CAPÍTULO 4

Cría cuervos

"Le voy a contar la verdad verdadera", señaló en medio de una espesa nube de humo que expiró por boca y nariz uno de los hombres que ha vivido desde el gobierno mexicano todas las fases de transformación del narcotráfico durante los últimos 35 años. El Informante, como lo llamaremos de ahora en adelante, está impecablemente vestido con un traje; su figura es larga y delgada. En la mano sujeta sus inseparables cigarros Montana que consume a la misma velocidad que fluyen sus palabras. La conversación con El Informante para esta investigación ocurrió en 2010. Ante la insistencia, rompió el silencio guardado durante años. Su testimonio fue narrado con el detalle que sólo puede tener un espectador en primera fila.

Veintidós años después del testimonio de Milián Rodríguez ante John Kerry, y 20 años después de las revelaciones que Torre Blanca hizo ante los 12 miembros del jurado en la corte de distrito de California, la historia narrada por El Informante corrobora a plenitud los dichos de los dos testigos protegidos del gobierno de Estados Unidos. Al norte del río Bravo, el caso Irán-contra resulta clave para entender el fortalecimiento del narcotráfico durante la década de 1980; al sur, el relato de El Informante completa la genealogía mafiosa.

Su rostro se oculta tras el humo del cigarro, su nombre permanece en secreto porque en ello le va la vida: "A mí nadie me platicó esto, yo lo vi, yo lo viví", comenzó a contar su historia, que durante 35 años se cruzó con la de narcotraficantes a los que tuvo enfrente decenas de veces.

En 1970 no existía el término "cártel" — apunta El Informante—, existían sólo las "clicas", que se dedicaban a sembrar, transportar y cruzar al otro lado de la frontera la mariguana y la goma [heroína]. 

Prácticamente no había estado de la República que quedara a salvo de esa actividad económica en una u otra modalidad [...] La droga se sembraba en Guerrero, Michoacán, Sinaloa, Durango, Chihuahua, Veracruz y Oaxaca. Eran los años de la guerra de Vietnam y el gobierno de Estados Unidos permitía la actividad del narcotráfico para surtir de estimulantes a sus soldados en el frente de batalla y para los que regresaban a su país c o n la adicción ya generada.

El relato de El Informante avanzó y el cenicero se fue llenando de colillas. Una vez que comenzó ya no pudo parar; aquello suponía una especie de exorcismo de sus propios fantasmas.

Era el inicio del sexenio de Luis Echeverría Alvarez (1970-1976), mejor conocido como LITEMPO 8 por la CÍA, para la cual colaboró durante el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz; nadie sabe si algún día ha dejado de hacerlo. El procurador general de la República era Pedro Ojeda Paullada, quien tenía el mérito de ser amigo personal del presidente. El cargo de secretario de la Defensa Nacional lo ocupaba Hermenegildo Cuenca Ríos, y la Secretaría de Gobernación la encabezaba Mario Moya Palencia. A la cabeza de la Policía Judicial Federal estaba Manuel Suárez Domínguez, y la Dirección Federal de Seguridad era controlada desde el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz por Fernando Gutiérrez Barrios — queostentaba el código LITEMPO 4—, aunque su titular oficial era Luis de la Barreda Moreno. En aquellos años formar parte de

un grupo guerrillero o disidente del Estado era más arriesgado que volverse narcotraficante. Las instituciones que perseguían inmisericordes a los primeros eran las mismas que mantenían a raya a los segundos y les cobraban periódicamente millones de dólares que eran producto de su aún incipiente pero muy valioso negocio.

Había 600 agentes federales para todo el país, con 15 o 20 ayudantes cada uno. Eran los llamados "madrinas" que jamás aparecían en la nómina oficial de la PGR pero que eran un grupo indispensable para su funcionamiento actuando en la ilegalidad y falta de control. En la estructura de la PGR había un procurador, que era Ojeda Paullada, dos coordinadores generales, y un oficial mayor llamado Alejandro Gertz Mañero, que casi 30 años después fue el primer secretario de Seguridad Pública Federal. En esa época Gertz Mañero tenía un escolta llamado Rodolfo León Aragón, que después escribió con actos de corrupción su negra leyenda.

No había viáticos ni dinero para equipos ni oficinas para la Policía Judicial. Cada coordinador regional suministraba a su gente coches, armas, radios y hasta oficinas. Lo único que no era de ellos era la charola. Los recursos se obtenían a través de peleas de gallos, carreras de caballos y del narcotráfico. Así eran las cosas, así funcionaba, no digo que estaba bien ni que estaba mal, simplemente así era —dijo El Informante con absoluta naturalidad.

Eran los tiempos en que el gobierno federal tenía bajo un control casi total la siembra y el trasiego de la droga. No había casi ningún cargamento que no pasara por el permiso y la vigilancia del Ejército mexicano, de la Dirección Federal de Seguridad y la Policía Judicial Federal. El control consistía en estar "arreglado" con el Ejército, la PGR y la DFS. Todo estaba bajo estricta supervisión. Para sembrar 50 o 60 hectáreas se requería el permiso del jefe de la zona o región militar.

Cuando los plantíos estaban arreglados se les ponían banderitas de colores, según fuera el arreglo. Así cuando los helicópteros los sobrevolaban, en vez de fumigarlos los regaban. Cada tres meses estaba lista la cosecha y los sembradores pedían permiso para transportar la droga a un centro de acopio.Y después los transportistas pedían otro permiso para trasladar la droga hasta el punto de cruce fronterizo; por ejemplo, desde Oaxaca hasta Miguel Alemán, Tamaulipas. Para evitar robos de la mercancía los camiones que la transportaban contaban con la protección de la PJF. Había la orden precisa de que ni un kilo podía quedarse en el país. No había venta al menudeo. Cuando atrapábamos a alguien con mercancía para la venta local se le echaba todo el peso de la ley y se les encarcelaba sin ninguna distinción.

El Informante asegura que el secretario de Gobernación, el secretario de la Defensa, el procurador y el presidente de la República estaban al tanto de todas esas operaciones. Al mismo tiempo, las autoridades de Estados Unidos sabían desde principios de la década de 1970 que la DFS estaba implicada en el tráfico de droga, así que siguieron defendiendo y protegiendo a la agencia.(23)

La colusión entre los gobiernos de Estados Unidos y México en el trasiego de drogas no representaba impedimento alguno para que las autoridades mexicanas fincaran sus fortunas a costa de los cobros de protección al narcotráfico: ése era un negocio aparte que no escandalizaba a nadie... ni escandaliza.

