POR

 

John DuMonde

 

 

AGRADECIMIENTOS

EL AUTOR DESEA AGRADECER A LOS FUNCIONARIOS DEL MOSSAD POR SU LABOR ARDUA, DESAGRADECIDA, SECRETA Y NO MUY BIEN REMUNERADA. LOS HEROES VERDADEROS QUEDAN EN EL ANONIMATO Y SOLO LOS POLITICOS SE PAVONEAN DEL TRABAJO DESARROLLADO POR UN PUNADO DE HOMBRES Y MUJERES, Y DE SUS RESULTADOS POSITIVOS EN LA VIDA Y SEGURIDAD DE LA POBLACION ISRAELITA.

TODOS PUEDEN DORMIR TRANQUILOS POR LA LABOR DESINTERESADA Y ALREDEDOR DEL RELOJ DE ESTA GENTE.

 

TAMBIEN AGRADEZCO A LA C.I.A. Y A LA MI6 POR SU CONJUNTA COOPERACION CON EL MOSSAD PARA EL BIEN DE LA HUMANIDAD.

A TODOS ELLOS DEDICO ESTA HISTORIA.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

PROLOGO

 

Hoy me llamo David Ben Arieh (Corazón de León), pero he nacido bajo el nombre de David Klieger. Tengo 54 años y soy espía del Mossad. Una Institución secreta y no conocida hasta los años 50.

La palabra Mossad quiere decir la Institución, así que no tiene un verdadero nombre.

Hoy, 15 de enero de 2015, estoy en la oficina de la calle Henrietta Szold Nro. 3 a, en un edificio alto de oficinas, pero que se entra por el costado en una bajada de garaje con una cortina de metal blanco que nunca abre. Al lado hay una puerta de metal blanco con una caja de botones para poner un código y la cara en un espejo opaco. Este es una computadora que “lee” mi iris, luego se pone el dedo pulgar sobre el espejo y la puerta se abre automáticamente.

Mi Superior es el Sr. Beth (segunda letra del alfabeto hebreo), que está desesperado en verme  jubilado.

En nuestra Institución se puede uno jubilar con 50, pero es obligatorio hacerlo con 55; al menos que el Primer Ministro intercediera en alargar el servicio activo a la persona deseada.

Me quedan once meses para llegar a esa edad límite.

El Sr. Beth, me está dando una de sus arengas habituales, a las cuales nunca escucho detenidamente, y él se da cuenta porque mis ojos se mueven de derecha a izquierda mirando  las fotos de las paredes de su oficina.

Son todas de espías, como yo, que recibieron sus medallas de los Primeros Ministros, aunque acto seguido se devuelven para estar en un museo especial, en el que solo una vez por año se puede visitar como invitados especiales.

El Sr. Beth pega un puñetazo en su escritorio y me sobresalta, volviéndome a fijarme en sus ojos.

Sr. K, creo que es tiempo de que me dé su resignación, o mejor dicho su formulario P 241, para pedir su jubilación. Le aseguro que le hare una fiesta de despedida maravillosa, con reloj de oro y todo…-

Habrá Champan?- pregunte descaradamente.

Me miro asombrado e inmediatamente afirmo: Si, sí. Por supuesto, le comprare la botella más cara, si es necesario.-

La verdad es que no me gusta el Champan, me da acidez estomacal…- conteste, burlándome de él.

Usted y sus ‘bromitas’…- me censuro mi Superior, cuando sonó su teléfono rojo.

Yo estaba parado delante del vasto escritorio, ya que no me había invitado a sentarme.

Ahora se levantó con la cara pálida y se tocó la pelada pasándose la mano.

Esto lo hacía siempre cuando estaba tenso. Me di cuenta que había subido unos kilos demás en las últimas semanas de vacaciones que había hecho en Chipre con su mujer.

Contesto al teléfono asintiendo y escuchando más de lo que hablaba.

Como estábamos en un sótano no teníamos ventanas, pero su habitación tenía cortinas marrones pesadas en dos lugares. Yo sabía que no había ventanas detrás sino grandes pantallas que demostraban en donde se encontraban los ‘operativos’ en cada instante.

Todos teníamos, ya hace cinco años, un pequeño transmisor implantado debajo del pelo de nuestras nucas que daba una señal intermitente todo el tiempo. Los que se afeitaban las cabezas lo tenían implantado detrás del lóbulo derecho de la oreja.

Un chiste viejo era ,que nos parecíamos más a perros que a espías, ya que la idea había venido de la identificación canina. Hoy en dia ya se hace también a los pacientes de Alzheimer, para que los familiares no los pierdan.

Mi superior colgó el teléfono y me miró fijamente.

Seguro que quieres un último trabajo?!-

Le sonreí. Parecía que quizás me equivocase y me apreciaba un poco.

Sí. Muchas gracias. Haría Usted eso por mí?!- le pregunte sorprendido.

Recién ha entrado una información alarmante para una misión peligrosa. Y si digo que quizás es la última, es que verdaderamente creo que es una misión suicida para ti, Sr. K-

La tomo- respondí rápidamente, temiendo que pudiera cambiar de decisión.

Tu entierro…- dijo secamente el Sr. Beth.

 

BEIRUT

El dia estaba nublado cuando llegue al aeropuerto Rafic Hariri, en Beirut.

Era un dia bastante concurrido con pasajeros llegando y partiendo, y las formalidades fueron ligeras y rápidas, relativamente.

Yo había estado ya en aquella capital del Líbano seis veces, anteriormente; pero con pasaportes diferentes.

El taxi me llevo los 9 kilómetros hacia mi Hotel el Quality Room, de 48 habitaciones y tres estrellas, de solo cinco años, un apartotel  barato de 43 Euros por noche.

El Mossad es conocido como bastante tacaño con los gastos de sus funcionarios.

El hotel estaba bien ubicado en el distrito de Sad El Baouchriye, Lebanese University Street, cerca de la Catedral Ortodoxa Griega de San Nicolás.

Aunque la distancia era corta, le tomo al taxista casi veinticinco minutos en llegar, dado al fuerte tráfico y a las calles colmadas a aquella hora del dia. Quizás también me haya dado unas vueltas de más para subir un poco las ganancias del dia.

Yo era visto, inevitablemente, como un turista francés, que venía a vender comestibles envasados de alta gama. Tenía un maletín lleno de catálogos, con precios y libros de pedidos.

Yo había estado ya en aquella capital del Líbano seis veces, anteriormente; pero con pasaportes y nombres diferentes.

La habitación era mediana pero tenía wifi gratuito, una heladera y un microondas. Lo bueno era que tenía aparcamiento gratuito sin asistencia, que daba privacidad.

Colgué mis ropas en el armario, para aparentar normalidad. Las maletas las deje una sobre la otra en el lugar apropiado para ellas.

Luego me dirigí hacia la Catedral a pie. Era un paseo de diez minutos, y les daría tiempo a la central en Tel Aviv de verme caminar hacia el lugar de encuentro con mi ‘correo’ en Beirut.

Ellos le darían la señal de encontrarse conmigo al mismo tiempo.

Mientras caminaba hacia  mi cita, me acordaba de lo que me había dicho mi Superior:

Hemos  interceptado un llamado del secretario privado de Hassan Nasrallah, líder de Hezbula, sobre la llegada de un “paquete” en el sur del Líbano, en una zona cerca de Haltra y Bastra, en un avión.- luego tomo aire: Como el llamado era de Irán de un tal Reza , creemos que será un arma de tipo atómico, o algo así. Queremos saber exactamente que hay en el “paquete” y que quieren hacer con el…-

Lo mire y aprobé con la cabeza. Entonces el Sr. Beth continuo: Lo malo es que después este mismo secretario llamo a Hamas, a Qatar, y hablo con el maldito Jaled Mechaal y después con el Presidente de Siria Assad. A cada uno le prometió mandarles el “paquete”.-

Lo mire estupefacto. Debíamos tener una buena información interna en el sistema de Hezbula para saber esto y poder escuchar tales conversaciones.

Todas estas personalidades eran enemigos  del Estado de Israel y las armas podían ser usadas contra nosotros.

Al ver la Catedral delante de mí volví al presente.

Un auto aparcaba al costado de San Nicolás, tenía color gris y era un pequeño  Peugeot, modelo 2010.

El hombre que salió del auto caminaba a la Catedral y me miró fijamente mientras cruzaba la calle. En la mano llevaba un móvil y  cada tanto se fijaba en él.

Entendí que era mi ‘correo’ que me estaba viendo caminar con su programa App parecido a Waze que mostraba mi implante como un punto rojo en movimiento.

Yo seguí caminando naturalmente hacia la entrada de la bonita Catedral. Al entrar en la oscuridad divise la pira con agua bendita y metí el dedo índice y me crucifique.

Mi seguidor hizo lo mismo y se sentó a mi lado en la parte posterior de la gran catedral, que en aquel momento estaba semivacía.

Cruce mis manos e hice como si rezara. Mi vecino me dijo: Debería probar con el Salmo 151 de la Septuaginta…-

Le respondí sin moverme: La Septuaginta de la biblia Vulgata latina…-

Así es. Me llamo Monsieur François. Tengo el sobre dentro del libro en su auto alquilado. Sígame.- dijo levantándose.

Yo me arrodille e hice la señal de la cruz. Después lo seguí al estacionamiento.

Entramos en el pequeño auto. Tenía un teléfono con Waze sobre el área del volante para ayudarme si yo manejaba el auto.

De la guantera saque un grueso libro  y fui directamente a la Pagina 151.

Allí había un mapa de la zona en donde debía aterrizar el avión de Irán aquella misma noche  a las  11 p.m.

Nos tomara una hora para llegar a la zona y media hora a pie para llegar a una colina sobre la carretera de tierra en donde aterrizara. De allí podremos divisar lo que hacen.- me dijo François.

Como sabe exactamente en donde van a aterrizar?- pregunte curioso.

Siempre aterrizan allí desde Teherán. Es el mejor lugar  posible. En todos los otros lugares solo pueden aterrizar aviones de tipo Piper ligeros, pues son terrenos con piedras y desniveles. Este lugar fue preparado por Hezbula para transportes aéreos de Damasco y Teherán para traer armas pesadas y cohetes-

No discutí. Él era el experto de aquel lugar y sabía lo que decía.

Traiga zapatos cómodos y le daré un “mono” para ponerse sobre sus ropas. Nos vamos arrastrar un poco-

Entendido- dije: Me iré a dormir un poco. Será una noche larga…-

Me dejo delante del Hotel y me dijo: Vendré a las 9 y media de la noche, adiós.-

Adiós.-respondí y me fui con el grueso libro en mis manos.

Abrí la puerta de mi habitación con la llave magnética y mire a mis dos maletas.

Había pegado una cinta adhesiva, a los costados de las dos para ver si alguien las había abierto. Pero estaban intactas. Hasta ahora nadie sospechaba nada.

 

BASTRA

 

Baje de mi habitación a las 9 y 20 y salude al recepcionista al pasar la recepción a la entrada.

Afuera había refrescado un poco y estaba a 22 grados de temperatura. Yo estaba sin chaqueta y sin corbata pero con un pullover negro sobre la camisa y Jeans como pantalones y zapatillas de deporte Nike negra.

Las luces del auto brillaron un instante. Estaba aparcado al frente del Hotel. Cruce la calle y entre en el asiento del lado de pasajero.

Partimos como una bala y empezamos a alejarnos de las ciudades pobladas. Se veían menos y menos luces de casas.

Hasta que, al final, estábamos manejando en plena oscuridad. No había luna y la auto estrada se estaba estrechando hasta que vimos una señal de fin de carretera.

Bajamos a un camino rural y el auto empezó a sacudirse de lo lindo por una media hora.

Suerte que no es nuestro. Esta alquilado- dijo François sobre el Peugeot.

Buen seguro?- pregunte irónicamente.

Las fuertes luces del pequeño bólido no mostraban muy lejos ya que el camino era bastante encorvado.

François estaba mirando al GPS del teléfono. Waze no ayudaba mucho aquí ya que no había calles que se cruzaban solo el pueblito de Bastra.

Al final llegamos a una llanura y se veía a lo lejos unas luces sobre una montaña.

Aquello es Bastra.- dijo François. Dio una vuelta en un paso estrecho. Y se quedó parado.

Ahora debes ponerte el mono negro que traje y sígueme.-

Me lo puse sin problemas, mientras él se ponía una mochila en la espalda.

Con la llave electrónica cerro el auto y lo seguí caminando.

Llegamos al final del estrecho y luego empezamos a subir una colina oscura. Era un poco duro ya que a mi edad, no estaba en la forma de François, que debía tener unos 26 años.

La única forma de ejercicio que yo hacía era cortar el césped de mi jardín, cada dos semanas, además de cultivar mis tomates y verduras orgánicas.

Cerca de las 10, 40 p.m. llegamos a la cima de la colina, que para mí era una montaña.

Todo estaba muy oscuro y no podía ver nada. Bastra estaba detrás de nosotros a la derecha.

Sentí un codazo y François me paso unos binoculares para mirar. No vi nada. La noche estaba oscurísima.

Como van a aterrizar, si no se ve nada?- le pregunte finalmente.

Como de milagro se prendieron fuertes focos de ocho autos  mirando unos a los otros y unas llamaradas se prendieron a lo largo de unos doscientos metros, mostrando una línea en el valle.

Es allí- me dijo François. Por los binoculares veíamos que había como una docena de personas corriendo con antorchas y prendiendo latas de gasolina  en línea.

