Rafael Alberti

Antología poética

Nació en El Puerto de Santa María (Cádiz) en 1902. Estudió en el Colegio de Jesuitas de su pueblo, y muy joven se trasladó a Madrid, donde sintió la vocación de la pintura, llegando a presentar una exposición de sus cuadros en el Ateneo madrileño. En 1924 publicó su primer libro, «Marinero en tierra», que obtuvo al año siguiente el Premio Nacional de Literatura. En 1930 se casó con la escritora

María Teresa León. En 1931 se afilia al Partido Comunista, y en 1934 funda, con su mujer, la revista revolucionaria «Octubre». Durante la guerra civil participa activamente en la lucha del lado republicano. Dirige la revista «El Mono Azul» y es secretario de la Alianza de Intelectuales Antifascistas. Al terminar la guerra se exilia a Buenos Aires, donde nace, un año después, su hija Aitana. De 1951 a 1955, viajes a la Unión Soviética y a los países socialistas. En 1957, viaje a China. En 1965 abandonó Buenos Aires y se trasladó a Roma hasta 1977, año en que regresó a España, tras su largo exiLIO.

A FEDERICO GARCÍA LORCA

Sal tú, bebiendo campos y ciudades,

en largo ciervo de agua convertido,

hacia el mar de las albas claridades,

del martín-pescador mecido nido;

que yo saldré a esperarte, amortecido,

hecho junco, a las altas soledades,

herido por el aire y requerido

por tu voz, sola entre las tempestades.

Deja que escriba, débil junco frío,

mi nombre en esas aguas corredoras,

que el viento llama, solitario, río.

Disuelto ya en tu nieve el nombre mío,

vuélvete a tus montañas trepadoras,

ciervo de espuma, rey del monterío.

10

A GALOPAR

Las tierras, las tierras, las tierras de España,

las grandes, las solas, desiertas llanuras.

Galopa, caballo cuatralbo,

jinete del pueblo,

al sol y a la luna.

¡A galopar,

a galopar,

hasta enterrarlos en el mar!

A corazón suenan, resuenan, resuenan

las tierras de España, en las herraduras.

Galopa, jinete del pueblo,

caballo cuatralbo,

caballo de espuma.

¡A galopar,

a galopar,

hasta enterrarlos en el mar!

Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie;

que es nadie la muerte si va en tu montura.

11

Galopa, caballo cuatralbo,

jinete del pueblo,

que la tierra es tuya.

¡A galopar,

a galopar,

hasta enterrarlos en el mar!

12

A LA ACUARELA

A ti, límpida, inmácula, expandida,

jubilosa, mojada, transparente.

Para el papel, su abrevadora frente

agua primaveral, lluvia florida.

A ti, instántanea rosa sumergida,

líquido espejo de mirar corriente.

Para el pincel, su cabellera ardiente,

fresca y mitigadora luz bebida.

A ti, ninfa de acequias y atanores,

alivio de la sed de los colores,

alma ligera, cuerpo de premura.

Llorada de tus ojos, corres, creces,

feliz te agotas, cantas, amaneces.

A ti, río hacia el mar de la Pintura.

13

A LUIS CERNUDA, AIRE DEL SUR BUSCADO EN

INGLATERRA

Si el aire se dijera un día:

- Estoy cansado,

rendido de mi nombre… Ya no quiero

ni mi inicial para firmar el bucle

del clavel, el rizado de la rosa,

el pliegecillo fino del arroyo,

el gracioso volante de la mar y el hoyuelo

que ríe en la mejilla de la vela…

Desorientado, subo de las blandas,

dormidas superficies

que dan casa a mi sueño.

Fluyo de las paradas enredaderas, calo

los ciegos ajimeces de las torres;

tuerzo, ya pura delgadez, las calles

de afiladas esquinas, penetrando,

roto y herido de los quicios, hondos

zaguanes que se van a verdes patios

donde el agua elevada me recuerda,

dulce y desesperada, mi deseo…

14

Busco y busco llamarme

¿con qué nueva palabra, de qué modo?

¿No hay soplo, no hay aliento,

respiración capaz de poner alas

a esa desconocida voz que me denomine?

Desalentado, busco y busco un signo,

un algo o alguien que me sustituya

que sea como yo y en la memoria

fresca de todo aquello, susceptible

de tenue cuna y cálido susurro,

perdure con el mismo

temblor, el mismo hálito

que tuve la primera

mañana en que al nacer, la luz me dijo:

- Vuela. Tú eres el aire.

Si el aire se dijera un día eso…

15

A MISS X, ENTERRADA EN EL VIENTO DEL OESTE

¡Ah, Miss X, Miss X: 20 años!

Blusas en las ventanas,

los peluqueros

lloran sin tu melena

- fuego rubio cortado-.

¡Ah, Miss X, Miss X sin sombrero,

alba sin colorete,

sola,

tan libre,

tú,

en el viento!

No llevabas pendientes.

Las modistas, de blanco, en los balcones,

perdidas por el cielo.

- ¡A ver!

¡Al fin!

¿Qué?

¡No!

Sólo era un pájaro,

no tú,

16

Miss X niña.

El barman, ¡oh, qué triste!

(Cerveza.

Limonada.

Whisky.

Cocktail de ginebra.)

Ha pintado de negro las botellas.

Y las banderas,

alegrías del bar,

de negro, a media asta.

¡Y el cielo sin girar tu radiograma!

Treinta barcos,

cuarenta hidroaviones

y un velero cargado de naranjas,

gritando por el mar y por las nubes.

Nada.

¡Ah, Miss X! ¿Adónde?

S. M. el Rey de tu país no come.

No duerme el Rey.

Fuma.

Se muere por la costa en automóvil.

Ministerios,

Bancos del oro,

Consulados,

Casinos,

Tiendas,

Parques,

cerrados.

Y, mientras, tú, en el viento

- ¿te aprietan los zapatos?-,

Miss X, de los mares

- di, ¿te lastima el aire?-.

¡Ah, Miss X, Miss X, qué fastidio!

Bostezo.

17

Adiós…

Good bye…

(Ya nadie piensa en ti. Las mariposas

de acero,

con las alas tronchadas,

incendiando los aires,

fijas sobre las dalias

movibles de los vientos.

Sol electrocutado.

Luna carbonizada.

Temor al oso blanco del invierno.

Veda.

Prohibida la caza

marítima, celeste,

por orden del Gobierno.

Ya nadie piensa en ti, Miss X niña.)

18

A ROSA DE ALBERTI, QUE TOCABA, PENSATIVA, EL ARPA

(SIGLO XIX)

Rosa de Alberti allá en el rodapié

del mirador del cielo se entreabría,

pulsadora del aire y prima mía,

al cuello un lazo blanco de moaré.

El barandal del arpa, desde el pie

hasta el bucle en la nieve, la cubría.

Enredando sus cuerdas, verdecía,

alga en hilos, la mano que se fue.

Llena de suavidades y carmines,

fanal de ensueño, vaga y voladora,

voló hacia los más altos miradores.

¡Miradla querubín de querubines,

del vergel de los aires pulsadora.

Pensativa de Alberti entre las flores!

19

A UN CAPITÁN DE NAVÍO

Sobre tu nave -un plinto verde de algas marinas,

de moluscos, de conchas, de esmeralda estelar,

capitán de los vientos y de las golondrinas-,

fuiste condecorado por un golpe de mar.

Por ti los litorales de frentes serpentinas

desenrollan, al paso de tu arado, un cantar:

- Marinero, hombre libre que los mares declinas,

dinos los radiogramas de tu estrella Polar.

Buen marinero, hijo de los llantos del norte,

limón del mediodía, bandera de la corte

espumosa del agua, cazador de sirenas;

todos los litorales amarrados del mundo

pedimos que nos lleves en el surco profundo

de tu nave, a la mar, rotas nuestras cadenas.

Homme libre, toujours

tu chériras la mer.

C. BAUDELAIRE

20

AL CLAROSCURO

A ti, nocturno, por la luz herido,

luz por la sombra herida de repente;

arrebatado, oscuro combatiente,

claro ofensor de súbito ofendido.

A ti, acosado, envuelto, interrumpido,

pero de pie, desesperadamente.

Si el día tiembla, tú, noche valiente;

si la noche, tú, día enardecido.

A ti, contrario en busca de un contrario,

adverso que al morder a su adversario

clava la sombra en una luz segura.

Tu duro batallar es el más duro:

claro en la noche y por el día oscuro.

A ti, Rembrandt febril de la Pintura.

21

AL COLOR

A ti, sonoro, puro, quieto, blando,

incalculable al mar de la paleta,

por quien la neta luz, la sombra neta

en su transmutación pasan soñando.

A ti, por quien la vida combinando

color y color busca ser concreta;

metamorfosis de la forma, meta

del paisaje tranquilo o caminando.

A tí, armónica lengua, cielo abierto,

descompasado dios, orden, concierto,

raudo relieve, lisa investidura.

Los posibles en ti nunca se acaban.

Las materias sin términos te alaban.

A ti, gloria y pasión de la Pintura.

22

ALGUIEN

Alguien barre

y canta

y barre

(zuecos en la madrugada).

Alguien

dispara las puertas.

¡Qué miedo,

madre!

(¡Ay, los que en andas del viento,

en un velero a estas horas

vayan arando los mares!)

Alguien barre

y canta

y barre.

Algún caballo, alejándose,

imprime su pie en el eco

de la calle.

¡Qué miedo,

madre!

23

¡Si alguien llamara a la puerta!

¡Si se apareciera padre

con su túnica talar

chorreando!…

¡Qué horror,

madre!

Alguien barre

y canta

y barre.

24

AMARANTA

Rubios, pulidos senos de Amaranta,

por una lengua de lebrel limados

pórticos de limones desviados

por el canal que asciende a tu garganta.

Rojo, un puente de rizos se adelanta

e incendia tus marfiles ondulados.

Muerde, heridor, tus dientes desangrados,

y corvo, en vilo, al viento te levanta.

La soledad, dormida en la espesura

calza su pie de céfiro y desciende

del olmo alto al mar de la llanura.

Su cuerpo en sombra, oscuro, se le enciende,

y gladiadora, como un ascua impura

entre Amaranta y su amador se tiende.

25

ASOMBRO DE LA ESTRELLA ANTE EL DESTELLO

Asombro de la estrella ante el destello

de su cardada lumbre en alborozo.

Sueña el melocotón en que su bozo

Al aire pueda amanecer cabello.

Atónito el limón y agriado el cuello,

Sufre en la greña del membrillo mozo,

Y no hay para la rosa mayor gozo

Que ver sus piernas de espinado vello.

Ensombrecida entre las lajas, triste

De sufrirlas tan duras y tan solas,

Lisas para el desnudo de sus manos,

Ante el crinado mar que las embiste,

Mira la adolescente por las olas

Poblársele las ingles de vilanos.

26

CAMPO DE BATALLA

Nace en las ingles un calor callado,

como un rumor de espuma silencioso.

Su dura mimbre el tulipán precioso

dobla sin agua, vivo y agotado.

Crece en la sangre un desasosegado,

urgente pensamiento belicoso.

La exhausta flor perdida en su reposo

rompe su sueño en la raíz mojado.

Salta la tierra y de su entraña pierde

savia, veneno y alameda verde.

Palpita, cruje, azota, empuja, estalla.

La vida hiende vida en plena vida.

Y aunque la muerte gane la partida,

todo es un campo alegre de batalla.

27

CAN DE LLAMAS

Sur.

Campo metálico, seco.

Plano, sin alma, mi cuerpo.

Centro.

Grande, tapándolo todo,

la sombra fija del perro.

Norte.

Espiral sola mi alma,

jaula buscando a su sueño.

¡Salta sobre los dos! ¡Hiérelos!

¡Sombra del can, fija, salta!

¡Únelos, sombra del perro!

Riegan los aires aullidos

dentados de agudos fuegos.

28

¡Norte!

Se agiganta el viento norte…

Y huye el alma.

¡Sur!

Se agiganta el viento sur…

Y huye el cuerpo.

¡Centro!

Y huye, centro,

candente, intensa, infinita,

la sombra inmóvil del perro.

Su sombra fija.

Campo metálico, seco.

Sin nadie.

Seco.

29

CANCIÓN 8

Hoy las nubes me trajeron,

volando, el mapa de España.

¡Qué pequeño sobre el río,

y qué grande sobre el pasto

la sombra que proyectaba!

Se le llenó de caballos

la sombra que proyectaba.

Yo, a caballo, por su sombra

busqué mi pueblo y mi casa.

Entré en el patio que un día

fuera una fuente con agua.

Aunque no estaba la fuente,

la fuente siempre sonaba.

Y el agua que no corría

volvió para darme agua.

30

CANCIÓN A ALTAIR

Cuando abre sus piernas Altair

en la mitad del cielo,

fulge en su centro la más bella noche

concentrada de estrellas

que palpitan lloviéndose en mis labios,

mientras aquí en la tierra,

una lejana, ardiente

pupila sola, anuncia la llegada

de una nueva; dichosa,

ciega constelación desconocida.

Altair:

Oh, soñar con tus siempre apetecidas

altas colinas dulces y apretadas,

y con tus manos juntas resbaladas,

en el monte de Venus escondidas…

31

CANCIÓN DE AMOR

Amor, deja que me vaya,

déjame morir, amor.

Tú eres el mar y la playa.

Amor.

Amor, déjame la vida,

no dejes que muera, amor.

Tú eres mi luz escondida.

Amor.

Amor, déjame quererte.

Abre las fuentes, amor.

Mis labios quieren beberte.

Amor.

Amor, está anocheciendo.

Duermen las flores, amor,

y tú estás amaneciendo.

Amor.

32

CANTO RÍO CON TUS AGUAS

Canto, río, con tus aguas:

De piedra, los que no lloran.

De piedra, los que no lloran.

De piedra, los que no lloran.

Yo nunca seré de piedra.

Lloraré cuando haga falta.

Lloraré cuando haga falta.

Lloraré cuando haga falta.

Canto, río, con tus aguas:

De piedra, los que no gritan.

De piedra, los que no ríen.

De piedra, los que no cantan.

Yo nunca seré de piedra.

Gritaré cuando haga falta.

33

Reiré cuando haga falta.

Cantaré cuando haga falta.

Canto, río, con tus aguas:

Espada, como tú, rio.

Como tú también, espada.

También, como tú, yo, espada.

Espada, como tú, río,

blandiendo al son de tus aguas:

De piedra, los que no lloran.

De piedra, los que no gritan.

De piedra, los que no ríen.

De piedra, los que no cantan.

34

CORRIDA DE TOROS

De sombra, sol y muerte, volandera

grana zumbando, el ruedo gira herido

por un clarín de sangre azul torera.

Abanicos de aplausos, en bandadas,

descienden, giradores, del tendido,

la ronda a coronar de los espadas.

Se hace añicos el aire, y violento,

un mar por media luna gris mandado

prende fuego a un farol que apaga el viento.

¡Buen caballito de los toros, vuela,

sin más jinete de oro y plata, al prado

de tu gloria de azúcar y canela!

Cinco picas al monte, y cinco olas

sus lomos empinados convirtiendo

en verbena de sangre y banderolas.

Carrusel de claveles y mantillas

de luna macarena y sol, bebiendo,

de naranja y limón, las banderillas.

35

Blonda negra, partida por dos bandas,

de amor injerto en oro la cintura,

presidenta del cielo y las barandas,

rosa en el palco de la muerte aún viva,

libre y por fuera sanguinaria y dura,

pero de corza el corazón, cautiva.

Brindis, cristiana mora, a ti, volando,

cuervo mudo y sin ojos, la montera

del áureo espada que en el sol lidiando

y en la sombra, vendido, de puntillas,

da su junco a la media luna fiera,

y a la muerte su gracia, de rodillas.

Veloz, rayo de plata en campo de oro

nacido de la arena y suspendido,

por un estambre, de la gloria, al toro,

mar sangriento de picas coronado,

en dolorosa grana convertido,

centrar el ruedo manda, traspasado.

Feria de cascabel y percalina,

muerta la media luna gladiadora,

de limón y naranja, remolina

de la muerte, girando, y los toreros,

bajo una alegoría voladora

de palmas, abanicos y sombreros.

36

CUBA DENTRO DE UN PIANO

Cuando mi madre llevaba un sorbete de fresa por

sombrero

y el humo de los barcos aun era humo de habanero.

Mulata vuelta bajera.

Cádiz se adormecía entre fandangos y habaneras

y un lorito al piano quería hacer de tenor.

Dime dónde está la flor que el hombre tanto venera.

Mi tío Antonio volvía con su aire de insurrecto.

La Cabaña y el Príncipe sonaban por los patios del

Puerto.

(Ya no brilla la Perla azul del mar de las Antillas.

Ya se apagó, se nos ha muerto).

Me encontré con la bella Trinidad.

