Cuando Sarah salió de la tienda, de nuevo se sorprendió. Martha estaba jugando al gato y al ratón porque sólo le dejaba mensajes, sobres, regalos. Pero no le contestaba llamadas, todo para que no le preguntara ni le devolviera los obsequios.
Martha le dejó unas bolsas con la encargada de la tienda. Las cosas que tenía dentro eran las armas perfectas de seducción dignas de una mujer sexy, no de Sarah: Unos vestidos de playa blanco, azul, amarillo primavera... bragas de todo tipo, sombreros y shorts. Lo último que quería su amiga es que fuera cargando con la vestimenta holgada y aburrida de siempre. Increíble, ella lo tenía todo planeado desde hacía unos meses en el cumpleaños de Sarah.
Llegó a casa apuradísima, tenía que recoger a los niños e ir por cena. Quería disfrutarlos antes que Fernando se los llevara a dormir a su casa. El día siguiente los dejaría en el aeropuerto donde se reunirían con Martha y su familia con destino al campamento.
Dejó todo encima de la maleta, se cambió de ropa y se vistió un poco formal, era día de padres en el colegio y debía sentarse a escuchar un poco de palabrerías con relación a la tarea de los niños.
Estaba muy ansiosa porque el día terminara sin inconvenientes.
Después de la reunión de dos horas, ya Sarah se encontraba con sus hijos rumbo a casa. Gorgie, una vez sentado en el auto, hizo toda clase de preguntas sobre un programa de Discovery. Respuestas las cuales Sarah no tenía, en especial científicas.
—Cariño, te compraré los libros de acuerdo a tu edad. Recuerda que mamá sabe de números y números pero de ciencia, nada.
—Sí, justo lo que no me gusta. Yo soy idéntico a ... nadie. Me gusta más la ciencia a ti los números y a papá la publicidad —Blanqueó los ojos. Gorgie solía ser muy curioso. Parecía un científico en miniatura con esos lentes en pasta negro y el pelo peinado hacia un lado. Era más analítico que Braulio y todo para él debía tener una explicación.
—Eres un nerd, te pareces a Dexter. —dijo Braulio despeinando a su hermano.
—¡Mamá! —gritó auxilio.
—Ya Braulio, deja a tu hermano en paz. Recuerden que estoy a tiempo de no dejarlos ir al viaje.
—fingió dureza.
—Ya, vale. Me portaré bien. Ahora quiero una rica pizza con mucho queso. —dijo Braulio que solo pensaba en comida y deportes al aire libre.
—Sí, ya casi llegamos.
Sarah entró por el servicio automático para ordenar y regresarse a casa para terminar todo. El tiempo transcurrió muy a prisa porque ya a las 8 se encontraba sola en el departamento terminando de empacar las bolsas que le regaló Martha y sacando los pantalones de yoga y los camisones desteñidos.
Se sonrió recordando lo del spa en la mañana. Ni en un millón de años se iba a imaginar que pudiera tener un orgasmo con un completo desconocido y encima sin amor, solo placer. No tuvo remordimiento alguno, al contrario quería más de eso.
Estaba muy emocionada, pensaba en cómo serían las playas y sentir la arena entre sus dedos.
Sarah fue por última vez al mar unos 8 años atrás y la pasó fenomenal en Miami con sus amigas, pero nunca se había ido de vacaciones fuera de los Estados Unidos, solo por cuestiones de negocio y trabajo.
Las horas transcurrieron sin novedad alguna, esa noche no parecía tener fin. Revisó sus redes sociales y por lo visto ninguna de sus amigas la había etiquetado en mensajes positivos, casos curiosos, nuevas parejas, curiosidades sexuales... muy extraño porque tanto Martha como Lilliam y Jamie, se dedicaban a darle tips sobre cómo conquistar un nuevo amor. Se imaginaba que debían estar reunidas en casa de Martha riéndose sobre el masaje orgásmico, pero no le importaba. Ya quisieran ellas darse el lujo de que sus maridos la dejaran tener uno con ese muñeco. Una de las ventajas de estar soltera y sin compromiso, es que puedes hacer eso y mucho más.
Se levantó de la cama a las 2:05 vistiendo el dichoso camisón azul sin ropa interior debajo. La casa estaba muy solitaria y se sintió un poco extraña. Habían pasado muchos años desde que le acompañaba el silencio y su propia respiración porque generalmente estaban los niños o Leonor o alguna de sus amigas de visita.
Abrió el refrigerador y se sirvió un vaso de leche blanca con un poco de galletas de chocolate.
Le recordó su niñez cuando su padre se levantaba de noche y le acompañaba mientras charlaban sobre la escuela, libros.. extrañaba mucho al hombre más importante en su vida. Si no fuera por el muy maldito que conducía ebrio y que le quitó la vida cuando estrelló su auto contra su camioneta mientras se detenía en un semáforo.. Fue horrible escuchar la noticia a los 12 años cuando la policía tocó la puerta de su casa y le contó a su madre sobre el hecho. Después de ese día, la relación con su madre se hizo más estrecha pero siempre les hizo falta la figura paterna.
Sarah trató de evadir sus pensamientos pero una lágrima se hizo presente y ya no pudo mojar la galleta de chocolate en el vaso de leche. Se puso de pie y se dirigió a la habitación para tratar de conciliar el sueño. En 5 horas debía estar en el aeropuerto de NY.
El reloj sonaba desesperante y más si lo que durmió fueron 3 horas. Eran las 6 de la mañana y llegaría justo a tiempo si se apuraba. La mañana estaba muy fría, le dolían hasta los huesos.
Saltó de la cama y en dos segundos ya se había lavado los dientes, exfoliado el cuerpo y el rostro.
Seguía las instrucciones de Martha cabalmente. Ella no solía tomarse tiempo para maquillajes ni peinados exóticos pero, era de rigor hacerlo, así le mostraba a su amiga que el amor no lo encontraría por vestir así, mucho menos lo iba a encontrar en tierras extranjeras. Además ¿quién garantizaba que el sujeto en cuestión se regresaría con ella y vivirían un cuento de hadas? Tal vez lo que Martha quería era aumentarle el autoestima y mostrarle que aun era una hermosa y esbelta mujer.
Activó el flash de su celular y se tomó una foto frente al espejo del baño. Se vistió con unos jeans ajustados, una franelilla de tiros color beige y un collar de bolas de concha verde. Como hacía frío, se calzó unas botas marrones y un abrigo lanoso hasta las rodillas.
Por primera vez en mucho tiempo sus parpados tenían color, y sus mejillas por igual. En el pelo se
acomodó una boina negra, y sus labios brillaban un poco con labial rosa. Toda una mujer alta y sensual.
Llamó un taxi y en cuestión de dos minutos ya estaba en la entrada del edificio cubriéndose el pelo de la humedad. El hombre le ayudó a colocar la gigantesca maleta azul en el porta equipajes y con una sonrisa le dijo que la llevara al aeropuerto, no sin antes hacer una última llamada a sus hijos para despedirse. Con tantas recomendaciones los mareó un poco, pero ya ellos estaban acostumbrados.
Las calles como cada día parecían intransitables pero a ella le traía sin cuidado. Ya había imaginado un mundo aquel lugar y no aguantaba más para llegar y solearse, tomar cocteles y disfrutar en soledad. La verdad no tenía en mente estar con ningún terrícola. Para ella los cuentos de hadas estaban escritos y punto.