Capitulo 13
La operación de limpieza de tropas restantes en Optera fue llevada a cabo de un modo ordenado; pero aún así requirió más de la mitad de dos Meses Estándares para completarse. Las áreas distantes de la Colmena Hogar Invid habían sido destruidas por el asalto Karbarriano, y los domos interiores que comprendían el complejo central habían sufrido daños severos a causa de las incursiones del Ark Ángel. La así llamada computadora viviente, que había hecho la coreografía de las concepciones locas del Regente, luego las del General Edwards, finalmente se había rendido a la acción bloqueante de los Spherisianos y estaba en la ruina completa cuando yo lo vi. Jack y Karen habían halado a Baldan hacia la seguridad antes de la explosión, pero Teal había muerto allí. El Poso de Génesis, también, había sucumbido, y era poco más que un estanque adormecido de desecho genético cuando el Ark Ángel abandonó el espacio de Optera. De hecho, se me ocurrió en ese momento que nuestras acciones hasta cierto punto habían catapultado al planeta entero a un estado de muerte aparente; pero llegué a ver esto como un tipo de retirada curativa, un absceso que tendría en cuenta un saludable volver a despertar. Nosotros haríamos lo mismo, ambos, individualmente y colectivamente, aunque la ironía de eso se me escapó.
No había verdadero botín que reclamar después de nuestra campaña de años de duración; no es que la guerra alguna vez hubiese sido emprendida con tales finales en mente. Optera estaba estéril, desprovista de las mismísimas Flores que había dado a luz. Nos quedaba a nosotros la tarea de desmantelar los dispositivos que los Invid habían ideado para buscar y rescatar su Grial robado. Los Inorgánicos –los Hellcats, Odeon, Scrim, y Crann– destruidos; los Shock Troopers y Pincers y Enforcers desangrados de nutriente y escorificados por el propio calor de Tzuptum. En cuanto a los sobrevivientes Invid mismos, los científicos y soldados restantes –un grupo lastimero y aparentemente estúpido– eran mantenidos bajo lo que venía a ser arresto domiciliario por una guarnición que los Karbarrianos habían dejado atrás. Cuanto más aprendía del triste relato de Optera, más compasivo me ponía. Pero mi dolor apenas se restringía a Optera y a los Invid; se extendía claramente a través del Cuadrante hasta la Tierra y al sinnúmero de injusticias que todos habíamos sufrido directa o indirectamente a mano de los Maestros.
El Tracialle finalmente retornaría a Karbarra, intercalando en Spheris, Garuda, y Haydon IV a lo largo del camino. Baldan me confesó que él habría preferido acompañarnos a Tirol; pero al mismo tiempo él sentía nostalgia por Beroth, una ciudad que él recordaba como uno lo haría con un sueño. Y, con Teal perdida para él, sentía nostalgia por Tiffa –la madre, o abuela, o media madre que él apenas conoció en modo alguno. La muerte de Teal pesaba fuertemente en él, como lo hacía sobre todos nosotros.
Era lo mismo para Kami y Learna y los otros Garudianos: Tirol era una tentación, pero una fácil de resistir cuando el hin hacía señas.
Decir adiós a Gnea y a Bela fue la cosa más difícil que tuve que hacer. Tengo todo lo que podría desear en Rick y Roy ahora; pero había vínculos de afinidad formados entre las Praxianas y yo que no conocerán iguales en mi vida. Si yo exactamente no llegué a la mayoría de edad al costado de ellas, ciertamente llegué a la condición de mujer. El Tracialle las regresaría a Haydon IV, junto con Veidt, donde Bela asumiría el liderazgo de la Hermandad.
