Presentación
Los lectores asiduos de nuestra colección saben que también publicamos novelas de ciencia ficción escritas en castellano. No han sido muchas, pero al menos las ha habido. Algo que nos distingue claramente de la gran mayoría de colecciones comerciales de ciencia ficción en España, que no suelen atender este aspecto, digamos «local», de la creatividad narrativa en la ciencia ficción.
Erróneamente suele suponerse que el lector, interesado por los grandes autores de la ciencia ficción internacional, no va a prestar la misma atención a nuestros creadores locales. Y eso no es cierto. Al menos en NOVA, las ventas de los títulos de autores españoles no desmerecen en absoluto las del resto de la colección e, incluso, algunos títulos han constituido un claro éxito que parece haber estimulado su traducción a otras lenguas. Pienso ahora, por ejemplo, en la reciente LA LOCURA DE DIOS de Juan Miguel Aguilera (NOVA, número 110), de la que se está preparando ya su edición en francés.
Cierto que, ni siquiera en NOVA, son tantos los títulos de autor español como yo quisiera pero, sin contarlas muchas novelas cortas recogidas en los volúmenes del Premio UPC, lo cierto es que, con ésta, ya van a ser nueve las novelas escritas en España publicadas en NOVA. Si no son más es, simplemente, porque no encuentro originales de ciencia ficción escritos en España que se ajusten a las exigencias de calidad de una colección como NOVA. Los autores existen, pero no se dedican profesionalmente a escribir ciencia ficción por falta de un mercado estable, sino que deben ganarse la vida en otros menesteres y eso impide que «produzcan» toda la buena narrativa que podrían generar en el caso de dedicarse exclusivamente a ello.
Sea como fuere, nos satisface el hecho de haber contado en nuestra colección con obras de Elia Barceló (SAGRADA, NOVA número 19), Javier Redal y Juan Miguel Aguilera (EL REFUGIO, NOVA número 65), César Mallorquí (EL CÍRCULO DE JERICÓ, NOVA número 73), Rodolfo Martínez (TIERRA DE NADIE: JORMUNGAND, NOVA número 86), Javier Negrete (LA MIRADA DE LAS FURIAS, NOVA número 93), Rafael Marín (MUNDO DE DIOSES, NOVA número 98), Juan Miguel Aguilera (LA LOCURA DE DIOS, NOVA número 110) y Ferran Canal (NOS QUEDA LA PARÁBOLA, NOVA número 142). Con la presente, van a ser 9 de 142 títulos, algo más de un seis por ciento. No es mucho pero, como antes decía, las hay.
Y ello sin contarlas 35 novelas cortas publicadas en los diez volúmenes del PREMIO UPC con muchos otros autores de lengua hispana que se añaden al elenco anterior: Ángel Torres Quesada, Carlos Gardini, Eduardo Gallego y Guillem Sánchez, Pedro A. García Bilbao, Gabriel Trujillo, Daniel Mares, Domingo Santos y tantos y tantos otros.
Pero entre toda esa narrativa parece faltar un tipo de ciencia ficción muy habitual en el mundo anglosajón y prácticamente ausente de la produccíón española. Se trata de esa ciencia ficción claramente basada en la ciencia, que ha dado en llamarse ciencia ficción hard, o dura. Cierto es que EL REFUGIO de Redal y Aguilera, podría incluirse en cierta forma en ese tipo de ciencia ficción hard que, para algunos, llegó incluso a caracterizar (erróneamente) nuestra colección.
Recuerdo que, en los primeros años de NOVA, algunos críticos del pequeño mundillo del fandom solían etiquetarla como una «colección de ciencia, ficción sólo especializada en ciencia ficción hard». Tal vez era una buena manera de diferenciarla del resto de colecciones de la historia del género en España y, de pasada, intentar socavar su indiscutible éxito, porque lo cierto es que el lector español no estaba muy acostumbrado a los mejores títulos de la ciencia ficción hard internacional basada en especulaciones científicas.
