Una figura empapada-de-lluvia entró pateando la puerta, rociando de astillas y agua todo el piso de duela recién-trapeado.

—Bienvenida a casa, Mamá —Quinn dijo, sin levantar la mirada, mientras preparaba un conejo para la cena. Él resistió la urgencia de suspirar desanimado a causa del piso ahora-sucio, que él tendría que volver a lavar. Madre ya viene enojada; no hay necesidad de atizar su temperamento con mis quejas.

La casa que él compartía con su madre era modesta: solo una habitación principal que servía como cocina, sala y vestíbulo con una recámara pequeña por un lado. Quinn estaba orgulloso de ser capaz de mantenerla inmaculada, a pesar de los constantes esfuerzos de su madre para ser lo más abusiva y desconsiderada que le fuera posible. 

Con Beatrice, la madre de Quinn, no se podía andar jugando. Ella era baja de estatura y de edad avanzada, pero tenía un lado malvado y una habilidad con el cinto, que le había servido bien siendo viuda con dos niños. También tenía un historial de vender a sus propios hijos cuando su cuenta en la taberna, se elevaba demasiado. Quinn apenas si recordaba a su hermana, tan solo un vago recuerdo de voces fuertes y enojadas desde la otra habitación. Pero aquél día, hace quince años, cuando su madre se fue con su hermana y regresó con cuatro cabras y una sonrisa victoriosa, quedó marcado en su memoria para siempre. El recibía una postal de su hermana cada año, más o menos, diciéndole que estaba bien, pero ella nunca contestó a la súplica de Quinn para llevarlo con ella. Después de unos pocos años, él dejó de pedírselo y en vez de ello, se concentró en hacerse tan valioso e imprescindible que su madre nunca pudiera darse el lujo de venderlo.

—Quinn, ¡ya termina de hacer la cena! —Beatrice gruñó a través de sus dientes amarillentos. Dejó caer su chal enlodado hecho bulto en el suelo—. Escucha mientras cocinas. Tengo unas buenas noticias para ti —ella giró su cabeza hacia un lado, exprimiendo su largo cabello gris. El charco formándose a sus pies era lodoso con un brillo grasoso.

Mierda. A Quinn se le heló la sangre. La última vez que su madre había usado la frase “buenas noticias” fue cuando él perdió a su hermana. Lo único que puedo esperar es que por mí, de perdido haya obtenido seis cabras. 

—Mi niño, tu vieja madre se  ha encontrado con una oportunidad para ti. Estaba teniendo una encantadora caminata por el bosque cuando cayó esa terrible tormenta —Beatrice dijo.

Quinn trató de mantener una expresión neutral en su rostro. Beatrice era un notable-cliente frecuente de la taberna del pueblo. Sus “caminatas por el bosque” para nada eran tomar aire fresco y hacer ejercicio, era más bien una desviación hacia una tambaleante-borrachera y todo mundo lo sabía. Quinn sabía que corregir ese punto solamente la enfurecería.  

—Encontré un castillo abandonado y me guarecí ahí hasta que lo peor de la tormenta pasó —ella miró al lodo, el charco, y la capa empapada en la entrada y apuntó con su dedo retorcido—. ¡Limpia esto!

Quinn saltó para ponerse en acción, trapeando el desastre. —Me da gusto que encontraste refugio. La tormenta fue bestial.

—Estoy segura de que te sentiste enfermo de la preocupación —Beatrice escupió—. Ni siquiera pensaste en ir a buscar a tu propia madre en tremenda tormenta. ¡Yo estaba pensando en ti! —Ella se sentó a la pequeña mesa de madera en medio de la habitación e hizo un ademán para que Quinn le trajera sus alimentos—. Ahí, había un fino arco montado en la pared junto a una aljaba llena de flechas —Beatrice hurgó sus dientes con una de sus uñas mugrientas—. ¿Puedes imaginarlo? ¡Como alguna clase de decoración inútil! Era claro que tendría un mejor uso poniendo comida en mi mesa.

Oh mierda, se lo robó. Quinn le pasó a su madre un plato de conejo y vegetales cocidos, dándose media vuelta para limpiar las encimeras de la cocina detrás de él. Un impresionante arco nuevo sería increíble, pero los hombros de Quinn se tensaron. Beatrice era una astuta vieja bruja, pero tenía que haber habido consecuencias por saquear la casa de un extraño. 

—La tormenta se tranquilizó y ya había terminado de tomar mi descanso así que me imaginé que solo tomaría el arco y me iría —ella empujó la comida en su boca mientras hablaba, enviando pedacitos volando a lo largo de la mesa—. Estas gentes llegaron de quién sabe dónde. Una mujer  elegante con un genio de locura…

Mira quién habla. Quinn hizo una mueca.

—… y esa rara que siempre viene al pueblo. ¿Mira?

— ¿Mirror? —La esperanza surgió en el pecho de Quinn. Mirror vivía en algún lugar en el bosque que rodeaba su pueblo, y ocasionalmente lo visitaba para adquirir provisiones. Ella era una visitante bastante regular para ser un rostro familiar, pero lo suficientemente forastera para que los pueblerinos la hicieran pasar malos ratos. Quinn siempre había admirado lo amable y paciente que ella era para enfrentar algunos de los comentarios más idiotas que llegaban por su camino. El hecho de que Mirror era una completa maravilla, ciertamente que no hacía daño.

—Lo que sea. Nombre tonto, chica tonta —Beatrice se puso de pie y se sirvió un vaso de algo de color café, tan fuerte, que hizo que los ojos de Quinn lagrimearan estando al otro lado de la habitación. —Aparentemente el castillo no estaba tan abandonado como yo pensé, y la dueña estaba irracionalmente enojada por mi presencia. Perra —ella tomó un rápido trago a su bebida, con su rostro contorsionado por el sabor—. La chica Mirror dijo algo acerca de ti y de que tú y su ama hacen buena pareja, así que se me ocurrió, eso es eso.

— ¿Qué es qué? —la sensación de un presentimiento aumentó en Quinn con cada palabra.

—Te vas a poder quedar con ese elegante arco que yo quería para ti, solo que lo tendrás que usar en el castillo —otro trago desapareció por la garganta de Beatrice—. El castillo donde vas a vivir —el líquido café desapareció en un trago—. Para siempre.

— ¿Me vendiste por un arco? —Quinn deseó estar sorprendido.

— ¡No! —Beatrice sonrió cálidamente—. No, mi niño, por supuesto que no. ¡Te vendí por esto! —Ella levantó un gran morral, pesado y lleno con brillantes monedas de oro.

Eso vale mucho más que cuatro cabras. Era una victoria extraña y triste, pero Quinn estaba listo para tomarla. Después de veinticinco años de negligencia y abuso, un cambio, aún si era para obligarlo por contrato a ser la servidumbre de un extraño, sonaba como un alivio maravilloso.

—Carajo —finalmente él habló, lanzando al suelo el trapo sucio que traía en su mano—Iré.

 

***

 

Sophie estiró el espejo de aumento para acercarlo a su rostro mientras agarraba las pinzas como si fueran un arma para poder sacar todos esos tercos pelos negros; nunca desaparecían, no importaba cuantas veces ella se los sacaba.

Jodida maldición. Jodido hechicero. 

Una dama no decía tales obscenidades en voz alta, pero ella podía pensar bastante en ellas, dentro de su cabeza. La madre de Sophie la había entrenado agresivamente acerca de lo que una dama debía ser: hermosa, distante, recatada, aguzada. Como un cuchillo. —Una dama es como un escalpelo: afilado, pero hermoso —no es exactamente el consejo que cada niñita espera aprender en el regazo de su madre, pero como su familia tenía mucho tiempo de haberse ido, todo lo que ella tenía eran los recuerdos de crianza de hace mucho tiempo.

Nada había preparado a Sophie para la maldición, hace diez años.

Mierda. Mierda. Mierda. Las palabras se sintieron bien dentro de su cabeza, las consonantes sordas acentuando sus jalones en los últimos tres pelos. Ella pasó la punta de sus dedos bajo su barbilla, sonriendo a su reflejo. Su cabello castaño estaba amontonado en estilosas capas sobre su cabeza, sus cejas medias-lunas gemelas, y su boca roja brillante, pequeña y femenina en vez del hocico de una bestia babeante. Gracias dioses del maquillaje. Ella suspiró y dejó el espejo a un lado. Tenía menos de dos horas para apreciar la sensación de ser hermosa hasta que la maldición la alcanzara y se convirtiera en bestia otra vez.

—Viene cabalgando hasta el portón —Mirror dijo, abriendo la puerta sin tocar. En el castillo, nadie más se atrevería a abrir la puerta de su habitación, pero Mirror era una excepción a casi todas las reglas.

— ¿Estás segura acerca de todo esto? —Mirror preguntó, cerrando la puerta para que nadie más pudiera oír—. Cuando avalé que él era un chico decente, realmente no pensé que tú harías un trato con esa horrible mujer para comprarlo. Vamos, ¿realmente piensas que él podría romper la maldición? Ha habido tantos pretendientes. Todos ellos hubieron fallado. Alguna vez has considerado que quizás…

Sophie levantó su mano, cortando las palabras de Mirror antes de que comenzara con la misma vieja cantaleta acerca de cómo Sophie estaba malinterpretando la maldición. Mirror no hubo estado ahí. Mirror nunca podría entender lo que se sentía el vivir con una poderosa magia afectando cada momento de su vida.

—Sé que tus intenciones son buenas, Mirror, pero por favor, guárdate tus teorías —Sophie le dio una última mirada crítica a su reflejo y se puso de pie, enderezando las faldas de su vestido para que cayeran en sedosas y gráciles ondas. —Este es el Número Trece. ¿No es el trece un número de la suerte?

—No, no es —Mirror dijo, con un profundo suspiro y cruzando sus brazos mientras fruncía el ceño mirando a su ama. Sophie alzó una ceja mirándola, una invitación para que Mirror dijera lo que pensaba. La mujer se pondría insufrible hasta que tuviera oportunidad de decir lo suyo.

—Es solo que pienso que todo esto es un poco barbárico. ¿En serio necesitas salir con estos chicos teniéndolos prisioneros aquí? ¿No sería más sencillo ir al pueblo, andar en unos pocos bares, o ir a algunos festivales de cosecha? —Ella caminó hacia Sophie para masajear sus hombros, sus dedos se sentían impresionantemente persuasivos, y Sophie dejó escapar un pequeño gemido mientras se recargaba en las manos de Mirror—. Tú sabes, ¿simplemente conocer gente de la manera normal? ¿Realmente tienes que continuar con este trato de te-encarcelo-hasta-que-te-enamores?

Sophie se retiró de Mirror. —Se te olvida que, no soy normal. Sería una bestia asquerosa para cuando llegue al pueblo, tú lo sabes. ¿Qué hombre podría enamorarse de algo tan horroroso? Hago lo que tengo que hacer.

Sophie podía oír los trotes secos de las herraduras sobre el empedrado que llevaba al castillo. Él estaba aquí. Ella sujetó su abdomen, a las mariposas que revoloteaban en su estómago cada vez que un nuevo rompe-maldiciones potencial llegaba. Ninguno de los primeros doce había roto su maldición por medio de actos de amor verdadero, y probablemente este no sería diferente. Aun así, Sophie no podía detener la bolita de esperanza que crecía en su pecho mientras soñaba en vivir con libertad, finalmente. 

—Nunca se sabe —Sophie dijo, tanto a sí misma como a Mirror—. Puede que él sea el indicado. Dime otra vez, ¿cuál es su nombre?

—Quinn —Mirror dijo.

—Me gusta. Suena como gin, ginebra en lengua antigua. Ese si lo recordaré —Sophie no podía repetir el desastre que tuvo con el Número Nueve, cuando en la cama, ella gritó el nombre del Número Ocho. Fue tan vergonzoso—. Ve a abrir la puerta principal, estoy lista —Sophie dijo, dirigiéndose a la parte superior de las escaleras.

—Sí, seguro. Se me olvidó lo de tu entrada dramática. Solo que esta vez, no te tropieces con tus pies —Mirror dijo, sonriendo ligeramente.

—Eso solo me pasó una vez —Sophie dijo entre-dientes. Con el Número Cinco; Mirror nunca lo iba a dejar por la paz.

—Dos veces —Mirror dijo, bajando a saltos la escalera con sus prácticos zapatos de piso antes de que Sophie pudiera jalarle el cabello en retribución.

Sophie se agachó detrás de una columna, escuchando al sonido del Número Trece, Quinn, como gin, se recordó a sí misma, golpeando en la puerta y Mirror haciéndolo pasar. Sophie esperó un momento para que su invitado pudiera admirar la rica decoración del vestíbulo y los grandes retratos de su familia, las ostentosas alfombras importadas, las molduras doradas alrededor de los marcos de las puertas, los candeleros de plata, y el adornado reloj de pie. Entonces ella se deslizó desde atrás de la columna y descendió por las escaleras.

Sophie abrió sus brazos ampliamente, consciente de cómo el movimiento presionaba sus pechos empujándolos más alto en su corsé y haciendo que sus brazos se vieran delicados y femeninos bajo sus mangas colgantes.

—Bienvenido a mi humilde morada. Espero que disfrutes tu tiempo aquí —ella dijo, profundizando su voz en un ronco ronroneo. A los hombres les encantan los ronroneos roncos. Todo estaba en los libros sobre seducción—. Sr. Quinn, es un honor que haya venido a quedarse aquí —a los hombres también les gusta ser halagados.

Cuando Sophie tuvo una mejor vista del Número Trece, ella sintió que su sonrisa forzada se ampliaba en una sonrisa más genuina. Este, era espléndido. De todos los pretendientes que habían fallado para romper la maldición, éste era por mucho, el más hermoso: alto, cabello castaño rizado, una fuerte barbilla, sumamente musculoso, y unos ojos más azules que el cielo en primavera.

Hola, bonito.

—Mi querida amiga, Mirror, me dice que eres tan bondadoso como guapo —Sophie dijo, tratando de evitar un estremecimiento. Demasiado expresiva, demasiado desesperada. Oh dios. Tratando de disimular, ella extendió su mano hacia él para que la besara.

Quinn miró rápidamente, por un segundo, a Mirror, antes de plantar un beso en las puntas de los dedos de Sophie, lo que disparó deliciosos cosquilleos por su brazo y abajo hasta su esencia.

—Gracias, mi lady. Espero ser de utilidad adicional para su hogar —Quinn dijo, su voz grave y seductora como un arroyo del bosque.  

—Por favor, señor, soy Lady Sophia Chase. Pero espero me llames Sophie —Sophie dijo, pasando su brazo por el codo de él y maravillándose por los duros músculos bajo su chaqueta—. Permíteme darte un tour —ella miró a Mirror duramente—. A Solas.

Mirror se encogió de hombros y le hizo una señal alentadora de “pulgares hacia arriba” a Quinn, quien por su mirada confundida,  en realidad no supo cómo interpretarlo. Sophie golpeó ligeramente su brazo.

—No te preocupes por ella. Tengo muchas cosas que enseñarte.

Quinn no parecía muy impresionado con la biblioteca de tres pisos de altura, o el tamaño de las cocinas, o de los jardines, o de cualquiera de las otras suntuosas áreas del castillo. Había habido un chico que amaba tanto la biblioteca que no tenía tiempo para Sophie y ella lo envió lejos con una novela todavía pegada a su rostro. Otro estaba encantado con sus enormes jardines y plantó con coloridas rosas una sección entera. Ella había esperado en ese momento, que fuera una señal de que quería quedarse. Una esperanza tonta, por supuesto. Ellos nunca se quedaban.

La única cosa en la que el chico nuevo parecía estar interesado eran las repetidas discusiones  de los sirvientes. Los sonidos de otra discusión flotaron a través del castillo y él se detuvo a medio-paso, una expresión preocupada en su rostro.

— ¿Siempre se gritan unos a otros así? —él preguntó.

Número Trece, Quinn, necesito recordar que su nombre es Quinn.