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El Ark Ángel y el Valivarre cojearían de regreso a Tirol. Los propulsores superluminales de ambas naves habían sido dañados en la batalla y era casi un año antes de que entrásemos al sistema Valivarre. El propio viaje fue sin novedad, excepto por el nacimiento del hijo de Kazianna, el que todos consideramos una señal maravillosa y esperanzada. Jean, especialmente –la partera más diminuta del Cuadrante. Se sobreentiende que los Zentraedi rebosaban de alegría, y alguien a bordo del Ark Ángel señaló que estábamos testificando el renacimiento de una raza, el Valivarre un arca de la suya propia repentinamente. Hubo tres embarazos más entre ellos antes de que aterrizáramos en el planeta.
El oír noticias de esta vuelta a despertar, y el ver al joven Drannin por primera vez –un bebé de cuatro kilos y medio– fue, creo yo, al menos en parte responsable de la decisión de Rick y mía. Por no decir nada de Aurora y del hecho de que casi todos a bordo del Ark Ángel parecían estar casando a Karen y a Jack, a Rem y a Minmei, y a tantos otros. Pero también estoy convencida de que mi prolongada sensación de confusión sobre la guerra, mi pesar sobre las muertes de Teal y Arla-Non, Sarna y Janice, representó un papel importante. Además, me recuerdo decidiéndome que un niño sería un presente de cumpleaños para mí misma en mi cuadragésimo cumpleaños. (Es peculiar recordar que embarazos primerizos tan “tarde” en la vida eran hace no mucho tiempo considerados como peligrosos para la madre y el niño.) Rick resultó ser más que sólo sustentador sino positivamente entusiasta. Estoy segura de que él fue guiado por pensamientos y sentimientos similares a los míos, aunque él nunca me comentó esto.
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Recuerdo mi primera vista fugaz de la SDF-3 al entrar al espacio de Fantoma, la fortaleza entre una sarta de lunas nacaradas, dibujada la silueta contra la cara inconstante de ese gigante anillado. Por un momento se sintió como si el tiempo no hubiese pasado, pero prueba tangible de esos años intermedios pronto se presentaron a nosotros del modo más desconcertante: en la forma de una flota de naves de guerra parcialmente listas atrapada en la cala de Tirol como un cardumen de peces mortíferos. Supongo que nuestra perplejidad tenía algo que ver con el largo viaje a casa y la naturaleza de los pensamientos pacíficos que habían comenzado a alcanzarnos. Tal vez fuimos unos tontos al estar tan esperanzados; tontos después de todo por lo que habíamos pasado en ese cuarto de siglo al creer que las guerras eran algo que podía ser enterrado.
También nos conmocionó el ver los cambios y transformaciones que habían tenido lugar en Tirol en nuestra ausencia que para algunos de nosotros había significado casi cinco años estándar terrestres. Tiresia no solo había sido reconstruida sino expandida; hasta tal grado que sus secciones industriales ahora abarcaban las mismísimas colinas al pie de las montañas que habían atestiguado nuestra primera confrontación terrestre con el Invid. Causó emoción contemplar la ciudad, con su mezcla fantasmagórica de arquitectura grecorromana y ultratecnológica. La Robotecnología había obrado los mismos milagros en Tirol que nosotros habíamos dado por sentado en Macross y Monumento; y la REF se encargó de que fuésemos desfilados por el paisaje urbano reconfigurado de Tiresia –Sentinels, Zentraedi, y los escuadrones del Tokugawa por igual– y de que recibamos la bienvenida de un héroe.
Luego, después de una semana más o menos de reuniones y festividades, el Consejo Plenipotenciario nos trató severamente. El consejo se había reunido en sesión especial a bordo de la SDF-3 para las revelaciones, mientras que en Tiresia al mismo tiempo los miembros sobrevivientes de los Ghost Riders de Edwards estaban siendo procesados en consejo de guerra. A veces me pregunto a quién pensaban el Profesor Lang y los otros que estaban protegiendo reteniendo los resultados de sus hallazgos por más de un año. Y a menudo me he preguntado cómo mis propias elecciones podrían haber afectado lo que yo había conocido en el Ark Ángel que el consejo pronto haría público.
Que no se tenía noticias ni de Carpenter ni de Wolff. Que “el año” no era 2025 sino 2030.
