Libro VII


  1. Tú también a nuestros litorales, oh nodriza de Eneas,
  2. fama diste inmortal con tu muerte, Cayeta;
  3. y aún hoy conservan tus honras el lugar y los huesos tu nombre
  4. en Hesperia la grande —si gloria es eso— señala.
  5. El piadoso Eneas, celebradas debidamente las exequias, 5
  6. levantando el terraplén del túmulo, luego que callaron
  7. los mares profundos, abre camino a sus velas y el puerto abandona.
  8. Brisas lo llevan soplando hacia la noche y no oculta el rumbo
  9. una luna brillante, esplende el mar a la luz temblorosa.
  10. Pasan rozando las cercanas costas de la tierra de Circe, 10
  11. donde la exhuberante hija del Sol recónditos bosques
  12. hace que resuenen de su canto continuo, y a las luces de la noche
  13. en moradas soberbias quema el cedro oloroso
  14. mientras recorre las delicadas telas con afilado peine.
  15. Se escuchan allí los gemidos y la furia de los leones 15
  16. que cadenas rechazan y rugen bien entrada la noche;
  17. y los cerdos erizados de púas y los osos enfurecidos
  18. en sus jaulas y el aullido de las sombras de lobos enormes:
  19. a todos de su aspecto humano la diosa cruel con poderosas hierbas
  20. los había cambiado, Circe, en rostro y cuerpos de fieras. 20
  21. Para que maravilla semejante no sufrieran los piadosos troyanos
  22. si entraban en el puerto, ni padecieran un litoral cruel,
  23. Neptuno llenó sus velas de vientos favorables,
  24. propició su huida y los lanzó más allá de hiervientes escollos.
  25. Y ya enrojecía con sus rayos el mar y desde el alto éter 25
  26. la Aurora brillaba de azafrán en su biga de rosas,
  27. cuando se posaron los vientos y se detuvo de repente todo
  28. soplo y se esfuerzan los remos en el tardo mármol.
  29. Y ve entonces Eneas un enorme bosque
  30. desde el mar. Aquí el Tiber de amena corriente 30
  31. y rápidas crestas y rubio de la mucha arena
  32. irrumpe en el mar. Alrededor y en lo alto frecuentan
  33. aves diversas sus orillas y el curso del río
  34. endulzando el aire con su canto y volaban por el bosque.
  35. Torcer el rumbo ordena a sus compañeros y volver las proas 35
  36. a tierra y alegre se adentra en la corriente umbrosa.
  37. Ahora ea, Erato. He de contar qué reyes, qué tiempos,
  38. cuál era en el Lacio antiguo el estado de las cosas,
  39. cuando un ejército extranjero llevó su flota
  40. a las costas ausonias, y cantaré el origen de la lucha primera. 40
  41. Tú, diosa, ilumina tú al vate. He de decir guerras horribles,
  42. he de decir ejércitos formados y reyes que el valor condujo a la muerte
  43. y las tropas tirrenas y toda entera sometida alas armas
  44. Hesperia. Se alza ante mí una serie mayor de sucesos,
    emprendo una obra aún más grande.
  45.                                                         Reinaba el rey Latino, 45
  46. ya anciano, en larga paz sobre campos y tranquilas ciudades.
  47. Que era éste nacido de Fauno y la Ninfa laurente Marica
  48. sabemos; Pico fue el padre de Fauno y a ti, Saturno,
  49. por padre te tiene éste: eres tú el origen remoto de esta sangre.
  50. No tenía hijo Latino por sino de los dioses ni le quedaba 50
  51. de varones prole alguna, que había perdido en el surgir de la primera juventud.
  52. Sola guardaba su casa y posesiones tan grandes una hija,
  53. madura ya para varón, ya con los años de casar cumplidos.
  54. Muchos la pretendían del gran Lacio y de Ausonia
  55. entera; la pretendía el más bello que todos los otros, 55
  56. Turno, poderoso de abuelo ybisabuelo, a quien la regia esposa
  57. animaba con ansia sorprendente a unírsele por yerno;
  58. mas portentos divinos lo impiden con terrores diversos.
  59. Había un laurel en medio de la casa, en lo más hondo,
  60. de sagrado follaje y cuidado con reverencia durante muchos años, 60
  61. que, se decía, el padre Latino en persona encontró y consagró
  62. a Febo, al fundar de la ciudad los cimientos,
  63. y que por él puso de nombre laurentes a los colonos.
  64. De aquél en lo más alto una nube de abejas
  65. (asombra contarlo) se instaló, llevadas por el aire 65
  66. transparente con intenso zumbido y se colgó con las patas trabadas
  67. un repentino enjambre de la rama frondosa.
  68. Al punto el vate dijo: «Vemos que llega
  69. un hombre extranjero, y que del mismo sitio viene
  70. al mismo sitio y se apodera de la alta fortaleza.» 70
  71. Además, mientras los altares perfumaba con castas antorchas
  72. y junto a su padre en pie estaba la joven Lavinia,
  73. se vio (¡qué espanto!) que un fuego prendía en el largo cabello
  74. y ardía todo su tocado entre llamas crepitantes,
  75. abrasado su pelo de reina, abrasada la corona 75
  76. cuajada de gemas; llena de humo, entonces, la envolvía
  77. una luz amarilla y extendía a Vulcano por toda la casa.
  78. Contaban esta visión como algo horrible y asombroso,
  79. pues anunciaba que ilustre y famoso sería su propio
  80. destino, pero que gran guerra habría de traer a su pueblo. 80
  81. Entonces el rey, preocupado por estos fenómenos, de Fauno el oráculo,
  82. su padre clarividente, busca y consulta los bosques
  83. al pie de la alta Albúnea, donde resuena la mayor de las selvas
  84. con su fuente sagrada que, sombría, exhala terribles vapores.
  85. Aquí los pueblos de Italia y toda la tierra de Enotria 85
  86. respuesta buscan en la duda; aquí el sacerdote,
  87. cuando lleva su ofrenda y en la noche callada se acuesta
  88. en pellejos de velludas ovejas y el sueño concilia,
  89. puede ver con maravillosas figuras muchas imágenes volar
  90. y escucha voces diversas y de la conversación goza 90
  91. de los dioses y habla con el Aqueronte del profundo Averno.
  92. Aquí también entonces el padre Latino respuesta buscando
  93. sacrificaba según el rito cien lanudas ovejas y acostado
  94. descansaba sobre sus vellones extendidos.
  95. De la hondura del bosque le llegó una voz repentina: 95
  96. «No pretendas casar a tu hija con un matrimonio latino,
  97. oh, sangre mía, ni confíes en el tálamo ya preparado.
  98. Yernos vendrán extranjeros que con su sangre nuestro
  99. nombre llevarán a los astros y cuyos descendientes
  100. todo verán caer bajo sus pies, todo gobernarán 100
  101. cuanto ve el sol al correr de uno a otro Océano.»
  102. No guarda en su boca Latino esta respuesta
  103. de su padre Fauno ni los consejos recibidos en la noche callada,
  104. sino que ya la Fama que vuela alrededor por las ciudades
  105. ausonias los había llevado, cuando la juventud laomedontia 105
  106. ató sus naves a la pendiente hermosa de la orilla.