— ¿De qué hablas? —Sophie dijo, mirando alrededor. Las únicas otras personas en el pasillo eran el ama de llaves y la cocinera de pie, en la parte superior de las escaleras principales. El ama de llaves, la Sra. Ladium, era anciana y su familia había servido en la casa desde siempre; su hijo trabajaba en los establos. La cocinera, Macy, era bastante coqueta, la clase de monada alegre que Sophie sabía ella nunca sería, aún con su intenso régimen diario de belleza. Sophie odiaba un poquito a Macy por su piel impecable, pero era difícil apegarse a esa emoción cuando Macy quedaba atrapada en el fuego cruzado de la maldición de Sophie.

— ¡Yo siempre ando limpiando tras de ti! —la vieja gritó, lo suficientemente fuerte que los cristales de los candiles chocaban entre sí.

—Si no te gusta como manejo mi cocina, ¡entonces no entres ahí! —la joven mujer le gritó en respuesta. Normalmente, tenía una voz encantadora como una campana, pero cuando se molestaba, lo cual era casi todo el tiempo desde que cayó la maldición, su voz tenía el raspante maullido de un gato en celo. Todos los sirvientes, con excepción de Mirror, estaban atrapados en un ciclo interminable de peleas repetidas, liando las mismas discusiones una y otra vez.

— ¡Si pasaras menos tiempo enredándote con cada hombre que ves, tendría menos desastres que limpiar todos los días! —La Sra. Ladium sacudió un sucio trapo en el rostro de la mujer más joven.

Quinn tocó suavemente el brazo de Sophie y ella saltó. Sus pretendientes casi nunca eran gentiles.

— ¿No debería hacer algo al respecto? —Él dijo, haciendo un ademán hacia las dos mujeres—. Realmente se ven muy molestas.

Sophie se encogió de hombros. —Ellas siempre están gritando acerca de algo —ahora no era el momento para explicarle la maldición. El momento para esas explicaciones tenía que ser perfecto. El Número Dos casi corría hacia la puerta antes de ella terminar de contarle lo que había pasado hace tantos años, cuando el tiempo dejó de avanzar en este castillo maldito.

— ¿Y el jardinero y el mozo del establo? —Quinn dijo—. Cuando estuvimos afuera en los jardines, ellos estaban gritando y peleando a golpes. Ni siquiera lo notaste.

Un estruendo sonó desde la otra habitación, y Quinn corrió hacia él. Sophie suspiró y lo siguió, justo cuando el platón de plata que la Sra. Ladium le lanzó a Macy, voló hacia abajo por las escaleras.

— ¿Por qué no simplemente lo admites? —decía a gritos, una mujer desde la otra habitación, seguido de un segundo estruendo. Sophie hizo una pausa en la entrada para arreglar su vestido, mientras Quinn no la veía.

Hillary, la esteta de Sophie, estaba de pie con sus brazos en alto, sosteniendo un candelero, lista para aventarlo al hombre agazapado en una esquina del salón de baile con sus manos protegiendo su cabeza.

— ¡Te juro que yo no tomé tu puto tinte de cabello! Soy el jardinero; ¿para qué carajos querría tinte de cabello? —él chilló.

Grandioso. Hillary y Aarón están iterando, otra vez, Sophie suspiró.

— ¿Esperas que te crea que tu cabello es de ese tono de negro naturalmente? ¿Piensas que simplemente puedes robarme, Aarón? —Hillary lanzó el candelero y rebotó en la pared, dejando una abolladura nueva, en la pared ya llena de marcas de cientos de abolladuras por la estúpida iteración sin sentido de Hillary y Aarón.

— ¡Por favor! ¡Por favor, deténganse! —Quinn gritó, corriendo a ponerse entre ellos—. Esto es una locura. ¿Qué piensas que hizo este joven hombre? —él puso sus brazos en alto entre ellos, pero Hillary estaba en una iteración, así que ella no podía verlo.

— ¿Por qué no simplemente lo admites? —Hillary gritó, sujetando un candelero idéntico que había reaparecido en el lugar donde hubo descansado el primero que ella había lanzado. Sophie se sintió agradecida por un segundo de que la magia de la maldición reemplazaba todas sus posesiones rotas durante las iteraciones de la maldición. No le habría quedado nada, por la forma en que los sirvientes discutían todo el día.

— ¡Te juro que yo no tomé tu puto tinte de cabello! Soy el jardinero; ¿para qué carajos querría tinte de cabello? —Aarón volvió a decir.

— ¿Qué les está sucediendo? —Quinn dijo, agachándose fuera del camino cuando Hillary lanzó el candelero.

Sophie suspiró. —Están iterando. Es lo que sucede.

— ¿No puede detenerlos? —Quinn dijo, mirando a Hillary y Aarón. El estruendo del platón cayendo por las escaleras otra vez, en la otra habitación, lo hizo saltar—. ¿Las dos en las escaleras también están iterando?

— ¿Por qué no simplemente lo admites? —Hillary gritó otra vez, sujetando el candelero regenerado.

— ¡Te juro que yo no tomé tu puto tinte de cabello! Soy el jardinero; ¿para qué carajos querría tinte de cabello?

Quinn continuó mirando horrorizado a la esteta y al jardinero.

—Bien, si esto te está molestando… —Sophie suspiró y caminó adentrándose en la habitación hasta que pudo captar la mirada de Hillary. Hillary se miró confundida por un segundo, y luego bajó el candelero. Sophie mantuvo el contacto visual con ella y dijo con voz firme: —Hillary, ve arriba y comienza a preparar el nuevo lote de crema para ojos. Se nos está terminando.

Hillary asintió e hizo una reverencia, sonriendo como si todo estuviera bien con el mundo. —Absolutamente, mi lady, comenzaré con ello de inmediato.

Sophie asintió mirando a Aarón. —Y tú también, regresa a trabajar —ella meneó su mano y Aarón, dificultosamente se puso de pie, haciendo una profunda reverencia antes de esprintar por la puerta. Ella solo deseó que Aarón no viera al mozo del establo, Chad, antes de que regresara a trabajar. Su iteración era ruidosa.

Sophie se limpió las manos, una con otra y se dio media vuelta hacia Quinn. —Bien, ahora que nos deshicimos de ese desagradable asunto, quiero mostrarte la última parada en nuestro tour.  —Ella caminó saliendo de la habitación, dando un vistazo sobre su hombro para asegurarse de que Quinn todavía la seguía. Él no le estaba poniendo atención. Corrió sus dedos sobre la sección arruinada de la pared, donde el papel tapiz estaba cortado y los paneles de madera lastimados por los impactos repetidos del candelero siendo lanzado con toda la fuerza de Hillary.

—Ven conmigo, Quinn —Sophie dijo, tratando de ocultar la impaciencia de su voz.

Ella tenía la intención de llevarlo arriba por la escalera principal. Era por mucho, la ruta más impresionante a su destino, pero todavía podía oír a la Sra. Ladium y a Macy comenzando de nuevo.

La vida es tan injusta. Ella suspiró, y extendió su mano para que Quinn la tomara. Él dudó por un segundo, y luego puso su mano en la de ella. Sophie esperó por el pequeño chispazo de calor que ella había sentido cuando él besó su mano, pero no estaba ahí. Él todavía estaba mirando hacia atrás, a la pared abollada.

Sophie podía oír en su cabeza la voz de su madre, regañándola. Un hombre es como una cuchara: solo tiene un tanto de capacidad, así que asegúrate de llenarlo con pensamientos de ti. Mientras la cabeza de él estaba volteada, rápidamente ella jaló la base de su vestido así este se bajó más a lo ancho de sus pechos.

—Te dije, reservé lo mejor para el último —ella dijo.

—Mm, bien. Sabe que su castillo es un poco raro, ¿verdad? —él dijo, con voz distante.

—No sé de qué hablas. Eres tan fuerte. ¿Haces ejercicio? —Sophie frotó un lado de su brazo.

—Nunca pensé en eso —él dijo, su voz tensa con alguna clase de emoción que Sophie no podía diagnosticar. ¿Enojo? ¿Fastidio?

Este tiene que ser diferente. Yo puedo hacer que esta vez sea diferente, se dijo a sí misma cuando abrió la puerta de su recámara y se hizo a un lado para que él la siguiera.

Su recámara estaba decorada en el estilo de la pintura que ella una vez vio mostrando el interior de la botella de un genio: un valioso ambiente para una romántica y opulenta fantasía. La habitación estaba decorada con cortinas de sedas azules, verdes y moradas, con un amplio sofá que corría por la extensión de una pared y una gran cama con dosel que ocupaba la mayor parte del resto de la habitación. Suficientemente grande para acomodar a cuatro adultos, una docena de almohadas de terciopelo cubrían su sedosa superficie, arreglados para hacer juego con las cortinas.

— ¿Qué te parece? —Sophie dijo, ya desenlazando los costados de su vestido y jalando hacia bajo sus mangas colgantes para así caminar, deshaciéndose del vestido, sin tropezarse. Ella se desvistió rápidamente quedando en ligera ropa de encaje que apenas cubría la piel alrededor de sus tetas y no llegaba más abajo de la parte superior de sus muslos. Conservó puestos los zapatos de tacón-alto y puso un coqueto contoneo extra en su caminar.

Esto tiene que funcionar. Pensó ella, apretando sus dientes.

Quinn se adentró en la habitación sin voltear detrás de él para verla. Apenas pasó su mirada por la opulencia alrededor de él y se movió directamente hacia la gran ventana con vista al bosque.

—Este lugar es muy diferente al lugar donde yo crecí. Pero el bosque siempre se ve igual —su voz se apagó cuando él se dio media vuelta y admiró el cuerpo casi desnudo de Sophie. Sus ojos viajaron sobre sus suaves piernas, Sophie mantuvo la expresión de su rostro neutral mientras recordaba todo el depilado que le tomó hace una hora, para lograr tener sus piernas tan suaves, su estómago firme, después de ejercitar casi tres horas al día, debe estar firme, llegando hasta arriba a su rostro perfectamente-maquillado.

Sophie caminó hacia él lentamente, un gato acechando a un ratón, mientras ella retiraba su ropa de encaje, regalándole una prolongada vista de su cuerpo mientras levantaba los brazos sobre su cabeza y luego dejando caer la frágil tela en el piso.

—Espero que sepas que, aunque aquí yo soy el ama, quiero que te sientas con la libertad de hacer de este lugar, tu hogar. Y hagas uso de mis —ella alcanzó el rostro de Quinn y corrió el dorso de una de sus uñas por un costado de su mejilla— atenciones.

—Oooh —Quinn dijo, con sus ojos muy abiertos—. Realmente no estoy muy seguro de qué es lo que quiere de mí, mi lady.

—Oh, yo pienso que es bastante obvio lo que quiero de ti —Sophie dijo, corriendo sus manos por el pecho de Quinn, hasta llegar a su cinto. Ella comenzó a aflojar la hebilla cuando él dio un paso hacia atrás, con sus manos en alto en forma defensiva.

—Realmente lo siento, pero acabo de conocerla hace como quince minutos y, tengo que admitir que, hasta ahora, no creo que usted sea mi tipo —él tartamudeó, dando otro paso hacia atrás.

Otra vez no, otra vez no, otra vez no. Esto no estaba sucediendo por la treceava vez.

— ¿No soy tu tipo? —Sophie gritó.

¿Qué era lo que estaba mal con todos estos hombres? ¡Les estaba dando exactamente lo que ellos querían! ¡Pasó la mitad de su día poniéndose hermosa! ¿Qué más tenía ella para darles?

— ¡Lo siento! —Quinn dijo—. ¡No era mi intención molestarla!

Ella agarró una de las almohadas de la cama y la arrojó a la cabeza de Quinn. Le rebotó cuando él se hacía para atrás hacia la puerta.

— ¿Cómo es posible que no sea tu tipo? —Ella dejó escapar un enorme rugido que hizo temblar y caer a la mitad de los retratos en la pared y agitó las cortinas de seda. Quinn tapó sus oídos con sus manos.

Las puertas de la recámara se abrieron de golpe y Mirror entró apurada, su rostro rojo y su pecho palpitante como si viniera corriendo desde otra parte del castillo.

— ¡Sophie! ¡Necesitas tranquilizarte! —Mirror dijo, haciéndole un ademán a Quinn para que se pusiera detrás de ella.

— ¡Ni mierda que me voy a tranquilizar! —Sophie gritó—. ¡Él es otro fracaso! ¡Mándalo al calabozo hasta que encuentre una forma de deshacerme de él!

Mirror vaciló, como si estuviera a punto de decir algo más, pero Sophie agarró almohadas con ambas manos y comenzó a golpear a Mirror con ellas hasta que sujetó a Quinn y se movieron para irse.

— ¡Largo! ¡Largo! ¡Largo! ¡Todos váyanse a la mierda lejos de mí! Sophie gritó.

Mirror asintió lentamente con su cabeza y cerró la puerta detrás de ella.

Sophie escuchó atentamente a los sonidos de sus pisadas mientras se alejaban por el pasillo. Tan pronto como estuvo en silencio. Sophie colapsó en llanto.

 

***

 

Mirror miraba de reojo a Quinn mientras lo dirigía por los sinuosos pasillos del castillo. No parecía estar demasiado agitado por el exabrupto de Sophie, pero podía ser que simplemente estuviera en shock por todo lo que había visto hoy. Era demasiado para digerirlo.

Mirror tenía grandes expectativas para Quinn. De hecho, él había rechazado la seducción de Sophie. Nadie nunca había rechazado a Sophie. Él estaba un corto rato aquí y ya había roto el patrón.

Después de todo, puede que él sea el indicado.

Mirror abrió la puerta de la suite de invitados y se hizo a un lado para que él entrara, cerrando la puerta tras ellos.

—Para mí esto no se ve como un calabozo —Quinn dijo sospechosamente. Su voz hizo eco desde las paredes lejanas de la suite enorme.

—Nada se te escapa, eres muy perspicaz —Mirror bromeó, sujetando la mano de Quinn y llevándolo más dentro de la habitación. Simplemente amo a un hombre con el don del eufemismo.

La suite para invitados ocupaba casi un ala entera del castillo y proveía casi cualquier lujo que una persona pudiera desear. Con tantos pretendientes viniendo al castillo, Sophie y Mirror habían diseñado el lugar para poder complacer con tantos pasatiempos como fuera posible. La habitación estaba forrada de libreros llenos a reventar con literatura de casi cualquier tema. Sillones suaves y profundos y sillas súper acojinadas, acomodadas en círculos sociales, así como en rincones oscuros para mayor privacidad. La parte posterior de la habitación hasta incluía un polígono de tiro, de tamaño-mediano, con dianas dispuestas para lanzar cuchillos y pequeñas hachas. Cercano a la puerta, Mirror había instalado un bien-surtido bar y una cocineta. Todos los diferentes pretendientes tenían sus raras preferencias, pero todos ellos tenían una cosa en común: todos necesitaban una bebida fuerte.

El rostro de Quinn se iluminó mientras miraba a su alrededor, pero su expresión decayó rápidamente. —No deberías estar haciendo esto. Tú misma vas a terminar en el calabozo si no obedeces a tu ama.

Que maravilloso hombre. Mirror sonrió. —Es muy dulce de tu parte el decirlo, pero confía en mí, conozco a Sophie mejor que cualquiera —Mirror se dirigió hasta el bar y comenzó a servir un poco de sus brillantes y coloridos líquidos favoritos en un mezclador de cocteles—. Tiene un poco de mal genio, pero así como explota, se disipa rápidamente. Para mañana a esta hora, ella estará disculpándose por su comportamiento de mierda y lanzarte al calabozo en tu primer día —ella le ofreció a Quinn una copa llena de lo que ella llamó “El Especial de Mirror”, un coctel vaporoso con un brillo morado—. Me imaginé que sería mejor saltarnos el drama. A menos que, por supuesto, tu prefieras pasar la noche en el calabozo. Yo no juzgo…

—No —Quinn dijo rápidamente, mirando alrededor de la lujosa habitación—. Esto estará bien —con precaución, él olió su bebida, luego sonrió.