Cuba se había perdido y ahora era verdad.

Era verdad, no era mentira.

Un cañonero huido llegó cantándolo en guajiras.

La Habana ya se perdió. Tuvo la culpa el

dinero…

37

Calló, cayó el cañonero.

Pero después, pero ¡ah! después…

fue cuando al SÍ lo hicieron YES.

38

CÚBREME, AMOR, EL CIELO DE LA BOCA

Cúbreme, amor, el cielo de la boca

con esa arrebatada espuma extrema,

que es jazmín del que sabe y del que quema,

brotado en punta de coral de roca.

Alóquemelo, amor, su sal, aloca

Tu lancinante aguda flor suprema,

Doblando su furor en la diadema

del mordiente clavel que la desboca.

¡Oh ceñido fluir, amor, oh bello

borbotar temperado de la nieve

por tan estrecha gruta en carne viva,

para mirar cómo tu fino cuello

se te resbala, amor, y se te llueve

de jazmines y estrellas de saliva!

39

DESAHUCIO

Ángeles malos o buenos,

que no sé,

te arrojaron en mi alma.

Sola,

sin muebles y sin alcobas,

deshabitada.

De rondón, el viento hiere

las paredes,

las más finas, vítreas láminas.

Humedad. Cadenas. Gritos.

Ráfagas.

Te pregunto:

¿cuándo abandonas la casa,

dime,

qué ángeles malos, crueles,

quieren de nuevo alquilarla?

Dímelo.

40

DIÁLOGO ENTRE VENUS Y PRÍAPO

Príapo:

…Despierta, sí, cerrada

caverna de coral. Voy por tus breñas,

cabeceante, ciego, perseguido.

Ábrete a mi llamada,

al mismo sueño que en tu gruta sueñas.

Tus rojas furias sueltas me han mordido.

¿Me escuchas en lo oscuro?

sediento, he jadeado las colinas

y descendido al valle donde empieza

el caminar más duro,

pues todo, aunque cabellos, son espinas,

montes allí rizados de maleza.

¿Duermes aún? ¿No sientes

cómo mi flor, brillante y ruborosa

la piel, extensa y alta se desnuda,

y con labios calientes

- coral los tuyos y los míos rosa-

besa la noche de tus labios muda?

41

¡Despierta!…

Venus:

¿Quién me nombra?

¿quién persigue mis óleos seminales,

quién mi gruta de sombra

y navegar oculto mis canales?

Príapo:

Quien solamente puede y se desvela,

levantado por ti, de noche y día,

se atiranta en candela

y no se dobla hasta que el mar lo enfría

¡Deja que te contemple!

Venus:

Que te mire

déjame a mí también. ¡Siempre eres bello!

Príapo:

¡Déjame que en tus selvas te respire!

Venus:

¡Que me despeine en tu robusto cuello!

Príapo:

¿Por qué dormías?

Venus:

Todo era fingido.

Mi dormir no era más que desearte.

Tú alzas mi sueño cuando estás dormido.

Nací tan sólo para levantarte.

42

Príapo:

¡Oh noche clara!

Venus:

¡Oh clara luna llena!

¡Rayo directo que me inundas!

Príapo:

Eres taza de espuma azul,

concha marina,

alga abierta en la arena,

paraíso de sal de las mujeres

secreto erizo que en la mar trasmina.

Golfo nocturno, ábrete a mí, bañadas

del más cálido aliento tus riberas.

Sabes a mosto submarino, a olas

en vivientes moluscos despeñadas,

a tajamares, soles de escolleras

ya rumor de perdidas caracolas.

Sabes también…

Venus:

Repósate un momento…

Príapo:

El reposar es mi mayor tristeza.

Venus:

También yo quiero repetir al viento

toda mi admiración por tu grandeza.

Príapo:

Hincho las velas. Habla.

43

Venus:

Eres trinquete,

palo mesana, torre indagadora

y, ardido del más rojo gallardete,

cresta de gallo al despuntar la aurora.

Sales de un bosque, lanza o jabalina.

Redondos aramboles, de espejuelos

te alumbran cuando cazas.

Pende en los dos la gloria masculina.

Llenas las nubes, los cargados cielos

rebosan de sus tazas.

Príapo:

¡Oh, ven más cerca! ¡Ven!

Venus:

¡No! No me riegues,

amor, de blancos copos todavía.

Guarda, mi bien, esas nevadas flores

hasta que al fin me llegues

a lo más hondo de mi cueva umbría

con tus largos y ocultos surtidores.

Príapo:

¿Qué quieres más?

Venus:

Anhelo que me cantes

cosas que faltan. Mis alrededores

prometen sima al sur y al norte cumbres.

Príapo:

Hacia ellas van mis rayos penetrantes,

su flor certera, sus certeras lumbres.

44

Venus:

¿Qué ves, qué me iluminas?

Príapo:

¡Oh precipicio, oh noche bordeada

de oscuridad también! ¡Despeñadero

que hacia las sombras sólo me encaminas!

Te miro y más se hunde mi mirada.

si la dicha es redonda, está en tu cero.

Venus:

Pasa a los altos, sube a los alcores…

¿qué ves ahora, dime?

Príapo:

Un baluarte

de clavel y de nieve a cada lado.

¡Oh fortalezas! ¡Claros miradores

para clavar en ellos mi estandarte

y descender al bosque enamorado!

Venus:

Dime si escondes para mi ventura

cosas que acaso yo no sepa.

Príapo:

Escondo,

también allá en lo hondo

de una caverna oscura,

de blancas y mordientes

almenas vigiladas,

una muy dulce y de humedad mojada

cautiva…

45

Venus:

Yo prosigo. Son los dientes

los que fijos la rondan y dan vela.

También yo otra cautiva

como la tuya aguardo. ¿No la sientes?

A navegar sobre su propia estela

mírala aquí dispuesta, siempre viva.

Príapo:

¡Oh encendido alhelí, flor rumorosa!

Deja que tu saliva

de miel, que tu graciosa

corola lanceolada de rubíes

mojen mi lengua, ansiosa

de en la tuya mojar mis carmesíes.

Venus:

¡Flor contra flor!

Príapo:

¡Qué blandos oleajes

ya por mis flancos tu alhelí resbala!

Venus:

Gira la noche…

Príapo:

Cantan los cordajes…

Venus:

Cambia el viento… Dan vuelta los paisajes…

46

Príapo:

Y hace en tus labios mi navío escala,

mientras tu fuente oculta, prisionera

de mi boca, entreabriendo

su dócil ya y sumisa enredadera,

dulce y quejosamente va fluyendo.

Venus:

¡Oh bonanza!

Príapo:

¡Oh tranquilo

descanso ahora! ¡Calmas, aunque plenas,

nuncios ya de los hondos y más duros

combates!

Venus:

¡Desflecadas, hilo a hilo,

tus espumas descienden mis almenas.

Príapo:

Tus arroyos y peces más oscuros

me corren por los labios todavía.

Venus:

Un sabor a jazmín me permanece

ya tallo donde nada antes crecía.

Príapo:

A tallo que por ti de nuevo crece.

Venus:

¡Oh asombro! ¡Prodigiosa,

mágica fuerza!

47

Príapo:

¡Abismo que me atrae!

Venus:

¡Oh cima misteriosa!

Príapo:

¡Cima que sólo en ese abismo cae!

Venus:

Qué mármol jaspeado!

¡Pálida, arquitectónica belleza!

¡Qué alto fuste estriado

de azules ríos! ¡Capitel armado

para elevar el mundo en su cabeza!

Príapo:

Avanzo ya.

Venus:

La noche abrasa.

Príapo:

Gotas

de esperma verde tiemblan los luceros.

Venus:

Las dehesas remotas

de la luna, sus albos ventisqueros

se llenan de bramidos.

Del cielo penden signos genitales.

La Vía Láctea rueda sus henchidos

torrentes de amorosos sementales

48

Príapo:

Gruta sagrada, toco tus orillas.

Abre tus labios ya, siénteme dentro.

Venus:

¡Oh maravilla de las maravillas!

¡Luz que me quema el más profundo centro!

Príapo:

Se confunden los bosques, las lianas

se juntan y conmueven.

en el pomar revientan las manzanas

y en el jardín copos de nardos llueven.

Venus:

¡Qué bien cubres mis ámbitos! Sus muros

¡cómo me los ensanchas y los llenas!

¡Qué pleamar, qué viento acompasados!

Príapo:

Jaca y jinete, unísonos, seguros,

galopan de corales y de arenas

y de espumas bañados.

Venus:

Detente, amor. No infundas ese aliento

tan rápido a las brisas. Aminora

un poco el paso. Da a tu movimiento

un ritmo nuevo ahora.

Príapo:

Pondré en mis alas un volar más lento.

49

Venus:

¡Dulce vaivén! rezuman mis paredes

las más blandas esencias.

Príapo:

Desasidas de sus más hondas redes,

ya mis médulas saltan encendidas.

Venus:

Ten más el freno.

Príapo:

¿El freno? Querencioso,

mi caballo se pierde a la carrera.

Venus:

Sigo también su galopar furioso,

antes que derramado en mí se muera.

Príapo:

¡Amor!

Venus:

¡Amor! La noche se desvae.

Nos baña el mar. ¡Oh luz! El mundo canta.

Cae la luna… El viento…

Príapo:

Todo cae

cuando el gallo del hombre se levanta.

50

DIME QUE SÍ

Dime que sí,

compañera,

marinera,

dime que sí.

Dime que he de ver la mar,

que en la mar he de quererte;

compañera,

dime que sí.

Dime que he de ser el viento,

que en el viento he de quererte;

marinera,

dime que sí.

Dime que sí,

compañera,

dime,

dime que sí.

51

Del barco que yo tuviera,

serías tú la costurera.

Las jarcias, de seda fina;

de fina holanda, la vela.

- ¿Y el hilo, marinerito?

- Un cabello de tus trenzas.

52

EL ABURRIMIENTO

Me aburro.

Me aburro.

Me aburro.

¡Cómo en Roma me aburro!

Más que nunca me aburro.

Estoy muy aburrido.

¡Qué aburrido estoy!

Quiero decir de todas las maneras

lo aburrido que estoy.

Todos ven en mi cara mi gran aburrimiento.

Innegable, señor.

Es indisimulable.

¿Está usted aburrido?

Me parece que está usted aburrido.

Dígame, ¿adónde va tan aburrido?

¿Que usted va a las iglesias con ese aburrimiento?

No es posible, señor; que vaya a las iglesias

con ese aburrimiento.

53

¿Que a los museos -dice- siendo tan aburrido?

¿Quién no siente en mi andar lo aburrido que estoy?

¡Qué aire de aburrimiento!

A la legua se ve su gran aburrimiento.

Mi gran aburrimiento.

Lo aburrido que estoy.

Y sin embargo… ¡Oooh!

He pisado una caca…

Acabo de pisar -¡Santo Dios!- una caca…

Dicen que trae suerte el pisar una caca…

Que trae mucha suerte el pisar una caca…

¿Suerte, señores, suerte?

¿La suerte… la… la suerte?

Estoy pegado al suelo.

No puedo caminar.

Ahora sí que ya nunca volveré a caminar.

Me aburro, ay, me aburro.

Más que nunca me aburro.

Muero de aburrimiento.

No hablo más…

Me morí.

54

EL ALBA DENOMINADORA

A embestidas suaves y rosas,

la madrugada te iba poniendo nombres:

Sueño equivocado,

Ángel sin salida,

Mentira de lluvia en bosque.

Al lindero de mi alma,

que recuerda los ríos,

indecisa, dudó, inmóvil:

¿Vertida estrella,

Confusa luz en llanto,

Cristal sin voces?

No.

Error de nieve en agua, tu nombre.

55

EL ÁNGEL ÁNGEL

Y el mar fue y le dio un nombre

y un apellido el viento

y las nubes un cuerpo

y un alma el fuego.

La tierra, nada.

Ese reino movible,

colgado de las águilas,

no la conoce.

Nunca escribió su sombra

la figura de un hombre.

56

EL ÁNGEL AVARO

Gentes de las esquinas

de pueblos y naciones que no están en el mapa

comentaban.

- Ese hombre está muerto

y no lo sabe.

Quiere asaltar la banca,

robar nubes, estrellas, cometas de oro,

comprar lo más difícil:

el cielo:

Y ese hombre está muerto.

Temblores subterráneos le sacuden la frente.

Tumbos de tierra desprendida,

ecos desvariados,

sones confusos de piquetas y azadas,

los oídos.

Los ojos,

luces de acetileno,

húmedas, áureas galerías.

57

El corazón,

explosiones de piedras, júbilos, dinamita.

Sueña con las minas.

58

EL ÁNGEL BUENO

Un año, ya dormido,

alguien quien no esperaba

se paró en mi ventana.

- ¡Levántate Y mis ojos

vieron plumas y espadas.

Atrás, montes y mares,

nubes, picos y alas,

los ocasos, las albas.

- ¡Mírala ahí! Su sueño,

pendiente de la nada.

- ¡Oh anhelo, fijo mármol,

fija luz, fijas aguas

movibles de mi alma!

Alguien dijo: ¡Levántate!

Y me encontré en tu estancia.

59

EL ÁNGEL DE LOS NÚMEROS

Vírgenes con escuadras

y compases, velando

las celestes pizarras.

Y el ángel de los números,

pensativo, volando,

del 1 al 2, del 2

al 3, del 3 al 4.

Tizas frías y esponjas

rayaban y borraban

la luz de los espacios.

Ni sol, luna, ni estrellas,

ni el repentino verde

60

del rayo y el relámpago,

ni el aire. Sólo nieblas.

Vírgenes sin escuadras,

sin compases, llorando.

Y en las muertas pizarras,

el ángel de los números,

sin vida, amortajado

sobre el 1 y el 2,

sobre el 3, sobre el 4…

61

EL ÁNGEL DEL CARBÓN

Feo, de hollín y fango.

¡No verte!

Antes, de nieve, áureo,

en trineo por mi alma.

Cuajados pinos. Pendientes.

Y ahora por las cocheras,

de carbón, sucio.

¡Te lleven!

Por los desvanes de los sueños rotos.

Telarañas. Polillas. Polvo.

¡Te condenen!

Tiznados por tus manos,

mis muebles, mis paredes.

62

En todo,

tu estampado recuerdo

de tinta negra y barro.

¡Te quemen!

Amor, pulpo de sombra,

malo.

63

EL ÁNGEL DESCONOCIDO

¡Nostalgia de los arcángeles!

Yo era…

Miradme.

Vestido como en el mundo,

ya no se me ven las alas.

Nadie sabe cómo fui.

No me conocen.

Por las calles, ¿quién se acuerda?

Zapatos son mis sandalias.

Mi túnica, pantalones

y chaqueta inglesa.

Dime quién soy.

Y, sin embargo, yo era…

Miradme.

64

EL CUERPO DESHABITADO

Yo te arrojé de mi cuerpo,

yo, con un carbón ardiendo.

- Vete.

Madrugada.

La luz, muerta en las esquinas

y en las casas.

Los hombres y las mujeres

ya no estaban.

- Vete.

Quedó mi cuerpo vacío,

negro saco, a la ventana.

Se fue.

Se fue, doblando las calles.

Mi cuerpo anduvo, sin nadie.

65

EL FAROLERO Y SU NOVIA

- Bien puedes amarme aquí,

que la luna yo encendí,

tú, por ti, sí, tú, por ti.

- Sí, por mí.

- Bien puedes besarme aquí,

faro, farol farolera,

la más álgida que vi.

- Bueno, sí.

- Bien puedes matarme aquí,

gélida novia lunera

del faro farolerí.

- Ten. ¿Te di?

66

EL MAR. LA MAR

El mar. La mar.

El mar. ¡Sólo la mar!

¿Por qué me trajiste, padre,

a la ciudad?

¿Por qué me desenterraste

del mar?

En sueños, la marejada

me tira del corazón.

Se lo quisiera llevar.

Padre, ¿por qué me trajiste

acá?

67

EL NIÑO DE LA PALMA (CHUFLILLAS)

¡Qué revuelo!

¡Aire, que al toro torillo

le pica el pájaro pillo

que no pone el pie en el suelo!

¡Qué revuelo!

Ángeles con cascabeles

arman la marimorena,

plumas nevando en la arena

rubí de los redondeles.

La Virgen de los caireles

baja una palma del cielo.

¡Qué revuelo!

- Vengas o no en busca mía,

torillo mala persona,

dos cirios y una corona

tendrás en la enfermería.

¡Qué alegría!

¡Cógeme, torillo fiero!

¡Qué salero!

68

De la gloria a tus pitones,

bajé, gorrión de oro,

a jugar contigo al toro,

no a pedirte explicaciones.

¡A ver si te las compones

y vuelves vivo al chiquero!

¡Qué salero!

