Capítulo 2

Creo que nunca olvidaré la primera vez que puse los ojos en Scott -en toda aquella armadura Robotech, quiero decir. Él tenía la mirada de lo perdido en sus ojos, y un tartamudeo en su voz que era puro trémolo. Este último probó ser una causa del acento de un mundo lejano -algún remanente tiroliano- pero esa mirada... Yo sólo no pude encontrar sus ojos; me senté allí reparando chambonamente el Cyclone, tratando de resolver si debiese correr ahí mismo en busca de las colinas ó lejos del muchacho. Luego -mucho más luego- él me contó acerca de la primera noche en el bosque. Tengo que reír, ahora mismo: ¿Preguntar a Scott Bernard por los árboles cayendo en la selva en aquella noche -y prepararme a tener su atención?

Rand, Notas en el Viaje

Tirol, una vez el hogar de los Maestros Robotech, luego una colonia Invid cuando los Maestros habían desarraigado los restos de su agonizante raza y viajado a la Tierra en búsqueda de la Protocultura, era un reformado planeta, mucha de su superficie dejada para las necesidades de la raza humana, sus pequeños mares y patrones de clima dominados. No como esta Tierra, pensó Scott, con su solitario Sol amarillo y su distante satélite plateado. Él añoraba Tirol. Ése había sido su hogar tanto como el SDF-3 lo había sido; él extrañaba las estrellas binarias del sistema Fantoma, el cual era la presencia protectora de su mundo natal. Cuán extraño se sentía él de los cielos en este mundo desplazado.

Scott rememoró el estimulante discurso del Almirante Hunter en la ceremonia de despedida, su mención de "las frescas y verdes colinas de casa" -su hogar, la Tierra. Scott rió rencorosamente para sí mismo, el esplendor nativo del planeta no significaba nada para él.

El Alpha había encontrado un lugar suave para amortiguar su caída en algún tipo de bosque de una región montañosa. Robles y pinos, adivinó Scott. El VT era historia, pero los arneses y las bolsas de aire anti colisión de la cabina lo habían mantenido en una pieza. Sin embargo, el choque había sido lo suficientemente violento para revolver la tierra en un gran trozo del paisaje. Él había perdido su casco y sufrido una contusión en su frente; luego continuó con una herida en su muslo debido a sus propios actos cuando descuidadamente descendió de los restos del naufragio.

Ahora él estaba sentado en el pasto, con su espalda contra el fuselaje del guerrero, su cabeza y pierna izquierda vendadas con gasa del botiquín de primeros auxilios de la nave. Él se había librado de su pesada armadura justo antes de anochecer pero mantuvo su blaster a su alcance.

El bosque estaba oscuro y lleno de ruidos que él no podía identificar, no obstante él estaba seguro de que todos éstos eran naturales ululeos y gorjeos y silbidos -provenientes de lo que él había visto hasta ahora, la Tierra era primitiva y no controlada.

Allí había simplemente demasiados lugares para que un enemigo se esconda.

"Prefiero un chamuscado Desierto Marciano toda la vida," murmuró Scott.

Él oyó el sonido de un crujido en un matorral cercano y se estiró para tomar el blaster -un arma con aspecto de disco desarrollada en Tirol que era una versión a escala reducida de aquella portada por los Bioroids de los Maestros durante la Segunda Guerra Robotech.

"¿Hay alguien ahí?" él preguntó a la oscuridad.

Cuando el movimiento repentinamente se incrementó, él disparó una carga; ésta impactó con un destello cegador de color naranja contra un árbol, iluminando a dos pequeñas criaturas de largas orejas que salieron de la maleza. Scott al principio las confundió con los cha-chas de Optera -los Pollinators (agentes polinizadores) de la Flor de la Vida- pero luego se dio cuenta de que eran conejos.

¿Qué me está sucediendo? él se preguntó, temblando por el frío miedo que lo recorrió. Marlene y todo lo que amaba destruido, y ahora estoy perdiendo el valor. Hizo su blaster a un lado y llevó sus enguantadas manos a su cara. Era posible que él haya sufrido una conmoción durante el estrellamiento. Un demorado principio del estado de shock...