Unos minutos después escuchamos sobre nosotros un jet zumbando y dando una media vuelta bajando rápidamente hacia las luces. El avión prendió sus luces e ilumino la “pista” de tierra compresa.

Estábamos a un kilómetro del lugar de aterrizaje.

Ahora François se levantó y corrió hacia las luces. No podían escucharnos ni vernos por el ruido de los motores jets del avión, el polvo y las fuertes luces.

A unos 500 metros nos acostamos nuevamente.

Podíamos escuchar el árabe y los motores empezaron a apagarse. La Puerta de la cabina se abrió y la escalinata bajo automáticamente. Era un jet francés de la compañía Dasault con 14 asientos. Unos números en la cola que François anoto diligentemente en una libreta mientras sostenía los binoculares con una mano.

Un hombre vestido con un traje tipo espacial de color amarillo bajo por la escalinata. En la mano sostenía un contenedor de plástico azul claro envuelto en plásticos transparentes.

Dos hombres en el mismo uniforme amarillo con máscaras sobre las cabezas se acercaron al que bajaba las escalinatas. Los tres entraron en una furgoneta blanca con puerta corrediza que se cerró detrás de ellos.

Los motores empezaron a zumbar nuevamente.

Debemos correr al auto- me dijo François y empezamos a correr para bajar la colina hacia el estrecho en donde habíamos aparcado el auto.

François corría como una liebre y yo como un elefante viejo y cansado.

Cuando llegue al auto, François ya había prendido el motor se había puesto el cinturón y daba marcha atrás lentamente. Salte dentro del auto y el auto salto hacia atrás como en Le Mans.

Luego salió del estrecho y dio vuelta corriendo hacia la autopista que estaba a unos kilómetros de nosotros.

Creo que los hemos perdido- dije sin aliento.

No. Estarán esperando a los otros ocho automóviles y manejaran en una caravana.

Los de atrás serán los guardias de aquella furgoneta- dijo François. Creo que tenía una imaginación increíble. Pero después de quince minutos empecé a ver puntos rojos en la distancia. Estaban a unos cinco kilómetros delante de nosotros. François bajo las luces al mínimo, y manejábamos peligrosamente. Hasta que vimos el cartel de la auto estrada saltábamos como en una licuadora.

Ahora el auto corría a unos 100 kilómetros por hora. Ellos seguían más o menos a la misma distancia.

Tenemos un problema- dijo François de repente.

Ah, sí?- pregunte estúpidamente.

Sí. Un auto se está quedando muy por detrás, diría que está frenando para ver quiénes somos. Dentro de poco los pasaremos-

Que hacemos ¿!- pregunte empezando a entrar en pánico.

Los tendremos que matar-

Eso es malo, se darán cuenta que los seguimos.- respondí.

Que le vamos a hacer? No podemos hablar con ellos y dejar que el “paquete” desaparezca- respondió François: Toma la  Kalatschnikoff del asiento trasero y dispárales a matar en unos instantes!- grito sus órdenes el joven.

Saieret Matkal?!- le pregunte. (Aludiendo al Comando Naval de Israel).

Si, por supuesto.- dijo mirando fijamente al auto que en un minuto estaría a nuestra altura, parecía parado al costado de la carretera. Detrás nuestro no había luces y los de adelante se alejaban pitando. Estarían a unos 7 kilómetros de nosotros. François tenía una pistola Uzi en su mano derecha mientras manejaba con una mano, como un típico conductor israelita.

Baje la ventana automática y saque el fusil de él. François freno de repente con humo en los neumáticos y un fuerte chirrido mientras yo empezaba a disparar en automático.

Las caras de sorpresa de los dos individuos con barbas y pistolas en la mano eran casi irrisorias.

Abrí la puerta y salte para dispararles una segunda vez. Di un disparo en la cabeza  a cada uno de ellos. Ahora estaba seguro de que estarían muertos y corrí de vuelta al auto. Salimos como en una carrera de Daytona.El pequeño auto de 1.6 litros corría a 113 millas por hora. Tenía un motor de 90bhp.

Después de veinte minutos estábamos llegando a Beirut y los autos delante de nosotros se dividieron en dos. Unos tres fueron a la derecha y los demás a la izquierda.

Izquierda – dijo François: la furgoneta va a la izquierda-. Empezó a bajar la fuerte velocidad. Muchísimo tráfico empezó a llenar la carretera. Por suerte no había furgonetas blancas, algunos camiones de carga por el lado derecho pero nuestros “clientes” iban por la izquierda.

De repente doblaron hacia la carretera de izquierda saliendo al sur de Beirut.

Van para Haret Hreik en la zona de Shwayfet.Es la zona shiita.-

Viajamos por unos callejones oscuros. Ya era la una y media de la mañana. El tráfico era nuevamente débil y François viajaba ahora a cincuenta kilómetros por hora.

Después de dos curvas perdimos a los cuatro autos y a la furgoneta. François freno y nos bajamos para oír si había sonidos de autos. La noche era verdaderamente silenciosa. La gente dormía a esas horas.

Escucho unos gritos- dijo François: Entra!-

Y después de cinco minutos vimos a unas cinco cuadras unos autos entrando un galpón y cerrando las puertas de metal fuertemente. Un hombre tiraba de una cadena con candado desde fuera. Tenía una ametralladora en las manos.

Están allí- dije.

Si.- repitió François apagando el motor. Las luces las había apagado unos minutos antes de verlos.

Salimos y corrimos silenciosamente hacia los lugares pegados a las paredes de los edificios. Teníamos que tener cuidado de no golpear unos cubos de basura. Había basura en todas partes.

El lugar era muy sucio. Mi ‘correo’ miraba su Waze y apretaba el botón para marcar el edificio en la memoria del móvil.

Podemos venir a la mañana para mirar adentro- susurro.

Quiero ver que hacen con aquel “paquete”. Quizás mañana ya no esté aquí- dije susurrando.

Fuimos por detrás del galpón metálico y vimos que todo estaba cerrado. El lugar tenía unos ciento cincuenta metros de largo por cincuenta de ancho. Quizás era un garaje para arreglar autos.

Vimos un rayo de luz en un costado del metal. Miramos por la hendidura y vimos a los individuos con los trajes amarillos bajando de la furgoneta  con el “paquete”. Los demás ocho estaban lejanos parados cerca de la puerta principal. Parecían atemorizados de aquel bulto.

Sera radioactivo?- pregunto François en un susurro muy suave.

No- respondí: Los trajes son de plástico como los de los virus, como de la ebola.

Los trajes para la radiación son de un material diferente, más grueso y los cascos diferentes.-

Con el móvil François tomo fotos silenciosamente.

Escuchamos que alguien abría la puerta principal y los ocho salían del edificio porque no tenían los trajes especiales.

Tenemos que irnos por allí detrás- dijo François: Van a empezar a patrullar alrededor del edificio.-

Nos paramos y corrimos al edificio en frente del galpón y entramos en la entrada hasta las escaleras centrales.

Corrimos subiendo las escaleras hasta el segundo piso y salimos al techo del edificio.

Corrimos hasta un parapeto. Estábamos al frente del galpón y veíamos exactamente lo que sucedía allí. Como había dicho François los ocho individuos vestidos en trajes chiitas y con zapatillas estaban dando vueltas al edificio.

Escuchamos detrás nuestro como si alguien se movía. Nos dimos vuelta con las armas en las manos. En el piso de aquel techo dormía un individuo que parecía haberse despertado. François corrió hacia él y lo ahorco con las manos. Fue tan rápido que no se escuchó nada. El mendigo estaba muerto. A su lado había una enorme jaula con palomas mensajeras. Que se asustaron al vernos correr e hicieron la bulla normal de palomas.

Mire a François con desprecio; era lo que llamamos en el oficio “daño colateral”.

François me miro en la penumbra y susurro: No hay tortillas sin romper huevos-

Nos asomamos para ver si se habían dado cuenta los guardianes. Seguían patrullando. El más cercano a nosotros estaba prendiendo un nuevo cigarrillo.

Bajamos las escaleras hasta llegar al rellano de la entrada  principal que daba al callejón. François estaba delante de mí y observo afuera. Cuando el guarda con el cigarrillo se fue para la otra esquina a hablar con un compinche corrimos hasta la esquina opuesta y nos metimos en un portal de un negocio cerrado.

En frente nuestro venia caminando otro guardia que cuidaba por detrás del galpón. Estaba escuchando música con un aparato pegado a su oído izquierdo, pero la música oriental se oía perfectamente bien. Al llegar a la esquina dio una vuelta y se fue en dirección opuesta a nosotros dándonos la espalda.

François me dio un manotazo en el pecho y empezó a correr para dar una vuelta a la manzana. Yo lo seguí lo más rápido y silenciosamente posible.

Corrimos como tres manzanas hasta que llegamos a nuestro Peugeot 207.

Mi corazón parecía estallar en mi pecho. Creí que se podía escuchar en todas partes, pero era mi imaginación.

En el auto François mando un mensaje con su móvil.

Que haces?!- pregunte.

Le di las coordenadas y la dirección exacta del depósito a mi colega, para que vigilen el lugar. Tú tienes trabajo mañana de ir a vender la mercadería en los Hoteles, no?-

Aquella era my coartada y alibi por si alguien me seguía. Yo era vendedor de comestibles envasados franceses de alta calidad. Tenía unas tres citas en la ciudad. Lo habían arreglado en la Institución.

Así es- dije.

François viajo hacia su apartamento. Después se bajó y me pase del lado del conductor.

Apreté el GPS en HOME y apareció la dirección de mi hotel.

Buenas noches y suerte mañana- me dio unas palmaditas en el hombro izquierdo François mientras sacaba del asiento de atrás una manta enrollada con el Kalatschnikoff y su mochila.

Buenas noches- respondí y salí despacio hacia mi hotel. Mi GPS me daba las direcciones en francés.

 

VENTA DE COMESTIBLES

 

A las ocho de la mañana salí del hotel y me dirigí con el auto al centro de la ciudad cerca del puerto.

Los tres Hoteles estaban en las cercanías uno de los otros.

Cerca de la Estatua de los Mártires, una plazoleta estaba mi primer cliente  él Le Gray Hotel de cinco estrellas que cobraba unos 305 euros por noche.

Tenía una hora de tiempo para irme a comer un desayuno en el café elegante en frente de la plazoleta.

Me senté adentro para no hacer un blanco fácil de un auto que pasa por la calle. Estábamos en Beirut y a la gente le disparaban desde autos o motos.

Pedí un café con leche y unas tostadas con mermelada y manteca, además de dos huevos fritos y ensalada  Tabuleh.

Los precios eran bastante accesibles  y tuve que poner el recibo en mi cuaderno de gastos que llevaba conmigo en mi portafolio.

Sin aquellos recibos podía decir adiós a mi dinero. El contable del Mossad era un asqueroso y desagradable individuo.

 

Salí del café Saliman y cruce la calle para entrar en Le Gray.

Fui directamente hacia el Concierge y le dije que tenía una cita con  Madame Michelle Armine  Gemayel.

Su nombre?- me pregunto.

Antoine Signoret, de Langlois de la France- le dije y le pase mi tarjeta de visita de aquella Compañía.

El Concierge telefoneo y la secretaria de Madame le informo que lo estaba esperando en el restaurante principal.

Sígame, por favor-  me indico amablemente el Concierge.

Lo seguí hasta las escaleras y bajamos medio piso. Detrás de las puertas de cristal estaba el Restaurante Mediterráneo y en una mesa al costado del gran salón se encontraba una dama de unos 45 a 47 años.

Vestida con un conjunto de Chanel, negro y blanco con zapatos del mismo color, abiertos. Sus bellos pies estaban muy bien manicuradas. Sus piernas estaban muy bien formadas y la sonrisa de la dama era embriagadora.

El cabello era negro azabache y estaba peinado hacia atrás con un moño.

Se levantó para saludarme pero le rogué no hacerlo y le bese la mano delicadamente.

Se ruborizo, riendo.

Gracias Walid.- le dijo al Concierge que partió inmediatamente.

Es usted francés?- pregunto ella con una bella voz que demostraba dulzura , pero a la vez un tono de mando.

Así es. Pero estudie en Viena, y de allí mi manera de saludar a una dama- le conté.

Ella tenía ante sí una pequeña taza de expreso y un vaso de agua.

Desea tomar algo?- pregunto amablemente mientras un camarero se apuraba hacia nosotros.

Tomare también un expreso. Gracias- dije abriendo mi portafolio.

Saque un catálogo y lo puse sobre la mesa.

Ah, Ustedes los europeos tan rápidos en hacer negocios- critico: Nosotros, en el Mediano Oriente nos tomamos tiempo a ello. Primero bebemos el café y hacemos una pequeña conversación para conocernos mejor y luego entramos en detalles-

Lo siento. Por supuesto tiene razón. Pero para decir la verdad su belleza me aturdió y desde el momento que la vi no sé qué hacer o decir- la halague.

Dio unas carcajadas y se tuvo que tomar la servilleta para secarse las lágrimas de risa.

Usted es un “charmeur” Monsieur- rio.

No es verdad. Lo digo de todo corazón. Y no tiene nada que ver con hacer negocios. Por mi podemos olvidar los negocios inmediatamente y hablemos sobre donde cenaremos esta noche…- seguí con la tirada amorosa, aunque en realidad me estaba gustando esta mujer más y más, con cada minuto que pasaba.