¡Cógeme, torillo fiero!

Alas en las zapatillas,

céfiros en las hombreras,

canario de las barreras,

vuelas con las banderillas.

Campanillas

te nacen en las chorreras.

¡Qué salero!

¡Cógeme, torillo fiero!

Te digo y te lo repito,

para no comprometerte,

que tenga cuernos la muerte

a mí se me importa un pito.

Da, toro torillo, un grito

y ¡a la gloria en angarillas!

¡Qué salero!

¡Que te arrastran las mulillas!

¡Cógeme, torillo fiero!

69

EL TONTO DE RAFAEL

Por las calles, ¿quién aquél?

¡El tonto de Rafael!

Tonto llovido del cielo,

del limbo, sin un ochavo.

Mal pollito colipavo,

sin plumas, digo, sin pelo.

¡Pío-pic!, pica, y al vuelo

todos le pican a él.

¿Quién aquél?

¡El tonto de Rafael!

Tan campante, sin carrera,

no imperial, sí tomatero,

grillo tomatero, pero

sin tomate en la grillera.

Canario de la fresquera,

no de alcoba o mirabel.

¿Quién aquél?

¡El tonto de Rafael!

Tontaina tonto del higo,

rodando por las esquinas

Autorretrato burlesco

70

bolas, bolindres, pamplinas

y pimientos que no digo.

Mas nunca falta un amigo

que le mendigue un clavel.

¿Quién aquél?

¡El tonto de Rafael!

Patos con gafas, en fila,

lo raptarán tontamente

en la berlina inconsciente

de San Jinojito el lila.

¿Qué runrún, qué retahíla

sube el cretino eco fiel?

¡Oh, oh, pero si es aquél

el tonto de Rafael!

71

ELEGÍA A GARCILASO

Hubierais visto llorar a las yedras

cuando el agua más triste

se pasó toda una noche

velando a un yelmo ya sin alma,

a un yelmo moribundo sobre una rosa

nacida en el vaho que duerme

los espejos de los castillos

a esa hora en que los nardos más secos

se acuerdan de su vida

al ver que las violetas difuntas

abandonan sus cajas

y los laúdes se ahogan

por arrollarse a sí mismos.

Es verdad que los fosos inventaron el sueño

y los fantasmas.

Yo no sé lo que mira en las almenas

esa inmóvil armarnadura vacía.

¿Cómo hay luces que decretan

tan pronto la agonía de las espadas

si piensan en que un lirio es vigilado

…antes de tiempo y casi en flor cortada.

GARCILASO DE LA VEGA

72

por hojas que duran mucho más tiempo?

Vivir poco y llorando es el sino

de la nieve que equivoca su ruta.

En el sur siempre es cortada

casi en flor el ave fría.

73

EN EL DÍA DE SU MUERTE A MANO ARMADA

Decidme de una vez si no fue alegre todo aquello

5 x 5 entonces no eran todavía 25

ni el alba había pensado en la negra existencia de los

/malos cuchillos.

Yo te juro a la luna no ser cocinero,

tú me juras a la luna no ser cocinera,

él nos jura a la luna no ser siquiera humo de tan

/tristísima cocina.

¿Quién ha muerto?

La oca está arrepentida de ser pato,

el gorrión de ser profesor de lengua china,

el gallo de ser hombre,

74

yo de tener talento y admirar lo desgraciada

que suele ser en el invierno la suela de un zapato.

A una reina se le ha perdido su corona,

a un presidente de república su sombrero,

a mí…

Creo que a mí no se me ha perdido nada,

que a mí nunca se me ha perdido nada,

que a mí…

¿Qué quiere decir buenos días?

75

GIMIENDO POR VER EL MAR

Gimiendo por ver el mar,

un marinerito en tierra

iza al aire este lamento:

¡Ay mi blusa marinera!

Siempre me la inflaba el viento

al divisar la escollera.

76

GRUMETE

¡No pruebes tú los licores!

¡Tú no bebas!

¡Marineros, bebedores,

los de las obras del puerto,

que él no beba!

¡Qué él no beba, pescadores!

¡Siempre sus ojos despiertos,

siempre sus labios abiertos

a la mar, no a los licores!

¡Que él no beba!

77

GUERRA A LA GUERRA POR LA GUERRA

Guerra a la guerra por la guerra. Vente.

Vuelve la espalda. El mar. Abre la boca.

Contra una mina una sirena choca

Y un arcángel se hunde, indiferente.

Tiempo de fuego. Adiós. Urgentemente.

Cierra los ojos. Es el monte. Toca.

Saltan las cumbres salpicando roca

Y un arcángel se hunde, indiferente.

¿Dinamita a la luna también? Vamos.

Muerte a la muerte por la muerte: guerra.

En verdad, piensa el toro, el mundo es bello

Encendidos están, amor, los ramos.

Abre la boca. (El mar. El monte.) Cierra

Los ojos y desátate el cabello.

78

HUELE A SANGRE MEZCLADA CON ESPLIEGO

Huele a sangre mezclada con espliego,

Venida entre un olor de resplandores.

A sangre huelen las quemadas flores

Y a súbito ciprés de sangre el fuego.

Del aire baja un repentino riego

De astro y sangre resueltos en olores,

Y un tornado de aromas y colores

Al mundo deja por la sangre ciego.

Fría y enferma y sin dormir y aullando,

Desatada la fiebre va saltando,

Como un temblor, por las terrazas solas.

Coagulada la luna en la cornisa,

Mira la adolescente sin camisa

Poblársele las ingles de amapolas.

79

INVITACIÓN AL AIRE

Te invito, sombra, al aire.

Sombra de veinte siglos,

a la verdad del aire,

del aire, aire, aire.

Sombra que nunca sales

de tu cueva, y al mundo

no devolviste el silbo

que al nacer te dio el aire,

del aire, aire, aire.

Sombra sin luz, minera

por las profundidades

de veinte tumbas, veinte

siglos huecos sin aire,

del aire, aire, aire.

¡Sombra, a los picos, sombra,

de la verdad del aire,

del aire, aire, aire!

80

LA NIÑA ROSA, SENTADA

La niña rosa, sentada.

Sobre su falda,

como una flor,

abierto, un atlas.

¡Cómo la miraba yo

viajar, desde mi balcón!

Su dedo, blanco velero,

desde las islas Canarias

iba a morir al mar Negro.

¡Cómo la miraba yo

morir, desde mi balcón!.

La niña, rosa sentada.

Sobre su falda,

como una flor,

cerrado, un atlas.

Por el mar de la tarde

van las nubes llorando

rojas islas de sangre.

81

LA PALOMA

Se equivocó la paloma.

Se equivocaba.

Por ir al Norte, fue al Sur.

Creyó que el trigo era agua.

Se equivocaba.

Que las estrellas, rocío;

que la calor, la nevada.

Se equivocaba.

Que tu falda era tu blusa;

que tu corazón, su casa.

Se equivocaba.

Ella se durmió en la orilla.

Tú, en la cumbre de una rama.

82

LLORABA RECIO, GOLPEANDO, OSCURO

Lloraba recio, golpeando, oscuro,

las humanas paredes sin salida.

Para marcarlo de una sacudida,

Lo esperaba la luz fuera del muro.

Grito en la entraña que lo hincó, futuro,

Desventuradamente y resistida

Por la misma cerrada, abierta herida

Que ha de exponerlo al primer golpe duro.

¡Qué desconsolación y qué ventura!

Monstruo batido en sangre, descuajado

De la cueva carnal del sufrimiento.

Mama la luz y agótala, criatura,

Tabícala en tu ser iluminado,

Que mamas con la leche el pensamiento.

83

LO QUE DEJÉ POR TI

Dejé por ti mis bosques, mi perdida

arboleda, mis perros desvelados,

mis capitales años desterrados

hasta casi el invierno de la vida.

Dejé un temblor, dejé una sacudida,

un resplandor de fuegos no apagados,

dejé mi sombra en los desesperados

ojos sangrantes de la despedida.

Dejé palomas tristes junto a un río,

caballos sobre el sol de las arenas,

dejé de oler la mar, dejé de verte.

Dejé por ti todo lo que era mío.

Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,

tanto como dejé para tenerte.

84

LOS ÁNGELES MUERTOS

Buscad, buscadlos:

en el insomnio de las cañerías olvidadas,

en los cauces interrumpidos por el silencio de las

basuras.

No lejos de los charcos incapaces de guardar una nube,

unos ojos perdidos,

una sortija rota

o una estrella pisoteada.

Porque yo los he visto:

en esos escombros momentáneos que aparecen en las

neblinas.

Porque yo los he tocado:

en el destierro de un ladrillo difunto,

venido a la nada desde una torre o un carro.

Nunca más allá de las chimeneas que se derrumban

ni de esas hojas tenaces que se estampan en los

/zapatos.

En todo esto.

Mas en esas astillas vagabundas que se consumen sin

/fuego,

85

en esas ausencias hundidas que sufren los muebles

desvencijados,

no a mucha distancia de los nombres y signos que se

enfrían en las paredes.

Buscad, buscadlos:

debajo de la gota de cera que sepulta la palabra de un

/libro

o la firma de uno de esos rincones de cartas

que trae rodando el polvo.

Cerca del casco perdido de una botella,

de una suela extraviada en la nieve,

de una navaja de afeitar abandonada al borde de un

/precipicio.

86

LOS ÁNGELES SONÁMBULOS

l

Pensad en aquella hora:

cuando se rebelaron contra un rey en tinieblas

los ojos invisibles de las alcobas.

Lo sabéis, lo sabéis. ¡Dejadme!

Si a lo largo de mí se abren grietas de nieve,

tumbas de aguas paradas

nebulosas de sueños oxidados,

echad la llave para siempre a vuestros párpados.

¿Qué queréis?

Ojos invisibles, grandes, atacan.

Púas incandescentes se hunden en los tabiques.

Ruedan pupilas muertas,

sábanas.

Un rey es un erizo de pestañas.

87

2

También,

también los oídos invisibles de las alcobas,

contra un rey en tinieblas.

Ya sabéis que mi boca es un pozo de nombres

de números y letras difuntos.

Que los ecos se hastían sin mis palabras

y lo que jamás dije desprecia y odia al viento.

Nada tenéis que oír.

¡Dejadme!

Pero oídos se agrandan contra el pecho.

De escayola, fríos,

bajan a la garganta,

a los sótanos lentos de la sangre,

a los tubos de los huesos.

Un rey es un erizo sin secreto.

Como yo, como todos.

Y nadie espera ya la llegada del expreso,

la visita oficial de la luz a los mares necesitados,

la resurrección de las voces en los ecos que se

/calcinan.

88

LUNA MÍA DE AYER, HOY DE MI OLVIDO

Luna mía de ayer, hoy de mi olvido,

Ven esta noche a mí, baja a la tierra,

Y en vez de ser hoy luna de la guerra,

Sélo tan sólo de mi amor dormido.

Dale en tu luz el reno perseguido

Que por los yelos de tus ojos yerra,

Y dile, si tu lumbre lo destierra,

Que será lana su destierro y nido.

Tiempos de horror en que la sangre habita

Obligatoriamente separada

De la linde natal de su terreno.

¡Ay luna de mi olvido, tu visita

no me despierte el labio de la espada,

sí el de mi amor, guardado por tu seno!

89

MADRIGAL AL BILLETE DE TRANVÍA

Adonde el viento, impávido, subleva

torres de luz contra la sangre mía,

tú, billete, flor nueva,

cortada en los balcones del tranvía.

Huyes, directa, rectamente liso,

en tu pétalo un nombre y un encuentro

latentes, a ese centro

cerrado y por cortar del compromiso.

Y no arde en ti la rosa ni en ti priva

el finado clavel, sí la violeta

contemporánea, viva,

del libro que viaja en la chaqueta.

90

MALVA-LUNA DE YELO

Las floridas espaldas ya en la nieve,

y los cabellos de marfil al viento.

Agua muerta en la sien, el pensamiento

color halo de luna cuando llueve.

¡Oh, qué clamor bajo del seno breve,

qué palma al aire el solitario aliento!

¡Qué témpano, cogido al firmamento,

el pie descalzo que a morir se atreve!

Brazos de mar, en cruz, sobre la helada

bandeja de la noche; senos fríos,

de donde surge, yerta, la alborada;

¡oh piernas como dos celestes ríos,

Malva-luna-de-yelo, amortajada

bajo los mares de los ojos míos!

91

ME DIGO Y ME RETEDIGO

Me digo y me retedigo.

¡Qué tonto!

Ya te lo has tirado todo.

Y ya no tienes amigo,

por tonto. Que aquel amigo

tan sólo iba contigo

porque eres tonto.

¡Qué tonto!

Y ya nadie te hace caso,

ni tu novia, ni tu hermano,

ni la hermana de tu amigo,

porque eres tonto.

¡Qué tonto!

Me digo y me lo redigo…

92

MI CORZA

Mi corza, buen amigo,

mi corza blanca.

Los lobos la mataron

al pie del agua.

Los lobos, buen amigo,

que huyeron por el río.

Los lobos la mataron dentro del agua.

En Ávila, mis ojos…

SIGLO XV

93

MI LIRA

Cuando no tengas, mi lira,

lecho donde descansar,

mira, aquí tienes la mar

alegre, fresquita y buena,

mi lira.

¡Sábana azul, con embozo

de espumas blancas y amenas;

mira, almohadas de arena

alegre, fresquita y buena,

mi lira!

- ¿Y quién me desnudará

al pie del agua zafira?

- La reina de las sirenas

y el hijo del rey del mar,

mi lira.

94

MITO

¡Jee, compañero, jee, jee!

¡Un toro azul por el agua!

¡Ya apenas si se le ve!

- ¿Quééé?

- ¡Un toro por el mar, jee!

95

MUERTE Y JUICIO

1

(MUERTE)

A un niño, a un solo niño que iba para piedra

/nocturna,

para ángel indiferente de una escala sin cielo…

Mirad. Conteneos la sangre, los ojos.

A sus pies, él mismo, sin vida.

No aliento de farol moribundo,

ni jadeada amarillez de noche agonizante,

sino dos fósforos fijos de pesadilla eléctrica,

clavados sobre su tierra en polvo, juzgándola.

Èl, resplandor sin salida, lividez sin escape, yacente,

juzgándose.

2

(JUICIO)

Tizo electrocutado, infancia mía de ceniza, a mis

/pies, tizo yacente.

Carbunclo hueco, negro, desprendido de un ángel que

/iba para piedra nocturna,

para límite entre la muerte y la nada.

96

Tú: yo: niño.

Bambolea el viento un vientre de gritos anteriores al

/mundo

a la sorpresa de la luz en los ojos de los reciennacidos,

al descenso de la vía láctea a las gargantas terrestres.

Niño.

Una cuna de llamas de norte a sur,

de frialdad de tiza amortajada en los yelos,

a fiebre de paloma agonizando en el área de una bujía;

una cuna de llamas meciéndote las sonrisas, los

/llantos.

Niño.

Las primeras palabras abiertas en las penumbras de

/los sueños sin nadie,

en el silencio rizado de las albercas o en el eco de los

/jardines,

devoradas por el mar y ocultas hoy en un hoyo sin

/viento.

Muertas, como el estreno de tus pies en el cansancio

/frío de una escalera.

Niño.

Las flores, sin piernas para huir de los aires crueles,

de su espoleo continuo al corazón volante de las

/nieves y los pájaros,

desangradas en un aburrimiento de cartillas y

/pizarrines.

4 y 4 son 18. Y la X, una K, una H, una J.

Niño.

En un trastorno de ciudades marítimas sin

/escrúpulos,

de mapas confundidos y desiertos barajados,

atended a unos ojos que preguntan por los afluentes

/del cielo,

a una memoria extraviada entre nombres y fechas.

97

Niño.

Perdido entre ecuaciones, triángulos, fórmulas y

/precipitados azules,

entre el suceso de la sangre, los escombros y las

/coronas caídas,

cuando los cazadores de oro y el asalto a la banca,

en el rubor tardío de las azoteas

voces de ángeles te anunciaron la botadura y pérdida

/de tu alma.

Niño.

Y como descendiste al fondo de las mareas,

a las urnas donde el azogue, el plomo y el hierro

/pretenden ser humanos,

tener honores de vida,

a la deriva de la noche tu traje fue dejándote solo.

Niño.

Desnudo, sin los billetes de inocencia fugados en sus

/bolsillos,

derribada en tu corazón y sola su primera silla,

no creíste ni en Venus, que nacía en el compás abierto

/de tus brazos.

ni en la escala de plumas que tiende el sueño de Jacob

/al de Julio Verne.

Niño.

Para ir al infierno no hace falta cambiar de sitio ni

/postura.

98

NOCTURNO

Deja ese sueño.

Envuélvete

desnuda y blanca, en tu sábana.

Te esperan en el jardín

tras las tapias.

