Aunque demorar las cosas la hacía sentir débil y estúpida, Eve sólo logró tomar el camino hacia la oficina del Comandante Whitney hacia el mediodía.
La única satisfacción de estar a cargo era haber podido ignorar al as de los reporteros de Canal 75, Nadine Furst cuando ella requirió una entrevista con respecto a la historia Pettibone-Dunne.
Esto era algo más que ella tenía que acomodar, pensó mientras atrapaba un deslizador fuera de homicidios. Los recursos investigadores de Nadine eran tan filosos y amplios como su guardarropa. Ella era una herramienta de mano.
Cuando fue introducida en la oficina de Whitney sin siquiera una momentánea espera, Eve tuvo que imaginarse que él la estaba esperando.
Estaba sentado en su escritorio, un hombre de grandes hombros con una cara gastada y amplia. Tenía buenos ojos y claros, y ella tenía razones para saber que el tiempo que llevaba fuera de las calles no lo había ablandado.
El se reclinó hacia atrás, haciéndole señas con un dedo para que entrara. –Teniente. Debe estar bastante ocupada.
-Señor?
-Hizo un viaje hasta mi vecindario esta mañana, le hizo una visita a Shelly Pettibone. –Tenía juntas sus grandes manos, y su rostro era impenetrable. –Tuve una llamada de mi esposa.
-Comandante, es el procedimiento de rutina para preguntar a todos los conectados con la víctima.
-No creo haberlo dicho de otra manera. –Su voz era profunda, retumbona y tan impenetrable como su cara. –Cual es su impresión de Shelly Pettibone?
-Que es una mujer sensible, tranquila y directa.
-Tengo que decir que es una descripción perfecta, y yo la debo conocer desde hace unos quince años. Tiene alguna razón para creer que tuvo algo que ver con la muerte de su esposo?
-No, señor. No hay evidencias que me conduzcan en esa dirección.
El asintió. –Me alegra oir eso. Teniente, usted le tiene miedo a mi esposa?
-Sí, señor. –dijo Eve sin dudar. –Lo tengo.
Los labios temblaron por un instante en lo que pudo haber sido una delicada sonrisa. Luego asintió otra vez. –Estoy de acuerdo con usted. Anna es una mujer muy voluntariosa con opiniones muy definidas y particulares. Voy a hacer lo que pueda para mantenerla lejos de su espalda en esto, y si Shelly no está en su corta lista, eso parece muy posible. Pero si cae sobre usted o sobre mí, se las arreglará por sus propios medios.
-Comprendido.
-Solo hasta saber donde estamos parados. Déjeme darle alguna información básica. –Hizo gestos hacia una silla. –Mi familia ha tenido una gran amistad con los Pettibone por muchos años. De hecho, uno de mis hijos salió con Sherilyn cuando eran adolescentes. Fue un amargo desengaño para mi esposa que esta relación no terminara en matrimonio, pero lo tuvo que aceptar.
Había un holograma de su esposa enmarcado en el escritorio. En un sutil movimiento, Whitney lo giró hasta que enfrentó la pared en vez de mirarlo a él. –Anna y Shelly son muy buenas amigas, y creo que para Anna fue más dificil de aceptar que para Shelly, el hecho de que Walter la dejara. De hecho, Anna rehusó ver o hablar con Walt, y es por eso que nosotros y nuestros hijos no estábamos en la fiesta. Estábamos invitados, pero uno no puede discutir con Anna sobre asuntos sociales.
-No pienso menos de usted por eso, Comandante.
Sus cejas se arquearon y por otro instante hubo un destello de humor en sus ojos. –Anna está metida y determinada en que Shelly se case otra vez, o que al menos desarrolle un serio interés romántico. Shelly no ha cooperado. Ella es, como usted dijo, sensible y tranquila. Se hizo una vida cómoda por si misma y mantenía, para el desconcierto de Anna, una cordial relación con Walt. Y en cuanto a Walter, yo estaba encariñado con él.
El humor murió otra vez. –Muy encariñado con él. No era un hombre de hacer enemigos. Incluso Anna no podía tenerle antipatía. Sus hijos lo adoraban, y como los conozco casi tan bien como a los míos, le digo que aunque usted debe seguir investigándolos, va a encontrar que ellos no tienen parte en el asesinato.
