Capitulo 14
Sigue siendo un misterio cómo la Regis fue capaz de reunir y transportar los remanentes dispersados de su raza a través del Cuadrante, pero ahora podemos manifestar con cierta certeza que sabemos dónde ensambló –o, por decirlo así, reensambló– su ejército y fabricó las naves de guerra y terror weapons que emplearía en su conquista de la Tierra. Los descubrimientos recientes en Beta Centaurus VI han revelado la existencia de anomalías semejantes a cráteres que se creen son Posos de Génesis extintos. (Véase Arqueología Extraterrestre, Disco 712, Volumen XXXII, “Interpretación de los Hallazgos de Caldera de la Misión Prometeo en Beta Centaurus VI,” por el Dr. Brian Fox.) Es interesante especular si la Regis, en una forma u otra, volvió a estudiar a la Tierra antes de crear los Posos; o si ya estaba en su conocimiento en ese entonces duplicar la máquina de guerra que su esposo ya había aplicado contra la humanidad al otro lado de la galaxia.
Gitta Hopkins, La Abeja Reina: Una Biografía de la Regis Invid
“¡Almirante en el puente!” Un joven oficial anunció cuando Lisa entró por la escotilla.
Ella le calculó veintidós años; doce cuando dejaron la Tierra, la mitad de la edad de ella ahora. Afortunadamente, él era el miembro más joven del personal del puente. Los demás eran veteranos como ella misma Williamson, Hakawa, Price, y demás. Y si ella necesitase mirar a alguien más viejo, siempre estaba Forsythe. Él había estado haciendo de almirante durante el tiempo que ella estuvo con los Sentinels, pero sólo recientemente había presentado una reducción voluntaria al rango de capitán, lo que le permitía funcionar como co-comandante de Lisa. Él le estaba mostrando a ella una sonrisa perspicaz en ese momento, tal vez discerniendo algunos de sus preocupantes pensamientos.
Lisa tosió y aclaró su garganta, regresando el saludo del teniente, luego extendiendo su mano. “Señor...”
“Toler, señora,” él dijo brillantemente, estrechando su mano. “Er, señor, quiero decir.”
“Tranquilo, Teniente,” ella le dijo, sonriendo. “Podemos ser un poco más casuales aquí que en el resto de la nave.”
“Sí, señor. Gracias, señor.”
“Sólo esté atento y nos llevaremos bien.”
“Lo estaré, señor.”
Forsythe estaba al lado de ella cuando ella giró para dirigirse hacia la silla de comando, la mano derecha en la visera de su gorra. “Bienvenida a bordo, Almirante,” él sonrió falsamente.
Lisa le dio un abrazo rápido y se sentó en la silla.
Todo estaba volviendo a ella como sabía que sucedería, inundando sus pensamientos con recuerdos del salto extemporáneo que los había traído aquí, Minmei y Janice en la nave EVA que habían pirateado del satélite fábrica, naves Invid al filo de la envolvente de Tirol. El gran cambio entonces había sido simplemente el hecho que ella estaba al mando. Ahora el mando resultaba de segunda naturaleza, y la noticia era que ella tenía un niño esperando en la guardería.
Ella permitió a estos pensamientos una breve marcha, luego volvió su atención a las tareas inmediatas. Ella estudió presentaciones en pantallas y periféricos sobre sus cabezas y escuchó las actualizaciones de los equipos sobre el estado de los sistemas. Al final de un largo túnel yacía la Tierra; pero ella aún no podía fijar esa imagen en la mente. Tirol, Fantoma, y Valivarre estaban conspirando en el puerto de observación delantero para mantenerla anclada aquí, estas estrellas y constelaciones reconfigurables que habían girado sobre su mundo por casi diez años.
“Mensaje de la Base Tirol, señor,” Toler dijo.
“Adelante, Sr. Toler,” Lisa le dijo.