Tus padres mueren, dormidos.

Deja ese sueño.

Anda.

Tras las tapias,

te esperan con un cuchillo.

Vuelve de prisa a tu casa.

Deja ese sueño.

Anda.

En la alcoba de tus padres

entra desnuda, en silencio.

Corre de prisa a las tapias.

Deja ese sueño.

99

Sáltalas.

Vente.

¿Qué rubí hierve en tus manos

y quema, negro, tu sábana?

Deja ese sueño.

Anda.

… Duérmete.

100

NOCTURNO

Cuando tanto se sufre sin sueño y por la sangre

se escucha que transita solamente la rabia,

que en los tuétanos tiembla despabilado el odio

y en las médulas arde continua la venganza,

las palabras entonces no sirven son palabras.

Manifiestos, artículos, comentarios, discursos,

humaredas perdidas, neblinas estampadas,

qué dolor de papeles que ha de barrer el viento,

qué tristeza de tinta que ha de borrar el agua!

Ahora sufro lo pobre, lo mezquino, lo triste,

lo desgraciado y muerto que tiene una garganta

cuando desde el abismo de su idioma quisiera

gritar que no puede por imposible, y calla.

Siento esta noche heridas de muerte las palabras.

101

PAMPLINAS

De lona y níquel, peces de las nubes,

bajan al mar periódicos y cartas.

(Los carteros no creen en las sirenas

ni en el vals de las olas, sí en la muerte.

Y aún hay calvas marchitas a la luna

y llorosos cabellos en los libros.

Un polisón de nieve, blanqueando

las sombras, se suicida en los jardines.

¿Qué será de mi alma, que hace tiempo

bate el récord continuo de la ausencia?

¿Qué de mi corazón, que ya ni brinca,

picado ante el azar y el accidente?

Exploradme los ojos, y, perdidos,

os herirán las ansias de los náufragos,

la balumba de nortes ya difuntos,

el solo bamboleo de los mares.

102

Cascos de chispa y pólvora, jinetes

sin alma y sin montura entre los trigos;

basílicas de escombros, levantadas

trombas de fuego, sangre, cal, ceniza.

Pero también, un sol en cada brazo,

el alba aviadora, pez de oro,

sobre la frente un número, una letra,

y en el pico una carta azul, sin sello.

Nuncio -la voz, eléctrica, y la cola-

del aceleramiento de los astros,

del confín del amor, del estampido

de la rosa mecánica del mundo.

Sabed de mí, que dije por teléfono

mi madrigal dinámico a los hombres:

¿Quién eres tú, de acero, estaño y plomo?

- Un relámpago más, la nueva vida.

103

PARAÍSO PERDIDO

35

Silencio. Más silencio.

Inmóviles los pulsos

del sinfín de la noche.

45

¡Oh boquete de sombras!

¡Hervidero del mundo!

¡Qué confusión de siglos!

5

Sola,

sin muebles y sin alcobas,

deshabitada.

9

Alma en pena:

el resplandor sin vida,

tu derrota.

Haiku

104

11

Ángeles buenos o malos,

que no sé,

te arrojaron a mi alma.

16

¡Paraíso perdido!

Perdido por buscarte,

yo, sin luz para siempre.

25

A través de los siglos,

por la nada del mundo,

yo, sin sueño, buscándote.

10

Ciudades sin respuesta,

ríos sin habla, cumbres

sin ecos, mares mudos.

105

PEÑARANDA DE DUERO

¿Por qué me miras tan serio,

carretero?

Tienes cuatro mulas tordas,

un caballo delantero,

un carro de ruedas verdes,

y la carretera toda

para ti,

carretero.

¿Qué más quieres?

106

PIRATA

Pirata de mar y cielo,

si no fui ya, lo seré.

Si no robé la aurora de los mares,

si no la robé,

ya la robaré.

Pirata de cielo y mar,

sobre un cazatorpederos,

con seis fuertes marineros,

alternos, de tres en tres.

Si no robé la aurora de los cielos,

si no la robé,

ya la robaré.

107

POR ALLÍ, HONDO, UNA HUMEDAD ARDIENTE

Por allí, hondo, una humedad ardiente;

blando, un calor oscuro el que allí hervía;

sofocado anhelar el que se hundía,

doblándose y muriendo largamente.

Labios en labios que no ataca diente;

Lengua en garganta que se corta, umbría;

Áspero alrededor, fiera porfía

Por morder lo imposible de la fuente.

Fiera porfía, ya que ni a la hembra

Más hembra ni al varón más varón dieron

Otra cumbre que ser sembrado y siembra.

Pues lo demás, ¡oh cuerpos desvelados!,

Son fulgores que al alba se perdieron

En un súbito arder, desesperados.

108

POR AMIGA

Por amiga, por amiga.

Sólo por amiga.

Por amante, por querida.

Sólo por querida.

Por esposa, no.

Sólo por amiga.

109

PREGÓN

¡Vendo nubes de colores:

las redondas, coloradas,

para endulzar los calores!

¡Vendo los cirros morados

y rosas, las alboradas,

los crepúsculos dorados!

¡El amarillo lucero,

cogido a la verde rama

del celeste duraznero!

¡Vendo la nieve, la llama

y el canto del pregonero!

110

RETORNOS DEL AMOR ANTE LAS ANTIGUAS DEIDADES

Soñarte, amor, soñarte como entonces,

ante aquellas dianas desceñidas,

aquellas diosas de robustos pechos

y el viento impune entre las libres piernas.

Tú eras lo mismo, amor. Todas las Gracias.

igual que tres veranos encendidos,

el levantado hervor de las bacantes,

la carrera bullente de las ninfas,

esa maciza flor de la belleza

redonda y clara, poderosamente

en ti se abría, en ti también se alzaba.

Soñarte como entonces, sí, soñarte

ante aquellas fundidas alamedas,

jardín de Amor en donde la ancha Venus,

muslos dorados, vientre pensativo,

se baña en el concierto de la tarde.

111

Soñarte, amor, soñarte, oh, sí, soñarte

la idéntica de entonces, la surgida,

del mar y aquellos bosques, reviviendo

en ti el amor henchido, sano y fuerte

de las antiguas diosas terrenales.

112

RETORNOS DEL AMOR EN LA NOCHE TRISTE

Ven, amor mío, ven, en esta noche

sola y triste de Italia. Son tus hombros

fuertes y bellos los que necesito.

Son tus preciosos brazos, la largura

maciza de tus muslos y ese arranque

de pierna, esa compacta

línea que te rodea y te suspende,

dichoso mar, abierta playa mía.

¿Cómo decirte, amor, en esta noche

solitaria de Génova, escuchando

el corazón azul del oleaje,

que eres tú la que vienes por la espuma?

Bésame, amor, en esta noche triste.

Te diré las palabras que mis labios,

de tanto amor, mi amor, no se atrevieron.

Amor mío, amor mío, es tu cabeza

de oro tendido junto a mí, su ardiente

bosque largo de otoño quien me escucha.

Óyeme, que te llamo. Vida mía,

sí, vida mía, vida mía sola.

113

¿De quién más, de quién más si solamente

puedo ser yo quien cante a tus oídos:

vida, vida, mi vida, vida mía?

¿Qué soy sin ti, mi amor? Dime qué fuera

sin ese fuerte y dulce muro blando

que me da luz cuando me da la sombra,

sueño, cuando se escapa de mis ojos.

Yo no puedo dormir. ¡Cuántas auroras,

oscuras, braceando en las tinieblas,

sin encontrarte, amor! ¡Cuántos amargos

golpes de sal, sin ti, contra mi boca!

¿Dónde estás? ¿Dónde estás? Dime, amor mío.

¿Me escuchas? ¿No me sientes

llegar como una lágrima llamándote,

por encima del mar, en esta noche?

114

RETORNOS DEL AMOR EN LAS ARENAS

Esta mañana, amor, tenemos veinte años.

Van voluntariamente lentas, entrelazándose

nuestras sombras descalzas camino de los huertos

que enfrentan los azules de mar con sus verdores.

Tú todavía eres casi la aparecida,

la llegada una tarde sin luz entre dos luces,

cuando el joven sin rumbo de la ciudad prolonga,

pensativo, a sabiendas el regreso a su casa.

Tú todavía eres aquella que a mi lado

vas buscando el declive secreto de las dunas,

la ladera recóndita de la arena, el oculto

cañaveral que pone

cortinas a los ojos marineros del viento.

Allí estás, allí estoy contra ti, comprobando

la alta temperatura de las odas felices,

el corazón del mar ciegamente ascendido,

muriéndose en pedazos de dulce sal y espumas.

Todo nos mira alegre, después, por las orillas.

115

Los castillos caídos sus almenas levantan,

las algas nos ofrecen coronas y las velas,

tendido el vuelo, quieren cantar sobre las torres.

Esta mañana, amor, tenemos veinte años.

116

RETORNOS DE AMOR EN LOS VÍVIDOS PAISAJES

Creemos, amor mío, que aquellos paisajes

se quedaron dormidos o muertos con nosotros

en la edad, en el día en que los habitamos;

que los árboles pierden la memoria

y las noches se van, dando al olvido

lo que las hizo hermosas y tal vez inmortales.

Pero basta el más leve palpitar de una hoja,

una estrella borrada que respira de pronto

para vernos los mismos alegres que llenamos

los lugares que juntos nos tuvieron.

Y así despiertas hoy, mi amor, a mi costado,

entre los groselleros y las fresas ocultas

al amparo del firme corazón de los bosques.

Allí está la caricia mojada de rocío,

las briznas delicadas que refrescan tu lecho,

los silfos encantados de ornar tu cabellera

y las altas ardillas misteriosas que llueven

sobre tu sueño el verde menudo de las ramas.

117

Sé feliz, hoja, siempre: nunca tengas otoño,

hoja que me has traído

con tu temblor pequeño

el aroma de tanta ciega edad luminosa.

Y tú, mínima estrella perdida que me abres

las íntimas ventanas de mis noches más jóvenes,

nunca cierres tu lumbre

sobre tantas alcobas que al alba nos durmieron

y aquella biblioteca con la luna

y los libros aquellos dulcemente caídos

y los montes afuera desvelados cantándonos.

118

RETORNOS DEL AMOR EN UNA AZOTEA

Poblado estoy de muchas azoteas.

Sobre la mar se tienden las más blancas,

dispuestas a zarpar al sol, llevando

como velas las sábanas tendidas.

Otras dan a los campos, pero hay una

que solo da al amor, cara a los montes.

Y es la que siempre vuelve.

Allí el amor peinaba sus geranios,

conducía las rosas y jazmines

por las barandas y en la ardiente noche

se deshacía en una fresca lluvia.

Lejos, las cumbres, soportando el peso

de las grandes estrellas, lo velaban.

¿Cuándo el amor vivió más venturoso

ni cuándo entre las flores

recién regadas fuera

con más alma en la sangre poseído?

Subía el silbo de los trenes. Tiemblos

de farolillos de verbena y músicas

de los quioscos y encendidos árboles

119

remontaban y súbitos diluvios

de cometas veloces que vertían

en sus ojos fugaces resplandores.

Fue la más bella edad del corazón. Retorna

hoy tan distante en que la estoy soñando

sobre este viejo tronco, en un camino

que no me lleva ya a ninguna parte.

120

RETORNOS DEL AMOR EN UNA NOCHE DE VERANO

A tientas el amor, a ciegas en lo oscuro

tal vez entre las ramas, madura, alguna estrella,

vuelvo a sentirlo, vuelvo,

mojado de la escarcha caliente de la noche,

contra el hoyo de mentas tronchadas y tomillos.

Es él, único, solo, lo mismo que mi mano

la piel desparramada de mi cuerpo, la sombra

de mi recién salido corazón, los umbrosos

centros más subterráneos de mi ser lo querían.

Vuelve único, vuelve

como forma tocada nada más, como llena

palpitación tendida cubierta de cabellos,

como sangre enredada en mi sangre, un latido

dentro de otro latido solamente.

Más las palabras, ¿dónde?

Las palabras no llegan. No tuvieron espacio

en aquel agostado nocturno, no tuvieron

ese mínimo aire que media entre dos bocas

antes de reducirse a un clavel silencioso.

121

Pero un aroma oculto se desliza , resbala,

me quema un desvelado olor a oscura orilla.

Alguien está prendiendo por la yerba un murmullo.

Es que siempre en la noche del amor pasa un río.

122

RETORNOS DEL AMOR RECIÉN APARECIDO

Cuando tu apareciste,

penaba yo en la entraña más profunda

de una cueva sin aire y sin salida.

Braceaba en lo oscuro, agonizando,

oyendo un estertor que aleteaba

como el latir de un ave imperceptible.

Sobre mí derramaste tus cabellos

y ascendí al sol y vi que eran la aurora

cubriendo un alto mas en primavera.

Fue como si llegara al más hermoso

puerto del mediodía. Se anegaban

en ti los más lucidos paisajes:

claros, agudos montes coronados

de nieve rosa, fuentes escondidas

en el rizado umbroso de los bosques.

Yo aprendí a descansar sobre sus hombros

y a descender por ríos y laderas,

a entrelazarme en las tendidas ramas

y a hacer del sueño mi más dulce muerte.

123

Arcos me abriste y mis floridos años

recién subidos a la luz, yacieron

bajo el amor de tu apretada sombra,

sacando el corazón al viento libre

y ajustándolo al verde son del tuyo.

Ya iba a dormir, ya a despertar sabiendo

que no penaba en una cueva oscura,

braceando sin aire y sin salida.

Porque habías al fin aparecido.

124

RETORNOS DEL AMOR TAL COMO ERA

Eras en aquel tiempo rubia y grande,

sólida espuma ardiente y levantada.

Parecías un cuerpo desprendido

de los centros del sol, abandonado

por un golpe de mar en las arenas.

Todo era fuego en aquel tiempo. Ardía

la playa en tu contorno. A rutilantes

vidrios de voz quedaban reducidos

las algas, los moluscos y las piedras

que el oleaje contra ti mandaba.

Todo era fuego, exhalación, latido

de onda caliente en ti. Si era una mano

la atrevida o los labios, ciegas ascuas,

voladoras, silbaban por el aire.

Tiempo abrasado, sueño consumido.

Yo me volqué en tu espuma en aquel tiempo.

125

RETORNOS DEL ÁNGEL DE SOMBRA

A veces, amor mío, soy tu ángel de sombra.

Me levanto de no sé qué guaridas,

fulmíneo, entre los dientes

una espada de filos amargos, una triste

espada que tú bien, mi pobre amor, conoces.

Son los días oscuros de la furia, las horas

del despiadado despertar, queriéndote

en medio de las lágrimas subidas

del más injusto y dulce desconsuelo.

Yo sé, mi amor, de dónde esas tinieblas

vienen a mí, ciñéndote, apretándome

hasta hacerlas caer sobre tus hombros

y doblarlos, deshechos como un río.

¿Qué quieres tú, si a veces, amor mío, así soy,

cuando en las imborrables piedras pasadas, ciego,

me destrozo y batallo por romperlas,

por verte libre y sola en la luz mía?

126

Vencido siempre, aniquilado siempre,

vuelvo a la calma, amor, a la serena

felicidad, hasta ese oscuro instante

en que de nuevo bajo a mis guaridas

para erguirme otra vez tu ángel de sombra.

127

RETORNOS DEL OTOÑO

Nos dicen: Sed alegres.

Que no escuchen los hombres rodar en vuestros cantos

ni el más leve ruido de una lágrima.

Está bien. Yo quisiera, diariamente lo quiero,

mas hay horas, hay días, hasta meses y años

en que se carga el alma de una justa tristeza

y por tantos motivos que luchan silenciosos

rompe a llorar, abiertas las llaves de los ríos.

Miro el otoño, escucho sus aguas melancólicas

de dobladas umbrías que pronto van a irse.

Me miro a mí, me escucho esta mañana

y perdido ese miedo

que me atenaza a veces hasta dejarme mudo,

me repito: Confiesa

grita valientemente que quisieras morirte.

Di también: Tienes frío.

Di también: Estás solo, aunque otros te acompañen.

¿Qué sería de ti si al cabo no volvieras?

Tus amigos, tu niña, tu mujer, todos esos

que parecen quererte de verdad, ¿qué dirían?

128

Sonreíd. Sed alegres. Cantad la vida nueva.

Pero yo sin vivirla, ¡cuántas veces la canto!

¡Cuántas veces animo ciegamente a los tristes,

diciéndoles: Sed fuertes, porque vuestra es el alba!

Perdonadme que hoy sienta pena y la diga.

No me culpéis. Ha sido

la vuelta del otoño.

129

SABES TANTO DE MÍ

Sabes tanto de mí, que yo mismo quisiera

repetir con tus labios mi propia poesía,

elegir un pasaje de mi vida primera:

un cometa en la playa, peinado por Sofía.