-No encontré evidencias ni motivos para seguir en esa dirección, Comandante. Ni hacia sus esposas.
-Pero encontró a Julianna Dunne.
-Sí, señor.
El se levantó y salió de atrás de su escritorio. –Hay veces, Dallas, en que el sistema falla. Aquí falló al no mantener este individuo en la jaula. Ahora un buen hombre está muerto porque el sistema falló.
-Ningún sistema es infalible, pero saberlo no lo hace más fácil cuando usted ha perdido un amigo.
El reconoció su oferta de condolencia con una cabezada. –Porque lo asesinó?
Ya que él se había parado, Eve lo hizo también. –Su pauta había sido enfocarse en un hombre con alguna riqueza y prestigio, desarrollar una relación con él hasta llavarlo al matrimonio, asegurándose legalmente a sí misma con la intención de ganar todo o una porción de esa riqueza después de su muerte. En los tres casos que conocimos, el objetivo no era menos de veinticinco años mayor que ella, y se convertía en la segunda esposa. Si bien Pettibone encaja en el tipo general de su objetivo favorito, no tenemos evidencia que nos muestre que la conocía personalmente. Ella no es un heredero legal en esta ocasión, y por lo tanto no podría beneficiarse con su muerte como lo hace usualmente.
Eve sacó los discos de su reporte del bolsillo, dejándolos en el escritorio. –El motivo más lógico que queda es la ganancia financiera. Estoy siguiendo la posibilidad de que Dunne fuera contratada. Hicimos un primer nivel de rastreo en las finanzas de la familia y los asociados más cercanos. No encontramos nada que indique alguna gran extracción o muchas pequeñas seguidas que podrían indicar el honorario de un asesino profesional. Necesito ir más profundo, y tengo que requerir autorizaciòn para un segundo nivel.
-Ella debe ser buena en esto. –comentó Whitney-
-Sí, señor, lo es.
-Su pauta también puede haber sido cambiada en cuanto a reestablecerse en otra ubicación despúes de tener el dinero en mano.
-Ya había roto la pauta. Si dejó New York debería estar en otra gran ciudad. Y una, en mi opinión, que le es familiar. Debe estar tratando de asentarse y debe preferir lo conocido. Le voy a decir a Feeney que se ponga en contacto con la policía de Chicago y de East Washington. También voy a llamar a la Dra. Mira para una consulta. Quiero que estudie los reportes y los resultados de las pruebas de Dunne.
-No intentó contactar con el perfilador original?
-No, señor. En mi opinión el perfilador previo fue demasiado blando con ella, y yo prefiero que lo tome Mira. Dunne sabe como jugar con la gente. Además, su madre y su padrastro todavía viven. Ella podría intentar contactarlos en algún momento. Como agregado, McNab compiló una lista de gente con la que puede haber formado una relación mientras estuvo en Dockport. Creo que un viaje hasta ahí podría darnos alguna idea.
-Cuando tiene planeado ir?
-Espero ir mañana, señor. Pienso solicitar que Feeney venga conmigo en este caso. Ambos tratamos personalmente con Dunne, y si bien Peabody puede usar la experiencia, su agenda está llena. Sus padres están en la ciudad, y yo le dí recientemente un caso frío para investigar.
Su ceño se frunció. –Un homicidio? Está lista para eso?
-Sí, señor, está lista. Está en el camino correcto, y creo que puede cerrarlo.
Mántengame al día con todas las novedades. Voy a estar fuera de la oficina la mayor parte de mañana. Diciendo adiós a un amigo.
Se sentía extraño poder salir a horario al fin de la jornada, y llegar a casa a tiempo. Era extraño entrar por la puerta del frente y no tener a Summerset al acecho en el vestíbulo, listo con algún agudo comentario u observación. En realidad se encontró esperando ahí por un minuto o dos, esperándolo, antes de darse cuenta de lo que hacía.
Raramente avergonzada, empezó a subir las escaleras, casi convencida de que él estaba ahí, en una especie de espera a escondidas. Pero hizo todo el camino hacia el dormitorio sin una señal de él. O del gato.
Eso hacía, cavilò, que no se sintiera realmente en casa.