En las altas esferas de poder, cada quien desempeñaba su papel y se llevaba una ganancia considerable por hacer "bien" su trabajo:

El Ejército mexicano se encargaba de vigilar los plantíos de droga; la PJF era la responsable del traslado de la mercancía, y la DFS tenía el contacto directo con los narcotraficantes y los controlaba. Los narcotraficantes le pagaban una especie de "impuesto" al gobierno federal para dedicarse a esa actividad. Se pagaban 60 dólares por cada kilo: 20 dólares eran para el jefe de la zona militar, 20 dólares para la Policía Judicial Federal y los otros 20 los cobraba la DFS.

En la Policía Judicial Federal cada coordinación se quedaba con una parte de ese dinero para pagar las armas, las oficinas, el equipo y el sueldo de los ayudantes [madrinas]. No eran sobornos, era un impuesto autorizado desde el más alto nivel de gobierno —aclaró El Informante como autodefensa—. En específico, del dinero que cobraba la PJF a los narcotraficantes, la mitad se quedaba para gastos de la corporación, y la otra mitad se iba hasta la oficina del procurador.

Religiosamente, cada mes una maleta hacía un largo viaje por toda la República mexicana, y su destino final eran las oficinas de la l'GR, que en aquel entonces se ubicaban la calle de San Juan de Letrán número 9, en el Centro Histórico de la ciudad de México.

Al mismo tiempo que el maletín llegaba a la procuraduría, envíos similares arribaban a la Secretaría de Gobernación y a la Defensa Nacional.

Cada determinado tiempo la maleta hacía su viaje, desde abajo, desde los que directamente cobraban el dinero hasta la oficina del procurador. Era un largo viaje pero nadie se atrevía a sacarle dinero a la maleta. Eran fajos y fajos de billetes verdes, dólares. Puede uno cerrar los ojos e imaginarlo hasta casi percibir el olor a billetes cada vez que se abría el equipaje. Lo que pasaba después con la maleta nadie lo sabía. Se perdía de mano en mano hasta llegar a Los Pinos.

Los impuestos de los narcos crearon fortunas de la noche a la mañana de funcionarios y empresarios en México. Otra parte del dinero, como ocurrió en Estados Unidos, fue destinado a la lucha contra los movimientos subversivos. Eran cantidades incontables de dinero, en aquella época en México no existía la Comisión Nacional de los Derechos Humanos ni la Secretaría de la Contraloría, no había ningún control sobre los servidores públicos. Todo eso se entendía como una forma de preservar la seguridad nacional. El narcotráfico era un asunto de Estado. Lo que se pedía a cambio a los narcotraficantes es que no anduvieran armados ni haciendo desmanes para la protección de la policía y el Ejército, pero sobre todo para proteger a la población civil.

Por otra parte, El Informante puntualizó el perfil de los narcotraficantes, que parecieran cortados por la misma tijera: "Son gente violenta por naturaleza, o por la naturaleza de su negocio, como quiera entenderlo. Son gente que se metió en esto porque no tiene educación, porque estaban jodidos". La inmensa mayoría de la gente involucrada en aquellos años en el tráfico de drogas está compuesta por hombres y mujeres de extracción humilde, que no pasaron del cuarto año de primaria y provenían de comunidades rurales.

Por supuesto, siempre había quien quería salirse del redil; eran los llamados chapulines, que querían brincarse las autorizaciones del Ejército, la PJF y la DFS. Querían hacer sus movimientos sin reportarse ni pagar sus impuestos. A ellos se les confiscaba la mercancía y luego luego, a la cárcel, no había concesiones. Eran los propios narcotraficantes quienes los delataban: si ellos pagaban sus impuestos, ¿por qué los otros no? En muchas ocasiones fui yo uno de los hombres que recibía en las oficinas a los narcotraficantes para recibir el pago de sus impuestos —afirmó El Informante.

En los años del control, entre los que pagaban sus impuestos estaban Manuel Salcido Uzueta, El Cochiloco, Pancho Amarillas, Eduardo Lalo Fernández, el cubano Alberto Sicilia Falcón, Pedro Avilés Pérez, Pedro Díaz Parada, Don Neto Fonseca Carrillo, los legendarios Quintero Payán y su tía Lucy Quintero, Miguel Ángel Félix Gallardo, Pablo Acosta, Juan José Esparragoza Morenoe Ismael Zambada García.

Fue en 1973 cuando Ernesto Fonseca Carrillo, a los 32 años de edad, sembró las primeras dos hectáreas de mariguana en El Dorado, Sinaloa. Cosechó tres toneladas, las cuales transportó y vendió enTijuana a "los hermanos González", así se consigna en la declaración ministerial de Don Neto. En ese entonces Pedro Avilés recolectaba la producción de los sembradíos de mariguana y la almacenaba en San Luis R í o Colorado.

Los narcotraficantes pagaban hasta por ser escuchados por las autoridades —continuó su relato El Informante—. Nada más por escuchar, los coordinadores o el comandante de zona cobraban un millón de dólares. ¡Sólo por escuchar! Cuando el narcotraficante y el funcionario estaban frente a frente, el delincuente discretamente deslizaba debajo de la mesa la maleta con el dinero que pagaba el derecho de audiencia. Una vez que se escuchaba al narcotraficante, se pedían instrucciones a México [la capital], nada se hacía a espaldas de los altos mandos ni de la PGR, ni de Gobernación ni de la Sedeña.

El ritual de la maleta subsistió durante el sexenio de José López Portillo (1976-1982). En aquella administración el procurador general era Óscar Flores Sánchez; en la Segob primero estuvo Jeiús Reyes Heroles (1976-1978) y luego Enrique Olivares Santana (1979-1982); el secretario de la Defensa era el general Félix Galván López; el titular de la PJF era Raúl Mendiolea Cerecero, yacargo de la DFS estuvo Javier García Paniagua, hasta 1978, cuando fue sustituido por Miguel Nazar Haro, uno de los hombres conicntidos de la CÍA. Nazar Haro tuvo un papel central en la historia de la tolerancia y la ayuda del gobierno de Estados Unidos al tráfico internacional de drogas.

En 1976 inició la Operación Cóndor, bajo el mando del general José Hernández Toledo.

Fue el primer intento del gobierno de Estados Unidos de controlar desde territorio mexicano el mercado de la oferta y la demanda de enervantes. O la primera simulación, como se quiera entender.

El gobierno estadounidense donó helicópteros usados: los Bell 206 eran para la fumigación de plantíos y los Bell 212 para el transporte del personal militar. De igual manera, de pendiend o si los plantíos tenían banderita de autorización o no, era que con los helicópteros de Estados Unidos les tocaba fumigación o riego. Todo seguía funcionando bajo las mismas reglas.

