con integrantes de La Federación durante el sexenio de Vicente Fox y la actual administración de Felipe Calderón.
Era tal la complicidad que llegó a existir entre la AFI y El Chapo que se afirma que en 2003 Guzmán Loera fue visto en Xicotepec de Juárez, Puebla, y se hospedó en un hotel llamado Mi Ranchito, localizado sobre la carretera México-Tuxpan en el kilómetro 180, rumbo alTajín. La indumentaria que usaba el capo para pasar desapercibido era un uniforme de la AFI, al igual que sus escoltas, muchos de ellos auténticos agentes federales. Cada vez es más común el uso de uniformes de la AFI y la Policía Federal para la comisión de crímenes de la delincuencia organizada. García Luna siempre pretexta que se trata de atuendos clonados. Si es así, ¿por qué los agentes y policías federales que se encuentran adscritos en todo el país no los detienen? Los criminales los usan casi como ropa de diario, al igual que las camionetas rotuladas con las insignias de las dos corporaciones. El secretario de Seguridad Pública debe de pensar que el resto de los mexicanos quieren dejarse engañar como lo hace el presidente Calderón.
Desde 2005 hay registros documentales de que la AFI comenzó a operar de lleno como el ejército de El Chapo. Era su brazo armado oficial, su grupo de secuestradores y matones con charola.
La agencia no sólo hizo detenciones por consigna contra los enemigos de El Chapo, mientras que él recibía protección, sino que incluso integró escuadrones de la muerte para secuestrar, torturar y ejecutar a los adversarios de La Federación. A cambio, el grupo delictivo —por medio de los hermanos Beltrán Leyva, que administraban la narconómina— entregaba maletas y maletas llenas de dólares que crearon súbitas fortunas entre los jefes de la AFI; la más visible e inexplicable: la de Genaro García Luna. En 2008 era una sospecha a gritos la complicidad de García Luna y sus colaboradores más cercanos con el narcotráfico.28 En 2009 se convirtió en una escalofriante realidad corroborada por un cúmulo de pruebas que construyen una pesada lápida sobre el funcionario. Si en julio de 2010 la historia del penal estatal de Gómez Palacio en Durango, desde donde dejaban salir a los presos con uniformes de policías y armas para servir de gatilleros al crimen organizado, dejó estupefacta a la sociedad mexicana. La terrible realidad sobre la actuación de García Luna y sus muchachos la dejaría enardecida.
Todas las guerras tienen una primera gran batalla, la de los narcos ocurrió en Guerrero.
Corría el primer trimestre de 2005. El estado de Guerrero era un polvorín. Sólo faltaba que un grupo de desquiciados aventara un cerillo. Por desgracia, siempre hay alguien dispuesto a organizar la fiesta.
Harto de las intromisiones de La Federación en el territorio del cártel del Golfo, Heriberto Lazcano emprendió tina invasión al territorio que durante décadas había pertenecido a la organización del Pacífico. Comenzó por Acapulco e Ixtapa Zihuatanejo. El Verdugo estaba bajo las órdenes de Ezequiel Cárdenas Guillén —el hermano de Osiel— y Eduardo Costilla Sánchez, El Coss. Desde su centro de operaciones en Valle Hermoso, Lazcano organizó a un grupo de 20 hombres armados para que localizaran a Edgar Valdez Villarreal, a los hermanos Beltrán Leyva y a uno de los grupos armados que los protegen conocido como Los Pelones. Quería que los mataran a todos.29 Parecía una misión suicida. Aquélla no era una tarea fácil, ni siquiera para Los Zetas. En primer lugar debían localizar a los enemigos. Después sería necesario vigilar sus movimientos, detectar los lugares que más frecuentaban, sus puntos de venta de droga, y los vehículos en los que se movían. Para sacarlos de sus madrigueras, tenían la instrucción precisa de matar policías, aventar granadas, reventar las tienditas de estupefacientes, las bodegas y los antros operados por la organización que en ese estado estaba representada precisamente por los Beltrán Leyva.
Una parte del grupo de El Verdugo llegó a Acapulco y otra a Zihuatanejo, encontraron hospedaje y comenzaron sus tareas de inteligencia. La noche del 14 de mayo de 2005 iba a comenzar la fiesta en Ixtapa con fuegos no artificiales. El Pollo, uno de los jefes de la gente de Lazcano, llamó por teléfono a su compañero José Alejandro Lara, La Parca, para que le llevara a una discoteca unas granadas. La Parca acudió al lugar junto con un compañero, El Cascanueces; enseguida se comunicó con El Pollo para decirle que estaba afuera del establecimiento, pero la voz que le contestó le sonó extraña.
—¿Dónde estás? —insistió El Pollo.
—Acá afuera.
—Espérame, ahorita salgo —dijo El Pollo.
Segundos después volvió a marcar.
—¿Cómo vienes vestido? No te encuentro.
Algo le dio mala espina a La Parca, así que le dijo a El Cascanueces que se fueran de ahí inmediatamente. Más tarde, mientras caminaban por la costera, los tripulantes de unas camionetas se les quedaron viendo mientras hablaban por un radio de Nextel. Los dos Zetas abordaron un taxi y se fueron a la casa que estaban habitando. Pasaron tan sólo unos minutos, cuando varios vehículos de la AFI rodearon el lugar, junto con una camioneta Pathfinder, un Jetta y elementos de la policía municipal. Los Beltrán Leyva no tenían ni siquiera que despeinarse para perseguir a sus enemigos, por eso les pagaban a los mandos de la AFI, para que ellos hicieran el trabajo sucio.
La Parca y El Cascanueces escaparon por la azotea y escucharon cómo los perseguían. Brincaban, tropezaban, se levantaban y volvían a correr. En su huida entraron en la casa de un señor que estaba dormido. Aprovecharon su descuido, tomaron su celular y les llamaron a sus compañeros Tachavo y El Karin. Sólo lograron hacer contacto con el último. Desesperado, El Karin gritó que los estaban reventando, que la AFI ya había levantado a El Pollo, a El Moto y a otro compañero de apodo Pochorolo, así como a una chava que le decían La Güera. Les ordenó que se escondieran y que al otro día tomaran un autobús hacia Acapulco, donde iban a reagruparse.Al terminar la llamada, el dueño de la casa se percató de su presencia. Habrá sido por las armas que Los Zetas portaban, o por simple caridad, que los curó, y al otro día él mismo los llevó a la estación de autobuses, donde los dos sicarios angustiados se perdieron en la multitud.
Durante toda la noche los elementos de la AFI arremetieron contra las casas y los hoteles en Ixtapa y Acapulco donde se había hospedado el grupo enviado por Lazcano. Como habían logrado capturar a El Pollo y El Moto, y la AFI tenía métodos muy persuasivos para hacerlos revelar hasta sus más íntimos secretos, pronto supieron la ubicación de sus compañeros.
El domingo 15 de mayo de 2005 una playa de Acapulco sirvió como punto de reunión para lo que quedaba del grupo de Zetas.
Apenas eran cinco: La Parca, El Cascanueces, Pompín, Karin, Tachavo y Cuije. Junto con El Pollo y El Moto, la AFI se había llevado a Peterete, El Cascarrabias y El Ojos. De pilón, habían levantado a Juan Manuel Vizcarra Cruz, alias El Pizcacha, que nada tenía que ver con el operativo orquestado por Heriberto Lazcano. Él sólo se encontraba en Acapulco de vacaciones con su esposa Norma Elizabeth Olguín Servín y con su hija de dos años, quienes también fueron capturadas por agentes federales. La situación era muy comprometida. Una cosa es que entre sicarios se rompieran la madre y otra que se la rompieran a familiares inocentes. En aquella época para Los Zetas la familia seguía siendo algo intocable.
Ese mismo día, Miguel Treviño, El Z40, llamó desde Valle Hermoso a uno de los celulares de Los Zetas secuestrados. Por supuesto, quien contestó era del bando enemigo. Treviño exigió hablar con La Barbie.
—Suelta a la señora y a la hija de El Pizcacha, nada tienen que ver con esto —advirtió El Z40 por el teléfono, esperando lo peor para las dos.
—Sólo voy a soltar a la niña —respondió La Barbie generando mayor tensión.
La violación sexual era lo menos que le esperaba a la esposa de El Pizcacha si se quedaba en manos de esos hombres sanguinarios.
—No te metas con la familia, nosotros no nos hemos metido con la suya. Si comienzan a hacerlo, nosotros también levantaremos y mataremos a sus familiares —amenazó Treviño.
El Z40 debió de ofrecer un dato preciso de esa posibilidad, porque La Barbie accedió a liberar a la mujer y a la niña, y les dio mil pesos para que salieran del estado inmediatamente. En cuanto fue liberada, la esposa de El Pizcacha fue a presentar la denuncia por el secuestro de su esposo ante la PGJ de de Guerrero. Durante meses no supo cuál fue su destino.
Era tal la impunidad con la que actuaban y tal el tamaño del compromiso con La Federación, que el comandante en jefe de la AFI en Guerrero, José Luis Sánchez Báez, les lanzó personalmente un reto a Los Zetas: quería un enfrentamiento con ellos "al tú por tú".
El choque nunca ocurrió. Sánchez Báez había sido puesto en ese cargo por Edgar Eusebio Millán —de quien recibía órdenes directas—, quien se encargaba de asignar ese tipo de plazas. Millán era amigo y compañero de trabajo de García Luna desde 1989 cuando siendo jóvenes entraron juntos en el Cisen.
Ese domingo histórico llegó una llamada inesperada a las oficinas de la PGR. No había nadie en el despacho de la visitaduría general de la dependencia, así que quien llamó dejó un recado de voz. Era un hombre que dijo ser integrante del cártel del Golfo, hablaba para denunciar que elementos de la AFI adscritos a Acapulco y Zihuatanejo habían detenido el día anterior a cinco Zetas, y en vez de ponerlos a disposición del ministerio público, los entregaron a la organización de los Beltrán Leyva. "No está bien que los elementos de la AFI le jueguen a la narcopolicía", se quejó el denunciante y colgó.
Junto con la llamada llegó un fax dirigido al entonces procurador Daniel Cabeza de Vaca y al fiscal de la SIEDO, José Luis Santiago Vasconcelos, donde se acusaba directamente a Genaro García Luna de lo ocurrido en Guerrero: "De ante mano, sabemos que el director de la AFI [Genaro García Luna] está coludido con la organización de Arturo Beltrán Leyva, quien ha recibido grandes cantidades de dinero por medio del ex director de Operaciones Especiales [de la AFI],Domingo González", decía el fax. Asimismo, pedían a la PGR que pusiera a disposición del ministerio público a sus compañeros. Denunciaron que, junto con los Zetas levantados por la AFI, también se habían llevado a tres señoras y tres niños familiares de los sicarios (una de ellas la esposa de El Pizcacha y su hija). La advertencia era clara, si las personas secuestradas no aparecían en un plazo de cinco días: Dejaremos caer t o d o el rigor y coraje sobre esos narcopolicías, difundiremos toda esta información en los medios de comunicación, y dos días después recibirán nuestro mensaje particular [...] Nosotros sabemos perder legalmente c o n esta institución y en este caso actuaron de una forma por demás vil y cobarde al no respetar a nuestras familias. H e m o s respetado esta institución que usted comanda, pero de no haber alguna reacción p o r parte de ustedes nos obligan a efectuar acciones violentas.