  107. Eneas y sus jefes primeros y el apuesto Julo
  108. dan con sus cuerpos bajo las ramas de un árbol alto,
  109. y ordenan un banquete y disponen por la hierba bajo los alimentos
  110. tortas de harina (así el propio Júpiter se lo inspiraba) 110
  111. y colman de frutas silvestres el suelo cereal.
  112. Aquí por caso, cuando todo acabaron y la poca comida les obligó
  113. a hincar el diente en la delgada pasta de Ceres
  114. y a violar con manos y audaces mandíbulas el círculo
  115. de las tortas del destino, sin dejar siquiera los anchos cuadros: 115
  116. «¡Vaya! ¿Hasta las mesas nos comemos?», exclamó Julo
  117. y nada más, en broma. El escuchar estas palabras por vez primera
  118. trajo el final de las fatigas, y al punto las arrancó el padre
  119. de la boca de quien las dijo y le hizo callar pasmado del augurio.
  120. Al punto: «Salve, tierra que el destino nos debía, 120
  121. y salve a vosotros —dijo—, leales Penates de Troya.
  122. Aquí está mi casa, ésta es mi patria. Pues ya mi padre
  123. Anquises (ahora lo recuerdo) me dejó estos arcanos del destino:
  124. “Cuando, hijo mío, estés en litoral desconocido y por el hambre
  125. te veas obligado, agotadas las viandas, a devorar las mesas, 125
  126. acuérdate, aun cansado, de esperar tus casas y de con tu mano
  127. levantar allí tu primera morada y disponer alrededor un muro.”
  128. Ésta era el hambre aquélla, ésta por último nos aguardaba
  129. para marcar el fin de nuestros sufrimientos.
  130. Así que ánimo y, contentos, con la primera luz del sol 130
  131. qué lugares o qué hombres los ocupan, dónde las murallas del pueblo
  132. investiguemos y salgamos del puerto por diversos caminos.
  133. Libad ahora las páteras a Júpiter y con preces llamad
  134. a mi padre Anquises, y reponed el vino de las mesas.»
  135. Después de hablar así ciñe sus sienes con una frondosa 135
  136. rama y al genio del lugar y a la primera de las diosas,
  137. la Tierra, y a las Ninfas y a los ríos aún desconocidos
  138. invoca, como a la Noche y de la Noche a los astros nacientes
  139. y a Júpiter Ideo y a la madre frigia por orden
  140. les reza y a su madre en el cielo y en el Érebo al padre. 140
  141. Tronó entonces tres veces el padre todopoderoso, brillante
  142. en lo alto del cielo, y con sus rayos y el oro de la luz por su mano
  143. mostró una nube ardiente sacudiéndola desde el éter.
  144. Corre de pronto en el campo troyano el rumor
  145. de que el día había llegado en que la muralla debida fundaran. 145
  146. Reanudan encendidos el banquete y ante visión tan grande
  147. llenan alegres las crateras y coronan el vino.
  148. Cuando la luz del día siguiente a bañar empezaba
  149. las tierras, la ciudad y el territorio y las costas de ese pueblo
  150. exploran por caminos diversos: éstas eran las aguas de la frente del Numico,
  151. éste el río Tíber, aquí vivían los valientes latinos.
  152. Entonces el hijo de Anquises ordena marchar al augusto
  153. recinto del rey a cien oradores elegidos entre todas
  154. las clases, cubiertos todos con las ramas de Palas,
  155. a llevarle presentes y pedir la paz para los teucros. 155
  156. Sin tardanza se apresuran a cumplir la orden y van
  157. a toda prisa. Él marca las murallas con un surco en el suelo
  158. y prepara el lugar y, a la manera de los campamentos,
  159. rodea el emplazamiento primero de la costa con un terraplén y unas almenas.
  160. Y ya divisaban los jóvenes, cubierto el camino, las torres 160
  161. y los altos tejados de los latinos y llegaban al muro.
  162. Delante de la ciudad niños y jóvenes en la flor primera
  163. practican a caballo y prueban sus carros en el polvo,
  164. o tensan los dificiles arcos o agitan con sus brazos
  165. pesadas lanzas, y compiten corriendo o a golpes, 165
  166. cuando un mensajero se adelanta a caballo y lleva
  167. a oídos del anciano rey que han llegado unos hombres
  168. enormes de extraña vestidura. Él ordena que sean llevados
  169. a palacio y se sienta en el centro en el trono de sus mayores.
  170. Estaba en lo alto de la ciudad la augusta morada, 170
  171. enorme, alzada sobre cien columnas, el palacio del laurente Pico,
  172. imponente de selvas y por la devoción de los mayores.
  173. Aquí quería el augurio que recibieran los reyes el cetro
  174. y levantasen las primeras fasces; era éste su templo, la curia,
  175. éste el lugar de sus sagrados banquetes; aquí, matando el carnero, 175
  176. solían sentarse los padres en mesas corridas.
  177. Aparecían además por orden las efigies de los antepasados
  178. en rancia madera de cedro, ítalo y el padre Sabino
  179. plantador de la vid, con una corva hoz bajo su figura,
  180. y el anciano Saturno y la imagen de Jano bifronte 180
  181. estaban en el vestíbulo y desde el principio los demás reyes
  182. con las heridas de Marte recibidas luchando por la patria.
  183. Y muchas armas además sobre sagrados postes,
  184. cuelgan carros prisioneros y corvas segures
  185. y penachos de yelmos y enormes cerrojos de las puertas 185
  186. y lanzas y escudos y las quillas arrancadas a las naves.
  187. El propio Pico aparecía sentado, el domador de caballos,
  188. con la trompeta de Quirino y ceñido de breve trábea,
  189. y en la izquierda llevaba un escudo; a éste su esposa, loca de pasión,
  190. golpeándolo con varita de oro y con filtros cambiándolo, 190
  191. Circe, pájaro lo volvió y salpicó de colores sus alas.
  192. Del interior de tal templo, sentado en el trono de sus padres,
  193. Latino llamó a los teucros a su lado y les hizo pasar,
  194. y una vez allí les dice el primero con boca placentera:
  195. «Decidme, Dardánidas (pues no nos es vuestra ciudad desconocida 195
  196. ni vuestra raza, y hemos oído que andáis vagando por el mar),
  197. ¿qué buscáis? ¿Qué motivo o qué necesidad arrastró
  198. vuestras naves a la playa de Ausonia por vados cerúleos?
  199. Bien por errar la ruta, bien llevados de las tempestades
  200. cual a menudo sucede en alta mar a los marinos, 200
  201. os habéis adentrado en las orillas del río e instalado en el puerto.
  202. No evitéis nuestra hospitalidad ni queráis ignorar a los latinos,
  203. raza de Saturno que es justa no por ley o atadura,
  204. sino por voluntad propia y siguiendo el ejemplo del antiguo dios.