Vamos. Usted seguramente está felizmente casado con hijos-dijo ella sonriendo.

Me di cuenta que también tenía una sonrisa encantadora con una fila de dientes blancos y bellos.

No. Nunca estuve casado y no tengo descendientes- respondí; mintiendo a medias.

Mi café llego con aquel vasito de agua fría.

Gracias- dije al camarero.

Ahora madame Gemayel toco el catálogo con su mano derecha. Sus uñas estaban pintadas de un rojo sangre.

Ahora ya me puede hablar de sus productos- rio.

Por mí, podemos hablar de su sonrisa especial y de su increíble “charme”.- seguí.

Bueno, ya está bien Señor Signoret- me contesto, y vi que sus mejillas se tornaban rojas.

Esta Usted casada?- pregunte.

Soy viuda y tengo tres hijos grandes- contesto mirando a la servilleta.

Grandes no pueden ser, ya que es Usted muy joven- dije elegantemente.

No tanto- contesto ella y prosiguió:

Mi hijo mayor tiene 29, mi hija mayor 27 y mi “pequeño gigante” 23-

Maravilloso!- respondí con entusiasmo.

Y ellos también quieren ser Directores de Hoteles?- pregunte. Curioso.

No. Y yo no soy la Directora del Hotel- respondió.

Ah, no?- dije estupefacto: Lo siento , creía que era la Directora-

No. Soy la propietaria- respondió con satisfacción.

Increíble!- respondí lleno de admiración.

No tan increíble. Este Hotel es una de las propiedades que mi marido había heredado de su familia. Conoce la familia Gemayel?- me miro inquisitivamente.

Desgraciadamente no.- respondí: Aunque debo atreverme a decir que los únicos Gemayel que yo conozco habían sido políticos libaneses.-

Me miro y sonrió. Creí que no me había entendido y quería refrescarle la memoria.

La familia  de Pierre Gemayel que había fundado el Partido Falangista Cristiano…-

Bueno, mi marido era primo del hijo de Pierre, Bachir…- respondió ella tranquilamente.

Ahora me quede con la boca abierta. Esta preciosidad era familia de aquellos poderosos que fueron parte de la moderna historia del país.

Ahora me ha impresionado nuevamente- le respondí, sin saber lo que decir.

Somos maronitas cristianos, y no musulmanes- me dijo.

Sí, sí. Ya me di cuenta- dije casi susurrando.

Quizás quiere un coñac?- pregunto ella ahora.

Tan temprano?-

Bueno parece en estado de shock…-

No, de nada. Es que es un honor conocer gente tan importante. Si lo hubiera sabido antes no me hubiera atrevido a decirle las cosas que sentí anteriormente-le dije abiertamente.

Es bonito para una mujer escuchar aquellas cosas dulces- rio ella.

Estaba flirteando conmigo? Yo me empecé a inquietar, aunque pensé que debería continuar con la venta, para elaborar mi alibi en la situación de un espía en territorio enemigo, aunque los israelíes nunca vieron al Líbano como un verdadero enemigo. Siria o Irak, si lo eran, como ahora también Irán.

Aunque cuando se llamaba Persia los israelíes vivian allí y construían aeropuertos, instalaciones de acueductos y fabricas para el Shah Pahlavi.

Puedo?- dijo ella y tomo el catalogo en sus manos.

Empezó a marcar con una lapicera los artículos que parecían interesarle.

Así estuvo como veinte minutos sin dirigirme palabra.

Yo tire mi cuerpo hacia atrás en la silla  y empecé a observar sus líneas con poco disimulo. Ella estaba muy bien formada. Hasta podría decir bellísima.

Me toco con la lapicera  el brazo y me sobresalte.

Me ruboricé un poco. Ella se había dado cuenta que la había estado observando intensamente.

Como están los precios de todos estos artículos?-me pregunto mostrándome el catalogo.

Quizás podamos vernos esta noche, y le traeré una hoja con los artículos y sus precios y el total. Lo que le parezca caro lo tachamos y después le traeré a su secretaria una copia limpia para ordenar. Como sabe los artículos deberán ser pagados antes de embarcarlos en el puerto de Marsella. Como es usual-

Me sonrió y me dijo que aquella noche no le era  cómodo. Que la siguiente noche a las 7 en el restaurante del Casino de Liban a 22 Kms al norte de Beirut. Sería bueno. Ella haría las reservaciones. Pero había que ir en smoking. Que me podría alquilar uno en el centro comercial Sin El Fil.

Luego me dio la mano, que le bese  cariñosamente y me levante para irme. En realidad el trabajo de espía a veces, tiene sus cosas buenas. Pero pocas veces.

Es un trabajo para gente introvertida, que tiene una doble personalidad, o que puede vivir con dos personalidades, entrando y saliendo fácilmente de una a otra sin confundirse.

Mis otros dos Hoteles, el Phoenicia Hotel Beirut y él Le Patio Hotel no fueron tan amables, aunque mis pedidos ascendían a 15000 euros en el primero y 22000 euros en el segundo. Madame Gemayel había pedido 32000 euros.

Las ganancias de aquellos pedidos hasta pagarían parte de mis gastos de ‘trabajo’ y estadía.

Debo admitir que el Mossad trabaja con financiación bastante sabia e inteligente. Aunque me gustaría ganar un salario más alto.

Al mediodía almorcé con François que me explico que su ‘enlace’ estaba en el tejado del edificio vigilando los movimientos de aquellos sicarios.

De dia los guardias no patrullaban afuera del galpón y estaban sentados en dos autos. Uno por delante del galpón y el otro por detrás. Así que no podían ver si alguien se acercaba por el costado para espiar los movimientos interiores.

Adentro habían puesto unas mesas con tubos que usaban como laboratorio pero que parecía ser muy primitivo. Eran solo las tres personas que trabajaban dentro, con los uniformes de plástico.

Le conté al muchacho que la próxima noche iría al Casino con Madame Gemayel, mientras esperábamos al café al término del almuerzo.

Yo había comido todo el ‘meze’ (platitos pequeños de toda clase de verduras picantes típicas libanesas) vegetariano y me había llenado de Humus y pita. Mi interlocutor había añadido dos pinchos de shashlik de cordero que olía a las mil maravillas.

Todo lo bajábamos con unos zumos de granadas, naranjas y zanahorias, que resultaba riquísimo.

Mi interlocutor callo al ver que el camarero se acercaba con las dos tacitas para el café y un finjian (pequeña cafetera con un mango largo de madera).

Él sirvió de aquella cafetera los dos cafés. El aroma era delicioso. Estaba entrelazado con cardamomo. Muy típico.

Mi contacto pago la cuenta para sacarse de encima al servicial y simpático mozo.

Tienes que ir vestido con un smoking, puedes alquilarlo en el Centro Comercial Sin El Fil, cerca de tu Hotel a unos 4 kilómetros.-

Luego empezó a saborear el cafecito dulce y fuerte. Me observaba atentamente y pensé que era lo que me quería decir.

Después de cinco minutos lo hizo: En que va a ayudar la misión esta cena con esa mujer?- pregunto discretamente.

Así al menos creía el joven. Le sonreí y respondí: No todo es trabajo, mi amigo. Se vive una vez…es una oportunidad-

Quizás es un peligro. Puede ser enemiga-respondió secamente.

Entiendo, y es muy bueno que pienses así. Es católica, viuda y familia de Gemayel, el que había sido Presidente de Líbano…-

No me gusta nada…- murmuro.

Me tiene que gustar a mí- dije con una sonrisa pícara.

Sexo se puede hacer en casa- respondió el joven.

Todavía no lo he hecho. Pero te agradezco tu confianza en mí- reí.

Es que mientras te diviertes, yo tengo que hacer, doble turno para vigilar-

Aja! Entonces deberé cancelar mi cita…- le dije mirando tristemente. Y el cayo en mi ‘blof’(trampa).

Bueno. No, no es necesario, lo hare con gusto por ti. Espero que ella valga la pena. Está bien?- pregunto.

Es una dama preciosa- le dije.

Buen provecho- dijo, levantándose: Te llamare si es necesario-

Muchas gracias. Hasta la vista- me despedí de él, levantándome de la mesa.

 

El Centro Comercial era precioso y muy grande, podría haber estado en cualquier país, muy iluminado y bello. Me dirigí hacia el escritorio de información en la entrada y pregunte por el negocio de alquileres de tuxedos.

La joven me dio muy buenas direcciones y en la segunda planta  encontré el pequeño negocio. Era muy elegante y alquilaba también trajes de novia. Estaba muy lleno con docenas de mujeres, y no había bastante lugar para sentarse.

Quede parado mirando los trajes de hombres. Una mujer madura con una almohadilla llena de alfileres en la mano me pregunto en árabe para saber lo que buscaba.

Le dije en francés que buscaba alquilar por una noche un smoking negro para ir al Casino.

Lleve el smoking con chaqueta blanca, es más elegante y  los demás no creerán que es un camarero-respondió en perfecto francés, riendo con las demás mujeres en el negocio.

Perfecto- respondí amablemente.

Ella se disculpó con las demás mujeres diciéndoles en árabe que sería mejor sacarnos de encima aquel hombre que molestaba a la ‘novias’ futuras a desvestirse. Yo hice como si no entendía árabe y seguí mirando los trajes de los hombres.

Ella me tomo las medidas de brazos, cintura y entrepiernas y me trajo una chaqueta y pantalón  preciosos de detrás del negocio. Entre en un probador y cuando salí vestido con él la señora aplaudió diciéndome que me parecía a George Clooney.

Luego me cambie de ropa y la deje poner en un saco de plástico el traje. Me pidió la tarjeta de crédito y me cobro en adelantado 250 dólares. Le dije que me parecía un poco caro y me tranquilizo diciéndome que al devolver al siguiente dia el traje recibiría un crédito de 120 dólares.

Le agradecí y salí de allí lo más rápidamente posible. Me sorprendió una anciana que me había apretado el culo al pasar. Salte un poco y la mire sorprendido. Las otras mujeres riendo me explicaron que la “abuela” tenía Alzheimer y no sabía lo que hacía. Pero se reían demasiado así que lo deje pasar y escape lo más rápidamente posible.

 

CASINO DU LIBAN

 

Yo ya había estado en docenas de Casinos, hasta en Las Vegas, pero aquel nuevo edificio reconstruido en 1996 después de 50 millones de dólares, tiene 35000 metros cuadrados con 400 máquinas y 60 mesas de juego.

La atmosfera es embriagante y los Sheiks más ricos del mundo se pasean entre las mesas de juego con límites muy altos.

Busque al pasar una mesa con límites ‘normales’ como serian mínimo 10 dólares y no la vi. Pero de cien para arriba era normal. Por supuesto no tenía tiempo de mirar, quizás había alguna. Me dirigí al restaurante principal, en el segundo piso. Subí las grandes escalinatas cubiertas de alfombras lujosísimas. Las paredes tenían cuadros y tapices preciosos. Había sido una buenísima idea de ponerme chaqueta blanca ya que la mitad vestía del todo negro y también los Sheiks vestían su túnica blanca, algunos con bordados de oro verdadero.

Yo llegue al Restaurante y le dije al Maître d’ que tenía reservación al nombre Gemayel.

El me mostro hacia una mesita de dos cerca de la pista de baile y de la orquesta que estaba tocando una rumba de tipo cubana. Me pareció gracioso escuchar aquella música latina en el mediano oriente. Tomé asiento mirando hacia la entrada. Luego mire a mi reloj. Había llegado muy puntualmente y faltaban cinco minutos.

Pedí un vodka tónica y me relaje.

Mi bebida llego rápidamente y después de diez minutos vi la silueta de madame Gemayel vistiendo un vestido rojo carmesí, que mostraba un hombro libre. Sus zapatos hacían buen conjunto con el vestido.

El Maître d’ la saludo cortésmente y mostro hacia nuestra mesa. Yo me pare para saludarla, mientras la observaba acercarse lentamente.

Movía las caderas muy sensualmente mientras sus brazos se balanceaban abiertamente. Ella llevaba un bolso en la mano derecha, de seda roja.

Quizás para poner las fichas?

Le bese la mano y vi aquella bella sonrisa en sus labios. Le encantaba el beso en la mano.

Monsieur Antoine! Usted es tan amable.-

El Maître le ayudo sentarse a la mesa moviendo la silla por detrás.

Vi, por el rabillo del ojo, un hombre corpulento que entraba en el restaurante mirando hacia nosotros, pero se dirigió al Bar del restaurante y se sentó observándonos.

Mientras ella pedía un Casis, observe que el individuo  pedía solo una botella de agua con gas.

Creo que tenemos un problema- le dije a mi bella acompañante.

Ah, sí?- respondió curiosa.

Sí, no mire ahora pero hay un individuo corpulento que entro detrás de Usted y nos está observando con atención- dije mirando hacia la carta.

Oh, Antoine! Es Usted muy observador. Es verdad, aquel hombre en el Bar es mi guardaespaldas  Jean Charles. No hay nada que temer- rio alegremente.

Es Usted más bella aun, cuando ríe- le respondí más tranquilizado.

Entonces siempre va con un guardaespaldas a todas sus citas?- le pregunte curioso.

Si, así es, pero puedo enviarlo a casa cuando lo desee- dijo con una sonrisa y mirada picara.

Beirut es un lugar un poco peligroso para los cristianos- me dijo mostrándome un manjar en la carta:

Yo sugiero el faisán o el pato relleno –

Así que pedí el pato.