En 1978, en Culiacán, Sinaloa, Ismael El Mayo Zambada se presentaba con sus pagos de impuestos en la oficina. El Mayo siempre ha sido independiente, es gente de temor, gente de mucho respeto.

El Mayo, cuando mata, mata, pero entonces las reglas de los narcos eran distintas. Eran incapaces de atentar contra la población civil o algún funcionario público por muy menor que fuera su cargo, había respeto por la autoridad, había una clara división de quién estaba de qué lado, no como ahora que los narcos son funcio narios públicos y ya no hay división, ya no se ve d ó n d e está la línea.

En su cuarto informe de gobierno, el presidente José López Portillo se refirió por primera vez al tema del narcotráfico y la "guerra" en contra de la droga emulando a Reagan.

Fue la primera vez, que yo recuerde, que un presidente habló del tema públicamente. Javier García Paniagua comenzó a involucrar a la DFS en el narcotráfico no para controlarlo, sino para participar en él, lo q u e antes no se entendía como corrupción comenzó a ser corrupción. La etapa de los años del control va desde Echeverría hasta 1982, c o n la diferencia de que con López Portillo las cantidades de droga ya eran importantes. En el sexenio de Miguel de la Madrid comenzó a cambiar todo.

LA RENOVACIÓN MORAL

Miguel de la Madrid inició su sexenio en 1982 con el «slogan de "la renovación moral", pero muchos de los principales funcionarios del sexenio de Echeverría y López Portillo ocupaban cargos en el nuevo gobierno, y no tenían en mente comportarse con "moralidad".

Ronald Reagan arrancaba su segundo año de gobierno, y George W. H. llush era el segundo hombre más poderoso de la Unión Americana. En México, el titular de la Sedeña era el general Juan Arévalo Gardoqui, ex comandante de la Quinta Zona Militar, correspondiente al estado de Chihuahua; el procurador general de la República era el controvertido jalisciense Sergio García Ramírez; el secretario de Gobernación era Manuel IJardett Díaz. Desde entonces, el gobierno de Estados Unidos no le perdió la pista a ninguno. A la Subsecretaría de Gobernación llegó el militar Jorge Carrillo Olea, un hombre que con los años se convirtió en una pieza clave para entender la actual situación de crisis de inseguridad e impunidad en el país. Al frente de la nis quedó José Antonio Zorrilla, y como jefe de la I»JI: fue nombrado Manuel Ibarra Herrera. Fernando Gutiérrez liarnos, el legendario hombre de la DFS, ocupó el cargo de director general de Caminos y Puentes Federales, pero siguió moviendo los hilos de la oficina de inteligencia de la Secretaría de Gobernación.

"García Ramírez envió a las delegaciones de la PGR y de la PJF, ubicadas en las principales rutas de narcotráfico, a los comandantes más 'confiables' para el equipo que había arribado al poder", señaló El Informante. De esta forma, la delgada línea que mantenía a narcotraficantes y servidores públicos separados por un escritorio empezó a desvanecerse.

El pago de impuestos por parte de los narcotraficantes comenzó a transformarse en dinero directo para los políticos y funcionarios mexicanos. Se crearon fortunas y se financiaron proyectos políticos, pero comenzó a perderse el mando sobre los narcotraficantes. García Ramírez metió a su gente de confianza no para controlar a los narcotraficantes sino para sustituirlos. Los coordinadores regionales de la PJF dejaron de ser policías y se convirtieron en narcotraficantes, y usaban a los narcotraficantes de profesión para sus propósitos.

Fue García Ramírez quien dio de alta a Guillermo González Calderoni, que venía del Registro Federal de Automóviles y fue quien metió a los Larrazolo y a los hermanos Cristian y Salvador Peralta.

Por un lado esos policías crearon a sus propios narcos para que les hicieran el trabajo sucio, para que traficaran droga.Y por otro daban apoyo y protección a algunos de los capos más importantes a cambio de dinero que ya no iba a las arcas del gobierno ni para equipos, sino a los bolsillos de los políticos.

Así nació la organización de los hermanos Arellano Félix. Fue el comandante Salvador Peralta quien le enseñó a los Arellano Félix a trabajar, cuando éstos sólo eran robacoches de quinta. Los dotó de equipo para intervenir comunicaciones y así se enteraban por dónde iba a ir la mercancía y se la robaban y se iban a mitas con Peralta.

A Tamaulipas llegó Guillermo González Calderoni, que se hizo muy amigo de Juan García Ábrego. Él fue quien formó a Los Texas en Tamaulipas. Eran pateros, así les decían a los que pasaban indocumentados al otro lado de la frontera. En poco tiempo, González Calderoni los convirtió en notables capos. También fue González Calderoni quien daba protección a Miguel Ángel Félix Gallardo y a Amado Carrillo Fuentes.

Guillermo González Calderoni estuvo adscrito como comandante de la PJF en Guadalajara, Jalisco, en 1987; ahí conoció a Miguel Ángel Félix Gallardo, según ha narrado el propio capo en cartas enviadas a periodistas desde el penal de máxima seguridad en Almoloya de Juárez, Estado de México.(24)

En el estado de Oaxaca está el nudo del tráfico de cocaína. Los principales embarques que venían de Sudamérica se concentraban en Oaxaca en bodegas de los municipios de Tuxtepec, Matías Romero y Salina Cruz. El gobernador del estado era Pedro Vázquez Colmenares [1980-1985], quien era visitado con mucha frecuencia por el entonces procurador Sergio García Ramírez. Ambos pasaban veladas bohemias frente a su piano escuchando las canciones del señor procurador. El hoy general Mario Arturo (Acosta] Chaparro era el director de la policía estatal de Oaxaca. El jefe de la policía judicial del estado era el comandante Cárdenas, padre del polémico Luis Cárdenas Palomino. Era un mocoso cuando llegó a Oaxaca. El papá tenía tres matrimonios y Luis era producto de uno de ellos.

Fue allá por Oaxaca donde vino a aparecer El Chino, ex escolta de Gertz Mañero. Entonces ya era ministerio público federal adescrito a Salina Cruz. Ahora anda por allá refugiado. El comandante regional de la DFS era Tomás Morlet, y de la PJF Clemente Moreno, qui en tenía bajo su coordinación el extenso territorio de Ver acruz, Oaxaca y Puebla. Clemente More no venía de la coordinación del noroeste cuya sede era Tijuana, Baja California. Abarcaba también Sinaloa y Nayarit. Ahí tenía dos ayudantes, hermanos de una de sus novias, que se llevó a Oaxaca. Qué chistoso, ¿quién lo iba a decir?

