XII - Al alba

—Nos queda una hora —dijo mi padre—. Os tengo que decir muchas cosas, pero hemos de ser breves.

—Kean vendrá al amanecer —dijo Hulda. Dan la miró extrañado:

—¿Qué tipo de droga te has echado en el pelo. Hulda, qué le pasa?

Mi padre lo interrumpió.

—Mira el mío, completamente blanco. Hay algo aquí en el aire que destruye la pigmentación del cabello. Aquí todos tienen el pelo blanco.

Estábamos sentados con mi padre y Hulda en la terraza de «Bajo Jardines». Hulda nos servía el desayuno, haciendo una buena imitación de lo que habríamos tomado en la Tierra. No intentaré describir los alimentos; diré solamente que se trataba de una bebida que podría haber sido té o café, probablemente una mezcla dulce de cualquier yerbajo y una carne cocida que esperé fuese de algún animal.

—¡Qué desayuno más rico. Hulda! —dije, mintiendo al terminar.

—Bueno, vayamos al piso de arriba —ordenó mi padre con tono urgente.

El tejado estaba oscuro. La luna llena se hallaba ya baja en el horizonte y sus purpúreos rayos se filtraban a través de la densa masa de vegetación. El tejado de la casa, que era plano, tenía un parapeto de metal. Había senderos que discurrían entre macizos de flores y un pequeño espacio despejado en el que había varias sillas muy cómodas. Nos sentamos y mi padre nos ofreció algo que parecían unos puros hechos en casa, pero que no estaban mal del todo.

El aire nos rodeaba opresivo, encerrados como estábamos por la pared y el techo vegetal. Yo estaba convencido de que por encima de nosotros había una calle, pero, aunque así fuera, en aquel momento no debía tener tráfico alguno, ya que no se veía ninguna figura a través de los rayos de la luna.

Parecía no haber nada vivo al alcance de nuestra vista; sin embargo, al cabo de un instante ya no estaba tan seguro de que así fuese. Desde el tejado de la casa hasta el techo de vegetación subían vides, como escaleras, y me pareció ver sobre nosotros una figura agarrándose al techo de plantas. Era una forma marrón. ¿Se trataba de un hombre o de un animal? ¿Se trataba de algún insecto de color marrón posado en uno de los racimos? Más allá, ante la verja, vi algo marrón que se arrastraba boca abajo, del tamaño de un hombre, provisto de varias patas, que levantó los ojos hacia el tejado; ojos de un rojo opaco, con muchas otras lucecitas brillando a su alrededor.

Me quedé mirándolo atónito. Entonces aquello reptó hasta la verja de la casa y, al llegar allí, se levantó, sosteniéndose sobre un trípode de patas articuladas. Tenía la estatura de un hombre. Más tarde, volvió a echarse al suelo y continuó reptando, siguiendo la línea de la verja.

—¿Habéis... habéis visto eso? —fui capaz de articular. Mi padre se echó a reír:

—Es solamente uno de los guardias. Tenemos medio centenar, tanto en la tierra como entre el follaje. Es que estamos preocupados por la seguridad de Zetta; tenemos razones para...

—¿Dónde está Zetta? —pregunté, pues con su comentario me dieron la oportunidad de hacerlo. Hulda respondió:

—Llegará en cualquier momento. No quise despertarla. Mi padre se acomodó en su silla; parecía faltarle el aire cuando empezó a hablar, como si tuviera mucho que decir y no dispusiera de tiempo suficiente.

—Antes de que podáis comprender la situación reinante en este Planeta, he de daros una idea acerca de la historia de este mundo, de estos seres humanos que tan distintos son de nosotros en cuanto a la forma, pero que tanto se asemejan a nosotros en lo humano. Frederick. no te impacientes; ya sé que lo que tú quieres son los fríos datos técnicos. Seré todo lo breve que pueda; este pueblo siempre ha llamado a Xenephrene

«El Errante» y éste era el nombre que aplicaban a su mundo. Los antiguos astrónomos de la Tierra llamaban «Errantes» a los planetas del sistema solar. Como sabéis, esto no es cierto, ya que se encuentran ligados al sol: pero Xenephrene siempre fue libre, capaz de vagar libremente entre las estrellas: y ya podéis comprender que las condiciones astronómicas que aquí se sufren ahora son completamente nuevas para ellos. Es completamente ¡(relevante saber cómo eran antes las noches de pálida luz estelar y los días con la purpúrea luz de Pyrena.