 

Después de la cena, y mientras esperábamos al mousse de chocolate con crema chantilly, le pedí bailar con ella.

Estaban tocando  Tombe de la Neige, que había cantado Adamo y era muy romántico.

Bailaba muy elegantemente y parecía deslizarse sobre el parquet sin siquiera tocarlo.

Yo estaba perdidamente enamorado. No me había pasado aquello ya hacía unos diez años.

Me pareció muy raro y le susurre en el oído como me sentía.

Me miro en los ojos para ver si le mentía.

Sé que suena raro. Ya que nos conocimos antes de ayer, pero debo decirle que hace más de diez años que no sentía una cosa así. Me hace sentir veinte años más joven- le susurre.

Miro seriamente y luego dijo: Aquí en el mediano oriente los hombres no acostumbran a decir cosas así. Muestra debilidad, y no les gusta, son machistas-

Lo digo verdaderamente porque lo siento así y no quisiera irme del Líbano sin decírselo- luego pause: Si tuviera a alguien de mi familia aquí se lo diría a ellos pero debo decírselo a alguien sino me revienta el pecho de angustia-

Es muy bonito lo que me dice- dijo ella.

Le digo la verdad y quizás no debería hacerlo…- respondí excusándome.

No. Es bueno que me lo diga. Es muy emocionante. Por supuesto no tenemos futuros juntos. Mi familia nunca me permitiría estar con un francés no libanes. Ni hablar de mis hijos- rio tristemente.

La canción termino y nos habían puesto los postres en la mesa. Nos sentamos.

El mousse esta delicioso- exclamo ella alegremente.

Si- dije secamente. Tenía ganas de besarla.

Iremos a jugar un poco. Que juego le gusta?- pregunto Michelle.

Póker?- pregunte y ella rio.

Qué casualidad! Yo también. Creí que iba a decir Baccarat, y me aburre.-

Pague con mi tarjeta de crédito. Pensé que mi jefe me iba a odiar profundamente, pero trate de olvidar su cara en aquel momento breve y alegre.

Nos dirigimos a unas salas especiales en donde no había límites. Nuestro guardaespaldas nos seguía a unos veinte metros por detrás.

Nos sentaron en una mesa de ocho personas. El jefe de Sala se paró detrás de Madame Gemayel y le pregunto si quería el crédito de siempre y ella le contesto afirmativamente.

Nos trajo veinte mil dólares en fichas y Madame Michelle me dio la mitad.

La mire sorprendido y me susurro acercándose a mí para que los demás no escucharan.

Vamos medio a medio en ganancias-

Pero, y si pierdo?- pregunte asombrado, sonrojándome.

Entonces no dormiremos juntos. Me gustan los ganadores

; hombres sin miedo a nada.-

Me senté hacia atrás, sorprendido.

Me había indicado que si ganaba dormiríamos juntos, que gran incentivo para mí!

MI cuerpo temblaba de emoción.

El croupier nos dio dos cartas a cada uno. Levante levemente las dos y vi que tenía  un dos y un seis. Malísimas cartas.

Pero estaba decidido a hacer cualquier cosa para ganar , así que pague el mínimo de 100 dólares para quedarme en la ronda y ver las primeras tres cartas que habría el croupier en el medio de la mesa.

Había una reina, un 10 y un dos. Así que en conjunto mi mano era un par de dos.

La carta más baja del póker.

Buena suerte en el amor, mala suerte en el juego, pensé para mí.

Un Sheik de Kuwait tiro mil dólares en la mesa y los próximos dos  tiraron sus cartas, abandonando. Michelle aceptó la apuesta. Que tendría ella? Yo también acepte tirando los mil “non chalante’; la boca de mi estómago se cerraba de repente y sentía un nudo allí.

El croupier abrió la cuarta carta en el centro de la mesa y para mi gran sorpresa era otro dos. Ahora tenía un trio de dos. Una carta bastante buena. Aunque la más baja de los tríos.

El Sheik tiro 5000 dólares sobre la mesa. Michelle le siguió y yo me quede mirándolos.

Quizás el Sheik kuwaití tenía una posible escalera, había un diez y una reina en la mesa y quizás tenía un rey y un valet. Le faltaría una carta como el as o nueve para una escalera que mataría mi trio o quizás tenía dos damas en la mano o dos 10. Yo necesitaba un dos más para un póker o un seis para un full house… y entonces ganaría la mano.

Me tirare un riesgo pensé aunque me quedaría poco dinero para proseguir. Me jugaría casi el todo en una sola mano…mal riesgo, pensé. Pero las ganas de hacer el amor con Michelle me empujo a arriesgarme. Tire los 5000.

Ahora el Croupier levanto la última carta, era un tres de diamantes. No me ayudaba en nada. Mi cara de tristeza se hizo notar en la cara del Sheik que me estaba estudiando atentamente, así que tiro 10000 sobre la mesa, más de lo que yo tenía en total.

Michelle miro a sus dos cartas y tristemente las arrojo sobre la mesa. No tenía lo que esperaba. Mire al Sheik y empuje todas mis fichas hacia el centro de la mesa: Todo adentro – declare al croupier.

El Sheik me miro asombrado, no se lo esperaba. Su cara de asombre me hizo optimista de repente.

Sus cartas caballeros, es tiempo de mostrar- dijo el croupier aburrido.

El Sheik tiro con gran fuerza las dos cartas sobre la mesa y grito: Dos pares, Reinas y diez!!-

Michelle y los demás siete jugadores me miraron con curiosidad.

Yo arroje mis dos cartas abiertas para ser vistas.

Trio de dos!- canto el croupier empujando las fichas hacia mí, el ganador. Mientras devolvía 6100 al Sheik ,ya que había apostado más que yo.

Aunque había doblado mi dinero inicial a 20000 dólares de los diez mil iniciales.

Michelle estaba contentísima.

Mi suerte había cambiado, al parecer.

La segunda mano era muy buena, tenía un par de siete en las manos. Lo que me hizo doblar mi apuesta a doscientos.

Tres salieron inmediatamente. Quedábamos siete.

En la segunda mano recibí un zapatazo de Michelle por debajo de la mesa. La mire y me hizo una señal de que debería irme. Tire mi par con tristeza, aunque solo era un par, ya que no habían salido ningún siete entre las tres primeras cartas, había un rey un cuatro y un nueve. Michelle entro con todo lo que tenía, yo salí. Cinco quedaron y pusieron los ocho mil de Michelle.

El Sheik la miro con desprecio, así como dos jugadores más.

En la cuarta ronda el Sheik aposto 20000 más, Michelle ya estaba dentro con todo, así que no podía apostar más, y los otros cuatro tiraron las cartas.

La última carta era un as y vi que Michelle quedaba con la mirada en blanco.

40000 apostos el Sheik pero el último tiro las cartas.

El croupier pidió ver las cartas. Y Michelle mostro el par de reyes, tenía tres reyes en total, una buena partida.

El Sheik tenía dos nueves en la mano, así que tres nueves y había perdido la mano, aunque Michelle recibiría solo 20000 y el Sheik el resto ya que había apostado una vuelta más.

Un camarero le trajo un vaso de vodka helado y se lo puso en una mesita detrás de él.

Nos miraba contrariado.

Felicitaciones Michelle- le dije con orgullo.

Que tenías?-

Un par de sietes- le conteste riendo.

Que no ayudaba…- respondió ella.

Correcto- respondí pidiendo una cerveza y un licor Bailey para mi hermosa acompañante.

En la tercera ronda saque un rey y un as, que era muy prometedor.

Michelle tiro sus cartas.

Cinco quedaron dentro. Yo deje hablar y seguí los pasos de los otros. Al Sheik le habían pasado cien mil dólares en fichas antes de empezar la mano.

Las tres primeras cartas eran un diez un nueve y un tres.

Me faltaba una reina para una escalera al As, la más alta. El caballero detrás mío aposto mil y todos lo siguieron. El Sheik estaba más cauto esta vez.

La cuarta carta era un tres, así que no me ayudaba y alguien quizás había hecho un trio de tres o peor.

2000 era la apuesta, yo seguí con los otros tres, dos se rindieron.

La quinta era la maldita reina. Yo tenía la mejor escalera. Ahora debería ver si alguien tenía algo mejor. Por suerte yo era el último en hablar; y podría escuchar las apuestas de mis contrincantes.

El caballero a mi derecha aposto 5000! El siguiente salió, el tercero aposto lo mismo y el Sheik también. Me miraron todos para ver si seguía adentro.

Empuje todas mis fichas hacia adelante: 15000! Todo adentro-

El  hombre a mi derecha quedo pensativo y mirando las cartas y luego las tiro boca abajo, abandonando el juego y la mesa. Todos los otros, menos el hombre anterior al Sheik puso los 15000…ahora quedaba solo el Sheik. El también puso los 15000…

El croupier me miro y tire mis dos cartas boca arriba.

Escalera al As ¡- exclamo el croupier, mis contrincantes tiraron las cartas boca abajo. No querrían que yo viera lo que había sido su juego. Buena estrategia. Yo había ganado 65000 dólares en aquella vuelta. Michelle me pego una patadita bajo la mesa y me indico con los ojos que nos fuéramos de allí.

Buenas noches caballeros! Ha sido un placer conocerlos…- dije levantándome y tratando de llevarme todas las fichas lo más elegantemente posible.

Los ojos de odio de aquel kuwaití me siguieron hasta que salí de la sala.

Me debes 52000 dólares- me dijo suavemente mi compañera de juego.

Tienes un cerebro matemático!- dije asombrado. Como podría ser que llevaba tan bien las cuentas?

Es fácil. Te preste diez mil y las ganancias tuyas en total llegan a 84000 dólares…-

Te diré la verdad Cherie (querida en francés), yo ni he hecho las cuentas todavía. Pero me fio en ti- y así le pase con ambas manos las fichas hasta que el total eran 52000.

Fue un dia muy bueno, en menos de una hora hemos hecho una pequeña fortuna!- rio a carcajadas muy alegremente.

Se dirigió hasta la ventanilla de cambios.

Allí puso todas las fichas sobre el mármol blanco delante del cajero número tres.

Este empezó a apilarlas en grupos de diez mil.

Luego  le alcanzo una papeleta para que firmara  Madame Gemayel.

Que es esto?- le pregunte.

Es el dinero que me adelantaron en créditos y que ahora se van a cobrar- me dijo suspirando: No todo y no siempre todo es ganancias-

Así es- dije y puse mis fichas sobre el mármol.

Quieres ver el show de los elefantes?- me pregunto Michelle con una sonrisa maligna.

Ah, no. Creí que íbamos a hacer algo más divertido que ver un show de circo- dije.

Ella rio abiertamente. Su dentadura era maravillosa y su cara radiante. Los pelos de mis brazos se pararon de excitación.

Vamos a tu Hotel entonces- dijo ella.

Y tu chofer y conductor?- pregunte.

Esperaran afuera hasta que nos dé la gana.-

 

En la cama Michelle era grandiosa. No tanto como técnicas sino por la pasión que imponía en aquellos calientes momentos.

Yo la besaba y montaba, a veces las dos a la vez, ella gemía apasionadamente.

Yo realmente no me acordaba haberme comportado en esta forma antes.

En una pausa amorosa, entre orgasmos, cuando yacíamos el uno al lado del otro, ella sonrió y con la mano derecha me empezó a acariciar.

Estas llorando…- dijo susurrándome.

Ah, sí?!- respondí sorprendido.

Me toque las mejillas y, tenía razón, estaba empapado de lágrimas.

Son de alegría- le dije: Nunca me había sentido tan feliz. Quizás el dia de mi divorcio- reí.

Era mi sistema de autodefensa que respondía. Siempre que me sentía vulnerable debía hacer una broma. Aquello me defendía contra las penetraciones de sentimientos en mi sistema humano. Yo me había construido una muralla acorazada alrededor mío para que estas cosas no aparecieran.

Normalmente me las daba de macho duro; pero al parecer estaba hecho de la misma pasta que los demás.

Esto me despertó fuertemente.

Me acosté sobre ella y la empecé a besar apasionadamente en la boca. Unos minutos después ya estábamos en lo mismo, amor duro y puro.

Si mi jefe me vería así no me pediría la jubilación por parecer ‘viejo’.

Después de mi tercer orgasmo y el cuarto de ella, fui a la heladerita del cuarto y saque dos whyskey pequeños y una botellita de soda.

Ella estaba sentada en la cama desnuda y riendo.

Deberíamos haber estado en mi Hotel, es mucho mejor- rio.

Claro, ustedes los hoteleros siempre están comparando los hoteles- bromee.

La verdad es que debería haberte invitado a pasar la noche en mi casa pero no quiero problemas con mi familia y el “clan familiar”.-

Además tu Hotel es peor, ya que todo el personal se enteraría…- le dije.

Es verdad. No tenemos libertad para nada. Es como este país- anuncio.

Pensé que mejor no sería entrar en política, y sonreí tristemente meneando la cabeza en vez de contestar.

Nosotros los libaneses llegamos a creer que somos los más libres del Mediano Oriente, pero tampoco es así.-

No hay países muy libres en el mundo- dije filosóficamente.

Si, que los hay… Israel, Holanda, Australia, Canadá, Escandinavia, Nueva Zelandia, Islandia…- dijo.

Me sorprendió mucho escuchar Israel de su boca, pero dije: Y los Estados Unidos?-

Ellos se creen muy libres, pero tienen tantas leyes que prohíben cosas, además son muy hipócritas y no existe la total libertad- dijo tomándose un sorbo de aquel whyskey.