No tengo que esperar ni que decirte espera

a ver en la memoria de la melancolía,

los pinares de Ibiza, la escondida trinchera,

el lento amanecer sin que llegara el día.

Y luego amor, y luego, ver que la vida avanza

plena de abiertos años y plena de colores,

sin final, no cerrada al sol por ningún muro.

Tú sabes bien que en mí no muere la esperanza,

que los años en mí no son hojas, son flores,

que nunca soy pasado, sino siempre futuro.

130

SALAS DE LOS INFANTES (PREGÓN DEL AMANECER)

¡Arriba, trabajadores

madrugadores!

¡En una mulita parda

baja la aurora a la plaza

el aura de los clamores,

trabajadores!

¡Toquen el cuerno los cazadores;

hinquen el hacha los leñadores;

a los pinares el ganadico,

pastores!

131

SAN RAFAEL (SIERRA DE GUADARRAMA)

Zarza florida

Rosal sin vida.

Salí de mi casa, amante,

por ir al campo a buscarte.

Y en una zarza florida

hallé la cinta prendida,

de tu delantal, mi vida.

Hallé tu cinta prendida,

y más allá, mi querida,

te encontré muy mal herida

bajo del rosal, mi vida.

Zarza florida

Rosal sin vida.

Bajo del rosal sin vida.

132

SE DESPERTÓ UNA MAÑANA

Se despertó una mañana.

Soy la yerba,

llena de agua.

Me llamo yerba. Si crezco,

puedo llamarme cabello.

Me llamo yerba. Si salto,

puedo ser rumor de árbol.

Si grito, puedo ser pájaro.

Si vuelo…

(Hubo temblores de yerba

aquella noche en el cielo.)

133

SI GARCILASO VOLVIERA

Si Garcilaso volviera,

yo sería su escudero;

que buen caballero era.

Mi traje de marinero

se trocaría en guerrera

ante el brillar de su acero;

que buen caballero era.

¡Qué dulce oírle, guerrero,

al borde de su estribera!

En la mano, mi sombrero;

que buen caballero era.

134

SI MI VOZ MURIERA EN TIERRA

Si mi voz muriera en tierra

llevadla al nivel del mar

y dejadla en la ribera.

Llevadla al nivel del mar

y nombradla capitana

de un blanco bajel de guerra.

Oh mi voz condecorada

con la insignia marinera:

sobre el corazón un ancla

y sobre el ancla una estrella

y sobre la estrella el viento

y sobre el viento una vela!

135

SI YO NACÍ CAMPESINO

Si yo nací campesino,

si yo nací marinero,

¿por qué me tenéis aquí,

si este aquí yo no lo quiero?

El mejor día, ciudad

a quien jamás he querido,

el mejor día -¡silencio!-

habré desaparecido.

136

SIXTINA

Tú mi vida, esta noche me has borrado

del corazón y hasta del pensamiento,

y tal vez, sin saberlo, me has negado

dándome por perdido ya en el viento.

Más luego, vida, vi cómo llorabas,

entre mis brazos y que me besabas.

137

SONETO

Oh tú mi amor, la de subidos senos

en punta de rubíes levantados

los más firmes, pulidos, deseados,

llenos de luz y de penumbra llenos.

Hermosos, dulces, mágicos, serenos

o en la batalla erguidos, agitados,

o ya en juegos de puro amor besados,

gráciles corzas de dormir morenos.

Oh tú mi amor, el esmerado estilo

de tu gran hermosura que en sigilo

casi muriendo alabo a toda hora.

Oh tú mi amor, yo canto la armonía

de tus perfectos senos la alegría

al ver que se me abren cada aurora.

138

TAL VEZ, OH MAR…

Tal vez, oh mar, mi voz ya esté cansada

y le empiece a faltar aquella transparencia,

aquel arranque igual al tuyo, aquello

que era tan parecido a tu oleaje.

Han pasado los años por mí, sus duras olas

han mordido la piedra de mi vida,

y al viento de este ocaso playero ya la miro

doblándose en las húmedas arenas.

Tú, no; tú sigues joven, con esa voz de siempre

y esos ojos azules renovados

que ven hundirse, insomnes, las edades.

139

TE DIGO ADIOS, AMOR

Te digo adiós, amor, y no estoy triste.

Gracias, mi amor, por lo que ya me has dado,

un solo beso lento y prolongado

que se truncó en dolor cuando partiste.

No supiste entender, no comprendiste

que era un amor final, desesperado,

ni intentaste arrancarme de tu lado

cuando con duro corazón me heriste.

Lloré tanto aquel día que no quiero

pensar que el mismo sufrimiento espero

cada vez que en tu vida reaparece

ese amor que al negarlo te ilumina.

Tu luz es él cuando mi luz decrece,

tu solo amor cuando mi amor declina.

140

TIRTEO

¿Qué tienes, dime, Musa de mis cuarenta años?

- Nostalgias de la tierra, de la mar y del colegio…

141

TRES RECUERDOS DEL CIELO

PRÓLOGO

No habían cumplido años ni la rosa ni el arcángel.

Todo, anterior al balido y al llanto.

Cuando la luz ignoraba todavía

si el mar nacería niño o niña.

Cuando el viento soñaba melenas que peinar

y claveles el fuego que encender y mejillas

y el agua unos labios parados donde beber.

Todo, anterior al cuerpo, al nombre y al tiempo.

Entonces, yo recuerdo que, una vez, en el cielo…

PRIMER RECUERDO

…una azucena tronchada…

G.A. BÉCQUER

Paseaba con un dejo de azucena que piensa,

casi de pájaro que sabe ha de nacer.

Homenaje a Gustavo Adolfo Bécquer

142

Mirándose sin verse a una luna que le hacía espejo el

sueño

y a un silencio de nieve, que le elevaba los pies.

A un silencio asomada.

Era anterior al arpa, a la lluvia y a las palabras.

No sabía.

Blanca alumna del aire,

temblaba con las estrellas, con la flor y los árboles.

Su tallo, su verde talle.

Con las estrellas mías

que, ignorantes de todo,

por cavar dos lagunas en sus ojos

la ahogaron en dos mares.

Y recuerdo…

Nada más: muerta, alejarse.

SEGUNDO RECUERDO

…rumor de besos y batir de alas…

G.A. BÉCQUER

También antes,

mucho antes de la rebelión de las sombras,

de que al mundo cayeran plumas incendiadas

y un pájaro pudiera ser muerto por un lirio.

Antes, antes que tú me preguntaras

el número y el sitio de mi cuerpo.

Mucho antes del cuerpo.

En la época del alma.

Cuando tú abriste en la frente sin corona, del cielo,

la primera dinastía del sueño.

143

Cuando tú, al mirarme en la nada,

inventaste la primera palabra.

Entonces, nuestro encuentro.

TERCER RECUERDO

… detrás del abanico de plumas de oro…

G.A. BÉCQUER

Aún los valses del cielo no habían desposado al jazmín

/y la nieve,

ni los aires pensado en la posible música de tus

cabellos,

ni decretado el rey que la violeta se enterrara en un

/libro.

No.

Era la era en que la golondrina viajaba

sin nuestras iniciales en el pico.

En que las campanillas y las enredaderas

morían sin balcones que escalar y estrellas.

La era

en que al hombro de un ave no había flor que apoyara

/la cabeza.

Entonces, detrás de tu abanico, nuestra luna primera.

144

UN PAPEL DESVELADO EN SU BLANCURA

Un papel desvelado en su blancura.

La hoja blanca de un álamo intachable.

El revés de un jazmín insobornable.

Una azucena virgen de escritura.

El albo viso de una córnea pura.

La piel del agua impúber e impecable.

El dorso de una estrella invulnerable

Sobre lo opuesto a una paloma oscura.

Lo blanco a lo más blanco desafía.

Se asesinan de cal los carmesíes

Y el pelo rubio de la luz es cano.

Nada se atreve a desdecir el día.

Mas todo se me mancha de alhelíes

Por la movida nieve de una mano.

145

VAIVÉN

Por la tarde, ya al subir;

por la noche, ya al bajar;

yo quiero pisar la nieve

azul del jacarandá.

¿Es azul, tarde delante?

¿Es lila, noche detrás?

Yo quiero pisar la nieve

azul del jacarandá.

Si el pájaro serio canta

que es azul su azulear;

yo quiero pisar la nieve

azul del jacarandá.

Si el mirlo liliburlero,

que es lila su lilear;

yo quiero pisar la nieve

azul del jacarandá.

146

Ya nieve azul a la ida,

nieve lila al retornar;

yo quiero pisar la nieve

azul del jacarandá.

147

VEN

Ven, mi amor, en la tarde de Aniene

y siéntate conmigo a ver el viento.

Aunque no estés, mi solo pensamiento

es ver contigo el viento que va y viene.

Tú no te vas, porque mi amor te tiene.

Yo no me iré, pu es junto a ti me siento

más vida de mi sangre, más tu aliento,

más luz del corazón que me sostiene.

Tú no te irás, mi amor, aunque lo quieras.

Tú no te irás, mi amor, y si te fueras,

aún yéndote, mi amor, jamás te irías.

Es tuya mi canción, en ella estoy.

Y en ese viento que va y viene voy,

y en ese viento siempre me verías.

VUELA LA NOCHE ANTIGUA DE ERECCIONES

Vuela la noche antigua de erecciones,

Muertas, como las manos, a la aurora.

Un clavel prolongado desmejora,

Hasta empalidecerlos, los limones.

Contra lo oscuro cimbran esquilones,

Y émbolos de una azul desnatadora

Mueven entre la sangre batidora

Un vertido rodar de cangilones.

Cuando el cielo se arranca su armadura

Y en un errante nido de basura

Le grita un ojo al sol recién abierto.

Futuro en las entrañas sueña el trigo,

Llamando al hombre para ser testigo…

Mas ya el hombre a su lado duerme muerto.

Marinero en tierra

… Y ya estarán los esteros

rezumando azul de mar.

¡Dejadme ser, salineros,

granito del salinar!

¡Qué bien, a la madrugada,

correr en las vagonetas,

llenas de nieve salada,

hacia las blancas casetas!

¡Dejo de ser marinero,

madre, por ser salinero!

*

Si mi voz muriera en tierra,

llevadla al nivel del mar

y nombradla capitana

de un blanco bajel de guerra.

¡Oh mi voz condecorada

con la insignia marinera:

sobre el corazón un ancla

y sobre el ancla una estrella

y sobre la estrella el viento

y sobre el viento la vela!

Cal y canto Carta abierta (Falta el primer pliego)

… Hay peces que se bañan en la arena

y ciclistas que corren por las olas.

Yo pienso en mí. Colegio sobre el mar.

Infancia ya en balandro o bicicleta.

Globo libre, el primer balón flotaba

sobre el grito espiral de los vapores.

Roma y Cartago frente a frente iban,

marineras fugaces sus sandalias.

Nadie bebe latín a los diez años.

El Álgebra, ¡quién sabe lo que era!

La Física y la Química, ¡Dios mío,

si ya el sol se cazaba en hidroplano!

… Y el cine al aire libre. Ana Bolena,

no sé por qué, de azul va por la playa.

Si el mar no la descubre, un policía

la disuelve en la flor de su linterna.

Bandoleros de smoking, a mis ojos

sus pistolas apuntan. Detenidos,

por ciudades de cielos instantáneos,

me los llevan sin alma, vista sólo.

New York está en Cádiz o en el Puerto.

Sevilla está en París, Islandia o Persia.

Un chino no es un chino. Un transeúnte

puede ser blanco al par que verde y negro.

En todas partes tú, desde tu rosa,

desde tu centro inmóvil, sin billete,

muda la lengua, riges, rey del todo…

Y es que el mundo es un álbum de postales.

Multiplicando pasas en los vientos,

en la fuga del tren y los tranvías.

No en ti muere el relámpago que piensas,

sino a un millón de lunas de tus labios.

Yo nací -¡respetadme!- con el cine.

Bajo una red de cables y de aviones.

Cuando abolidas fueron las carrozas

de los reyes y al auto subió el Papa.

Vi los telefonemas que llovían,

plumas de ángel azul, desde los cielos.

Las orquestas seráficas del aire

guardó el auricular en mis oídos.

De lona y níquel, peces de las nubes,

bajan al mar periódicos y cartas.

(Los carteros no creen en las sirenas

ni en el vals de las olas, sí en la muerte.

Y aún hay calvas marchitas a la luna

y llorosos cabellos en los libros.

Un polisón de nieve, blanqueando

las sombras, se suicida en los jardines.

¿Qué será de mi alma, que hace tiempo

bate el récord continuo de la ausencia?

¿Qué de mi corazón, que ya ni brinca,

picado ante el azar y el accidente?

Exploradme los ojos, y, perdidos,

os herirán las ansias de los náufragos,

la balumba de nortes ya difuntos,

el solo bamboleo de los mares.

Cascos de chispa y pólvora, jinetes

sin alma y sin montura entre los trigos;

basílicas de escombros, levantadas

trombas de fuego, sangre, cal, ceniza.

Pero también, un sol en cada brazo,

el alba aviadora, pez de oro,

sobre la frente un número, una letra,

y en el pico una carta azul, sin sello.

Nuncio -la voz, eléctrica, y la cola-

del aceleramiento de los astros,

del confín del amor, del estampido

de la rosa mecánica del mundo.

Sabed de mí, que dije por teléfono

mi madrigal dinámico a los hombres:

¿Quién eres tú, de acero, estaño y plomo?

- Un relámpago más, la nueva vida.

(Falta el último pliego)

Sobre los ángeles

Paraíso perdido A través de los siglos,

por la nada del mundo,

yo, sin sueñó, buscándote.

Tras de mí, imperceptible,

sin rozarme los hombros,

mi ángel muerto, vigía.

"¿Adónde el Paraíso,

sombra, tú que has estado?"

Pregunta con silencio.

Ciudades sin respuesta,

ríos sin habla, cumbres

sin ecos, mares mudos.

Nadie lo sabe. Hombres

fijos, de pie, a la orilla

parada de las tumbas,

me ignoran. Aves tristes,

cantos petrificados,

en éxtasis el rumbo,

ciegas. No saben nada.

Sin sol, vientos antiguos,

inertes, en las leguas

por andar, levantándose

calcinados, cayéndose

de espaldas, poco dicen.

Diluidos, sin forma

la verdad que en sí ocultan,

huyen de mí los cielos.

Ya en el fin de la tierra,

sobre el último filo,

resbalando los ojos,

muerta en mí la esperanza,

ese pórtico verde

busco en las negras simas.

¡Oh boquete de sombras!

¡Hervidero del mundo!

¡Qué confusión de siglos!

¡Atrás, atrás!¡Qué espanto

de tinieblas sin voces!

¡Qué perdida mi alma!

"Ángel muerto, despierta.

¿Dónde estás? Ilumina

con tu rayo el retorno."

Silencio. Más silencio.

Imóviles los pulsos

del sinfín de la noche.

¡Paraíso Perdido!

Perdido por buscarte,

yo, sin luz para siempre.

El ángel bueno Un año, ya dormido,

alguien que no esperaba

se paró en mi ventana.

"¡Levántate!" Y mis ojos

vieron plumas y espadas.

Atrás montes y mares,

nubes, picos y alas,

los ocasos, las albas.

"¡Mírala ahí! Su sueño,

pendiente de la nada."

"¡Oh anhelo, fijo mármol,

fija luz, fijas aguas

móviles de mi alma!"

Alguien dijo: "¡Levántate!"

Y me encontré en tu estancia.

El ángel de los números Vírgenes con escuadras

y compases, velando

las celestes pizarras.

Y el ángel de los números,

pensativo, volando del 1 al 2, del 2

al 3, del 3 al 4.

Tizas frías y esponjas

rayaban y borraban

la luz de los espacios.

Ni sol, luna, ni estrellas,

ni el repentino verde

del rayo y el relámpago,

ni el aire. Sólo nieblas.

Vírgenes sin escuadras,

sin compases, llorando.

Y en las muertas pizarras

el ángel de los números,

sin vida, amortajado

sobre el 1 y el 2,

sobre el 3, sobre el 4…

El ángel bueno Dentro del pecho se abren

corredores anchos, largos,

que sorben todas las mares.

Vidrieras,

que alumbran todas las calles.

Miradores,

que acercan todas las torres.

Ciudades deshabitadas

se pueblan, de pronto. Trenes

descarrilados, unidos

marchan.

Naufragios antiguos flotan.

La luz moja el pie en el agua.

¡Campanas!

Gira más de prisa el aire.

El mundo, con ser el mundo,

en la mano de un niña

cabe.

¡Campanas!

Una carta del cielo bajó un ángel.

El ángel ceniciento Precipitadas las luces

por los derrumbos del cielo,

en la barca de las nieblas

bajaste tú, Ceniciento.