Elevando su cabeza halló que la Tierra le tenía reservado otra sorpresa. El cielo estaba arrojando sobre él gotitas de agua -¡estaba lloviendo!. Scott se levantó y caminó hacia un claro en el bosque. Él había oído sobre este fenómeno de antiguos residentes del planeta pero no había esperado toparse con ella. Scott pudo ver que no era posible que aquella lluvia sea una cosa mala en determinadas condiciones, pero en este momento sólo se estaba sumando a su incomodidad. Además, había algo más en el aire que había llegado con la lluvia: períodos de un efímero, vibrante, explosivo estruendo.

Las nubes iluminadas desde el fondo por destellos de cargas eléctricas se estaban moviendo velozmente, oscureciendo la Luna y sumiendo al mundo en una impenetrable oscuridad. Pronto los enfurecidos rayos responsables por aquellas estroboscópicas luces estaban arriba de su cabeza, lanzados como ardientes lanzas hacia la misma tierra, con ensordecedores truenos en sus estelas.

Scott se encontró abrumado por una nueva forma de terror, tan diferente el miedo al que él estaba habituado de aquel que él ahora estaba enfrentando de pie y vociferando, sus pies aparentemente arraigados al suelo. Éste no tenía nada que ver con el fuego del láser enemigo o los discos de aniquilación de plasma; no tenía nada que ver con batallas o salvaciones milagrosas. Éste era un terror mayor, uno más profundo, surgiendo de una parte arcaica de sí mismo que él nunca había enfrentado cara a cara.

Acobardado, corrió por la seguridad de la cabina de su Veritech en el momento en que un rayo cayó sobre y prendió fuego a uno de los árboles, cayéndose con un segundo rayo que partió al gigantesco árbol a lo largo. Bajó la cubierta de la cabina y se acurrucó hacia abajo en el asiento del VT, abrazándose para darse calor y seguridad. Con ojos apretadamente cerrados, y sus oídos llenos con chisporroteantes ruidos, él gritó para sí: ¿Qué estoy haciendo en este horrible planeta?

Como si respondiéndole, su mente volvía a presentar imágenes del ardiente fallecimiento de la nave comando, aquella lenta y silenciosa muerte.

"Marlene," dijo en medio del llanto.

Su mano había encontrado el medallón-hológrafo que ella le había entregado en el puente. Pero su dedo índice estaba congelado sobre el botón de activación, su mente temerosa de confrontar los fantasmas que el mecanismo tenía la intención de reunir. No obstante, él sabía que tenía que forzarse a verla y oírla nuevamente... antes que permitirle al pasado morir.

El corazón metálico de color verde se abrió a su tacto, desplegándose como un retablo de tres hojas; de la cuenta-hológrafo de color rojo-sangre de su centro se generó en el aire una ilusoria imagen de Marlene.

"Scott, mi amor, sé que no es mucho, pero pensé que hallarías placer en este dije. Estoy ansiosa por pasar el resto de mi vida junto a ti. No puedo esperar hasta que este conflicto quede completamente atrás. Hasta pronto, mi amor..."

***

La voz que había sido la de Marlene se desvaneció, y el mensaje de débil resplandor retornó a su posición de cautividad. Scott cerró el corazón y lo asió fuertemente en su puño, deseando desesperadamente poder mantener con firmeza aquellas imágenes en su propio corazón. Afuera, la tormenta continuaba no disminuida, imitando la oscura noche de su alma. Relámpagos quebrantaban el cielo alienígena, y el agua lluvia corría en un constante flujo a través de la curva protectora de la cubierta de la cabina del VT.

***

En la mañana los cielos de la Tierra parecían tan azules como los mares que Scott había visto desde el espacio; el aire olía fragante, limpio por completo de la violencia de la noche anterior. Pero esto era un pequeño consuelo. El miedo y la pena lo habían arrullado en un irregular sueño, y las rígidas imágenes de la muerte de Marlene estuvieron con él al despertar.

