Prólogo

En alguna parte una reina estaba lagrimeando... sus hijos dispersos; su Regente un prisionero del ansia de sangre, en guerra con la naturaleza y esclavizado por la venganza.

¿Pero, osamos atrevernos a leer sus pensamientos en este momento, a recorrer un camino no tomado -uno negado a nosotros por puertas y torres que nuestros sentidos no pueden percibir y quizás nunca lo harán?

A pesar de eso, debió parecer como la respuesta a una plegaria: un planeta nuevamente rico en la flor que era vida en sí misma, una abundancia de tal increíble riqueza nutritiva que su Sensor Nébula halló al otro lado de la galaxia. Un mundo azul y blanco tan distante de su Optera como ella lo estaba de la apacible forma en que una vez su conciencia residió.

Y aun asi Optera estaba perdida para ella, para la mitad de sus hijos. Dejada a cargo de aquel que había traicionado a su género, aquel que se había convertido en aquello que él peleó tan desesperadamente para destruir. Al igual que ella...

Ahora casi atrapada en la forma que él había usado, aquel que a través de engaños extrajo de ella los secretos de la Flor. Y cuyos guerreros gigantes habían retornado para poseer el planeta y desalojar a sus habitantes. Pero, ¡cómo lo había amado! Lo suficiente para sacar desde sus mismas entrañas la habilidad para imitarlo. Y posteriormente para convocar un odio lo suficientemente agudo para dar origen a una especie guerrera, una legión de soldados para rivalizar con las suyas - ¡para rivalizar con las de Zor!

Pero también él estaba perdido para ella, asesinado por los mismos soldados que el odio de ella había dado forma.

¡Oh, ser libre de estos oscuros recuerdos! debió gritar el antiguo corazón de ella. ¡Ser rescatada de estos miserables dominios! Garuda, Spheris, Tirol. Y este Haydon IV con sus estériles flores aguardando las caricias de los Pollinators -este mundo que incluso mis Inorgánicos no pueden subyugar.

Pero ella estaba consciente de que todas estas cosas quedarían pronto detrás. Ella reuniría la materia cósmica de su raza y haría el salto a ese mundo que el Sensor Nébula había localizado. ¡Y que calamidad para la forma de vida que habitaba aquel mundo! ¡En vano le impedirían encontrar un hogar para sus hijos, un hogar para el completamiento de su grandioso diseño evolutivo!.

***

Noticias del éxodo de los Invid de Haydon IV se esparcen a través del Cuarto Cuadrante -a Spheris, Garuda y Praxis, mundos ya abandonados por una horda de un tipo de insecto, mundos escogidos por el destino para sentir como recompensa la reacción violenta de la prueba de Zor, broma cruel de la naturaleza.

El científico tiroliano había intentado foliarlos con las mismas flores que él ordenó robar de Optera, una acción que había sentenciado a esa forma de vida consciente de un mundo cálido a una desesperada búsqueda para volver a trasladar su Grial nutritivo. Pero los experimentos de Zor habían fallado, porque la flor de la vida probó ser una planta exigente -exigente en cuanto en donde podría o no echar raíces- y además malignamente leal.

Obteniendo tanto de los Invid como los Invid obtuvieron de ella, la flor llamó desde los mundos sembrados por Zor a sus antiguos guardianes / anfitriones. Belicosos y conducidos -instintos nacidos por la transgresión de los Maestros Robotech- los Invid respondieron a los llamados. Sus ejércitos de mechas e inorgánicos arribaron en enjambres para abrumar y dominar; y en lugar de los paraísos de Protocultura que los fundadores de la Robotecnología habían imaginado, eran planetas dominados por los seres que sus descubrimientos casi habían sentenciado a muerte.

Y ahora repentinamente ellos se habían ido, lejos en una nueva búsqueda que los llevaría a través del corazón galáctico.

A la Tierra...

El aviso de su partida llegó hasta Rick Hunter a bordo de la nave de los Sentinels. Él estaba en la silla de comando en el puente de la fortaleza cuando el comunicado fue recibido. Delgado y pálido, un fatigado veterano de guerra de innumerables batallas, Rick tenía casi treinta y cinco años por cálculo terrestre, pero los caprichos del viaje hiperespacial lo pusieron cerca de los cincuenta ó doscientos setenta, dependiendo de cómo uno lo juzgue.