Evidentemente era mentira. En NOVA, como en botica, hay de todo, y muchos de sus autores difícilmente admiten la etiqueta de ciencia ficción hard. Pienso ahora en Orson Scott Card, Lois McMaster Bujold, Sherí S. Tepper, Connie Willis, Vonda N. Mclntyre, Walter M. Miller jr, Cordwainer Smith y muchos otros. Aunque ello no impide que en NOVA, al contrario que en el resto de colecciones especializadas en ciencia ficción en España, se hayan publicado muchos de los títulos característicos de esa ciencia ficción «científica», incluso clásicos como MISIÓN DE GRAVEDAD de Hal Clement (NOVA, número 55) o TAU CERO de Poul Anderson (NOVA, número 94), en su momento todavía inéditos en España a pesar de las décadas transcurridas desde su aparición en inglés.
En general, conviene recordarlo aquí, la ciencia ficción hard suele suponer una mayor atención a especulaciones científicas cuyo misterio constituye el motor de la trama y, tal vez de forma inevitable, una menor atención a la psicología de los personajes. El «sentido de la maravilla» tan típico de la ciencia ficción reside en este caso en las maravillas propias de la ciencia y sus continuas novedades. El encanto de estas obras suele consistir en la sorpresa de especulaciones arriesgadas, más o menos basadas en la ciencia más actual y en su posible extrapolación. Un subgénero que no suele ser bien comprendido en un país como España, con una formación media en el campo científico-técnico que no siempre resulta encomiable.
Como el lector habrá deducido, les voy a presentar precisamente una novela escrita en España y que no oculta su contenido de ciencia ficción hard, especulativamente basada en algunas de las más recientes hipótesis científicas.
Creo que, en realidad, EL OTOÑO DE LAS ESTRELLAS nació precisamente con este fin: demostrar que en España es posible escribir una ciencia ficción hard que no desmerezca en nada la que, a lo largo de los años, se ha escrito en inglés. Para ello era necesario contar con un autor que conociera a fondo la ciencia ficción y que amara (o incluso tal vez practicara) la ciencia. Desgraciadamente, eso limitaba mucho el campo de autores posibles, y acabé escribiéndola yo mismo con mi amigo Pedro Jorge Romero, quien sorprendentemente sigue siendo amigo tras la escritura de esta novela que, sin el correo electrónico y otras ayudas informáticas, tal vez no hubiera llegado a buen fin.
La cosa empezó en enero de 1998, cuando unilateralmente envié a Pedro una larga sinopsis de un proyecto. La trama adolecía de diversos y preocupantes huecos, y el final era más bien inseguro y marcadamente incompleto. Eran casi diez páginas a un solo espacio que Pedro supo comprender, apreciar y, lo más importante, completarla para rellenar los huecos y encontrar un final correcto, además de documentar muchos de sus aspectos científicos, en aquel momento centrados en la nanotecnología.
Durante varios meses trabajamos en ese proyecto de novela, completando la trama, buscando datos, consultando artículos científicos y, en realidad, divirtiéndonos mucho pero sin llegar a escribirla.
En julio de 1998, ante la convocatoria del Premi Juli Verne (novela corta de ciencia ficción escrita en catalán) organizado por el Cercle de les Arts i les Lletres d’Andorra, se me ocurrió la posibilidad de escribir parte de lo que llevábamos pensado y presentarnos al concurso. Pedro estuvo de acuerdo: el muy malvado sabe que no usa el catalán ni siquiera en la intimidad, y que todo el follón quedaba a mi cargo. Eso sí, Pedro redactó un par de capítulos en castellano y puso en limpio algunos de los resúmenes que él mismo había elaborado sobre nanotecnología. Yo escribí la novela entera en catalán, unas 120 páginas, y la presenté al concurso con el nombre de los dos autores (uno tiene su ética…).
TESTIMONI DE NAROM, que así se llamaba esa versión de la novela, ganó el concurso y nos repartimos el premio: Pedro estaba muy contento (¡a bodas me convidas!), y creo recordar que se compró un reproductor de DVD con el importe del premio. Yo, como corresponde a un hombre casado, puse ese importe a disposición de mi esposa…
Quiso el cielo que el banco patrocinador del Premi Juli Verne, imagino que sin haber leído la novela, decidiera abandonar esa acción cultural y, de forma paralela, la editorial que publicaba las novelas ganadoras del premio dejó de hacerlo. TESTIMONI DE NAROM podía ser la primera ganadora del Premi Juli Verne que quedaría inédita.
