Capítulo 6

Para Eddie, hacerle el amor a Amanda el acontecimiento más emocionante de su vida pero se quedó pensativo, tratando de averiguar qué había hecho mal. Amanda estaría de los nervios por el tema del preservativo roto, especialmente cuando se trataba de su primera vez. En efecto, esa debía ser la razón: simplemente estaba abrumada con todo el torbellino de emociones. Esperaba que volviera pronto del baño para que ella le apartara esos pensamientos de la cabeza. Con la necesidad de descongestionarse la mente, Eddie bajó a la planta baja y se dirigió a otro baño donde también se podía asear. Ya bajo la ducha, con el chorro de agua caliente cayendo por su cuerpo, su mente seguía pensando en lo que había ocurrido entre Amanda y él. El sexo había sido realmente increíble, lo más dulce que había proado nunca. Era su media naranja caída del cielo y él era consciente de que ambos habíamos conectado de una forma mágica que no había experimentado con cualquier otra chica. Se sentía como si Amanda le hubiera robado un pedacito de su corazón y ese pensamiento lo volvía loco. Cuando había terminado la ducha, se puso unos calzoncillos salió para buscar a Amanda. Cuando volvió a su habitación, ella no estaba. Preguntándose dónde se encontraría, fue a la planta principal

— ¿Amanda? — gritó por toda la casa.

— Estoy en la cocina — gritó ella también y Eddie se dirigió a la cocina.

— Ah, aquí estás. ¿Estás bien?

— Sí, lo estoy. ¿Tú?

— Mejor que nunca — dijo él poniendo su mejor cara de indiferencia.

— Genial, al menos hemos acabado con esta parte.

— ¿Qué quiere decir eso?

— Bueno, como bien sabes, has completado parte de tu trato — dijo.

Sus palabras hirieron a Eddie más de lo que podía imaginar.

— No me estarás insinuando que esto era un tipo de negocio, ¿verdad?

— Por supuesto que sí. Tenemos un trato y tú ya has cumplido con tu parte y yo estoy cumpliendo la mía.

— Venga, Amanda, ¿cuál es tu puñetero problema?

— ¿Quién ha dicho que tenga un puñetero problema, eh? ¡Déjame en paz, Eddie!

—  Estoy cansado de la mujer fría que dice gilipolleces, Amanda. ¿Sabes qué? ¡Que te den!

— Muy buena esa, ¿ahora soy una mujer fría? Me gusta.

— No tengo tiempo para esta mierda, ¡que te den!

— Solo vete de aquí, ¿de acuerdo? Ahora mismo quiero estar sola.

— Esta es mi casa y no voy a ir a ningún sitio.

— ¿Sabe qué? ¡Tienes razón! ¡Esta es tu casa y por eso yo soy la que se va! — dijo, saliendo disparada de la cocina para ir a la habitación seguida por Eddie.

Cuando Amanda se disponía a cerrar su puerta en la cara de Eddie, él consiguió detenerla.

— Tú no vas a ir a ningún sitio, Amanda. Tenemos un pacto, ¿recuerdas?

—  Ajá, ¿y qué pasa con el trato? ¿Acaso vas a intentar obligarme a estar aquí atándome o algo por el estilo?  — preguntó con tono histérico.

— Supongo. Haré lo que crea conveniente.

— Ah, o sea que ahora volvemos a la época de las cavernas, ¿verdad?

— Amanda, solo hay una cosa que me gustaría decirte — afirmó firmemente. — ¿Cómo fue? ¿Te hizo daño?

— No, no me dolió del todo y, de hecho, ha sido la sensación más increíble de mi vida, aunque no es algo que te incumba — dijo Amanda, rebajando el tono.

— Por supuesto que me importa cómo te sentiste, Amanda.

— Mira, Eddie, lo siento. Simplemente estaba abrumada con toda esta racha de emociones y realmente necesitaba estar sola durante un momento.

— ¿Emociones? Cuéntame.

— ¡Já! Así que ahora eres el Dr. Eddie. Lo siento, doctor pero no me apetece compartir mis sentimientos con usted.

— En realidad sabes cómo sacarme de mis casillas y creo que disfrutas haciéndolo.

— Supongo que tú haces lo mismo conmigo, Eddie.

— Perfecto, te dejo sola pero recuerda que si te apetece hablar o algo, no lo dudes. Estaré en mi oficina.

Cerró la puerta de la habitación de Amanda y se quedó pensativo, tratando de comprenderla. ¿Cómo ella podía pensar que él no se preocupaba por ella, como si a él le importara un carajo su bienestar? Él no quería hacerle daño y, especialmente por lo que sentía hacia ella a pesar del hecho de que era una persona demasiado irónica que a veces lo saca de quicio. Sentado en su escritorio, se preguntaba qué tenía que hacer ahora. De repente, se dio cuenta de que no había hablado con Christian desde l boda en Texas y la idea de la nulidad matrimonial le vino a la cabeza. Cogió su móvil y marcó el número de Christian, decidido a poner sobre ruedas el plan del divorcio.

— ¡Por fin, Eddie! ¿Cómo estás?

— Nunca había estado mejor, tío!

— Por el tono de tu voz, parece que la vida de casado te está sentando muy bien.

— ¡Ja, ja, ja Chris! Eso ha tenido gracia. Hasta ahora todo muy bien pero necesito que me hagas un favor. Necesito que elabores los papeles del divorcio para intentar realizar el proceso lo antes posible.

