Capitulo 12

En cierto sentido, las colmenas, las computadoras vivientes, los Invid mismos estaban todo hechos de la misma materia –incluso hasta cierto punto la armadura quitinosa de los Shock Troopers, las Naves Pincer, y el resto. Se podría decir (y de hecho se hace) que el Invid era en verdad la forma más perfecta de la Flor de la Vida. A las Flores se les había negado el derecho a procrear, y debido a esto el Invid debió convertirse en sus agentes de punición.

Dr. Emil Lang, El Nuevo Testamento

“Él está muerto,” Teal dijo, poniéndose de pie.

Baldan miró con fijeza al humano. La sangre, la carne cauterizada, y el olor horrible transmitieron una oleada poderosa de remordimiento por él. Fuere Ghost Rider o no, el ser aún era uno de los propios hermanos planetarios de Hunter. Primero los Invid y ahora esto, él pensó. ¿Qué había en la composición de los humanos que hacía tan fácil para ellos matarse unos a otros? Mejore aún, ¿qué faltaba en su evolución como especie que les permitía matarse unos a otros? Él usó las memorias de su tocayo para recordar un tiempo cuando su propia forma de vida había enfrentado el reto y conquistado sus lujurias primitivas. Aún cuando los Maestros llegaron, el conocimiento planetario no tendría en cuenta la guerra o la rebelión. Y lo mismo con el Invid. Pero cuán correcto parecía ahora acompañar la campaña de los humanos; qué cosa simple y directa se había convertido el cometer asesinato en el nombre de la liberación.

“¿Baldan?” Teal dijo, una nota de preocupación en su voz.

Él se sacudió de la vista y la miró de un modo incierto. ¿Por qué esto lo había puesto a pensar? él se preguntó. Un largo rastro de muerte se extendía a medio camino a través del Cuadrante ahora.

Cuatro humanos y dos veces ese número de soldados Invid habían caído ante las armas de los Spherisianos desde el callejón sin salida. Ellos habían buscado a Jack y a Karen, pero decidieron finalmente continuar con la misión. Para Baldan, quien sentía un amor hacia Karen que él nunca sería capaz de expresar, menos aún asir, la decisión había demostrado cuán semejante a un guerrero él se había vuelto –este razonamiento táctico: el peso de dos vidas perdidas contra las muchas que el éxito de su misión salvaría. ¡Que esto debería haber sido el mundo que él mostró a Karen en la ventanilla!

Su progenitor, Baldan I, había sido atrapado en la guerra; pero en un sentido muy real Baldan II había nacido en la guerra. Nacido y formado por ella, un Spherisiano diferente del resto, salvador o loco.

“Vamos,” Teal le ordenó. “Llegamos.”

Él asintió con la cabeza y la siguió, encomendándose a los instintos de ella, pero igualmente seguro de las vibraciones que los suyos leen en el piso trepidante de la colmena. El cerebro estaba cerca, tan cerca como la habitación delante de ellos...

Pero ninguno de ellos estaba preparado para lo que enfrentaron un momento más tarde.

Los dos no eran inexpertos en estas computadoras vivientes, y al igual que los otros Sentinels ellos habían tenido tratos directos con las cosas en media docena de mundos. Aquellas, sin embargo, habían sido meras secciones de ésta –titánica e inspiradora de temor reverente en su cámara-burbuja de varios pisos de altura. Ésta era la que comandaba a todas las otras, la que daba forma a la red Invid entera; y Baldan y Teal rápidamente se dieron cuenta que Edwards y su ejército serían impotentes sin ella.

La propia habitación era apenas suficientemente grande para contener al cerebro, y la mayor parte de ella –paredes, piso y techo aparentemente orgánicos– recientemente se había llegado a incorporar en la estructura física del cerebro. En la muerte del Regente, Baldan conjeturó.

Haces tentaculares de fibras nerviosas habían brotado del órgano mismo, y estos descolgaban hasta el suelo como vides y enredaderas de un bosque tropical, transformando cada lugar que ellos tocaban en racimos amorfos de tejido animado. La habitación pulsaba con un tipo de energía cerebral auto generada que danzaba a través de la superficie convoluta del cerebro como el fuego de San Elmo y brotaba de la boca de la cámara-burbuja para lavar las paredes con luz febril. Los sonidos suspendidos como neblina en el espeso y eléctrico aire, vibrando en frecuencias audibles mientras los Spherisianos ingresaban a la habitación.

El cerebro parecía consciente de su presencia, pero de algún modo despreocupado. Era como si los ataques coordinados de los Sentinels contra la colmena hubiesen sobrecargado sus efusiones que apenas podía alojar alguna nueva y aún más inmediata intrusión.