  205. Que recuerdo, en efecto (aunque los años oscurecen los hechos), 205
  206. que así lo contaban los viejos auruncos, cómo nacido en estos campos
  207. llegó Dárdano hasta las ciudades ideas de Frigia
  208. y a la Samos de Tracia, que ahora llaman Samotracia.
  209. A aquel que de aquí partió del tirreno solar de Córito,
  210. ahora en solio de oro la morada regia del cielo estrellado 210
  211. lo acoge y aumenta en los altares el número de los dioses.»
  212. Dijo, y con estas palabras le sigue Ilioneo:
  213. «Rey de la egregia estirpe de Fauno, ni la negra tormenta
  214. nos obligó, llevados de las olas, a arribar a esta tierra vuestra
  215. ni la estrella o la costa nos hicieron errar el camino. 215
  216. Hemos llegado a esta ciudad por decisión propia y queriéndolo
  217. en nuestro corazón, expulsados del reino más grande
  218. que un día el sol contempló en su camino desde el Olimpo.
  219. De Jove el origen de la raza nuestra, la juventud dardánida
  220. se enorgullece de su padre Jove y de la raza suprema de Jove nuestro rey:
  221. el troyano Eneas nos ha traído hasta tus umbrales.
  222. De qué manera de la cruel Micenas se desató por los ideos
  223. campos la tempestad, por qué hados llevados de una y otra parte
  224. se enfrentaron el mundo de Europa y el de Asia,
  225. lo saben tanto el que el límite de las tierras aleja 225
  226. donde refluye el Océano como aquel a quien separa la zona del sol inicuo
  227. que se extiende en medio de las otras cuatro.
  228. Después de aquel desastre llevados por tantos vastos mares,
  229. buscamos un pequeño solar para los dioses patrios y una costa
  230. tranquila, y agua y aire libre para todos. 230
  231. No seremos indignos de vuestro reino ni será pequeña
  232. vuestra fama ni se borrará la gracia de tan grande favor,
  233. ni habrán de arrepentirse los ausonios de acoger a Troya en su regazo.
  234. Que lo juro por los hados y la diestra poderosa de Eneas,
  235. si alguno hay que la haya conocido en tratos o en armas y guerra; 235
  236. muchos pueblos, muchas naciones (no nos desprecies, aunque
  237. nos veas con cintas en las manos y palabras suplicantes)
  238. nos requirieron y quisieron unirnos con ellos;
  239. mas los hados de los dioses nos obligaron con su fuerza
  240. a buscar vuestras tierras. De aquí procede Dárdano, 240
  241. aquí nos manda de nuevo Apolo y nos obliga con sus órdenes
  242. al Tiber tirreno y a las sagradas aguas de la fuente del Numico.
  243. A ti te entrega además, como presentes, exiguos testigos
  244. de una mejor fortuna, restos salvados de las llamas de Troya.
  245. Con este oro libaba el padre Anquises junto a los altares, 245
  246. éste era el ornato de Príamo cuando impartía justicia
  247. según la costumbre a los pueblos convocados, el cetro y la tiara
  248. santa y su vestido, labor de las troyanas.»
  249. A tales palabras de llioneo fijos Latino mantenía el rostro
  250. y la mirada y no los apartaba sin moverse del suelo, 250
  251. volviendo sus ojos atentos. Y ni la púrpura bordada
  252. distrae al rey ni le distraen los cetros de Príamo tanto
  253. cuanto pensando está en la boda y el tálamo de la hija,
  254. y da vueltas en su corazón al antiguo aviso de Fauno;
  255. éste era aquel yerno venido de un país extranjero 255
  256. que anunciaba el destino y con iguales auspicios
  257. llamado estaba a reinar, de éste la estirpe que por su valor
  258. sería famosa y habría de llenar con sus fuerzas el orbe entero.
  259. Contento al fin exclama: «¡Secunden los dioses nuestros planes
  260. y su propio augurio! Se te dará, troyano, lo que pides, 260
  261. y no desprecio tus regalos. Mientras sea rey Latino la riqueza
  262. no os faltará de un buen campo o la opulencia de Troya.
  263. Así que, venga Eneas en persona, si tanto deseo tiene de nosotros,
  264. si es que tiene prisa en sellar nuestra hospitalidad
  265. y ser llamado nuestro aliado, y no se esconda de rostros amigos: 265
  266. prenda será para mí de paz estrechar la diestra de vuestro jefe.
  267. Volved a llevar ahora a vuestro rey mis palabras:
  268. una hija tengo que según las suertes del templo de mi padre
  269. no debe casarse con varón de nuestra raza, ni lo permiten
  270. muchas señales del cielo; avisan que de costas lejanas 270
  271. yernos vendrán —que éste es el futuro del Lacio— que con su sangre
  272. alzarán nuestro nombre a las estrellas. Y yo creo que éste
  273. es aquel que el destino reclama y así si es buen adivino el corazón, lo deseo.»
  274. Dicho esto el padre elige caballos de su manada
  275. (trescientos aguardaban relucientes en altos establos), 275
  276. y al punto ordena que para todos los teucros sean llevados por orden
  277. los alados corceles enjaezados de púrpura y telas bordadas
  278. (de los pechos les cuelgan collares de cuentas de oro,
  279. de oro cubiertos, oro amarillo muerden entre los dientes),
  280. para el ausente Eneas un carro y una pareja para el yugo 280
  281. de celestial simiente que fuego respira por la nariz,
  282. de la raza de aquellos que a su padre robó la maga Circe
  283. y crió bastardos de una madre que les había puesto debajo.
  284. Con presentes tales los Enéadas y con las palabras de Latino
  285. regresan altivos sobre sus caballos y llevan ofertas de paz. 285
  286. Mas he aquí que volvía de la Argos del Ínaco
  287. la cruel esposa de Júpiter y volaba por los aires,
  288. y divisó a los lejos desde el cielo al feliz Eneas
  289. y a la flota dardania por encima del sículo Paquino.
  290. Ve cómo se alzan ya las casas, que se entregan confiados a la tierra, 290
  291. que han abandonado los barcos; clavada se quedó de aguda rabia.
  292. Sacudiendo entonces la cabeza estas palabras saca de su pecho:
  293. «¡Ay raza odiada y a nuestros hados contrarios
  294. hados de los frigios! ¿Así que no cayeron en los campos sigeos,
  295. no pudieron tampoco caer prisioneros, ni quemó el incendio 295
  296. de Troya a sus guerreros? En plena batalla y entre el fuego
  297. supieron hallar una salida. Así que, ya veo, al fin mi numen
  298. yace agotado, o saciado mi odio me he cruzado de brazos.
  299. ¡Para eso me lancé a perseguirlos, arrojados de su patria,
  300. con vehemencia porlas aguas y a impedir por todo el mar su huida! 300
  301. Agotado se han las fuerzas del mar y del cielo contra los teucros.
  302. ¿De qué me sirvieron las Sirtes o Escila, de qué Caribdis
  303. enorme? Ya se refugian en el ansiado cauce del Tiber
  304. sin miedo del piélago o de mí. Fue Marte capaz de perder
  305. al pueblo de los Lápitas gigantes; el propio padre de los dioses 305
  306. entregó la antigua Calidón a la ira de Diana,
  307. ¿y qué delito cometieron Lápitas y Calidón para merecerlo?