Hasta que escuchó correr la ducha, y las voces murmurando desde el baño adjunto. Se detuvo dentro y vió la figura larga y delgada de Roarke a través del vidrio ondulado de la pared de la ducha.
Era suficiente para hacer que una mujer quisiera relamerse los labios.
Las voces venían desde una pantalla enpotrada en los azulejos de la ducha, y parecían ser una especie de reporte financiero. La mente del hombre estaba llena de números la mitad del tiempo, pensó, y dedidió volverlo hacia otra ocupación.
Se desnudó donde estaba, y entrando silenciosamente en los chorros cruzados por detrás de él, le deslizó las manos alrededor de la cintura. Y hacia abajo.
El cuerpo se le puso rígido, en un rápido reflejo de músculos e instinto animal.
-Querida. –Su voz ronroneó. –Mi esposa puede llegar en cualquier momento.
-Clávala.
El rió. –Con mucho gusto. –dijo, y volviéndose la presionó contra los azulejos mojados.
-Subir la temperatura del agua a ciento un grados.
-Demasiado caliente. –murmuró él contra su boca cuando los chorros se calentaron, echando vapor.
-Lo quiero caliente. –En un rápido movimiento, ella invirtió sus posiciones, clavándole sus dientes en la mandíbula. –Te quiero caliente.
Ella ya estaba húmeda y estaba acelerada. Sus manos y boca se ocuparon con él, sometiéndolo a una suerte de alegre ataque. El no pudo escuchar más las voces enérgicas en la pantalla, detallando el último reporte de acciones, las proyecciones del mercado. Sólo el siseo de los chorros y el golpe de su propia sangre.
El era capaz de desearla cada minuto de cada día. Ella era lo único que echaría en falta despúes de haber muerto. Ella era el pulso, la razón, el aliento.
Cuando atrapó su cabello goteante con su mano, levantándole la cabeza para que su boca pudiera fundirse en ella, fue como alimentar a un hambriento que nunca, nunca estaría saciado.
Ella lo sintió venir de él, el filo de ese violento apetito que a menudo enmascaraba con elegancia, estilo y paciencia. Cuando ella lo saboreó, la hizo ansiar lo primitivo, hizo que su
lujuria se liberara ante el peligro de dejar que el animal dentro de ellos quedar suelto para alimentarse.
Con él, ella podía ser tierna, donde nunca había tenido ternura. Y con él, ella podía ser brutal, sin miedo.
-Ahora. Ahora, ahora, ahora! Dentro de mí.
El la agarró de las caderas, dedos hábiles resbalando sobre la piel mojada, enterrándose en ella. Contuvo el aire cuando él empujó su espalda contra los azulejos, liberándolo con un grito cuando se impulsó dentro de ella.
Su cuerpo se precipitó a través del primer brutal orgasmo, apurándose luego por más.
Los ojos de ella se clavaron en los de él. Podía verse a sí misma ahí, nadando, ahogándose en ese vívido azul. Confiando en la fuerza de él, ella le enroscó las piernas alrededor de la cintura para tomarlo más a fondo.
El vapor los envolvía en una fina neblina. Ríos de agua, lluvia caliente. El empujó duro y profundo, mirando, siempre mirando el demoledor placer que irradiaba el rostro de ella. Podía ver que ella trataba de llegar al clímax otra vez, en la forma en que sus ojos se desenfocaban, el castaño dorado se profundizaba un instante antes de quedarse ciegos, un instante antes de que su cuerpo se alzara, para luego estremecerse.
Ella se envolvió con fuerza alrededor de él, un caliente y húmedo puño, y casi lo arrastró con ella.
-Toma más. –Su voz sonó ronca, sus pulmones ardían. –Toma más, y más, hasta que grites por mi.
Ella podía escuchar el agudo y rítmico batir de carne contra carne, de carne contra azulejos, y pudo saborear, cuando la boca de él cruzó sobre la suya, una vez más la escandalosa necesidad en él. Y cuando se hundió dentro de ella, cuando el placer y el dolor y la locura se unieron en una sólida masa dentro de ella, se escuchò a si misma gritar.
Flojos como trapos, enredados en una maraña, se deslizaron hacia el piso de la ducha.