Pensé que debería defender el mejor aliado de Israel, pero calle pensando que ella estaba en lo cierto.

Pero hay países sudamericanos muy democráticos…- dije yo.

No mezcles democracia con libertades. Democracia es un sistema muy rígido. Yo hablo de libertades verdaderas. Los seres humanos que pueden casarse con quienes quieran, hacer lo que más les apetezca, etc…-

La mire asombrado. No solo era bella, pero era profunda e inteligente.

Eres perfecta- me salió de repente.

Sus carcajadas eran contagiosas y nos pusimos a reír unos diez minutos sin parar. Nos salían lágrimas de los ojos.

Luego se puso nuevamente seria.

En Estados Unidos puedes dar la vida por la Patria a los 18 años, yendo al ejército, pero no te permiten beber una cerveza hasta los 21. Tienes que poner las bebidas alcohólicas en una bolsita de papel para que no te vean bebiendo aunque tengas 80 años. Además no te permiten comprar esas bebidas hasta después de las once de la mañana.-

Sí. Tienen unas leyes anticuadas, pero creen que con eso batallan contra el alcoholismo…-

Pamplinas! Tienen más borrachines que nadie en el mundo. Además permiten comprar armas a todo el mundo. Y se matan el uno al otro-

Reí. Eso si era verdad.

Tienen la libertad de portar armas…-reí.

Aquí también dejan portar armas y mira en que situación estamos. Casi le ganamos a los americanos en proporcionalidad.-

Creo que mejor no hablemos de política, ya que es un tema explosivo y hace que la gente se pelee…- dije.

Si no hubiera sido por los musulmanes chiitas en nuestro país, tendríamos la paz con nuestros vecinos los israelíes- siguió ella.

Es posible- dije.

La familia de mi marido estaba muy amistada con ellos. Los israelíes nos querían ayudar y mira lo de Sabra y Shattillah…- comento.

Si, así es- dije queriendo salir del tema, no me quería meter en aquella trampa.

Ella miro a su reloj pulsera de oro y brillantes.

Es tardísimo!- comento y se empezó a vestirse de prisa.

Nos vemos mañana? – pregunto mientras se ponía aquel vestido ajustado rojo.

Yo me pare y la ayude con la cremallera.

Por supuesto que quiero verte – dije: Voy a ver si mi programa me deja tiempo libre y mientras no tenga órdenes de mis superiores en Marsella…- dije.

Me dio una mirada triste mientras se ponía los zapatos.

No quieres verme más?- dijo dramáticamente.

Querida Michelle…no solo que quiero verte siempre, me casaría contigo en un santiamén- dije mirándola fijamente en los ojos.

Aquello le agrado muchísimo. Me dirigió la sonrisa más simpática que había visto hasta entonces. Tenía un poquito de tristeza en los ojos.

Salto hacia mí y me beso fuertemente en los labios.

Eres un verdadero caballero. De los tiempos antiguos-

No. Lo digo en serio, Michelle. Te amo verdaderamente. Es raro ya que nos conocemos poco. Pero es un flechazo, amor a primera vista…- dije emocionado. Me era muy fácil decir aquello ya que lo sentía mucho.

Ella entro en el baño para arreglarse el cabello un poco.

Luego salió y tomo el bolso lleno de los billetes.

Me dio un beso en la mejilla y salió de la habitación. Mire por la ventana y vi al guardaespaldas abriendo la puerta del Mercedes SL 500 negro, blindado.

Fui a la cama después de ver partir el auto. Estaba muy cansado, y apague la luz.

El timbre de mi móvil me hizo saltar en la cama.

Si?- respondí.

Soy yo.- dijo François al otro lado de la línea: Espero no estar molestando pero llamaron para decir que nuestros “primos” no pueden resolver el problema en manos y mañana por la tarde vuelan para Estambul. Irán a un laboratorio para hacer sus trabajos…-

Deje caer la noticia , como una moneda en un cántaro, y espere un poco.

Estas allí…?- pregunto.

Sí. Eso quiere decir…?- deje en el aire parte de la pregunta.

Que tienes que volar para allí para seguir vendiendo tus mercaderías. Te he arreglado ya el vuelo a las 13,30. A las doce te vengo a buscar al Hotel…-

Todo está arreglado. Te esperan allí en el aeropuerto tu conductor ,te llevara a donde sea necesario. Nosotros de aquí seguiremos a Reza hasta el avión para ver que todo suba a bordo…-

Luego corto la comunicación y me dejo con un sabor agrio en la boca. Tendré que telefonear mañana a Michelle, pensé, para despedirme. Que mierda de oficio!

 

Lo que no podía saber nuestro espía del Mossad era que en aquel preciso momento

el científico iraní, el Doctor Reza estaba siendo empapado en lejía sobre su uniforme plástico, para luego empezar a sacárselo lentamente.

Los dos hombres con barba que estaban con él ya se habían sacado los suyos y mantenían los guantes de goma azules puestos mientras colocaban los trajes mojados en aquel cubo de metal negro, luego se sacaron los guantes desenrollándolos de adentro para afuera y tirándolos dentro del cubo.

Luego prendieron fuego al contenido. Una gruesa columna de humo salió del edificio.

Reza le dijo a aquellos dos hombres: Lastima que no teníamos todo preparado para hacer un líquido soluble y evaporable. Pero en la Fabrikasi Avicenna Farma podremos envasar el producto en atomizadores pequeños y compactos para usar inmediatamente…- luego los miro y rio a carcajadas.

Los dos hombres de Hezbula trataron de reír pero les salió una sonrisa frustrada.

Parecen agotados muchachos- dijo Reza, estirándose.

Sí, nos vendría bien dormir un poco- dijo el de la más tupida barba.

Si, ya tengo ganas de estar en casa- dijo el segundo bostezando fuertemente.

Si Ustedes hubieran hecho el trabajo como les pedí, no estaríamos ahora necesitados de transportar nuevamente los bidones a Turquía- dijo amargamente Reza mirándolos fieramente.

Creíamos que era como un pesticida…- se defendió el barbudo.

Claro…- repitió el segundo, sintiéndose asustado. La mirada del Dr. Reza era terrible. Su nariz retorcida y con el gran gancho le daba sombras sobre la boca que parecía una máscara tribal de la muerte.

Era una persona desagradable y temible.

De repente saco una pequeña pistola del bolsillo de la chaqueta y dio dos disparos a los libaneses que cayeron mortalmente heridos. Luego se les acerco y disparo en las respectivas cabezas, mientras yacían en el suelo sangrando.

La Puerta se abrió de par en par y los guardias entraron corriendo para ver que sucedía.

Estaban mudos y los ojos se les salían de las orbitas. Allí en el suelo yacían sus dos compañeros de trabajo muertos.

El Dr. Reza puso el revolver en su chaqueta nuevamente y les dijo: Eran unos inútiles. Casi arruinan toda la operación- y salió a tomar aire puro y a viajar al Hotel para dormir. Eran las tres de la madrugada.

Los guardas discutían que hacer con los cuerpos.

 

ESTAMBUL

 

Tome aquel avión y me quede dormido inmediatamente después del despegue.

Había telefoneado a Michelle y me había disculpado. Le prometí que la invitaría en unas semanas a pasar unas vacaciones conmigo en Francia u otro país europeo.

Me desperté cuando el avión aterrizo y pego las ruedas al asfalto corriendo sobre la pista hasta frenar.

Fuera en la salida de pasajeros vi un cartelito con mi nombre falso. Mi contacto me estaba buscando  para llevarme a hacer “negocios”.

Estaba vestido como un conductor de limosinas.

Hasta me puso mis dos maletas en la baulera.

Me senté detrás como seria lo normal. Luego salió disparado hacia la ciudad.

Fuimos directamente al Hotel Ayasofya, tres estrellas, que cobraba solamente 58 euros por noche, sin desayuno. Tenía vistas sobre el Mediterráneo y se encontraba a menos de 3 kilómetros de Topkapi, muy central y de estilo anticuado, pero muy limpio.

Mi contacto llamado Yussuf, al menos así se me presento, parecía turco.

En el camino me paso el dato que el secretario de Nasrallah había dicho que el “paquete” llegaría en una hora y media  a un pequeño aeropuerto en las afueras de la ciudad, en Sanayi, llamado Sabiha Gocken Airport en donde hay una terminal para jets privados.

Como pasaran controles?- pregunte curioso.

El Presidente Erdogan está enterado de todo. Él quiere ser el jefe de los Hermanos Musulmanes  del Mediano Oriente. En esta ‘hermandad’ están incluidos Al Qaeda, ISIS, Hezbula, Hamas, etc… Son todas ramas del mismo tronco.- me indico mirándome por el retrovisor.

Entonces no vamos a ir por ellos a ver adonde llevan el “paquete”?-

Tenemos a dos de nuestros ‘compañeros’ allí  en este mismo momento, esperando. Van a seguirlos hasta la fábrica de medicamentos Avicenna Farma y esta noche vamos a entrar allí para ver qué diablos quieren hacer –dijo esta vez mirando al alocado tráfico. Los turcos manejaban como los locos en Israel. Sus autos nos pasaban a gran velocidad y casi raspaban la pintura de nuestro auto, un BMW 535i, largo y de color plata.  Además nos cortaban, metiéndose sin anunciar delante de nosotros. Por suerte Yussuf manejaba a las mil maravillas, parecía un ‘stuntman’ de Hollywood.

Yo me amarre al asiento con el cinturón de seguridad. Esto era más peligroso que entrar a la noche a aquella fabrica.

Como entraremos?- pregunte después de unos minutos de pánico.

Tenemos un equipo de ocho especialistas que trabajaron toda la noche para hacerlo. Hay una gran comunidad judía en Estambul y son una gran ayuda. Conocen a todo el mundo. Ya vera que será fácil…- me tranquilizo mi chofer.

Estambul estaba precioso en esta época del año. El turismo no llenaba mucho todos los hoteles pero había unos 70 % de ocupación.

El Hotel tenía un color de rojo oscuro y era como un hexágono.

Yussuf me llevo hasta la recepción y se despidió de mí después de haberme registrado.

A las ocho de la tarde afuera…- dijo y saludo cortésmente.

Quienes nos vieran creería que el chofer se despedía.

Mi habitación era amplia  con cama doble. El baño tenía solo ducha pero  era también grande. Seguro que mi Institución  había tomado la habitación más barata. Aunque al abrir las cortinas vi la preciosa vista del Bósforo, esplendida!

Mire dentro del gran sobre de manila que el chofer me había dado.

Tenía una lista de importadores de comidas, la mayoría de origen sefaradí (judíos salidos de España en los tiempos de la Inquisición española).

Ellos harían los pedidos de comestibles de mis catálogos como mi alibi.

Me desvestí y fui a hacerme una rápida ducha para refrescarme del viaje y despejarme.

Luego me vestí y  salí a comer algo liviano cerca del hotel.

En menos de tres horas vendrían a por mí y no quería sentirme pesado por si habría que correr mucho.

A las ocho de la noche estaba fuera del Hotel  en traje  callejero.

El BMW apareció y me dio una señal de luz al llegar hacia mí.

Había dos personas más dentro del auto y al entrar en el asiento trasero me senté al lado de un hombre de cuarenta años de fiera mirada y grueso bigote que no dejaba ver sus labios.

Me llamo  Osman- dijo al presentarse, me dio la mano fuertemente, como me gustaba a mí.

Luego presento a Murat que estaba sentado al lado de Yussuf. Un joven serio de cara limpia y muy de hombre. Seguro era machista, pensé. Sus amplias espaldas demostraban que hacia pesas y al menos dos horas por dia en un gimnasio.

Yo soy el encargado de esta ‘operación’ – dijo nuevamente Osman.

El viaje tomara unos veinticinco minutos y te explicare lo que haremos…- continuo.

Yo miraba el paisaje de las calles estrechas en las que nos estábamos adentrando, gracias a Dios eran de una sola dirección, por el momento.

Ponte este delantal blanco- me dijo Osman, dándome uno con una tarjeta de identificación falsa en la solapa. Osman también se ponía la suya y así lo hacia Murat.

Vi que Yussuf no tenía uno.

Somos los únicos esta noche?- pregunte.

No. Hay cuatro más, pero ya están dentro trabajando- sonrió Osman.

Le devolví la sonrisa: Bien hecho!- dije .

En esta ciudad somos todopoderosos. Podemos movernos con agilidad y destreza- dijo Murat.

Este Dr. Reza, es un Bioquímico iraní muy conocido en su país. Es un demonio peligroso que se especializa en torturar con inyecciones misteriosas a enemigos del estado en la prisión Ghasr de Teherán- me susurro Osman.

Esa prisión no será la misma en donde hubo la fuga más grande de la historia en 1979?- pregunte riendo.

Sí. Así es. 11000 prisioneros se escaparon.- dijo Osman, riendo conmigo: Era un americano que quería liberar dos de sus compañeros. Un éxito de taquilla-

Pero hoy tiene una seguridad muy alta- contesto Yussuf desde el volante.

Así que este Dr. Reza, es un “Mengele”- dije.

Sí. Y ayer por la tarde asesino a los dos que le tenían que ayudar en el galpón en Beirut- me conto.

Como sabe eso?- pregunte asombrado.

El secretario de Nasrallah estaba muy enojado por ello cuando hablo a Teherán. Eran dos de sus mejores hombres, al parecer no habían traído todo el equipo necesario que les había pedido el Dr. Reza y es por eso que se vino a Estambul a hacer lo que planeaba- dijo Osman.