Mirror se sentó en su cómoda silla favorita y se permitió tener la esperanza de que esta vez fuera diferente. A él le gustó el trago que ella le preparó, otra buena señal.

Cautelosamente, él tomó una silla frente a ella, jugando con el tallo de su copa por un segundo, antes de volver a hablar.

—Así que conoces a Sophie muy bien —él dijo. Mirror asintió—. ¿Puedes decirme para qué estoy aquí? Estoy asumiendo que ella no está buscando alguna clase de esclavo sexual. Con su apariencia, ella no necesitaría comprar uno. Y tiene más que suficiente personal, aun y que siempre están discutiendo. ¿Para qué me quiere?

—Sophie está maldita —Mirror trató de mantener su voz ligera, pero no podía evitar que los recuerdos la inundaran mientras hablaba—. De hecho, todos aquí están malditos —ella dio un rápido trago a su bebida, saboreando la forma en que el coctel danzaba alrededor de su lengua—. Todos menos yo.

— ¿Cómo es que sucedió eso? —Quinn preguntó, su voz suave y llena de preocupación. Mirror sintió que se encariñaba aún más de él. Había pasado un largo tiempo desde que alguien, en realidad, le había importado un carajo lo de la maldición y lo que ésta significaba para todos en el castillo. Por lo general, los pretendientes estaban preocupados por asegurarse de que la maldición no fuera contagiosa, o planeando un elaborado escape. 

—Un hechicero vino a esta casa hace diez años, disfrazado como un feo anciano. Él pidió refugio y Sophie le dijo que no —Mirror apretó sus puños—. ¡Fue una pendejada! Ella solo tenía dieciocho años, y él era un perfecto desconocido pidiendo entrar en su casa. ¡Por supuesto que ella iba a decir que no! ¡Él con todo propósito le tendió una trampa para que ella fallara!

—Yo no sé mucho acerca de los hechiceros, pero nunca he comprendido él porqué, con todos sus poderes, ellos se pasan su tiempo haciendo esta clase de cagaderas —Quinn contestó, estando de acuerdo.

Mirror se inclinó hacia él y apretó juguetonamente el brazo de Quinn. — ¿Lo ves? Tú lo si lo entiendes. Es por eso que yo pienso que ustedes serán una buena pareja.

— ¿Una buena pareja? —Él dijo.

—Discúlpame, me estoy adelantando —Mirror dijo—. En aquéllos días, Sophie era hermosísima, aún más preciosa de lo que es hoy, pero extremadamente vanidosa. Ella simplemente era una chiquilla estúpida y probablemente habría dejado de serlo con la edad, eventualmente. El hechicero estaba tan enojado porque no lo dejó entrar, que él atacó lo que Sophie atesoraba más. Él la maldijo para ser una bestia terrorífica, quitándole la apariencia de la que ella estaba tan orgullosa. Y él no solo maldijo a Sophie; él hechizó al castillo entero y a todos los sirvientes que estaban en el interior del mismo, en ese momento.

—Esa pobre gente. Así que, por eso ellos están atrapados en las… ¿Cómo las llaman? ¿Iteraciones?

Mirror sintió una cuchillada de esa antigua pena. —Todos aquí están atorados en un ciclo. Ellos nunca envejecen, nunca maduran, y continúan teniendo las mismas conversaciones y discusiones por los últimos diez años. Ni siquiera pueden dejar la casa. Todos ellos están atorados en sus propios infiernos privados, incapaces de seguir adelante, hasta que la maldición sea rota.

—Pero tú no estás maldecida. ¿Cómo escapaste de la maldición? —Quinn preguntó.

—Fue pura suerte. Yo tenía diez años en ese entonces, hacía trabajos esporádicos aquí, a cambio de un lugar para vivir. Cuando el hechicero maldijo la casa, yo estaba afuera en el bosque jugando, cazando una mariposa, si es que lo puedes creer —Mirror siempre se sintió culpable de ser la única a la que la maldición no tocó.

—Eso explica el por qué nunca había visto a ninguno de los otros sirvientes en el pueblo —él dijo, con una mirada de asombro horrorizado en su rostro. Quinn se puso de pie y comenzó a pasearse en la habitación, tocando con sus dedos las hileras de arcos y aljabas a lo largo de la pared de tiro de arquería. Sophie guardaba las armas realmente grandiosas, en otro lugar, pero estas eran bastante buenas para practicar.

—Eso es correcto. También es por eso que yo si envejezco —Mirror terminó su bebida en de un gran trago—. La maldición de Sophie es diferente. El hechicero golpeó su apariencia. Ella tiene a su esteta, Hillary, le quita todo el vello y rebaja sus dientes y garras, pero siempre vuelven a crecer en un par de horas. El proceso para deshacerse de todo ello es intenso. Yo lo he visto. Ella siempre sufre dolores terribles. Todo en aras de mantener las apariencias. Piensa que eso es lo que ella tiene que hacer para romper la maldición.

— ¿Puede romperse la maldición? ¿Cómo? —Quinn se acomodó a un lado de Mirror.

—Mirror trató de no reírse por el entusiasmo de Quinn. Al menos quiere ayudar. Eso es bueno.

—No estamos completamente seguras —ella dijo—. El hechicero le dijo a Sophie: “Cuando el amor más verdadero es sostenido firmemente en el corazón, la maldición debe ser rota”. Pero ya conoces a los hechiceros, siempre  hablan con acertijos.

—Hechiceros —Quinn dijo burlonamente, estando de acuerdo.

Mirror se sirvió otra bebida. —Sophie piensa que eso significa que la maldición puede ser rota con un beso de amor verdadero. Bastante normal para las maldiciones. Así que ella ha estado trayendo aquí  a hombres jóvenes y guapos en esta última década, tratando de encontrar a alguien que la ame lo suficiente para romper esta maldición.

—Solamente hombres guapos, ¿eh? —Quinn sonrió.

—Cálmate tigre. Tú eres muy bonito —Mirror rio, y luego se puso seria—. Ella ha estado con esto por diez años y no está funcionando. Yo he tratado de convencer a Sophie de que la idea del beso de amor verdadero puede no ser lo que ella necesita para romper la maldición, pero ella ya no me escucha.

— ¿Sin importar que tan guapo es el hombre en cuestión? —Quinn bromeó. Mirror le sonrió, pero con una sonrisa triste. Hacía mucho tiempo desde que alguien en esta casa había estado de humor para bromear. Si este chico no funcionaba, Mirror temía que Sophie simplemente perdería la esperanza, y todos en la casa, estarían perdidos.

Mirror caminó hacia Quinn, parándose tan cerca de él que ella podía sentir el calor irradiando de su cuerpo. Suavemente, inclinó hacia ella la cabeza de él para así poder mirarlo a los ojos.

—Quinn, tú debes sentirte con la libertad de poder besar a quien quiera que tu gustes. Pero lo que mi ama necesita es dejar de odiarse a sí misma. Prométeme que tratarás de hacer que Sophie se vea a sí misma como yo la veo —Mirror se alejó de él, caminando hacia la puerta.

— ¿Cómo la ves tú? —Quinn dijo mientras ella se retiraba.

—Hermosa —Mirror cerró la puerta tras ella.

 

***

 

Quinn estaba aburrido a más no poder y no sabía cómo remediarlo. Tan pronto como Mirror se fue, unas pocas horas antes, Quinn había explorado cada esquina de la enorme habitación. Tanto como él podía acordarse, Quinn nunca había tenido tiempo para sí mismo. Desde el amanecer hasta el anochecer, él cazaba, cocinaba, y limpiaba, procurando todo para su madre con cada onza de su energía. Ahora él era un prisionero en un castillo precioso, y era más libre que nunca.

Él presionó una oreja a la puerta, escuchando por los sonidos de alguien que pudiera forzarlo a entrar al calabozo, pero todo lo que él podía oír era el distante estruendo del platón cayendo por las escaleras, de la discusión de la cocinera y el ama de llaves. Él no estaba seguro, pero pensó que también oyó el golpe del candelero pegando en una pared.

Es mejor que permanezca aquí.

Las horas de la tarde parecían extenderse por una eternidad. En el bar, Quinn mezcló cocteles extraños para sí mismo, y hojeó unos pocos libros de los libreros recubriendo las paredes. Sophie tenía un gusto bastante pícaro para la literatura, y ciertamente que Quinn no se estaba quejando. Después de que las palabras comenzaron a hacerse borrosas, él practicó lanzando hachas y cuchillos a las dianas hasta que sus hombros le dolieron. Le habría gustado practicar con los arcos y flechas, pero la habitación no era lo suficientemente grande como para ofrecer blancos desafiantes.

Aparentemente, no soy muy bueno teniendo tiempo libre. Gimió maravillado cuando, experimentando, giró las llaves de agua en la gran bañera, lo suficientemente grande para acomodar dos o tres personas cómodamente, y que ocupaba casi todo el espacio de su cuarto de baño contiguo a la suite. En nada se parecía a cualquier baño que él hubiera visto antes: una fuente de aguas termales burbujeando dentro de un gran óvalo cóncavo de piedra. Sus músculos no estaban acostumbrados al movimiento violento de lanzar hachas, y sus hombros adoloridos casi cantaron con la vista de las burbujeantes aguas termales.

Bien puedo meterme y probarlo. Quinn sonrió con gusto mientras se desvistió hasta quedar desnudo. Él nunca antes había tomado un baño caliente, mucho menos uno que él no tuviera que prepararse. Se metió en la piscina, inhalando vigorosamente mientras el agua caliente lamía su carne desnuda. El agua salpicó y burbujeó a su alrededor cuando él se sumió hasta que su espalda descansó en el suave asiento de roca tallada, dentro de la piscina.

Dejó caer su cabeza hacia atrás y un gemido de relajación escapó de su garganta. Trató de aclarar su mente, de no pensar en la loca situación en la que se encontraba. Después de solo cinco minutos de tratar de concentrarse únicamente en el suave lamer del agua contra su piel, supo que era inútil. Su madre lo había vendido a una insípida mujer con un genio depravado para vivir en un castillo maldito lleno de gente atrapada en ciclos interminables de drama e ira. Esto no podía terminar bien para él.

Quizás solo debí haber dormido con la señora cuando ella me lo pidió. Sophie era innegablemente preciosa, pero se veía demasiado elaborada, casi plástica. La forma insensible en que ella simplemente ignoraba el dolor de todos los sirvientes tampoco iba bien con la manera de ser de Quinn. Aún si Mirror estaba en lo correcto con respecto a que Sophie se arrepentiría en unos pocos días del castigo que le dio, ella quería arrojarlo al calabozo por rehusarse a dormir con ella. Eso no estaba bien

¿Cómo puede Mirror tener tal lealtad por su ama?

El pulso de Quinn se aceleró cuando pensó en Mirror, la única persona que había sido amable con él en años. Ella era ágil y graciosa, mezcló una pícara bebida, y tenía una sonrisa bondadosa que siempre lo hacía sonreírle en respuesta. Hasta había desobedecido a su ama para hacerlo sentir cómodo en un lugar tan extraño.

Recostándose de nuevo en la bañera, sintió cómo se le ponía dura, pensando en ella. Hubo un momento cuando Mirror estaba de pie cerca de él, demasiado cerca. Él deseó haber aprovechado ese momento para entonces devorar sus perfectos labios rosados, probar el coctel exótico en su lengua. Ella habría gemido dentro de su boca con la sorpresa y el placer y lo habría envuelto con sus brazos alrededor de su cuello.

La mano de Quinn encontró su mástil completamente erecto y lo bombeó suavemente mientras la fantasía continuaba en su mente. Cerró sus ojos.

La habría tomado, duro y rápido como ella lo querría, justo entonces y justo ahí. Quinn arrancaría el modesto vestido de su cuerpo, jalando la tela como si fuera un animal salvaje. La haría girar, presionando su pecho contra el respaldo de una de las sillas acojinadas, acariciando su culo desnudo con sus fuertes manos. Ella jadearía y gemiría y le suplicaría por ello y él la haría esperar, jugueteando con sus dedos en sus pliegues empapados hasta que él no lo pudiera soportar más. Entonces, él golpearía dentro de ella con un solo empujón, haciéndola gritar de alegría. Ella estaría tan apretada y mojada alrededor de él y gritaría su nombre mientras él se movía dentro de ella.

Quinn movió su mano sobre su polla más duro, sintiendo un torrente familiar viniendo sobre él. Gimió y jadeó y los sonidos hicieron eco desde las paredes de la pequeña cámara. Se tensó con la liberación y gritó, derramando su semilla dentro del agua que lo rodeaba.

—Ese es un buen espectáculo —una voz ronca lo trajo de regreso a la realidad.

Mierda. Sophie.

Quinn luchó por salirse de la piscina, poniéndose de pie. Se acordó de su desnudez un poco muy tarde, y cerró sus manos cubriendo su entrepierna expuesta.

— ¡Lo siento! —dijo él, pasando saliva.

Sophie estaba de pie en la entrada, se veía radiante en un vestido de terciopelo color ciruela que se hundía a la altura del cuello, en el escote.

—Deja de temblar. De hecho yo vine a disculparme contigo —ella le lanzó el montón de sus ropas bien-dobladas y una mirada provocativa—. No debí perder la cabeza como lo hice, y estoy agradecida porque Mirror desobedeció mi orden de encerrarte en el calabozo. También estoy extremadamente contenta de que te estás divirtiendo aquí.

Quinn brincó sobre un pie tratando de vestirse tan rápidamente como pudo. Pudo sentir un caliente sonrojo invadiendo su rostro cuando pensó en lo que su captora acababa de ver. Al menos ella ya no estaba hablando de arrojarlo al calabozo.

—Empezamos con el pie izquierdo —Sophie sonrió—. Si me lo permites, me gustaría mostrarte algo —ella caminó fuera de la habitación sin esperar su respuesta.

—Muy bien, yo —Quinn deslizó su camisa sobre su abdomen mojado—. ¡Creo que ahí voy! —él dijo, tambaleándose detrás de ella, agarrando sus botas mientras la mantenía a la vista. Era un hecho que la mujer podía caminar rápido.

La escalera y habitación principal estaban misericordiosamente libres de otros sirvientes, aunque, por lo que Mirror dijo, de cualquier forma, ni siquiera lo habrían notado.

Él siguió a Sophie a través de los jardines y solo un débil silbido en el aire le advirtió que se agachara cuando un rastrillo pasó volando por donde un segundo antes, su cabeza había estado.

—Que la… —él comenzó a decir, y entonces pudo ver a dos hombres corriendo alrededor de una esquina, uno era el jardinero que él había visto siendo golpeado antes con un candelero… ¿Aarón? Quinn recordó, y un ayudante del establo golpeado, su camisa cubierta con mierda de caballo. Los hombres tenían expresiones furiosas y apasionadas en sus rostros mientras corrían, el ayudante del establo yendo a la delantera, se giraba para aventarle a Aarón lo que fuera que pudiera encontrar.  

— ¡Te haré pagar por lo que tus caballos le hicieron a mi jardín, Chad! —Aarón gritó mientras más se acercaba.

—Aarón, por favor detente. ¡Nunca dejaría que mis caballos lastimaran nada de lo tuyo! —Chad gritó, ya sin aliento. Pero Aarón no se detuvo. Él esprintó detrás de Chad, el rostro de Aarón contorsionado con furia.

Quinn se detuvo para observarlos, anonadado, dándose cuenta de que esto debía ser otra iteración. Él había alcanzado a oír algo de esta misma discusión cuando Sophie le dio el primer tour en los terrenos, pero ahora él vio cómo ellos corrían por el mismo sendero, el cual estaba tan desgastado que había una larga línea de césped muerto bajo sus pies. ¿Por cuánto tiempo ha tenido Chad su ojo morado? ¿Diez años?

Santa mierda, este lugar es un desmadre.

—Disculpa las desavenencias —Sophie dijo, saludando con su mano a los dos hombres corriendo—. Lo que quería mostrarte está justo por aquí.

— ¿Cuántas de esas iteraciones hay aquí? —Quinn dijo.

