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Antonio ya ha ido a Zaragoza un par de veces a ver a José, pero prefiere que éste vaya a Cáceres. No por comodidad, sino porque José comparte casa, y sus compañeros de piso no se ponen demasiado contentos cuando él está por ahí. Por otro lado, a José no le gusta salir con Antonio por si se encuentran con Eduardo o Carlos, o con alguien que les pueda decir que le han visto con Antonio. No es que se avergüence de Antonio, y eso él lo sabe, es que ha decidido que quiere mantener su relación en secreto para todo el mundo. Ni siquiera va a decir a nadie que se va a Madrid. Quiere perderse, desaparecer. Lo va a arriesgar todo con una alegría que a Antonio pesa con una responsabilidad casi insoportable. Aunque José le libera de alguna manera de ese peso. Siempre le dice que todo lo hace por Antonio, pero sobre todo por él mismo. Le gusta pensar que cuando su nombre salga a colación por cualquier tema, la gente diga «¿Y que habrá sido de José? Pues nadie lo sabe, no le hemos vuelto a ver». Y mientras, él esté feliz en Madrid con Antonio a su lado.
El caso es que al final en Zaragoza es bastante complicado estar relajado y a solas con José. Ni en casa ni en la calle a gusto. Antonio sabe que deberían de molestarle las manías sin fundamento de José, pero se asombra de ver que de alguna manera comprende porqué actúa así. Los dos están mejor en la casa de Antonio. Ahí tampoco salen mucho, pero es porque simplemente no les apetece.
Antonio acaba de hablar por teléfono con José. El próximo fin de semana éste vendrá a Cáceres, pero todavía es martes. Antonio ha vuelto a lamentar que José no tenga un ordenador. Él se compró el suyo justo antes de las vacaciones de verano, en una oferta bastante buena que salió en el hipermercado, y a la que se sumaba un descuento de empleado. Después de semanas aprendiendo pasito a pasito, ya se encuentra bastante cómodo manejando lo básico, y desde que ha descubierto las charlas de Internet, no hace más que pensar en lo bueno y barato que sería si José tuviese otro ordenador, pero ahora que han decidido irse a Madrid, no tiene sentido que se gaste el dinero en eso.
Se conecta y ve lo de siempre: casi todo el mundo intentando ligar. Antonio se ha metido en el mIRC, uno de los programas de «chateo» más extendidos, y entre otras cosas ha descubierto que existe más de un canal para gente como él. Uno se llama «gay_gorditos» y el otro «gay_osos». Antonio no quiere ligar con nadie, pero aún esta fascinado por este invento mediante el cual puede hablar con gente de toda España. Además, se da cuenta que hay muchos «cazadores» o «chasers», que son en general gente de complexión normal que se siente atraída por los hombres grandes o gordos o peludos, o todo a la vez; y Antonio, que lo es todo a la vez, o sea un «oso», ha descubierto complacido que tiene un gran público. Es un submundo dentro incluso del gueto gay. Algo que casi ningún homosexual que se mueva por los circuitos normales conoce salvo quizás de oídas.
Todos los que hablan con él le mandan fotos y le piden alguna suya, pero él no tiene ninguna escaneada y ha decidido no tenerla para no meterse en problemas. Algunas de las fotos que recibe son de chicos asombrosamente atractivos. A veces piensa que si hubiese estado familiarizado con todo esto antes de conocer a José, quizás se hubiese comportado de otra forma con él, se hubiese sentido más engreído o hasta le hubiese despreciado pensando en todos los bomboncitos que se le ofrecen por Internet. Esa idea le resulta muy incómoda.