Sabemos lo que es?- pregunte curioso.

Esa es su misión, creo- sonrió Osman: Si lo sabríamos ya estaríamos planeando destruir aquello-

Pero si es radioactivo tendríamos que tener cuidado. – menciono Murat con su voz baja.

No creo que lo sea- dije pensativo: Los trajes que llevaban eran más como de un antiviral- dije.

Entonces deberemos quemarlo- dijo Murat.

Disculpe a la juventud- dijo Osman: No piensan antes de hablar.-

No hay problemas conmigo. Hasta creo que va a tener razón en esto. Pero tendremos que saber exactamente lo que tienen entre manos-

No queremos explotar o incendiar Estambul y que todos enfermen- dijo seriamente Osman.

Por supuesto. Lo siento- se disculpó Murat.

Ya casi estamos allí. – dijo Yussuf mirando a su GPS en la consola del auto.

Nos bajaremos a cincuenta metros de la fábrica.- dijo Osman.

Y así lo hicimos. Ellos empezaron a hablar en turco en voz alta, riendo y  golpeándose sobre los hombros. Yo iba en silencio ya que no entendía palabra.

Vi el enorme cartel de AVICENNA FARMA LTD. Y la entrada con escalones.

Dos enormes proyectores iluminaban el lugar.

En la entrada había una cabina de vidrio y un uniformado adentro que pedía ver nuestras identificaciones.

Miro estudiándonos y no pude evitar sentir un nudo en el estómago cuando me pregunto algo. Osman me golpeo por detrás y rio con el guarda Yakup.

Este nos mostró con la mano que pasáramos.

Una cámara de video nos grababa, según vi en la entrada.

Pero entramos conversando todos, menos yo, que miraba un papel que Osman me había dado. En el mostraba un plano interior de la Farma.

Caminamos por un gran corredor bien iluminado con una luz blanca. Llegamos a un rellano con cuatro ascensores. Osman apretó el botón.

El segundo a nuestra izquierda se abrió y entramos los tres.

Subimos a la tercera planta.

Oficina numero 579.- murmuro Osman, mientras caminábamos rápidamente.

Golpeo a la puerta dos veces seguidas y se abrió.

Bilal. Como estas?- saludo Osman entrando delante.

Salude en francés a Bilal, un hombre maduro de unos cincuenta años y cabellos grisáceos. Ojos azules y mirada dura con labios finos. Había otros dos hombres allí Ramazan y Hakan. Jóvenes de unos treinta años.

El padre de Hakan trabaja aquí. Es nuestra suerte- dijo Osman.

El llamado Hakan abrió una cortinita y un piso debajo veíamos a cuatro hombres en trajes de plástico blancos  con escafandras y guantes pegados con cinta aislante trabajar en unas máquinas de acero inoxidable.

Hakan había puesto delante de la ventanita una cámara y estaba grabando todo.

Ramazan estaba pasando todo lo grabado a una notebook muy fina y liviana.

Ramazan es nuestro genio electrónico- dijo Bilal.

Sabemos qué diablos están haciendo?-pregunte delicadamente.

Todavía no. Pero Tel Aviv está mirando y nos van a  decir lo que es en unos minutos, espero- respondió Bilal.

Cuanto antes lo sepan mejor. Podremos irnos- dijo Hakan.

Ellos no pueden vernos?- pregunte a Hakan.

No. Los vidrios son como espejos de su lado. Mi padre conoce todos estos laboratorios.- respondió.

Esto es fenomenal. Además tuvimos suerte con el guarda de la entrada- dije a Bilal.

Todos rieron fuertemente.

Es Yakup. Es nuestro hombre al que hemos sustituido al guardia de turno- rio Osman.

La Compañía de seguridad le pertenece a Bilal, que da la seguridad a docenas de compañías turcas. Muy buena Compañía, le aseguro- dijo Osman.

Bilal sonrió: Y no barata.-

Reímos todos.

Por eso no podremos hacer nada al “paquete” aquí dentro. Para no comprometer a Bilal- dijo Osman, muy serio ahora.

Murat estaba sentado en el piso limpiando una Glock (pistola de USA) de 0.38  pulgadas con un silenciador.

Es una G42?- pregunte a Murat.

Si, así es. Mi preferida- contesto.

Nosotros usamos la G30S de .45. Es más pequeña y balanceada.- dijo Osman, sacándose una para mí de su cinturón.

Luego me mostro bajo su chaqueta otra igual.

Desgraciadamente no teníamos un silenciador para Usted. Nos dieron poco tiempo para prepararnos, así que si hay un tiroteo Usted entra al final, cuando ellos disparen.- me dijo como un padre instruyendo a su hijo.

Por supuesto, no hay problemas. A mi ver Ustedes hicieron un trabajo notable aquí- dije con admiración.

Lo malo es que este Dr. Reza eligió el laboratorio más complicado, sino tendríamos ventanas a los costados y veríamos más claro lo que hacen en vez de mirar desde arriba- dijo Hakan.

Sera el más fácil de aislar- comente.

Hakan saco una caja blanca de cartón del escritorio y abrió ofreciéndonos unos dulces gelatinosos.

Son típicos de Turquía- dijo.

Tome uno en la boca y verdaderamente eran dulcísimos.

Rahat lokum- dijo  Ramazan.

Muy bueno! El mío tiene pistachos dentro- dije.

Sí, hay muchas clases. No sabía cuánto tiempo nos llevara aquí, por eso traje algo para apagar el apetito- repitió Hakan.

Eran dulces como guminolas gelatinosas.

Después de dos no pude ingerir nada más.

Estuvimos así casi una hora. Yo empecé a caminar cerca de la pared ida y vuelta poniendo a Bilal nervioso.

De repente Ramazan nos dijo: Tel Aviv dice que ya saben lo que es –

Todos se pusieron detrás de las espaldas del escritorio para ver la pantalla de la computadora.

Mire y vi que estaba codificado. No entendí nada.

Ramazan hablaba lentamente leyendo cada signo.

Están vaporizando un plasma de sangre contaminada con Ebola. Dos litros exactamente. Ahora lo están envasando en espray de lavado de vidrios. Les va a tomar unas horas más, por lo menos. –

Todos quedamos boquiabiertos.

Ebola! Malditos locos! Pensé. Pero no dije nada a mis compatriotas.

Se puede quemar?- pregunto Murat, impaciente.

Ramazan empezó a teclear.

Dicen que el Ebola solo puede vivir 24 horas fuera del cuerpo, después muere-

Entonces el Dr. Reza  está equivocado, ya que no va a servir, tiene más de dos días…-dijo Bilal.

Ramazan comenzó nuevamente a teclear.

Dicen que lo emulsiono y perfecciono. Creen que es peligroso, que se mantiene en vacum y cuando se hace un spray con ello se contagia la gente…- respondió este joven.

Cuando los eliminamos?- pregunto Murat.

Osman lo miro con desprecio.

No tienes paciencia, eh?-

Esperemos órdenes – dijo Bilal.

El teléfono de alguien empezó a zumbar. Hubo un silencio entre todos nosotros.

Osman puso el móvil contra su oreja.

Movía la cabeza de arriba hacia abajo mientras alguien le hablaba en turco.

Luego se puso el móvil en la chaqueta.

Hay dos camiones blindados de la policía turca en la entrada y dos motoristas policiales recién llegados.- dijo solemnemente.

Oopss- dijo Murat.

Están entrando?- pregunto  Bilal.

Osman llamo con el móvil.

No. Están en espera afuera, parece que van a transportar las dos cajas con las botellas de espray.- dijo Osman.

Estamos cagados, no podemos hacer nada- dijo Hakan.

No vamos a disparar contra la Poli- dijo Ramarzan.

Luego miro a su computadora. Ellos dicen que Antoine tiene que seguir las dos cajas hasta ver hacia donde las dirigen y luego destruirlas.-

Yo me quede petrificado.

Pero si las vuelan con el avión como puedo seguirlos?- pregunte en voz alta. Vi que Ramazan lo tecleaba.

Esperamos unos minutos más, no había respuesta.

Miramos por la ventanita y vimos que los encapuchados estaban empezando a empacar las botellas de espray en  dos neveras portátiles de plástico azules, como las de picnics. Repartían doce botellas en cada una.

Yo me empecé a comer las uñas.

De repente Ramazan nos dijo: Ya responden!-

Todos corrimos detrás de el para mirar la pantalla como en un partido de futbol interesante.

Pero yo no entendía el código. Ramazan dijo en voz susurrante y lenta, mientras su mente descifraba el código:

Dicen que  debemos llevar a Antoine detrás del convoy turco. Creen que van a cruzar en territorio Sirio con las cajas para dar a ISIS (movimiento Islámico de Emirato) una en Kobani, y quizás vuelen la segunda caja a Damasco.

Por si acaso  acaban de alquilar una avioneta  para seguir la caja de Damasco. Si envían avión a Damasco lo seguirá Osman y Hakan en la avioneta. Ellos deben esperar a Antoine que después de Kobani  vaya para Damasco para la destrucción, aunque si van a empezar a utilizar los espray Osman y Hakan  deberán destruirlos inmediatamente sin esperar.- luego levanto la vista y nos miró atentamente para ver si habíamos digerido aquellas duras noticias.

Como diablos llegare de Kobani a Damasco?- pregunte estúpidamente.

No te preocupes…- respondió Osman con una amarga sonrisa: No saldrás vivo de Kobani…-

Están bombardeando la ciudad los de ISIS y las fuerzas Kurdas están sosteniendo todavía la mitad de la ciudad- dijo Bilal.

Como podre cruzar la frontera en territorio Sirio? Los turcos estarán vigilando- dije pensativo.

Eso no es problema. Te pasaremos al otro lado por un pasaje nuestro en el alambrado. Nosotros siempre pasamos por allí a nuestros amigos kurdos- dijo Osman con seguridad.

Los kurdos siempre habían sido amigos del pueblo israelita, ya en los tiempos del Primer Ministro Ben Gurion en 1948, el pequeño Estado había volado a los kurdos armas. Estaban dirigidos por Barazani, su nieto todavía dirige hoy a las fuerzas Kurdas en Siria e Irak.

El Estado Turco está en contra de los kurdos porque están ocupando un pedazo de terreno perteneciente a este pueblo que se quiere independizar del yugo Turco y hacer un Estado Kurdo Independiente.

Es por ello que el gobierno turco estaba ayudando a Irán, con el Dr. Reza y sus proyectos de destrucción masiva.

Los tres encapuchados abajo llevaban ahora las dos cajas de plástico azul hacia una salida que no podíamos ver desde donde estábamos.

Sabíamos que  iban a llevar hacia la salida a los dos camiones que esperaban afuera así que salimos corriendo hacia los ascensores.

Ramazan corría con su laptop en la mano.

Vimos que un ascensor ya había sido llamado y que se dirigía al piso debajo de nosotros.

Un ascensor llego también a nosotros. Entramos todos muy apretados ya que el ascensor estaba hecho para seis, uno menos de lo que éramos.

Salimos después del ascensor del Dr. Reza y los seguimos desde una distancia de veinte metros. Me sorprendieron que caminaban bastante rápido con aquellos trajes que seguro eran muy calientes y difícil de respirar por aquellas mascaras con filtro de carbono. Lo único seguro era que las cajas no eran pesadas.

Los tres encapuchados salieron del edificio pasando el control de seguridad.

Yakup, el guarda, salió de su cabina y preguntaba a los tres individuos donde estaban sus pases. Lo hacía para pararles y hacerles perder el tiempo para que nosotros tengamos tiempo de entrar en nuestros autos.

Salimos pasando los dos carros blindados azules  en los cuales estaba la insignia de la policía turca.

El Dr. Reza nos miraba con mirada sospechosa, pero nosotros hablábamos en voz alta y riendo como si habríamos salido del trabajo. Entramos en los dos autos y salimos antes de que los dos blindados lo hicieran. Sabíamos a qué aeropuerto se dirigían así que nos dirigimos hacia el aeropuerto Sabiha Gocken.

Yo tomaría allí un helicóptero hasta la frontera turca con Siria, no muy lejos de Mursitpinar.

Entramos por la entrada del personal del aeropuerto para viajes chárter. Y el auto me dejo delante de un Helicóptero Bell con un cartel de Turkish Tours by Air. Parecía ser que también pertenecía a alguien de la comunidad sefaradita.

El Helicóptero empezó a zumbar después de cerrar las puertas.

Yo estaba con Murat, Bilal y Ramazan. El vuelo salió sin problemas.

Al principio vimos muchas luces a nuestra izquierda pero media hora más tarde las luces se diluían. Ahora solo se veían luces en pequeños lugares. Pueblitos turcos en la provincia.

También los caminos turcos no tenían mucha luz, o al menos así se veía desde arriba.

Me dormí profundamente, aunque el helicóptero hacia un fuerte ruido.

Me sobresalte y desperté cuando Bilal me movía el brazo derecho con energía.

Ya estamos llegando – me dijo indicando abajo hacia un lugar oscuro, pero con seis luces fuertes mostrando un circulo pintado.

Cerca del círculo había un auto de comando militar con unas personas esperando a su lado.

Son nuestros amigos Kurdos que te llevaran dentro de Siria a Ayn el Arab- dijo Bilal y lo mire sorprendido.

Los kurdos lo llaman Kobani, es lo mismo.- me explico.