“Es de Cabell, Almirante,” él agregó después de un momento. “Él le desea a usted un regreso veloz y seguro, y espera con interés ser el primero en darle la bienvenida de regreso a Tiresia.”
Lisa sonrió, conteniendo una oleada de nostalgia y más. “Dígale que lo espero con ansias, Sr. Toler. Y que Tirol siempre perdurará brillante en mis pensamientos, no importa cuan oscura la noche o sombrío el día.”
***
En el Centro de Información Táctico de la SDF-3, Rick tomó un momento para absorber la escena que la pantalla principal ponía para la sala. Era una vista externa hacia delante de la proa de la fortaleza, las naves del Grupo Saturno reunidas para el salto. Neptuno ya estaba en camino, los Guerreros Sombra y los Veritechs Alpha listos para ser lanzados tan pronto como la flota se manifestase en el espacio terrestre. Rick giró para estudiar la reacción en pantalla de Vince Grant, luego la de Reinhardt; el primero en el puente del Ark Ángel, el segundo en una de las naves construidas por los Karbarrianos en forma de caldera. La mayoría de los miembros del Consejo Plenipotenciario y los equipos médicos de Jean Grant estaban a bordo del Ark Ángel también. La SDF-3 había sido designada la nave insignia para el asalto.
Rick pudo decir por la mirada en Vince y las caras de Reinhardt que ellos, también, estaban conmovidos por la escena que se desplegaba en el espacio local.
“¿Alguna pregunta, caballeros?” él preguntó, rompiendo el hechizo.
“Sobre los equipos Cyclone,” Reinhardt empezó. “Aún parece haber cierta interrogante sobre su uso para encabezar nuestra fuerza de despliegue rápido. Las evaluaciones de reconocimiento del Grupo Júpiter muestran una fuerte concentración de naves Pincer y Enforcer en el área que rodea al Punto Reflex.”
Rick sacudió su cabeza impacientemente. “Diga a...¿cuál es su nombre –aquel comandante del Cyclone?”
“Harrington,” Vince suministró, “Capitán Harrington.”
“Correcto,” Rick dijo. “Diga a Harrington que sus equipos tendrán todo el apoyo VT que necesitarán. Lo importante es mover esas unidades terrestres tan cerca como sea posible de la colmena central. Quiero que esos Guerreros Sombra sean mantenidos en el espacio hasta el último momento posible.”
Nadie podía predecir si la Regis actuaría como su contraparte lo había hecho en Optera; pero Rick estaba contando con el hecho que las defensas de la colmena se comportarían del mismo modo. Se esperaba que los Cycloneros llevasen a cabo lo que los soldados de infantería Karbarrianos habían logrado –y que gateasen a través de las paredes de la colmena una vez que los escudos barrera hubiesen sido ablandados con torpedos de antimateria y cañoneo desestabilizante. Las fuerzas de la Tierra estarían mucho más pesadamente armadas que como los Karbarrianos lo habían estado, y ellos no tendrían un ejército Inorgánicos parado entre ellos y la colmena. Por otra parte, aún debía determinarse si T.R. Edwards había sido un enemigo más peligroso que lo que la Regis Invid resultaría ser.
“Conforme al perfil, la colmena lanzará la mayoría de sus transportes de tropas y Naves Pincer directamente hacia la flota,” Rick continuó. Los Guerrero Sombra los masticarían, luego lanzarían su apoyo a las unidades con base en tierra.
Reinhardt estaba asintiendo con la cabeza. “El Grupo Saturno esperará su orden, Almirante.”
Rick oyó algo erróneo –no en las palabras que Reinhardt había usado, ni en el modo en que él las dijo, sino en cierto nivel indefinido del significado. Él contempló esto por un momento, tratando pero no logrando aislar su incomodidad. “Si algo sale torcido...” él empezó a decir. “¿Señor?” Reinhardt preguntó interesado.
