Irina Korschunow
Gökan tiene valor
Me llamo Miguel. En nuestra ciudad trabajan muchos turcos. Sus hijos van con nosotros a la escuela. También en mi clase hay turcos, doce en total. Uno de ellos se llama Gökan, y me gustó desde el principio. Me hubiera gustado hablar con él de Turquía y de cómo son las cosas allí. Pero Federico Bachmann nos había dicho que no teníamos que hablar con los turcos, y nosotros hacíamos lo que Federico Bachmann decía.
Federico Bachmann ha mandado una temporada en nuestra clase. Era el mejor jugador de fútbol y el que corría más rápido. También era un bocazas, y cuando luchaba con alguien ganaba siempre. Todos le teníamos miedo. Sólo por eso no he hablado con Gökan.
En realidad yo no podía aguantar a Federico Bachmann. ¡La forma en que maltrataba a Helmut Runge! Le ponía la zancadilla, le quitaba la silla, le escondía la cartera, y todos los días una nueva faena. Helmut Runge es pequeño, débil y sin músculos. Además siempre está enfermo. Fastidiar a alguien como él me parece ruin. Pero ahora se acabó. Por fin ha recibido Federico Bachmann su merecido, de lo cual me alegro. El jueves pasado Federico trajo unos petardos a la escuela. Nuestro maestro estaba enfermo. El señor KIotz era quien le representaba, y no admite bromas.
—Deja los petardos, —le dijimos a Federico.
Sin embargo, cuando el señor KIotz estaba en la pizarra, Federico tiró algunos.
—¿Quién ha sido? —rugió el señor KIotz—. Nadie contestó y el señor KIotz dijo: —Está bien, esta tarde podéis ejercitaros en la escritura. Para mañana tenéis que copiar la historia que acabamos de leer.
En la calle había nieve en condiciones inmejorables para usar el trineo. Y nosotros teníamos que copiar aquella estúpida historia.
Miramos a Federico Bachmann esperando y nos alegramos cuando le vimos levantar el dedo. Pero, él dijo:
—Ha sido Helmut Runge.
—No está bien de la cabeza —pensé, y estaba seguro de que los demás creían lo mismo—. Helmut Runge empezó a llorar, y en el mismo momento gritó Gökan, el turco: —No es cierto, no ha sido Runge sino el mismo Bachmann.
Nos quedamos mirándole maravillados. ¡Qué valiente! Federico Bachmann fue castigado con un enorme trabajo. Al acabar la clase se lanzó sobre Gökan. Yo y un par de chicos más le sujetamos y se lo impedimos y ahora tiene que aguantarse, el cobarde. Yo no quiero tener nada que ver con él. Pero con Gökan quiero hablar pronto y de muchas cosas.