Sophie hizo una pausa, su expresión triste, y por un segundo Quinn pensó que pudo ver un destello de alguien más detrás de su exterior coqueto y plástico: alguien que se preocupaba por los demás.

—Mirror me dijo que ella te explicó la maldición —Sophie suspiró—. No es tan malo. Solo hay tres iteraciones —ella dijo—. La Sra. Ladium y Macy, Hillary y Aarón, a ambos ya los has visto. Esta es una continuación de Hillary y Aarón; Chad se atraviesa en su pelea y comienza con Aarón.

— ¿Y ellos continuarán así todo el día? —Quinn dijo. Él pensó en la pared marcada de abolladuras en el salón y el sendero profundamente trillado.

Sophie meneó su cabeza. —Ellos continuarán por unas pocas horas, pero una vez que Chad interrumpe la iteración de Hillary y Aarón en el salón, y la iteración de Aarón y Chad comienza aquí afuera, Hillary queda libre para romper la iteración de la Sra. Ladium y Macy en las escaleras. Y una vez que la Sra. Ladium queda libre, ella baja y habla con Chad, su hijo, y eso detiene las iteraciones por el resto del día.

—Pero podrías detenerlos si trataras —él dijo.

—No puedo estar en todos lados —Sophie dijo, con ojos brillantes, y él vio de nuevo a esa otra persona preocupada detrás de sus ojos—. Cuando detengo una iteración, esta vuelve a comenzar unas pocas horas más tarde, tan pronto le doy la espalda. Esa es la maldición. Ninguno de nosotros puede seguir adelante y ninguno de nosotros puede hacer nada al respecto —Sophie respiró profundamente—. Pero yo puedo hacer algo por ti —ella lo guió unos pocos pasos más rodeando un recodo y se detuvo para observar su expresión cuando él miró su regalo.

El campo de tiro con arco era magnífico. Quinn no se consideraba a sí mismo como un hombre sentimental, pero la vista del campo de tiro de primer nivel, junto con filas y filas de los más hermosos arcos hechos a mano que él alguna vez hubiera visto, casi llenó de lágrimas sus ojos.

—Tu madre mencionó que eres un arquero, así que pensé que quizás… —era la primera vez que Quinn había escuchado que Sophie dudara.

—Esto es sorprendente. Pensaste bien —Quinn estaba encantado—. Si está dispuesta a permitirlo, me encantaría practicar aquí alguna vez. Traje mi arco conmigo, ciertamente que no es tan bonito como los que usted tiene aquí, pero yo pienso que funcionará bastante bien —él trató de no mirar los arcos en exhibición, hechos hermosamente a mano. Yo sé cuál es mi lugar, pensó con decisión.

—No lo entiendes —los ojos de Sophie brillaron a través de las muchas capas de maquillaje—. Esta es mi forma de disculparme contigo por mi conducta deplorable cuando llegaste —ella movió su brazo en un amplio arco, abarcando el campo de tiro y los arcos—. Este es mi regalo para ti. Ahora, todo esto es tuyo.

La mente de Quinn giró cuando él asimiló toda la información. Él casi nunca recibía regalos, y definitivamente nunca había recibido algo tan grandioso como esto. En esto tiene que haber gato encerrado.

— ¿Qué puedo hacer yo por ti en retribución? —él se atrevió a dejar que sus dedos bailaran por un particularmente fino arco de palo de rosa en la percha cercana.

—Esto es un regalo. No hay necesidad de retribuir nada. Aunque… —Sophie caminó una corta distancia, sonriendo mientras regresaba a un lado de Quinn—. Siempre he pensado que es una pena para mí el tener tan encantador campo de tiro en mis tierras sin tener el conocimiento de cómo funcionan tales armas. Si quieres pagarme de alguna forma, quizás ¿podrías enseñarme cómo disparar con arco y flecha?

—Sería un honor para mí —Quinn puso su mano sobre su corazón—. ¿Cuándo te gustaría comenzar? Necesitarás usar algo más cómodo con un poco más de libertad de movimiento.

Sophie cortó las mangas de su vestido con una pequeña daga de plata. El exceso de tela cayó al suelo, dejando sus brazos y pecho apenas cubiertos.

— ¿Así está bien? —Sophie sonrió.

—Sí —Quinn tragó saliva, sintiendo que la sangre golpeaba por sus venas—Sí, así está bien.

—Él caminó por la fila de arcos, finalmente seleccionando uno pequeño y ligero. Él lo examinó brevemente antes de entregárselo a Sophie.

—Sostén esta parte con tu mano izquierda —él asintió mientras Sophie seguía su instrucción—. Y sujeta la cuerda del arco con tu mano derecha.

Sophie apretó con su puño la cuerda del arco, mirando a Quinn para tener su confirmación.

—Disculpa, nunca antes había tratado de enseñarle a alguien —Quinn se acercó a ella, envolviendo delicadamente con su mano, la mano de Sophie, ajustando sus dedos en la cuerda para que ella la sostuviera con las puntas de su dedo índice y medio—. Sostenlo así —él se paró detrás de ella, alcanzando alrededor del cuerpo de Sophie para imitar su posición con el arco. Él rozó ligeramente sus dedos sobre los brazos y espalda de Sophie, enderezando sus hombros hasta que ella se paró completamente centrada con su brazo estirado recto hacia atrás de su cuerpo.

Quinn trataba de concentrarse en la lección, pero cada movimiento del cuerpo de Sophie bajo sus manos, enviaba estremecimientos por toda su columna vertebral. Ella era tan tibia y suave junto a él, y tan sensible bajo sus dedos.

Con cada disparo, ella se acercaba un poco más a la diana, pero aun así no podía pegarle a su meta.

—Necesitas fijar tus disparos —él le dijo, dándose cuenta finalmente que ella estaba descuidando uno de los pasos más importantes.

— ¿Qué? —ella dijo, sus ojos parpadeándole desde tan cerca que él podía ver las motas verdes en sus iris.

—Cuando jalas el arco hacia atrás, debes tocar la comisura de tu boca con tu dedo índice —Quinn no pudo resistir la tentación de mostrarle el punto, en la arruguita perfecta a un lado de sus labios—. Entonces, mientras sueltas la flecha, deja que tus dedos se deslicen hacia atrás a un lado de tu rostro —él acarició la mejilla de Sophie y sintió una calidez en su estómago cuando ella se sonrojó tan furiosamente, que él pudo verlo aún con su maquillaje.

— ¡Lo tengo! —Sophie tragó saliva, y mandó la flecha dentro del anillo azul, lo más cerca que había llegado de la diana en todo el día. Ella se giró para ver de frente a Quinn, sonriendo de oreja a oreja.

— ¡Eso fue fantástico! —él gritó y le sonrió, feliz de compartir con ella su momento de triunfo.

Entonces, la piel de Sophie comenzó a moverse.

Quinn trató de congelar su expresión en una máscara neutral, pero supo que era demasiado tarde. Su boca ya estaba torcida con horror con la transformación de Sophie: pelos brotaron por todo su rostro, cubriendo su piel como musgo creciendo en un árbol. Sus dientes se movieron dentro de su boca por cuenta propia, transformándose en puntas afiladas-como-navajas, mientras sus manos cambiaron para convertirse en crueles garras negras.

— ¡No! —Sophie envolvió sus brazos alrededor de su cabeza para protegerse, escudando su rostro de la vista de Quinn.

—Shh, está bien —suavemente, Quinn desenvolvió los brazos de Sophie y tomó su barbilla cubierta-de-pelaje, con su mano. Así que esto es lo que el hechicero le hizo. Realmente, no era tan malo. Tan salvaje como la maldición la hizo, innegablemente, ella todavía era humana. Él todavía podía ver a Sophie bajo todo ello. La curva de su labio, el brillo de sus ojos. Quinn inclinó el rostro de Sophie hacia atrás para que ella pudiera verlo a los ojos. Le rompió el corazón ver cómo sus ojos se llenaban de lágrimas.

—Tú no tienes que esconderte de mí. Nunca —él le dijo.

Sophie se congeló, su expresión impresionada por sus palabras. —Mírame, Soy un monstruo. ¿No estás asustado? —ella susurró, sonando atormentada.

—No, no lo estoy.

—Bueno, deberías estarlo —Sophie dejó escapar un rugido ensordecedor que hizo temblar los arcos en sus perchas. Ella regresó a casa corriendo a grandes saltos, dejando atrás a Quinn, todo tembloroso.

 

***

 

Sophie limpió las lágrimas fluyendo por los crecientes bigotes atravesando sus mejillas. ¡La maldición se apoderó de mí en el momento más inoportuno! Ella casi lo tenía, ella lo sabía. La forma en que él la miraba, la sensación de su mano en su cintura, su paciencia… él era increíble.

Eso la hacía cagarse de miedo.

Cuando su primer pretendiente se fue, ella se sintió arruinada. No porque él fuera algo especial, él había manoseado a Macy, y Sophie lo golpeó en la cabeza, pero él fue la primera persona que le dijo que ella era demasiado bestial para alguna vez ser merecedora de amor.

Los pretendientes pasaron por su vida uno tras otro, cada uno peor que el anterior. Para cuando el Número Once robó la mitad de la plata mientras salía corriendo por la puerta, Sophie casi extrañó las lecturas de una hora del Número Dos, acerca del papel esencial de las ranas en los ecosistemas de tierras húmedas. Puede que él haya tenido un cuerpo con forma-de-pera y unas glándulas sudoríparas súper-activas, pero al menos él no la había llamado Bestia como si ese fuera su nombre verdadero. Los Números Cinco y Siete la habían llamado Sophie, pero resultó que el Cinco era gay y el Siete estaba enamorado de una chica de su pueblo de origen.

Y ahora estaba Quinn, quien no solo la llamaba por su nombre, sino también era amable con la servidumbre y continuó mirándola a los ojos cuando el pelo brotó en todo su rostro, y…

Él tiene que quedarse.

Sophie sintió la determinación en lo más profundo de su ser. Este era el indicado. El Afortunado Número Trece.

— ¡Mirror! —Sophie gritó al momento que corría entrando en la casa y subiendo las escaleras hacia su recámara—. ¡Te necesito! —casi se topó con la Sra. Ladium y Macy en medio de su iteración.

— ¡Yo siempre estoy limpiando tras de ti! —la Sra. Ladium gritó, recargándose pesadamente en el barandal para sostener su peso. La anciana se veía cansada. Ella apenas sujetaba el plató que estaba a punto de lanzar a Macy.

Sophie se detuvo, preocupada. Ellas debían haber estado ahí desde la hora en que ella estuvo afuera con Quinn.

— ¡Si no te gusta como manejo mi cocina, no entres ahí! —la normalmente aguda voz de la mujer más joven estaba ronca y queda por el desgaste.

Mirror corrió hasta ella desde un pasillo lateral, su blusa cubierta con harina. — ¿Cuál es la urgencia? Estaba ocupada con algo —Mirror dijo.

Sophie levantó su mano. —Espera un segundo —le dijo, y caminó poniéndose frente a la Sra. Ladium, mirándola a los ojos y colocando una mano en el hombro de la mujer—. Está bien. Haré que una de las otras doncellas se ocupe de la cocina. Usted no está bien. Necesita ir a dormir.

—Pero, mi trabajo… —la anciana dijo con voz ronca, parpadeando y meneando su cabeza como si estuviera despertando de una pesadilla.

—No, vaya a la cama. Es una orden —Sophie le dijo—. Puede terminarlo todo después de que haya tomado una buena y larga siesta. ¿Le parece bien?

—La Sra. Ladium asintió. —Hoy me siento un poco mal. Muchas gracias, querida Sophie —la anciana sonrió y se alejó, mascullando: —La niña siempre es tan considerada.

Sophie volteó hacia Macy. —Tú también. Ve a ocuparte de la cocina y luego a descansar —Macy parpadeó y comenzó a caminar hacia la cocina, arrastrando sus pies.

Mirror se inclinó y sujetó el brazo de Macy. —Espera, yo ya limpié la cocina —Sophie la miró, alzando una ceja y Mirror se encogió de hombros—. Esperaba que si la cocina ya estaba limpia, ellas habrían dejado de discutir al respecto, pero ni se dieron cuenta.

Sophie suspiró y dio unas palmadas en el hombro de Macy. —Entonces ve a comenzar a alistar la cena. Y bebe algo de té o toma algo para tu garganta.

Macy sonrió. —Gracias Sophie. ¿También mando que suban a tu habitación algo de té para ti?

Sophie meneó su cabeza y le dio permiso para retirarse, y continuó caminando hasta su habitación seguida de cerca por Mirror. Ella fue directo hasta su gabinete anti-bestia, donde  guardaba todas sus provisiones de afeitado, ceras de depilado, limas, pinzas y aseo y comenzó a sacar todo lo que Hillary iba a necesitar para deshacerse de todo lo que le creció de nuevo por causa de la maldición.

—Eso fue bonito —Mirror dijo, tan pronto como la puerta quedó cerrada.

— ¿Qué? —Sophie dijo, sosteniendo su bote de ácido para ver si quedaba suficiente crema para que Hillary quemara la capa superior de pelo en sus mejillas y barbilla.

—Allá en las escaleras, el detener la iteración. Eso fue bonito. Deberías hacer eso con más frecuencia —Mirror dijo, acercándose a Sophie para masajear sus hombros.

Sophie se encogió de hombros y sonó el timbre para llamar a Hillary. —Eso no importa. Ellas estarán mañana de regreso en los escalones, teniendo la misma discusión —Ella se dejó caer en su silla y frotó el nuevo crecimiento de pelo en su pecho—. Hasta que esta perversa maldición se rompa, nada de lo que yo hago perdura.

Quizás es porque no has hecho lo suficiente hasta ahora —Mirror dijo, cruzando los brazos—. ¿Alguna vez has pensado en eso?

— ¡Estoy haciendo todo lo que puedo! —Sophie gritó. Hillary entró por la puerta en ese momento y Sophie apuntó hacia ella—. ¿Tú crees que yo hago esto porque es divertido? —Hillary se puso a trabajar, cubriendo el rostro, pecho brazos y piernas de Sophie con la mezcla blanca de ácido para quemar la mayor parte del pelo más abundante. La pasta blanca le quemaba y escocía donde entraba en contacto con su piel—. ¡Hago esto para que todos podamos ser libres!

Mirror levantó la botella de ácido y la olió, y poniendo cara de desagrado, regresó el contenedor al gabinete. —Di a ti misma lo que quieras, Sophie. Tengo otras cosas que podría estar haciendo, y tú no me necesitas para presenciar tu auto-tortura. ¿Qué estoy haciendo aquí?

Sophie hizo una mueca de dolor cuando Hillary limpió la mezcla de su piel y comenzó a depilar con pinzas los remanentes de los tercos pelos negros sobre su labio.

—Necesito que me ayudes con Quinn —Sophie dijo—. Necesitas convencerlo para que se quede.

—Por lo que pude ver allá fuera en el campo de tiro con arco, por ti misma lo estás haciendo bastante bien para que Quinn se quede —Mirror sonrió.

¡A eso me refiero! Estaba tan cerca de convencerlo para que me ame, y entonces se me terminó el tiempo y me volví a convertir en… tú sabes —ella hizo un ademán a su cuerpo transformado. Sophie volvió a hacer un gesto de dolor cuando Hillary sacó el último pelo.

—Señora, si ahora tiene un minuto, me gustaría hablarle de Aarón, el jardinero, quien continúa robando mi tinte de cabello —Hillary dijo.

—Ahora no, Hillary —Mirror dijo. La mujer ni siquiera la volteó a ver, toda su atención enfocada solamente en Sophie. Sophie suspiró. Ella conocía esa mirada. Hillary estaba a punto de entrar en su iteración. ¿Por qué no podemos tener un día normal aunque solo sea por una hora?

—Él se la pasa diciendo que es su color natural, pero yo sé que él está mintiendo. Aarón simplemente no quiere admitirlo —dijo la esteta, comenzando a enojarse.