Antonio ha entrado en el canal con su apodo de siempre: Cacho. En la lista de gente conectada esta noche, ha visto un apodo que le ha hecho gracia: Zar_goza. Ha pensado en José en cuanto ha visto el nombre y se ha puesto a «chatear». El chico parece bastante agradable, y no hace más que flirtear con él. Le ha pedido a Antonio que se describa físicamente y cuando éste lo ha hecho, el otro parece haberse puesto muy nervioso. Le ha dicho a Antonio que encaja perfectamente en lo que es su tipo, y ha seguido haciendo preguntas intentando sonsacar algo más intimo. Enseguida le ha pedido una foto, pero cuando Antonio le ha dicho que no tenía ninguna, el otro se ha puesto bastante raro y desconfiado. Antonio no le ha pedido la suya porque sabe que la gente sólo intercambia, pero al cabo de otro rato de conversación y sin previo aviso, ha visto el mensaje de petición para recibir un archivo. El chico le está mandando una foto. Antonio acepta la petición y ve la barra de estado avanzar hasta el 100% mientras se baja la imagen. Lo primero que ha visto al abrir la foto era, al fondo, la silueta inconfundible de la Torre Eiffel, y en primer plano un chico vestido muy elegante, posando de una forma muy ostentosa, casi dando a entender que ese paisaje le pertenecía. De repente, Antonio se ha quedado con la boca abierta porque ha reconocido a Carlos. Es una foto que tiene varios años, porque se le ve muy joven. Hay que reconocer que está muy guapo, aunque muy poco natural, como siempre, y la foto parece tan pensada, tan elaborada, que hasta parece retocada. De repente todo encaja. Antonio entiende por que Carlos esta metido en una charla de gordos. Carlos esta terriblemente reprimido en su gusto hacia los hombres grandes, y se descarga apareciendo anónimamente en un «chat» en el que juega a ser otro. Cuando Antonio lo vio en los matorrales tras la playa…, seguro que, a su manera, intentó ligar con él y al no conseguirlo se pilló un berrinche de niño pequeño y le puso verde delante de José. Antonio, aprovechando su anonimato, va a jugar un poco para vengarse de lo que ha dicho de él y de lo que ha hecho a José. Comienza a escribir:
Cacho: ¿Es reciente la foto? ¿Vives en Paris?
Zar_goza: Sí, bastante reciente, es de este otoño. Y no, no vivo en Paris, ya quisiera yo, pero paso largas temporadas allí. Es una ciudad que me encanta.
Cacho: Que bien. Entonces seguro que hablas francés.
Zar_goza: Bueno, no me defiendo mal. Aunque cuando voy por allí, no suelo hablar mucho con la gente, me gusta simplemente pasear por las calles tan hermosas de esa ciudad…
Cacho: ¿Cómo puedes ir tanto? ¿Tienes negocios o algo por ahí? ¿Quizás algún francés?
Zar_goza: No, bueno, no sé si decirte esto porque siempre suena muy esnob…
Cacho: Te prometo que no se lo cuento a nadie.
Zar_goza: Es que tengo una herencia de mi difunta abuela, que en paz descanse, y me dedico a viajar durante casi todo el año… También es verdad que hay alguien en Paris que siempre me espera, pero aún no sé si me quiero comprometer… Ya sabes, tantas ciudades y siempre alguien esperando en cada una de ellas…
Cacho: Tienes una vida fascinante… y eres tan atractivo. Me siento fatal, yo que estoy en un pueblo de Ciudad Real y lo único que tengo a mi alrededor son estos paletos, que son más anchos que altos, que parecen bolas de pelo y que lo único que hacen es cargar y descargar, cavar, y meter la polla en el primer agujero que ven. Sólo hay un chico en el pueblo que merece la pena, se parece bastante a ti, pero el pobre creo que hasta se ha vuelto un poco majara. Todos estos burros de campo, con esas manazas y sin ninguna delicadeza siempre se acercan a él cuando han bebido un poco, y le emborrachan, y raro es el fin de semana que no le han penetrado varias de esas malas bestias.
Zar_goza: eso es… increíble. Pobre chico… Cuéntame más…
Cacho: no hay mucho más que contar. Todos esos brutos tienen novia, claro, pero ya sabes, como aquí en los pueblos se sabe casi todo, las chicas no quieren hacer nada hasta después de la boda, y mientras, estos descerebrados la toman con este pobre chico. El otro día sin ir más lejos, el viernes por la noche, cuando ya me iba a casa, oí un ruido en la parte de atrás del único bar del pueblo.
Zar_goza: ¡¡¡Sigue!! ¿Había algún tío de esos?
Cacho: Sí. Al principio no me vieron. Estaban tres de los más bastos y brutos. Uno al que llaman Chiqui, que debe medir casi dos metros y va siempre con camisetas sucias, rotas y desgastadas que le quedan pequeñas porque no debe existir una talla lo bastante grande para él. Se le marcan la barriga y las tetas, parece un cerdo, con la diferencia que el Chiqui esta cubierto de pelo negro que se le sale por el cogote y por los rotos de la camiseta. Los otros dos, son por un estilo. A lo mejor te estoy aburriendo… un chico tan sofisticado como tú…
Zar_goza: ¡¡No!! Bueno, no es que me parezca bien, por supuesto que todo es de lo más grosero, pero claro, ese pobre chico… me preocupa.