Que es precisamente la manera en que Baldan y Teal lo preferían. Ellos tenían sus armas levantadas, apuntando a la cámara-burbuja ahora.

“El lado de abajo,” Teal sugirió, señalando con un ademán a una proyección bulbosa y semejante a la pituitaria adherida a la superficie ventral del cerebro.

Baldan aumentó la intensidad de la descarga de su rifle hasta el máximo. “A mi cuenta,” él le dijo a ella.

Y a la cuenta de tres ellos dispararon –o trataron de hacerlo, en todo caso.

Ellos hicieron un segundo intento, pero de nuevo las armas fallaron. Y antes que pudieran comenzar a descifrarlo, dos zarcillos ondulados de furia eléctrica habían sido lanzados desde la cámara-burbuja para absorberlos. Las defensas del cerebro los golpearon, sacando violentamente los rifles de su agarre y lanzando súbitamente a Teal a través de la habitación con la fuerza de su carga.

***

Rick pensó que era el lugar más horrible al que la guerra los había llevado. Un columbario, o un criadero de algún tipo, oscuro y oliendo a podredumbre, putrefacción y gangrena –un centro de nacimiento para monstruos. Hacia donde mirasen, restos de sacoshuevos fibrosos y placentas gelatinosas; trozos de materia orgánica que no habían logrado tomar forma –una pila de basura de partes Invid, de manos y hocicos y ojos ofidios. Y también había mecha: fila sobre fila de Shock Troopers y Naves Pincer, cabinas esperando ser llenadas con fluido nutriente y atiborradas de pilotos; cañones y lanzadores de discos de aniquilación listos para la infusión de Protocultura que los traería a la maligna vida.

Learna tenía la punta, una aliada Garudiana dirigiendo sus pasos hacia la ubicación del Poso. Hacia Edwards, Rick se dijo, deseoso por la confrontación. Lisa estaba unos cuantos pasos detrás, y él abrió la red para cuchichearle.

“Esto es casi lo peor, del modo en que lo considero.”

“No lo peor, Rick,” ella dijo con un suspiro dolorido. “Lo más triste.”

“No te entiendo.”

Ella dejó de caminar cuando él giró para mirarla de frente. “¿No puedes sentirlo? Esto es donde ella debe haber tratado de hacer nacer su ejército –el que el Regente demandó de ella.” “Te refieres a la Regis.”

Él la vio inclinar la cabeza, y comenzó a mirar a su alrededor, más incómodo ahora que antes. Lo más triste. La intuición de una mujer. ¿Era así, entonces, como luciría una guardería para la Reina-Madre Invid? Él se preguntó.

Un súbito destello detrás de él borró el pensamiento, una explosión consecutiva aplastándolo contra el piso. Él vio las piernas de Lisa cuando abrió sus ojos; ella estaba vigilándolo, el Wolverine tosiendo disparos hacia algo fuera de la vista. Él intentó gatear, pero ella cayó sobre él, inmovilizándolo. Simultáneamente llegó una segunda descarga, y un rápido aluvión de calor.

Entonces de repente Lisa se levantó y corrió. Rick pudo ver la nave Invid mutilada, un Shock Trooper desplomado hacia delante sobre sus brazos pinza, nutriente brotando como savia verde de su sensor agujereado.

Learna había sido golpeada antes de que el tiro de Lisa hubiese aniquilado a la cosa.

“¿Cuán mal está?” Rick preguntó, acercándose a las dos, el visor del casco levantado. Lisa había abierto la camisa de Learna, colocando violentamente una venda de presión en su barriga sin pelaje.

“Ella vivirá.”

La respiración de Learna era trabajosa debajo de la máscara de respiración. “¿Puedes bajarla?” él le preguntó.

Ella le dijo que podía hacerlo. “Pero no pueden continuar sin mí.”

Rick le mostró una sonrisa forzada. “El Poso no puede estar mucho más lejos. Lo encontraremos. Lo importante es llevarte de regreso–”

“No es eso,” ella lo interrumpió. “Es Edwards.”

Lisa colocó su mano detrás del cuello de Learna y la ayudó a enderezarse. “¿Qué hay sobre Edwards, Learna?”

“Su poder... el cerebro Invid le ha dado poder. Él lo usará para confundir sus pensamientos.”

Rick y Lisa intercambiaron miradas. “Tendremos que tomar ese riego.”

“¡No!” Learna dijo, asiendo la pechera de la camisa de él. “Me necesitan con ustedes. El hin nos protegerá.”

“Tú no estás en condición–” Lisa comenzó a decir. “¡Me necesitan con ustedes!”