—En serio Hillary, en medio de una conversación completamente diferente —Mirror dijo, con sus manos sobre sus labios.

—Ella está iterando —Sophie dijo.

—Grandioso —Mirror masculló.

Sophie se puso de pie y colocó sus manos sobre los angostos hombros de Hillary. —Relájate. Tendré una plática con Aarón acerca de esto, ¿te parece bien? Ahora ve a relajarte a algún lado y no te preocupes de eso —Sophie dijo, empujando a Hillary hacia la puerta.

— ¡Pero no solo es el tinte de cabello! —Hillary se quejó mientras Sophie la arrastraba suavemente para que se fuera—. ¡Aarón necesita admitir sus mentiras!

—Sí, sí, él está cambiando su color de cabello, lo entiendo —Sophie dijo, y empujó a Hillary afuera de la puerta, cerrándola con firmeza. Ella se dio media vuelta y miró a Mirror—. Si tan solo los zarandeo a todos un poco, ¿eso impediría que iteraran?

—Probablemente no, pero tratar de hacer algo sería mejor que no hacer nada —Mirror suspiró y dirigió a Sophie al baño, ya listo y vaporizando con agua caliente. Después de pasar por la tortura de “des-bestiarse”, Sophie siempre necesitaba un buen remojo para traer algo de alivio a su piel adolorida.

Sophie se quitó sus ropas rápidamente y se metió en el agua, haciendo un ademán para que Mirror se reuniera con ella. Después de que también Mirror se quitó sus ropas, ella se metió en la bañera y se deslizó en posición detrás de Sophie, deshaciendo su severo peinado y masajeando su cuero cabelludo.

—Dime cómo puedo ayudarte con Quinn —Mirror dijo.

Sophie gimió con la sensación maravillosa de las manos de Mirror en su cuero cabelludo, frotando y estirando suavemente su cabello. Como siempre, los dedos de Mirror se sentían divinos.

—Sé que ustedes dos son apegados, necesito que me ayudes a mantenerlo aquí —Sophie dijo. Ella se recargó hacia atrás, más profundamente en el abrazo de Mirror, hasta que su cabeza se acomodó entre sus tetas desnudas. Mirror continuó frotando la cabeza de Sophie con una mano mientras con la otra sujetó una barra de jabón humectante de un lado de la bañera y lo frotó desde el pecho de Sophie hasta sus pezones erguidos. Sophie gimió, expandiendo su pecho para animar a Mirror a que prestara mayor atención a su sensible piel.

— ¿Por qué no lo mantienes aquí? Tú también le agradas —Mirror dijo mientras ella frotaba la barra de jabón alrededor de cada una de las tetas de Sophie mientras jugueteaba con su cabello—. Este no parece tan superficial como muchos de los otros. Puede que nos sorprenda a todos.

— ¡A eso me refiero! —Sophie gritó, enderezándose y girando para enfrentar a Mirror dentro de la bañera—. ¡Él es diferente a los demás! Él puede ser el indicado para, de hecho, romper la maldición, pero necesito que él permanezca aquí el tiempo suficiente para probarlo. Después de haberme visto hoy en mi forma de bestia en el campo de tiro con arco, probablemente saldrá corriendo de aquí. Necesito que le des una razón para quedarse.

Sophie respiró profundamente y alcanzó a Mirror para envolverla en sus brazos, acercándola hacia sí, y luego moviendo sus manos hacia abajo para tomar sus tetas, jugueteando con sus dedos en los pezones de Mirror hasta que comenzó a jadear. Sophie movió una de sus manos por el estómago de Mirror hasta alcanzar su esencia y frotó suavemente su clítoris.  Ella sacudió su cadera hacia delante, empujando con fuerza su clítoris contra la mano de Sophie.

—Sé que tú puedes hacerlo feliz —Sophie ronroneó, frotando el clítoris de Mirror con más fuerza usando los movimientos circulares firmes que ella sabía enloquecían a la mujer—. Tú siempre me haces tan feliz, Mirror.

—Tú también me haces feliz —Mirror serpenteó hacia abajo uno de sus dedos y comenzó a frotar el clítoris de Sophie en respuesta—. Tú sabes que yo haría cualquier cosa por ti —ella metió dos dedos y empujó profundamente dentro de la esencia de Sophie.

— ¡Sí! —Sophie gritó, mientras empujaba sus dedos profundamente dentro de los pliegues de Mirror— ¡Sí, Mirror!

Ellas cabalgaron en las manos de una y otra, incrementando la velocidad cuando sintieron que sus respiraciones aumentaban en velocidad, ambas en sincronía. Conociéndose de tanto tiempo, ellas ajustaron sus posiciones en la bañera hasta montarse en los muslos de una en la otra, sus dedos jugando con los clítoris de una y otra mientras sus dedos empujaban profundamente dentro de sus vaginas.

Sophie sintió como si estuviera flotando en agua tibia, el exquisito aroma de Mirror rodeándola y llenándola. Mirror era hermosa y vivaz y Sophie sintió que el placer crecía floreciendo en estrellas explosivas cuando Mirror se vino, gritando el nombre de Sophie.

Ellas se recostaron satisfechas y jadeantes,  abrazadas por un largo rato, mientras recuperaban su aliento.

—Quiero que sepas que cuando vayas a cogerte a Quinn, lo estás haciendo por todos nosotros —Sophie dijo—. Él necesita enamorarse de mí, y tú eres nuestra mayor esperanza para asegurar que eso suceda.

Mirror alzó una ceja. —Quinn está súper ardiente y es un chico bueno y decente. Yo, también te amo Sophie, pero confía en mí, si tengo sexo con Quinn, lo hago por , no por ti.

Sophie se inclinó hacia delante y la besó. —Entonces estoy muy feliz por ti.

Mirror se vistió, con pensativa expresión en su rostro. Cuando estuvo completamente vestida, ella regresó a donde Sophie estaba recostada en la bañera.

—Diablos, ¿por qué no? Lo haré —Mirror dijo—. Pero tú serás la que tendrá que descifrar qué hacer para inspirarlo y que él se enamore de ti, después de que él tenga una buena probada de esto —juguetonamente, Mirror le dio una nalgada a Sophie y caminó contoneándose hacia la puerta. 

Por los dioses, Mirror es increíble. Sophie gimió. Ella se volvió a recostar contra el borde de la bañera y pensó en Mirror y Quinn juntos. Sus cuerpos desnudos frotándose uno contra el otro, la musculosa-masa de Quinn sosteniendo la delgada figura de Mirror. Él la cogería duro, ¿verdad? Él haría explotar la mente de Mirror. El pensamiento hizo que una nueva calidez floreciera en la esencia de Sophie y no pudo resistir la urgencia de frotar su sensible clítoris hasta que ella se estaba viniendo otra vez, viendo estrellas mientras el orgasmo la golpeaba por todo su cuerpo.

Quinn.

Él es el indicado.

 

***

 

— ¿Quinn? —Mirror tocó con fuerza en la puerta de la recámara mientras entraba. Su vestido color verde esmeralda crujía arrastrándose por el piso de piedra inmaculado mientras buscaba por el masivo alojamiento de invitados. La vista de una pila de novelas románticas inclinándose precariamente cerca de una de los asientos más cómodos, la hizo sonreír. Me da mucho gusto que finalmente está disfrutando estar aquí.

—Mirror, ¿eres tú? —Quinn salió de la habitación lateral, empapado de haber tomado un baño y usando una bata larga.

—Hola bonito —ella caminó hasta él y le dio un rápido beso en la mejilla, descansando su mano sobre el pecho de Quinn para equilibrarse estirándose para alcanzarle hasta su altura. Él estaba tibio y firme bajo su toque y olía maravillosamente a limpio—. Veo que has estado disfrutando de las aguas termales.

Quinn sonrió y sacudió su cabello mojado como si fuera un lobo, mandando gotas de agua en todas direcciones. Mirror dio un chillido y rio, apartándose rápidamente para que no la mojara.

Mirror se tomó un momento para verlo, realmente. Quinn había llegado al castillo como un hombre destrozado, roto en pedazos por una vida sin amor ni esperanza. Ella pudo darse cuenta que él se esforzaba para proyectar una fachada de felicidad. Cada sonrisa había sido con intención; cada risa forzada para beneficiar a otros. Hoy su sonrisa finalmente, también se reflejaba en sus ojos, formando pequeñas arrugas que hacían que su rostro se viera aún más adorable.

— ¿Te puedo servir un trago? —Quinn caminó hasta el bar sin esperar por una respuesta y sirvió dos copas grandes con vino rojo oscuro.

—Salud —Mirror levantó su copa—. Por Sophie, nuestra gran benefactora, que nos permite tener cosas tan buenas.

—Por Sophie —Quinn hizo eco. La forma en que él dijo su nombre, un poco melancólica, dio esperanza a Mirror.

Mirror vaciló antes de decidir que la ruta directa sería lo mejor. —Sophie me contó que hoy viste su transformación. Dime, ¿qué piensas acerca de todo eso?

Quinn suspiró y se sentó en uno de los bancos altos a lo largo del bar —Sophie me sorprendió. Ella es inteligente, generosa, y completamente diferente a cualquier persona que he conocido alguna vez. Estábamos pasando un rato grandioso en el campo de tiro. No puedo recordar la última vez que me sentí tan cómodo con alguien, simplemente nos conectamos. Entonces sucedió —un gran trago de vino despareció por su garganta—. Estoy avergonzado por cómo reaccioné. Me dijiste cómo le afectaba la maldición, pero aun así, me tomó por sorpresa —frunció el ceño, formando una línea en su frente, sobre su nariz—. Aún transformada, ella es preciosa, con una ferocidad hermosa. Es solo la transformación por sí misma, es tan violenta. Yo pensé que… —su voz se apagó.

—No, cuéntame —Mirror se sentó junto a él y le apretó la pierna—. Puedes decírmelo. ¿Qué es lo que piensas?

—Estaba realmente preocupado de que eso la lastimaba. Se veía como si le doliera, y no había nada que yo pudiera hacer para evitarlo —la voz de Quinn era apenas un susurro.

—Ella me dijo que la transformación no es dolorosa. Bueno… no físicamente.

—Sophie salió corriendo como si estuviera quemándose —Quinn dijo—. ¿Realmente se pasa el día tratando de verse como se veía antes de la maldición? Esa parece una forma terrible de gastar el tiempo propio.

—Estoy de acuerdo, y se lo he dicho bastantes veces. Hemos estado discutiendo acerca de esto por años —Mirror suspiró—. Tú pensarías que ella escucharía a alguien que se llama “Mirror”, reflejo o espejo en lengua antigua, acerca de cómo luce ella. 

Quinn sonrió con una sonrisa real, otra vez. Estos dos se necesitan, el uno al otro, Mirror pensó.

Los gritos hicieron eco desde el pasillo. — ¡…siempre estoy limpiando tras de ti!

— ¡Hombre! Ellas todavía siguen con lo mismo, ¿verdad? —Quinn sirvió más vino en sus copas vacías—. Estas pobres personas, teniendo las mismas discusiones día tras día.

—Esa es la razón del por qué es tan importante romper la maldición. Todos estamos atrapados en ella.

—Tú no lo estás —Quinn volteó para ver de frente a Mirror—. Después de todo este tiempo, pudiste levantarte e irte dejando atrás esta locura. ¿Por qué te quedaste?

Mirror suspiró. —Lo decidí hace mucho tiempo, que no me iría sino hasta que la maldición esté rota. No me malinterpretes, me muero por viajar a tierras lejanas y ver qué es lo que hay allá afuera en el mundo, pero en este momento, me necesitan aquí.

Quinn se inclinó hacia Mirror, tomando su barbilla y levantándola hacia él para que ella pudiera verlo a los ojos. —Eso es… increíble.

Mirror no supo si ella quería reír o llorar. —De hecho, es estúpido. Permitir que un equivocado sentido del deber me mantenga atrapada en esta casa —tardíamente, ella recordó que en primer lugar, la única razón por la que Quinn había venido aquí, fue por sentirse equivocadamente obligado con su perra madre, pero ya era muy tarde para arrepentirse de lo que  ella le había dicho a esa señora, en aquél momento.

La gran mano de Quinn se movió hasta un lado del rostro de Mirror, con su pulgar limpió una lágrima que ella no se había dado cuenta había derramado. Él susurró: —Para nada es estúpido —antes de inclinarse para capturar los labios entreabiertos de Mirror.

El beso de Quinn fue eléctrico, comenzando como una suave caricia, pero rápidamente escalando a un apasionado choque de sus labios. Metió su lengua en la boca de ella. Mirror gimió y se recargó en él, casi tumbando su banco en su prisa por tener más de su cuerpo pegado al de ella. Quinn se puso de pie, envolviendo las piernas de Mirror alrededor suyo mientras caminaba hasta la cama, todavía besándola con una pasión sorprendente.

La espalda de Mirror se hundió en el suave colchón, su sangre palpitaba en sus oídos. La bata de Quinn se abrió y ella pudo ver su polla dura: tan larga y gruesa que la hizo ponerse mojada con tan solo pensar en tenerla dentro de ella. Ella quitó la bata de los amplios hombros de Quinn, lo que lo expuso completamente, la vista era embriagadora. Su pecho duro y musculoso tenía algo de vello que seguía un sendero sencillo y oscuro bajo su bien definido abdomen, siguiendo hasta su entrepierna. Sus brazos abultados con músculos que había ganado-duramente, lo sostenían sobre Mirror.

Mirror se enderezó en la cama, empujándolo suavemente sobre su espalda, para quedar bajo ella. Ella retiró su vestido en un solo movimiento, exponiéndose completamente desnuda. Quinn se sacudió bajo ella, sus manos alcanzando su cuerpo desnudo.

Mirror soltó su cabello largo y rubio por sus hombros y se inclinó hasta el estómago de Quinn, besando y lamiendo su abdomen mientras se movía lentamente hacia abajo por su cuerpo. Sus manos se deslizaron por sus costados, sujetando la parte superior de sus muslos mientras le besaba más y más cerca de su duro mástil.

Ella sintió la sangre de Quinn apresurándose por sus venas, bajo las puntas de sus dedos, escuchando sus gemidos. El fluido seminal brillaba en su dura punta.

—Mirror… por favor —él le suplicó.

Ella se movió hacia abajo y tomó la punta de su polla entre sus labios, mirándolo mientras le chupaba el líquido seminal. Mirror lamió una línea hasta su base y luego regresó hasta la punta, manteniendo el contacto visual mientras se movía.

— ¿Esto es lo que quieres? —ella dijo en tono juguetón.

— ¡Sí! —la ahogada respuesta de Quinn, era todo lo que Mirror necesitaba.

Ella lo hundió hasta su garganta, encantándole lo caliente y duro que estaba. La sensación de su endurecida longitud dentro de ella era increíble, y podía sentir cómo crecía la humedad entre sus piernas mientras ella lo trabajaba. Ella se la chupo y lamió, meneándose arriba y abajo, tomándolo más y más. Él comenzó a empujar suavemente y ella gimió alrededor de su verga, queriendo más.

Ella lo soltó con un sonido de succión y besó suavemente cada uno de sus sacos hinchados. Quinn dejó escapar un gruñido y se inclinó hacia delante, sujetando a Mirror por la cintura y jalándola hasta posicionarla sobre su rostro.

Mirror se quedó sin aliento cuando Quinn lamió su coño mojado dejándolo limpio, su talentosa lengua lamiendo cada gota. Él la acercó más para poder chupar su clítoris, con una mano serpenteando por el cuerpo de Mirror para juguetear con sus pezones endurecidos. Frotó y masajeó sus tetas, dejando su clítoris para empujar su lengua caliente dentro de su entrada mojada. Mirror no pudo evitar sacudirse contra él. Las sensaciones eran demasiado abrumadoras para soportarlas. Su corazón golpeaba contra su pecho, su vista borrosa, y su cuerpo se estremecía con el gozo cuando se vino con fuerza, gritando el nombre de Quinn.