Que la Invid Regis había tomado conocimiento de la Tierra.
Que de repente todos éramos cinco años más viejos, y más melancólicos de lo contrario más sabios.
Los equipos de Lang aún tenían que perfeccionar los propulsores Reflex que nos posibilitaría transposicionarnos instantáneamente al espacio Terrestre. Carpenter y Wolff estaban en algún lugar a mitad de sus “viajes de cinco años”; y aún si la SDF-3 pudiera haberse transposicionado en esa mismísima tarde, nuestra llegada se daría unos cuatro años después de la de los Maestros. Era increíble: la idea de que tendríamos que desandar nuestras huellas a través del Cuadrante para librar la misma campaña concluida de nuevo los Maestros, los Invid, y la Protocultura. ¡En efecto, la REF y los Maestros simplemente habían trocado mundos!
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En realidad la REF tenía poca elección no más que recordar su parte concluida de ello, de todas maneras. Durante seis años habíamos tratado de armar una misión de paz; ahora teníamos que delinear una misión de guerra; completar la armada que T. R. Edwards había comenzado, y lanzarla a través de la galaxia contra la mismísima Tierra. Excepto que necesitábamos un dispositivo de viaje en el tiempo –algo para alentarnos a la Tierra delante de los Tiresianos.
También podríamos haber rezado por intervención divina. Pero podíamos hacerle frente, nuestros destinos moldeados de nuevo tan a menudo que aún estas últimas realidades no resultaron un shock permanente. ¿Insensibles, estoicos, resignados, ciegamente fieles debajo de todo nuestro ateísmo? Apenas sabía cómo caracterizarnos ya. ¿La Tierra que dejamos atrás nos reconocería aún como sus propios hijos?
El trabajo comenzó en serio; pero nosotros aún carecíamos de las cantidades suficientes de la única mercancía que podía garantizar la victoria –la Protocultura. Había suficiente para equipar tal vez una docena de naves, varios cientos de Veritechs; pero Reinhardt y Forsythe y el resto del estado mayor estaban hablando de cientos de naves de guerra, miles de Veritechs. Suficientes para derrotar las fortalezas de los Maestros, con suficiente en la reserva para prometer a la Invid Regis una derrota costosa. En busca de una nueva matriz, Lang y Cabell se entregaron por completo a la tarea de replicar los experimentos originales de Zor con las Flores de la Vida. Lang, especialmente, había estado contando con la cooperación de Rem; pero Rem tomó un camino inesperado. Los eventos de los pasados cuatro años habían en efecto puesto el genio de Zor en primer plano, pero Rem sólo estaba interesado en completar lo que su donador genético había comenzado. Así que mientras los Robotécnicos de Lang se sentaban rascándose sus cabezas, Rem regresaba a Optera para supervisar su replantado.
Los eventos de esos años de postguerra en Tiresia están bien documentados, y no es mi objetivo aquí recontar lo que ya ha sido asentado por manos más dotadas que las mías. Roy es mi recuerdo y alegría permanente desde entonces. Él nació a la altura de aquella frenética oleada Robotech barría sobre Tirol, pero me había prometido mantenerlo aislado de ello mientras pudiera, y de una manera general fui exitosa. Rick y yo hicimos una elección consciente de retirarnos durante un tiempo; y creo que el consejo estuvo secretamente complacido por esta ocurrencia. Héroes para algunos, éramos al mismo tiempo símbolos del cisma, las heridas que aún no habían curado.
Así que fuimos de luna de miel, y recordamos cómo era vivir sin armas. Rick había convencido a alguien del R&D para que nos construyan un facsímile de un Fokker E-3 Eindecker –el avión que su padre había volado en el circo– y Rick llevó a un paseo por el aire a Roy antes de su primer cumpleaños.