El gigante planeta Fantoma, una vez hogar de los Zentraedi, abarcó los visores delanteros. En primer plano Rick sólo pudo discernir la pequeña luna deshabitada llamada Tirol, un iracundo punto en contra posición a la árida cara de Fantoma. ¿Cómo pudo tan insignificante mundo haber desencadenado tanta maldad en una ingenua galaxia? Rick se preguntó.

Él dio un vistazo a Lisa, que era enérgica consigo misma mientras tocaba una serie de comandos en su tablero de mando. Su esposa. Ellos habían permanecido juntos los últimos once años en las buenas y en las malas, a pesar de que habían tenido sus cuotas de desacuerdos, especialmente cuando Rick optó por unirse a los Sentinels -Baldan, Teal, Crysta, y otros- y perseguir a los Invid.

¿Quién hubiese pensado que devendría en esto? él se preguntó. Una misión cuyo propósito había sido la paz en guerra con ella misma. Edwards y sus grandiosos proyectos de imperio... ¡cuán semejante al Regente Invid!, ¡cuan semejante a los Maestros!. Pero ahora él era historia, y aquella flota que él había reclutado para conquistar la Tierra sería empleada para combatir a los Invid cuando la Fuerza Expedicionaria llegue al Planeta.

Por supuesto, siempre que la flota llegue a la Tierra. Todavía había grandes problemas con el sistema de transposición que Lang y el tiroliano Cabell habían diseñado. Algún ingrediente faltaba... el Mayor Carpenter no se había reportado, tampoco Wolff; y ahora las alas de ataque de los grupos Marte y Júpiter se estaban preparando para transposicionarse, con casi dos mil Veritechs entre ellos.

Rick exhaló lenta y deliberadamente, lo suficientemente fuerte para que Lisa lo escuche y devuelva una tenue sonrisa en su dirección. Por alguna razón estaba sentado que la Tierra finalizaría en la lista de los Invid, Rick sentenció. Pero ¿qué pudo haber pasado allí para atraerlos en tal número sin precedente? Rick se estremeció por lo pensado.

Tal vez la Tierra era donde la batalla final fue destinada a ser peleada.

***

Devastada por los Maestros Robotech y sus gigantescos agentes, los Zentraedi, fue un milagro que la Tierra se las haya ingeniado para sobrevivir en modo alguno. Observando el planeta desde lo profundo del espacio, hubiese aparecido sin cambios: sus hermosos océanos y revueltas masas de nubes, su satélite plateado, brillante como ningún faro en el cuadrante. Pero una mirada más cercana reveló las cicatrices y las deformaciones que aquellas invasiones habían forjado. El hemisferio del norte era casi un árido desierto, forestado por los herrumbrados despojos de la desafortunada armada de cuatro millones de naves de Dolza. Las grandiosas ciudades de destellantes torres de concreto, acero y cristal yacían en ruinas y abandonadas. Extensas autopistas y elegantes puentes estaban con cráteres y colapsados. Aeropuertos, escuelas, hospitales, complejos deportivos, áreas residenciales e industriales... reducidas a escombros, todos inadvertidos cementerios.

Un período de quince años de paz -ese tranquilo prefacio al arribo de los Maestros- mostró la resurrección de algunas de aquellas cosas que el siglo veinte había dado casi por sentado. Las ciudades se habían reconstruido así mismas, algunas nuevas habían surgido. Pero ahora la raza humana era una especie diferente de aquella que originalmente había erigido aquellas imponentes esculturas de piedra. Post-Cataclísmicos, ellos eran feudales, una especie violenta, tan desconfiados unos de otros como lo estaban de aquellas estrellas que tiempo atrás sus esperanzados ancestros habían anhelado. Quizás, como algunos sostuvieron, la Tierra en realidad hizo entrada en su segundo período de catástrofe, como si estuviera dispuesta a adherirse a alguna auto realizante profecía del destino. También los Maestros, por motivo de aquel asunto: las dos razas se encontraron y comprometieron en un acuerdo indescriptible para la mutua aniquilación -preparación del camino a lo que vendría.

Aquellos quienes todavía desean inculpar a la Protocultura trazan el génesis de esta vuelta a Zor, Prometeo en la era Acuariana, cuyo regalo a la galaxia fue una caja de Pandora que él voluntariamente abrió. Expatriada y reprimida, la Flor de la Vida se había rebelado. Y no había prisiones, moleculares ó de otro tipo, capaz de contener su poder. Aquel Zor, resucitado por los ancianos de su raza para sus oscuros propósitos, que debía haber sido el primero en librar a la Flor de su Matriz es ahora visto como parte de la ecuación de la Protocultura. Igualmente, esa liberación debería llamar en adelante a los Invid para completar el círculo.