La procuraduría guardó en secreto el escándalo de corrupción interna, y Los Zetas cumplieron su amenaza. La madrugada del 2 de agosto de 2005 fue ejecutado de tres balazos el subdirector de la Policía Investigadora Ministerial de Guerrero, Julio Carlos López Soto, en la zona turística de Acapulco, cuando salía de un restaurante de carnes finas. La prensa local creyó que se trataba de un golpe a la procuraduría del estado. En realidad, López Soto era empleado de la AFI, desde donde había sido enviado a la policía guerrerense para operar con más facilidad a favor de La Federación. La dirección de recursos humanos de la AFI confirmó que en esa época López Soto había trabajado en la dependencia, pero no quiso precisar en qué periodo.
Siempre que atrapan en una movida irregular a la gente de García Luna, éste evade su responsabilidad argumentando que el elemento en cuestión ya estaba dado de baja. Como en otros casos subsecuentes, el de López Soto no era así, Cuando fungía como subdirector de la Policía Investigadora Ministerial de Guerrero, era miembro activo de la AFI, tenía el cargo de comandante y, al igual que Sánchez Báez, estaba adscrito a la Dirección General de Despliegue Policial Regional. Su jefe también era Edgar Eusebio Millán. Anteriormente, López Soto había trabajado en la corrupta policía de Morelos, el segundo hogar de García Luna y de narcotraficantes como los Beltrán Leyva y El Azul.
Las acciones de la AFI a favor de La Federación se institucionalizaron el 11 de junio de 2005 a través del programa denominado México Seguro. Ese día la Presidencia de la República emitió un comunicado de prensa donde anunciaba que Vicente Fox ponía en marcha un operativo militar, auxiliado por las corporaciones civiles, "con
el propósito de combatir al crimen organizado y garantizar la seguridad de las poblaciones que han sido víctimas de hechos violentos, resultado de las disputas entre las bandas de la delincuencia organizada".33 En su diseño y operación participaban integrantes del gabinete de seguridad: el secretario de Gobernación Santiago Creel, el secretario de Seguridad Pública Ramón Martín Huerta, el secretario de la Defensa Nacional José Clemente Vega, el secretario de Marina Marco Antonio Peyrot González, el secretario de Hacienda Francisco Gil Díaz, el procurador Rafael Macedo de la Concha, y el director de la AFI Genaro García Luna.
El operativo entró en vigor en varios estados de la República.
El primero fue Tamaulipas, en la ciudad de Nuevo Laredo por supuesto. Para entonces, La Federación ya había establecido contacto permanente con Los Pinos por medio de Héctor Beltrán Leyva.
A finales de 2004, la DEA detectó que el director de la coordinación de Giras Presidenciales, Nahúm Acosta Lugo, un miembro del PAN, mantenía conversaciones telefónicas con El Ingeniero.
Como el subprocurador José Luis Santiago Vasconcelos era con quien mejor comunicación tenían, la agencia estadounidense le dio a conocer la información.
Para Santiago Vasconcelos la situación era muy delicada. En más de una ocasión, el subprocurador debió de preguntarse si el contacto entre Nahúm Acosta Lugo y Héctor Beltrán Leyva era desconocido por la pareja presidencial, o si ocurría con su consentimiento. En la jerarquía de Los Pinos, durante la administración foxista, sólo había tres escalafones arriba de Acosta Lugo: Enrique Ruiz Sánchez, coordinador de Giras Presidenciales, Emilio Goicoechea, secretario particular del presidente, y el propio Vicente Fox. ¿De verdad ninguno sabía lo que ahí ocurría? Quizá si el fiscal le hubiera preguntado a Acosta Lugo, originario de Sonora, la razón de sus llamadas telefónicas con el miembro de La Federación, el funcionario hubiera podido responder que sus respectivas madres eran comadres. Presuntamente sí lo son, aunque eso no es un delito en sí mismo.
Héctor, el más refinado de los Beltrán Leyva, se había mudado al número 17 de la calle Cerrada de la Loma del exclusivo fraccionamiento La Herradura, en Huixquilucan, Estado de México.
Para el estándar de residencias en la zona, la fachada de la casa de portón negro y cantera rosa no resaltaba entre las otras; incluso se veía menos lujosa. Sin embargo, tenía seis niveles, un enorme jardín y su propia discoteca, donde su inquilino frecuentemente organizaba fiestas. Su fino estilo y el de su esposa, Clara Elena Laborín Archuleta, le ayudó a la pareja, primero a colarse en el jet set de Acapulco, y después a emprender la conquista de la ciudad de México. Sus millones, a veces la única moneda de cambio en esos círculos, les permitían ser aceptados como "gente decente". Además contaban con las conexiones de Ocañita, el publirrelacionista del mundo del espectáculo. El bajo perfil con el que se conducía El Ingeniero se vio en peligro cuando su hermano mayor, Marcos Arturo, comenzó a visitarlo con su grupo de escoltas vestidos de norteños y portando armas a la vista. Por la pinta y los modales era imposible ocultar su origen.
El 25 de enero de 2005 llegó una llamada al número de la PGR que recibe denuncias ciudadanas anónimas. Una persona que se identificó como habitante del fraccionamiento La Herradura, en Huixquilucan, se quejó de que en el número 17 de la calle Cerrada de la Loma vivían unas personas que se comportaban de manera violenta con los vecinos. Si de casualidad alguien se atrevía a verlos, ellos exclamaban: "¿Qué chingaos me ves, bato? Mira para otro lado o te parto tu madre", o decían frases como: "Pareces pendejo nada más mirando, por eso matan a los pendejos".
Cuando Marcos Arturo llegaba, los escoltas alardeaban: "¡Ya llegó el señor Arturo Beltrán, que pase!", gritaba uno de los escoltas apostados en la entrada de la calle. En una sincronización perfecta, otro escolta situado en la entrada de la residencia avisaba hacia el interior del domicilio: "¡Ya llegó El Barbas, avísale a El Hl"
El reporte de la DEA y la llamada anónima le dieron luz verde a Santiago Vasconcelos para actuar. Lo primero que hizo fue solicitar información sobre ese domicilio a la AFI. Para su sorpresa, la agencia que dirigía García Luna le respondió que el número telefónico de esa dirección, a nombre de Clara Elena Laborín Archuleta, había sido proporcionado como referencia por un integrante de la organización de El Mayo Zambada desde hacía un año. "Increíblemente", la AFI no había iniciado ninguna averiguación al respecto. Enseguida Santiago Vasconcelos ordenó que agentes federales fueran a investigar la residencia. Ese mismo día acudieron a la cerrada para realizar las primeras pesquisas. Los siguientes tres días siguieron los movimientos de Héctor Beltrán Leyva y su esposa.
El Ingeniero acostumbraba salir sólo de noche. Se movía en los fraccionamientos más lujosos de la ciudad y del Estado de México, como el Club de Golf Lomas Country o el Club de Golf Hacienda. La elegante Clara Elena, con quien entonces Héctor tenía dos hijos, también era muy activa y se encargaba de llevar portafolios a diferentes direcciones. Cuando no ella no podía, iba otro sujeto que viajaba en un Camry blanco. Este hombre también acudía dos o tres veces al día al fraccionamiento del Club de Golf la Vista, a un departamento ubicado en la avenida Club de Golf número 18; en sus llegadas y salidas, invariablemente sacaba y metía maletines en la cajuela.
La AFI tuvo la oportunidad de detener a Héctor y sus operadores en flagrancia, pero la dejó escapar. Se esperó hasta principios de febrero de 2005 para realizar los cáteos a los siete domicilios frecuentados por Héctor, su esposa y sus empleados, pero no hubo ninguna detención. Lo que se encontró en la casa de la Herradura fueron una serie de casetes donde El Ingeniero grabó conversaciones con el funcionario de Los Pinos sobre temas que parecían intrascendentes; en otras cintas había conversaciones con sus operadores en las que indicaba cuánto dinero debían entregar a Nahúm Acosta Lugo. Asimismo hubo testigos que declararon haber visto a la esposa del funcionario visitar la casa de Cerrada de la Loma número 17. Los hermanos Beltrán Leyva, precavidos y taimados como eran, tenían la costumbre de grabar a los funcionarios públicos —ya sea en audio o video— cuando éstos recibían sobornos. De esta manera intentaban vacunarse de malentendidos o futuras traiciones.
José Luis Santiago Vasconcelos y el procurador Macedo de la Concha acusaron a Nahúm Acosta Lugo de filtrar información confidencial de las actividades de Vicente Fox a la organización delictiva encabezada por El Chapo Guzmán. Acosta Lugo fue detenido el 3 de febrero de 2005. Incluso lo enviaron al penal de máxima seguridad de La Palma, donde estuvo detenido apenas 53 días. El 9 de abril fue liberado por "falta de pruebas" y la PGR se retractó de apelar su liberación. "Es una garantía de la imparcialidad con que se analizan los casos, se revisan los expedientes y se toman las resoluciones", se pronunció la Presidencia en un escueto y ecuánime comunicado. Nadie más volvió a tocar el tema.
Hasta el final de sus días, Santiago Vasconcelos sostuvo en privado que sí existían pruebas suficientes para sentenciar al funcionario de giras presidenciales que había iniciado su contacto con la organización del Pacífico desde 2001, fecha en que El Chapo fue liberado de Puente Grande. El problema no era lo que el fiscal creía, sino lo que querían en Los Pinos.
La protección desde la Presidencia de la República a La Federación se dejó sentir el 13 de junio de 2005 durante el primer acto público del programa México Seguro. Las calles de Nuevo Laredo vibraban bajo las pisadas de más 600 elementos de la AFI y la PFP, así como miembros del GAFE del Ejército mexicano, que desfilaron para comenzar lo que llamaron la "primera etapa". Cabe mencionar que unos días antes de la ceremonia oficial, había sido ejecutado el director de Seguridad Pública Municipal, Alejandro Domínguez Coello, quien apenas duró siete horas en el cargo.
En esa etapa el gobierno federal desplazó a la policía municipal de su responsabilidad de vigilar las calles con el pretexto de depurarla y capacitarla. En su lugar las fuerzas federales asumieron la tarea generando un clima de confrontación y violencia. En aquelos años la guerra contra el narcotráfico era tan falsa como lo es ahora. Con la fuerza pública, el gobierno federal provocó que La Federación se consolidara para sacar al cártel del Golfo de la codiciada plaza. La maniobra no resultó tan sencilla, actualmente han pasado cinco años de guerra campal y aún no lo logran. Cinco años de muerte y de terror para una población que quedó atrapada en medio de la disputa entre los cárteles, donde el gobierno ha estado del lado no de la sociedad, sino de uno de los grupos criminales.