Vimos mucho de Vince y Jean entonces, y Karen y Jack –quienes siempre estaban al filo de comprometerse. Minmei parecía la más cambiada entre nosotros. Ella estuvo hospitalizada durante gran parte de ese primer año, y estuvo callada y recluida cuando salió. Ella acostumbraba hablar de Lynn-Kyle como si lo hubiera visto sólo ayer; si no hubiese sido por Rem, me estremezco al pensar lo que habría sido de ella. Oíamos de Max y Miriya periódicamente; pero pasarían años antes de que nos viésemos de nuevo.
Fue un tiempo feliz, a pesar de todo –de dónde estábamos, y de lo que estábamos armando sobre los cielos pálidos de Tirol.
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Entonces los eventos comenzaron un desliz sutil...
Rem regresó de replantar Optera y suministró a Lang los datos que sus equipos necesitaban para completar la matriz. Y repentinamente la REF tenía Protocultura y la máquina de guerra estaba en movimiento otra vez. Para el final de ese mismo año, Lang había encontrado la manera de reducir el tiempo requerido por la transposición espacial al espacio terrestre a dos años, y ya la primera ala de ataque, el así llamado Grupo Marte, estaba lista para el lanzamiento. (Fue idea del Consejo Plenipotenciario subdividir a la REF en grupos cuyos homónimos fueran los mismísimos hijos del Sol. Esto, para instilar a una nueva generación de guerreros con una lealtad al mundo que ellos habían dejado atrás y por el que tal vez iban a morir. El propio ahijado y otrora asistente de Lang, Scott Bernard, y su novia, Marlene Rush, se nominaron para el grupo. El Grupo Júpiter se lanzaría algunos meses más tarde. El propio grupo de Lang, los equipos R&D y tales –conocidos colectivamente como el Grupo Saturno– iban a ser incluidos en la oleada final, junto con la SDF-3 misma)
Al mismo tiempo el Consejo del Grupo Local –constituido por representantes de Haydon IV, Tirol, Karbarra, Garuda, Spheris, y Peryton– había ofrecido Optera a la Hermandad Praxiana sin hogar, y Bela había aceptado. Rick y yo tuvimos sentimientos conflictivos sobre esto debido a la continua presencia Invid en el planeta; pero pocos compartieron nuestras preocupaciones. Ahora la REF no sólo tenía una matriz para proclamar suya, sino un planeta aliado lleno de Flores para cosechar para sus propósitos.
Optera fue nombrada de nuevo “Nueva Praxis.”
Todas estas cosas estaban comenzando a amenazar y a erosionar el falso mundo que Rick y yo habíamos estado creando. Pero el hecho de que nosotros voluntariamente nos desarraigamos de Tiresia para reasumir nuestros comandos a bordo del Ark Ángel es tal vez una indicación de que sentíamos lo que nos esperaba. De hecho, estábamos juntos en el puente de la nave cuando el destino conspiró para llevar aquel tranquilo vacío a un fin irrevocable. Reportes alcanzaron el espacio de Fantoma desde todas partes del grupo local que los Invid restantes en esos mundos habían, en un parpadeo, desaparecido. De Haydon IV, donde algunos de los niños de la Regis habían permanecido en residencia; de Spheris, donde otros habían sido encarcelados; de Nueva Praxis misma, donde las tropas derrotadas del Regente habían sido forzadas a una sociedad incómoda con sus carceleros Karbarrianos y sus propietarias Praxianas. Científicos, soldados, cerebros adormecidos.
¡Desaparecidos!
Era la creencia de Lang que la Reina-Madre Invid, la Regis, había encontrado la Tierra; y se había, de un algún modo insondable, extendido de regreso a través de la galaxia para reclamar los niños que ella y su difunto esposo habían abandonado. Exedore (quien aún estaba en Haydon IV en ese momento) sostenía que algo catastrófico había ocurrido en la Tierra para llamarla allí –algo que tenía que ver con un brote sin precedentes de las Flores de la Vida. Más tarde, cuando Max y Miriya y Aurora arribaron desde Haydon IV, llegaríamos a entender un poco más de esto.