-Cristo Jesus. –articulò él.
-Vamos a quedarnos aquí por una hora o dos. Posiblemente no nos ahogaremos. –Su cabeza cayó sobre el hombro de él como una piedra.
-Es posible que nos vayamos por los desagües. –Pero no hizo el esfuerzo de moverse.
Ella volvió la cabeza para que el chorro cayera sobre su cara. –Pero se siente bien.
El le acarició los pechos. –Dios lo sabe.
-Donde diablos están todos?
-Creo que están aquí. –Sus pezones aún estaban duros, aún calientes, y lo inspiraron a acercarse lo suficiente para saborearlos.
Ella parpadeó para sacar el agua de sus ojos. –Debes estar bromeando.
-No creerás que lo hago si me das unos minutos aquí. Menos si el agua no estuviera tan ferozmente caliente.
-Baja la temperatura y verás mi ira. –Ella le enmarcó la cara con las manos, levántandole la cabeza. Sonrió. –Mejor que salgamos como el diablo de aquí. El nivel del agua está subiendo.
Una vez que lograron levantarse el uno al otro, ella se fue al tubo de secado. Roarke atrapò una toalla.
-En serio, donde están todos?
-La última vez que miré, Phoebe se estaba pasando un buen momento jugando en el invernadero. Sam y Summerset tenían sus cabezas juntas en la cocina sobre algún recipiente. Estaban viendo como mezclar hierbas y salsas y lo que sea. Escuché que iban a salir con Peabody por la noche, así que no debes preocuparte por entretenerlos.
Ella saliò del tubo, tomando la bata que él le ofrecía, y observando como se envolvía una toalla flojamente en las caderas. –Feeney y yo vamos a volar a Chicago mañana, y tomaremos un rápido a Dockport. Y no –dijo antes de que él pudiera hablar. –no vamos a tomar uno de tus transportes. Vamos a usar el de línea, como la gente común.
-Bien por ti. Algùn nuevo avance?
-Nada en firme todavía. –Ella lo siguió al dormitorio, atrapando un par de jeans. –Encontré que la primera esposa de Pettibone y la esposa del comandante son íntimas. Lo hace un poquito difícil, aunque pienso que ella no está al tope de mi lista. Pedí hacer un segundo nivel de búsqueda en las finanzas de los principales jugadores.
El levantó la vista mientras sacaba pantalones limpios, encontrando el ceño fruncido de ella. –No voy a decir lo que pienso.
-No puedo escuchar lo estás pensando, amigo, y no. Pedí autorización para un segundo nivel, y es lo más profundo que voy a ir por ahora. No necesito que uses tu equipo sin registrar para zambullirme a otra profundidad. Ya estuvimos jugando suficiente con el libro de reglamento.
-Nunca te preguntaste quien escribió ese libro?
-El largo brazo de la ley. Si tienes algo de tiempo libre, yo no podría imaginarme que te estás metiendo en las finanzas. Tú ves números diferentes a los que yo veo.
-Teniente, siempre tengo tiempo para ti.
El le dió dos horas, y después se instalaron a comer pizza en oficina de ella mientras estudiaban los asuntos financieros de la familia Pettibone y los altos ejecutivos y asociados de negocios. Depósitos, retiros, transferencias, recibos y bonos. –No hay nada que me llame la atención. –dijo Roarke al final. –Tienes aun par de asociados de negocios que podríanusar mejores consejos en sus portafolios, y esa cuenta en Tribeca debería rendir un poco más por año, así que no me sorprendería que un poco de eso vaya a algún bolsillo aquí y ahí. Nada importante, pero si fuera mía, taparía los agujeros.
-Cuanto crees que se escapa por ahí? Ocho mil, nuevo mil tal vez, y es sólo en este año. Un bocado mezquino. No es suficiente para matar.
-Hay gente que mata por cambio de bolsillo, Roarke.
-Quiero decir que no es suficiente para contratar un profesional. Puedes querer conversar con ese gerente, aunque yo digo que no vas a encontrar más que lo formal. No tiene bastante para afrontar los honorarios de un profesional, apenas para un amateur, y no ha desviado un monto importante de su cuenta personal o del negocio de flores que dirige. Debe tener un problema menor con el juego o una pieza de lujo al lado.