  308. Y heme aquí, la gran esposa de Jove que, pobre de mí,
  309. nada dejé por intentar, que a todo me he lánzado,
  310. vencida ahora por Eneas. Pues bien, si mi numen 310
  311. no es bastante, no he de dudar ciertamente en implorar donde sea:
  312. si domeñar no puedo a los de arriba, moveré al Aqueronte.
  313. No me será dado alejarlos del reino latino —sea—
  314. y sin cambio sigue por el destino la esposa Lavinia;
  315. mas añadir y acumular obstáculos puedo a cosas tan grandes, 315
  316. en dos puedo dividir a los pueblos de estos reyes.
  317. Este precio pagarán los suyos, si suegro y yerno se unen:
  318. de sangre troyana y rútula tendrás la dote, muchacha,
  319. y Belona será la diosa que presida tu boda. No ha sido sola
  320. la hija de Ciseo en parir, preñada de la tea, fuegos conyugales; 320
  321. también Venus tendrá su parto y habrá un nuevo Paris,
  322. y de nuevo funestas alumbrarán las antorchas a la Pérgamo que renace.»
  323. Luego que dijo esto horrenda descendió a tierra;
  324. a la enlutada Alecto de la sede de las diosas crueles
  325. saca y de la tiniebla infernal, a la que ama las guerras 325
  326. dolorosas, las iras, las insidias y los crímenes dañinos.
  327. Hasta Plutón, su padre, la odia y sus hermanas del Tártaro
  328. odian al monstruo: en tantos rostros se transforma,
  329. con tan crueles caras aparece, tan negra de culebras.
  330. Juno la provoca con estas palabras, y así le dice: 330
  331. «Bríndame tu ayuda favorable, muchacha nacida de la Noche,
  332. colabora para que mi honor no ceda ni se quebrante
  333. mi fama en el lugar, que con bodas no puedan los Enéadas
  334. ganarse a Latino ni en territorio ítalo instalarse.
  335. En tus manos está lanzar al combate a hermanos de igual alma 335
  336. y derribar las mansiones con el odio; tú puedes meter tu fusta
  337. en las casas y las antorchas funerales; tú tienes mil nombres
  338. y mil formas de dañar. Sacude tu pecho fecundo,
  339. rompe el arreglo de paz, siembra crímenes de guerra.
  340. Que ansíe las armas, las pida ylas empuñe la juventud.» 340
  341. Sale Alecto infestada del veneno de la Gorgona
  342. y el Lacio primero y los altos techos del caudillo
  343. laurente busca, y se sienta en el callado umbral de Amata,
  344. a la que, ardiente, quemaban además de la llegada de los teucros
  345. y las bodas de Turno, cuitas y enojos de mujer. 345
  346. A ella la diosa de cabellos cerúleos una sola serpiente
  347. le lanza que se mete en su seno hasta lo hondo del pecho,
  348. para que, enfurecida por el monstruo, sacuda la casa entera.
  349. Se desliza ella entre el vestido y el suave pecho
  350. yvueltas da sin contacto alguno y engaña a la enfurecida 350
  351. inspirándole aliento de víbora; se vuelve la culebra
  352. enorme collar de oro en su cuello, se vuelve remate de cinta
  353. y ciñe sus cabellos y lúbrica vaga por sus miembros.
  354. Y mientras el contagio primero con su húmedo veneno
  355. ataca sus sentidos y envuelve sus huecos en fuego 355
  356. y aún su ánimo no recibe la llama en todo el pecho,
  357. habló dulcemente y a la manera que las madres acostumbran,
  358. llorando y llorando por su hija y el himeneo frigio:
  359. «¿A unos teucros sin patria será entregada mi Lavinia,
  360. padre, y no tendrás piedad ni de ti ni de su hija? 360
  361. ¿Y no tendrás piedad de una madre a quien el pérfido pirata
  362. dejará con el primer Aquilón, llevándose a su hija a alta mar?
  363. ¿Es que no fue así cómo entró en Lacedemonia el pastor frigio
  364. y a Helena se llevó, la hija de Leda, a la ciudad troyana?
  365. ¿Qué hay de tu sagrada palabra? ¿Qué de tu antiguo cuidado por los tuyos
  366. y de tu diestra, que tantas veces diste a tu pariente Turno?
  367. Si para yerno se busca a uno de un pueblo que no sea latino
  368. y así está decidido y el mandato te obliga de tu padre Fauno,
  369. pienso en verdad que toda la tierra que está libre de tu cetro
  370. es extranjera, y que así lo proclaman los dioses. 370
  371. Y de Turno, si hay que buscar el origen primero de su casa,
  372. Ínaco yAcrisio son los padres yMicenas la patria.»
  373. Cuando advirtiendo que ha hablado en vano ve que Latino
  374. sigue en su contra, y hasta el fondo de su corazón se desliza
  375. el veneno furioso de la serpiente y por completo la gana, 375
  376. entonces la infeliz empujada por terribles visiones
  377. enloquece fuera de sí sin freno por la inmensa ciudad.
  378. Como el trompo gira impulsado por la cuerda retorcida
  379. con el que los niños en gran corro juegan por los patios vacíos
  380. y practican atentos su juego: él va trazando círculos 380
  381. al golpe de la cuerda; pasmados miran desde lo alto
  382. los grupos de niños ante el boj volandero;
  383. las vueltas le dan fuerzas. No en carrera más lenta
  384. se agita Amata por la ciudad y entre la gente fiera.
  385. Luego, fingiéndose bajo el numen de Baco por los bosques 385
  386. se entrega a un delito mayor y en alas de una mayor locura
  387. vuela y esconde a su hija en los montes frondosos,
  388. para arrancársela del tálamo a los teucros y retrasar las teas,
  389. gritando «Evohé, Baco», «sólo tú digno de mi hija»
  390. vociferando, «que empuñe para ti los blandos tirsos, 390
  391. que te rodee con su danza, que para ti alimente su cabello sagrado».
  392. Vuela la noticia y a todas las madres, el pecho encendido
  393. por la furia, empuja el mismo ardor a buscar nuevos techos.
  394. Sus casas dejaron, entregan al viento su pelo y su cuello;
  395. algunas llenan el aire de trémulo ulular 395
  396. y vestidas con pieles portan las lanzas de pámpanos.
  397. Ella en medio de todas sostiene fervorosa el pino
  398. ardiente y canta las bodas de su hija con Turno,
  399. torciendo una mirada de sangre, y en tono siniestro
  400. exclama de pronto: «¡Madres del Lacio, eh! ¡Escuchadme! 400
  401. Si alguna gracia para la infortunada Amata queda
  402. en vuestros píos corazones y os muerde el diente del derecho materno,
  403. desatad las cintas de vuestro pelo, venid a la orgía conmigo.»
