PROOEMIUM

Hic sapientia est. Qui habet intellectum, computet humerum besliae. Numerwm enirn hominis est: et numerus eins sexcenti sexaginta sex.

[Aquí está la sabiduría. El que tenga inteligencia que calcule el número de la bestia, porque es número de hombre. Su número es seiscientos sesenta y seis.] [2]

SAN JUAN. Apocalipsis, 13-18.

Son muchas las palabras vertidas para identificar a quién hacía referencia san Juan con el número 666. Muchos aceptan que el apóstol se refería con gran probabilidad a alguno de los emperadores de Roma, seguramente a Nerón, quien inició las terribles persecuciones contra los primeros cristianos. Sin embargo, hay otros que apuntan que, teniendo en cuenta cuándo se escribió el Apocalipsis, san Juan debía de estar identificando a la bestia de su gran profecía con Tito Flavio Domiciano, un emperador menos conocido que Nerón, pero si cabe tan o más terrible y oscuro, no sólo para los cristianos sino para los propios romanos, hasta el punto de pesar sobre él una de las más solemnes damnatio memoriae emitidas por el Senado de Roma. Pero para comprender el sentido del reinado de Domiciano es necesario narrar el conjunto de acontecimientos que dieron lugar al nacimiento y derrumbe de la dinastía Flavia, la saga de emperadores que sucedió a la dinastía Julio-Claudia.

La historia de la dinastía Flavia no es sólo impresionante por sí misma, sino por un suceso aún más singular: porque bajo el gobierno de los emperadores Flavios una pequeña familia de la provincia hispana de Baetica fue creciendo en fama y poder dentro del magno Imperio romano. Se trata de la rama de la familia Ulpia, originarios de Itálica, pero que han pasado a la Historia más conocidos por su cognomen: Traianus. De todos ellos, el más famoso e importante, sin duda alguna, fue Marco Ulpio Trajano, sobresaliente por muchas razones, algunas conocidas y otras no tanto: Trajano fue el primer emperador no originario ni de Roma ni de Italia, el primer emperador procedente de una provincia del Imperio, algo completamente inaudito. Este relato intenta dar respuesta a una de las grandes preguntas de la Historia: ¿por qué Roma eligió a un emperador no nacido en Roma? ¿Qué ocurrió para que eso pasara y, más aún, para que ese hecho fuera aceptado por el propio Senado de Roma?

Trajano, más allá de su origen, es conocido sobre todo por conducir al Imperio a sus máximas cotas de poder tras impresionantes hazañas militares de conquista y romanización. Lo que no se suele conocer tanto es la que puede que sea su heroicidad más valiosa, su acto más excelso en medio de la tempestuosa Roma de finales del siglo I de nuestra era: la capacidad de Trajano para sobrevivir al reinado de Tito Flavio Domiciano, un emperador dispuesto siempre a condenar a muerte a cualquiera que destacara en el ejército o en la política. Resulta en gran medida paradójico, pero una de las más brillantes hazañas de Marco Ulpio Trajano fue precisamente aprender a pasar desapercibido en un mundo donde había que evitar a toda costa que la mirada del emperador se detuviera sobre tu persona. Ésta es la historia del advenimiento y apocalipsis de una dinastía de emperadores romanos que se autodestruyó, la de un legatus en la sombra que vigilaba las fronteras de un imperio que se deshacía en pedazos y el principio de un sueño que sólo un hombre, Trajano, alcanzaba a vislumbrar en un horizonte que se había teñido de desesperación. Modificar el curso de la Historia es prácticamente imposible. Sólo unos pocos se atreven a intentarlo y sólo uno entre millones, siempre de forma inesperada para todos, es capaz de conseguirlo. Bienvenidos al mundo de Marco Ulpio Trajano.

Los asesinos del emperador
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