Años después esos dos muchachos de entonces 16 o 17 años se convirtieron en dos temidos narcotraficantes en Baja California: El Teo y El Muletas — comentó con sorna El Informante.

Desde mediados de la década de 1980, Teodoro García Simental, El Teo, y su hermano Manuel, El Muletas, se convirtieron en integrantes del cártel de los Arellano Félix. Tenían asolado al estado de Baja California. A estos dos individuos se les atribuye la muerte y desaparición de cuando menos 300 personas. Para ellos trabajaba el hoy tristemente célebre Pozolero, quien por siete mil pesos a la semana disolvía en sosa cáustica a las víctimas de la banda de El Teo. Narran las crónicas periodísticas que El Pozolero introducía los cuerpos en un tambo y los sumergía en sosa; bastaban 24 horas para que sólo quedaran los dientes y un líquido que enterraba en una fosa clandestina. El Teo y El Muletas fueron detenidos en enero de 2010 por la SSP afirmando que eran integrantes del cártel de Sinaloa, cuando en realidad pertenecían al cártel de los Arellano Félix. Ahora el gobierno se horroriza de ellos: el sistema de corrupción que perdura los creó, pero nadie acepta su paternidad.

Las avionetas Cessna bajaban al Istmo provenientes de Tijuana , Juárez y Matamoros, recogían la cocaína y regresaban a su lugar de origen.

Acuérdese de q u e ahí estaban los centros de almacenamiento. A veces el propio gobierno de Estados Unidos iba por la mercancía. Viajaban igual cargados de pelo rojo [mariguana roja] de Colombia que de cocaína. A mí nadie me lo contó, yo lo vi con mis propios ojos.

A principios de los ochentas mientras estaba en Puerto Escondido, Oaxaca, me tocó cuidar un avión de la fuerza aérea de Estados Unidos que venía con pelo rojo de Colombia. La única diferencia entre la mariguana mexicana y la colombiana es el color. La colombiana es roja y p o r eso el m o t e de pelo rojo m u y cotizado todavía en estos días. El avión llegó a P u e r t o Escondido para recargar combustible y después voló a Estados Unidos.

Los contactos de los capos mexicanos con los colombianos eran a través del gobierno. Q u i e n quería comprar cocaína, ya fuera Félix Gallardo, Pablo Acosta, Amado, García Ábrego, El Mayo Zambada, El Güero Palma, El Chapo G u z m á n , El Cochiloco, El Azul, o el que fuera, tenía que hacerlo a través del gobierno.

Los datos, fechas y hechos narrados por El Informante coinciden en la línea del tiempo con el plan Irán-contra que controlaba la CÍA y abarcaba desde Colombia hasta México. Empecinada en su lucha anticomunista en América Latina y sin recursos aprobados por el Congreso estadounidense, la inescrupulosa CÍA se entregó a los brazos del narcotráfico.

Juan Ramón Matta Ballesteros, alias El Negro, es recordado como el hombre que un día se ofreció a pagar la deuda externa de su país: Honduras. Dicen que se lo propuso directamente al entonces presidente José Azcona Hoyo, pero el mandatario se negó.

En Matta Ballesteros todo es negro: el color de su piel, de su cabello, de sus ojos huidizos, su carácter violento y su vida de narco. En las audiencias del subcomité Irán-contra presidido por John Kerry, su nombre fue muy escuchado, así como el de su empresa Setco,una aerolínea contratada por la CÍA para llevar "ayuda humanitaria" a la contra de Nicaragua, a pesar de todos los antecedentes que la agencia tenía de que Matta Ballesteros era narcotraficante, o quizás precisamente por eso.

Honduras resulta esencial para entender la operación Irán-cow-tra: su territorio fue usado para llevar armas al movimiento contrarrevolucionario y para transportar cocaína hacia Estados Unidos.

En 1977, El Negro fue el artífice de la sociedad entre el cártel de Medellín y el cártel de Guadalajara, cuando presentó al colombiano Gonzalo Rodríguez Gacha — u n o de los fundadores del cártel de Medellín— con Miguel Ángel Félix Gallardo. Pronto se dio un buen entendimiento entre los dos narcos.

Rodríguez Gacha nació en una familia campesina. Se abrió paso en medio de una violenta disputa en la zona de producción de esmeraldas en Colombia. Apenas había cumplido 29. años cuando se unió a la organización que comenzaba a formar Pablo Escobar Gaviria, con Carlos Lehder y los hermanos Fabio, Juan David y Jorge Luis Ochoa. Y tenía 30 años cuando conoció a Félix Gallardo. Entonces el cártel de Guadalajara se limitaba al trasiego de mariguana y heroína a Estados Unidos con una muy bien organizada estructura. Rodríguez Gacha le abrió los ojos a El Jefe de Jefes y le mostró un negocio más jugoso: la cocaína. Por un menor volumen de mercancía, la ganancia era mayúscula.

El Negro era el contacto en Sudamérica del narcotrafícante Alberto Sicilia Falcón, un cubano contrarrevolucionario que llegó a México a crear un imperio de la droga de la noche a la mañana.

En su biografía criminal se afirma que Sicilia Falcón fue el que inició el tráfico de cocaína con los colombianos usando el territorio de México. Había una competencia desleal de por medio: los narcos mexicanos tenían el apoyo y la autorización del gobierno mexicano, mientras que Sicilia Falcón contaba con el apoyo y la autorización del gobierno mexicano y de la CÍA.

El narco cubano hubiera durado el tiempo suficiente como para que le hicieran un narcocorrido si no fuera por la pugna entre la DEA y la CÍA. En 1975 fue detenido por Nazar Haro y lo recluyeron en la prisión de Lecumberri, de donde se fugó en una espectacular operación a través de un supuesto túnel que había cavado él mismo. Sicilia Falcón fue recapturado unos días después por el comandante Florentino Ventura de la PJF por presión de la DEA. En su libro Underground Empire, el investigador James Mills señala que "bajo tortura, Sicilia confesó que trabajaba para la CÍA en drogas y operaciones de armas intentando desestabilizar naciones latinas".

Ya sin Sicilia Falcón en operación, Matta Ballesteros logró que Rodríguez Gacha y Félix Gallardo se entendieran y que la relación fuera productiva para ambas organizaciones. Rodríguez Gacha se encontró tan a gusto en el "modelo mexicano", que al poco tiempo su gusto por la cultura de charrería hizo que se ganara el mote de El Mexicano. En Colombia incurrió en la excentricidad de ponerle a sus ranchos nombres de estados o ciudades de México, como Cuernavaca, Chihuahua, Sonora o Mazatlán.