  404. Así lleva de un lado para otro Alecto a la reina,
  405. por bosques y lugares sólo de alimañas con el estímulo de Baco. 405
  406. Cuando entendió que había aguzado bastante su furor primero
  407. y que había dado en tierra con los planes y la casa de Latino,
  408. la diosa triste de las alas foscas vuela de aquí en seguida
  409. a los muros del rútulo audaz, ciudad que, dicen,
  410. Dánae fundara con colonos acrisioneos 410
  411. impulsada por la fuerza del Noto. Hay un lugar que Ardea
  412. llamaron un día los mayores, y hoy Ardea sigue siendo su gran nombre,
  413. aunque pasó su suerte. Aquí bajo altos techos Turno
  414. gozaba ya de un profundo descanso en una noche negra.
  415. Alecto se quita su torva faz y sus miembros 415
  416. furiosos y se transforma en la figura de una anciana
  417. y ara de arrugas su obscena frente y ciñe sus blancos
  418. cabellos con una cinta, entrelaza luego un ramo de olivo;
  419. se convierte en Cálibe, la anciana de Juno sacerdotisa de su templo,
  420. y a los ojos se presenta del joven con estas palabras: 420
  421. «Turno, ¿vas a aguantar que se gasten en vano tantas fatigas
  422. y que sea entregado tu cetro a colonos dardanios?
  423. El rey te niega el matrimonio y una dote ganada
  424. con sangre, y busca para su reino un heredero de lejos.
  425. Venga, acude ya y ofrécete, burlado, a enojosos peligros; 425
  426. ve y dispersa al ejército tirreno, protege con la paz a los latinos.
  427. Que todo esto me ordenó contarte a las claras, cuando yacieras
  428. en la plácida noche, la propia Saturnia todopoderosa.
  429. Así que, ¡venga! Dispón gozoso que se arme la juventud
  430. y que salga por las puertas a los campos, y abrasa a los jefes 430
  431. frigios que se instalaron en el hermoso río y sus pintadas naves.
  432. Una poderosa fuerza del cielo lo ordena. El propio rey Latino,
  433. si no se aviene a consentir la boda y obedecer esta orden,
  434. lo sienta y conozca por fin a Turno con sus armas.»
  435. Se echó a reír en este punto el joven de la vidente 435
  436. y así le replicó: «No escapó a mis oídos la noticia, como piensas,
  437. de que han entrado barcos en las aguas del Tiber;
  438. no me vengas con miedos tan grandes. Ni se ha olvidado
  439. de nosotros Juno soberana.
  440. Mas a ti, abuela, vencida por el tiempo y ahíta de verdad 440
  441. la vejez te castiga con vanas cuitas, y entre ejércitos
  442. de reyes se burla de tus adivinanzas con un falso temor.
  443. Cuídate mejor de las estatuas de los dioses y de sus templos;
  444. deja a los hombres la guerra y la paz, que a ellos la guerra toca.»
  445. Con estas palabras se encendió la cólera de Alecto. 445
  446. Y un súbito temblor se apodera de los miembros del joven según habla,
  447. fijos se quedaron sus ojos: con tantas hidras silva la Erinia,
  448. así de horrible descubre su rostro; entonces torciendo su mirada
  449. de fuego rechazó al que entre dudas trataba
  450. de seguir hablando e hizo alzarse dos serpientes en su pelo, 450
  451. y chasqueó sus látigos y esto añadió con boca de rabia:
  452. «Aquí me tienes, vencida por el tiempo y de quien ahíta de verdad
  453. se burla la vejez con falso temor entre ejércitos de reyes.
  454. Mírame bien: vengo de la morada de las crueles hermanas,
  455. llevo en mi mano la guerra y la muerte.» 455
  456. Dicho esto arrojó su antorcha sobre el joven
  457. ybajo su pecho clavó teas humeantes de negra luz.
  458. Y un intenso pavor le sacó de su sueño y huesos y miembros
  459. baña el sudor manado de todo su cuerpo.
  460. Enloquece pidiendo sus armas y sus armas busca por la cama y la casa; 460
  461. le enfurece el ansia de hierro y una locura criminal de guerra
  462. y luego la cólera: como cuando la llama con gran ruido
  463. de leños se amontona a los lados de un caldero que hierve
  464. y brincan los líquidos por el calor, se agita la masa humeante
  465. de agua y asoma por arriba una corriente de espuma, 465
  466. y no se contiene ya la ola, vuela por los aires el negro vapor.
  467. Así que, violada la paz, marca el camino a los jóvenes principales
  468. hacia el rey Latino y ordena preparar las armas,
  469. defender Italia, expulsar del territorio al enemigo;
  470. que ellos se bastaban para ir contra los dos, teucros y latinos. 470
  471. Luego que así habló e invocó en su favor a los dioses,
  472. compiten los rútulos en lanzarse a las armas.
  473. A éste lo mueve la prez egregia de su figura y de su juventud,
  474. a éste sus reales antepasados, a éste la diestra de claras hazañas.
  475. Mientras Turno llena a los rútulos de un espíritu audaz, 475
  476. Alecto se dirige a los teucros con sus alas estigias,
  477. explorando el lugar con nuevos trucos, en cuya playa andaba
  478. persiguiendo el hermoso Julo a las fieras con carreras y trampas.
  479. La doncella del Cocito infundió entonces a las perras
  480. una súbita rabia y toca sus hocicos con olor conocido 480
  481. para que persigan con vehemencia a un ciervo; ésta fue la causa
  482. primera de las fatigas y encendió los ánimos agrestes al combate.
  483. Había un ciervo de hermosa presencia y enorme cornamenta,
  484. al que los hijos de Tirro, arrancado de las ubres maternas,
  485. alimentaban y su padre, Tirro, a quien obedecen 485
  486. los ganados del reyy encomendada está la guardia de los campos.
  487. Acostumbrado a sus órdenes, Silvia la hermana con todo cuidado
  488. adornaba sus cuernos cuajándolos de flexibles guirnaldas,
  489. y peinaba al animal y lo bañaba en aguas cristalinas.
  490. Él, sumiso a la mano y acostumbrado a la mesa de sus amos, 490
  491. vagaba por los bosques y de nuevo al umbral conocido
  492. volvía por su voluntad, aunque fuera ya noche cerrada.
  493. A éste lo sintieron vagando a lo lejos las perras rabiosas
  494. de Julo cuando, de caza, seguía por caso la corriente
  495. de un río y en la ribera verdeante aliviaba su calor. 495
  496. Y hasta el mismo Ascanio encendido por el ansia
  497. de gloria montó sus dardos en el curvo arco,
  498. y no faltó el dios a la diestra insegura y con gran ruido
  499. atravesó la flecha el vientre y los ijares.
  500. Mas herido escapa el cuadrúpedo hacia la casa conocida 500
  501. y gana gimiendo los establos y con su queja llenaba
  502. todo el lugar, cubierto de sangre y como suplicando.
  503. Silvia la primera, la hermana, golpeándose los brazos con las palmas
  504. pide ayuda y convoca a los duros habitantes de los campos.