Al poco tiempo fue notorio que el programa México Seguro producía resultados contradictorios. Los elementos del gobierno federal, encargados de proveer seguridad, sólo dejaban violencia y muerte a su paso. Más que ave de mal agüero, eran la causa de la violencia misma. El 3 de agosto de 2005, a pocas semanas de que comenzara el programa foxista, apareciéron dos cuerpos ejecutados en Nuevo Laredo. Los sicarios dejaron sobre los cadáveres un mensaje escrito, algo que hasta entonces no se había visto en la acciones de la delincuencia organizada en "México: " PINCHE BARBIE Y ARTURO BELTRÁN, NI CON EL APOYO DE LAS FUERZAS ESPECIALES DE APOYO VAN A ENTRAR, NI MATANDO A GENTE INOCENTE". A partir de entonces los cadáveres mutilados, desmembrados, torturados y descabezados se convirtieron en tétricos heraldos que transmiten los recados entre los narcos. Después de México Seguro, la violencia que se concentraba en la franja fronteriza de Tamaulipas se expandió a toda la entidad y después a prácticamente todos los estados de la República.
La imagen más brutal de esa primera etapa de la guerra entre los narcos fue dada a conocer por el periódico Dallas Morning News a principios de diciembre de 2005, cuando difundió un espeluznante video. Ese día, Norma Elizabeth Olguín Servín supo con certeza cuál había sido el destino de su esposo. En la grabación se exhibían a cuatro Zetas que la AFI había levantado el 14 y 15 de mayo en Ixtapa y Acapulco. Los hombres que habían sido entregados al cártel de La Federación se veían golpeados y temerosos, sentados sobre el piso uno al lado del otro; detrás de ellos había un plástico negro que impedía observar los detalles del lugar de los hechos. Los Zetas fueron cuestionados acerca de sus actividades dentro del grupo paramilitar. Las preguntas y las respuestas no tenían sentido, resultaban de interés sólo para los involucrados.
De pronto una voz le pregunta al cuarto Zeta ubicado en el extremo derecho del terrible cuadro: "¿Y tú qué?" Un disparo seco en su cabeza ensordece todo. Era El Pizcacha. El lenguaje de la sangre es más breve y eficaz que cualquiera, en una sola gota está toda su gramática. Sobre las otras dos mujeres con sus respectivos hijos secuestrados en mayo de 2005 en Guerrero, denunciados en aquel fax enviado por Los Zetas a la PGR, nada se supo. Los Zetas acusan que fueron salvajemente vejados y asesinados, lo cual también fue grabado.
La participación de la AFI enardeció los ánimos del cártel del Golfo hasta un punto de no retorno. Al mismo tiempo, la sacudida que provocaron en la opinión pública las brutales imágenes en el portal del Dallas Morning News obligó a la PGR a salir del ostracismo. En una intempestiva conferencia de prensa, José Luis Santiago Vasconcelos reconoció que elementos de la AFI adscritos al estado de Guerrero estaban implicados en las detenciones ilegales de Los Zetas. Admitió que desde el 12 de septiembre la conocía el video, que alguien había dejado en un sobre amarillo frente a las oficinas de la PGR. El funcionario aseguró que ocho policías AFI ya habían sido detenidos y acusados de delincuencia organizada, delitos contra la salud, secuestro y posesión de cartuchos de uso exclusivo del Ejército. Vasconcelos afirmó que los agentes estaban presos en el Reclusorio Preventivo Oriente de la ciudad de México.
Al mismo tiempo se abrió una averiguación previa contra el titular de la AFI, Genaro García Luna,36 y se detuvo a los funcionarios José Luis Sánchez Báez —el delegado de la agencia en Guerrero—, José Antonio Moya Morales, Ernesto Godínez Hernández, Víctor Rodolfo García Medel, Orlando Iván Gutiérrez Aguilar, Uriel Martínez Madera, Daniel Zúñiga Oloño y José Rodolfo Hernández Montes. Los primeros cinco pertenecían a la sección que dirigía Edgar Eusebio Millán. Todos fueron acusados por violación a la Ley Federal contra la Delincuencia Organizada, delitos contra la salud, privación ilegal de la libertad y posesión de cartuchos de uso exclusivo del Ejército. En su conjunto, esos cargos garantizarían a cualquiera a muchos años en prisión, incluso mientras se averigua si son reales o no.
Sin embargo el severo castigo contra la AFI fue una mascarada.
Una pifia como la de Acosta Lugo. Un día después de la conferencia del fiscal de la SIEDO, el Sistema Penitenciario del Distrito Federal informó que de los ocho funcionarios de la AFI que supuestamente estaban en prisión en realidad ya sólo quedaban tres.
Unos habían ingresado en el penal el 31 de agosto y otros el Io de septiembre de 2005. No obstante, debido a una supuesta "falta de elementos para procesar", el juzgado quinto de distrito ordenó la libertad inmediata de Sánchez Báez, Moya Morales, Godínez Hernández, García Medel y Gutiérrez Aguilar, los hombres de Millán. Y se siguió el proceso contra Martínez Madera, Zúñiga Oloño y Hernández Montes. Lo irónico era que quien tenía que realizar la investigación y presentar las pruebas por ser la policía auxiliar del ministerio público era justamente la AFI. Vasconcelos quedó en ridículo.
Pese a las imputaciones directas contra Sánchez Báez, éste salió casi inmediatamente de la cárcel y se reintegró a la AFI bajo las órdenes de Millán en las oficinas centrales de la ciudad de México, donde trabajó durante un par de años más. El 30 de abril de 2007 renunció voluntariamente a la corporación, un mes después de que su leal jefe, Edgar Eusebio Millán, saliera de la AFI para irse con García Luna a la S P federal, desde donde coordinaría nuevas operaciones. Sánchez Báez ya no lo acompañó. Hoy en día, Moya Morales, Godínez Hernández, García Medel y Gutiérrez Aguilar siguen trabajando en la AFI. Como parte de su fingida guerra contra el narcotráfico, el gobierno federal impulsó en el Congreso el cambio de nombre de la AFI a Policía Federal Ministerial. Desde el 29 de mayo de 2009, la vergonzante policía creada por García Luna cambió de siglas como si de esa manera pudiera borrarse su terrible historia.
La Procuraduría General de Justicia estaba convencida de la participación de la AFI como brazo armado de La Federación y del involucramiento directo de Sánchez Báez. Tan es así que la historia de la cacería de Zetas ordenada por La Barbie y los Beltrán Leyva, y ejecutada por los agentes federales, fue usada como una de las pruebas contra Alfredo Beltrán Leyva, El Mochomo, cuando fue detenido én enero de 2008. 39 Pese a los señalamientos directos, los agentes de la AFI coludidos con el narcotráfico parecían incastigables. José Luis Santiago Vasconcelos comenzaba a sentirse frustrado. Desde que García Luna creó la agencia con el apoyo presidencial y el de Macedo de la Concha, prácticamente se había convertido en otra subprocuraduría. El tartamudo de García Luna se daba ínfulas de superior, y el arrogante Santiago Vasconcelos simplemente no lo tragaba.
En el expediente judicial de la causa penal abierta contra Alfredo Beltrán Leyva se asegura que en 2004 se giró una orden de aprehensión contra del comandante Domingo González Díaz por haber recibido 1.5 millones de dólares para proteger a Marcos Arturo Beltrán Leyva. González Díaz era director del centro de mando de operaciones especiales de la AFI, cargo que García Luna le asignó directamente en 2001. Según el mismo expediente, dos testigos declararon que en marzo de 2003 viajaron al Distrito Federal junto con Edgar Valdez Villarreal para entregarle un soborno a González Díaz. En aquella ocasión el cártel encabezado por El Chapo Guzmán pretendía que removieran ai comandante de la AFI adscrito en Nuevo Laredo, de tal forma que pudieran colocar a alguien que protegiera los intereses de los Carrillo Fuentes —socios de La Federación— en el territorio del cártel del Golfo y que los ayudara a expulsar a Los Zetas.
La orden de captura contra González Díaz, que debía ejecutar la propia AFI, jamás se cumplió. Se afirma que el comandante fue protegido por sus compañeros Garza Palacios, entonces director general de Operaciones Especiales, y Cárdenas Palomino, director general de Investigación Policial. Cuando elementos de la fueron a buscarlo a las oficinas de la AFI, aparentemente huyó del edificio escondido en la camioneta de Garza Palacios.
Los abogados de González Díaz cuentan que todo se debió a la lucha entre Santiago Vasconcelos y García Luna por el poder en la PGR. Señalan que en el caso de su cliente las imputaciones eran falsas y que el comandante había recibido sólo una orden de presentación. Si nunca se había presentado no era porque fuera un policía coludido con el narco, sino por temor a que lo detuvieran a causa de una venganza orquestada desde el interior de la PGR.
A finales de 2008 supuestamente el comandante González Díaz pudo ganar un amparo. Lo cierto es que a El Pulques le cuelgan otros sambenitos. Dicen que antes ya había recibido cuatro millones de dólares por parte del cártel de Sinaloa para catear ocho domicilios en Tamaulipas, en uno de los cuales presuntamente se escondía Osiel Cárdenas Guillén. Al parecer Domingo obedecía órdenes para combatir a las bandas criminales contrarias a La Federación. Por lo demás, pese a la orden de captura o presentación girada por la PGR, Domingo González Díaz era un visitante asiduo a las oficinas de la AFI, particularmente la de Cárdenas Palomino.
Durante el sexenio de Vicente Fox, Santiago Vasconcelos vio cómo su enemigo permaneció impune. Además, en aquella época Genaro García Luna encontró una nueva hada madrina: Marta Sahagún de Fox. El director de la AFI visitaba frecuentemente a la primera dama en Los Pinos porque, dicen, le llevaba muy buenos regalos que transportaba en maletas. Aparentemente no se trataba de lotes de joyas, como los que le regalaba Olegario Vázquez Raña, sino dinero proveniente del narcotráfico.
Los chicos de García Luna parecían tener licencia para proteger a La Federación. De cada uno de ellos hay una historia negra que contar.
Como los más cercanos están Luis Cárdenas Palomino, Edgar Eusebio Millán Gómez, Francisco Javier Garza Palacios, Igor Labastida Calderón, Facundo Rosas Rosas y Gerardo Garay Cadena. En la segunda línea se encuentran Rubén Hernández Esparza, José Trinidad Ayala Aguirre, Luis Jafet Jasso Rodríguez, Roberto Reyna Delgado, Mario Velarde Martínez, Edgar Enrique Bayardo del Villar. Todos ellos trabajaron con él en la AFI, algunos desde antes. A todos se los llevó a trabajar a la S P federal. "Ellos no son policías, son delincuentes", afirman quienes los conocen bien.