Suavemente, Quinn rodó a ambos para quedar completamente sobre Mirror. Ella jadeó y maulló cuando él la salpicó con besos en su clavícula y mordisqueó la piel sensible de su cuello. Su erección dura-como-piedra, rozó contra la pierna de Mirror y su cuerpo completo se estremeció en anticipación.

—Te deseo —ella susurró.

En un solo empujón, Quinn estaba dentro de ella, estirando su todavía-sensible esencia. Él se quedó quieto, esperando para que Mirror se ajustara a su tamaño.

—Estoy bien —ella sonrió antes de jalarlo para drogarlo con un largo beso.

Él se enderezó y estiró las piernas de Mirror sobre sus hombros, empujando más y más profundo dentro de su apretado coño. Ella dejó escapar un gemido y se agarró sus tetas, frotando sus duros pezones.

—Estás tan apretada —Quinn jadeó, empujando más rápido—. Te sientes tan bien —se estiró para alcanzar el punto donde sus cuerpos se unían y comenzó a jugar con su clítoris inflamado—. Vente para mí.

Mirror se hundía más y más en la cama mientras los empujones de Quinn se hacían más y más fuertes. Ella gritó otra vez, con espasmos alrededor de su polla cuando su orgasmo la arrolló y la caliente leche de Quinn inundó su cuerpo. Él la jaló hasta que sus bocas se encontraron, acunando su cabeza con sus manos mientras la besaba profundamente. Colapsaron juntos en una mole sudorosa.

Mirror salió de la cama y se paró sobre sus piernas temblorosas, tratando de arreglar su cabello despeinado. Encontró su vestido y se lo puso, caminando de regreso hasta la cama para darle a Quinn otro beso, largo y embriagador.

—Quédate —Quinn alcanzó a Mirror, jalándola de regreso a él y a la cama.

—Hoy tengo que ir al pueblo a hacer algunos encargos—dijo Mirror, arrojándole la bata a Quinn quien la atrapó en el aire—. Y ahora qué convertiste mis piernas en gelatina, me va a ser aún más difícil —Mirror le sonrió al orgulloso rostro de Quinn—. Definitivamente voy a regresar por más.

 

***

 

Un grito espeluznante hizo eco por las paredes de piedra del castillo, despertando asustado a Quinn. Él saltó para ponerse de pie. Este no era un grito de los sirvientes; Quinn ya conocía como eran sus iteraciones, línea por línea. Esto sonaba como una seria amenaza a su hogar.

¿Desde cuando comencé a pensar en este lugar como mi hogar? Pensó, mientras se dirigía abajo por las escaleras principales, saltando los escalones de tres en tres. Un rugido increíble casi lo tumba al suelo cuando iba a mitad de la distancia hasta la puerta, el sonido hizo temblar las pinturas en las paredes y los cristales de los candelabros se mecieron desde el techo.

Quinn bajó corriendo el resto de las escaleras y se le cortó la respiración cuando vio a Mirror tirada en la entrada, sus hermosos ojos rodeados con moretones, sus mejillas normalmente rosadas, pálidas del miedo. Una gran cortada en su frente sangraba en torrentes, a pesar de los esfuerzos de la Sra. Ladium para limpiarla con un trapo blanco.

— ¿Quién te hizo esto? —Sophie rugió, el oscuro sonido viniendo de lo más profundo de su pecho.

La voz de Mirror era débil y llena de dolor. —Yo solo estaba en el pueblo recogiendo nuestra orden semanal —una lágrima hizo camino por su cara ensangrentada—. Ahí estaba este grupo de pueblerinos, todos alterados —ella bajó su mirada— Quinn, tu madre los dirigía.

— ¿Qué? ¿Ella te hizo esto? —la garganta de Quinn estaba tan apretada que apenas pudo decir las palabras.

—No exactamente —Mirror apartó a la Sra. Ladium y luchó por ponerse de pie—. Aparentemente, tu mamá comenzó el rumor de que yo te secuestré para mi ama. Todos saben lo mucho que ella dependía de ti —ella hizo una pausa—. Más bien, que se aprovechaba de ti.

Sophie exhaló tan fuerte que pareció encogerse. —Todo esto es mi culpa —sus ojos encendidos—. Si no hubiera hecho que todos quedaran maldecidos…

—Esto no es tu culpa —automáticamente, la mano de Quinn encontró la de Sophie. Él entrelazó sus dedos con los de ella y Sophie se inclinó hacia él, aceptando su consuelo.

—Ellos me pidieron que los trajera al castillo, así ellos podrían… bueno… —Mirror hizo un ademán a sus cortadas y moretones—. Yo no podía traicionarte —sus manos estaban temblorosas—. Sophie, no creo que ellos se vayan a detener hasta que te hayan encontrado.

—Ellos no tendrán que encontrarme —Sophie se dirigió hacia la puerta—. ¡Chad! ¡Mi caballo! —el ayudante del establo desapareció más rápido de lo que Quinn pensaría que era posible.

—Yo voy contigo —el pulso de Quinn se aceleró cuando esprintó detrás de Sophie—. Mi madre comenzó todo esto; tengo que ayudar a arreglarlo.

—No permitiré que me retrases —Sophie dijo encolerizada—. Esto necesita ser tratado ahora.

 

Los cascos de los caballos golpeaban con un ritmo frenético el camino al pueblo. Quinn no podía haber estado a más de diez minutos detrás de Sophie, pero estaba a punto de entrar en pánico por lo que podía sucederle a una mujer sola en contra de una multitud rabiosa.

Entonces oyó un rugido.

Sophie rugía de vez en cuando en el castillo, cuando él declinó su oferta para tener sexo, cuando vio a Mirror herida.

Ella se había estado conteniendo.

Los árboles temblaron y las piñas de los pinos llovieron alrededor de él cuando la fuerza del golpe ensordecedor lo alcanzó. El viaje al pueblo tomaba más de dos horas; Sophie debió haberse transformado por completo en algún momento en el camino.

Su caballo se detuvo helado con el rugido y no quería avanzar más, haciéndose para atrás sobre sus patas traseras, aterrorizado. Quinn se las arregló para bajarse de la criatura antes de que lo lanzara al suelo, y una vez que el animal estuvo más calmado, ató su correa a un árbol cercano. Ya voy atrasado, y ahora a pie. Quinn hubiera echado de maldiciones si no estuviera usando todo su aire para correr hacia el pueblo.

El sendero se ensanchó cuando se acercaba al pueblo. El paso de Quinn se aceleró. Una masa de gente del pueblo gritaba y atacaba a Sophie con antorchas y sartenes, zapatos y rastrillos, cualquier cosa que ellos pudieran conseguir.

Sophie era magnífica, transformada en su condición maldita: una musculosa bestia gigante, cubierta con pelo largo, color café. Sus colmillos y garras goteando rojo mientras se defendía del violento ataque.

— ¡Todos esperen! —Quinn gritó tan fuerte como pudo sobre el estruendo, tratando de obtener su atención, mientras movía sus brazos en alto—. ¡Yo no fui secuestrado! ¡Me fui por cuenta propia!

— ¡Maten a la bestia! — la muchedumbre gritó, todas sus voces se mezclaban juntas en gritos acentuados.

— ¡La criatura se comerá a nuestros hijos! —Gritó una mujer.

— ¡El Diablo está entre nosotros! ¡Ataquen! —Otro hombre gritó, y los pueblerinos a su alrededor levantaron sus horquillas de labrador en consentimiento.

Quinn irrumpió en la trifulca, haciendo disparos no-letales a brazos y piernas con su arco y flechas, a la gente que corría hacia Sophie. Con las armas desplegadas, ellos caían al suelo, aullando de dolor, lejos de su objetivo. Si no fueran tan imbéciles, conservarían sus rodillas. Quinn pensó, mientras disparaba todas las flechas de su aljaba a los atacantes de Sophie.

Mientras tanto, Sophie aplastaba sus armas improvisadas con sus garras y balanceaba sus musculosos brazos en amplias curvas, quitándose gente de encima lanzándola en todas direcciones. Más y más gente del pueblo se apuraba hasta ella, amontonándose en Sophie en olas, pero ella se los quitaba de encima sin lastimarlos, relativamente, reservando sus colmillos para brazos y piernas en vez de gargantas y corazones.

Quinn ignoró el dolor de los golpes de la muchedumbre mientras peleaba por hacerse camino a través de la multitud ya debilitada. Él giró su arco empujándolo hacia abajo para impulsarse, aterrizando en la cabeza de un hombre blandiendo una coladera.

El hombre cayó con un fuerte golpe. La coladera rodó hasta los pies de Quinn y él la recogió, lanzándola duro contra el hombre en delantal manchado-de-sangre llevando una cuchilla, y a quien Quinn reconoció como el carnicero del pueblo. La coladera golpeó con un sonido metálico y el carnicero cayó al suelo.

Una extraña sensación cortante desgarró a Quinn a través de su bíceps izquierdo y él trató de voltear, confundido. Algo estaba atorado en su brazo, impidiéndole moverse. Un dolor agudo estalló por todo su cuerpo cuando él volteó para mirar, viendo un cuchillo goteante ensartado en él.

Quinn pateó detrás de él, haciendo contacto con alguien, y sintió que la presión del cuchillo en su brazo se liberó. Se giró, usando el impulso para lanzar un golpe atronador al hombre en el suelo, el aprendiz del carnicero. Un fuerte crujido hizo eco en las cercanías del pueblo, cuando la nariz del aprendiz se quebró bajo el puño de Quinn, y el joven hombre ensangrentado cayó inmóvil.

Quinn volvió a girar, listo para el siguiente ataque. Pero nadie lo atacó. Solo Sophie y él continuaban de pie entre el montón de cuerpos gimientes, muchos de ellos gateando, arrastrándose lejos de ellos. Sophie sonrió y caminó temblorosa hasta un lado de Quinn. Él sujetó la mano de ella y sintió que la presión en su pecho, se relajaba con su tacto.

Buscó en los alrededores por cualquier señal de su madre entre el gentío, pero la mujer siempre sabía cuándo salir del camino, tan pronto ella había alborotado un problema.

—No puedo creer que en realidad me seguiste —Sophie dijo, apretando su mano. Se veía impresionada de que alguien se preocupara por protegerla.

Él le sonrió, sin estar listo para poner en palabras todavía, porqué pensar que la lastimaran, lo hizo querer desangrar al pueblo completo.

—Necesitaba practicar; esas dianas en mi habitación, realmente no son un reto.

Ella le sonrió en respuesta. —En ese caso, ¿por qué te tardaste tanto? —la sangre goteaba por un lado del rostro de Sophie y Quinn podía ver los moretones formándose alrededor de sus ojos y pómulos.

—Quise darte la oportunidad de que calentaras a la multitud —Quinn soltó su mano para rodear a Sophie con su brazo bueno, soportando el peso de ella en su hombro.

Ellos rieron;  juntos y tambaleantes se dirigieron de regreso a casa.

 

***

 

Mirror trató de evitar que sus manos temblaran mientras atendía las muchas heridas de Sophie y Quinn.

— ¡Auch! ¡Con cuidado! —Quinn se arredró cuando los ágiles dedos de Mirror envolvían con lino limpio la herida sangrante de su brazo.

Mirror no podía soportar que ellos hubieran salido tan mal heridos por su causa.

— ¡Eso es lo que sacas! —ella le dijo mientras jalaba la camisa de Quinn lejos de su herida, dejando permanecer sus dedos sobre sus abultados pectorales. Mirror corrió sus manos por el ancho pecho  de Quinn, buscando entre los moretones más oscuros por cualquier señal de daño interno. —Idiotas —ella masculló, vaciando desinfectante sobre una cortada particularmente fea en el muslo de Sophie, y luego acariciando la rodilla de la mujer.

— ¿Disculpa? —la ceja alzada de Sophie, normalmente intimidante, casi era cómica en su condición transformada.

Mirror sabía que era mejor no reírse. Esta era la primera vez que ella había visto a Sophie tan cómoda en su forma bestial. Normalmente, Sophie se escondería para que nadie más que Hillary y sus tiras de cera depilatoria la vieran. Pero hoy, Sophie estaba sentada junto a Mirror y Quinn, despreocupada por su maldición. Largo pelo café cubría el cuerpo de Sophie en preciosas ondas, y sus ojos brillaban de color dorado detrás de sus bigotes.

— ¡Ustedes dos! ¡Son unos idiotas! —Mirror levantó las gasas sangrientas y pedazos sobrantes de vendajes de tela y las tiró a la basura, en un movimiento furioso. Ambos, Sophie y Quinn, se movieron incómodos en sus asientos—. ¿Cómo pensaban que esto iba a resultar? ¡Honestamente! —Mirror caminó de un lado a otro en la gran extensión de la recámara de Sophie. Mientras Mirror caminaba, ella podía sentir el frío del piso de piedra contra sus pies descalzos sirviendo como un contraste bienvenido al calor de su enojo—. ¿Ustedes dos solo pensaron  que podrían salir corriendo y pelear con un pueblo completo?

Quinn abrió su boca para contestar, pero Mirror rápidamente puso su dedo sobre los labios de él, deteniéndolo antes de que pudiera decir una palabra. Ella trató de no distraerse por cómo brillaba su abdomen desnudo con la luz de la lámpara.

Hacía horas que había oscurecido, y todos en la casa, seguramente ya estaban dormidos, exhaustos por sus varias iteraciones. A Mirror le molestaba que el personal ni siquiera se hubiera dado cuenta de que Sophie y Quinn no estaban. Mirror había sido forzada a sentarse sola toda la tarde, esperando a que sus amantes regresaran, escuchando a los otros sirvientes en sus discusiones interminables, sabiendo que si algo les sucedía a ellos, la Sra. Ladium, Hillary, Aarón, Macy, Chad, y el resto, nunca serían capaces de detenerse. Cómo es que Sophie y Quinn se atrevían a arriesgar tanto sólo por el bien de ella.

Mirror dejó escapar un largo respiro y esta vez, habló más suavemente, sin querer despertar al resto del personal. —Yo sé que ambos, solo trataban de ayudar, pero créanme. Estoy bien.

— ¡No estás bien! —Sophie y Quinn gritaron al unísono.

Mirror trató de mantener su rostro serio, y se recordó a sí misma que estaba furiosa con estos dos. La risa continuó burbujeando en su pecho, sacudiendo sus hombros y explotando fuera de su boca, antes de que ella pudiera detenerla.

Quinn y Sophie intercambiaron miradas. Ellos deben creer que me he vuelto loca. Mirror estaba riendo tan fuerte que lágrimas de alegría corrieron por sus mejillas.

—Mirror, esas personas te lastimaron. Lo haría de nuevo para protegerte —Sophie dijo ferozmente—. Haría cualquier cosa para mantenerte libre de cualquier daño.

La expresión de Quinn cuando él miró a Sophie era casi de veneración, y Mirror sintió que la esperanza y el amor florecieron en su pecho. Él es el indicado. Quinn miró a Mirror y asintió.

—Lo haría de nuevo sin vacilación. Este es mi hogar, y arriesgaría todo para protegerlo.

¡Síiii! Mirror intercambio una mirada triunfante con Sophie, y se inclinó hacia delante para poner sus manos suavemente en cada lado del peludo rostro de Sophie. Mirror trajo hacia sí los labios de Sophie en un beso apretado, deleitándose en cómo Sophie se derretía con ella.

Quinn se veía sorprendido, y antes de que él pudiera decir una palabra, Mirror volteó hacia él y capturó su boca con la propia, empujando su lengua dentro de su boca mientras su mano permaneció en la mejilla de Sophie. Quinn gimió y jaló a Mirror más cerca de él, sus grandes manos vagando por su cuerpo magullado.

Mirror pudo sentir su largo y rubio cabello siendo empujado sobre su hombro mientras los hábiles dedos de Sophie desabrochaban los botones en la espalda del vestido de Mirror. Quinn se movió para besar el cuello de Mirror, mordiendo y lamiendo hasta que el pulso de ella se aceleró.