Rick sostuvo la mirada de Learna por un momento largo, esos ojos de zorro sobre el borde de la máscara de respiración. “Ella tiene razón, Lisa. Nuestras armas no son dignas rivales para él ahora.”

“Pero Rick, no podemos–”

“No lo vamos a hacer,” él dijo, sacudiendo su cabeza. “Pero quizá podamos llevar el hin con nosotros.”

Los ojos de Lisa se abrieron de par en par con miedo.

Él colocó una mano en el hombro de ella. “Ambos vamos a dar unas cuantas aspiraciones de la atmósfera Garudiana.”

***

Minmei pudo sentir que las drogas estaban comenzando a disiparse. Y con eso vino la reaparición lenta y constante del dolor. Su cuerpo estaba arañado y magullado –las muñecas escoriadas por las esposas, la garganta desesperadamente adolorida por la batalla que sus cuerdas vocales habían librado con los apuntes telepáticos de Edwards. Cada uno de sus articulaciones dolidas; su ojo izquierdo estaba hinchado y cerrado, dos dientes superiores sueltos de un golpe. Sin embargo, el dolor era mejor que los efectos soporíferos de las drogas; el dolor era real y se podía tratar. Era apenas un tiempo de sueño o sueños.

Ella estaba en las ex habitaciones privadas del Regente, ella sabía eso –un complejo de habitaciones singularmente diseñadas con mobiliario de tamaño exagerado de un diseño antiguo. La propia cama era del tamaño de un camión de remolque de plataforma; la cabecera a la que ella estaba esposada era una obra de calado moldeada en una aleación no identificable. Su posición supina en la cama le hacía difícil observar mucho más que eso.

Ella podía ver, sin embargo, que no estaba sola. Al otro lado de la habitación el ayudante de Edwards estaba haraganeando en un tipo de trono. Perdido en la cosa masiva, se parecía a un niño pequeño en el uniforme de un soldado disfrutando un momento en el sillón de su papito. Minmei no pudo suprimir la pequeña risa que se abrió camino, y Benson la oyó. “Vaya, nuestra pequeña ave cantora está despierta.”

¡Ave cantora! Minmei pensó, recordando el día que Khyron la había capturado. Y a Kyle... querido Kyle. “No use esa palabra conmigo,” ella le ladró.

“¿Oh?” él dijo, levantándose y caminando hacia la cama. “¿Lynn-Minmei está dando órdenes de repente?”

El borde de la cama llegaba hasta el pecho de Benson, y él era una vista bastante ridícula parado allí observándola; pero a Minmei no le gustó la mirada que vio en sus ojos. “¿Dónde está T.R.?” ella preguntó, estirándose para mirar alrededor de la habitación.

Benson cruzó sus brazos, reflexionando algo. “Él está abajo en el Poso, dulzura –calculando hacer monos de algunos de los Sentinels.”

“¡Los Sentinels! ¿Están aquí?”

“Tranquila,” él dijo, poniendo sus manos en sus hombros para sujetarla.

Ella cometió la equivocación de mostrarle desprecio. “Quíteme sus manos de encima.”

Los ojos de Benson se entrecerraron y sus manos comenzaron a moverse hacia abajo del cuerpo de ella. “¿Quién lo va a saber, Minmei? Echa una mirada alrededor de ti: puedes gritar a gusto.” Él se inclinó para hocicarle su cuello.

“¡Edwards lo matará!” ella gritó. “¡Aléjese de mí!”

Él rió y subió a la cama, los ojos imaginando las cosas que le iba a hacer a ella. “Por favor, “ ella le pidió. “No haga esto.”

Él comenzó a besarla. Minmei mordió los labios de él, y dejó salir un pequeño grito cuando él la golpeó. Él la agarró y ella se retorció zafándose de él. Él la golpeó de nuevo y ella lo pateó –un golpe rápido que hizo sangrar su nariz. Y repentinamente él ya no la estaba mirando con deseo; había muerte en sus ojos.

“Muy bien,” ella dijo, dejando insinuarse terror en su voz. “haré lo que desee. Sólo sáqueme estas esposas. Por favor.”

La sospecha emergió en la superficie de su cara, pero Minmei casi se deshizo de ella con una apelación más gutural.

Benson le quitó las esposas.

Ella estaba lista para él ahora. Él vino hacia ella a gatas, una sonrisa traviesa en su cara, y ella transformó su voz hacia él –una nota que brotó de algún lugar tan profundo dentro de ella que no tenía nombre. Benson aulló en respuesta, las manos en sus oídos y el rostro torcido en gesto de dolor. Ella sabía que lo había ensordecido, pero envió otra nota en dirección a él para asegurarse.