  505. Éstos (pues la peste funesta se esconde en los callados bosques) 505
  506. acuden presurosos, quien armado de quemado tizón,
  507. quien con los nudos de pesada estaca; lo que cada cual pilla
  508. la ira se lo vuelve armas. Llama Tirro a sus hombres
  509. cuando andaba partiendo en cuatro una encina
  510. con cuñas clavadas, blandiendo su segur entre grandes jadeos. 510
  511. La diosa cruel, por su parte, viendo desde su atalaya llegada la hora,
  512. se dirige a lo alto del establo y desde el tejado
  513. lanza la señal de los pastores y con curvo cuerno
  514. hace sonar su voz del Tártaro, con la que al punto todo
  515. el bosque se estremeció y resonaron las selvas profundas; 515
  516. la oyó a lo lejos de la Trivia el lago, la oyó la corriente
  517. del Nar, blanco de aguas sulfurosas, y las fuentes velinias,
  518. y estrecharon las madres temblorosas contra el pecho a los hijos.
  519. Raudos entonces a la voz con que la tuba cruel
  520. les dio la señal acuden los indómitos campesinos tomando 520
  521. acá y allá sus flechas, y no deja la juventud troyana
  522. a Ascanio sin su ayuda y sale fuera de su campamento.
  523. Se enfrentaron las filas. Y ya no de un agreste certamen
  524. se trata con duros troncos o leños quemados,
  525. sino que combaten a hierro de doble filo y un negro 525
  526. sembrado de espadas enhiestas se eriza, y brillan los bronces
  527. heridos por el sol y despiden su luz bajo el nublado:
  528. como empieza la ola a clarear al primer soplo de viento,
  529. y se encrespa poco a poco el mar y más alto las olas
  530. levanta para desde el abismo profundo llegar hasta el éter. 530
  531. Aquí el joven Almón, el mayor de los hijos de Tirro,
  532. cae en primera línea de estridente flechazo;
  533. pues bajo la garganta se le abre la herida y el camino
  534. de la húmeda voz y con sangre tapona el hilo de vida.
  535. Muchos cuerpos de soldados alrededor y el anciano Galeso, 535
  536. mientras acude mediador de paz, el más justo que fue
  537. y un día el más rico de los campos ausonios:
  538. cinco rebaños de ovejas le balaban y otras cinco vacadas
  539. a su casa volvían y con cien arados revolvía la tierra.
  540. Y mientras esto ocurre en los campos con igualado Marte, 540
  541. la diosa, dueña de las órdenes recibidas, cuando la guerra
  542. de sangre llenó y celebró las primeras muertes del combate,
  543. abandonó Hesperia y cruzando las auras del cielo
  544. llega ante Juno con orgullosa voz de vencedora:
  545. «Ahí tienes, cumplida para ti la discordia de una triste guerra. 545
  546. Diles ahora que afirmen su amistad y hagan los pactos.
  547. Ahora que he empapado a los teucros con sangre ausonia,
  548. esto otro a esto he de añadir si tu voluntad me aseguras:
  549. en guerra pondré con mis rumores a las ciudades vecinas
  550. y encenderé sus ánimos con el ansia de un Marte insano, 550
  551. para que de todas partes acudan en su ayuda; sembraré de armas los campos.»
  552. Repuso Juno entonces: «Hayya bastantes terrores y engaño;
  553. ahí están ya las causas de la guerra, de cerca se combate con las armas,
  554. una nueva sangre empapa las armas que ofreció primero la suerte.
  555. Que tales bodas y tales himeneos celebren 555
  556. la estirpe egregia de Venus y el propio rey Latino.
  557. Y no querría el padre que reina en la cima del Olimpo
  558. que andes dando vueltas libremente por las auras del éter.
  559. Deja estos lugares. Si algo queda aún del azar en las manos,
  560. yo misma lo conduciré.» Con esta voz habló la hija de Saturno; 560
  561. la otra por su parte alzó sus alas estridentes de culebras
  562. y volvió a su puesto del Cocito dejando las alturas.
  563. Hay un lugar en el centro de Italia al pie de altas cumbres,
  564. noble y nombrado por su fama en muchas partes,
  565. los valles del Ansanto; un negro flanco de bosques 565
  566. con denso follaje lo ciñe por dos lados y un fragoso
  567. torrente resuena en las rocas y el torcido remolino.
  568. Aquí una gruta horrenda y los respiraderos del cruel Dite
  569. aparecen, y roto el Aqueronte una enorme vorágine
  570. abre las fauces pestilentes en las que se ocultó la Erinia, 570
  571. numen odioso, dejando descansar al cielo y a las tierras.
  572. Y no deja entretanto la hija de Saturno a la guerra
  573. de dar el postrer empujón. Corre a la ciudad todo
  574. el número de los pastores desde el frente y muertos llevan
  575. al joven Almón y de Galeso el cuerpo ensangrentado, 575
  576. e imploran a los dioses y reclaman el testimonio de Latino.
  577. Llega Turno y en medio del fuego del asesinato
  578. redobla el terror: convocan al reino a los teucros,
  579. se mezclan con la raza de los frigios, a él lo arrojan de su puerta.
  580. Entonces aquellos cuyas mujeres, golpeadas por Baco, en tíasos 580
  581. andan saltando por bosques perdidos (grande es el nombre de Amata),
  582. acuden a juntarse de todas partes y a Marte requieren.
  583. Al punto todos proclaman la guerra infanda contra los presagios,
  584. contra el hado de los dioses, bajo un numen maligno.
  585. Rodean disputando la mansión del rey Latino; 585
  586. él se resiste como la roca que el piélago mover no puede,
  587. como la roca que soporta su mole ante el fragor intenso
  588. del piélago que se le echa encima, rodeada por los ladridos
  589. de muchas olas; escollos y peñascos espúmeos en vano tiemblan
  590. alrededor y a su costado se derrama el alga machacada. 590
  591. Pero cuando se ve sin fuerza alguna para vencer la ciega
  592. decisión, y marchan las cosas según las órdenes crueles de Juno,
  593. poniendo por testigos a los dioses y a las auras inanes el padre
  594. dice: «Nos quebrantan, ¡ay!, los hados y la tormenta nos arrastra.
  595. Mas vosotros habréis de pagar el castigo con sacrílega sangre, 595
  596. infelices. A ti, Turno, te aguarda —¡horror!— un triste
  597. suplicio y con tardíos votos suplicarás a los dioses.
  598. Pues a mí me llega la hora del descanso y en la boca del puerto
  599. sólo de una muerte feliz se me priva.» Y sin decir más
  600. se encerró en su casa y dejó las riendas del gobierno. 600
  601. Esta costumbre había en el Lacio de Hesperia que siempre las ciudades
  602. albanas guardaron por sagrada, y hoy la mayor de todas,
  603. Roma, la guarda, cuando citan a Marte al inicio del combate
  604. y la guerra lacrimosa deciden llevar a los getas,
  605. los hircanos o los árabes, o marchar sobre el Indo 605
  606. y seguir a la Aurora y arrebatar los estandartes a los partos.