Entre tanto, la falsa "guerra contra las drogas" iniciada por Reagan no provocó que el cártel de Medellín se alejara del territorio estadounidense, al contrario, lo ayudó a acercarse más.

En 1981 apareció un peculiar personaje en la historia del cártel de Medellín, el cártel de Guadalajara y el grupo de Matta Ballesteros: el multifacético Adler Berriman Seal, mejor conocido como Barry Seal. Se convirtió en la amalgama perfecta. "El contrabandista de droga más grande en la historia americana era un agente de la Agencia Central de Inteligencia", escribió Daniel Hopsicker en el Washington Weekly en agosto de 1987. Seal, hombre de ojos vivaces y cara de cínico, tenía una triple personalidad: además de trabajar como piloto del cártel de Medellín, era agente encubierto de la CÍA y después de la DEA.(25)

Al igual que El Negro, Barry Seal trabajaba con la CÍA para apoyar a la contra nicaragüense. La conexión entre ellos, y los vínculos de ambos con el cártel de Medellín y el de Guadalajara no era casual bajo ninguna circunstancia. La historia de Seal se teje con leyendas escritas durante años en los principales diarios y revistas de Estados Unidos. Las historias que cuentan diversos documentos desclasificados de la CÍA corroboran la leyenda negra que se ha construido alrededor de Seal.

La esposa de Barry Seal, Deborah, afirmó que él comenzó a trabajar por temporadas en la CÍA desde la década de 1950.(26)

En 1972 fue detenido en Nueva Orleans en un avión DC4 acusado de enviar explosivos a los cubanos anticastristas que operaban en México. Trece años después, ese mismo avión fue el vínculo entre Matta Ballesteros y Seal. La aeronave fue usada por la compañía Hondu Carib, propiedad de Frank Moss, para llevar a Honduras ayuda para la contra, cargarla de droga y transportarla hacia Estados Unidos. Moss había sido antes piloto de Setco y al igual que la empresa de El Negro, Hondu Carib recibía recursos de la CÍA.

El 31 de marzo de 1984, agentes de la DEA informaron a sus superiores que en el aeropuerto de Mérida,Yucatán, había un avión DC4, propiedad de la empresa Hondu Carib, tripulado por Frank Moss, quien tenía una conocida reputación de traficante de armas y droga. El itinerario de vuelo del avión con matrícula N90201 reportado por la agencia antidrogas realizaba vuelos de Estados Unidos a Honduras o Guatemala y de allí a Mérida. Moss salía de Florida con armas para la contra, las desembarcaba en Honduras y regresaba a Estados Unidos con drogas, haciendo escala en Mérida, donde cargaba pescado congelado para distraer la atención de la aduana estadounidense.

Barry Seal comenzó a trabajar oficialmente como piloto del cártel de Medellín en 1981; al poco tiempo pasó de dirigir avionetas que cargaban 100 kilos de cocaína a un avión que podía transportar hasta una tonelada. Se afirma que el hacedor del milagro fue la CÍA, dada la premura que tenía para conseguir más recursos para la contra. Gracias a su productividad, Seal se volvió muy importante para la organización de Pablo Escobar, y era bien remunerado: le pagaban 1.5 millones de dólares por viaje, según comentaba él mismo.

Barry Seal comenzó a realizar sus principales viajes con la droga del cártel de Medellín al aeropuerto de Mena, en el estado de Arkansas, entonces gobernado por el demócrata Bill Clinton, que en 1993 se convirtió en el presidente número 42 de Estados Unidos. De 1981 a 1985, Mena fue uno de los principales centros para el contrabando internacional. De acuerdo con cálculos del IRS(27) y de la DEA, así como con testimonios hechos bajo juramento, en aquellos años el tráfico de cocaína y heroína ascendió a varios miles de kilos, y las ganancias provenientes de esas operaciones se elevaron a cientos de millones de dólares. En 1986, según una carta que el fiscal de Luisiana William J. Guste le envió al procurador general estadounidense Edwin Meese, Barry Seal había traficado hacia Estados Unidos cargamentos de drogas con un valor de entre tres mil millones y cinco mil millones de dólares.(28)

A cambio de una política de puertas abiertas para su droga, el cártel de Medellín apoyaba a la contra. En esencia, se trataba del mismo acuerdo al que habían llegado con el cártel de Guadalajara en México. Siendo socios el cártel de Medellín y el cártel de Guadalajara desde 1979, por medio del enlace establecido entre El Mexicano y Félix Gallardo, hoy se puede deducir que los dos acuerdos eran uno solo, y que ésa fue una de las razones por las que los dos cárteles se fortalecieron enormemente en la región durante la década de 1980.

En 1983 Barry Seal fue detenido cuando transportaba cocaína de Colombia a Florida. La CÍA no iba a poner en riesgo toda su operación por defender a Seal, así que el piloto del cártel de Medellín recurrió a la DEA, a la cual le ofreció información de la organización con la condición de que se le brindara inmunidad. Por primera vez en la historia, la agencia antidrogas de Estados Unidos tenía la gran oportunidad de conocer internamente las operaciones del peligroso cártel colombiano y destruirlo desde adentro.

El agente Ernest Jacobsen, de la oficina de la DEA en Florida, fue el encargado de la relación con Seal.

El piloto consentido del cártel de Medellín le reveló a Ernest Jacobsen que entre 1984 y 1986 la organización tenía un rancho de aproximadamente 16 hectáreas en la Península de Yucatán, México, donde había un centro de almacenamiento de cocaína para reenviarla a Estados Unidos en pequeños aviones.(29) La historia no resulta disparatada: un informe de la CÍA de 1998 recientemente desclasificado(30) afirma que a lo largo de las décadas de 1980 y 1990 traficantes sudamericanos emplearon el istmo de Centroamérica como una ruta importante para transportar cocaína y marihuana; también para importar la droga que se refina con productos químicos y para lavar los ingresos provenientes de las operaciones ilícitas. Además, durante ese periodo se consolidaron las rutas marítimas en el Caribe como Barlovento, el canal de la Mona y Yucatán.

Es imposible dejar de vincular la base de operaciones en Yucatán con el testimonio que rindió Torre Blanca en la corte de distrito de California sobre el rancho de Rafael Caro Quintero enVeracruz al servicio de la contra nicaragüense, en complicidad con la CÍA y la DFS. Tampoco se puede olvidar lo que el Informante de esta investigación periodística reveló sobre lo que ocurría en el istmo en Oaxaca con los aviones de la fuerza aérea de Estados Unidos.

