PRÓLOGO
Cuenta la tradición que Kenshin Uesugi solía amar a sus jóvenes pajes. Se cuenta también que Masanori Fukushima prefería cortar las mangas de su vestimenta antes que despertar al muchacho que dormía a su lado, siguiendo así el proceder del Emperador Ai, de la dinastía Han. Esta tendencia de ambos se les agravó con los años, y finalmente condujo a la ruina de sus fortunas y sus vidas. Pero los ejemplos de Kenshin y de Masanori no son aislados. Personas que ante el mundo pasan por ser grandes héroes tienen en su haber muchas extrañas historias referentes a su vida sexual. Se habla tanto de su homosexualidad como de su afición al sadismo, hábitos que —a mi modo de ver— se desprenden de sus vidas guerreras, y que por tanto no merecen una grave censura.
Esta obra relata la gesta del señor de Musashi, que nació en el período de guerras civiles del siglo XVI, y fue bien conocido por su astucia y fortaleza. Se cuenta de él que fue uno de los más atrevidos y crueles cabecillas de su época. Pero la gente de su tiempo rumoreaba que él se dejaba llevar por pasiones masoquistas. ¿Cómo podría ser cierta tal cosa? No sé si dar fe o no a tan extraordinarios rumores, pero de ser ciertos, él sería más bien digno de compasión. Las crónicas oficiales silencian el tema, y casi nadie entre sus contemporáneos sabe nada de tales cosas. Pero yo hace poco he tenido acceso a ciertos documentos secretos que están en posesión de la familia Kiryu, y así he llegado a saber detalles de la conducta de dicho señor. Sentí por él una enorme compasión al enterarme de que tenía una pasión obsesiva por los refinamientos del sexo. Como dice Wang-Yang-Ming, someter a un bandido en las montañas es más fácil que someter al bandido del propio corazón.
Con todo, el señor de Musashi era valeroso como un tigre rugiente, y pocos en la historia han igualado su habilidad en pacificar el territorio. Tras conocer su historia, no puedo callar por más tiempo; me he sentido movido a organizar la narración de su vida sexual en forma de relato popular, del principio hasta el fin, y lo he titulado «La vida enmascarada del señor de Musashi».
Si los lectores no toman mi escrito como un cuento inverosímil y extravagante, yo me daría por contento.
Comienzos del otoño de 1935
Obra de un pescador en las fuentes de hombría[1]