En un arroyo de aguas limpias y claras cercano al lugar de estrellamiento, él llenó su cantimplora con agua. Encantador, en la tenue luz de la mañana, era el espectáculo del bosque mismo, la abundancia de vida en las aves, él sospechó que la Tierra podría ser un lugar tolerable, después de todo, pero dudó que alguna vez se podría sentir como en casa en este lugar. Él se prometió que volvería sus pensamientos a la misión y sólo a la misión de ahora en adelante. La insensatez era la única alternativa.

Él se volvió al Veritech y colocó la cantimplora con las provisiones de supervivencia las cuales él ya había recuperado del mecha. Tenía suficientes raciones de emergencia que le durarían una buena parte de una semana de la Tierra; si él no se topaba con un pueblo o una ciudad para entonces, se vería forzado a buscar afanosamente alimentos. Y dada la poca información que él tenía sobre plantas comestibles y otras cosas, el pensamiento era difícilmente uno apetitoso.

Él volvió ahora su atención al único artículo que era probablemente aquello que lo salvaría de las plantas comestibles o de la privación: el vehículo Cyclone reservado en el pequeño compartimento de carga del guerrero. Un bien disimulado panel sensor en el fuselaje le dio acceso a éste, y en un momento él estaba levantando el auto contenido Cyclone liberándolo de la cabina de carga. En su presente estado plegado lo que pretende ser un transporte de dos ruedas no era más largo que un pequeño baúl, de los que se colocan al pie de las camas, pero reconfigurado era equivalente a una motocicleta de 1000-cc del siglo veinte. Lo cual de hecho lo era, hasta cierto punto.

Originalmente una de las primeras creaciones de la Robotecnología, había sido sometida a algunas radicales modificaciones por los equipos del SDF-3 de Lang. La Fuerza Expedicionaria había llegado a depender de este vehículo tanto como lo había hecho de los Veritech Fighters, aunque su diseño era sin embargo uno básico: una motocicleta transformable de un pistón híbrido y potenciado con Protocultura que era muy diferente de los Hovercycles desarrollados en la Tierra durante el mismo período de tiempo. A diferencia de la maravilla de la Cruz del Sur, el Cyclone requería de la total interacción de su piloto, cuyo "casco pensante" y armadura especialmente diseñada eran esenciales para el funcionamiento de los sistemas de mechamorfosis del vehículo basados en la Protocultura. Además era lo suficientemente liviana para transportar, y maravillosamente de gran rendimiento.

Scott trasladó al Cyclone a varios metros del guerrero y comenzó la reconfiguración de aquel, la cual acarreó poco más que presionar los interruptores apropiados. Consumado el proceso, él transfirió sus provisiones de supervivencia a la plataforma trasera del Cyclone y comenzó a colocarse la armadura de batalla modular del mecha -no diferente de los protectores almohadillados de hombros, arneses de cadera, y protectores de piernas y antebrazos vestidos por los atletas de fin de siglo, excepto por el hecho de que la armadura había sido diseñada de aleaciones ligeras.

Scott ahora llevaba el corazón-hológrafo de Marlene alrededor de su cuello y le dio una última mirada antes de asegurar el cerrojo de los pectorales de la armadura. Es el momento, mi amor, dijo él al corazón.

Nuevamente se dijo que debía concentrarse en la misión. Él recordó las palabras del Comandante Gardner: Si tan solo uno de ustedes sobrevive a la invasión, éste deberá localizar el Punto Reflex Invid y destruirlo junto con su reina, la Regis. Scott no tenía idea de cuanta gente de la División Marte había sobrevivido al ingreso atmosférico, pero era improbable que alguno de ellos hubiera aterrizado cerca de su lugar de estrellamiento. Él había estado tan atrapado por la destrucción de la nave comando que había fallado en fijar las coordenadas apropiadas en el piloto-automático del VT. Como consecuencia, el mecha lo había dejado seguramente lejos de cualquiera de la docena de puntos de reunión preasignados y quién sabía cuan alejado del Punto Reflex. Las estrellas dijeron a Scott que él había caído en algún lugar del hemisferio sur, lo cual ponía miles de kilómetros entre él y la Regis si es que tenía suerte, océanos entre ellos si no. En cualquier caso, el norte era la dirección de elección.