Pero sobre todo quienes han trabajado con ellos. Lo dicen con sobrada razón. La delegación Iztapalapa, la más poblada e insegura de toda la capital mexicana, tristemente célebre por ser guarida de secuestradores, narcomenudistas, robacoches y otros parásitos, fue el lugar donde se gestó gran parte del clan de Genaro García Luna.
A finales de la década de 1990 trabajaron juntos como miembros de la Policía Judicial del Distrito Federal Francisco Javier Garza Palacios, El Fmtilupis, Luis Cárdenas Palomino, El Pollo, Igor Labastida, José Trinidad Ayala Aguirre y Edgar Eusebio Millán. El quinteto del crimen. El Fmtilupis venía de ocupar la subdirección de la PGJDF en la delegación Alvaro Obregón; Labastida era su asistente de confianza, cuya tarea consistía presuntamente en cobrar las rentas a los narcomenudistas y robacoches de la demarcación. El Pollo, cuyo padre fue miembro de la Dirección de Seguridad Nacional (Disen) con Pedro Vázquez Colmenares y Jorge Tello Peón, era comandante de la Policía Judicial capitalina. Millán era el jefe de grupo de dicha corporación, mientras que Ayala Aguirre era comandante del área de secuestros y narcomenudeo de Iztapalapa. El promedio de edad del grupo era de menos de 30 años.
En aquella época el quinteto se vio involucrado por primera vez en un secuestro. Detuvieron de manera ilegal a un comerciante de la Central de Abasto, por el cual exigieron un millón de pesos. De aquel delicado asunto salieron bien librados gracias a la intervención del abogado Marcos Castillejos, el suegro de Cárdenas Palomino.45 Como quedaron impunes, también comenzaron a dedicarse al robo de vehículos. En una ocasión Garza Palacios y Cárdenas Palomino fueron descubiertos en flagrancia con autos robados, pero quienes los detuvieron no sabían que eran policías. Cuando se identificaron, sus compañeros, que ya habían dado parte del hallazgo, les permitieron escapar a cambio de un chivo expiatorio. Así lo hicieron.
Fue en Iztapalapa donde inició su contacto con las bandas de secuestradores y los principales distribuidores de droga. Se afirma que la cuota que cobraban a los plagiarios por dejarlos operar era de 35 por ciento del rescate. Y a veces incluso los ayudaban haciendo el llamado muro, un bloqueo de calles que les permitía la fuga después de cometer el crimen.47 En las colonias de esa delegación las bandas de secuestro más inmisericordes han establecido sus casas de seguridad para encerrar a sus víctimas: Daniel Arizmendi, El Mochaorejas, José Luis Canchóla Sánchez, Andrés Caletri, Marcos Tinoco Gancedo, El Coronel, Sergio Humberto Ortiz Juárez, El Apa, y Abel Silva Petriciolet, por citar a algunos de los más violentos.
Entre las víctimas más recordadas, mantenidas bajo secuestro a lo largo de la última década en esa zona, están las hermanas de la cantante Thalía, Ernestina Sodi y Laura Zapata, presuntamente plagiadas por elementos de la AFI en 2002; 48 así como el entonces director técnico del Cruz Azul, Rubén Ornar Romano, falsamente rescatado por la AFI en un montaje televisivo el 22 de septiembre de 2005. 49 Tan era un montaje que la liberación la tuvieron que repetir para que TV Azteca también pudiera grabar las imágenes.
Todos los miembros del quinteto de la muerte terminaron en la "nueva" AFI para aplicar a nivel nacional la misma receta que habían usado en Iztapalapa. José Trinidad Ayala Aguirre, quien había sido nombrado director de Investigación de Delitos Federales de la AFI, renunció en 2005 sin más ni más. Los otros se unieron al equipo que venía con García Luna de la PFP, entre ellos Gerardo Garay Cadena y Facundo Rosas Rosas. La combinación fue nefasta.
Luis Cárdenas Palomino nació el 25 de abril de 1969. En la AFI ocupó el puesto de director general de Investigación Policial.
En la SSP federal es jefe de la División de Seguridad Regional.
Del equipo más cercano del secretario de Seguridad, él es a quien García Luna más le debe. Quizás Genaro jamás lo reconozca en público, pero lo hace tácitamente con su tolerancia a toda prueba respecto a Cárdenas Palomino. A él le debe el primer paso claro para estar donde está. Durante la transición entre el gobierno de Ernesto Zedillo y el de Vicente Fox, García Luna trabajaba en la PFP como coordinador de Inteligencia para la Prevención. Cárdenas Palomino tenía el vehículo perfecto para acercarse a Rafael Macedo de la Concha, quien sería el nuevo procurador general de la República. El Pollo está casado con Minerva Elizabeth Castillejos, hija del abogado Marcos Castillejos —ejecutado el 9 de julio de 2008 en la ciudad de México—, quien era compadre de Macedo de la Concha. Cuando nació el primer hijo de Cárdenas Palomino, su suegro le dio un consejo invaluable:"Haz tu compadre a Macedo".Y así lo hizo.
El Pollo quería un gran puesto, pero sus antecedentes criminales no le ayudaban mucho. En su historial había un expediente en la PGJDF por haber sido cómplice confeso de un triple homicidio cuando tenía 18 años, junto con dos amigos y vecinos de la colonia Lindavista.Así que decidió impulsar a su amigo Genaro García Luna. Cárdenas Palomino tenía derecho de picaporte en la PGR gracias a que su cuñado Humberto Castillejos era el coordinador de asesores de Macedo de la Concha.
Al principio, la relación entre Macedo de la Concha y García Luna era muy buena. Macedo aceptó la propuesta de cambiarle el nombre a la muy desacreditada Policía Judicial Federal y convertirla en un mal remedo de agencia gringa: Agencia Federal de Investigaciones, lo cual se concretó en noviembre de 2001.
Los policías judiciales que los vieron llegar a la PJF aún recuerdan cuando García Luna, acompañado por Cárdenas Palomino y otros, les pidió un curso intensivo de tortura. Por supuesto, la enseñanza les fue impartida en vivo y en directo. No se hacían los remilgosos, querían entender bien a bien esa perversa desviación humana que consiste en infligirle dolor al otro con tal de que termine confesando lo que el interrogador quiere, aunque no siempre sea la verdad. Apachurrar, arrancar, introducir, sacar, quemar, son los verbos que García Luna y Cárdenas Palomino aprendieron a conjugar.
Uno de los más escandalosos experimentos de aquel aprendizaje ocurrió con un joven de 33 años de edad, Guillermo Vélez, acusado de ser secuestrador. Memo trabajaba en un gimnasio cuya dueña, Maciel Islas González, llevaba varios días secuestrada. El 29 de marzo de 2002, el gerente del lugar, le pidió aVélez que lo acompañara con un cliente que quería comprar el gimnasio. Memo accedió porque pensó que el dinero lo usarían para pagar el rescate. Todo resultó un engaño. Al día siguiente su padre lo encontró desbaratado en una plancha de la morgue. Lo que le hicieron a Guillermo Vélez es indescriptible. La cruel carta anónima enviada a sus familiares era más que explícita, en ella se burlaban de la forma en que Memo había llorado durante la tortura. Su padre luchó hasta el final como un David contra Goliat. Con la fuerza y convicción de que su hijo era inocente y que se había cometido una infamia en su contra. El 26 de noviembre de 2009, por primera vez en la historia, la PGR tuvo que reconocer públicamente que se equivocaron: Memo no era un secuestrador. La dependencia pidió disculpas públicas a la familia y pagó una millonaria indemnización. Nadie le devolverá a su hijo, y no hay dinero que pague el oprobio a su primogénito, pero el señor Guillermo Vélez, grande en dignidad y valor, probó una cosa que algunos ya han olvidado: sí se le puede ganar a García Luna y a su clan. Con la llegada de Genaro García Luna a la AFI, y después a la SSP federal, la práctica de la tortura volvió a instalarse de lleno, sobre todo contra los inocentes, con los culpables generalmente hay un arreglo.
La relación entre Cárdenas Palomino y García Luna a veces es tirante. Se saben demasiado y por lo tanto viven atados. Los dos son conscientes de que tarde o temprano uno traicionará al otro por mera supervivencia, la gran pregunta es quién lo hará primero. El Pollo presume que actualmente tiene una gran cercanía con el gobernador priísta del Estado de México, Enrique Peña Nieto. Ya se vio como secretario de Seguridad Pública federal, si es que Peña Nieto algún día llega a ser presidente de la República. Cuando menos eso es lo que Cárdenas Palomino le dice a sus colaboradores, quizás para mantener la cada vez más decaída "lealtad".
Edgar Eusebio Millán nació el 16 de diciembre de 1966. Era apenas dos años mayor que García Luna, con quien tenía la relación personal más antigua entre el grupo de colaboradores. Desde 1989, Millán acompañó a García Luna. Primero estuvieron juntos en el Cisen, donde trabajaron durante cuatro años. Después sus carreras se separaron temporalmente para volverse a unir en la AFI, donde Genaro lo convirtió en director general de Despliegue Regional. Millán, quien apenas tenía la preparatoria terminada, era el encargado de asignar las plazas a los agentes adscritos en todo el país, lo que lo convirtió en uno de los funcionarios más poderosos de la agencia. Decían que les cobraba a los narcotraficantes, sobre todo a los socios de La Federación, de 200 mil a un millón de dólares por designar a un determinado jefe regional en una plaza, así como una mensualidad de 50 mil a 100 mil dólares para el director general en turno.
Al iniciar el sexenio de Felipe Calderón, cuando García Luna fue elevado a secretario de Seguridad Pública federal, invitó a Edgar a seguir trabajando con él. Como Millán ya tenía experiencia en eso de las plazas, Genaro le dio continuidad a su encomienda y lo nombró coordinador de Seguridad Regional. Y en 2008 lo ascendió a comisionado interino de la PFP. Ese era el cargo que ocupaba cuando fue ejecutado en la casa de sus padres, en el populoso barrio de Tepito de la ciudad de México, la madrugada del 8 de mayo de ese mismo año. Como exequias se realizó un absurdo ritual de héroe encabezado por García Luna y el presidente Calderón, quien le rindió guardia de honor y les entregó la bandera de México a sus familiares, como si el policía hubiera sido un hombre de honor. Con el transcurso de los meses, Millán se convirtió en una bomba de tiempo que en cualquier momento, incluso estando muerto, explotará en la cara de García Luna..