Solamente una pequeña parte de la superficie de Xenephrene es habitable — continuó— y sólo existe una raza dominante, los Garlianos. que habita en esa región. A esta ciudad la llaman «Garla». Hace unos diez mil años los Garlianos eran un pueblo muy progresivo, como muestran sus anales. Los Garlianos ya habían pasado la era de desarrollo que en la Tierra se consiguió antes de que nos afectara esta catástrofe: sus tradiciones hablan de una época antigua, cuando vivían en un mundo mecanizado por la ciencia. No muy lejos de aquí se encuentran las ruinas de una de sus ciudades, que ahora está abandonada: pero se dieron cuenta de que todos esos aparatos que ahorran trabajo, toda esa existencia artificial, mecánica, compleja, automática, no proporcionaba la felicidad. ¡Se dieron cuenta de que estaban siguiendo un camino equivocado! Tal vez costará siglos convencerse de ello plenamente, pero lo cierto es que. con el transcurso de los años, las máquinas comenzaron a deteriorarse y la actividad moderna se fue eclipsando conforme los garlianos volvían a su vida sencilla de antaño.

Disponían de conocimientos suficientes para conseguir de la Naturaleza lo que desearan para una existencia cómoda: no obstante, a medida que sus necesidades iban disminuyendo, comenzaron a contemplarse con amabilidad, no como animales encarnizados en los que no se puede confiar. Ahora bien, la maldad existe aquí y por doquier. Los Garlianos conservaron la ciencia en tal estado, que podían controlarla. Hay un organismo científico que ellos describen por medio de una palabra que yo interpreto como «Gremio», compuesto por un pequeño número de científicos, absolutamente dignos de confianza. Su trabajo es secreto, de manera que ningún individuo ambicioso puede llegar a ellos.

—Eso es lo que se espera —le interrumpí—, pero... esas cosas color escarlata, ese sonido...

El sonido se enseñoreaba a nuestro alrededor, llegando a nuestros oídos.

—Si se le controla —dijo mi padre— es completamente inofensivo.

Lo que su mirada implicaba me hizo temblar. Dan intervino diciendo:

—¿Y, entonces, dónde está el problema? Si no existe lucha alguna...

—En teoría eso es cierto, pero la ecuación humana nunca varía: el bien y el mal. Freddie dijo rápidamente:

—Pero aquí debe haber entonces dos razas. Usted mencionaba a los Braunos en su carta. ¿Acaso son ellos los que amenazan la Tierra?

—Estoy intentando decíroslo. Aquí no había nada más que una raza, los Garlianos; de entre ellos, la mayoría quería dejar la vida moderna, pero una minoría no lo deseaba. El Gobierno garliano intentó separar el elemento discordante y lo hizo de la siguiente manera: Hace ya muchas generaciones, se vio que resultaba conveniente exiliar a los criminales, desterrarlos a una región situada en el Norte, cerca de las llanuras metálicas. Los criminales eran confinados allí y allí nacieron sus hijos... Más tarde, se castigó por la Ley el predicar la vida moderna, de manera que los elementos sociales que todavía deseaban los antiguos logros fueron clasificados como criminales y desterrados a ese lugar.

Los Garlianos son una raza dominante y son muchísimo más numerosos que los Braunos que viven en ese territorio. A los Braunos se les tiene prohibida la entrada aquí, si no es después de haber pasado por la frontera y ser controlados por los guardias fronterizos. Su forma de Gobierno es dictatorial y están regidos por un déspota llamado Graff, una especie de gigante que se atribuye el título de científico. A su manera, se trata de un genio. El es quien amenaza a la Tierra.

