PREFACIO

Éste es otro de los libros de Sharpe que fue escrito fuera de secuencia y, una vez más, a instancias de la Carlton Televisión, que quería una historia peninsular extra, aunque al final no fui capaz de enviar el libro terminado en el plazo previsto a los productores, y ésta es la razón por la que el capítulo de la serie Sharpe’s Battle sigue bastante de cerca la primera mitad del libro, pero después ofrece un final alternativo.

El libro narra la historia de una batalla, la de Fuentes de Oñoro, que se libró entre el 3 y el 5 de mayo de 1811. Narra también la «guerra de fronteras» que consumió gran parte de los esfuerzos de Wellington en la fase inicial de la guerra peninsular. La frontera, por supuesto, era la de España y Portugal, y Wellington necesitaba asegurar las grandes fortalezas que bloqueaban aquella franja peninsular. La caída de las inmensas fortalezas españolas se cuenta en Sharpe y sus fusileros, pero este libro viaja un año atrás en el tiempo, cuando las defensas de la frontera aún frustraban a los ingleses. Los franceses controlaban los dos grandes baluartes españoles y uno de los dos portugueses, Almeida, que estaba bajo sitio de los ingleses. Masséna, el mariscal francés, intenta romper el sitio y, para detenerlo, Wellington combate en Fuentes de Oñoro, situado en la misma frontera.

Fue una batalla notable. En primer lugar, y de forma poco habitual para las guerras napoleónicas, duró más de un día. La duración de la batalla da fe de su importancia y ferocidad. En segundo lugar, fue, al igual que Waterloo, fruto de una impulsiva y genial maniobra militar. Wellington encaró una importante decisión en Fuentes de Oñoro. Podía proteger las calzadas por las que su ejército debería retirarse si perdía la batalla, o bien podía bloquear el camino a Almeida, pero no podía hacer ambas cosas. Intentó hacerlas y fracasó, y la decisión que tomó al final fue valiente y arriesgada. Masséna estuvo muy cerca de ganar la batalla con su espléndido movimiento envolvente por la izquierda, y la narración de cómo se retiró la División Ligera Inglesa por la llanura al sur de Fuentes de Oñoro, salvando así al ala derecha del ejército de Wellington, es extraordinaria. Como es natural, Sharpe está en medio de todo esto, así que dejaré que la novela cuente la historia.

Sin embargo, lo que diferenció Fuentes de Oñoro de todas las demás batallas de la campaña fue el combate en el propio pueblo. Fuentes de Oñoro era una localidad grande, construida en la ladera de una colina, una maraña de callejas, callejones, casas y edificios anejos. No había sitio para formaciones disciplinadas en semejante laberinto, ni para columnas ni líneas. Fue una lucha callejera, cuerpo a cuerpo, brutal y sangrienta. Ambos bandos soltaron a sus mejores hombres en aquel pueblo, que se convirtió en una caldera de horror. Como es natural, Sharpe también está allí.

La batalla puso freno al intento de Masséna de liberar Almeida del sitio inglés, aunque la mayor parte de la guerra de fronteras no fue tan dramática, sino más bien una tarea de desgaste diario patrullando colinas vacías mientras se vigilaba al enemigo. En la novela, Sharpe es destacado durante un tiempo al fuerte de San Isidro, que me inventé, aunque a unos pocos kilómetros de Fuentes de Oñoro hay un lugar así, el fuerte Concepción, que está abandonado y medio desmantelado: los ingleses lo volaron para negarles sus muros a los franceses, y lo hicieron de forma chapucera, matando a algunos de sus hombres en la explosión. En su día, el fuerte Concepción debió de costar lo equivalente a un portaaviones nuevo, si bien ahora está vacío y es un sitio perfecto para una merienda campestre. Cuando, hace veinte años, hice un viaje sin un céntimo por España y Portugal para verlos lugares sobre los que esperaba escribir, nunca pensé en pasar más de una tarde en el fuerte Concepción, pero terminé pasando una semana acampado en su hornabeque. Entonces, ¿por qué no lo utilicé para la novela? Porque está en el lugar incorrecto. Si Sharpe hubiese estado destacado en el fuerte Concepción, probablemente nunca habría sido requerido en Fuentes de Oñoro, más bien se hubiera quedado donde estaba para proteger el ala izquierda del ejército; así que, para hacerle pasar por otro infierno, inventé un remoto fuerte llamado San Isidro. Pobre Sharpe.