Francisco Javier Garza Palacios, también conocido como El Fmtilupis, nació el 1ro de mayo de 1965. El es uno más de los nefastos colaboradores del titular de la SSP. Desde que decidió incursionar en el mundo policiaco ha amasado una gran fortuna. Se le adjudica la propiedad de varios departamentos de lujo en Interlomas y Huixquilucan, así como de bares en Lomas Verdes, Naucalpan, Estado de México. Además, es el presunto propietario de tres aeronaves tipo Cessna 206 que suele estacionar en el aeropuerto de Atizapán de Zaragoza, muy socorrido por los narcotraficantes para realizar sus vuelos privados.51 En la AFI, Garza fue director de Operaciones Especiales. En el sexenio pasado, a causa de la protección que se le brindó a La Federación, a las afueras de las oficinas de la agencia, ubicadas en la delegación Miguel Hidalgo, en el edificio de Moneda, le llegaron a dejar tres coronas fúnebres con la leyenda "PARA LOS DE OPERACIONES ESPECIALES". Su nombre también estuvo implicado en el caso de la ejecución de los Zetas en Acapulco. Con la anuencia de Cárdenas Palomino, Garza autorizó que en los operativos ordenados por los Beltrán Leyva para capturar a sus enemigos del cártel del Golfo también se permitiera la participación de los miembros de La Federación. Los sicarios de la organización comandada por El Chapo Guzmán iban a bordo de lujosas camionetas blindadas y estaban armados con cuernos de chivo, mientras que los agentes federales eian usados como carne de cañón. Estos últimos portaban armas de menor poder y no llevaban chalecos antibalas, además se transportaban en camionetas conocidas como panaderas, que no tienen blindaje alguno.
En 2007 la DEA le pidió al gobierno de Felipe Calderón la remoción de Garza Palacios, entonces coordinador de Seguridad Regional de la PFP, porque ante su nariz había pasado mucha droga con demasiada facilidad. Por otro lado, el entonces gobernador de Sonora, Eduardo Bours, también ejerció presión después de que Garza Palacios permitiera el paso de una caravana de 11 camionetas cargadas de sicarios, que recorrieron más de 300 kilómetros de carretera federal de Caborca a Cananea, para ejecutar a 22 policías del municipio minero.
"Con estas acciones, la Secretaría de Seguridad Pública reitera su compromiso de proteger y servir a la sociedad", se informaba en un comunicado de la dependencia sobre la salida de Garza Palacios. Enseguida se anunció que su lugar lo ocuparía Edgar Eusebio Millán, un sujeto de igual o peor calaña. Genaro sabía que no podía despedir a Garza Palacios, era parte de su clan. Así que ante los medios anunció que lo había despedido, pero internamente lo mandó a Bogotá, Colombia, como representante de la SSP en ese país. Dicen que no pasó ni una cosa ni otra. No lo corrió y tampoco lo mandó a Colombia, sino que Garza Palacios se quedó en México trabajando con más soltura en operaciones presuntamente a favor de la organización de El Chapo. Desde los primeros meses de 2009, oficialmente está fuera de la SSP y se dedica a sus "negocios".
Otros integrantes del grupo de policías corruptos, como Igor Labastida, buscaron sin éxito alguna forma de liberarse del clan. En mayo de 2008 Labastida, entonces director de Tráfico y Contrabando de la PFP, le hizo una delicada confidencia a una abogada de Nuevo León muy amiga suya: estaba tratando de contactar a autoridades del gobierno de Estados Unidos con el propósito de volverse testigo protegido y revelar toda la corrupción que había en la AFI y SSP federal. Igor Labastida tenía los bolsillos repletos pero la conciencia atribulada. El comandante se quejaba de que García Luna y Cárdenas Palomino le dejaban el trabajo más sucio.
Igor contaba que García Luna y varios miembros de su equipo habían aceptado dinero de todos los cárteles, pero sólo quedaban bien con el de El Chapo Guzmán.54 Sabía que sobre las cabezas de todos ellos pendía una orden de ejecución. Labastida temía por su vida debido a todas las "marranadas" que habían hecho, y su preocupación estaba justificada: Edgar Eusebio Millán y él eran hombres cercanos al secretario de Seguridad Pública cuya existencia lo incriminaba de manera directa y asfixiante. Tal vez por eso hoy los dos están muertos.
A los 46 años de edad, el cuerpo de Igor Labastida quedó sin vida en el suelo de la Cocina Anita, cercana a la sede de la AFI, donde el comandante tenía su oficina a pesar de ser un director de la PFP. Al mediodía del 26 de junio de 2008, mientras Igor almorzaba en el modesto restaurante, un asesino solitario vestido de negro vació sobre él y sus escoltas las dos armas que cargaba: una metralleta Uzi 9 mm y otra calibre. En la escena del crimen se descubrió que Labastida tenía estacionada una camioneta Cadillac donde transportaba un millón de dólares.
En todas las organizaciones criminales hay un reparto de responsabilidades. Igor era uno de los encargados de tener una relación directa con las bandas de secuestradores a las que García Luna les brindaba protección. Asimismo era uno de los comisionados para recibir los sobornos de la delincuencia organizada y entregárselos a sus superiores. Se afirma que Facundo Rosas Rosas también cumplía con el papel de recaudador de pagos ilícitos cuando ocupaba el cargo de director general de Análisis Táctico en la AFI. Rosas es otro compañero de García Luna que ha estado con él desde que ambos trabajan en el Cisen en 1989. Actualmente se desempeña como comisionado de la Policía Federal y, pese a todo, es tal vez el que goza de mejor imagen pública.
Víctor Gerardo Garay Cadena llegó a la AFI en 2003 como director de Intercepción, era responsable de combatir el narcotráfico.
Cuando Genaro García Luna ocupó la Coordinación de Seguridad Regional en la PFP, designó a Garay Cadena como subdirector de Operaciones Especiales. En 2008, tras la ejecución de Edgar Millán, fue nombrado comisionado interino de la PFP.
A finales de 2008 Garay Cadena dimitió de su cargo y dijo que estaría a disposición de las autoridades ministeriales o judiciales que lo reclamaran para aclarar cualquier presunto vínculo con el narcotráfico. La PGR comenzó a investigarlo porque se sospechaba que el funcionario protegía las operaciones de El Mayo Zambada en el Distrito Federal.55 Desde que trabajaba en la AFI, era sabido que Garay Cadena alertaba a las bandas de narcotraficantes sobre algún operativo y a cambio recibía una retribución económica.
Francisco Israel Galván Jaime, ex director de Intervención de la AFI en la era de García Luna, dependía de Garza Palacios.También se le acusa de ser uno de los comandantes que iba a recoger los pagos del narcotráfico.56 Actualmente trabaja en la PFP bajo las órdenes de Cárdenas Palomino y se encarga de la vigilancia del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, uno de los principales puntos de tráfico de droga y movimiento de recursos ilícitos del crimen organizado.
Rubén Hernández Esparza se desempeñó como jefe regional de la AFI en la Delegación Metropolitana de la PGR en el Distrito Federal durante el sexenio de Vicente Fox. En 2005 fue investigado por presuntos vínculos con socios de' La Federación y se le perdonó. Era tan cercano a los hermanos Beltrán Leyva, que se habla de la existencia de una serie de fotografías tomadas por los capos para garantizar las lealtades, donde aparece con ellos. En 2007 García Luna lo premió y se lo llevó a la SSP con el cargo de comisario, a pesar de que reprobó los exámenes de control de confianza. En marzo de 2008 renunció a su cargo. Dicen que antes de que lo ejecutaran como a sus compañeros, prefirió convertirse en testigo protegido de la DEA.
Otro de los hombres que trabajaba en el grupo es Luis Jafet Jasso Rodríguez, quien tenía el cargo de jefe de grupo en la AFI. Proveniente de la PGJDF, es un auténtico pájaro de cuenta al servicio principalmente de Cárdenas Palomino. Ingresó en la AFI el 2 de noviembre de 2001, un día después de que la agencia iniciara oficialmente sus funciones. Al igual que Labastida, Rosas Rosas y Hernández Esparza, era responsable de la recolección de la llamada polla (sobornos). Inquieto y audaz, Jasso Rodríguez estuvo detrás de la osadía del intento de robo de la nómina de la Presidencia de la República a un camión de valores a principios del sexenio de Vicente Fox. La PGJDF intervino para evitar el atraco, al igual que Luis Jafet por parte de la AFI. En cuanto uno de los delincuentes lo vio, le dijo que les ordenara a los elementos de la policía judicial capitalina que se retiraran. Eran cómplices.
Jasso Rodríguez no pisó la cárcel porque sus jefes intercedieron por él.
A Luis Jafet también se le acusa de haber participado en la tortura y homicidio de Guillermo Vélez. Y de la desaparición forzada de Jesús Ángel Gutiérrez Olvera, de 25 años de edad, en la colonia Doctores, durante un operativo realizado el 14 de marzo de 2002. La madre de la víctima, Leonor Guadalupe Olvera López, denunció que la AFI se había llevado a su hijo de una refaccionaria en la que trabajaba pero nunca lo presentaron al ministerio público. Jamás lo volvió a ver.
Luis Jafet libró todos esos escándalos por la protección de Garza Palacios y Cárdenas Palomino, pero se tuvo que ir de la AFI en septiembre de 2002. No se alejó durante mucho tiempo. Pese a todos sus malos antecedentes, la S P federal lo volvió a contratar en 2008 con el cargo de suboficial adscrito al Centro Operativo de Mando de Iztapalapa. El integrante del clan fue detenido en mayo de 2010 por la PGJDF, acusado del robo de 17 automóviles presuntamente destinados a la organización de los Beltrán Leyva, a quienes conoció cuando eran socios de La Federación.
No había manera de ocultar lo que los chicos de García Luna eran en realidad. Andaban como pato, graznaban como pato y tenían plumas de pato: eran patos.
El acoso de José Luis Santiago Vasconcelos inquietaba a Genaro García Luna, y éste tampoco disimulaba su animadversión. Para su suerte, durante el sexenio de Vicente Fox, García Luna tuvo aliados naturales en la PGR, muy necesarios ante el distanciamiento con Macedo de la Concha y su disputa con el subprocurador.
El más poderoso era Gilberto Higuera Bernal, quien era el responsable directo del nombramiento de los delegados de la PGR en toda la República. A Higuera Bernal se le acusa de haber hecho los nombramientos de delegados estatales de la procuraduría en función de los intereses de La Federación. Los beneficios supuestamente fueron otorgados en el Estado de México, Durango, Campeche,Veracruz, Sonora,Yucatán, Sinaloa, Chihuahua y Guerrero.
En febrero de 2005 el testigo protegido declaró en la embajada de México en Washington que Guzmán Loera, con quien trabajó durante años, le comentó que Higuera Bernal le pasaba información relacionada con sus procesos y con su extradición a Estados Unidos. La PGR absolvió a Higuera Bernal. En un escueto boletín de prensa se afirmó que por tratarse de declaraciones que venían de un "testigo de oídas" carecían de validez probatoria; más tarde un juez invalidó el testimonio de Julio.59 En nuestros días, por menos de la mitad de un señalamiento así, hay servidores públicos que están tras las rejas, cuando menos los que incomodan. Cabe resaltar que durante 2010 Higuera Bernal fue un abierto promotor de la candidatura de Juan Vizcarra al gobierno de Sinaloa, el mismo que no pudo negar su compadrazgo con El Mayo Zambada. Actualmente Higuera Bernal trabaja con García Luna en la SSP.