Scott se puso su casco y montó el Cyclone. Un pulsador trajo el mecha a la vida; él encontró su confianza en cierto modo restituida por el ronco, sincrónico encendido de los sistemas del Cyclone.

Ahora vamos a empatar los tantos con esa Regis y su horda Invid, Scott se dijo al emprender el viaje.

Lo peor de ser un sobreviviente solitario son los recuerdos que sobreviven contigo, Scott determinó. Si sólo pudiese borrarlos, apagarlos de alguna manera. Pero Scott sabía que no podría; las personas una vez amadas eran más aterradores fantasmas que cualquier cosa que la imaginación pudiera idear. Y ellos no podían ser dejados atrás...

A menos de una hora desde su lugar de estrellamiento, Scott estaba sorprendido al encontrarse en lo que parecía ser un sendero o una antigua carretera trazada con árboles. Pero un shock aún mayor lo aguardaba sobre una cuesta: un verdadero desierto al pie de colinas arboladas que atestiguaron su estrellamiento, extendiéndose hacia distantes, áridas montañas. Scott hizo deslizar de costado al Cyclone para detenerlo y miró con nostálgico asombro el panorama.

¿Quién dijo que no había paisajes como los de Fantoma en la Tierra?

Scott nunca había oído a Wolff, Edwards, o a alguno de los antiguos residentes alardear sobre esto. ¡Era tan vasto como Spheris!.

Ahora tranquilizado así como renovado, Scott viró el acelerador del Cyclone y se movió velozmente hacia abajo hacia el interior del desierto.

***

En otra parte del desierto conducía su motocicleta un sobreviviente de una campaña diferente, pero su motocicleta era de una clase diferente, (veinte años de edad si era el día, y andaba desesperadamente escaso de píldoras de combustible).

Un adolescente de ojos claros, bajo de estatura, y vigoroso con una desgreñada cabellera roja y una desaseada apariencia -ambas por necesidad y por estilo- él se llamaba a sí mismo Rand, sus apellidos abandonados hace tiempo. Él nació hacia el tiempo en que el SDF-3 había sido lanzado desde La Pequeña Luna (El Satélite Fábrica), y había visto la subida y caída del gobierno del Presidente Moran, la invasión de los Maestros Robotech, y la subsiguiente regresión al barbarismo de la raza humana, una serie de eventos que habían culminado con el arribo del Invid y su fácilmente ganada conquista.

Ahora mismo Rand estaba haciendo lo que él hacía mejor: manteniéndose con vida. Su vieja motocicleta estaba acercándose al objeto que él había visto caer a plomo desde el cielo nocturno dos días atrás, algo demasiado lento y controlado para haber sido un meteoro, demasiado grande para un Alpha. Él había decidido rastrear su caída, abandonando sus planes anteriores de tratar de llegar a Laako City con las esperanzas de adelantarse en el hallazgo a otros Observadores, Saqueadores, y variados pillos.

Rand relajó su muñeca y permitió a la motocicleta llegar lentamente hasta la detención a un conveniente kilómetro del punto de impacto. Él echó hacia atrás la capucha de su camisa y deslizó sus gafas protectoras sobre su frente. La nave era más grande de lo que él había supuesto, parecida a una gran ave con enormes vainas de carga de forma hexagonal sujetadas a las partes de abajo de sus alas. Todavía estaba incandescente en algunos lugares pero obviamente había sido enfriada por las lluvias que habían empapado los desechos irradiantes durante la noche. Rand cautelosamente reanudó su movimiento hacia delante, completando un círculo alrededor de la cosa a la misma distancia de seguridad. No había huellas o pisadas en las todavía húmedas arenas, lo que significaba que nadie había dejado o entrado al naufragio durante las pasadas doce horas poco más o menos.

Él condujo su motocicleta a través de un segundo, más cerrado círculo y enfiló hacia adentro, convencido de que era el primero en llegar a la escena. Aproximándose ahora a la nave, él pudo discernir números y letras estarcidas en el fuselaje -M R DIV I- pero no pudo comprender del todo -de dónde había venido o por qué.