¡La Tierra! Al oír hablar de ella, conociendo la caótica situación por la que atravesaba, la apatía de la gente, el ruidoso estado de los mecanismos defensivos, el deterioro de la ciencia y de su normal forma de Gobierno, mi miedo y mi impaciencia se hicieron casi insoportables.

—¿Dónde está ese tal Graff? —estallé—. ¿Quién es?

—Ya lo verás —contestó mi padre—. Desde luego, es un genio de la organización. Tiene un aspecto imponente, puede llevar a la gente por donde quiera y es un maravilloso orador: gracias a su oratoria, ha llegado a la posición que ahora ostenta y es la persona más influyente de Xenephrene, con toda probabilidad. Pero no debemos desesperar; aún nos queda una pequeña esperanza —su voz bajó de tono hasta convertirse en un susurro—. En realidad, el único que puede hacer algo soy yo, debido a mi capacidad de persuasión... y al buen juicio de los Garlianos.

Mi padre dudó y luego, inclinándose hacia nosotros, dijo:

—Ahora he de relataros los últimos acontecimientos, los que más de cerca conciernen. Xenephrene se unió a la familia de los planetas agrupados alrededor del sol. Graff, en mérito a sus conocimientos científicos, se dio cuenta de lo que había sucedido. Su magno-telescopio le mostró la Tierra, apreciando en ella multitud de cosas que le suscitaron ansia de conquistarla.

Reunió un pequeño ejército y se fue a la Tierra en viaje experimental. Aterrizó, como sabemos, cerca de Nueva York.

Yo empecé a decir:

—¿Y Zetta?

—Zetta y su padre estaban aquí, en Garla. De todo el Gobierno garliano, el único que quería detener a Graff era el padre de Zetta, que se opuso a la invasión e incluso a sus preparativos. Quería proteger a la Tierra o, cuando menos, prevenir a sus habitantes de lo que se les avecinaba. Zetta pensaba lo mismo. Desde la muerte de su madre, su padre y ella habían estado muy unidos. El fanfarrón de Graff se enamoró de ella.

—¿Que se enamoró de ella? —exclamé.

—Sí. y ha pedido su mano muchas veces. Nunca viene sin rogarle que vuelva con él a la ciudad de los Braunos: es sumamente amable con ella y Zetta parece no tenerle miedo. Intenta negociar con él. luciéndole que se le entregará si abandona su propósito de conquistar la Tierra. ¡Se sacrificaría por nosotros y por lo que considera los ideales y el bien de su propio pueblo!

—¿Está Graff en Garla? —pregunté.

—Sí. su expedición contra la Tierra ya está preparada. Está aquí, en Garla, adquiriendo provisiones. Y cada vez que me acuerdo de nuestra área de seguridad en la Tierra, destrozada y sin posibilidad alguna de vencer debido al cambio del clima y a la desesperación de los hombres, cada vez que lo pienso...

—¿Quién es Brea? —pregunté.

—Es una mujer que esta enamorada de Graff. pero él no la ama. sino que ama a Zetta.

—Nos estabas contando el viaje de Zetta a la Tierra —dijo Freddie.

—Sí. su padre iba con ella. Los garlianos. que estaban empezando a hacer caso de la propaganda de Graff no quisieron ayudarlos. Solamente el gremio de científicos les dejó su vehículo, pero este mismo gremio me mira ahora como a un extraño. No se de que armas pueden disponer: el medio ofensivo de Graff contra la Tierra es el sonido escarlata», que guarda relación con el minuto de los infrarrojos.

—El padre de Zetta murió al llegar a la Tierra —dijo Hulda—. Había estado enfermo y lodo aquello fue demasiado para el. Entonces Zetta decidió continuar sola.

—Sí —continuó mi padre—, y Graff se enteró de que estaba en la Tierra y fue a buscarla. Yo estaba levantado y Hulda despierta, el hombre que envió a Graff nos capturó a los tres, volviendo en el vehículo de Zetta; el nombre de nuestro capturador es Kean. el joven con quien hablasteis anoche. Se ha convertido en un amigo de total confianza. La oratoria de Graff lo había convencido, pero eso se acabó... y ahora está con nosotros.