En abril de 2005 Rafael Macedo de la Concha dejó la PC,R, y su lugar lo ocupó Daniel Cabeza de Vaca. Higuera Bernal permaneció en la dependencia so pretexto de poner al tanto del funcionamiento de la institución al nuevo procurador. La renuncia del general Macedo de la Concha ocurrió justo unos meses antes de que su nombre apareciera en un informe del FBI, donde se afirma que, según el Centro de Inteligencia de McAllen, Los Zetas trabajaban en el área con la "bendición" del titular de la PGR. Quizás ésa haya sido una de las causas de las desavenencias con García Luna, al parecer estaban en bandos contrarios.
En octubre de 2008 José Luis Santiago Vasconcelos llegó a comentar que si Genaro García Luna no lo dejaba en paz lo iba a matar. El falleció primero. El 4 de noviembre de ese año el avión en el que viajaba con el secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño, y otros funcionarios federales, se estrelló a unos metros de la avenida Paseo de la Reforma y de la residencia oficial de Los Pinos. Semanas después de su muerte, se hizo público que el subprocurador era investigado por presuntamente haber recibido sobornos del crimen organizado. Las acusaciones venían de García Luna.
Genaro García Luna ha tratado a toda costa de que los casos contra su grupo no trasciendan. En la SIEDO hay una pila de expedientes que duermen el sueño de los justos con imputaciones directas contra él y su equipo por sus presuntos nexos con la delincuencia organizada; la PGR se ha negado a entregarlos, ni siquiera permitió que los comisionados del Instituto Federal de Acceso a la Información Pública les echaran un vistazo. Se entiende por qué.
El secuestro es uno de los crímenes más atroces, quienes lo ejecutan buscan robarle al otro no sólo su patrimonio, sino su dignidad. Se trata de un despliegue de poder donde las víctimas son violadas, torturadas, mutiladas y puestas en situaciones vejatorias más allá de la imaginación; los delincuentes emplean despiadadamente el dolor como medio de coerción para que los familiares paguen lo que se les exija. Entre diversos tipos de bandas de secuestradores que existen en México, desde hace 12 años han proliferado grupos de plagiarios, relacionados entre sí y ligados con el narcotráfico, cuyo sello particular de ejercer el terror es la participación de mandos policiacos: los imperdonables.
Durante el sexenio de Vicente Fox, el área de investigación de secuestros de la AFI se volvió una de las más activas bajo el mando de Luis Cárdenas Palomino. No bien inició la nueva administración, varias turbiedades salieron a la luz. Algunos casos de secuestro se resolvían exitosamente con la captura de la banda criminal, pero otros, los de mayor impacto y los más violentos, solían complicarse, y los familiares de las víctimas terminaban entregando millones de pesos o dólares a costa de dedos, orejas y videos que exhibían los abusos.
En muchas ocasiones, cuando los agentes federales avanzaban exitosamente para resolver algún secuestro, Cárdenas Palomino y Edgar Eusebio Millán los frenaban; incluso llegaban a amenazarlos si continuaban con sus pesquisas. Eso ocurría sobre todo cuando las bandas investigadas operaban en Iztapalapa y el Estado de México. Entre el personal de la AFI comenzó a llamar la atención que Cárdenas Palomino y Millán enviaban a agentes desarmados para que acompañaran a los familiares a pagar el rescate. Iban sólo para asegurarse de que pagaran y de que el monto fuera el estipulado. La sospecha del involucramiento de los comandantes con las bandas de secuestradores se convirtió en certeza cuando repentinamente renunciaron cinco de los mejores elementos que la AFI había preparado para negociar los secuestros. Esos agentes, junto con los analistas, habían descubierto que los altos funcionarios, sus jefes, estaban involucrados en varios plagios, presuntamente con el consentimiento del jefe mayor: García Luna.(74) Desde luego, los jefes de la AFI no estaban distraídos de su negocio mayor, que consistía en servir a los capos de la organización del Pacífico: muchas de las bandas de secuestradores a las que protegían eran células del propio cártel o estaban vinculadas con alguno de sus miembros.
El secuestrador Marcos Tinoco Gancedo, apodado El Coronel, a quien se le atribuyen más de 11 plagios de alto impacto entre 1999 y 2000, confesó en 2002 que una de las células de su organización criminal era dirigida por Cynthia Mercedes Romero Verdugo, cuñada de El Güero Palma —estaba casada con Luis El Vale Palma— y comadre de El Chapo Guzmán.(75) Tinoco Gancedo acusó directamente a García Luna de encubrir a las bandas de secuestradores, pero nada pasó. Su voz de delincuente no tenía credibilidad.
El secuestro es un negocio colateral del narcotráfico desde hace más de una década, no se trata de una actividad reciente provocada por la supuesta guerra contra el narcotráfico, como pretenden hacerlo creer el presidente Felipe Calderón y su inseparable secretario de Seguridad Pública. Este argumento absurdo que esgrimen para justificar las actuales cifras récord de plagios en todo el país parece más bien una explicación producto del nerviosismo de que la sociedad termine por entender bien a bien por qué el secuestro ha aumentado y quiénes son los responsables.
La banda de secuestradores más grande, salvaje y terrible de los últimos tiempos, a la que se le adjudican los plagios de mayor impacto, fue auspiciada y protegida por Genaro García Luna y su gente más cercana; las pruebas documentales son contundentes. El gobierno del Distrito Federal la bautizó como la banda de La Flor. A las diversas células de esta organización se les atribuye más de 200 secuestros y en algunos casos homicidios. El primero que causó conmoción fue el de Ernestina Sodi y Laura Zapata (septiembre de 2002), marcado por la violencia sexual contra las víctimas y el cobro de un incalculable rescate. Para la organización criminal ésa fue la pauta a seguir. Después vinieron los secuestros de Hugo Alberto Wallace (julio de 2005), Silvia Vargas Escalera (septiembre de 2007), Javier Paredes (febrero de 2008), Fernando Martí (junio de 2008) y Marco Antonio Equihua (abril de 2009), cuyos casos sacudieron a la sociedad mexicana.
En 2001 el gobierno de la ciudad de México comenzó a registrar una serie de secuestros cuya característica principal era el salvajismo con el que se trataba a las víctimas, sobre todo a las mujeres. Sin embargo las víctimas no abrían los expedientes judiciales en la PGJDF, sino que acudían a la PGR, y ésta a su vez dejaba la investigación en manos de la AFI.(76)
Desde 2003 la AFI tuvo información precisa, incluso los domicilios y teléfonos de los integrantes de una banda encabezada por un auténtico depredador llamado Sergio Ortiz Juárez, alias El Apa o El Patrón, quien había sido policía. Los integrantes de la banda presumían a sus cómplices que contaban con el apoyo de la SIEDO, y tenían la protección de elementos de la AFI, la PFP y la SSP del Distrito Federal. Así lo confirman las averiguaciones previas abiertas en 2003 en la SIEDO contra la banda de El Apá.
Durante tres años la AFI estuvo al frente de la investigación, pero nunca prosperó.
En junio de 2005, realizando una investigación casi de rutina sobre narcomenudeo en la colonia Polanco de la ciudad de México, elementos de la PGJDF detuvieron a un hombre llamado George Khouri Layón, alias El Koki, muy conocido en el medio de los restaurantes y los antros, pero también en La Federación, ya que estaba vinculado con los Beltrán Leyva y era empleado de La Barbie.
Lo aprehendieron con las manos en la masa: dos armas, una calibre .35 y otra .22, así como una farmacia de pastillas psicotrópicas.
El yuppie empresario se puso rejego y pidió que llamaran a su amigo el policía judicial capitalino Moisés Farrera Grajales. Como ese nivel de influencia no le funcionó, El Koki presumió su relación con el tristemente célebre ex titular de la PJF, Javier Coello Trejo, y exigió que se le comunicara con el comandante de la AFI Igor Labastida, para que por medio de él lo dejaran libre. El Koki todavía se envalentonó y advirtió que si no lo soltaban él conocía a una banda llamada La Cancha, y "no se la van a acabar". No se sabe si alguien llamó a Igor Labastida, el hecha es que el narco antrero salió libre al poco tiempo. El único perjudicado fue el agente judicial Farrera, quien perdió el empleo.
Antes de trabajar para el narco, El Koki había colaborado en una banda de secuestradores que encabezaba Luis Manuel López Martínez, El Vale, a quien se le atribuyen cerca de 40 secuestros y una fortuna de más de 100 millones de dólares provenientes de los pagos de los rescates. Otro integrante de esa banda era Sergio Humberto Ortiz Juárez,(77) quien más tarde se sumaría a la banda de Andrés Caletri, otro de los más despiadados secuestradores, para finalmente integrar su propia organización criminal. Esta se componía por lo menos de ocho células, era una hidra de mil cabezas en la que presuntamente le ayudaban sus hijos, tanto para llevar a cabo los plagios como en el movimiento financiero del botín obtenido.
El Apá siguió haciendo negocios con El Vale y con El Koki, en la cruel industria del secuestro se vale de todo. Hubo ocasiones en que El Vale le llegó a vender a sus secuestrados a El Apá cuando ya estaba harto de esperar a que las familias pagaran; los entregaba en muy malas condiciones. Posteriormente Ortiz Juárez apretaba a la familia hasta el extremo de la locura, cualquier dinero que obtuviera extra al pago hecho a El Vale ya era ganancia.
En 2007 uno de los cómplices de la organización delictiva de El Apá denunció a la policía federal Lorena González Hernández —alias La Comandante Lore— y a Gerardo Colín Reyes, El Colín, cuyo jefe superior era Luis Cárdenas Palomino. Presuntamente los dos eran integrantes de la banda desde el sexenio de Vicente Fox, cuando pertenecían a la AFI; no sólo le daban protección sino que participaban directamente en los secuestros.
La investigación del caso fue turnada a la Dirección General de Secuestros y Robos de la PFP, donde La Comandante Lore era directora de área. Naturalmente, no hubo ningún avance en las averiguaciones. Lore y Colín nunca fueron investigados ni removidos de sus cargos.