***

Ellos llegaron sin aviso: un enjambre de monstruos y mechas transposicionados a través del espacio y tiempo por su líder / reina, La Regis, a través de un esfuerzo de pura voluntad psíquica. Ellos no escogieron la manera que sus antiguos enemigos tenían para anunciarse, tampoco demoraron su invasión para descifrar las fuerzas militares, debilidades, escapatorias y puntos vulnerables de la raza humana. No había necesidad de determinar si la Tierra tenía o no lo que ellos buscaban; su Sensor Nébula ya los había alertado de la presencia de la Flor. La Flor había encontrado suelo y clima compatibles en el mundo azul y blanco. Todo lo que se necesitaba eran los Pollinators, un elemento faltante en la ecuación de los Maestros Robotech.

En cualquier caso, los Invid ya habían tenido negocios con los habitantes de la Tierra, habiéndolos combatido en una docena de planetas, incluyendo el mismo Tirol. Pero tan adaptables como los humanos probablemente lo habían sido en Haydon IV, Spheris y el resto, ellos eran un grupo patético en su mundo.

En menos de una semana los Invid conquistaron el planeta, destruyendo el orbitante satélite fábrica -un irónico final para los Zentraedi de abordo- devastando ciudad tras ciudad, y removiendo con poco esfuerzo los vestigios del Ejército de la Cruz del Sur. Escasos de las cargas de Protocultura necesarias para abastecer sus máquinas de guerra Robotecnológicas, aquellos guerreros que habían luchado tan valientemente contra los Maestros fueron forzados a echar mano de una pequeña provisión de armas nucleares y artillería convencional que no era contienda para el plasma y láser Invid -superioridad en el campo de batalla.

Aun cuando la Protocultura hubiese estado disponible para la Cruz del Sur para sus Hovertanks y Veritechs Alpha, hubiese habido crasos problemas a superar: los dos años desde la mutua aniquilación de los Maestros Robotech y el comando de Anatole Leonard habían visto a una descontrolada civilización deslizarse hasta la anarquía y el barbarismo. Ciudades convertidas en ciudades-estado y en luchas unas con otras; hombres y mujeres ascendían rápidamente a posiciones de poder sólo para caer más velozmente ante un mayor poderío militar. La codicia y la matanza regían, y lo poco que quedó de la dignidad del hemisferio norte colapsó.

Si bien algunas ciudades permanecieron fuertes -Manhatan, por ejemplo (en otro tiempo Ciudad de New York)- los centros de poder se trasladaron al sur, a Brasilia especialmente (zona controlada por los primeros Zentraedi), donde el desarrollo había sido seguro y constante desde el retorno del SDF-1 a la devastada Tierra y la fundación de Nueva Macross y su ciudad hermana, Monumento.

A diferencia de los Zentraedi o los Maestros de Tirol, los Invid no eran proclives a destruir el planeta o exterminar a la raza humana. Por el contrario: no solo las Flores habían encontrado condiciones favorables para desarrollarse, también los Invid lo habían hecho. La Regis aprendió lo suficiente durante su campaña contra los Tirolianos y los llamados Sentinels para reconocer la continua necesidad de tecnología. Era pasado la dichosa tranquilidad de Optera, pero sin embargo el experimento tenía que ser llevado a su conclusión, y la Tierra era propicia para ese propósito.

Luego del desarme y la conquista del planeta, la Regis creyó que estaba más allá de medio camino hacia su meta. Utilizando un porcentaje de humanos para cultivar y cosechar las Flores, ella estaba libre para llevar a cabo sus ininterrumpidos experimentos. La colmena central, la cual vino a ser llamada Punto Réflex, vino a ser el sitio del Gran Trabajo, pero colmenas secundarias pronto fueron emplazadas a través del planeta para mantener bajo control a los sectores humanos de su imperio. La Regis estaba dispuesta a permitir sobrevivir a la raza humana hasta el tiempo en que el trabajo sea cumplimentado. Luego, ella se los quitaría de encima.

Había, sin embargo, una cosa que ella no tuvo en cuenta: a esos mismos guerreros que ella enfrentó con dientes y garras en aquellos mundos una vez sembrados por Zor. Ella podría esclavizar un mundo, ¿pero tomarlo para ella?.

¡Nunca!