Para romper cadenas

y enfrentar a la tierra contra el viento.

Iracundo, ciego.

Para romper cadenas

y enfrentar a los mares contra el fuego.

Dando bandazos el mundo,

por la nada rodó, muerto.

No se enteraron los hombres.

Sólo tú y yo, Ceniciento.

El ángel ángel Y el mar fue y le dio un nombre

y un apellido el viento

y las nubes un cuerpo

y un alma el fuego.

La tierra, nada.

Ese reino movible,

colgado de las águilas,

no la conoce.

Nunca escribió su sombra

la figura de un hombre.

El ángel bueno Vino el que yo quería,

el que yo llamaba.

No aquel que barre cielos sin defensas,

luceros sin cabañas,

lunas sin patria,

nieves.

Nieves de esas caídas de una mano,

un nombre,

un sueño,

una frente.

No aquel que a sus cabellos

ató la muerte.

El que yo quería.

Sin arañar los aires,

sin herir hojas ni mover cristales.

Aquel que a sus cabellos

ató el silencio.

Para, sin lastimarme,

cavar una ribera de luz, dulce en mi pecho,

y hacerme el alma navegable.

LXXV Balada del andaluz perdido

Perdido está el andaluz

del otro lado del río.

- Río, tú que lo conoces:

¿quién es y por qué se vino?

Vería los olivares

cerca tal vez de otro río.

- Río, tú que lo conoces:

¿qué hace siempre junto al río?

Vería el odio, la guerra,

cerca tal vez de otro río.

- Río, tú que lo conoces:

¿qué hace solo junto al río?

Veo su rancho de adobe

del otro lado del río.

No veo los olivares

del otro lado del río.

Sólo caballos, caballos,

caballos solos, perdidos.

¡Soledad de un andaluz

del otro lado del río!

¿Qué hará solo ese andaluz

del otro lado del río?

(De Balada y canciones del Paraná, 1953-1954).

A «Niebla», mi perro

«Niebla», tú no comprendes: lo cantan tus orejas,

el tabaco inocente, tonto, de tu mirada,

los largos resplandores que por el monte dejas,

al saltar, rayo tierno de brizna despeinada.

Mira esos perros turbios, huerfanos, reservados,

que de improviso surgen de las rotas neblinas,

arrastrar en sus tímidos pasos desorientados

todo el terror reciente de su casa en ruinas.

A pesar de esos coches fugaces, sin cortejo,

que transportan la muerte en un cajón desnudo;

de ese niño que observa lo mismo que un festejo

la batalla en el aire, que asesinarle pudo;

a pesar del mejor compañero perdido,

de mi más que tristísima familia que no entiende

lo que yo más quisiera que hubiera comprendido,

y a pesar del amigo que deserta y nos vende;

«Niebla», mi camarada,

aunque tú no lo sabes, nos queda todavía,

en medio de esta heroica pena bombardeada,

la fe, que es alegría, alegría, alegría.

(De «Capital de la Gloria»)

Rafael Alberti

Retornos del amor tal como era

Eras en aquel tiempo rubia y grande,

sólida espuma ardiente y levantada.

Parecías un cuerpo desprendido

de los centros del sol, abandonado

por un golpe de mar en las arenas.

Todo era fuego en aquel tiempo. Ardía

la playa en tu contorno. A rutilantes

vidrios de luz quedaban reducidos

las algas los moluscos y las piedras

que el oleaje contra ti mandaba.

Todo era fuego, exhalación, latido

de onda caliente en ti. Si era una mano

la atrevida o los labios, ciegas ascuas,

voladoras, silbaban por el aire.

Tiempo abrasado, sueño consumido.

Yo me volqué en tu espuma en aquel tiempo.

(De «Retornos de lo vivo lejano»)

Rafael Alberti

Retornos del amor en una azotea

Poblado estoy de muchas azoteas.

Sobre la mar se tienden las más blancas,

dispuestas a zarpar al sol, llevando

como velas las sábanas tendidas.

Otras dan a los campos, pero hay una

que solo da al amor, cara a los montes.

Y es la que siempre vuelve.

Allí el amor peinaba sus geranios,

conducía las rosas y jazmines

por las barandas y en la ardiente noche

se deshacía en una fresca lluvia.

Lejos, las cumbres, soportando el peso

de las grandes estrellas, lo velaban.

¿Cuándo el amor vivió más venturoso

ni cuándo entre las flores

recién regadas fuera

con más alma en la sangre poseído?

Subía el silbo de los trenes. Tiemblos

de farolillos de verbena y músicas

de los quioscos y encendidos árboles

remontaban y súbitos diluvios

de cometas veloces que vertían

en sus ojos fugaces resplandores.

Fue la más bella edad del corazón. Retorna

hoy tan distante en que la estoy soñando

sobre este viejo tronco, en un camino

que no me lleva ya a ninguna parte.

Rafael Alberti

Retornos del amor en la noche triste

Ven, amor mío, ven, en esta noche

sola y triste de Italia. Son tus hombros

fuertes y bellos los que necesito.

Son tus preciosos brazos, la largura

maciza de tus muslos y ese arranque

de pierna, esa compacta

línea que te rodea y te suspende,

dichoso mar, abierta playa mía.

¿Cómo decirte, amor, en esta noche

solitaria de Génova, escuchando

el corazón azul del oleaje,

que eres tú la que vienes por la espuma?

Bésame, amor, en esta noche triste.

Te diré las palabras que mis labios,

de tanto amor, mi amor, no se atrevieron.

Amor mío, amor mío, es tu cabeza

de oro tendido junto a mí, su ardiente

bosque largo de otoño quien me escucha.

Óyeme, que te llamo. Vida mía,

sí, vida mía, vida mía sola.

Rafael Alberti

Retornos de una sombra maldita

¿Será difícil, madre, volver a ti? Feroces

somos tus hijos. Sabes

que no te merecemos quizás, que hoy una sombra

maldita nos desune, nos separa

de tu agobiado corazón, cayendo

atroz, dura, mortal, sobre sus telas,

como un oscuro hachazo.

No, no tenemos manos, ¿verdad?, no las tenemos,

que no lo son, ay, ay, porque son garras,

zarpas siempre dispuestas

a romper esas fuentes que coagulan

para ti sola en llanto.

No son dientes tampoco, que son puntas,

fieras crestas limadas incapaces

de comprender tus labios y mejillas.

Han pasado desgracias,

han sucedido, madre, verdaderas

noches sin ojos, albas que no abrian

sino para cerrarse en ciega muerte.

Cosas que no acontecen,

que alguien pensó más lejos,

más allá de las lívidas fronteras del espanto,

madre, han acontecido.

Y todavía por si acaso hubieras,

por si tal vez hubieras soñado en un momento

que en el olvido puede calmar el mar sus olas,

un incesante acoso

un ceñido rodeo

te aprietan hasta hacerte

subir vertida y sin final en sangre.

Júntanos, madre. Acerca

esa preciosa rama

tuya, tan escondida, que anhelamos

asir, estrechar todos, encendiéndonos

en ella como un único fruto

de sabor dulce, igual. Que en ese día,

desnudos de esa amarga corteza, liberados

de ese hueso de hiel que nos consume,

alegres, rebosemos

tu ya tranquilo corazón sin sombra.

PINOSANGUINOCHETBURUNDA

El Inmenso el Inmenso

el más detacagado hijo de atrás del Grande

el atiranorror

el despomastaorror

el funéreo funerísimo funegeneralísimo

el más destacarancho roedor

comedor

triturador

nato quebrantahuesos

vampiro chupador

el más destacagado traidor

usurpador gorgojo

piojo incendiario

Pinosanguinochetburundá el Inmenso

el más destacagado ovario

de mi madre Adefesia

hija y madre del Grande

el cagador de dólares

borrapueblos

borrudo

robacobriboludo petroludo.

AUTOR: Rafael Alberti

Rafael Alberti

Nocturno

Está vacía Roma, de pronto. Está sin nadie.

Sólo piedras y grietas. Soledad y silencio.

Hoy la terrible madre de todos los ruidos

yace ante mí callada igual que un camposanto.

Como un borracho, a tumbos, ando no sé por dónde.

Me he quedado sin sombra, porque todo está a oscuras.

La busco y no la encuentro. Es la primera noche

de mi vida en que ha huido la sombra de mi lado.

No adivino las puertas, no adivino los muros.

Todo es como una inmensa catacumba cerrada.

Ha muerto el agua, han muerto las voces y los pasos.

No sé quién soy e ignoro hacia dónde camino.

La sangre se me agolpa en mitad de la lengua.

Roma me sabe a sangre y a borbotón la escupo.

Cruje, salta, se rompe, se derrumba, se cae.

Sólo un hoyo vacío me avisa en las tinieblas

lo que me está esperando.

(De «Roma, peligro para caminantes»)

Rafael Alberti

El prisionero

Carcelera, toma la llave

que salga el preso a la calle.

Que vean sus ojos los campos

y tras los campos, los mares,

el sol, la luna y el aire.

Que vean a su dulce amiga,

delgada y descolorida

sin voz, de tanto llamarle.

Que salga el preso a la calle.

SOBRE LOS ANGELES

Alberti

Madrigal sin remedio

Porque al fin te perdieron fuegos tristes

y humos lentos velaron

velaron el castillo, nívea cárcel.

donde la rosa olvida sus fantasmas,

mi corazón, sin voz, ni batallones,

viene solo al asalto

de esas luces, espejos de ceniza

llevadoras a un muerto sur de muertes.

Ve su pecho ascendido en dos arroyos

de agua y sangre, hacia el tuyo

quemado ya por huecos tizos fáciles,

falsos, flor, pena mía, sin remedio.

Los ángeles mohosos

Hubo luz que trajo

por hueso una almendra amarga.

Voz que por sonido,

el fleco de la lluvia,

cortado por un hacha.

Alma que por cuerpo,

la funda de aire

de una doble espada.

Venas que por sangre,

Y el de mirra y de retama.

Cuerpo que por alma,

el vacío, nada.

Los ángeles vengativos

No, no te conocieron

las almas conocidas.

Sí la mía.

¿Quién eres tú, dinos, que no te recordamos

ni de la tierra ni del cielo?

Tu sombra, dinos, ¿de qué espacio?

¿Qué luz la prolongó, habla,

hasta nuestro reinado?

¿De dónde vienes, dinos,

sombra sin palabras,

que no te recordamos?

¿Quién te manda?

Sí relámpago fuiste en algún sueño,

relámpagos se olvidan, apagados.

Y por desconocida

las almas conocidas te mataron.

No la mía.

El ángel tonto

Ese ángel,

ése que niega el limbo de su fotografía

y hace pájaro muerto

su mano.

Ese ángel que terne que le pidan las alas,

que le besen el pico,

seriamente,

sin contrato.

Si es del cielo y tan tonto,

¿por qué en la tierra? Dime.

Decidme.

No en las calles, en todo,

indiferente, necio,

me lo encuentro.

¡El ángel tonto!

¡Si será de la tierra!

- Sí, de la tierra sólo.

El ángel del misterio

Un sueño sin faroles y una humedad de olvidos,

pisados por un nombre y una sombra.

No sé si por un nombre o muchos nombres,

si por una sombra o muchas sombras.

Reveládmelo.

Sé que habitan los pozos frías voces,

que son de un solo cuerpo o muchos cuerpos,

de un alma sola o muchas almas.

No sé.

Decídmelo.

Que un caballo sin nadie va estampando

a su amazona antigua por los muros.

Que en las almenas grita, muerto, alguien

que yo toqué, dormido, en un espejo,

que yo, mudo, le dije…

No sé.

Explicádmelo.

Los ángeles mudos

Inmóviles, clavadas, mudas mujeres de los zaguanes

y hombres sin voz, lentos, de las bodegas,

quieren, quisieran, querrían preguntarme:

- ¿Cómo tú por aquí y en otra parte?

Querrían hombres, mujeres, mudos, tocarme,

saber si mi sombra, si mi cuerpo andan sin alma

por otras calles.

Quisieran decirme:

- Si eres tú, párate.

Hombres, mujeres, quieren, querrían ver claro,

asomarse a mi alma,

acercarle una cerilla

por ver si es la misma.

Quieren, quisieran…

- Habla

Y van a morirse, mudos,

sin saber nada.

El ángel de arena

Seriamente, en tus ojos era la mar dos niños que me espiaban,

temerosos de lazos y palabras duras.

Dos niños de la noche, terribles, expulsados del cielo,

cuya infancia era un robo de barcos y un crimen de soles y de lunas.

Duérmete. Ciérralos.

Vi que el mar verdadero era un muchacho que saltaba desnudo,

invitándome a un plato de estrellas y a un reposo de algas.

¡Sí, sí! Ya mi vida iba a ser, ya lo era, litoral desprendido.

Pero tú, despertando, me hundiste en tus ojos.

El mal minuto

Cuando para mí eran los trigos viviendas de astros y de dioses

y la escarcha los lloros helados de una gacela,

alguien me enyesó el pecho y la sombra,

traicionándome.

Ese minuto fue el de las balas perdidas,

el del secuestro, por la mar, de los hombres que quisieron ser pájaros,

el del telegrama a deshora y el hallazgo de sangre,

el de la muerte del agua que siempre miró al cielo.

Castigos

Es cuando golfos y bahías de sangre,

coagulados de astros difuntos y vengativos,

inundan los sueños.

Cuando golfos y bahías de sangre

atropellan la navegación de los lechos

y a la diestra del mundo muere olvidado un ángel.

Cuando saben a azufre los vientos

y las bocas nocturnas a hueso, vidrio y alambre.

Oídme.

Yo no sabía que las puertas cambiaban de sitio,

que las almas podían ruborizarse de sus cuerpos,

ni que al final de un túnel la luz traía la muerte.

Oídme aún.

Quieren huir los que duermen.

Pero esas tumbas del mar no son fijas,

esas tumbas que se abren por abandono y cansancio del cielo no son estables,

y las albas tropiezan con rostros desfigurados.

Oíd aún. Más todavía.

Hay noches en que las horas se hacen de piedra en los espacios,

en las venas no andan

y los silencios yerguen siglos y dioses futuros.

Un relámpago baraja las lenguas y trastorna las palabras.

Pensad en las esferas derruidas,

en las órbitas secas de los hombres deshabitados,

en los milenios mudos.

Más, más todavía. Oídme.

Se ve que los cuerpos no están en donde estaban,

que la luna se enfría de ser mirada

y que el llanto de un niño deforma las constelaciones.

Cielos enmohecidos nos oxidan las frentes desiertas,

donde cada minuto sepulta su cadáver sin nombre.

Oídme, oídme por último.

Porque siempre hay un último posterior a la caída de los páramos,

al advenimiento del frío en los sueños que se descuidan,

a los derrumbos de la muerte sobre el esqueleto de la nada.

El ángel falso

Para que yo anduviera entre los nudos de las raíces

y las viviendas óseas de los gusanos.

Para que yo escuchara los crujidos descompuestos del mundo

y mordiera la luz petrificada de los astros,

al oeste de mi sueño levantaste tu tienda, ángel falso.

Los que unidos por una misma corriente de agua me veis,

los que atados por una traición y la caída de una estrella me escucháis,

acogeos a las voces abandonadas de las ruinas.

Oíd la lentitud de una piedra que se dobla hacia la muerte.

No os soltéis de las manos.

Hay arañas que agonizan sin nido

y yedras que al contacto de un hombro se incendian y llueven sangre.

La luna transparenta el esqueleto de los lagartos.

Si os acordáis del cielo,

la cólera del frío se erguirá aguda en los cardos

o en el disimulo de las zanjas que estrangulan

el único descanso de las auroras: las aves.

Quienes piensen en los vivos verán moldes de arcilla

habitados por ángeles infieles, infatigables:

los ángeles sonámbulos que gradúan las órbitas de la fatiga.

¿Para qué seguir andando?

Las humedades son íntimas de los vidrios en punta

y después de un mal sueño la escarcha despierta clavos

o tijeras capaces de helar el luto de los cuervos.

Todo ha terminado.

Puedes envanecerte, en la caída marchita de los cometas que se hunden,

de que mataste a un muerto,

de que diste a una sombra la longitud desvelada del llanto,

de que asfixiaste el estertor de las capas atmosféricas.

Los ángeles muertos

Buscad, buscadlos:

en el insomnio de las cañerías olvidadas,

en los cauces interrumpidos por el silencio de las basuras.

No lejos de los charcos incapaces de guardar una nube,

unos ojos perdidos,

una sortija rota

o una estrella pisoteada.

Porque yo los he visto:

en esos escombros momentáneos que aparecen en las neblinas.

Porque yo los he tocado:

en el destierro de un ladrillo difunto,

venido a la nada desde una torre o un carro.

Nunca más allá de las chimeneas que se derrumban

ni de esas hojas tenaces que se estampan en los zapatos.