Te darán una mochila con dos uniformes y armas- dijo Murat.

Dos?- pregunte.

Sí. Uno de los de la guerrilla de ISIS, y el otro de los kurdos.- me respondieron pacientemente.

Ramazan tenía abierto su computadora y escribía a nuestra oficina principal.

Tienes que ponerte el uniforme de ISIS y tu ropa civil la doblas y la pones también en la mochila para Damasco; si tienes suerte- me repitió Bilal, hablándome como a un niño yéndose en una excursión del colegio.

El helicóptero aterrizo y abrió mi puerta. Todos dentro me saludaron  y yo baje solo agachado para que las aspas no me degollaran. El fuerte viento tiraba también polvo y arena. Unos metros más adelante en la oscuridad divise unas cuatro figuras de hombres con barba y un sombrero raro.

Eran kurdos del Pesh Merga, un movimiento que en kurdo quiere decir literalmente: Los que enfrentan la muerte.

Las tropas kurdas se hacen llamar así. Los turcos son sus enemigos, como también los iraquíes, sirios, etc…

La mayoría es Sunní, y se calcula que existen 20 millones de ellos en muchos países de la región. Solo en Turquía hay 8 millones.

Como Erdogan está a favor de los Chiíes, está en contra de los Sunnís. Así de simple.

Estos cuatro hombres eran rudos y fuertes. Me metieron en un jeep abierto y me apretaron un Kalatschnikoff, seis cargadores, una vieja Colt .45 con dos cargadores, y una media docena de granadas en una bolsa de arpillera.

Empecé a ordenar todo lo que podía en mi mochila, tire la bolsa de arpillera que estaba polvorienta. Luego me dieron los dos uniformes y me empecé a poner el de las milicias de ISIS.

El jeep se movía y saltaba pero yo seguía vistiéndome y doblando mi ropa civilizada en la mochila. La oscuridad era casi total, el jeep iba con luces bajas  y a unos dos kilómetros se oían  caer bombas y de vez en cuando unos relámpagos y luces de las explosiones.

Kobani!- grito uno detrás mío y me mostro con el dedo donde caían las bombas.

Moví la cabeza asintiendo.  Empezamos a ver las primeras casas del lado oeste de la ciudad que estaba en manos del Pesh Merga. Ellos luchaban contra el lado  Noreste.

En menos de diez minutos ya estábamos en frente de un edificio blanco de cuatro pisos y el jeep paro chirriando con los frenos. Casi salí estampado del auto.

Hemos llegado- me dijo el de atrás en inglés.

Gracias- dije  y pensé que quizás me había vestido mal con el uniforme enemigo.

Mis escoltas me indicaron de entrar en aquel feo edificio.

Las calles estaban llenas de piedras, pero con la oscuridad no podía divisar bien las sombras.

Las explosiones se oían muy fuertes ahora. Levante mi mochila y seguí a mis guardas.

Dentro del edificio había un barullo abrumador. Muchas personas gritando al mismo tiempo en un idioma parecido al persa. Los pasamos ya que subimos las escaleras hasta el primer piso. Allí los guardas tuvieron que apartar a la gente para hacerme paso. Entramos en una oficina de unos cuatro metros cuadrados y un solo escritorio con sofás de muchas medidas y formas a lo largo de las paredes. Todos estaban llenos de soldados. Hablando al mismo tiempo.

Detrás del escritorio estaba un joven de 45 años con cara agradable  y bandolera, con un cinto con revolver Smith &Wesson de caño largo. Tenía el tocado típico de los kurdos en marrón.

Me pare delante del escritorio y me puse la mano derecha sobre el corazón e hice una pequeña reverencia con la cabeza de forma de un saludo.

You are Mossad?- me pregunto el de detrás del escritorio marrón.

Si.- le conteste en inglés: He venido para introducirme detrás de las líneas enemigas, encontrar al Dr. Reza y matarlo y destruir las armas químicas que quiere usar contra Ustedes-

Me miro sorprendido, estudiándome. Luego pego sobre la mesa con la mano izquierda y rio.

Este hombre viene a defendernos arriesgando su vida por nosotros!- grito al resto de los soldados en los sofás.

Un silencio ensordecedor me dejo perplejo. Era el primer momento que había silencio completo. Cuan agradable aquello!

De repente los soldados saltaron de pie y me abrazaban y apretaban, algunos hasta me besaban las mejillas. Tenían un olor de sudor y tabaco que apestaban.

Los guardas los empujaron para no hacerme daño y nuevamente quede parado solo adelante del escritorio.

Me llamo Masrour Barzani, hijo de Massoud- dijo estrechándome la mano.

No es peligroso que se ponga su vida en peligro en esta ciudad que dentro de poco puede ser sitiada?- pregunte asombrado. Él era el jefe del Partido Democrático de Kurdistán, además de ser Jefe de Inteligencia del grupo.

Rio alegremente.

Usted me está diciendo que estoy en un lugar peligroso? Y Usted no está haciendo lo mismo?-

Sí, pero a Usted es muy difícil de reemplazar. Yo si muero enviaran en menos de una hora un nuevo…- le conté.

Aquello parecía divertirlo muchísimo.

A mí me gusta estar en el frente con mi gente. Da buena moral y buen ejemplo para todos- dijo escuetamente. Me miro y prosiguió:

Le daré una pequeña escolta de dos hombres que le guiaran hasta las cercanías del edificio en donde está el jefe de las tropas enemigas, luego deberán irse de allí, puesto que es seguro que los mataran si los ven.-

Muchas gracias. No nos reconocerán?- pregunte.

No, tendrán puestos los pasamontañas (máscaras negras) que ellos usan para no verles las caras.- murmuro.

Luego miro a su alrededor y pregunto: Quien es voluntario para mostrarle el edificio en la calle AbuKabir?-

Seis hombres se levantaron juntos. Me sorprendió ver tantos kamikazes juntos.

Parece que mis hombres tampoco tienen miedo a nada, eh?- sonrió orgulloso; luego eligió a dos de entre los seis.

Saldrán enseguida, ya que mis contactos dicen que un blindado con un signo de ambulancia ha pasado la frontera turca y se dirige al cuartel general de ISIS-

Debe ser el “paquete”- dije mordiéndome el labio inferior.

Así es. Ninguna ambulancia está blindada, es muy raro- dijo sonriendo.

Su inglés es muy bueno…- le alabe.

Sí. Estudie un año en Londres y luego termine el Bachillerato en Washington D.C.- me respondió.

Los dos hombres elegidos para acompañarme me dieron pequeños toques en los hombros y entendí que debía partir.

Adiós- dije.

Nos veremos a su vuelta y lo llevaremos a Damasco- me respondió levantando la mano y haciendo la señal de Victoria de Churchill.

Me puse el pasamontañas negro que pertenecía al uniforme del enemigo.

Cuando bajamos las escaleras hubo de repente un silencio de muerte y me miraban sorprendidos los milicianos kurdos.

Nos subimos a un Toyota Hiace con bandera negra del enemigo y con una ametralladora montada por detrás. Mis dos acompañantes tomaron  el asiento de conductor y el segundo se paró sobre la camioneta detrás de la ametralladora.

Me mostraron que debería entrar al lado del conductor.

Un jeep kurdo manejaba delante nuestro para que los del Pesh Merga no disparara contra nosotros. Era fácil confundirse.

Manejaron unos veinticinco minutos por callejones estrechos y por barrios vacíos de gente. Empezamos a sentir unas ráfagas de disparos alrededor nuestro y el jeep se quedó parado, esperarían allí al retorno del Toyota.

Nosotros nos adentramos en “territorio” enemigo. Mi conductor no hablaba, hasta que me mostro abrir la guantera. Saque de allí un prismático especial con vista de noche.

Las bombas caían ahora muy cerca de nosotros. A menos de cien metros. El Toyota paro en seco. El conductor me mostro hacia un edificio de siete pisos de color oscuro a, a unos trecientos metros a mi derecha.

Luego me dio un móvil con un GPS y me dijo que debía llamar si quería regresar. Que me recogerían cerca de allí.

Luego me despedí y salí del Toyota.

Empecé a caminar por aquellas calles oscuras, siempre mirando en las esquinas en  la dirección del edificio.

Vi que había combatientes en los techos de los edificios, pero no en las calles, estaba seguro que me estaban mirando, lo sentía en mi nuca. Mi sexto sentido me lo decía.

Escuche a alguien gritar algo pero proseguí mi camino como si no hubiera escuchado.

Ya estaba muy cerca del edificio marcado como el cuartel general.

Llegue a una esquina en donde se veía una plazoleta con barriles metálicos prendidos con gasolina para dar luz al sitio. Parecía fantasmagórico.

Muchos carros de combate, dos tanques y docenas de Toyota parecidos al que vine estaban alrededor del edificio. Parecía imposible de pasar.

Mi teléfono empezó a vibrar asustándome.

Era Barzani.

El blindado está por llegar allí en cinco minutos- dijo parcamente y cerró la línea.

Saque los binoculares y empecé a estudiar aquel lugar.

Después de unos minutos sin ver el blindado empecé a perder la paciencia.

Pero no podía entrar en la plazoleta sin ser visto o parado por seguridad.

El lugar daba apariencia de caos pero estaba seguro que alguien estaba guardando aquel espacio con centinelas de seguridad. No podía divisar ninguna forma de organización en aquel caos pero poco a poco se empecé a darme cuanta quien mandaba allí.

Las bombas y disparos se acercaban y alejaban como olas. Estábamos en un lugar de guerra.

Casi todos fumaban  algo.

De pronto vi una colona de Toyotas aparecer cerca de mi izquierda iban delante de un blindado con una medialuna roja y la palabra ambulancia en turco. Detrás iban unos tres Toyotas.

Si hubiera tenido un lanzacohetes, podría haberle dado muy bien desde mi posición. Aunque no sé si hacia mella en el blindado.

Entre en el edificio de la esquina en la cual estaba parado y empecé a correr las escaleras hacia arriba.

Llegue al tercer piso y subí una última escalera hasta una puerta metálica. La abrí con el más delicado cuidado de no hacerla chirriar.

Salí a la azotea y vi en una esquina a quince metros de mí, dos figuras echadas al suelo con sendos rifles apuntando hacia la plazoleta.

Estaban hablando entre ellos y no parecían haberme escuchado.

Saque mi Glock con silenciador y en punta de pies me acerque a unos cinco metros de aquellas oscuras formas. Luego dispare al de la derecha primero y después al otro. La pistola dio dos secos golpes, que no se sintieron en medio del estruendo ruido alrededor nuestro.

Me acerque a menos de un metro y dispare a las cabezas nuevamente. Quería estar seguro de que estaban muertos.

Desde allí podía ver muy bien toda la plazoleta y el edificio de siete pisos delante de mí.

Vi salir del blindado las figuras encapuchadas del Dr. y sus tahúres.

Para mi gran sorpresa no metieron la caja en aquel edificio, sino en un pequeño edificio adyacente que parecía ser un lugar en donde se almacenaban las provisiones o armas del ejército miliciano.

Suerte que lo había visto. Estaba acechando con aquellos buenos binoculares.

Los Toyotas que habían acompañado al blindado empezaron a retirarse rápidamente. El blindado los siguió fuera de aquel lugar.

Parecía ser que el Dr. Se quedaba allí, pensé.

Vi que uno de los cadáveres que yo había disparado tenía un rifle de precisión Remington de los francotiradores.

Lo tome y mire por la mira telescópica. Pude divisar que aquel pequeño edificio tenía una guardia de más de diez personas alrededor.

Podría matar unos cuantos pero los demás se esconderían y yo habría perdido la sorpresa, que era mi única ventaja sobre ellos.

No entendí porque los kurdos no disparaban con morteros y cañones contra el edificio si creían que estaba Ibrahim Ibn Awad, alias Abu Bakr el Bagdadí. El líder que quería ser el Califa del Mediano Oriente.

Por ello se llamaba su movimiento ISIS que son las siglas de Estado Islámico Siria Irak en inglés, o EI en castellano.

Tuve sed y le saque la cantimplora al muerto más cercano y bebí toda. El agua no estaba muy fresca pero cuando se tiene sed…

Apunte a la esquina izquierda y más lejos de mí, mirando a todos los techos de los edificios colindantes. Divise algunos rifles.

Le dispare a uno que veía bien con los reflejos de los fuegos.

Parecía moverse, le dispare una segunda vez y el rifle cayo hacia abajo a la calle. Mala suerte. No quería que nadie se dé cuenta.

Luego dispare al techo de al lado y así seguí por casi veinte minutos.

Quería sacarme los más centinelas posibles para arriesgar menos cuando caminara por allí.

Las balas se me acabaron de aquel rifle. Busque el cadáver pero no encontré más cargadores. Mire el rifle del segundo. No tenía silenciador. Se verían y escucharían los disparos obviamente. No podía usarlo.

Me levante y baje las escaleras del edificio. Salí a la calle y empecé a caminar por detrás de las calles que daban a la plazoleta. Estaban en completa oscuridad y me tomaría una buena media hora llegar al otro lado en este método. Pero era lo más seguro.

Delante mío en la segunda cuadra habían dos hombres hablando. Vi sus siluetas porque estaban fumando. Apreté la pistola en mi mano y al acercarme a menos de cinco metros levante la Glock y dispare a bocajarro contra sus cabezas.

Cayeron como bolsas de papas. Solo uno gruñó.

Seguí caminando lo más rápido posible haciendo una ronda.