El naufragio tenía el hedor de muerte reciente escrito por todas partes. Él no estaba en lo más mínimo previendo caminar dentro de los compartimentos de carga empapelados con restos Humanos, pero iba precisamente a tener que cerrar sus ojos a aquella parte. Debía haber algo que él podría usar, armas o alimentos.

Él comenzó ahora a rodear la nave a pie, en busca de alguna manera de entrar. La nariz estaba liberando tanto calor que no había entrada posible en sus proximidades, pero la escotilla posterior de una de las vainas-transporte de carga se había soltado abriéndose en el impacto, y el lugar parecía lo suficientemente frío para entrar.

Rand se arrojó encima de los retorcidos restos de la escotilla y brincó hacia adentro. El interior estaba oscuro y repelente, y olía como el infierno. Él sabía que no se adentraría mucho, pero ni quince metros dentro de la cosa -luego de golpearse la cabeza en un dintel bajo y dándose de narices en el suelo en la oscuridad- encontró más que suficiente para satisfacerse: un depósito de diez motocicletas Robotech.

Él alzó y sacó una motocicleta fuera de su cremallera y soporte de piso para examinarla. Era Robotech, perfecto, probablemente una del tipo Cyclone que los militares habían empleado antes del desarrollo de los Hovercrafts. Rand había oído acerca de ellos pero nunca pensó que viviría para ver uno -¡y menos montar uno!.

Montando ahora a horcajadas el mecha, hundió el interruptor de encendido, dedos de su mano izquierda cruzados para la suerte. El Cyclone encendió, ronroneando como un gatito, luego de un "goose" o dos de la válvula de admisión (goose: sonido producido durante el encendido electrónico del motor).

"¡Quee Bieeenn!" exclamó Rand.

Él encendió el faro delantero, hizo chillar los neumáticos del Cyclone haciendo un 360, y arrancó en dirección del vano de la puerta de la parte posterior, lanzándose al aire del desierto desde la escotilla que actuó como rampa de lanzamiento. Él golpeó la arena y daleó la motocicleta para detenerla, exaltado por su corto vuelo.

Luego él advirtió algo más en vuelo: una cuadrilla de reconocimiento Invid de tres unidades llegando rápido desde el oeste por encima de la cresta de bajas colinas. Rand se maldijo por no haberlos considerado en la escena; también ellos debieron haber estado enterados del estrellamiento del transporte. Y como siempre, su habilidad para escoger el momento oportuno era impecable. Aun así, Rand estaba agradecido que sólo eran Scouts y no Shock Troopers. De hecho había una buena chance de que el Cyclone podría correr más aprisa que ellos -por lo menos hasta el bosque.

Los tres Scouts se asentaron cerca de la nave derribada; posicionándose para impedir el escape de Rand, el patihendido de uno de ellos aplastando la antigua motocicleta que lo había acompañado durante tanto.

"¡Realmente espero que su seguro esté pago, amigos!" Rand dijo a gritos al Scout.

Ellos eran criaturas bípedas de seis metros de estatura con piernas acorazadas articuladas y grandes brazos-pinzas; no había en realidad cabeza, pero elevadas prominencias oviformes encima de sus invertidos torsos triangulares eran indicativos de ojos, mientras lo que parecía ser una boca sin labios bordeados en color rojo ocultaban una singular lente sensor. Rand había visto algunos de color marrón y algunos de color morado -éstos tres eran de la más reciente clase- y más que nada ellos le recordaban a los cangrejos de tierra de dos patas. Los Scouts eran justamente eso y no tenían armas, excepto si uno consideraba su innato carácter repulsivo. Sin embargo, ellos podían causar serios daños con sus garras, y en este momento uno de los Scouts quería demostrar aquel hecho a Rand.

Rand hizo salir disparado al Cyclone hacia adelante al primer manotazo del Scout, golpeando su garra la arena con un ruidoso y crujiente sonido. "¡Okay, voy a enviarles la cuenta por los daños!" él gritó por encima de su hombro cuando una segunda criatura comenzó la persecución.