En todo esto.

Mas en esas astillas vagabundas que se consumen sin fuego,

en esas ausencias hundidas que sufren los muebles desvencijados,

no a mucha distancia de los nombres y signos que se enfrían en las paredes.

Buscad, buscadlos:

debajo de la gota de cera que sepulta la palabra de un libro

o la firma de uno de esos rincones de cartas

que trae rodando el polvo.

Cerca del casco perdido de una botella,

de una suela extraviada en la nieve,

de una navaja de afeitar abandonada al borde de un precipicio.

Los ángeles feos

Vosotros habéis sido,

vosotros que dormís en el vaho sin suerte de los pantanos

para que el alba más desgraciada os reanime en una gloria de estiércol,

vosotros habéis sido la causa de ese viaje.

Ni un solo pájaro es capaz de beber en una alma

cuando sin haberlo querido un cielo se entrecruza con otro

y una piedra cualquiera levanta a un astro una calumnia.

Ved.

La luna cae mordida por el ácido nítrico

en las charcas donde el amoníaco aprieta la codicia de los alacranes.

Si os atrevéis a dar un paso,

sabrán los siglos venideros que la bondad de las aguas es aparente

cuantas más hoyas y lodos ocultan los paisajes.

La lluvia me persigue atirantando cordeles.

Será lo más seguro que un hombre se convierta en estopa.

Mirad esto:

ha sido un falso testimonio decir que una soga al cuello no es agradable

y que el excremento de la golondrina exalta al mes de mayo.

Pero yo os digo:

una rosa es más rosa habitada por las orugas

que sobre la nieve marchita de esta luna de quince años.

Mirad esto también, antes que demos sepultura al viaje:

cuando una sombra se entrecoge las uñas en las bisagras de las puertas

o el pie helado de un ángel sufre el insomnio fijo de una piedra,

mi alma sin saberlo se perfecciona.

Al fin ya vamos a hundimos.

Es hora de que me dierais la mano

y me arañarais la poca luz que coge un agujero al cerrarse

y me matarais esta mala palabra que voy a pinchar sobre las tierras que se derriten.

El ángel superviviente

Acordaos.

La nieve traía gotas de lacre, de lomo derretido

y disimulos de niña que ha dado muerte a un cisne.

Una mano enguantada, la dispersión de la luz y el lento asesinato.

La derrota del cielo, un amigo.

Acordaos de aquel día, acordaos

y no olvidéis que la sorpresa paralizó el pulso y el color de los astros.

En el frío, murieron dos fantasmas.

Por un ave, tres anillos de oro

fueron hallados y enterrados en la escarcha.

La última voz de un hombre ensangrentó el viento.

Todos los ángeles perdieron la vida.

Menos uno, herido, alicortado.

Ángel de las bodegas

Fue cuando la flor del vino se moría en penumbra

y dijeron que el mar la salvaría del sueño.

Aquel día bajé a tientas a tu alma encalada y húmeda,

y comprobé que un alma oculta frío y escaleras

y que más de una ventana puede abrir con su eco otra voz, si es buena.

Te vi flotar a ti, flor de agonía, flotar sobre tu mismo espíritu.

(Alguien había jurado que el mar te salvaría del sueño.)

Fue cuando comprobé que murallas se quiebran con suspiros

y que hay puertas al mar que se abren con palabras.

ASOMBRO DE LA ESTRELLA ANTE EL DESTELLO

Asombro de la estrella ante el destello

de su cardada lumbre en alborozo.

Sueña el melocotón en que su bozo

Al aire pueda amanecer cabello.

Atónito el limón y agriado el cuello,

Sufre en la greña del membrillo mozo,

Y no hay para la rosa mayor gozo

Que ver sus piernas de espinado vello.

Ensombrecida entre las lajas, triste

De sufrirlas tan duras y tan solas,

Lisas para el desnudo de sus manos,

Ante el crinado mar que las embiste,

Mira la adolescente por las olas

Poblársele las ingles de vilanos.

El ángel ángel

Y el mar fue y le dio un nombre

y un apellido el viento

y las nubes un cuerpo

y un alma el fuego.

La tierra, nada.

Ese reino movible,

colgado de las águilas,

no la conoce.

Nunca escribió su sombra

la figura de un hombre.

El ángel bueno

Un año, ya dormido,

alguien que no esperaba

se paró en mi ventana.

¡Levántate! Y mis ojos

vieron plumas y espadas.

Atrás montes y mares,

nubes, picos y alas,

los ocasos, las albas.

¡Mírala ahí! Su sueño,

pendiente de la nada.

¡Oh anhelo, fijo mármol,

fija luz, fijas aguas

movibles de mi alma!

Alguien dijo: ¡Levántate!

Y me encontré en tu estancia.

El ángel bueno 2

Dentro del pecho se abren

corredores anchos, largos,

que sorben todas las mares.

Vidrieras,

que alumbran todas las calles.

Miradores,

que acercan todas las torres.

Ciudades deshabitadas

se pueblan, de pronto. Trenes

descarrilados, unidos

marchan.

Naufragios antiguos flotan.

La luz moja el pie en el agua.

¡Campanas!

Gira más de prisa el aire.

El mundo, con ser el mundo,

en la mano de un niña cabe.

¡Campanas!

Una carta del cielo bajó un ángel.

El ángel bueno 3

Vino el que yo quería,

el que yo llamaba.

No aquel que barre cielos sin defensas,

luceros sin cabañas,

lunas sin patria,

nieves.

Nieves de esas caídas de una mano,

un nombre,

un sueño,

una frente.

No aquel que a sus cabellos

ató la muerte.

El que yo quería.

Sin arañar los aires,

sin herir hojas ni mover cristales.

Aquel que a sus cabellos

ató el silencio.

Para, sin lastimarme,

cavar una ribera de luz, dulce en mi pecho,

y hacerme el alma navegable.

El ángel ceniciento

Precipitadas las luces

por los derrumbos del cielo,

en la barca de las nieblas

bajaste tú, Ceniciento.

Para romper cadenas

y enfrentar a la tierra contra el viento.

Iracundo, ciego.

Para romper cadenas

y enfrentar a los mares contra el fuego.

Dando bandazos el mundo,

por la nada rodó, muerto.

No se enteraron los hombres.

Sólo tú y yo, Ceniciento.

El ángel de arena

Seriamente, en tus ojos era la mar dos niños que me espiaban,

temerosos de lazos y palabras duras.

Dos niños de la noche, terribles, expulsados del cielo,

cuya infancia era un robo de barcos y un crimen de soles y de lunas.

Duérmete. Ciérralos.

Vi que el mar verdadero era un muchacho que saltaba desnudo,

invitándome a un plato de estrellas y a un reposo de algas.

¡Sí, sí! Ya mi vida iba a ser, ya lo era, litoral desprendido.

Pero tú, despertando, me hundiste en tus ojos.

Seriamente, en tus ojos era la mar dos niños que me espiaban,

temerosos de lazos y palabras duras.

Dos niños de la noche, terribles, expulsados del cielo,

cuya infancia era un robo de barcos y un crimen de soles y de lunas.

Duérmete. Ciérralos.

Vi que el mar verdadero era un muchacho que saltaba desnudo,

invitándome a un plato de estrellas y a un reposo de algas.

¡Sí, sí! Ya mi vida iba a ser, ya lo era, litoral desprendido.

Pero tú, despertando, me hundiste en tus ojos.

El ángel de los números

Vírgenes con escuadras

y compases, velando

las celestes pizarras.

Y el ángel de los números,

pensativo, volando del 1 al 2, del 2

al 3, del 3 al 4.

Tizas frías y esponjas

rayaban y borraban

la luz de los espacios.

Ni sol, luna, ni estrellas,

ni el repentino verde

del rayo y el relámpago,

ni el aire. Sólo nieblas.

Vírgenes sin escuadras,

sin compases, llorando.

Y en las muertas pizarras

el ángel de los números,

sin vida, amortajado

sobre el 1 y el 2,

sobre el 3, sobre el 4…

EL ÁNGEL DEL CARBÓN

Feo, de hollín y fango.

¡No verte!

Antes, de nieve, áureo,

en trineo por mi alma.

Cuajados pinos. Pendientes.

Y ahora por las cocheras,

de carbón, sucio.

¡Te lleven!

Por los desvanes de los sueños rotos.

Telarañas. Polillas. Polvo.

¡Te condenen!

Tiznados por tus manos,

mis muebles, mis paredes.

En todo,

tu estampado recuerdo

de tinta negra y barro.

¡Te quemen!

Amor, pulpo de sombra,

malo.

EL ÁNGEL DEL MISTERIO

Un sueño sin faroles y una humedad de olvidos,

pisados por un nombre y una sombra.

No sé si por un nombre o muchos nombres,

si por una sombra o muchas sombras.

Reveládmelo.

Sé que habitan los pozos frías voces,

que son de un solo cuerpo o muchos cuerpos,

de un alma sola o muchas almas.

No sé.

Decídmelo.

Que un caballo sin nadie va estampando

a su amazona antigua por los muros.

Que en las almenas grita, muerto, alguien

que yo toqué, dormido, en un espejo,

que yo, mudo, le dije…

No sé.

Explicádmelo.

El ángel desconocido

¡Nostalgia de los arcángeles!

Yo era…

Miradme.

Vestido como en el mundo,

ya no se me ven las alas.

Nadie sabe como fui.

No me conocen.

Por las calles, ¿quién se acuerda?

Zapatos son mis sandalias.

Mi túnica, pantalones

y chaqueta inglesa.

Dime quién soy.

Y, sin embargo, yo era…

Miradme.

El ángel falso

Para que yo anduviera entre los nudos de las raíces

y las viviendas óseas de los gusanos.

Para que yo escuchara los crujidos descompuestos del mundo

y mordiera la luz petrificada de los astros,

al oeste de mi sueño levantaste tu tienda, ángel falso.

Los que unidos por una misma corriente de agua me veis,

los que atados por una traición y la caída de una estrella me escucháis,

acogeos a las voces abandonadas de las ruinas.

Oíd la lentitud de una piedra que se dobla hacia la muerte.

No os soltéis de las manos.

Hay arañas que agonizan sin nido

y yedras que al contacto de un hombro se incendian y llueven sangre.

La luna transparenta el esqueleto de los lagartos.

Si os acordáis del cielo,

la cólera del frío se erguirá aguda en los cardos

o en el disimulo de las zanjas que estrangulan

el único descanso de las auroras: las aves.

Quienes piensen en los vivos verán moldes de arcilla

habitados por ángeles infieles, infatigables:

los ángeles sonámbulos que gradúan las órbitas de la fatiga.

¿Para qué seguir andando?

Las humedades son íntimas de los vidrios en punta

y después de un mal sueño la escarcha despierta clavos

o tijeras capaces de helar el luto de los cuervos.

Todo ha terminado.

Puedes envanecerte, en la caída marchita de los cometas que se hunden,

de que mataste a un muerto,

de que diste a una sombra la longitud desvelada del llanto,

de que asfixiaste el estertor de las capas atmosféricas.

EL ÁNGEL SUPERVIVIENTE

Acordáos.

La nieve traía gotas de lacre, de plomo derretido

y disimulos de niña que ha dado muerte a un cisne.

Una mano enguantada, la dispersión de la luz y el lento asesinato.

La derrota del cielo, un amigo.

Acordáos de aquel día, acordáos

y no olvidéis que la sorpresa paralizó el pulso y el color de los astros.

En el frío, murieron dos fantasmas.

Por un ave, tres anillos de oro

fueron hallados y enterrados en la escarcha.

La última voz del hombre ensangrentó el viento.

Todos los ángeles perdieron la vida.

Menos uno, herido, alicortado.

El ángel tonto

Ese ángel,

ése que niega el limbo de su fotografía

y hace pájaro muerto

su mano.

Ese ángel que terne que le pidan las alas,

que le besen el pico,

seriamente,

sin contrato.

Si es del cielo y tan tonto,

¿por qué en la tierra? Dime.

Decidme.

No en las calles, en todo,

indiferente, necio,

me lo encuentro.

¡El ángel tonto!

¡Si será de la tierra!

- Sí, de la tierra sólo.

El ángel del misterio

Un sueño sin faroles y una humedad de olvidos,

pisados por un nombre y una sombra.

No sé si por un nombre o muchos nombres,

si por una sombra o muchas sombras.

Reveládmelo.

Sé que habitan los pozos frías voces,

que son de un solo cuerpo o muchos cuerpos,

de un alma sola o muchas almas.

No sé.

Decídmelo.

Que un caballo sin nadie va estampando

a su amazona antigua por los muros.

Que en las almenas grita, muerto, alguien

que yo toqué, dormido, en un espejo,

que yo, mudo, le dije…

No sé.

Explicádmelo.

EL CUERPO DESHABITADO

Yo te arrojé de mi cuerpo,

yo, con un carbón ardiendo.

- Vete.

Madrugada.

La luz, muerta en las esquinas

y en las casas.

Los hombres y las mujeres

ya no estaban.

- Vete.

Quedó mi cuerpo vacío,

negro saco, a la ventana.

Se fue.

Se fue, doblando las calles.

Mi cuerpo anduvo, sin nadie.

GUERRA A LA GUERRA POR LA GUERRA…

Guerra a la guerra por la guerra. Vente.

Vuelve la espalda. El mar. Abre la boca.

Contra una mina una sirena choca

Y un arcángel se hunde, indiferente.

Tiempo de fuego. Adiós. Urgentemente.

Cierra los ojos. Es el monte. Toca.

Saltan las cumbres salpicando roca

Y un arcángel se hunde, indiferente.

¿Dinamita a la luna también? Vamos.

Muerte a la muerte por la muerte: guerra.

En verdad, piensa el toro, el mundo es bello

Encendidos están, amor, los ramos.

Abre la boca. (El mar. El monte.) Cierra

Los ojos y desátate el cabello.

HACE FALTA ESTAR CIEGO…

Hace falta estar ciego,

tener como metidas en los ojos raspaduras de vidrio,

cal viva,

arena hirviendo,

para no ver la luz que salta en nuestros actos,

que ilumina por dentro nuestra lengua,

nuestra diaria palabra.

Hace falta querer morir sin estela de gloria y alegría,

sin participación de los himnos futuros,

sin recuerdo en los hombres que juzguen el pasado sombrío de la tierra.

Hace falta querer ya en vida ser pasado,

obstáculo sangriento,

cosa muerta,

seco olvido.

LLORABA RECIO, GOLPEANDO, OSCURO…

Lloraba recio, golpeando, oscuro,

las humanas paredes sin salida.

Para marcarlo de una sacudida,

Lo esperaba la luz fuera del muro.

Grito en la entraña que lo hincó, futuro,

Desventuradamente y resistida

Por la misma cerrada, abierta herida

Que ha de exponerlo al primer golpe duro.

¡Qué desconsolación y qué ventura!

Monstruo batido en sangre, descuajado

De la cueva carnal del sufrimiento.

Mama la luz y agótala, criatura,

Tabícala en tu ser iluminado,

Que mamas con la leche el pensamiento.

LO QUE DEJE POR TI

Dejé por ti mis bosques, mi perdida

arboleda, mis perros desvelados,

mis capitales años desterrados

hasta casi el invierno de la vida.

Dejé un temblor, dejé una sacudida,

un resplandor de fuegos no apagados,

dejé mi sombra en los desesperados

ojos sangrantes de la despedida.

Dejé palomas tristes junto a un río,

caballos sobre el sol de las arenas,

dejé de oler la mar, dejé de verte.

Dejé por ti todo lo que era mío.

Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,

tanto como dejé para tenerte.

Los ángeles feos

Vosotros habéis sido,

vosotros que dormís en el vaho sin suerte de los pantanos

para que el alba más desgraciada os reanime en una gloria de estiércol,

vosotros habéis sido la causa de ese viaje.

Ni un solo pájaro es capaz de beber en una alma

cuando sin haberlo querido un cielo se entrecruza con otro

y una piedra cualquiera levanta a un astro una calumnia.

Ved.

La luna cae mordida por el ácido nítrico

en las charcas donde el amoníaco aprieta la codicia de los alacranes.

Si os atrevéis a dar un paso,

sabrán los siglos venideros que la bondad de las aguas es aparente

cuantas más hoyas y lodos ocultan los paisajes.

La lluvia me persigue atirantando cordeles.

Será lo más seguro que un hombre se convierta en estopa.

Mirad esto:

ha sido un falso testimonio decir que una soga al cuello no es agradable

y que el excremento de la golondrina exalta al mes de mayo.

Pero yo os digo:

una rosa es más rosa habitada por las orugas

que sobre la nieve marchita de esta luna de quince años.

Mirad esto también, antes que demos sepultura al viaje:

cuando una sombra se entrecoge las uñas en las bisagras de las puertas

o el pie helado de un ángel sufre el insomnio fijo de una piedra,

mi alma sin saberlo se perfecciona.