Entretanto, sin embargo, los mundos que los Sentinels habían ayudado a liberar querían nada más que unirse a la causa de la REF –para ayudar a liberar nuestro mundo hogar de ese azote que había tenido a sus propios mundos en su maligno poder. Nadie sabía cuánto tiempo le tomaría a la Regis lanzar su invasión contra la Tierra, o incluso si esa batalla sería luchada contra Terrícolas o sus Maestros Robotech; pero el momento había llegado para un impulso extremo para completar y armar la primera ola de asalto y enviarla en camino.
Las naves de los Grupos Júpiter y Marte eran navíos de aspecto delicado que me hacían pensar en cisnes en vuelo, con largos cuellos ahusados y alas en flecha. Pero las fábricas Karbarrianas pronto estuvieron produciendo una nueva clase de acorazado para lo que algún día constituiría la mayor parte de la armada principal –cruceros de batalla de barriga color carmesí moldeados como garrotes de guerra de la era de piedra; provistos de propulsores triples dorsales; y transportes de Alpha Veritech que se asemejaban a calderas anticuadas. Garuda y Spheris y hasta Peryton todos estaban enviando trabajadores para reforzar las fábricas de los Karbarrianos y minar la turba que se estaba usando para el combustible Sekiton de las naves.
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El Ark Ángel había partido de Haydon IV poco antes del nacimiento de la segunda hija de Max y Miriya, Aurora. Ella tenía cuatro años cuando Rick y yo la vimos por primera vez, y aunque habíamos visto los transvídeos y oído todos los reportes sobre su rápido desarrollo y sus talentos extraordinarios, la experiencia nos dejó enmudecidos. ¡Sólo dos años mayor que nuestro Roy, y ella lucía, hablaba, y se comportaba como una niña de diez años! Ella era una niña de cabello negro y brillante y de apariencia de hada, con enormes ojos negros, vistiendo una prenda Haydonita suelta y corta de color blanco y oro el día que ella descendió del transbordador. Su pequeña cintura estaba circundada por un ancho cinto y sus muñecas y garganta decoradas por la mismo piel de color castaño rojo. Miriya había fabricado una guirnalda para su cabello con Flores de la Vida de los huertos de Nueva Praxis. Ella parecía una visión de paz esa mañana Tiresiana... Y sin embargo fue difícil para mi no considerar a esas Flores sino bélicas en aspecto y diseño, proveyendo de combustible como lo estaban haciendo a nuestra flota de naves de guerra, a nuestro arsenal de mechas –Veritechs, Cyclones reconfigurables, Hovertanks, y cosas por el estilo.
Pero tal vez yo estaba confundiendo a las Flores con la Protocultura. El mal innato no existe en esta estrecha dimensión que nosotros llamamos nuestro mundo; sólo potencial imparcial propenso a propósito maligno.
Max y Miriya habían cambiado dramáticamente. Rick me confió que él estaba tan desconcertado que apenas pudo ver a Max como el mismo as que otrora había llevado al Skull a la gloria, el que se había distinguido tanto en las Tierras del Sur, cuyas maniobras de mechamorfosis se habían convertido en materia de texto y leyenda. A diferencia del resto de nosotros, ellos habían encontrado un camino libre hacia la paz –a través de Aurora, imagino. Se me ocurrió, sin embargo, que la REF tenía este mismo camino abierto a ella aún en esta fase tardía: teníamos a Tirol, nuevas vidas bajo una nueva estrella, un grupo local de amigos y aliados, un rincón del Cuadrante que podríamos ayudar a mantener y sostener, conducirlo por cualquiera de miles de cursos diferentes... Pero me di cuenta al mismo tiempo que nunca podríamos descansar tranquilos con tal elección. No hasta que la Tierra fuese liberada, su devastado espíritu vuelto a ella, sus pueblos libres para tomar esa misma decisión.