Las preguntas previas de Rand concernientes a las capacidades del Cyclone serían pronto respondidas. Los tres Invid estaban alcanzándolo, y preparado o no él iba a tener que poner a la motocicleta a prueba. Tomó una profunda respiración y exigió al máximo a los turbosobrealimentadores. Instantáneamente el Cyclone comenzó a saltar como una bala, siendo digno de su homónimo mientras Rand se esforzaba para mantener el control. Los Scouts entretanto desistieron de su sacudida carrera a ras de tierra y se dirigieron al aire, llevándolos sus impulsores a las alturas, los brazos-pinzas estaban suspendidos para dar el abrazo que mataba.

Su presa, sin embargo, se las había arreglado para superar su ineptitud inicial y estaba ahora ladeando su Cyclone a causa de una serie de auto impuestos virajes y movimientos a lo largo de las monótonas arenas, una táctica que más de una vez condujo a los Scouts a casi colisionar unos con otros en un punto en medio del aire.

"¡Avísenme cuando se cansen!" Rand gritó por encima del rugido del mecha. Él rió por encima de sus hombros e hizo a los Scouts una maníaca mueca; pero cuando se volteó para mirar nuevamente hacia adelante encontró problemas al frente. Algo estaba aproximándosele rápidamente, levantando un infierno de una tormenta de polvo. Dos de los Invid se estaban moviendo en posición de flanqueo, y repentinamente se le ocurrió a Rand que pronto sería rodeado.

***

Scott Bernard sintió dos emociones rivalizando por su atención cuando vio al motociclista del Cyclone y a los Scouts Invid: alegría porque había encontrado a uno de sus camaradas de la División Marte y rabia por la visión del enemigo. Él no podía explicarse por qué el motociclista no estaba reconfigurando pero sabía que la situación demandaba acción inmediata. Bajando el visor del casco, él empleó los turbosobrealimentadores del mecha. Por un momento el Cyclone estuvo parado en su rueda trasera, luego prosiguió completamente en el aire. Al mismo tiempo, la mente de Scott instintivamente encontró el interruptor que permitía interactuar con los sistemas de Protocultura de la motocicleta.

Ayudado sólo por la imagen que la mente de Scott alimentó al Cyclone por vía del "casco pensante," el mecha comenzó a reconfigurarse. El parabrisas y casco armadura se aplanaron; la rueda de adelante se soltó del eje y se balanceó hacia la espalda por fuera de uno de los lados. La rueda de atrás, junto con la mayor parte del pack impulsor, subió, mientras los otros componentes, incluyendo los tubos de misiles montados en las ruedas, se unieron ellos mismos a la armadura de cadera, pierna, y antebrazo de Scott. En la etapa final de la mechamorfosis, él se asemejaba a algún tipo de mochilero acorazado aerotransportado cuyo equipo incluía por casualidad dos neumáticos de goma sólidos y un jet pack.

Scott permitió a su impulsor transportarlo cerca de los Scouts Invid antes de introducir al juego a las armas de sus antebrazos -tubos de lanzamiento doble que transportaban pequeños pero mortíferos misiles Scorpion. Ahora con su brazo derecho extendido, su palma hacia abajo, él desplegó el mecanismo fijador de objetivo de los tubos lanza misiles, centró a uno de los Scouts en la retícula, y soltó ambos misiles. Ellos se movieron velozmente hacia su presa con un mortal tono sibilante (la armadura de Scott protegiéndolo de sus culateo (retroceso)), por un pelo no hicieron blanco en Rand, y asestaron a la nave Invid directamente en el vientre, diseminando pedazos de aquel por las arenas.

El desacorazado motociclista del Cyclone cayó en un prolongado resbalón mientras Scott se posaba en el suelo para despachar sus remanentes perseguidores. Una vez colocado en el centro, él esquivó dos manotazos de las garras antes de lanzarse sobe la parte superior de su supuesto agresor. Otro manotazo errado y un segundo brinco lo depositó encima de uno del par; él brincó nuevamente hacia arriba y bajó para el ataque final, despachando enseguida un solo Scorpion desde sus tubos de lanzamiento del antebrazo izquierdo. Mientras el Invid era sumido por la explosión resultante, Scott aterrizó para encargarse del último de ellos.