Al fin ya vamos a hundimos.

Es hora de que me dierais la mano

y me arañarais la poca luz que coge un agujero al cerrarse

y me matarais esta mala palabra que voy a pinchar sobre las tierras que se derriten.

Los ángeles mohosos

Hubo luz que trajo

por hueso una almendra amarga.

Voz que por sonido,

el fleco de la lluvia,

cortado por un hacha.

Alma que por cuerpo,

la funda de aire

de una doble espada.

Venas que por sangre,

Y el de mirra y de retama

Cuerpo que por alma,

el vacío, nada.

LOS ÁNGELES MUDOS

Inmóviles, clavadas, mudas mujeres de los zaguanes

y hombres sin voz, lentos, de las bodegas,

quieren, quisieran, querrían preguntarme.

- ¿Cómo tú por aquí y en otra parte?

Querrían hombres y mujeres, mudos, tocarme,

saber si mi sombra, si mi cuerpo andan sin alma

por otras calles.

Quisieran decirme:

- Si eres tú, párate.

Hombres, mujeres, mudos, querrían ver claro,

asomarse a mi alma,

acercarle una cerilla

por ver si es la misma.

Quieren, quisieran…

- Habla.

Y van a morirse, mudos,

sin saber nada.

LOS ÁNGELES MUERTOS

Buscad, buscadlos:

en el insomnio de las cañerías olvidadas,

en los cauces interrumpidos por el silencio de las basuras.

No lejos de los charcos incapaces de guardar una nube,

unos ojos perdidos,

una sortija rota

o una estrella pisoteada.

Porque yo los he visto:

en esos escombros momentáneos que aparecen en las

neblinas.

Porque yo los he tocado:

en el destierro de un ladrillo difunto,

venido a la nada desde una torre o un carro.

Nunca más allá de las chimeneas que se derrumban

ni de esas hojas tenaces que se estampan en los zapatos.

En todo esto.

Mas en esas astillas vagabundas que se consumen sin fuego,

en esas ausencias hundidas que sufren los muebles

desvencijados,

no a mucha distancia de los nombres y signos que se

enfrían en las paredes.

Buscad, buscadlos:

debajo de la gota de cera que sepulta la palabra de un libro

o la firma de uno de esos rincones de cartas

que trae rodando el polvo.

Cerca del casco perdido de una botella,

de una suela extraviada en la nieve,

de una navaja de afeitar abandonada al borde de un

precipicio.

LOS ÁNGELES SONÁMBULOS

1

Pensad en aquella hora:

cuando se rebelaron contra un rey en tinieblas

los ojos invisibles de las alcobas.

Lo sabéis, lo sabéis. ¡Dejadme!

Si a lo largo de mí se abren grietas de nieve,

tumbas de aguas paradas

nebulosas de sueños oxidados,

echad la llave para siempre a vuestros párpados.

¿Qué queréis?

Ojos invisibles, grandes, atacan.

Púas incandescentes se hunden en los tabiques.

Ruedan pupilas muertas,

sábanas.

Un rey es un erizo de pestañas.

2

También,

también los oídos invisibles de las alcobas,

contra un rey en tinieblas.

Ya sabéis que mi boca es un pozo de nombres

de números y letras difuntos.

Que los ecos se hastían sin mis palabras

y lo que jamás dije desprecia y odia al viento.

Nada tenéis que oír.

¡Dejadme!

Pero oídos se agrandan contra el pecho.

De escayola, fríos,

bajan a la garganta,

a los sótanos lentos de la sangre,

a los tubos de los huesos.

Un rey es un erizo sin secreto.

Como yo, como todos.

Y nadie espera ya la llegada del expreso,

la visita oficial de la luz a los mares necesitados,

la resurrección de las voces en los ecos que se calcinan.

Los ángeles vengativos

No, no te conocieron

las almas conocidas.

Sí la mía.

¿Quién eres tú, dinos, que no te recordamos

ni de la tierra ni del cielo?

Tu sombra, dinos, ¿de qué espacio?

¿Qué luz la prolongó, habla,

hasta nuestro reinado?

¿De dónde vienes, dinos,

sombra sin palabras,

que no te recordamos?

¿Quién te manda?

Sí relámpago fuiste en algún sueño,

relámpagos se olvidan, apagados.

Y por desconocida

las almas conocidas te mataron.

No la mía.

Los dos ángeles

Ángel de luz, ardiendo,

¡oh, ven!, y con tu espada

incendia los abismos

donde yace

mi subterráneo ángel de las nieblas.

¡Oh espadazo en las sombras!

Chispas

múltiples,

clavándose en mi cuerpo,

en mis alas sin plumas,

en lo que nadie ve,

vida.

Me estas quemando vivo.

Vuela ya de mí, oscuro

Lucifer

de las canteras sin auroras,

de los pozos sin agua,

de las simas

sin sueño,

ya carbón del espíritu,

sol, luna.

Me duelen los cabellos

y las ansias

¡Oh, quémame!

¡Más, más, sí, sí, más! ¡:Quémame!

¡Quémalo, ángel de luz,

custodio mío,

tú que andabas llorando por las nubes,

tú, sin mí, tú, por mŽ,

ángel frío de polvo, ya sin gloria,

volcado

en las tinieblas!

¡Quémalo, ángel de luz,

quémame y huye!

MADRIGAL AL BILLETE DE TRANVÍA

Adonde el viento, impávido, subleva

torres de luz contra la sangre mía,

tú, billete, flor nueva,

cortada en los balcones del tranvía.

Huyes, directa, rectamente liso,

en tu pétalo un nombre y un encuentro

latentes, a ese centro

cerrado y por cortar del compromiso.

Y no arde en ti la rosa ni en ti priva

el finado clavel, sí la violeta

contemporánea, viva,

del libro que viaja en la chaqueta.

NOCTURNO

Cuando tanto se sufre sin sueño y por la sangre

se escucha que transita solamente la rabia,

que en los tuétanos tiembla despabilado el odio

y en las médulas arde continua la venganza,

las palabras entonces no sirven son palabras.

Manifiestos, artículos, comentarios, discursos,

humaredas perdidas, neblinas estampadas,

qué dolor de papeles que ha de barrer el viento,

qué tristeza de tinta que ha de borrar el agua!

Ahora sufro lo pobre, lo mezquino, lo triste,

lo desgraciado y muerto que tiene una garganta

cuando desde el abismo de su idioma quisiera

gritar que no puede por imposible, y calla.

Siento esta noche heridas de muerte las palabras.

PAMPLINAS

De lona y níquel, peces de las nubes,

bajan al mar periódicos y cartas.

(Los carteros no creen en las sirenas

ni en el vals de las olas, sí en la muerte.

Y aún hay calvas marchitas a la luna

y llorosos cabellos en los libros.

Un polisón de nieve, blanqueando

las sombras, se suicida en los jardines.

¿Qué será de mi alma, que hace tiempo

bate el récord continuo de la ausencia?

¿Qué de mi corazón, que ya ni brinca,

picado ante el azar y el accidente?

Exploradme los ojos, y, perdidos,

os herirán las ansias de los náufragos,

la balumba de nortes ya difuntos,

el solo bamboleo de los mares.

Cascos de chispa y pólvora, jinetes

sin alma y sin montura entre los trigos;

basílicas de escombros, levantadas

trombas de fuego, sangre, cal, ceniza.

Pero también, un sol en cada brazo,

el alba aviadora, pez de oro,

sobre la frente un número, una letra,

y en el pico una carta azul, sin sello.

Nuncio -la voz, eléctrica, y la cola-

del aceleramiento de los astros,

del confín del amor, del estampido

de la rosa mecánica del mundo.

Sabed de mí, que dije por teléfono

mi madrigal dinámico a los hombres:

¿Quién eres tú, de acero, estaño y plomo?

- Un relámpago más, la nueva vida.

PARAÍSO PERDIDO ( Haikus )

35

Silencio. Más silencio.

Inmóviles los pulsos

del sinfín de la noche.

45

¡Oh boquete de sombras!

¡Hervidero del mundo!

¡Qué confusión de siglos!

5

Sola,

sin muebles y sin alcobas,

deshabitada.

9

Alma en pena:

el resplandor sin vida,

tu derrota.

11

Ángeles buenos o malos,

que no sé,

te arrojaron a mi alma.

16

¡Paraíso perdido!

Perdido por buscarte,

yo, sin luz para siempre.

25

A través de los siglos,

por la nada del mundo,

yo, sin sueño, buscándote.

10

Ciudades sin respuesta,

ríos sin habla, cumbres

sin ecos, mares mudos.

RETORNOS DE UNA SOMBRA MALDITA

¿Será difícil, madre, volver a ti? Feroces

somos tus hijos. Sabes

que no te merecemos quizás, que hoy una sombra

maldita nos desune, nos separa

de tu agobiado corazón, cayendo

atroz, dura, mortal, sobre sus telas,

como un oscuro hachazo.

No, no tenemos manos, ¿verdad?, no las tenemos,

que no lo son, ay, ay, porque son garras,

zarpas siempre dispuestas

a romper esas fuentes que coagulan

para ti sola en llanto.

No son dientes tampoco, que son puntas,

fieras crestas limadas incapaces

de comprender tus labios y mejillas.

Han pasado desgracias,

han sucedido, madre, verdaderas

noches sin ojos, albas que no abrían

sino para cerrarse en ciega muerte.

Cosas que no acontecen,

que alguien pensó más lejos,

más allá de las lívidas fronteras del espanto,

madre, han acontecido.

Y todavía por si acaso hubieras,

por si tal vez hubieras soñado en un momento

que en el olvido puede calmar el mar sus olas,

un incesante acoso

un ceñido rodeo

te aprietan hasta hacerte

subir vertida y sin final en sangre.

Júntanos, madre. Acerca

esa preciosa rama

tuya, tan escondida, que anhelamos

asir, estrechar todos, encendiéndonos

en ella como un único fruto

de sabor dulce, igual. Que en ese día,

desnudos de esa amarga corteza, liberados

de ese hueso de hiel que nos consume,

alegres, rebosemos

tu ya tranquilo corazón sin sombra.

RETORNOS DEL AMOR EN UNA AZOTEA

Poblado estoy de muchas azoteas.

Sobre la mar se tienden las más blancas,

dispuestas a zarpar al sol, llevando

como velas las sábanas tendidas.

Otras dan a los campos, pero hay una

que solo da al amor, cara a los montes.

Y es la que siempre vuelve.

Allí el amor peinaba sus geranios,

conducía las rosas y jazmines

por las barandas y en la ardiente noche

se deshacía en una fresca lluvia.

Lejos, las cumbres, soportando el peso

de las grandes estrellas, lo velaban.

¿Cuándo el amor vivió más venturoso

ni cuándo entre las flores

recién regadas fuera

con más alma en la sangre poseído?

Subía el silbo de los trenes. Tiemblos

de farolillos de verbena y músicas

de los quioscos y encendidos árboles

remontaban y súbitos diluvios

de cometas veloces que vertían

en sus ojos fugaces resplandores.

Fue la más bella edad del corazón. Retorna

hoy tan distante en que la estoy soñando

sobre este viejo tronco, en un camino

que no me lleva ya a ninguna parte.

RETORNOS DEL AMOR EN UNA NOCHE DE VERANO

A tientas el amor, a ciegas en lo oscuro

tal vez entre las ramas, madura, alguna estrella,

vuelvo a sentirlo, vuelvo,

mojado de la escarcha caliente de la noche,

contra el hoyo de mentas tronchadas y tomillos.

Es él, único, sólo, lo mismo que mi mano

la piel desparramada de mi cuerpo, la sombra

de mi recién salido corazón, los umbrosos

centros más subterráneos de mi ser lo querían.

Vuelve único, vuelve

como forma tocada nada más, como llena

palpitación tendida cubierta de cabellos,

como sangre enredada en mi sangre, un latido

dentro de otro latido solamente.

Más las palabras, ¿dónde?

Las palabras no llegan. No tuvieron espacio

en aquel agostado nocturno, no tuvieron

ese mínimo aire que media entre dos bocas

antes de reducirse a un clavel silencioso.

Pero un aroma oculto se desliza , resbala,

me quema un desvelado olor a oscura orilla.

Alguien está prendiendo por la yerba un murmullo.

Es que siempre en la noche del amor pasa un río.

RETORNOS DEL OTOÑO

Nos dicen: Sed alegres.

Que no escuchen los hombres rodar en vuestros cantos

ni el más leve ruido de una lágrima.

Está bien. Yo quisiera, diariamente lo quiero,

mas hay horas, hay días, hasta meses y años

en que se carga el alma de una justa tristeza

y por tantos motivos que luchan silenciosos

rompe a llorar, abiertas las llaves de los ríos.

Miro el otoño, escucho sus aguas melancólicas

de dobladas umbrías que pronto van a irse.

Me miro a mí, me escucho esta mañana

y perdido ese miedo

que me atenaza a veces hasta dejarme mudo,

me repito: Confiesa

grita valientemente que quisieras morirte.

Di también: Tienes frío.

Di también: Estás solo, aunque otros te acompañen.

¿Qué sería de ti si al cabo no volvieras?

Tus amigos, tu niña, tu mujer, todos esos

que parecen quererte de verdad, ¿qué dirían?

Sonreíd. Sed alegres. Cantad la vida nueva.

Pero yo sin vivirla, ¡cuántas veces la canto!

¡Cuántas veces animo ciegamente a los tristes,

diciéndoles: Sed fuertes, porque vuestra es el alba!

Perdonadme que hoy sienta pena y la diga.

No me culpéis. Ha sido

la vuelta del otoño.

SE EQUIVOCÓ LA PALOMA

Se equivocó la paloma.

Se equivocaba.

Por ir al Norte, fue al Sur.

Creyó que el trigo era agua.

Se equivocaba.

Que las estrellas, rocío;

que la calor, la nevada.

Se equivocaba.

Que tu falda era tu blusa;

que tu corazón, su casa.

Se equivocaba.

Ella se durmió en la orilla.

Tú, en la cumbre de una rama.

SI MI VOZ MURIERA EN TIERRA

Si mi voz muriera en tierra

llevadla al nivel del mar

y dejadla en la ribera.

Llevadla al nivel del mar

y nombradla capitana

de un blanco bajel de guerra.

Oh mi voz condecorada

con la insignia marinera:

sobre el corazón un ancla

y sobre el ancla una estrella

y sobre la estrella el viento

y sobre el viento una vela!

TAL VEZ, OH MAR…

Tal vez, oh mar, mi voz ya esté cansada

y le empiece a faltar aquella transparencia,

aquel arranque igual al tuyo, aquello

que era tan parecido a tu oleaje.

Han pasado los años por mí, sus duras olas

han mordido la piedra de mi vida,

y al viento de este ocaso playero ya la miro

doblándose en las húmedas arenas.

Tú, no; tú sigues joven, con esa voz de siempre

y esos ojos azules renovados

que ven hundirse, insomnes, las edades.

TRES RECUERDOS DEL CIELO

Homenaje a Gustavo Adolfo Bécquer

1.PRÓLOGO

No habían cumplido años ni la rosa ni el arcángel.

Todo, anterior al balido y al llanto.

Cuando la luz ignoraba todavía

si el mar nacería niño o niña.

Cuando el viento soñaba melenas que peinar

y claveles el fuego que encender y mejillas

y el agua unos labios parados donde beber.

Todo, anterior al cuerpo, al nombre y al tiempo.

Entonces, yo recuerdo que, una vez, en el cielo…

2.PRIMER RECUERDO

…una azucena tronchada…

G. A. Bécquer

Paseaba con un dejo de azucena que piensa,

casi de pájaro que sabe ha de nacer.

Mirándose sin verse a una luna que le hacía espejo el

sueño

y a un silencio de nieve, que le elevaba los pies.

A un silencio asomada.

Era anterior al arpa, a la lluvia y a las palabras.

No sabía.

Blanca alumna del aire,

temblaba con las estrellas, con la flor y los árboles.

Su tallo, su verde talle.

Con las estrellas mías

que, ignorantes de todo,

por cavar dos lagunas en sus ojos

la ahogaron en dos mares.

Y recuerdo…

Nada más: muerta, alejarse.

3.SEGUNDO RECUERDO

…rumor de besos y batir de alas…

G .A. Bécquer

También antes,

mucho antes de la rebelión de las sombras,

de que al mundo cayeran plumas incendiadas

y un pájaro pudiera ser muerto por un lirio.

Antes, antes que tú me preguntaras

el número y el sitio de mi cuerpo.

Mucho antes del cuerpo.

En la época del alma.

Cuando tú abriste en la frente sin corona, del cielo,

la primera dinastía del sueño.

Cuando tú, al mirarme en la nada,

inventaste la primera palabra.

Entonces, nuestro encuentro.