Juntos, Quinn y Sophie jalaron hasta el piso el vestido de Mirror, exponiendo su cuerpo desnudo para ambos. El pulso de Mirror se aceleró aún más cuando Sophie hizo un camino de besos desde sus hombros hasta la sensible piel de sus corvas, mientras Quinn masajeaba una de sus tetas con su mano callosa mientras chupaba la otra.

La constante sensación era casi demasiado para aguantarla, y Mirror jadeó con las atenciones de ambos. La humedad creció entre sus piernas, y ella sacudió sus caderas hacia delante, desesperada por los dedos de Sophie o la polla de Quinn dentro de ella.

Lentamente, Mirror se deslizó por el cuerpo de Quinn, abajo, levantando su mirada para verlo mientras ella besaba su duro mástil. Él dejó escapar un gemido quedo, y miró detrás de la figura agachada de Mirror. Ella casi salta cuando sintió a Sophie deslizarse debajo de ella, estirando hacia abajo el empapado coño de Mirror, sobre su lengua, que ya estaba esperándola.

Mirror se quedó sin aliento y trajo sus manos alrededor de Quinn para sujetar su culo, jalándose a sí misma hacia él mientras chupaba y lamía su longitud. Ella lo tomó profundamente dentro de su boca hasta que pudo sentirlo contra el fondo de su garganta, mientras Sophie torturaba lentamente la esencia de Mirror. La lengua de Sophie corría perezosa en lamidas alrededor de la entrada de Mirror, golpeteando ocasionalmente en su clítoris inflamado. Mirror gimió alrededor de la polla de Quinn y él gruñó en respuesta, pasando una mano por el largo cabello de Mirror, mientras con la otra jugueteaba con su duro pezón.

Las manos de Mirror apretaron el musculoso culo de Quinn y lo soltó de su boca cuando ella se vino duro sobre el rostro de Sophie, gritando mientras las sensaciones sacudían su cuerpo.

Quinn ayudó a las mujeres a ponerse de pie, vacilando solamente para traer el empapado rostro de Sophie hacia el suyo para un largo beso, y guiarlas hasta la cama.

Sophie empujó a Mirror sobre su espalda en el suave colchón y atacó su esencia una vez más. Mirror podía sentir cómo se expandía cuando Sophie empujó dos dedos dentro de ella, torciéndolos de una manera que la hacía ver estrellas. La respiración de Mirror se hizo pesada, y sus manos llegaron hasta sus propios pechos, masajeándolos para aumentar su placer.

Quinn llegó por detrás de Sophie y serpenteó su mano alrededor de sus caderas, frotando en círculos su clítoris. Mirror sintió cómo Sophie se tensionó por la sorpresa, y luego se relajó rápidamente con la sensación de las hábiles manos de Quinn.

Mirror observó cuando las manos de Quinn masajearon el culo de Sophie antes de alinear su gruesa vara con la entrada de Sophie. El corazón de Mirror golpeaba pesadamente en su pecho mientras vio a Quinn empujando dentro de Sophie en un solo movimiento. A Mirror le encantó la mirada de pura satisfacción en el rostro de Quinn cuando entró en Sophie, y Sophie comenzó a empujar sus dedos más duro, dentro de Mirror, al ritmo de los empujones de Quinn, añadiendo un tercer dedo cuando Quinn comenzó a moverse.

Al principio, Quinn se movió lentamente, permitiendo que Sophie se ajustara a su sustancial circunferencia, antes de establecer un ritmo que Sophie imitó con sus manos. Mirror apretó sus pezones con más fuerza mientras Sophie comenzó a frotar fuertemente con su pulgar, el clítoris de Mirror, conduciéndola sobre el borde de su clímax. Mirror se vino otra vez, con espasmos alrededor de los dedos de Sophie, gritando mientras fijaba sus ojos en los de Quinn.

Mirror nunca antes había visto algo tan impresionante como la vista de Quinn empujando dentro de Sophie. La forma fluida en que se movían juntos, las intensas expresiones de satisfacción en sus rostros; realmente estaban destinados el uno para el otro, y, por mucho que ella amaba a ambos, lo que ellos tenían juntos, era aún mucho más especial.

Mirror se bajó de la cama y guió suavemente a la pareja a acostarse, volteando a Sophie para que ella pudiera ver a Quinn mientras él la cogía. Los dos se movían en sincronía y Mirror pudo oír los gritos de Sophie: ¡Sí! ¡Más!, y los gruñidos jadeantes de Quinn, cuando ella salió de la habitación.

Misión cumplida.

 

***

 

Sophie parpadeó despertándose con el sol cayendo a través de la ventana. Ella flexionó sus dedos y sintió cómo sus garras bestiales se atoraban en las sábanas cuando se sentó, tocando su rostro y sintiendo el grueso pelaje bajo las puntas de sus dedos.

Quinn hizo un pequeño sonido rugiente cuando volteó hacia ella y abrió sus ojos. Ella se congeló, esperando para que su rostro se transformara impresionado con horror, temor, disgusto o una de la otra docena de expresiones que ella había visto en los rostros de sus pretendientes cuando se daban cuenta de que la hermosa mujer que ellos habían encamado la noche anterior, no era tan hermosa como ellos recordaban. Había estado tan ocupada con su preocupación por Mirror, su alivio porque Quinn había salido de la pelea con muy pocas y pequeñas heridas, y la euforia de ser capaz de vencer a los pueblerinos que dañaron a Mirror, que apenas se dio cuenta que anoche había olvidado por completo realizar sus procedimientos “des-bestiales”.

Quinn solamente sonrió con una sonrisa perezosa y la alcanzó, entrecerrando los ojos con el sol de la mañana, cuando, pegando la espalda de ella contra su pecho, la acurrucó junto a él.

— ¿Supongo que este castillo mágico no puede cerrar las cortinas por sí mismo? —Quinn dijo sobre el hombro de Sophie, metiendo su nariz cariñosamente en el cuello de ella.

Sophie sonrió y se acurrucó más cerca de él. —Me puedo levantar y cerrarlas —le dijo, sin la intención de moverse en lo absoluto. El cuerpo de Quinn se sentía perfecto junto al de ella, como dos piezas de un rompecabezas situadas juntas.

—Preferiría que la luz del sol me lastime los ojos que dejar de tocarte —él susurró en su oído, mordisqueando el lóbulo de su oreja.

Sophie sintió una calidez inundando su cuerpo y humedad juntándose entre sus piernas. ¡Él todavía la deseaba! Aun viéndose toda bestial, ¡él todavía la deseaba! Era como si ni siquiera le viera el pelo o los colmillos, él solo veía a Sophie. Estaba tan feliz; sintió como si una luz explotara desde su pecho, tan ardiente y magnífica como para ser contenida. Ella se volteó para verlo y lo besó y sintió que la luz se intensificó cuando él respondió a su beso.

—Entonces, no pares de tocarme —Sophie dijo mientras sus manos vagaron por la espalda de Quinn, disfrutando la sensación de todo él—. Nunca pares, Quinn —ella le dijo—. Quédate conmigo.

—Sophie, yo…

Un fuerte estruendo lo interrumpió, el sonido violento de la puerta principal como si fuera un ariete.

— ¡Sophie! ¡Quinn! Vístanse y vengan acá. ¡Necesitan ver esto! —La voz de Mirror sonaba desde el otro lado de la puerta de la recámara de Sophie.

Sophie y Quinn se miraron y se vistieron tan rápido como les fue posible. El vestido de Sophie se atoraba en su pelaje en distintos puntos, pero ya no le importaba. Ellos bajaron corriendo juntos por los escalones principales hasta donde Mirror estaba de pie protegiéndose contra la puerta, batallando para asegurar el pesado cerrojo.

— ¿Qué está pasando? —Sophie dijo—. ¿Quién nos está atacando? —Ella corrió hasta la pared y comenzó a sonar cada timbre, llamando a los sirvientes a sus puestos de defensa.

—Es un grupo de pueblerinos —Mirror dijo—. Ellos traen una bandera blanca y dicen que tienen un mensaje para Quinn, pero no me gusta cómo se ven —esta mañana, los moretones en el rostro y brazos de Mirror estaban morados y negros, lo que hizo que Sophie se enfureciera. Ella debió matar a cada pueblerino que le puso una mano encima a Mirror, en vez de solamente dejarlos rasguñados.

—Ve, ponte a salvo —Sophie dijo, retirando suavemente a Mirror lejos de la puerta—. Estás herida y hoy tú no tienes porqué tratar con esta mierda. Si las cosas se ponen serias, te llamaré —ella le dijo.

Mirror vaciló, luego asintió. —No hagan nada estúpido. Solo voy a ir al cuarto de artillería por un arco. Puede que en este momento no esté en forma para una lucha cuerpo-a-cuerpo, pero todavía puedo cuidarte la espalda, Soph.

Sophie asintió, esperando hasta que Mirror se hubiera ido antes de levantar una mirilla en la puerta para ver hacia afuera. Cinco pueblerinos grandotes estaban apiñados de pie en el pórtico frontal, sosteniendo una bandera blanca minúscula, obviamente cortada de una sábana de la cama de alguien y atada a una rama. Cuando ellos vieron los ojos dorados de Sophie, el más grande dio un paso adelante. Él debió haber sido parte de la pelea del día anterior porque sus brazos y rostro estaban cubiertos de moretones y cortadas. Él se veía mucho peor que Mirror, y por un momento, Sophie se sintió complacida porque él había recibido su merecido.

—No queremos ningún problema —dijo el grandote—. Solo necesitamos decirle a Quinn que su madre está muy enferma. Ella recibió un golpe ayer entre toda la violencia y ahora no puede levantarse de la cama. Nadie sabe qué es lo que tiene, pero se ve como si estuviera a punto de morir y ella está llamándolo. Dice que quiere ver a su hijo por última vez antes de morir.

— ¿Por qué tenían que venir cinco de ustedes a entregar el mensaje? —Sophie dijo.

El hombre se movió incómodo y bajó la mirada. —Bueno, mmm, ninguno de nosotros nos sentimos lo bastante seguros viniendo hasta acá solos y, mmm, todo está aquí, en esta carta —él sacó una carta del bolsillo de su chaqueta, ligeramente húmeda con su sudor, y la empujó por la ranura de la mirilla.

Sophie le entregó el papel a Quinn, esperando que él se mofara y dijera que no quería irse. Su madre era horrible. Y, después de la increíble noche que pasaron, seguramente él querría quedarse.

Él es el indicado. Él tiene que quedarse.

El rostro de Quinn quedó inexpresivo mientras leía la carta, sus labios se apretaron y sus manos sujetaron con fuerza suficiente alrededor de los bordes de la carta, arrugándola. El silencio se extendió demasiado, haciéndose incómodo y Sophie sintió que el temor comenzaba a aplastar sus entrañas. 

Él es el indicado. Él tiene que quedarse.

—Quinn… —Sophie hizo una pausa, odiándose a sí misma, pero sabiendo que lo tenía que decir—. Si quieres irte para cuidar a tu madre, siéntete libre de hacerlo. Eres libre de ir y venir cuando sea que tú lo quieras —él no contestó, solo permaneció de pie, con su vista fija en la carta. No, no, no—. Pero si no quieres, no tienes que irte —ella dijo—. Puedes quedarte aquí, conmigo —ella podía oír en su cabeza, la voz de su madre diciendo, demasiado desesperada, a los hombres no les gusta cuando estás demasiado desesperada.

Cállate, Madre. Él es el indicado.

—Sophie, ella es mi madre —él dijo, con sus hombros caídos, derrotado—. Si ella está enferma, tengo que cuidarla. Mi hermana nunca lo haría, y yo no podría vivir conmigo mismo si mi madre muriera porque yo no quise ayudarla.

Sophie dio un paso atrás, sintiéndose vencida y adolorida.

Su amor había sido toda una mentira.

Él realmente no la había querido en lo absoluto. Solamente había sido mejor que los otros ocultando su horror por la apariencia de ella. Él vio como ella venció a la mitad del pueblo y había estado demasiado asustado para decirle “no” cuando ella lo sedujo. Se quedó en el castillo porque sintió una obligación moral para cumplir con el acuerdo hecho con su madre, solamente, y se estaba yendo en la primera oportunidad que se le presentó, justo igual que el resto.

Nunca nadie querría a la bestia.

Sophie arrancó la puerta para abrirla. Los cinco pueblerinos corrieron haciéndose hacia atrás, gritando de miedo cuando la vieron amenazante, bajo el marco de la puerta, pero Sophie solo miró a Quinn ferozmente.

Él no me desea. Él es el indicado y no me desea.

—Bien —ella dijo, con voz dura—. Si ya no quieres vivir más aquí, entonces vete. Solo vete a la mierda —Sophie lo sujetó por la camisa y usó toda su fuerza para empujarlo afuera de la puerta.  Él se tambaleó y casi cayó al suelo, pero recuperó el equilibrio en el último momento—. Regresa a tu pequeña y jodida vida solitaria y nunca jamás vuelvas a pensar en nosotros —él abrió su boca como si estuviera a punto de decir algo, pero Sophie no quería oír más de las mentiras de Quinn. Cerró la puerta de un golpe y se recargó duramente contra ella, deslizándose por la madera hasta sentarse en el suelo.

Ella esperó por las lágrimas, para que el dolor se vaciara por sus ojos, pero las lágrimas no llegaron. Se sintió vacía.

Había perdido. Trece pretendientes. Trece rechazos. Hay un límite para soportar para cada persona. Ella miró sus garras. Normalmente, ella iría corriendo de regreso a su recámara para rebajarlas con una lima hasta las puntas de sus dedos y removería todo el pelo, pero en vez de eso, ella las clavó en el piso arrastrándolas, dejando surcos profundos en la madera.

—Soy la bestia. Y siempre lo seré —se dijo a sí misma, quedamente.

—Sophie, ¿estás bien? —Hillary dijo. Sophie ni siquiera había notado que los sirvientes se habían reunido frente a las escaleras, ahora se veían incómodos—. ¿Quieres que aliste tu tratamiento?

Sophie meneó su cabeza —No, ya no tiene caso.

Hillary dio un paso hacia delante, pero su mirada captó a Aarón antes de tener oportunidad de decir lo que fuera que estaba a punto de decirle a Sophie.

— ¡Tú! —Hillary gritó, apuntando al jardinero junto a Chad— ¿Por qué no lo admites simplemente?

Aarón levantó sus manos en el aire como si se estuviera protegiendo contra el candelero que ella estaba a punto de arrojar—. ¡Te juro que yo no tomé tu puto tinte de cabello! Soy el jardinero; ¿para qué diablos querría tinte de cabello?

Con el sonido de la voz de Aarón, el rostro de Chad se contorsionó en una miserable máscara. —Aarón, te juro que mis caballos nunca lastiman tus jardines, ¡tienes que creerme!

La cabeza de Aarón se giraba entre Hillary y Chad, tartamudeando cuando trataba de completar el diálogo de dos iteraciones a la vez.

La Sra. Ladium también captó la vista de Macy y comenzaron a discutir acerca de la cocina sucia, y el vestíbulo hizo eco con los gritos furiosos y los llantos.

— ¡Siempre estoy limpiando tras de ti!

—Si no te gusta como manejo mi cocina, ¡no entres ahí!

— ¡Te haré pagar por lo que tus caballos le hicieron a mi jardín, Chad!

Sophie sintió como si estuviera cayendo a pedazos. Puso sus manos sobre su cabeza para tratar de ahogar las voces, pero solo comenzaron a aumentar el volumen.

Al carajo con todo.

— ¡SUFICIENTE! —Sophie gritó, poniéndose de pie y juntando sus manos en un aplauso.

Todos se quedaron callados.

— ¿No lo entienden? —ella gritó a sus rostros pasmados—. Todos estamos en esta casa juntos. Para siempre. Nunca envejeceremos. Nunca nos vamos a ir. Todas las discusiones se acabaron. Ahora.

Todos comenzaron a hablar al mismo tiempo, sus palabras se apilaban unas sobre otras cuando sus iteraciones comenzaban de nuevo, al mismo tiempo. Ya ni siquiera se respondían el uno al otro, simplemente repetían las mismas palabras una y otra vez.