Por fin llegue a cien metros del pequeño edificio. Fui por detrás.

Tuve suerte en la oscuridad vi que habían solo dos guardas. Aquellos binoculares de noche me los mostraba en color verde. Estaban apoyados contra el muro del edificio hablando en voz baja.

Empecé a acercarme del otro lado de la calle, pero me di cuenta que me verían porque no habían árboles o arbustos, allí. Solo un par de Tachos de basura negros y malolientes. Me agache y empecé a gatear hacia ellos. Me dieron un susto unos  gatos que salieron maullando de allí como desesperados. Me quede silencioso ya que los dos guardas estaban mirando a los gatos correr por la calle. Pero en unos minutos comenzaron nuevamente a hablar.

Ahora camine en cuclillas hacia los dos, pero a mi edad empecé a sentir la fatiga de mis rodillas.

Mis músculos posteriores en las piernas parecían doler fuertemente.

El peso de mi mochila no ayudaba, muy al contrario.

Estaba a menos de veinte metros de ellos. Trate de levantarme para dispararles, pero mis piernas me dolían terriblemente.

Apunte lo mejor que podía con la pistola sosteniéndola con ambas manos y dispare a los dos rápidamente en ráfagas solitarias.

Uno dio un grito y el otro también, estaban sorprendidos, creo que uno estaba malherido pero el otro se levantó nuevamente y grito algo dispare tres veces. Cayo muerto.

Luego me pare a duras penas y corrí con dolores en los tendones hacia los dos. El primero aún se movía y decía cosas. Le dispare en la cabeza. Ahora debía salir de allí a la carrera por si venían los de delante del edificio. La verdad es que no sabía qué lado tomar porque podrían venir de cualquiera de los dos lados.

Mi suerte era que había muchas detonaciones y bombas cayendo y era posible que no hubieran oído al guarda.

Había una ventana en un segundo piso con luz pero no podía llegar hasta allí, no había ninguna escalera. Como destruir o bombardear aquel edificio?

Empecé a arrastrar uno de los cuerpos al frente de la calle detrás de las basuras. Luego fui por el otro. Empecé a sentir el peso de la mochila como más pesado y el muerto era muy pesado y grande. Me tomo más de diez  minutos arrastrarlo al otro lado de la vereda y ponerlo detrás del primer cuerpo.

Me sorprendí ver que llevaba un cinturón con seis cartuchos de dinamita  con mecha.

Me lo tome pero yo no tenía cerillas para prender las mechas, busque en los bolsillos de los dos y encontré un encendedor de plástico en el primer muerto.

Me lo puse en mi bolsillo delantero de la camisa.

Ahora tenía la solución para el “paquete”. Pero como hacer para entrar en aquel edificio?

Al querer cruzar vi que en la próxima calle había un edificio en reconstrucción  con vigas y andamios. Corrí hasta allí para ver si había una escalera. Pero no tuve suerte.

Estaban en el suelo oscuro muchos tubos de los andamios con los tornillos y las pasarelas puestas. Quizás podría probar  subirme a uno de los tubos largos por los agujeros con tornillos como escalones.

La idea me aprecia pobre pero no tenía otra posibilidad. Tome un tubo y lo puse sobre mi hombro y corrí hasta el lugar debajo de la ventana iluminada del primer piso. Pare el tubo contra la pared. Si me trataría de subir el tubo se desplazaría hacia un lado y caería abajo seguramente.

Era una mala idea. Trate de subir al menos un metro pero el tubo empezó a deslizarse hacia el lado contrario. Hasta que vi que había un barrote al lado de la ventana, o así al menos parecía ser.

Puse el tubo contra el barrote y presione a ver si caía.

El barrote lo mantenía firme. Así que comencé a subir por él.

Ya estaba a la mitad del tubo. Mis zapatos de goma me sostenían bastante bien. Estaba empapado de sudor, por el gran esfuerzo.

Ahora faltaba un tornillo y mi pie buscaba el siguiente tornillo para subirme a él. Por fin me agarre del barrote y me empuje hacia él.

Ahora podía ver lo que había adentro.

En el suelo debajo de mí estaban sentados unos cinco prisioneros en trajes rojos con vendas sobre los ojos y atados por detrás.

Delante de ellos estaban apilados cajones de municiones  casi hasta el techo. Todas las cajas eran nuevas. Los mercaderes de armas habían hecho su abril.

Muchas eran rusas y algunas eran americanas. Seguramente los turcos les ayudaban a pasar las armas desde su país.

Lo que no veía eran guardas, pero había tres corredores entre las pilas de cajas. Donde diablos estaba la caja azul con “el paquete”?

La ventana no tenía vidrios  y era imposible pasar con la mochila. Además, como bajaría los cuatro metros de altura? Saltando podría romperme una pierna. Sería mi fin.

Aunque se me ocurrió usar los pantalones del segundo uniforme. Con los brazos me subí a la ventana aferrándome a ella. Ahora debía sacarme la mochila para abrirla y sacar los pantalones. Era complicado. De repente me vino la idea de subir el tubo  por la ventana y ponerlo hacia adentro.

Así lo hice lentamente. Y puse el tubo al suelo entre dos prisioneros. Puse la punta contra las municiones. Le sería más facial bajar así. Un prisionero empezó a mover la cabeza hacia arriba aunque no veía.

Me saque la mochila y la tire sobre un prisionero que se dio un sobresalto.

Un guarda empezó a acercarse por el corredor del medio, entre las municiones.

Lo escuche porque tenía pasos con botas pesadas.

Salió del corredor y vio el tubo y la mochila sobre un prisionero. Le dispare con la Glock con el silenciador sobre la cabeza y cayó fulminado a los pies del tubo. Baje por el tubo con las manos agarrándome a la columna de municiones.

Llegue abajo y me puse la mochila. Mire a mí alrededor y les susurre a los prisioneros.

No griten ni hablen, vengo a liberarles- y acto seguido corte las ligaduras de las manos y les saque las vendas de los ojos.

Luego les dije de subirse al tubo y salir de allí mientras fui a poner los seis tubos de dinamita que llevaba conmigo.

Los atasque cada uno a las manijas de las cajas de municiones que atestaban aquel lugar. Empecé a desenrollar las mechas que no me parecían bastantes largas, pero era lo que tenía, luego mire hacia atrás para ver como salían de la ventana a lo alto. Eran bastante lentos y me puse nervioso. No sabía cuánto tiempo tomaría a los guardas volver.

Cuando las mechas estaban puestas a lo más largo, para retardar la explosión y darme tiempo de salir de aquel agujero, prendí el mechero y empecé a prender las seis barras de dinamita lo más rápido posible.

Para mi sorpresa echaban mucho humo pero no muchas chispas y no hacían el más mínimo ruido.

Corrí hacia el tubo de metal que nos servía como escaleras; el último de los seis prisioneros vestidos de colorado salía en aquel mismo instante por la ventana a lo alto.

Sus pies estaban quietos, parecería que estaba meditando si saldría bien el salto de aquella altura de unos siete u ocho metros.

Lo que yo no podía saber es que abajo había dos que habían caído mal y estaban siendo ayudados por sus camaradas.

Empecé a trepar por el tubo y llegue a la ventana cuando el ultimo salto.

Mire hacia abajo y vi que levantaban a los dos heridos y empezaban a cruzar la calle en la oscuridad con ellos saltando en un pie cada uno. Los tenían sostenidos por la cintura. Ahora me dio miedo saltar para no herirme yo mismo, explotaría con la maldita casona.

Así que levante el cilindro y lo descolgué por la ventana bajando por ella lo más rápido posible. Luego tire el tubo a la calle para que no se dieran cuenta los guardas del otro lado de la casa.

Empecé a correr como un desesperado. Iba tan rápido que en menos de un minuto ya había pasado a los prisioneros corriendo.

Ahora doble la esquina y corrí hacia la segunda calle.

Llegando casi hacia la segunda esquina me di vuelta para ver si me seguían.

Así era, pero iban más lentamente que yo. Cada dos llevaban a un herido.

La primera explosión no se hizo esperar. Luego seguidos por más explosiones que iluminaron las calles de todo el entorno.

Parecía de dia, trozos de materiales volaban en torno nuestro cayendo con estruendo pero el fuerte ruido de las explosiones me había ensordecido un tímpano.

Los prisioneros estaban acostados en el suelo, lo que me pareció una buenísima idea, y yo también me tire.

Una camioneta venia corriendo por la calle transversal a la nuestra. Estaba dirigiéndose al lugar de las explosiones. Nos vería en un santiamén.

Saque el cerrojo de la Kalatschnikoff y apunte a él.

Las luces las tenía prendidas a lo más alto, así que no pude ver cuantos eran en la cabina o si había otros sobre el pick up.

Pero dispare hacia la ubicación del conductor y luego una ráfaga hacia el asiento del acompañante.

Para mi sorpresa el pick up se dirigió hacia mí con rapidez pero se incrusto en la pared delante mío a unos cuatro metros.

Fue un golpe seco y una luz se quedó prendida.

Me levante y corrí hacia el auto sacando mi pistola para rematarlo. Yo no sabía cuántas balas me quedaban en el cargador de la Kalatschnikoff.

Cuando quise disparar vi que el conductor estaba solo y estaba muerto. La lengua la tenía afuera y los ojos asombrados miraban hacia el espacio delante de él. Sobre la camioneta no había nadie. Tenía montada una ametralladora de la segunda guerra mundial, una GM 0.5 milímetros que se usaba montada sobre los carros de combate o los tanques Sherman. También había cajas de municiones cerradas, que me imagine eran para la ametralladora.

Abrí la puerta del conductor y tire el cuerpo hacia la calle.

Me metí en la cabina y puse la marcha hacia atrás, para ver si todavía funcionaba.

El Toyota dio un respingo que me asusto. Se disparó hacia atrás y pude ver que los prisioneros en rojo se habían levantado y se acercaban a duras penas hacia mí.

El lado derecho de la camioneta estaba abollado y una lámpara estaba arruinada.  El paragolpes  estaba colgando de un tornillo.

El parabrisas estaba agujereado en cinco lugares, en donde yo había tirado, lo que molestaba un poco con la visión.

Abrí la guantera  y mire si había un GPS o algo así que se podría usar para guiarme, pero no tuve suerte.

Había un librito del Koran y unos papeles en árabe que yo no pude descifrar, estaba también bastante oscuro.

La puerta de pasajeros se abrió y metieron a los dos heridos, los otros cuatro se subieron a la camioneta por detrás.

Le dije al que habían rapado completamente que sacara las ropas del conductor muerto y se las pusiera al que le quedara bien para cambiar aquel  mono rojo por ropa de uniforme, que sería más fácil para pasar desapercibidos.

Espere unos dos minutos hasta que desnudara al cadáver y tirara las ropas hacia los demás, luego se subió rápidamente y golpeo al vidrio trasero.

Salí disparado por aquellas calles oscuras en donde detonaban a cada momento bombas disparadas por los Peshmergas y el fuego cruzado de los de ISIS.

Pregunte en ingles a mis “pasajeros” si alguien sabia donde era  el Sudoeste.

Me miraron como si yo estaría bromeando.

Luego saque con una mano mi teléfono móvil que me había dado aquel guarda de Barzani que me había dicho era también un GPS y se lo entregue al de mi lado.

Mire el mapa y dígame donde está el Sudoeste- le grite desesperado mientras conducía por aquellas calles que parecían desiertas.

El otro le arrebato el móvil de las manos y sorprendentemente parecía saber lo que hacía.

Sabe Usted el árabe?- pregunte al más anciano de los dos que estaba manipulando el aparato.

Si, así es- respondió tranquilamente: He vivido en Damasco los últimos cinco años como corresponsal de la Agencia AFP-.

De repente vi unas caravanas de autos de ISIS a cinco cuadras de nosotros y di un brusco derechazo, entrando en unas calles con adoquines que nos hizo vibrar.

Debemos doblar nuevamente a la izquierda y luego de quinientos metros a la izquierda nuevamente-  dijo con voz calmada el que sostenía el móvil: Está yendo en la dirección equivocada-

Gracias a Dios entro en el GPS!- grite de alegría mientras hacia lo que me indicaba.

Cuanto falta hasta el otro extremo?- pregunte.

Parece un largo camino. Unos cuarenta y cinco minutos a esta velocidad- indico.

Y así seguimos dando curvas y calles abandonadas y destruidas. Dos veces tuve que dar marcha atrás por los bloqueos de calles destruidas.

Sentí el sudor cayéndome por la espalda. Sobre los tejados había gente disparando hacia delante de nosotros, se podía ver las ráfagas de fuego.

Por lo menos no nos disparaban a nosotros. Nuestro Toyota dañado tenía la bandera negra de ISIS.

De repente sentí que disparaban a nuestro alrededor y puse el auto sobre una vereda y maneje cerca de las casas más lentamente hasta parar la marcha.

Que hace ¿!-me grito el de mi lado.

Voy a llamar al centro de los Pesh Merga para que nos esperen y guíen- dije: Además tengo miedo de adentrarme al lado kurdo con esa bandera ondeando sobre nosotros, van a creer que somos el enemigo y nos mataran-

El segundo pasajero con el móvil paso el dispositivo a llamada y miro en la agenda, había solo un número de teléfono así que apretó el llamado.

El teléfono sonó unas cuatro veces sin respuesta.

Quizás no hay cobertura – dijo el de mi lado.

Es Usted un pesimista nato- dije amargado.

De repente el anciano respondió al teléfono.