-Una pieza de lujo.
El la miró. –Bueno, que las piezas laterales tienden a ser de lujo, es como una regla, no? De todas maneras, opto por el juego ya que no tengo ninguna compre que indique que tiene una mujer. No hay recibos de hoteles, o cargos por cenas para dos en restaurentes discretos, no hay viajes fuera de la ciudad en los que un hombre podría ir con una mujer que no fuera su esposa.
-Me parece que sabes un montòn sobre como un hombre mantiene una pieza de lujo.
-Es en serio? No dije más que lo que haría tu hombre regularmente, y por supuesto en un sentido puramente intelectual, incluso académico.
Ella levantó otra tajada de pizza. –No es una idea que esté de acuerdo contigo, sobre esto?
-Es un gran alivio para mí.
-Voy a tener una conversación con el tipo de los dedos pegajosos. –Se levantó, masticando pizza mientras paseaba. –Debe ser sobre dinero. Es el motivo lógico. Pero no parece como si fuera sobre dinero. Porque ella volvió a New Yorik y liquidó a un hombre que nunca había conocido?
-Tal vez lo conocía, o al menos lo había planeado antes de que fuera interrumpida casi diez años atrás.
-El estaba casado diez años atrás. –empezó Eve, y se detuvo para considerarlo. –Pero tal vez él ya estaba entonces cansado del matrimonio. Tal vez había signos de esa clase de insatisfacción que una esposa, una familia, amigos cercanos, no pueden ver. Pero sí uno de afuera, uno capaz de ver que la discordia podía filtrarse. El podía haber estado en la lista de ella como una posibilidad, alguien que estaba investigando con la idea de distraer lo de su esposa con una relación, y luego matrimonio. Habría sido un verdadero desafío para ella porque él básicamente era un hombre decente, muy honesto. Hubiera podido corromperlo?
Considerándolo, Eve se volvió. –Debe haber sido atractivo para ella. Nunca pudimos determinar cuanto mantenía a cada uno de sus objetivos a la vista. Bien puede haber mantenido a Pettibone como un futuro mercado, y luego cayó en prisión. Mientras estaba fuera del cuadro, él se divorció de su esposa, y terminó con una nueva esposa fresca. Tal vez lo asesinó porque nunca tuvo la chance de tenerlo en sus manos antes.
-Si esa teoría se sostiene, no tienes un enlace.
-No, pero tengo un jodido motivo. Si ella no asesinó por dinero, entonces ya tiene dinero, porque necesita una vida espléndida. Y tal vez asesinó sólo porque perdió la carrera. Tiene el dinero de la víctima de East Washington, pero no lo ha tocado. Lo controlé. Así que tuvo otros ingresos y bien guardados, esperando por una década. Si encuentro eso, la encuentro a ella.
-Si yo tuviera que guardar dinero por las dudas, lo haría en cuentas numeradas ,varias isntituciones, envarias ciudades. –El bajó la pizza con un excelente cabernet sauvignon. –Dentro y fuera de la ciudad, dentro y fuera del planeta. No demasiado en cada lugar. –agregó cuando frunció el ceño. –En ese caso, si no puedes acceder o salvarlo de ese lugar en particular, siempre habrá otro.
-No sería sólo dinero. Le gustaban las acciones, bonos, ese tipo de cosas. Si pusieras unos buenos pedazos en el mercado, no podrías sentarte y dejarlo correr por al menos una década? Lo harías?
-No si tienes una célula trabajando en el cerebro. Necesitas mantener un ojo en las cosas, desviar fondos, vender, comprar, y todo eso. O tener alguien de tu confianza manejándolo.
-Ella no confía en nadie. Lo que me dice que de manejarlo desde la prisión personalmente. Eso significa transmisiones, de adentro hacia fuera, y se supone que son monitoreadas.
-Un soborno en la mano correcta se ocuparía de eso. Inversiones conservadoras, un toque a los de azul, y no necesitaría mucho tiempo para supervisar sus cuentas. Unas pocas horas a la semana como mucho.
-Feeney y yo vamos a encontrar la mano que engrasó.