Rick notó que Vince había adoptado la misma mirada inquisitiva. “Éstas son eventualidades, caballeros, nada más que eso. Pero quiero que estemos claros en algo: en el caso que no podamos penetrar ese escudo, los misiles neutrón ‘S’ deberán ser usados para saturar el área.”
Vince y Reinhardt lucían sombríos ahora, y Rick apenas podía culparlos por ello. Las explosiones resultantes irradiarían el hemisferio norte por un siglo completo más.
“La alternativa es ceder nuestro mundo,” Rick pensó agregar. La opción había sido a menudo planteada y discutida estos pasados meses, pero ambos, el consejo y la REF, la habían rechazado finalmente.
“Quizá ella decidirá irse,” Vince dijo. “Empacar sus Niños y volar lejos, regresarnos el planeta.”
Rick bufó. “Estás hablando de milagros, Vince. Y nosotros no hemos visto uno de esos por aquí en mucho tiempo.”
***
Es como los viejos tiempos, Jack Baker se estaba diciendo en otra parte en la fortaleza.
Karen se había alejado del brazo de Baldan, dejándolo sólo por primera vez en toda la tarde, y Gnea repentinamente le estaba guiñando el ojo desde el otro lado de la bodega. Él aún no podía creer que ella estuviese aquí –no podía creer que algunos de ellos quisieran un lugar en esta misión– pero aquí estaban: Gnea y unas cuantas guerreras de su Hermandad, Baldan, Lron y Crysta, incluso Kami y Learna. Los dos Garudianos, resultó, habían estado siendo sometidos a tratamientos especiales durante los pasados dos años que les permitía funcionar fuera de su atmósfera por períodos extensos sin el uso de transpiradores, pero ellos los estaban usando en este momento, luciendo exactamente como lo habían hecho cuando Jack los había visto por primera vez.
El construir naves, el cosechar y transportar las Flores, el preparar esa Protocultura, y el ensamblar los sistemas de armas sólo no había sido suficiente para ellos. No cuando se divulgó la noticia de que el mundo hogar de los terrícolas había caído en manos del Invid. A Jack le gustaba ello –la lealtad y solidaridad de equipo, el modo de los Sentinels de devolver el favor.
Él le estaba mostrando a Gnea una amplia sonrisa cuando se dio cuenta que Karen había girado para mirarlo. Él se sobresaltó y desvió la mirada de ella; los viejos tiempos, en efecto.
Del compartimento adyacente en esta porción retroajustada de la fortaleza llegó el sonido de una risa retumbante –un trueno vocal Zentraedi que provenía de Kazianna y el resto. Probablemente ese Drannin realizando atrevidamente algún malabarismo de nuevo, Jack decidió. Nada más lindo que un niño de tamaño gigantesco de cinco años de edad cuando se trataba de travesuras. Y los padres acostumbraban pensar que ellos tenían problemas con los terribles dos. Los Zentraedi eran como una tribu perdida que la REF había adoptado; rescatados del borde de la extinción.
Los únicos Sentinels que faltaban eran Bela, cuyos deberes de rango la mantuvieron en Nueva Praxis; Cabell, quien iba a rezagarse en la Base Tirol con los clones de Tiresia y los pobladores de la REF; Veidt, que se había convertido en algo así como el compañero de equipo de Exedore en Haydon IV; y Max y Miriya, quienes habían llevado a su familia de regreso allí también.
Pero Rem estaba a bordo –era más probable encontrarlo en compañía de Lynn-Minmei que del profesor Lang– y Vince y Jean Grant estaban aquí en espíritu.
De igual manera, en cuanto a eso, estaban los compañeros de Dana Sterling del 15to –aunque Jack aún tenía que decidirse sobre ese grupo. Sean y Marie estaban bien, y Dante era el ejército regular; pero Bowie y esas dos gemelas Tiresianas, Musica y Allegra, eran otra cosa. Se decía que Dana en realidad se había salido a causa de Rem –algo sobre él había producido un número extraño en ella– ¿pero quién podía decirlo? A Dante aparentemente no le gustaba mucho él tampoco.
