VEINTICUATRO
Deambulan por todo el tren en busca de un vagón para fumadores. Se instalan, pero Manu sale en seguida para comprar unos Bounty en la cafetería.
Nadine se coloca los Walkman, se interesa por el paisaje. El tren está casi vacío y no funciona el aire acondicionado. Satis les envíes, c’est téllement plus facile. Surtout la nuit.[25] Satisfacer los antojos, es mucho más fácil. Sobre todo por la noche.
Manu le tira de la manga:
—Allá adonde vamos está cerca de Colombey. Si quieres, de regreso, podemos pasar por la farmacia.
—Si conseguimos pillar esas piedras, vamos directo a Nancy para encontrarnos con Fátima, faltaría que nos pescaran antes de devolvérselas. Además, déjate estar de la farmacia, allí no se nos ha perdido nada. ¿Vuelves a casa de tu madre?
—Mató a tu amigo.
—Ya lo sé, le ha tocado.
—Lástima, tenía preparada una buena réplica. Entramos, miramos los caramelos, nos acodamos en la caja, montamos un numerito sonado y decimos: «Era amigo nuestro, gilipollas». Y ya está.
—¿Y eso te parece una réplica de la hostia?
—Pues sí. Simple y eficaz. Tope perfecta.
—Sabes qué pienso: cuantos más testigos dejemos, mejor. Es aún más jodido dejar supervivientes que matar a alguien. Un buen testigo y que se las apañe. No para de comentarlo, se despierta de noche. Después, siempre que da el coñazo con su historia, se acuerda y se siente un gusano. La angustia clavada en las tripas y nadie sabe cuándo saldrá para devorarle el culo. Hemos cometido un grave error táctico: debimos dejar un montón de testigos.
—¿Cómo vas de munición?
—Regular. Para dos días. Depende del consumo.
—Cuando le hayamos entregado la mercancía a Fátima, quisiera volver a Bretaña. Había rincones monísimos, acantilados de la hostia… He estado cavilando, saltar al vacío o arder viva; inmolarse resulta demasiado pretencioso. En consecuencia, después de la cita de Nancy, voto por el salto al vacío… Es un milagro que aún estemos dando tumbos. Preferiría terminar todo esto tan bien como empezó y poner punto final a las bromas. Antes del acoso, escoger un lugar bien guapo.
—Vale. Me darás un empujoncito para saltar, no creo que tenga el valor. No consigo verlo claro.
—Tranqui, te empujaré.
Manu abre una lata de cerveza comprada en el bar.
—Fátima ha aceptado el trato de las piedras porque quiere ayudarnos después. —Añade—: Colocar la mercancía y decidirnos a intentar irnos bien lejos. Nada que ver con nosotras, esos dos perdedores versión convencida. Por eso prefiero que nos esfumemos, fuera rollo.
—Tenemos otras cosas que hacer. Pensar en dejar una nota en la agencia France Presse: «Saltaron al vacío», ya se inventarán el titular.
—Excelente idea.
Nadine se coloca los walkman: everyday, the sun shines, y duele hondo en la garganta pensar que lo oye por última vez.
Con todo, no consigue estar triste ni angustiada. Manu lleva una camisa de seda de color rosa llena de manchas de chocolate, abierta hasta el ombligo sobre ese increíble sujetador. Se pinta las uñas otra vez, rosadas.
Nadine promete concentrarse en el último momento, pensar en ella como la ve ahora. Ultima imagen perfectamente memorable.