Recuerdo la angustia que vi en los ojos de Jean y de Vince cuando observaban a los Sterling con Aurora. Yo tenía a Roy para apretar contra mi pecho. ¿Pero dónde, yo casi podía oír a Jean preguntándose, estaba su hijo?
Si hubiésemos sabido entonces precisamente lo que había traído a Max y a Miriya a Tirol, la pregunta no hubiese sido necesaria hacerla.
Rick y yo completamos nuestra transferencia desde el Ark Ángel a la SDF-3 después de que el Grupo Marte se lanzó y se transposicionó. Las cosas estuvieron turbulentas pero estables la mayor parte de aquel año (2034). Nuestra única dificultad fue una personal, implicando a una joven fotoperiodista que se había enamorado de Rick. Yo sospecho que el amor obsesivo de la mujer con él se remontaba bien atrás al comienzo de la campaña de los Sentinels; el problema era que ella no era una adolescente soñadora con una pasión loca ahora, sino una amenaza atractiva, capaz, y agresiva. Como yo lo veía. Y sin excusas. Yo tenía que preocuparme de Roy, mis deberes a bordo de la SDF-3, y ciertamente no iba a agregar a Rick a mi lista de preocupaciones. Así que me encargué de que Max y Vince transfirieran a la mujer al grupo de ataque Júpiter.
Ello pareció importante en ese momento, pero insignificante un mes más tarde cuando la nave de Jonathan Wolff apareció de la nada, en lo profundo de los límites exteriores helados del sistema Valivarre. Estábamos fuera de sí con excitación y esperanza, seguros que Wolff estaba en curso de regreso de la Tierra –no, como algunos decían, en la terminación de un círculo de espaciotiempo que había fallado desde el comienzo en entregarlo aquí. Repentinamente nos encontramos a punto de tener todas nuestras preguntas respondidas sobre la Tierra y los Maestros Robotech, la Tierra y la Invid Regis...
Aún puedo representarnos reunidos alrededor de los monitores en el Centro de Información Táctico; inmóviles al lado de altavoces en los pasillos, bahías, bodegas, y camarotes a bordo de la fortaleza; detenidos allí mismo en Tiresia... La REF entera aguardando oír alguna palabra de la única tripulación que había estado allí y vuelto.
La primera transmisión de aquella nave es infame ahora; tanto fue dicho en tan pocas palabras, nos dejó sin habla. “Esta es Dana Sterling,” la voz empezó, “ex teniente con el Decimoquinto Cuerpo Táctico Blindado Alpha del Ejército de la Cruz del Sur.”
¡Dana Sterling!
¡El Ejército de la Cruz del Sur!
No desde el arribo del Ark Ángel al espacio de Tirol y las subsecuentes revelaciones del Profesor Lang al consejo la REF había experimentado tal suma de emociones. La nave de Wolff efectivamente había llevado acabo su regreso a la Tierra. Y el Ejército de la Cruz del Sur había prevalecido. ¿O lo habían hecho ellos?
La Base Tirol asistió en masa al aterrizaje planetario de la nave. Sólo Max y Miriya parecían no perturbados por el evento; y yo recuerdo haber pensado que ellos habían de algún modo esperado esto desde el principio. Más tarde, me enteraría del enlace telepático que Aurora y el instrumental enigmático de Haydon IV les habían ayudado a establecer con Dana.
Yo la reconocí inmediatamente, ese cuerpo flexible, esa sonrisa traviesa, esa esfera remolineante de cabello rubio. Y al lado de ella, crecido hasta la hombría, Bowie Grant. Mi corazón estaba tan lleno de alegría que apenas presté atención a los otros miembros de la tripulación mínima del crucero –Angelo Dante, Sean Phillips, y Marie Crystal entre ellos– pero sí noté algo en todos sus ojos que reforzó mis pensamientos sobre cuán astillados nos habíamos vuelto como raza planetaria. Mientras la REF se había desarrollado indisputablemente guerrera, también habíamos permanecido confiados y serenos. Pero estos jóvenes eran cautelosos y nihilistas; era como si ellos hubiesen viajado no desde la Tierra del siglo veinte, sino desde el mundo de la Edad Media de la Tierra.