La cosa trató de aplastarlo con su pie, pero Scott rodó lejos de ésta a tiempo. Asimismo, él esquivó un manotazo de la garra derecha y saltó sobre la cabeza del Invid. El Scout llevó su izquierda hacia arriba, casi en gesto de perplejidad, pero Scott ya se había ido. Él jugó con el Invid un minuto más, permitiendo al Invid hacer otro esfuerzo por él antes de eliminarlo con el Scorpion remanente, el cual el Scout recibió directamente en su explorador óptico de color rojo.

El motociclista del Cyclone estaba todavía en el suelo debajo de su mecha volcada cuando Scott se aproximó. "¿En realidad no son tan rudos como parecen, verdad?" él dijo al azorado civil de rojos cabellos.

"Hombre, tú eres el que realmente es algo extraordinario en una batalla," el hombre replicó, sus cejas tupidas arqueadas.

Scott levantó el visor de su casco. "El Cyclone hace el trabajo," él dijo humildemente.

"Si, vaya equipo," dijo Rand. Él se levantó, sacudiéndose el polvo, y enderezó la motocicleta, maravillado de ella una vez más. "¿Tú eres un Forrajeador?" él preguntó a Scott cautelosamente. "¿Alguna clase de ejército de un solo hombre?"

"Podrías decir eso," comenzó Scott. "Ahora escucha-"

"¡Es la primera vez que conduzco una de estas cosas!" Rand interrumpió.

"Necesito cierta información-"

"¡Apuesto a que puedo modificar esto para ir al doble de velocidad!" Rand estaba sobre sus rodillas ahora, manoseando esto y aquello. "¡Mira este equipo de control! ¡No puedo esperar para tratar de reconfigurarlo!"

"¡Sólo dime donde diablos estamos, forajido!" Scott logró preguntar al fin. Pero cuando aún eso falló en producir una respuesta, él se extendió por encima del Cyclone y agarró a Rand por la pechera de su camisa. "Te estoy hablando, amigo. ¿De dónde venían esos Scouts? ¿Hay por aquí alguna colmena Invid?"

Rand comenzó a luchar contra el asimiento del mecha, y Scott lo soltó. Él era un jovenzuelo camorrista pero llegaría a ser un compañero aceptable.

Rand retrocedió, con los brazos arqueados y las manos en la cadera. "¿Qué parezco, algún tipo de agente de viaje? No tengo la costumbre de preguntarles de donde vienen -sólo miras hacia arriba y allí están. ¡Yo odio esas cosas!"

"Tómalo con calma," Scott le dijo ásperamente. Él le explicó sobre la desafortunada fuerza de invasión y sus fracasados intentos por asegurar un frente de batalla del lado terrestre.

"No pensé que fueras de por aquí," dijo Rand, en cierto modo aliviado. "¿Almirante Hunter, huh?" Fue como si Scott hubiese mencionado a un prócer histórico.

"Historia Antigua, supongo."

Rand se encogió de hombros. "Nunca he escuchado del Punto Reflex tampoco. Desde luego, no me involucro tanto cuando no tengo que hacerlo. Que yo sepa el cuartel general de los Invid está al norte de aquí -rumbo norte." Fascinado, miraba mientras Scott, ahora sobre sus rodillas, plegaba y salía de la mochila dorsal, volviendo el mecha a la configuración de Cyclone. "¿En realidad tratarás de encontrar Reflex?"

"Esa es la razón por la que estoy aquí," dijo Scott, quitándose el casco. Cuando se lo sacaba de encima de su cabeza, la carrilera enganchó la cadena del medallón-hológrafo y lo llevó consigo. El corazón cayó y se abrió, reproduciendo su breve mensaje para Scott y su pasmado compañero.

"...Estoy ansiosa por pasar el resto de mi vida junto a ti. No puedo esperar hasta que este conflicto quede completamente atrás. Hasta pronto, mi amor..."

Enmudecido, Scott se detuvo para recoger el corazón.

"¡Hey, que maravilla!" dijo Rand. "¿Es tu novia?"

"Uh... mi novia," Scott balbuceó. Él se enderezó, empuñando fuertemente el corazón contra su armadura pectoral, y volviendo su espalda a Rand.