AL SEÑOR JULES HURET

Mi querido amigo:

Ha sido mi deseo inscribir su nombre al principio de estas páginas, por razones muy concretas. En primer lugar, como testimonio del aprecio que siento por usted. Y después —lo digo con sosegado orgullo por que creo que este libro le agradará, a pesar de sus defectos, ya que está escrito con sinceridad y presenta la vida tal como usted y yo la entendemos—. Aún siguen vivos en mi mente, mi querido Huret, todos los personajes que en su día desfilaron por sus distintas encuestas sociales y literarias. En realidad, me obsesionan, porque nadie ha sido capaz de sentir mejor que usted, ni más profundamente, la tristeza y la comicidad que habitan tras la máscara del ser humano… Una tristeza que hace reír y una comicidad que hace llorar. Usted podrá volver a encontrarse aquí con una y otra…

Octave Mirbeau

Mayo, 1900.