Apenas tuve tiempo para registrar estos pensamientos cuando los clones comenzaron a aparecer –la tribu perdida, y ahora sin los Maestros, de Tirol, conducidos a casa por las Damas gemelas del Arpa cósmica, Musica y Allegra.
Durante el curso de los siguientes días Dana y su 15to nos dieron la información necesaria sobre trece años de la historia de la Tierra. Nos enteramos de cómo el Ejército de la Cruz del Sur había llegado al poder; de la subida y caída de Wyatt Moran y Anatole Leonard. Escuchamos relatos de que la Tierra se había zambullido en el feudalismo y la guerra declarada; de la llegada de los Maestros Robotech, y de lo que había sido llamado la Segunda Guerra Robotech.
Unos cuantos de nosotros fuimos informados en forma particular de los bizarros eventos que se habían desplegado alrededor de Dana y el Dr. Lazlo Zand, y un segundo clon de Zor que los Maestros habían llamado Zor Prime. Y finalmente comprendimos a lo que la bebé Aurora se refirió cuando ella había advertido a su hermana sobre las esporas.
Pero si algunas de nuestras preguntas no habían sido respondidas, había otras tantas que permanecieron no resueltas. No había habido ninguna señal de la Invid Regis o de sus niños, pero las Flores de la Vida estaban allí en abundancia. Las propias visiones de Dana le habían avisado que advirtiese a los líderes de la Tierra de la amenaza inminente, pero el planeta no estaba en condición para defenderse por sí mismo. Wolff estaba de vuelta, pero al oír a Dana decirlo, él no era el comandante capaz que una vez conocimos. El satélite fábrica también había regresado al espacio de la Tierra, pero era inservible y podía hacer poco más que despachar una pretensión de capacidades defensivas –apenas suficiente para engañar a la Reina-Madre Invid por un rato.
Milagrosamente, sin embargo, la nave de Dana cargaba más que refugiados. Gracias al trabajo de un joven científico brillante llamado Louie Nichols, las computadoras principales de la nave contenían los datos que Lang necesitaba para perfeccionar los generadores de transposición espacial. Y en seis meses los impulsores de las naves de la flota principal estuvieron totalmente remendados.
A los talones de esto llegó el desarrollo de los Guerreros Sombra (Shadow Fighters) y de los misiles neutrón “S”, con intención de ser las armas de último recurso de la REF: bombas de radiación que volverían a la Tierra tan estéril y sin vida como los rayos de muerte de los Zentraedi habían dejado a Optera generaciones antes.
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Hubo una tarde en Tiresia que nos encontró a todos juntos –Vince, Jean, y Bowie; Max, Miriya, Aurora, y Dana; Rem y Minmei; Karen y Jack. Max estaba diciendo algo sobre Haydon IV, y Roy estaba jugando a los pies de Rick con Polly, el Pollinator que Dana había traído con ella desde la Tierra. Había llegado la noticia de la aplastante derrota del Grupo Marte, pero el Grupo Júpiter había sido lanzado y nuestra propia ventana se acercaba rápidamente. Recuerdo haberme preguntado si esta misión traería un final a nuestra búsqueda de paz durante décadas. Yo estaba sentada allí extrañamente distanciada de mi familia y amigos, tratando de imaginar la invasión que habíamos planeado –nuestra aparición en el espacio terrestre y nuestros ataques coordinados contra el Punto Reflex, como el complejo colmena de la Regis había sido llamado. Y en verdad no pude imaginarla. Tuve una sensación inconmovible de que la invasión ya había ocurrido y que de algún modo habíamos sido dejados fuera de ella.
Fue un conocimiento de ensueño; una sensación de que estábamos a punto de embarcarnos en una misión que ninguno de nosotros había antevisto.
De Recuerdos: Los Años en Tirol, por Lisa Hayes-Hunter