Lorena González trabajaba con Cárdenas Palomino desde la AFI, era miembro del selecto grupo, participaba en fiestas y comidas por su relación sentimental con Facundo Rosas Rosas, quien era subsecretario de la SSP federal en aquel tiempo. Después de que salió a la luz pública el involucramiento de la alta funcionaria de la PFP con la banda de secuestradores, en una reunión privada varios agentes federales le recordaron a Facundo que él la conocía muy bien y le reclamaron que hubiera negado que La Lore trabajaba con ellos en la Secretaría de Seguridad.(78)
Con el aumento de la impunidad, gracias a la AFI principalmente, El Apá se volvió un sangriento depredador. El sello de su organización era la crueldad. En muchas ocasiones, pagaran o no el rescate, ejecutaba a sus víctimas por mero placer. Al principio muchas de sus víctimas fueron medianos comerciantes: un hombre dedicado a la industria de la construcción, un gasero de la delegación Tláhuac o una mujer relacionada con un negocio de flores en Xochimilco, caso por el cual quizás la procuraduría capitalina bautizó a la organización delictiva como banda de La Flor.
En 2007 El Apá les mandó a los familiares de una mujer secuestrada un video donde se exponía el momento en que estaban abusando sexualmente de ella. Luego envió como prueba de vida las orejas. Y una vez que se pagó el rescate de cinco millones de dólares, lo único que la familia pudo recuperar fue la cabeza.
Ésa era la barbarie de dicho secuestrador según los expedientes de la investigación en la PGJDF. Envalentonado por la protección que presuntamente tenía, Ortiz Juárez se propuso cazar peces más gordos.
En 2006, El Koki, célula de la organización de El Apá, fue acusado de ser autor intelectual del secuestro de Hugo Alberto Wallace, cuya madre, Isabel Miranda de Wallace, se puso a cazar por su propia cuenta a los presuntos responsables. Quien le puso el dedo encima —como se dice en el argot de la delincuencia— fue César Freyre Morales, presunto autor material del plagio de Wallace. Él le aseguró a la PGJDF que recibía órdenes del júnior de Polanco. Cinco años después de las confesiones de Freyre Morales, en 2010 se filtró a los medios de comunicación una fotografía de nada más y nada menos que el multifacético Barbie, abrazado de Juana Hilda González, una bailarina que dice haber tenido una relación sentimental con el sicario y también haber sido novia de Hugo Alberto Wallace. ¿Había vinculación de Wallace con el mundo turbio de los Beltrán Leyva y el narcotráfico? ¿La relación de Juana Hilda con el sicario era sólo una casualidad? Esa es una incógnita que pocos se han atrevido a plantearse.
El Koki no era un narcotraficante ordinario, sino que pasaba por un exitoso hijo de familia con facha de gente decente. Era visto como un personaje cercano a la farándula y al glamur en discotecas de las ciudades de México y Acapulco. Quienes lo conocen lo recuerdan siempre vestido de elegante color negro, de trato fino, cortés y serio. Lo que rompía con esa imagen era un enorme tatuaje que inicia en su hombro y le abraza parte del cuello.
Khouri Layón era propietario de dos antros muy concurridos donde se daban cita muchos artistas de Televisa: Cronic Garden de Polanco, y la discoteca Dobermann, cuando estaba en la Zona Rosa.(79) El Koki se hacía notar no sólo en sus antros, sino también en los ajenos. Era cliente muy asiduo de lugares como el Bar Bar, que el 25 de enero de 2010 se vio involucrado en el escándalo del atentado contra el futbolista Salvador Cabañas; hecho en el que para variar estuvo involucrada gente ligada a los Beltrán Leyva.
Entre sus más ilustres conocidos estaban la atractiva actriz Fabiola Campomanes, quien lo visitó en la cárcel durante el corto periodo que estuvo ahí; la otra belleza de Televisa Arleth Terán; el joven actor mil usos Jaime Camil, cuyo controvertido padre —supuesto amigo de los Beltrán Leyva en Acapulco— lo ha hecho una gran figura a golpe de millones, y también Jorge Kahwagi, líder del Partido Nueva Alianza, propiedad de la eterna líder de los maestros Elba Esther Gordillo.
—Otra de las células de la banda de El Apá era encabezada por Abel Silva Díaz, cuyo grupo fue bautizado como Los Tiras porque había policías en él. Se le atribuye el plagio de Ernestina Sodi y Laura Zapata. Desde que fueron liberadas de su secuestro, ocurrido en septiembre de 2002, José Antonio Ortega, presidente del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, descubrió por medio de sus testimonios que detrás de ese crimen estaba la AFI.(80)
Laura Zapata se atrevió a compartir sus dudas con la entonces primera dama Marta Sahagún, protectora de García Luna, y ésta la remitió con la subprocuradora de la IGR María de la Luz Lima Malvido. El conocimiento de ese hecho fue una de las razones que orilló a la funcionaría a renunciar a su cargo el 30 de mayo de 2003. Ahora se sabe que en realidad Los Tiras eran un apéndice de la organización de Sergio Humberto Ortiz Juárez y la AFI, por eso elementos de la agencia estuvieron involucrados en el plagio. Abel Silva Díaz fue detenido en 2006 acusado como único responsable del secuestro de las hermanas de la cantante Thalía. Al frente de la célula de Los Tiras quedó Luis Ignacio Torres, mientras que el hijo de Silva Díaz, Abel Silva Petriciolet, creó su propia banda; ambas estaban conectadas con El Apá como cabeza.
Su modus operandi era el siguiente: Ortiz Juárez realizaba la tarea del secuestro y el cobro del rescate con la ayuda de la SSP federal, mientras Silva Petriciolet o Los Tiras se encargaban de cuidar a los plagiados. El Apá siempre visitaba a las víctimas y las atormentaba. Cuando inició el gobierno de Felipe Calderón, y García Luna llegó a la SSP federal, la protección a El Apá siguió intacta, sólo que ahora sus protectores tenían mayor poder. Se calcula que El Apá amasó una fortuna de más de 35 millones de pesos producto del secuestro, descontando 35 por ciento del botín presuntamente destinado al equipo de García Luna, como era uso y costumbre en los viejos tiempos de la delegación Iztapalapa. La S P del Distrito Federal le atribuye a Ortiz Juárez la propiedad de hoteles en Cancún, así como de varias casas en Xochimilco, Jardines en la Montaña, San Jerónimo y Santo Domingo.
Uno de los primeros secuestros de alto impacto en el que supuestamente estuvo involucrado El Apá ocurrió en septiembre de 2007. Se trató del plagio de Silvia Vargas Escalera, de apenas 19 años de edad, hija del empresario Nelson Vargas, el titular de la Comisión Nacional del Deporte (Conade) durante el sexenio de Vicente Fox. El comisario Benito Roa Lara, jefe inmediato de La Comandante Lore en la PFP, estuvo al frente de las investigaciones sobre el secuestro de la joven. Las cosas no andaban bien. La SSP federal le dio una pésima asesoría a Nelson Vargas en el plagio de su hija y jamás pudo recuperarla. El empresario pasó más de un año en amargo silencio, pero ante la ausencia de esperanza, en agosto de 2008 denunció abiertamente el secuestro; la irritación de la opinión pública fue tal que provocó que la SSP federal capturara a una banda bautizada como Los Rojos, liderada por Cándido Ortiz González. Acusaron del secuestro a dicha organización delictiva y quisieron dar por cerrado el caso haciendo creer que ésta ya había sido desmantelada.
Gracias al testimonio de Alma Angelina Durán Pierce, recabado por la PGJDF, se supo quién estuvo detrás del secuestro de Silvia Vargas. Esta mujer confesó haber estado bajo las órdenes de El Apá y La Comandante Lore custodiando a las víctimas de La Flor en una casa de seguridad en Monterrey. Entre los secuestrados que le encargaron vigilar estaba Silvia, a quien supuestamente pensaban vender porque no habían obtenido el dinero que esperaban. La SSP federal negó una y otra vez que Ortiz Juárez estuviera vinculado con Los Rojos, pero la testigo de la PGJDF fue muy convincente al describir con precisión aspectos físicos de Silvia que podía saber sólo alguien que la hubiera visto en persona. Por su parte, Nelson Vargas también negó la posibilidad de los vínculos del cruel Apá con el caso de su hija.
En la búsqueda de nuevas víctimas, Sergio Humberto Ortiz Juárez se introdujo en un cerrado grupo de empresarios que gustaban de correr autos. Entre semana se juntaban en el autódromo Hermanos Rodríguez, donde presumían su capacidad para adquirir costosísimos vehículos deportivos y conducirlos. A esas reuniones llegó a acudir Emilio Azcárraga Jean, principal propietario de Televisa, el empresario de las tiendas deportivas Alejandro Martí, su amigo Óscar Paredes, entre otros. Mientras aún tenía en su poder a Silvia Vargas, a principios de 2008, El Apá secuestró a Javier, el hijo de Paredes, y casi inmediatamente después a Fernando, hijo de Martí.72 Mientras el primero fue liberado tras un millonario pago en dólares, el segundo fue ejecutado a pesar de que su padre había cubierto el rescate; el cuerpo de Fernando apareció el 31 de julio de 2008. Súbitamente el joven se convirtió en la peor pesadilla de El Apá, La Comandante Lore, Genaro García Luna y su corrupto equipo.
El dolor y la indignación del empresario fueron contagiosos, y la opinión pública se estremeció como pocas veces. La PGJDF pudo capturar a El Apá en septiembre de 2008 luego de que éste sufriera un atentado, casi de manera simultánea aprehendió a Lorena González Hernández acusándola de ser miembro de la banda y de haber colocado un retén policiaco para secuestrar al joven. Lorena había sido plenamente identificada por el chofer de Fernando Martí como una de las secuestradoras. La familia de El Apá negó rotundamente que Ortiz Juárez fuera miembro de la organización de secuestradores pese a todas las pruebas e imputaciones en su contra; sus hijos, presuntos cómplices, defendieron su inocencia a capa y espada.
Cuando detuvieron a González Hernández, en la SSP federal, por medio de su pareja sentimental Facundo Rosas Rosas, se deslindaron de ella y afirmaron que Lorena había trabajado en la AFI pero nunca en la Secretaría de Seguridad. Genaro García Luna dijo lo mismo, incriminándose aún más. Era falso, Lorena era la subdirectora de la Unidad Antisecuestros de la PFP el día que montó un retén para secuestrar a Fernando Martí y hasta el instante en que fue aprehendida.(81)
Fue así como se inició una guerra entre la SSP federal y la PGJDF.
En diciembre de 2008 la policía judicial del Distrito Federal capturó a Luis Manuel López Martínez, alias El Vale o El Rey de Tepito, acusado de robo, secuestro y de tener vínculos con la organización del Pacífico. Cuando López Martínez fue aprehendido lo encontraron con uniformes de la AFI en su poder. La PGJDF hizo énfasis en la alta peligrosidad del sujeto y advirtió de posibles conexiones con la banda de plagiarios de La Flor.