  607. Son dos las Puertas de la Guerra (con este nombre las llaman),
  608. sagradas por el culto y el terror del fiero Marte;
  609. cien tirantes de bronce las cierran y postes eternos
  610. de hierro, y no falta a la entrada Jano guardián. 610
  611. Cuando es definitiva la decisión de combatir en los padres,
  612. el cónsul en persona, con la trábea quirinal y el ceñidor
  613. gobierno revestido, abre sus hojas chirriantes,
  614. en persona convoca a las guerras; le sigue después la juventud entera
  615. y con ronco asenso soplan sus cuernos de bronce. 615
  616. Por eso también así se ordenaba a Latino según la costumbre
  617. la guerra declarar a los Enéadas y abrir las tristes puertas.
  618. Se abstuvo el padre de su contagio y rehuyó sin mirar
  619. el ingrato ministerio y se escondió en ciegas sombras.
  620. Entonces la reina de los dioses bajando del cielo con su mano 620
  621. empuja las tardas hojas y la hija de Saturno
  622. rompe, girando el gozne, los herrados postes de la Guerra.
  623. Se enciende Ausonia antes en calma e inmóvil;
  624. unos se aprestan a marchar a pie por los campos, otros altivos
  625. en altos caballos se excitan cubiertos de polvo; todos buscan sus armas. 625
  626. Unos bruñen los escudos pulidos y las flechas brillantes
  627. con pingüe grasa y afilan con el pedernal las segures;
  628. les agrada portar las enseñas y escuchar el sonido de las tubas.
  629. Y cinco grandes ciudades en yunques ya preparados
  630. renuevan sus armas: Atina poderosa y la orgullosa Tíbur, 630
  631. Ardea y Crustumeros con Atenas, coronada de torres.
  632. Cavan seguras defensas para la cabeza y doblan de sauce
  633. las varas de los escudos; otros lorigas de bronce
  634. preparan o las grebas brillantes de flexible plata;
  635. de aquí el culto de la reja y de la hoz, de aquí toda ansia 635
  636. de arado se apartó; funden de nuevo en los hornos las patrias espadas.
  637. Y suenan ya los clarines, pasa la tésera la señal del combate.
  638. Éste saca nervioso el yelmo de su casa, aquél tembloroso
  639. caballos aparea bajo el yugo y el escudo y la malla
  640. de triple hilo de oro se pone y se ciñe la leal espada. 640
  641. Abrid, diosas, ahora el Helicón y lanzad vuestros cantos,
  642. qué reyes la guerra movió, qué ejércitos y de qué bando
  643. llenaron los campos, de qué guerreros florecía por entonces
  644. la tierra sustentadora de Italia, de qué armas ardió.
  645. Pues bien lo sabéis, diosas, y podéis decirlo, 645
  646. que a nosotros apenas nos llega el soplo tenue de la fama.
  647. El primero en entrar en guerra fue el áspero Mecencio
  648. de las costas tirrenas, despreciador de los dioses, y en armar sus tropas
  649. A su lado Lauso, su hijo, más gallardo que el cual
  650. no hubo otro si no contamos al laurente Turno; 650
  651. Lauso, domador de caballos y vencedor de fieras,
  652. manda a mil hombres que en vano lo siguieron
  653. de la ciudad de Agila, digno de órdenes más felices
  654. que las de su padre, y de un padre que no fuera Mecencio.
  655. Tras ellos por la hierba muestra su carro señalado 655
  656. de palma y sus caballos victoriosos el hijo del hermoso Hércules,
  657. el hermoso Aventino, y lleva en su escudo el emblema
  658. paterno, cien serpientes y la hidra ceñida de culebras;
  659. en los bosques del monte Aventino Rea la sacerdotisa
  660. lo parió a escondidas a la luz de este mundo 660
  661. unida a un dios siendo mujer, luego que el héroe de Tirinto
  662. tras vencer a Gerión llegó a los campos laurentes
  663. y lavó las vacas hiberas en el río tirreno.
  664. Lanzas llevan en la mano y picas crueles para la guerra,
  665. y pelean con el romo puñal y el asador sabino. 665
  666. Él mismo a pie, envuelto en una piel enorme de león
  667. erizada de terribles cerdas, de blancos dientes
  668. protegida la cabeza, así entraba en el palacio real,
  669. hirsuto, revestidos los hombros con el manto de Hércules.
  670. Salen entonces dos hermanos gemelos por los muros de Tíbur, 670
  671. ciudad así llamada por el nombre de su hermano Tiburto,
  672. Catilo y el fiero Coras, la juventud de Argos,
  673. y llegan a primera línea entre un bosque de dardos:
  674. como cuando de lo alto del monte bajan dos Centauros
  675. que la nube engendró dejando el Hómole en rápida carrera 675
  676. y el Otris nevado; les abre paso en su marcha
  677. la selva inmensa y se apartan con gran ruido las ramas.
  678. Y no faltó el fundador de la ciudad de Preneste,
  679. de quien toda edad ha creído que nació ya rey de Vulcano
  680. entre los agrestes ganados y se le encontró delante del fuego, 680
  681. Céculo. Le acompaña agreste y numerosa legión:
  682. los guerreros que habitan la elevada Preneste y los de los campos
  683. de Juno Gabina y el helado Anio y rociados de arroyos
  684. los peñascos hérnicos y cuantos alimentas, rica Anagnia,
  685. y los tuyos, padre Amaseno. No a todos ellos les suenan 685
  686. las armas, los escudos o los carros; la parte mayor dispara
  687. bolas grises de plomo, otra parte lleva dos flechas
  688. en la mano y tienen la cabeza protegida
  689. con cascos rubios de piel de lobo; dejan huellas desnudas
  690. con el pie izquierdo y cuero crudo el otro les cubre. 690
  691. Y allá va Mesapo, domador de caballos, prole de Neptuno,
  692. a quien nadie puede abatir con hierro o con fuego;
  693. llama de pronto a las armas a pueblos ha tiempo ociosos
  694. y a ejércitos sin costumbre de guerras y empuña de nuevo la espada.
  695. Aquí están las tropas de Fescenio y los ecuos faliscos, 695
  696. éstos habitan los alcázares del Soracte y los campos flavinios
  697. y de Címino el lago, con su monte, y los bosques capenos.
  698. Marchaban igualados en número y cantando a su rey:
  699. como los cisnes de nieve entre nubes transparentes
  700. cuando vuelven de comer y de sus largos cuellos 700
  701. salen cantos melodiosos, suena la corriente y devuelve el eco
  702. la laguna Asia.
  703. Y nadie pensaría que de concurso tan grande
  704. una tropa de bronce se forma, sino que de alta mar
  705. se precipita a la playa una nube aérea de roncas aves. 705
  706. Y mira a Clauso al frente de un gran ejército
  707. de la antigua sangre de los sabinos y él mismo cual un ejército,
  708. de quien llega hasta hoy la familia Claudia y la tribu
  709. por el Lacio, luego que Roma fue dada en parte a los sabinos.