Jacobsen señaló que Seal, ya en calidad de infiltrado de la DEA, le solicitó un avión más grande porque el cártel de Medellín le pedía transportar las cargas de 18 toneladas de pasta de coca de Perú a tres laboratorios de tratamiento en Nicaragua una vez a la semana, y desde allí al rancho de Yucatán. La DEA le ayudó a Seal a conseguir el avión Fairchild C-123K, llamado Fat Lady, para que mantuviera su relación con el cártel de Medellín. Antes de que Barry usara el avión para la gran operación con los narcotraficantes colombianos, la CÍA colocó cámaras y un dispositivo que se podía rastrear vía satélite. La administración de Reagan quería usar las fotografías tomadas como arma para desprestigiar al gobierno sandinista y que el Congreso aceptara liberar recursos para la contra nicaragüense. De este modo, mientras la CÍA impulsaba la filtración de las imágenes a la prensa, la DEA se negaba porque así se pondría en riesgo la operación para la captura de Pablo Escobar Gaviria y su grupo.

De acuerdo con una entrevista que Ernest Jacobsen le dio al periodista inglés Ambrose Evans-Pritchard, Barry Seal le había revelado que los colombianos querían mostrarle a la CÍA SU base de operaciones en Yucatán y sus bodegas para almacenar cocaína en Georgia y Florida. El plan era reunir a todos los miembros del cártel de Medellín en un lugar donde pudieran ser arrestados. Sin embargo, cuando estaban ajustando los últimos detalles del plan, "estalló la tormenta", dijo el agente de la DEA ante el subcomité Kerry.(31) U n a vez más, triunfó la política exterior norteamericana sobre la salud pública. El vehículo de la filtración fue el Washington Times, donde se dio a conocer la hazaña de Barry Seal y la CÍA.

Públicamente, el gobierno de Reagan exigía la extradición del peligroso y violento narcotraficante Pablo Escobar Gaviria, pero al interior del aparato estatal norteamericano la CÍA lo seguía protegiendo a cambio de dinero para la contra.

En diciembre de 1985 Seal fue condenado por el juez federal Frank Polozola a seis meses de libertad condicional por dos delitos de narcotráfico. C o m o parte de la sentencia, Seal tenía que estar todos los días en el hotel del Ejército de Salvación, en Baton Rouge, Louisiana, de seis de la tarde a seis de la mañana. Además,

Polozola le prohibió a Seal portar un arma o tener guardias privados armados. En consecuencia, la sanción se convirtió en una sentencia de muerte. La DEA no pudo hacer nada para proteger la vida de su testigo, justo cuando estaba a punto de intervenir en un juicio abierto contra los líderes del cártel de Medellín.

El cártel colombiano fue paciente. El 19 de febrero de 1986 Seal regresó a las seis de la tarde al hotel del Ejército de Salvación.

Mientras estacionaba su Cadillac blanco, un hombre lo asesinó con una ametralladora Mac-10. En la versión oficial se identificó al narcotraficante Jorge Luis Ochoa como autor intelectual del crimen.

Un año antes, en febrero de 1985, el cártel de Guadalajara asesinó al agente de la DEA Enrique Camarena. La CÍA estuvo detrás de su muerte según las indagatorias de los miembros de la agencia antidrogas responsables de la Operación Leyenda y sus informantes. Ernesto Fonseca Carrillo y Rafael Caro Quintero fueron detenidos y encarcelados por el crimen, pero su socio Miguel Ángel Félix Gallardo, amigo de Matta Ballesteros y enlace entre el cártel de Guadalajara y el cártel de Medellín, quedó en libertad y siguió operando durante muchos años más. ¿Es una casualidad que hayan detenido a Don Neto y a Caro Quintero pero no a la conexión del cártel de Medellín?

Todas las acciones concertadas entre el cártel de Medellín y la organización de Guadalajara tuvieron un impacto negativo en la salud pública de los estadounidenses, y a la postre en la tranquilidad del continente entero.

Durante la década de 1980 el cártel de Medellín alcanzó la cima de su poder, y se convirtió en el principal exportador de cocaína hacia Estados Unidos. De acuerdo con los archivos de la DEA,(32) en 1985 el número de ciudadanos norteamericanos que admitieron consumir cocaína rutinariamente se incrementó de 4.2 millones a 5.8 millones.

Para la segunda mitad de los años ochenta, los traficantes mexicanos adquirieron un papel más importante. México se convirtió en una zona estratégica que se encontraba a medio camino entre la fuente productora y los consumidores. La topografía de México, a lo largo del Océano Pacífico y las costas del Golfo, permitió que se instalaran incontables pistas de aterrizaje para la recarga rápida del combustible de los aviones que transportaban los enervantes.

Igualmente significativa resultaba la frontera terrestre de más de tres mil kilómetros entre México y Estados Unidos, ya que más de 95 por ciento de la línea colindante no tenía vallas o barricadas.

Estas eran condiciones inmejorables para que el poderoso grupo de Guadalajara creara sólidos lazos con la mafia colombiana en el tráfico de heroína, mariguana y cocaína a Estados Unidos. Desde luego, la DEA estaba al tanto de la peligrosa alianza.

En agosto de 1985 en las oficinas ubicadas en la Calle 38, número 8-61 en el corazón de la ciudad de Bogotá, Colombia, la DEA escribió un crudo informe sobre la penetración del narcotráfico en el sexenio de Miguel de la Madrid.

En las hojas ya amarillentas del pequeño legajo que se deshacen con la mirada quedó escrita en letras mayúsculas de molde la leyenda "ESTRICTAMENTE CONFIDENCIAL": "Informe sucinto y actualizado al mes de agosto de 1985 sobre las interconexiones narcoterroristas latinoamericanas".

América Latina ardía con los escándalos de narcotráfico. Las cuartillas del informe de la DEA huelen a impunidad, sangre y corrupción. La lista de nombres de importantes políticos mexicanos del pasado y el presente tiene un valor imprescindible para entender una larga historia de impunidad.

En la hermosa ciudad de Lima, Perú, acababa de explotar el caso de Villa Coca.(33) La pista que dejó el agregado civil en Consejería Comercial de la embajada de México en Perú, Ricardo Sedaño Baraona, fue el camino para llegar a los tres funcionarios mexicanos de primer nivel que entonces protegían a narcotraficantes. La DEAdescubrió en los restos de Villa Coca una línea telefónica privada desde la casa de Sedaño Baraona al laboratorio que explotó.

Hay material abundante que prueba las estrechas relaciones entre Sedaño y Reynaldo Rodríguez López, el capo peruano —señala el informe—. Los datos conocidos por el público han estado dosificados, así como también la vasta información que posee la agencia.