Desde la cárcel, Lorena González Hernández envió un saludo y un mensaje a sus amigos de la SSP federal: si no conseguían des lindarla del caso, ella iba a decir todo lo que sabía. El equipo de García Luna puso manos a la obra, pero sus acciones iban contra reloj: la misión era deslindar a toda costa a El Apá y a Lorena del caso de Fernando Martí. En julio de 2009, el ex jefe superior de Lorena, Luis Cárdenas Palomino, graduado en materia de secuestros y no precisamente por investigarlos, anunció la detención de Noé Robles Hernández y lo presentó ante los medios de comunicación como integrante de la banda Los Petriciolet, dirigida por Abel Silva Petriciolet, que en realidad era una célula de la organización de El Apá desde hacía varios años. En el acto, Cárdenas Palomino exhibió uno de sus famosos videos —muchos de los cuales han sido grabados bajo tortura y no tienen validez jurídica porque las declaraciones no se hicieron ante un ministerio público—, donde Robles Hernández declara que él había matado a Fernando y que El Apá y Lorena no eran parte de la banda. Resultaba muy extraño escuchar el testimonio grabado del hombre que estaba ahí presente y hubiera podido decir lo mismo de viva voz. ¿Por qué no sucedió así? Quizás porque Noé no había memorizado bien el guión.
Como una excepción, Alejandro Martí pidió que se le permitiera hablar con Noé en el penal de máxima seguridad adonde fue llevado. Se afirma que el empresario le preguntó al supuesto homicida:
—¿Por qué mataron a mi hijo?
—Porque no pagaste lo que te pedimos —respondió el secuestrador.
—Sí lo pagué —replicó Martí desesperado, casi sin poder creer lo que estaba escuchando.
—A nosotros la Policía Federal sólo nos dio una parte —se quejó el mercenario.
El 20 de julio de 2009 el chofer de Javier Paredes, quien había sido plagiado con el menor, declaró con contundencia ante la PGJDF que reconocía a Noé como la persona que los había monitoreado durante su cautiverio. Y reconoció sin duda alguna a Sergio Humberto Ortiz Juárez como el hombre que había ido a verlos a la casa de seguridad durante el secuestro; eran miembros de la misma organización criminal.
Como había que darle más credibilidad a la "inocencia" de El Apá y La Lore, el 2 de septiembre de 2009 la SSP federal detuvo a José Antonio Jiménez El Niño, lo acusaron de pertenecer a la organización de los hermanos Beltrán Leyva —para la que hacía trabajos de seguridad— y de haber participado en el secuestro de Fernando Martí y Marco Antonio Equihua. Para cerrar el círculo, el día 23 de ese mismo mes aprehendieron a Abel Silva Petriciolet; muy espontáneamente, el detenido también declaró que él era el culpable de los plagios y que ni El Apá ni la Lore pertenecían a la organización. Ese estribillo ya estaba muy visto.
Con cada captura, a Cárdenas Palomino le ganaba la urgencia de afirmar que con esas acciones la banda quedaba totalmente desmantelada, pero no era así. Por prudencia y estrategia, Alejandro Martí declaró a los medios de comunicación que le daba mucho gusto que hubieran detenido a la banda pero que dudada de que ese delincuente fuera el líder de la organización delictiva que había secuestrado a su hijo. "El [Abel Silva Petriciolet] habla de que le dieron bolsas negras y que le tocaron 120 mil pesos, cuando hace estas declaraciones me deja dudas y me pregunto si éste será realmente el jefe de la banda", declaró Alejandro Martí ante el principal noticiero matutino de Televisa. Martí se estaba volviendo de lo más incómodo para la SSP federal, pero después de crear inteligentemente la fundación México SOS —de apoyo a víctimas del secuestro— y haberse convertido en un personaje público, se hizo intocable. De nueva cuenta, todos los esfuerzos de Genaro García Luna, Luis Cárdenas Palomino y Facundo Rosas Rosas por deslindar a El Apá y La Comandante Lore habían sido infructuosos.
La procuraduría capitalina tampoco estaba manca y, con igual ímpetu que Alejandro Martí, no dejó perder su caso. Una y otra vez el procurador Miguel Ángel Mancera ha asegurado que no tienen la menor duda sobre la culpabilidad de El Apá y Lorena González, aunque no excluyen la participación de otros en el plagio. Al parecer, la SSP federal estaba dispuesta a sacar de circulación a todas las células integrantes del clan de El Apá, para que no fuera la PGJDF la que los capturara y se supiera la verdad. Lorena González Hernández, que ya estaba desesperada, y Sergio Humberto Ortiz Juárez, quien seguía internado en un hospital, era a los únicos que iban a proteger hasta el final. El Apá estaba moribundo y no podía hablar, pero sus hijos seguían libres y reclamaban su exención de culpa.
En septiembre de 2009 la SSP federal aprehendió a El Koki, pero la detención no se hizo pública; incluso sus conocidos lo daban por desaparecido, pensaban que había sido levantado. La procuraduría capitalina iba tras sus pasos pero la SSP federal se le adelantó sin notificarle, de esta forma las autoridades del gobierno del Distrito Federal no podrían exigir su derecho a interrogarlo. A fines de noviembre la PGR comunicó por medio de un boletín que ellos tenían a Khouri Layón, pero no informaron cuándo lo habían capturado. La SSP de García Luna, que antes había protegido a El Koki, ahora lo detenía acusado de haber intentado matar a un comandante de la Policía Federal, aunque nunca se especificó a quién. Posteriormente la PGJDF encontró testigos que relacionaron a El Koki con El Apá; habían sido vistos juntos entre abril y mayo de 2008, antes del secuestro de Fernando, en el gimnasio Sport City de Plaza Loreto, cuyo principal accionista es Alejandro Martí.
En abril de 2010 los chicos de Genaro detuvieron a una mujer llamada María Elena Ontiveros Mendoza, a la que luego apodaron La Güera. La intención era que reemplazara a La Comandante Lore para que ésta fuera liberada. Naturalmente, la presentación de La Güera fue hecha por Luis Cárdenas Palomino, quien informó que la detenida había trabajado en el Instituto Nacional de Combate a las Drogas de 1994 a 2000. Además, como era de esperarse, la mujer negó conocer a La Lore y a Sergio Humberto Ortiz Juárez.
El Apá y sus células, la del El Koki, Los Tiras, Los Petriciolet, Los Rojos, El Vale y El Niño, eran parte de la misma organización delictiva y asombrosamente a todos se les ha ligado con el cártel de Joaquín Guzmán Loera.
Sergio Humberto Ortiz Juárez murió en noviembre de 2009 de un paro respiratorio a causa del atentado en su contra ocurrido un mes antes de su detención en 2008. Falta capturar cuando menos a otras dos bandas integrantes de la organización y a los hijos de Ortiz Juárez. El secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, y su grupo de gavilleros disfrazados de comandantes estuvieron detrás de todos los secuestros, torturas y vejaciones inenarrables cometidas por El Apá y sus ocho células contra jóvenes como Silvia Vargas, Fernando Martí y Marco Antonio Equihua, sólo por mencionar algunos. Entre los nombres de quienes apoyaban al monstruoso Apá están el álter ego de Genaro García Luna, Edgar Eusebio Millán, así como el comandante Igor Labastida.
Sí, Joaquín Guzmán Loera había conseguido a los hombres perfectos para su guerra contra el cártel del Golfo y las otras que vendrían. En el fondo no eran muy distintos a Los Zetas: narcos, secuestradores y profundamente malvados. Esos hombres son los mismos que el presidente Felipe Calderón escogió como cabezas de su "guerra contra el narcotráfico".
En 2006, al final del sexenio de Vicente Fox, el saldo de la cruzada contra las drogas era muy claro: la DEA había abierto una investigación contra el presidente y su familia; el cártel de Tijuana estaba casi disuelto después del asesinato de Ramón Arellano Félix en febrero de 2002, de la detención de su hermano Benjamín al mes siguiente, y de los más de dos mil miembros de la organización detenidos ese mismo año; mientras tanto, en julio de 2003 se decapitó al cártel del Golfo mandando a prisión a su líder Osiel Cárdenas Guillén. En contraste, ninguno de los capos de La Federación, como El Chapo, El Mayo, El Azul, El Viceroy, Nacho Coronel o los hermanos Beltrán Leyva, había sido aprehendido.
El gobierno de Estados Unidos también había tenido su buena dosis de responsabilidad: el pánico y un diagnóstico erróneo —de forma deliberada o accidental— los hizo focalizar sus prioridades en el cártel del Golfo y sus temibles Zetas. Entre mayo de 2004 y mayo de 2005 se registraron en Nuevo Laredo 35 secuestros de ciudadanos norteamericanos presuntamente cometidos por Los Zetas: 23 víctimas fueron liberadas, nueve permanecieron desaparecidas y dos fueron asesinadas. En ese mismo periodo otras 26 personas fueron secuestradas en San Antonio, Texas, supuestamente por la misma organización.(82) Al dirigir sus prioridades al cártel del Golfo y Los Zetas, dejaron que La Federación —el otrora cártel del Pacífico, con quien habían trabajado en los tiempos del caso Irán-contra— creciera exponencialmente en sus narices y en su propio territorio, provocando que la guerra por el mercado estadounidense se volviera más encarnizada y sangrienta.
En pocos años, el mapa de la distribución de drogas en el vecino del norte se transformó vertiginosamente. El Centro de Inteligencia Nacional sobre Drogas (NDIC, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos divide a ese país en siete regiones: Pacífico, Centro Oeste, Suroeste, Noroeste, Grandes Lagos, Noreste y Sureste. En 2004 todas las zonas estaban repartidas en proporciones similares entre narcotraficantes de México, Colombia, Jamaica y República Dominicana. Los capos colombianos dominaban los territorios de Nueva York y Miami, los dos más importantes en venta de cocaína; los cárteles mexicanos tenían preponderancia en ciudades como Atlanta y Houston, mientras que en Chicago y Los Angeles el mercado lo compartían de forma muy pareja. El mercado de la distribución de metanfetaminas era ampliamente dominado por los mexicanos, aunque el primer lugar en fabricación lo ocupaba Estados Unidos.
En enero de 2006 comenzaron a notarse las profundas repercusiones de la falsa guerra emprendida por Fox y la inexplicable pasividad del gobierno de Estados Unidos para combatir a El Chapo y sus socios. Las organizaciones mexicanas de narcotraficantes crecieron como si se nutrieran de la sangre; en ese año controlaban la distribución de cocaína y metanfetaminas en la mayor parte del territorio estadounidense. Los cárteles de México eran los principales distribuidores en cinco de las siete regiones: Grandes Lagos, Pacífico, Sureste, Suroeste y Centro Oeste. Si bien los grupos colombianos seguían dominando la zona de Florida y las regiones del Caribe, la actividad de los narcos mexicanos en la codiciada área iba en aumento; por lo menos en Nueva York, los grupos mexicanos ya habían suplantado a los colombianos como la principal fuente de venta y distribución de cocaína.
Cuando Vicente Fox terminó su mandato, el saldo de la guerra de los narcos era de nueve mil muertos. Los ríos de sangre irían encontrando nuevos cauces destruyendo todo a su paso.