— Todos sabíamos que no era una buena idea y, teniendo en cuenta que eres la persona más terca de todo Nueva York, decidiste seguir hacia adelante y casarte con Amanda. 

— Bla, bla, bla... bueno,  sé que tenía que haber escuchado a Sue. De todas formas, ¿cuánto tiempo crees que tardaría todo el papeleo para poder conseguir mi anterior vida?

— ¿Vida? No sabía que tú tenías una dichosa vida: bebes como si no hubiera un mañana y te has tirado a medio Nueva York ¿y me dices que tienes una vida?

— Sí, ¡que te den, querido consejero que solo hace sentirme mal! Pensaba que te pagábamos para que fueras nuestro abogado, no nuestro psicólogo.

— Eddie, amigo mío, quizás sea tu abogado pero también soy tu mejor amigo. Tanto Sue como yo estamos bastante preocupados por ti.

— Pues no deberíais. Ya soy mayorcito y puedo cuidar de mí mismo, Christian.

— De acuerdo. Empezaré con el papeleo hoy mismo y en un par de días te lo enviaré para que podáis firmarlo. Una vez lo hayáis hecho, deberás traérmelo de vuelta a la oficina y yo se lo enviaré al juez para que lo firme también y todo estará hecho. No creo que vaya ser una ardua tarea.

— ¡Perfecto! ¡Parece un plan! Gracias Christian. Por cierto, ¿cómo lleva el embarazo Sue? ¿Todo bien?

— Bueno, a pesar de estar un poco cansada de vez en cuando y levantarse un poco enferma cada mañana, está bastante en forma.

— Me alegra escucharlo y me alegro por vosotros. Intentaré sacar un hueco para visitaros en cuanto vuelve a mi antigua vida.

— Gracias tío. Ah, por favor, en cuanto a Amanda... trata de ser bueno con ella. Sé que desde fuera puede parecer fría como el hielo pero por dentro es un trozo de pan. Tiene un corazón que no le cabe en el pecho.

— Lo tendré en cuenta — dijo Eddie.

Colgó y colocó el teléfono sobre el escritorio. Suspiró. Al menos, el sentido común volvería a su vida muy pronto ya que saldría de todo este embrollo en un par de días pero, de algún modo, se sentía triste por toda la historia. Amanda no era una mujer cualquiera para él y había algo en ella que no se podía explicar y le afectaba de forma inimaginable. Mientras se sentaba recordó escucharla hablando por teléfono con su mare. Amanda le había prometido a su madre que pronto volarían al sur para visitarla y sentía que era algo que le debía. Al instante, cogió el teléfono y relizó otra llamada. Cuando todo estaba planificado, se quedó un rato en la oficina para después salir e ir en busca de Amanda, que estaba acurrucada en la cama leyendo una novela.

— Orgullo y prejuicio, veo que eres una gran fan de Mr. Darcy. Espero que no compares a todos los hombres con él — dijo Eddie al entrar en la habitación.

— Me encanta este libro, lo he leído millones de veces y parece que nunca se pasa de moda — sonrió ella. — Y no, no lo comparo con ningún hombre, solo me gusta el libro.

— Vale. Tengo una sorpresa para ti que te va a emocionar, ¿sabes?

— Edmond, sabes que odio las sorpresas — dijo ella centrada en la novela.

— Vamos, no le quites la gracia. Prepárate porque mañana volamos.

A Amanda se le abrieron los ojos como platos.

— ¡Venga ya! ¡De qué vuelo estás hablando? Me tienes intrigada. ¿A dónde vamos? — preguntó rápidamente.

— ¡Nos vamos a Atlanta! ¿Te parece más interesante ahora?  — le dijo mientras ella lo miraba atentamente y sus pupilas se dilataban.

— ¿En serio?  — exclamó pegando un brinco de la cama y dejando el libro a un lado.

— Bueno, resulta que el otro día te escuché hablar con tu madre y me di cuenta lo mucho que la echabas de menos y pensé que podríamos darle una sorpresa ya que os haría muy felices a las dos. — contestó Eddie.

Amanda comenzó a saltar en la cama como si de un castillo hinchable se tratase. Luego bajó de la cama y se lanzó a los hombros de Eddie, abrazándolo cálidamente y él se sintió muy orgulloso de haber hecho esa llamada.

— Estoy muy feliz Eddie, es lo más especial que han hecho por mí en mi vida. ¿Puedes creerte que no he visto a mi madre en casi dos años? Gracias Eddie, de verdad- No sé si alguna vez podré devolverte el favor.

— Simplemente quería hacer algo especial por ti. Ahora, vamos, haz el equipaje. Solo me queda reservar el hotel y ya podremos irnos ¿de acuerdo?

— ¡Eh! No necesitamos reservar ningún hotel — contestó Amanda emocionada y, tras esto, salió pitando al armario. — Mi antigua habitación sigue allí. Podemos quedarnos con mi madre.

— Vale, haremos lo que más te haga ilusión, cariño. — dijo él y la sonrisa de ella derritió su corazón.

Edmond se dio cuenta de que quería hacerle feliz. Aunque por sus motivos desconocidos no hubiera visto a su madre desde hacía un tiempo, él estaba muy contento de poder hacer que la visita se llevara a cabo. De hecho, vio que él deseaba hacer todo lo posible para que Amanda sonriera, para verla feliz. En estos momentos, ella no solo estaba sonriendo por fuera sino también en su interior y era la sensación más emocionante que Edmond había tenido en su vida.

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