— ¡Paren! —Sophie gritó—. Solo paren —ella dijo más quedo. Se volteó hacia la Sra. Ladium—. ¿Por qué le molesta tanto la cocina de Macy? ¿Por qué es tan importante un poco de desorden en la cocina?

La Sra. Ladium esnifó ofendida, viendo a Macy ferozmente. —Esa chica no se ocupa de sus responsabilidades.

Bien, ella todavía no está iterando.

— ¿Sus responsabilidades en la cocina? ¿Y a usted qué le importa? —Sophie presionó—. La Sra. Ladium se movió inquieta y miró a su hijo Chad, antes de volver a mirar de forma feroz a Macy.

—Ella es una desgracia para la confianza que le dimos —la anciana hizo una pausa, y volvió a mirar a su hijo.

Y ahí está, Sophie suspiró.

—Macy, ¿discutiste con Chat? ¿Lo lastimaste de alguna forma que haría que la Sra. Ladium esté molesta contigo? —Sophie dijo tan suavemente como pudo.

La mirada de Macy fue de Chad a Aarón, viéndolos a ambos. —No quiero hablar acerca de eso ahora, mi lady —ella dijo, la normal confianza-pícara en sí misma, ahora se veía triste y un poco lastimada.

— ¡Ella me ama a mí, no a ti! —Aarón dijo, inclinándose hacia Chad. Chad le regresó la mirada ardiente a Aarón, acercándose aún más a Aarón hasta que sus pechos rozaron uno con otro y los labios de los hombres estaban separados por escasos centímetros.

—Entonces ¿por qué me dijo que me ama? Tú no puedes pasar por encima de mi relación con ella —Chad dijo.

—Por los dioses —Hillary suspiró—. Ustedes dos ¡ya que esperan para besarse! Muchachos, ¿por qué no pueden admitir que están enamorados el uno del otro?

— ¡Pero nosotros amamos a Macy! —dijeron al unísono, volteando hacia Hillary, aunque sus ojos no dejaron de mirarse el uno al otro.

— ¡Y yo los amo a los dos! —Macy gritó, con lágrimas rodando por su rostro.

Mirror dio unas palmadas en el hombro de la cocinera en un ademán tentativo de “ya pasó, no te preocupes” pero rápidamente retiró su mano cuando Macy cayó de rodillas sollozando.

Sophie miró a los sirvientes reunidos, quienes ahora no podían mirarse los unos a los otros directamente a los ojos. ¿Cómo es que ella nunca antes se había dado cuenta de esto? Ella miró a Mirror, que le sonreía con una expresión de confianza y amor en su rostro. Sophie le sonrió en respuesta.

Yo puedo hacer esto. Volteó a ver a los sirvientes.

—Muy bien muchachos, vamos a llegar al fondo de esto. ¿Qué es lo que ha estado sucediendo por aquí?

 

***

 

— ¡Quinn! —el grito estridente de su madre sacudió las paredes de la cabañita.

Quinn ya había reparado el techo, matado algo de caza para la cena, limpiado la casa de arriba-a-abajo, y hasta lavado el montón de ropa empapada-en-ginebra de su madre. ¿Qué más podría necesitar ella?

Tan pronto como Quinn llegó a la casa de su madre, supo que era un error. Hasta que entró bajo el hacinado techo de su madre, él no se había dado cuenta de que el corto tiempo que pasó lejos de ahí, había hecho maravillas por él. Sus hombros, normalmente tensos, finalmente se habían relajado para descansar por debajo de su barbilla, y casi había dejado de instintivamente protegerse de un golpe, cuando fuera que oyera voces a gritos. Pero tan pronto como él llegó y oyó la voz de su madre, toda la tensión y estrés regresaron invadiéndolo.

—Muchacho, ¿dónde estás? ¡Tienes a una anciana enferma esperando! —su madre gritó.

Quinn dejó la leña que él había estado cortando y se dirigió dentro de la casa corriendo ligero. Abrió la puerta y se agachó rápidamente, esquivando una olla de cobre en rápido movimiento volando por donde su rostro habría estado.  Las ancianas enfermas no deberían de ser capaces de lanzar nada con tanta fuerza.

— ¿Si, Madre? —Quinn luchó por hablar sin suspirar. Sophie había dejado bastante claro que ella no quería volver a verlo.

Así es como va a ser el resto de mi vida. El suprimió un escalofrío cuando el pensamiento pasó por su mente.

— ¡Tengo hambre! —Beatrice se tambaleó ligeramente cuando se sentó en la silla de la cocinita—. ¡Prepárame algo! —Ella tomó un largo trago de algo cáustico de una anforita y dejó escapar un eructo húmedo.

—Estaba cortando leña para el fuego para así poder comenzar a preparar la cena. Me detuviste de hacerte la cena para poder pedirme que te hiciera la cena —él no pudo evitar resaltar el detalle.

— ¿Te quieres pasar de listo conmigo, muchacho? —Beatrice sujetó una botella de licor vacía y la lanzó a Quinn.

Quinn se agachó, encogiéndose cuando oyó como la botella se hizo añicos golpeando contra la pared a sus espaldas. Unos pocos fragmentos de vidrio se incrustaron en su espalda y aguijonazos de dolor se dispararon por su cuerpo.

No puedo creer que regresé a este lugar. Él quería estar en casa con Sophie y Mirror. Él las extrañaba. Ellas le habían dado una probada de cómo era ser tratado como una persona.

Nunca debí haber regresado. Quinn se retiró hasta el montón de leña, tratando de ignorar los agudos dolores en su espalda. Los fragmentos se habían clavado lejos de su alcance, y Quinn trató de hacer las paces con otra fuente de dolor en su vida. Él tendría que ir al pueblo para encontrar a alguien para sacarlos, pero Beatrice no lo dejaría irse antes de que ella se hubiera alimentado.

Una mano pequeña tocó su espalda y él casi saltó cuando sintió un fragmento de vidrio siendo removido cuidadosamente. La mano sacó cada fragmento, uno por uno, poniendo en cada cortada un vendaje suave para frenar el sangrado y mantener limpia la herida. Quinn no se atrevió a darse la vuelta, no se atrevió a moverse cuando sintió la nada familiar calidez de esperanza creciendo en su pecho. Los pasados días habían sido tan miserables, que él no podía descontar la posibilidad de que solamente estaba imaginando el toque de su amada.

—Ya estás listo —la voz de Mirror dijo. Quinn sintió una luz viniendo a su pecho. Él acalló una rápida punzada de decepción porque Sophie no había venido a buscarlo. Él amaba a Mirror, pero había algo en Sophie que se sentía bien, de una forma que ninguna otra mujer, alguna vez, lo había hecho sentir.

Mirror caminó rodeándolo para verlo de frente, con una sonrisa brillante. —Es hora de venir a casa.

—Pero Sophie dijo… —Quinn comenzó a decir.

—Ambos escuchamos lo que Sophie dijo, pero tú no has visto lo que ella hizo —los ojos de Mirror brillaron alegremente.

Quinn se sentó pesadamente en el tocón de un árbol. Su cabeza divagaba mientras desesperadamente, trataba de mantener cualquier esperanza de que su vida pudiera cambiar otra vez.

—La maldición se está derrumbando. De hecho Sophie, comenzó a escuchar las discusiones que todos estaban teniendo en una iteración. Una vez que ella intervino e hizo que todos llegaran al fondo del asunto, las iteraciones se detuvieron por completo —Mirror sujetó ambas manos de Quinn con sus manos—. Nunca más tendré que oír a la Sra. Ladium y a Macy teniendo la misma estúpida pelea, jamás otra vez —ella suspiró felizmente—. Sophie dejó de estar tan obsesionada acerca de cómo se ve y, aquí entre nos, cada día que pasa, su condición transformada se ve un poco menos feroz.

Quinn no pudo evitar sonreírse. —Estoy feliz de que Sophie está consiguiendo lo que ella desea. Pero si ella está rompiendo la maldición por sí misma, no me necesita.

— ¡Por supuesto que te necesita! —Mirror jaló a Quinn para ponerlo de pie—. ¿Quién piensas que me envió para llevarte? Empaca tus cosas, tú vienes a casa.

 

***

 

Sophie recargó su cabeza contra el frío vidrio de la ventana y suspiró. Ella nunca antes había estado aburrida. Antes de Quinn, cada momento de vigilia lo pasaba combatiendo su transformación, buscando un pretendiente, o tratando de convencer a un pretendiente para que la amara. Pero ahora, ella finalmente había encontrado al hombre que ella amaba, había detenido los constantes dimes y diretes del personal, y se había dado por vencida con su extensa rutina de belleza; ella no tenía nada más qué hacer. Trató de ir al campo de tiro a practicar, pero en todo lo que podía pensar era en la sensación de las manos de Quinn en su cintura.

Desde el otro lado de la ventana, ella podía oír a Chad, Aarón y Macy, tomando un descanso de sus deberes.

— ¡Dámela más duro! —Macy gritó.

Felices por siempre es realmente ruidoso. Sophie gruñó alejándose de la ventana, así no tendría que oír al Trío Amoroso en acción detrás del establo. Una vez que los tres llegaron al fondo de sus conflictos, al hecho de que Chad y Aarón trataran de forzar a Macy a escoger entre ellos era estúpido cuando todos ellos se deseaban entre sí de igual forma, ellos habían establecido una rutina diaria de cogerse el uno al otro por toda la casa. Hillary estaba emocionada porque finalmente, sus amigos admitieron sus verdaderos sentimientos, mientras que la Sra. Ladium simplemente estaba feliz de que Macy ya no le rompiera el corazón a su hijo. Sophie sabía que probablemente debería limitar al feliz trío a una sola habitación, así ella no tendría que toparse con ellos en cualquier rincón, pero ella estaba complacida de que todos estuvieran felices. Los ciclos de miseria y culpabilidad de los últimos diez años, finalmente habían terminado.

Sophie miró alrededor de su recámara, pensando en cómo la iba a redecorar. Ya no tenía sentido mantenerlo luciendo como un sexy harén si ella sería la única que lo disfrutaría.

Los cambios también venían para Mirror, quien, en los últimos días, había comenzado a hacer planes para ver más del mundo, ahora que los otros sirvientes no la necesitaban. Sophie estaba feliz por ella; Mirror merecía alejarse de la casa maldita que la había tenido entrampada por tanto tiempo.

— ¡Cielo! ¡Ya llegamos! —la voz de Mirror la llamó desde el piso inferior.

Los pies de Sophie ya se estaban moviendo hacia la puerta antes de que ella siquiera comprendiera completamente las palabras. Sus pasos volaron por las escaleras; ella había abandonado sus tacones altos a favor de cómodos zapatos de piso hace días, y no podía entender cómo había sobrevivido caminando sobre picos por tanto tiempo.

Sophie alentó su paso cuando alcanzó la parte inferior de las escaleras y vio a Quinn y a Mirror tomados de las manos.

Por supuesto. Ellos van a huir juntos. Debí haberlo sabido. Sophie apretó sus manos juntas y se esforzó por calmar el dolor en su pecho. No era para sorprenderse después de la pataleta que ella le hizo a Quinn cuando lo forzó a irse. Mirror era encantadora. Sophie amaba a Mirror. Todos amaban a Mirror. ¿Por qué Quinn no la amaría?

Él es el indicado, él es el indicado, él es el indicado, su corazón latía a ritmo con las palabras. Mirando a las fuertes líneas de su rostro, sus increíbles ojos, ella ahora lo creía con más fuerza que antes. Quería las manos de él sobre ella, sus labios en los de ella, sus palabras susurrando en su oído cada mañana, y su polla dentro de ella cada noche. 

—Quinn —Sophie dijo—, lamento tanto haber hecho que te fueras. Es solo que estaba muy lastimada porque querías irte. Te amo.

—Yo también te amo —él dijo.

Mirror soltó la mano de Quinn y Sophie pensó que él voltearía a ver a Mirror, pero sus ojos nunca dejaron el rostro de Sophie.

—Nunca debí haberme ido —él dijo—. Tú eres mi hogar —Quinn caminó hacia ella, y luego él estaba corriendo, y ella estaba corriendo, y entonces sus brazos estaban alrededor de Sophie y ella no podía tener suficiente de la sensación de su cuerpo tocando el de él. —Tú eres la indicada —él dijo—. Tú eres la indicada para mí para siempre.

Él la levantó en sus brazos y la cargó subiendo las escaleras hasta su recamara. Sophie enroscó sus dedos en el cabello de Quinn, maravillada por su suavidad, en lo sencillamente maravilloso del aroma de él. De una patada abrió la puerta de la recámara y lo más lejos que llegaron fue a un largo sofá que corría a lo largo de la pared antes de colapsar juntos en su suavidad.

Las manos de Quinn empujaron su falda hacia arriba hasta que sus pulgares encontraron su humedad y empujó sus dedos duro dentro de ella.

— ¡Sí! ¡Para siempre, mío! —Sophie gritó, estirándose para desabrochar su pantalón y liberar su polla, ya endurecida para ella.

Él no se molestó en quitarle la ropa interior, solo la empujó a un lado para poder arremeter con su verga dentro de su vagina. Sophie gritó con el intenso placer que navegaba por su cuerpo. Ella lo montó con fuerza, sujetando sus hombros para soportar su peso. 

Una parte distante de su cerebro se percató de que ella ya no tenía garras, pero eso solo era importante para que ella se pudiera sujetar a él sin el riesgo de cortarlo. Todo lo que importaba era la sensación de su polla dentro de ella, el calor abrazante en sus ojos instándola a encenderse.

—Sophie —él gimió—. Estoy a punto. Te necesito, mi amante; necesito sentir que te vienes.

Él alcanzó su clítoris y lo golpeteó, agachándose para morderla en el cuello, justo encima de su clavícula. Eso era lo que ella necesitaba para empujarla sobre su clímax y Sophie rugió con un rugido muy humano mientras se venía. Esta vez, la puerta no se estremeció y ninguna de las pinturas se cayó de las paredes, y ella sintió el orgasmo en olas a través de su cuerpo como una fuerza de la naturaleza desbordándose en cada nervio.

Un segundo después, ella sintió a Quinn como una marejada profundamente dentro de ella y su leche caliente fluyendo en su interior. Ellos cayeron de espaldas, respirando pesadamente.

—Quédate conmigo —Sophie dijo, jadeante. Ella ya no dudó  de la respuesta que el diría.

Él sonrió, mirándola a los ojos. —Siempre.

 

***

 

Mirror no volteó a mirar sobre su hombro cuando ella caminaba alejándose del castillo. Ella había dejado una carta para Sophie y Quinn en su recámara, junto con una picaresca pintura de ella, desnuda, para que así pudieran pensar en ella cuando cogieran. 

Mirror tarareaba una alegre melodía para sí misma y caminaba con pequeños saltos mientras miraba hacia el horizonte. Ella extrañaría a Quinn y a Sophie, pero no se arrepentía por no despedirse. Ellos eran perfectos juntos de una forma que no necesitaban un tercero, y Mirror ya no podía quedarse en el castillo anteriormente maldito.  Había sido un buen lugar para crecer, pero era hora de seguir adelante. 

Con el rabillo del ojo vio movimiento bajo los árboles, y le tomó un segundo reconocer el culo de Chad.

— ¡Sí! ¡Sí! ¡Más! —Chad gritaba mientras Aarón se lo cogía duro. Macy yacía bajo Chad, los tres completamente cegados al mundo en su bruma amorosa.

Sí, definitivamente es tiempo de ir a encontrar mi propio final feliz, Mirror pensó mientras se apuraba por el camino. 

Ella había escuchado un rumor de un reino no muy lejano con un rey súper superficial que necesitaba un consejero con experiencia en el manejo de gente rica y mimada. Decían que él necesitaba a alguien para hacer encuestas acerca de quién era “el más bello en las tierras”, para asegurarse de que no fuera su hijastro, Snow. 

Mirror se encogió de hombros y comenzó a trotar. Ella no sabía qué le deparaba el futuro exactamente, pero estaba lista para averiguarlo.