Cacho: Claro, pues nada, otro de ellos ya esta casado y con niños, pero parece que aún así le sigue gustando lo de tirarse a este chico. Es de pelo oscuro pero con reflejos pelirrojos. Aquí en el pueblo le llaman el vikingo y aunque es algo más bajo que el Chiqui, yo creo tiene más barriga, y tengo que reconocer que tiene unas piernas descomunales, y el tercero es el más mayor de los tres, el Alejandro, con unos cuarenta y tantos años, por supuesto casado y casi a punto de tener nietos porque a la hija la han dejado preñada con diecisiete años. En fin, pelo gris, barba y bigote espesos, borracho como una cuba. Tenía los pantalones medio bajados y la polla bastante morcillona empalmándose, pero lo que me pareció una animalada eran los cojones…
Zar_goza: ¡Sigue! ¿Cómo eran los cojones?
Cacho: Pues descomunales, debían de pesar medio kilo, porque le colgaban muy bajos.
Zar_goza: ¿y el chico? El pobre, ¿qué le hacían?
Cacho: Pues estaba muy borracho. Seguro que los otros le habían dado vino hasta que le saliese por las orejas. Al pobre no hacían más que tocarle los otros. La cabeza, el pecho, es estómago liso, las piernas, y sobre todo el culo. Aquellas manotas no hacían mas que deslizarse por el culo, entre las piernas del chico. El Chiqui por fin le bajó el pantalón, se sacó la polla y empezó a frotársela en el trasero del chico. Sudando como un cerdo, y haciendo ruidos como los animales, asfixiado, se quitó la camiseta rota y empapada, yo creo que se iba a ahogar en el vino que se había bebido. El vikingo se desabrochó la camisa, y se le veía aquella tripa tan grande y redonda, y el pecho, cubiertos por una manta espesa de pelo rojizo, mucho más rojo que el de la cabeza y el bigote.
Zar_goza: ¡que animal! Sigue… pobre chico, atrapado en ese pueblo…
Cacho: Bueno, el Chiqui le hizo agacharse, culo en pompa, para penetrarle y el Alejando aprovechó para cogerle la cabeza y meterle la polla en la boca, después le cogió las manos y se las guió hacia sus cojones para que se los agarrara, no hacía más que decir con esa voz ronca de borracho: así, así, así…
Zar_goza: ¿y el Chiqui? ¿Le penetró?
Cacho: Ya lo creo. Cuando se la metió, no fue nada delicado. Creo que el chico intentó chillar pero el Alejandro le apretaba la cabeza contra su polla y lo único que vi es que al chico le daba una arcada porque aquel miembro le chocaba contra el fondo de la garganta.
Za_goza: ¡que horror! ¿Y el vikingo que hacía?
Cacho: pues se masturbaba en medio del panorama o le cogía la mano libre al chico para hacer que este le masturbase. Dentro de lo malo era el más considerado porque de vez en cuando masturbaba un poco al chico como en señal de agradecimiento.
Zar_goza: ¿y el Chiqui? ¿Le seguía penetrando?
Cacho: Pues si, pero estaba tan borracho que no se corría, y entonces se paraba sin salirse, ahí empapado en sudor, sin camiseta y con ese barrigón peludo apoyado en la espalda baja del chico. En una de estas paradas, el Vikingo dijo que era su turno, el Chiqui le dejó y el otro se puso en su lugar, siendo bastante más considerado. Suavemente y despacio al principio, y más rápido después. De todas formas como el chico ya tenía el ano dilatado, se vio que no le hacía nada de daño, y aquel sudor de alcohol chorreando, parecía que lo lubricaba todo.
Zar_goza: Pero dime una cosa… si no te molesta. ¿Tú que hacías tanto rato ahí mirando?
Cacho: Bueno, me da un poco de vergüenza admitirlo, pero yo también había salido del bar un poco bebido, y toda la escena me puso bastante caliente.
Zar_goza: ¿entonces? ¿Qué hiciste?
Cacho: Bueno, yo… me da vergüenza…
Zar_goza: No seas bobo, a mí me lo puedes contar. Es comprensible. Incluso yo, en una escena como esa…, bueno me hubiese excitado. Bueno, sólo en caso de ir ebrio…
Cacho: Ya… Pues yo me estaba masturbando viéndoles, pero entonces el Chiqui me vio, y sin inmutarse me hizo un gesto para que me acercase…
Zar_goza: ¡no me lo puedo creer! ¡Que miedo!