Afortunadamente, el factótum de la ciencia ficción catalana, Antoni Munné-Jorda, llegó a convencer a Pagés Editors que podía ser interesante publicar TESTIMONI DE NAROM junto a la reedición de otras obras ganadoras del Juli Verne en años anteriores, e iniciar una nueva colección de ciencia ficción en catalán. Así se hizo y, desde enero de 2000, TESTIMONI DE NAROM arrasa (es un decir…) en el mundillo de la ciencia ficción publicada en catalán, en realidad aún más reducido que el de la publicación en castellano.
Ése fue el aliciente final. Se me ocurrió que debíamos seguir con el proyecto completo y escribir la versión «larga» de esa novela para el mercado de la ciencia ficción publicada en castellano. Pedro, con la inteligencia que le caracteriza, me recordaba una y otra vez que él seguía sin usar el catalán ni siquiera en la intimidad, y que era yo quien debía convertir al castellano lo que TESTIMONI DE NAROM contenia. Al final, falto del tiempo necesario para teclear de nuevo todo el texto, me encerré una madrugada con TESTIMONI DE NAROM y una grabadora y, abusando de mi bilingüismo, fui pronunciando en voz alta en castellano lo que mis ojos leían en catalán. Envié las dos cintas a Pedro y me desentendí del asunto. La patata caliente estaba ya en sus manos.
Tras mucho porfiar, al final me llegó la primera versión de EL OTOÑO DE LAS ESTRELLAS en castellano. Incluía gran parte de TESTIMONI DE NAROM (con algunos nombres cambiados y sin el final que yo había tenido que crear para «cerrar» la novela y poder presentarla al Juli Verne), y se completaba con la segunda línea narrativa que daba pie a otras extrapolaciones a partir de recientes hipótesis científicas. Al final, ambas historias confluían en lo que nos parece nuestra peculiar aportación al vértigo cósmico tan típico, por ejemplo, de autores como Olaf Stapledon y su HACEDOR DE ESTRELLAS.
Luego llegó el calvario.
Gracias al «control de cambios» del Word de Microsoft y a un continuado ir y venir entre Barcelona y Santiago por medio del correo electrónico, la versión final de EL OTOÑO DE LAS ESTRELLAS fue adquiriendo forma. En estos casos, cuando colaboran dos autores, ambos con ideas propias y un exceso de personalidad, no hay más remedio que pactar. No ha sido siempre fácil. Lo milagroso es que seamos siendo amigos.
Pero al final lo hemos logrado. Tras mucho ir y venir por Internet y, contando con la ayuda final de la brillante corrección de estilo de Roser Ruiz, ésta es la novela en la que nos hemos complacido. Tal vez en el futuro vengan otras, ya se sabe que quien avisa no es traidor…
Al final, hemos incluido una «Nota de los autores» con referencias a los libros y artículos científicos que nos han servido de inspiración, aun cuando, como allí se recuerda, esto es «sólo» ciencia ficción y no ciencia. La lectura de esos textos nos ha resultado muy estimulante y, evidentemente, la recomendamos a todos los interesados.
Narrada la génesis de esta peculiar novela, ahora debería contarles algo de su argumento. No lo voy a hacer. En realidad me siento incapaz de lograrlo con un mínimo de objetividad, dado que conozco demasiado lo que los autores perseguían en su loco intento.
A mi me gusta lo que ha quedado al final, aun cuando, tras los últimos meses de modificaciones e intercambio, me temo que conozco casi todos los defectos de la novela que, evidentemente, los tiene. Como todo en este mundo, es manifiestamente mejorable, pero no olviden nunca que se trata, de forma voluntaria, de ciencia ficción especulativa en torno a determinadas hipótesis científicas recientes y que, al menos al final, nuestro referente (¡osados que somos!), es nada menos que Olaf Stapledon y su HACEDOR DE ESTRELLAS. Un título que, por supuesto, no es ajeno al nuestro, que si a algunos les recuerda a otro otoño más patriarcal, les aseguro que no tiene nada que ver con él.
Pasen y vean. Sí encuentran algo mejor (en ciencia ficción hard escrita en España), tal vez incluso logren convencer a la editorial de que les devuelva el dinero… Lo dudo (esto último, con música de Los Panchos).
MIQUEL BARCELÓ