Jack giró por un momento para observar a Karen con Baldan. Triángulos de nuevo, él pensó. Yo y Karen y Baldan ¡o quizá Gnea! Dante, Dana, y Rem... Quizá Minmei podría unirse a esas dos hermanas Tiresianas...
Él dejó salir un suspiro exasperado; no había tiempo ahora para este tipo de extrañeza en su vida.
Y cuando a Sus Estaciones sonó un minuto más tarde él estuvo gozoso de oírlo. La Tierra era la siguiente parada, y todo esto pronto quedaría atrás de ellos.
***
Un instante las naves que comprendían el Grupo Saturno estaban allí y al siguiente ya se habían ido, ningún rastro de su paso excepto por las fluctuaciones de breve vida en el continuo, contraflujos medibles solamente por el instrumental sofisticado de la SDF-3, o por inteligencias más allá del alcance de la comprensión del personal XT y Humano de la fortaleza.
“Saturno está en marcha,” Forsythe dijo desde uno de los puestos de servicio frontales en el puente.
Lisa giró su silla hacia la de Rick.
“No dejes que te inquiete,” él dijo antes que ella pudiese hablar. “Los alcanzaremos.”
Él había dejado el CIT sólo momentos antes para unírsele a ella en el lanzamiento y la transposición espacial. Él estaba consciente de que una parte de él estaba preocupado por Roy, y en esto él y Lisa estaban unidos. Ella extendió su mano para tocar el hombro de él.
“El Dr. Lang en pantalla,” Toler anunció desde detrás de ellos.
“Lisa, Rick,” Lang dijo, “estamos listos para pretransposicionar.”
Mientras Lisa repasaba una letanía de comandos con su tripulación, Rick pudo sentir una vibración de bajo nivel extenderse hacia fuera desde las entrañas de la nave. La fortaleza ya estaba navegando, pasando más allá de la luna más íntima de Fantoma y bordeando el mismísimo filo del plano anillado del gigante.
“Comiencen transposición,” él oyó a Lisa ordenar al final del conteo regresivo.
La fortaleza tembló en la escala de Richter; las estrellas se volvieron líneas alargadas de luz...
“¡Almirante!” alguien voceó, una voz aterrada desde el borde de ninguna parte. “¡Los motores –no están respondiendo!” Los ojos de Rick encontraron los de Lisa a través de un espacio sin horizonte. Ellos se extendieron a través de la infinidad para tocarse mutuamente...
***
En una sala de datos espaciosa en Haydon IV, Exedore y Veidt estaban inclinados sobre un tablero monitor intentando descifrar un pasaje complejo de texto histórico. Era de menor importancia en el esquema de las cosas, pero el Zentraedi y el Haydonita estaban tan atentos a ello como lo hubiesen estado hacia algún asunto de grande y apremiante interés.
Detrás de ellos estaba una verdadera pared de computadoras principales y redes neurales que se extendían por kilómetros en ambas direcciones, la interfaz material con la Conciencia planetaria de Haydon IV.
Ambos, Exedore y Veidt, estaban vagamente puestos a tono con el hecho que a años luz de distancia en el espacio de Fantoma la flota de la REF se estaba alistando para la partida. Pero perdidos en los embrollos del código glífico del texto antiguo ahora, ellos casi habían olvidado la importancia del momento.
Hasta que ocurrió algo que literalmente los sacudió de su trance compartido. Sin un aviso, el sistema de circuitos de la Conciencia había cobrado vida.
Los dos seres giraron para observar los displays destellantes de la pared, su paroxismo casi violento mientras el poder oleaba de relevo en relevo.
¡Haydon! Veidt transmitió a Exedore con urgencia telepática. ¡Él ha regresado a nuestro mundo!