Cacho: Miedo no, hombre. Solo un poco de corte, pero como todos estábamos borrachos… El Chiqui seguía masturbándose y le hizo un gesto al Alejandro para que se quitase, y entonces el chico este, sin que nadie le dijese nada se puso ha hacerme una mamada, y mientras lo hacía, yo veía al vikingo enfrente de mí con todo ese pelo rojo follándose al niño con un placer que a mi me excitó mucho más. El Chiqui estaba a un lado y el Alejandro al otro, los dos masturbándose. Y vi que se iban a correr de un momento a otro.
Zar_goza: ¿y?
Cacho: Bueno, pues dicho y hecho. Entre los dos yo creo que se podría llenar un vaso con todo el semen que derramaron sobre la espalda del chaval.
Zar_goza: ¡madre mía! Creo que hasta yo me estoy excitando.
Cacho: ¿de verdad? ¡¡Si esto es una burrada de pueblo!!
Zar_goza: a ver si me entiendes…, yo nunca me excitaría por una cosa así, pero estando en la situación, no sé si me entiendes, si yo fuese de pueblo y no conociese otra cosa… Pero claro, con mis viajes, el gusto se refina…
Cacho: Es verdad, perdona. Vamos a dejar esta historia, no sé porque me he empeñado en contártela.
Zar_goza: ¡No! Si ya no debe de quedar nada. Acábala, no me vas a dejar sin saber el final…
Cacho: Bueno pues, después de correrse estos dos, había un olor muy fuerte a semen, que se mezclaba con el olor del vino y del sudor. El Vikingo aceleraba el ritmo y el chico parecía que se iba a correr y ni siquiera se estaba tocando, pero el caso es que empezó a gemir con tonos entrecortados mientras seguía chupándomela. El Vikingo se excitó mucho con eso porque enseguida se corrió dentro también. No hacía ningún ruido, pero sus movimientos espasmódicos y su gesto eran bastante elocuentes. De hecho todo aquel escenario y la sugestión del gusto que estaban pasando los demás, me hizo correrme, y ni siquiera avisé al chico, que se lo tragó todo y pareció no molestarle.
Zar_goza: ¡Vaya historia! Por lo menos parece que en tu pueblo no se aburre nadie.
Cacho: No te creas, esto es lo único que hay; sexo guarro todo el tiempo con estos monstruos.
Zar_goza: ¿y donde en Ciudad Real dices que está tu pueblo? No sé, como viajo tanto, a lo mejor me puedo pasar por ahí algún día y saludarte…
Cacho: Pues no sería mala idea. Seguro que este chico también estaría encantado de conocer por fin a alguien que no sea un borrico.
Zar_goza: Pues si…, claro, me encantaría conocerle. ¿Cómo se llama? No me has dicho su nombre.
Cacho: Bueno, pues se llama Carlos, y en realidad no vive en un pueblo de Ciudad Real, sino en Zaragoza, y esta reprimido y muerto de asco, porque ni siquiera le revela sus verdaderos gustos a su mejor amigo Eduardo. Como mucho habrá ido una vez a Paris hace ya bastantes años, porque ahora esta mucho más mayor que en la foto, y no tiene ninguna herencia, ni donde caerse muerto. Y como es egoísta y engreído estará solo el resto de su vida. Alimentándose de historias y sueños que escucha de voces anónimas y que nunca le ocurrirán.
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Los ladridos y movimientos inquietos de Adolfo, indicaron que Eduardo llegaba a casa. Carlos apagó el ordenador y se miró al espejo; tenía un aspecto lamentable. La cara, roja de ira, estaba empapada de lágrimas de odio e impotencia. ¿Quién podía ser ese cabrón que le conocía? Se limpió la cara y la corrida a toda prisa, apagó la luz y se metió en la cama. Eduardo encendió la luz del pasillo, se asomó y preguntó a la oscuridad del fondo.
—¿Estas ahí?
—Sí, ya me he acostado. Tengo un dolor de cabeza…
—¿Te has tomado algo?
—Sí. Paracetamol con un vaso de leche caliente.
—Yo tampoco me encuentro muy bien. Bueno, y voy a ver la tele un rato. Descansa que mañana estarás mejor.
—Sí…, eso espero.
—Hasta mañana.