-Planeas volver a casa de nuevo en este siglo? –El inclinó su cabeza. –Buscar un guardia de prisión o recluso abierto a los sobornos no debería tomarte más de veinte o treinta años descubrirlo.
-Ten un poco de fe. –Ella lamió la salsa de pizza de su pulgar. –Voy a volver a casa a tiempo para cenar.
-Dos noches seguidas? Lo voy a marcar en el calendario. –Cuando ella sólo continuó frunciendo el ceño, él sacudió su cabeza. –Que?
-Nada. Estaba pensando. –Ella volvió a pasear, tomó otra tajada de pizza, y la dejó.
Porque él conocía a su mujer, Roarke calló y esperó que lo soltara.
-Cuando estuve entrevistando a Shelly Pettibone hoy, habló sobre su matrimonio. Parecía como si mantuviera un montón de sentimientos por él, a pesar de de que la dejó de lado y se casó con alguien de la mitad de su edad, y con grandes tetas. Pero era más como si estuviera hablando sobre un hermano que de su esposo en ese momento. Ella dijo… De todas formas, tú crees que la pasión, el sexo, la forma en que lo hacemos nosotros se va a ir suavizando y destiñendo después de un tiempo?
-Muérdete la lengua.
-Quiero decir, la gente no termina en el piso de la ducha todo el tiempo. Y cuando ese tipo de cosas dejen de suceder, puedes dejar todo eso que nos mantiene juntos? Necesitaremos estar juntos o terminaremos siendo dos personas viviendo en la misma casa?
-Ven aquí.
-No necesito reafirmaciones, Roarke. –Y ya estaba deseando haber mantenido la boca cerrada. –Eso me sacudió, es todo. Es un poco triste, pero comprensible.
-Ven aquí de todas formas. –Alargó una mano hacia ella, y cuando la tomó, la atrajo a su regazo. –No puedo imaginarme de otra forma que necesitándote tanto que me duele. Viéndote, oliéndote, tocándote, tengo todo lo que necesito. Más, después que tengamos unos ciento veinte años y esto sea más recuerdo que realidad, voy a seguir necesitándote, Eve en miles de formas.
-De acuerdo. –Ella le apartó el pelo de la cara.
-Espera. Recuerdas cuando te vi por primera vez. En el invierno, con la muerte entre nosotros?
-Sí, lo recuerdo.
-No te ví como un policía. Eso me molestó durante un tiempo, ya que estaba orgulloso de poder descubrir a un policía a media milla en la oscuridad. Pero cuando me volví y te miré, no ví a un policía. Vi una mujer. Vi a la mujer, la que pensé que no existía. Sólo sé que miré, y ví, y todo cambió. Nada volvería a ser lo mismo para mí después de ese instante.
Ella recordaba como él se había girado, mirado hacia atrás sobre el mar de dolientes en el funeral, como sus ojos se habían encontrado con los suyos como si fueran los únicos ahí. Y el poder de esa mirada la había sacudido hasta los dedos de los pies.
-Tú me sacudiste. –murmuró ella.
-Eso quería. Te miré, querida Eve, y vi a la mujer que amaría, confiaría y necesitaría cuando yo nunca había esperado amar o confiar o necesitar a ninguna alma viva. La única mujer con la que quería estar, vivir, dormir y despertarme. Y aghra, llegar a viejo.
-Como lo haces? –Ella apoyó su frente contra la de él. –Como haces para decir siempre lo que yo necesito oir?
-Hay gente que viven sus vidas juntos, y no sólo por hábito o conveniencia o por miedo de cambiar. Sino por amor. Tal vez el amor tiene ciclos. No hemos estado en ésto lo suficiente para saberlo, no? Pero estoy completamente seguro de una cosa. Te amaré hasta que me muera.
-Lo sé. –Las lágrimas corrieron por su mejilla. –Lo sé porque es lo mismo para mi. Sentí pena por esa mujer hoy porque ella perdió eso. Lo perdió, y no supo como ni donde. Dios. –Ella tuvo que hacer dos largas inspiraciones porque su garganta estaba rígida. –Estuve pensándolo después, pensando lo que ella dijo, como lo dijo. Me pareció que las cosas eran demasiado fáciles entre ellos, demasiado tranquilas.