En el caso de México el brazo terrorista de la bisagra adquiere formas diferentes, ya que después de la eliminación de los guerrilleros Genaro Vázquez, Lucio Cabañas y Yon Sosa, todo indica que no hay focos importantes guerrilleros o de terroristas, a causa de un acuerdo entre el gobierno mexicano y la embajada de Cuba.

"Ahí la modalidad es la protección de los cuerpos de seguridad del Estado a los terroristas de otros países latinoamericanos que se asilan políticamente", quedó escrito en el segundo renglón de la cuartilla redactada con máquina de escribir.

Los contactos de Reynaldo Rodríguez López son conocidos desde hace años: Francisco Sahagún Baca y Arturo Izquierdo Hebrard, prófugos ex funcionarios de la policía de la ciudad de México, integrantes de la banda de El Negro Arturo Durazo Moreno (uno de los hombres de mayor confianza del presidente José López Portillo), hoy

detenido en Los Ángeles, California; y Miguel Ángel Félix Gallardo El Gato Félix [otro de los apodos del capo] también prófugo, jefe de la sección financiera y de relaciones internacionales de la banda de Los Mañosos, por lo demás ahijado y protegido del ex gobernador de Sinaloa, Leopoldo Sánchez Celis.

Esos tres contactos de Rodríguez López son las figuras de segundo nivel. Tres personalidades de la política en México figuran como puntos terminales de las redes que, hasta este momento, tenemos confirmadas por sus vinculaciones probadas: García Ramírez, Victoria Adato Green viuda de Ibarra, y Fernando Gutiérrez Barrios.

La agencia antinarcóticos seguía sigilosamente los pasos del procurador Sergio García Ramírez, quien a principios de julio de 1985 realizó una "discreta" visita al presidente de Perú, Fernando Belaunde Terry. El propósito oficial de ese viaje de menos de 24 horas fue la firma de un convenio entre Perú y México para combatir a las mafias internacionales que operaban en el país sudamericano y utilizaban a México como punto base para traficar cocaína a Estados Unidos.

Sergio García Ramírez, procurador general de México, era hijo de la señora Italia Ramírez Corona Salem, intérprete oficial de la Presidencia desde hace 20 años, y también se le conocía como un discípulo muy allegado de Jesús Reyes Heroles.

En el remoto m u n d o de las casualidades, el esposo de su secretaria particular, María de los Angeles Chong Huerta, era Faustino Santiago Santiago, comandante de la sección antinarcóticos de la PJF. Su tiempo lo dividía entre sus tareas policiacas y una banda de narcotraficantes infiltrada en la policía.

En el documento de la DEA también hicieron minuciosos apuntes sobre Victoria Adato Green viuda de Ibarra. Mujer de tez blanca, ojos pequeños, cejas arqueadas y boca bien delineada. Debió de ser guapa alguna vez, en algo aún lo era. Parecía una aristócrata de no ser porque sus parientes políticos, dos hermanos de su marido, habían salido con reputación de delincuentes. Comenzó su carrera como ministerio público auxiliar de la Procuraduría del Distrito Federal y llegó a ser ministra numeraria de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).

"Hace pocas semanas fue obligada a renunciar a la jefatura de la Policía Judicial Federal de México. Manuel Ibarra Herrera El Chato, cuñado de la procuradora, recientemente había elevado a comandante de dicho cuerpo policiaco a Armando Pavón Reyes, quien recibió sesenta millones de pesos de Rafael Caro Quintero El Príncipe. Para dejarlo escapar al aeropuerto de Guadalajara", señaló el informe de la DEA. "El gran apoyo de Manuel Ibarra para su ascenso en la política mexicana ha sido el ex secretario de Gobernación, Mario Moya Palencia." Su otro cuñado, Arturo Ibarra, no se quedaba atrás: "Tiene una lavadora de dinero en Tijuana, Baja California. C o n empresas fantasma obtiene dólares tipo controlados, o sea, a un costo menor del mercado para luego venderlos en su propia casa de cambio".

Adato Green también había estado involucrada en las investigaciones sobre Manuel Buendía, el periodista que Torre Blanca supuso debió de morir porque sabía demasiado. Pero lo más recordado de Adato Guerra no es su parentela ligada con el narco, sino que como magistrada de la SCJN, hasta donde llegó con todo y los informes de la DEA, fijó la polémica postura que afirmaba que dentro del matrimonio no podía existir la violación. Irónicamente, en 2001 Adato Guerra fue nombrada coordinadora del Programa de Asuntos de la Mujer, el N i ñ o y la Familia, de la CNDH —cuando el ombudsman nacional era José Luis Soberanes—, cargo que ocupa hasta ahora.

D e LITEMPO 8, la DEA tampoco tenía muy buena opinión. El primer tache que le pusieron fue que Don Neto y El Príncipe tenían credenciales de la DFS que eran vendidas por Pavón Reyes, y contenían la firma genuina del titular de la DFS, José Antonio Zorrilla, secretario particular de Fernando Gutiérrez Barrios, El Pollo, cuando éste era subsecretario de Gobernación.

El informe de la DEA redactado en Colombia indica:

En 1984 trascendió un informe de la Inter pol en México en el que consta que tanto el presidente José López Portillo, el procurador Agustín Alanís Fuentes y el subsecretario Fernando Gutiérrez Barrios conocieron a fondo los hechos ocurridos en la matanza del río Tula, donde 13 colombianos habrían sido ejecutados por pertenecer auna banda de narcos distinta.

En las recientes elecciones intermedias mexicanas [1985] Gutiérrez Barrios dirigió un operativo magistral de fraude electoral llamado " Operación niño", en el norte del país, el hombre que lo auxilió fue Manlio Fabio Beltrones, quien fuera también, al igual que Zorrilla, su secretario particular.

En Estados Unidos había un hervidero provocado por la disputa entre la CÍA y la DEA. El caso Irán-contra mostraba su peor rostro, pero las tareas realizadas en Nicaragua estaban destinadas a tener éxito. El 5 de abril de 1988 se produjo la captura y posterior entrega a Estados Unidos de El Negro Matta Ballesteros por el caso

del homicidio de El Kiki Camarena. El narco hondureño fue juzgado junto con Rubén Zuño Arce. Se le involucró en la muerte del agente de la DEA no sólo por ser socio de Félix Gallardo sino porque en la casa de la calle Lope de Vega se encontraron cabellos suyos, por lo que el juez lo ubicó en el lugar del crimen.