  710. A una la numerosa cohorte de Amiterno y los antiguos Quirites, 710
  711. todo el grupo de Ereto y de Mutusca olivarera;
  712. quienes habitan la ciudad de Nomento y los Campos
  713. Róseos del Velino, los de las escarpadas rocas de Tétrica
  714. y el monte Severo y Casperia y Forulos y el río de Himela;
  715. los que beben del Tiber y el Fábar, los que envió la fría 715
  716. Nursia y las tropas de Hortano y los pueblos latinos,
  717. y a los que divide con sus aguas el Alia de infausto nombre:
  718. numerosos como las olas que ruedan en el mármol libico,
  719. cuando cruel Orión se oculta entre las aguas en invierno,
  720. o como espigas que se doran apretadas bajo el sol nuevo 720
  721. en las llanuras del Hermo o en los rubios campos de Licia.
  722. Resuenan los escudos y la tierra se espanta del batir de pies.
  723. También el agamenonio Haleso, enemigo del nombre troyano,
  724. unce a su carro los caballos y en ayuda de Turno suma mil
  725. pueblos feroces, los que trabajan con el rastrillo los felices 725
  726. a Baco viñedos del Másico, y los que los padres auruncos
  727. de los altos collados enviaron, y, al lado, los llanos
  728. sicidinos, y los que dejan Cales y los habitantes de la corriente
  729. vadosa del Volturno e igualmente el áspero saticulano
  730. y el grupo de los oscos. Sus dardos son redondeadas 730
  731. jabalinas y la costumbre atarles un flexible látigo.
  732. La cetra les cubre la izquierda, con falcatas combaten de cerca.
  733. Y no te irás de nuestro poema sin ser señalado,
  734. Ébalo que, se dice, Telón te engendró de la Ninfa
  735. Sebétide, cuando tenía el reino en Capri de los teléboes, 735
  736. anciano ya; pero el hijo de ninguna manera contento
  737. con los campos paternos, a su poder ya entonces sometía
  738. a los pueblos sarrastes y la llanura que el Sarno riega,
  739. ylos que pueblan Rufras y Bátulo y los campos de Celemna,
  740. y los que contemplan las murallas de Abela, rica en manzanas, 740
  741. hechos a lanzar al modo teutónico sus cateyas;
  742. cubiertas sus cabezas con la corteza arrancada al alcornoque,
  743. de bronce resplandecen sus peltas, de bronce resplandecen sus espadas.
  744. Y te mandó a la guerra la montañosa Nersas,
  745. Ufente, glorioso por la fama de tus armas felices; 745
  746. su pueblo, una gente espantosa sobre todas acostumbrada
  747. a cazar por los bosques, los ecuos, y a la dura gleba.
  748. Armados trabajan la tierra y les gusta reunir constantemente
  749. botines nuevos y vivir de la rapiña.
  750. Faltar no podía el sacerdote del pueblo de los marsos 750
  751. con el yelmo de la rama del feliz olivo adornado,
  752. por orden del rey Arquipo, el muy valiente Umbrón,
  753. quien con víboras e hidras de pesado aliento
  754. solía infundir el sueño entre cantos y gestos de su mano
  755. y apagaba los enojos y con su arte curaba los mordiscos. 755
  756. Mas no le valió para curarse del golpe de la danza
  757. dardánida ni le ayudaron con su herida los cantos
  758. somníferos o las hierbas cogidas en los montes marsos.
  759. El bosque de Angitia te lloró y te lloró el Fucino
  760. de aguas cristalinas y los lagos transparentes. 760
  761. Marchaba también a la guerra el bellísimo hijo de Hipólito,
  762. Vibio, a quien insigne lo envió Aricia, su madre,
  763. criado en los bosques de Egeria entre húmedas
  764. riberas, donde la grasa aplaca el altar de Diana.
  765. Pues dice la fama de Hipólito que luego que por las mañas 765
  766. de su madrasta murió y pagó el castigo paterno con su sangre
  767. descuartizado entre locos caballos, a los astros de nuevo
  768. etéreos llegó y a los aires superiores del cielo
  769. al conjuro de las hierbas peonias y del amo r de Diana.
  770. Entonces el padre omnipotente enojado porque de las sombras 770
  771. infernales algún mortal volviera a la luz de la vida,
  772. él mismo al inventor de tal arte y medicina,
  773. al hijo de Febo lo lanzó con su rayo a las olas estigias.
  774. Pero la divina Trivia oculta a Hipólito en secretos
  775. lugares y lo confía a la ninfa Egeria y a su bosque, 775
  776. donde sin fama, solo, su edad transcurriera en las selvas
  777. de Italia y donde Virbio fuera con nombre cambiado.
  778. Por eso también del templo de Trivia y sus bosques sagrados
  779. se aparta a los caballos de córneas uñas, porque en la playa un día
  780. espantados por monstruos del mar arrojaron al joven de su carro. 780
  781. Su hijo conducía caballos no menos fogosos por el llano
  782. campo y en su carro marchaba hacia el combate.
  783. El propio Turno de hermosa presencia entre los primeros
  784. se mueve sosteniendo sus armas y destacando por encima.
  785. Su alto yelmo de triple penacho una Quimera soporta 785
  786. que resopla por sus fauces fuegos del Etna;
  787. tanto más ésta se agita y se enardece de tristes llamas
  788. cuanto más crudo se vuelve el combate de la sangre vertida.
  789. El bruñido escudo lo con los cuernos levantados
  790. en oro le adornaba, ya cubierta de pelo, ya vaca 790
  791. —tema extraordinario—, y Argo el custodio de la virgen
  792. y su padre !naco derramando un torrente de la jarra labrada.
  793. Le sigue una nube de infantes y ejércitos de escudos
  794. se forman por toda la campiña, la juventud argiva
  795. y las tropas auruncas, los rútulos y los antiguos sicanos 795
  796. y las filas sacranas y los labicos de pintados escudos;
  797. los que aran, Tiberino, tu valle y del Numico las sagradas
  798. riberas y los collados rútulos trabajan con la reja
  799. y el monte circeo, cuyos campos Júpiter preside
  800. Ánxuro y Feronia gozosa de su bosque verdeante; 800
  801. por donde se extiende la negra laguna de Sátura y entre valles
  802. profundos busca su salida al mar y se oculta el gélido Ufente.
  803. A éstos se añadió Camila, del pueblo de los volscos,
  804. con una columna de jinetes y huestes florecientes de bronce,
  805. guerrera, no como la que acostumbró su manos de mujer 805
  806. a la rueca y los cestillos de Minerva, sino joven hecha a sufrir
  807. duros combates y a ganar con el correr de sus pies a los vientos.
  808. Ella volaría sobre las crestas de un sembrado
  809. sin tocarlas, ni rozaría en su carrera las tiernas espigas,
  810. o en medio del mar suspendida sobre las olas hinchadas 810
  811. se abriría camino sin que las aguas tocasen sus plantas veloces.
  812. A ella la contempla la juventud entera saliendo de casas
  813. y campos, y no la pierden de vista al pasar las madres,
  814. con la boca abierta de asombro ante el regio adorno de púrpura
  815. que cubre sus hombros suaves o la fíbula de oro 815
  816. que trenza su cabello, de cómo lleva ella misma su aljaba
  817. licia o el mirto pastoril rematado en punta.