En 1989 la DEA calculó que 60 por ciento de la cocaína consumida en Estados Unidos venía de Colombia vía México.(35) En enero de ese mismo año tomó posesión de la Presidencia de Estados Unidos el republicano George H.W. Bush. Para dar continuidad a la supuesta guerra contra las drogas emprendida por Reagan, Bush concentró su estrategia en el tratado de extradición con Colombia para encarcelar a los narcotraficantes que llevaban droga a Estados Unidos. La operación Irán-contra ya había dado todo de sí. Con el movimiento contrarrevolucionario habían logrado desestabilizar al gobierno sandinista encabezado por Daniel Ortega. Ese mismo año, gracias a las presiones de la Organización de Estados Americanos (OEA), se obligó a Ortega y al Frente Sandinista de Liberación Nacional a establecer un diálogo nacional.

El 8 de abril de 1989, en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, Miguel Ángel Félix Gallardo, el socio mexicano de Pablo Escobar Gaviria, fue arrestado por su amigo el comandante Guillermo González Calderoni. En agosto se firmaron los acuerdos de Managua, que incluían llevar a cabo un proceso electoral "democrático" y la desmovilización de la contra en Nicaragua. Al mismo tiempo que Escobar y Félix Gallardo dejaron de ser útiles para los planes de la CÍA, los capos comenzaron a ser detenidos o asesinados. Los hechos se sucedieron de manera natural. Tanto que parecían aislados.

A principios de agosto de 1989 se hizo pública una lista de 12 narcotraficantes requeridos por el gobierno de Estados Unidos.

La lista la encabezaba Pablo Escobar, Carlos Lehder y los hermanos Ochoa, todos socios de la CÍA que habían apoyado a la contra.

La reacción de Escobar Gaviria fue inmediata. El 18 de agosto de 1989, por órdenes suyas, fue asesinado el precandidato presidencial Luis Carlos Galán, quien fue partidario de permitir la extradición de los narcotraficantes a Estados Unidos.

Antes de que terminara el fatídico 1989, El Mexicano fue ejecutado en un aparatoso operativo aéreo encabezado por el Departamento Administrativo de Seguridad del gobierno de Colombia.

Con un tiro en la cabeza, el cuerpo del narcotraficante quedó tendido en los pantanos cercanos a su finca El Tesoro en las paradisiacas playas colombianas de Coveñas yTolu. Según las crónicas del día, Gonzalo Rodríguez Gacha quedó irreconocible y sólo gracias a unas pruebas dactilares se pudo identificar su cuerpo.(35)

En 2006, la revista colombiana Cambio publicó un reportaje que le da un giro a la historia de los vínculos entre la CÍA y el cártel de Medellín. El semanario reveló que en un cateo realizado a las propiedades de El Mexicano, las autoridades de Colombia encontraron un convenio por 60 millones de dólares que familiares del narcotraficante habrían pagado al gobierno de Estados Unidos a cambio de no ser involucrados en actividades ilícitas y mantener a salvo el resto del dinero del capo. La pregunta obligada es si Rodríguez Gacha realmente está muerto o fue el pago de su jubilación por los servicios prestados: dinero a cambio de impunidad y silencio.

Por su parte, Pablo Escobar Gaviria se convirtió en un asunto incontrolable tanto para el gobierno de Colombia como para el de Estados Unidos. Escobar no era como los hermanos Ochoa, él no iba a renunciar sin más al poder acumulado gracias a la condescendencia de la CÍA. Estaba dispuesto a incendiar Colombia, y lo probó. A los tres minutos de haber despegado del aeropuerto de Bogotá r u m b o a Cali, el 17 de noviembre de 1989 el vuelo 203 de Avianca explotó en mil pedazos. El saldo de la furia del capo fueron 107 muertos.

El 25 de abril de 1990 Daniel Ortega le transfirió la presidencia nicaragüense a Violeta Barrios viuda de Chamorro. El acto era un símbolo irrefutable de que la cuestionada operación Irán-contra al final había sido exitosa.

En enero de 1991 los hermanos Jorge Luis y Juan David Ochoa se entregaron a las autoridades colombianas a condición de no ser extraditados a Estados Unidos. Fueron sentenciados a una condena de tan sólo ocho años en prisión. En varios medios de comunicación de Colombia se dice que actualmente están libres. De los tres hermanos el único extraditado fue Fabio en 2001. Lo acusaron de haber traficado droga de Colombia a Estados Unidos, y del asesinato del informante del gobierno norte americano Barry Seal. Curiosamente el tráfico que se le atribuye es sólo de 1997 a 1999, so pretexto de que no se le iba a juzgar por ningún delito cometido antes del tratado de extradición firmado por los dos países. Aunque es públicamente sabido que sus actividades para mandar cocaína a la Unión Americana datan de principios de la década de 1980. En 2003 Fabio Ochoa fue condenado a cadena perpetua.

Ya debilitado y sin el apoyo de los norteamericanos, Pablo Escobar Gaviria, que pretendía tener los mismos beneficios que los hermanos Ochoa, se entregó a la justicia de su país en junio de 1991. Al enterarse de que sí lo iban a extraditar, al año siguiente se fugó de una prisión de lujo conocida como "La Catedral", localizada en el departamento colombiano de Antioquia. Un día después de haber cumplido 44 años, el 2 de diciembre de 1993 Escobar murió acribillado sobre el techo de una casa del populoso barrio La América, en Medellín, Colombia, por un grupo de 15 policías integrantes de un comando llamado Bloque de Búsqueda.

Al funeral de Pablo Escobar Gaviria asistieron 25 mil personas. El paso de los años fue consolidando su leyenda de hombre "inteligente", "audaz", "cruel" y "millonario". En realidad el capo de Medellín no era extraordinario en ningún sentido. ¿Quién no hubiera tenido éxito traficando toneladas de cocaína a Estados Unidos con la ayuda del mismo gobierno? Cuando Pablo murió, en México ya estaba entrenado su sucesor: su socio Amado Carrillo Fuentes, quien, junto con una carnada de narcos encabezada por Joaquín El Chapo Guzmán, los hermanos Beltrán Leyva y Héctor El Güero Palma, estaba listo para tomar la estafeta y escribir su propia leyenda bajo el sobrenombre de El Señor de los Cielos.

Durante la década de 1980 el gobierno de Estados Unidos crió a los cuervos que hoy le sacan los ojos. Dos grupos de narcotrafi cantes separados por la geografía y la historia se fundieron gracias a la CÍA en una alianza que perdura hasta ahora. El producto más desarrollado de esa alianza son el cártel de Sinaloa y el capo mexicano Joaquín El Chapo Guzmán, quien funge como jefe máximo de la organización de narcotráfico más poderosa del continente americano.