El sonido lo golpeó con fuerza, lo arrojó fuera de la cama. Minmei lo siguió, sosteniendo esa nota, atormentándolo con vibrato y modulaciones. La mano de él fue hacia su pistola láser enfundada, y ella lo dejó oírlo de nuevo. Benson cayó sobre sus rodillas, gimiendo su parte de la letanía.

Ellos estaban de pie en el umbral del baño del Regente cuando él finalmente reunió fuerza de voluntad para atacarla. Él atacó mientras ella estaba recuperando el aliento y la golpeó con estrépito contra la entrada. Minmei administró un débil arpegio, pero no fue suficiente para detenerlo. Él le dio una palmada en la cara y la envió resbalándose a través del piso embaldosado sobre su panza. Ella sintió el peso de él caerle encima y chilló con todas sus fuerzas. Pero Benson estaba demasiado loco para ser disuadido; él la estaba manoseando y golpeando con el puño, preparándose para violar o asesinar o ambos.

Minmei colocó sus manos debajo de sí y empujó tan duro como pudo. Los dos rodaron juntos y cayeron de cara en el estanque de nutriente del Regente. Minmei emergió, jadeando y dando pisadas, Benson nadando hacia ella, de mirada furiosa y hambriento. Ella engulló y encontró su voz, bramó y lo hizo retroceder. Benson asió su cabeza y se sumergió. Ella contuvo su aliento y bajó para encontrarlo, los pies encima de los hombros de él una vez que ella lo hizo, reteniéndolo abajo mientras las burbujas de sus gritos fluían hacia arriba. Benson estaba frenético debajo de ella, arañando los pies y piernas de ella, pero atrapado por el peso de ella.

Minmei cantó un aria hacia la habitación, su voz haciendo eco desde las paredes mientras una ola verde salpicaba desde el estanque y se extendía a través del piso del baño y del dormitorio. Y finalmente el forcejeo se calmó. Ella pasó la mano por el espeso fluido y se levantó sobre las baldosas, jadeando. La habitación estaba calmada, el estanque acomodándose otra vez.

Lloriqueando, ella se arrastró lejos, la mayor parte de la ropa desgarrado de su cuerpo, sus piernas cortadas y surcadas por las uñas de Benson.

Ella estaba casi en el umbral cuando él brotó del estanque como un misil de submarino lanzado.

Minmei se recostó contra la pared, miedo y fascinación alojándose en su garganta: Benson ya no era humano. El nutriente, la voz de Minmei –una combinación de los dos y la muerte misma lo habían transformado en una cosa a la que la evolución no habría querido respaldar. Allí había tentáculos y antenas, extremidades y apéndices, órganos y orificios, pero nada que ella pudiera reunir en un todo, nada que su mente le permitiría ver.

Y entonces, tan repentinamente como había aparecido desapareció –aniquilado por un rayo de energía de luz cegadora que surcó la habitación desde algún lugar en el dormitorio. Minmei sintió crisparse mientras sangre coagulada llovía alrededor de ella.

Janice Em ingresó en la habitación, enfundando su pistola láser. Ella observó a Minmei y sonrió. “Qué equipo,” ella dijo.

Rem entró también tras ella y fue al lado de Minmei, arrodillándose para envolver un vestido alrededor de sus hombros temblorosos. “Yo –yo te recuerdo,” Minmei dijo.

“En Tiresia,” él le dijo. “Años atrás.”

“¿Dónde está Edwards?” Janice preguntó.

Minmei miró a su socio vuelto guerrero. “E-él fue a algún l-lugar llamado el P-poso.”

“Entonces Rick se topará con él,” Rem dijo. Minmei lo asió. “¡Por favor! ¡Tenemos que salvar a Rick! ¡Hay tanto que tengo que explicar!”

Rem la hizo callar, confortándola con sus manos. “Pero, Rick–”

“Puede haber tiempo aún,” Janice anunció. Ella miró a Minmei con una mirada fresca y empezó a revelarle su cara androide.

***

La misma atmósfera que mantenía a Kami y a Learna en contacto con las dimensiones psíquicas del hin casi había matado a Rick y a Lisa en Garuda. Pero eso fue después de cinco minutos de exposición forzada a la atmósfera del planeta. Esta vez era diferente: un minuto para cada uno de inhalaciones controladas del tanque de gas de Learna. La decisión de Rick se basaba en algo que Cabell le había dicho a él en Haydon IV poco después de que los dispositivos allí habían reanimado a todos. Cinco minutos casi habían resultado una dosis letal; pero un minuto permitiría a la mayor parte de los tipos humanoides una excursión efímera por el hin sin efectos secundarios permanentes. Ellos estuvieron absortos en el hin por un largo rato, un mundo de colores cambiantes y formas geométricas turbulentas para sus ojos pineales despiertos, un mundo de paisajes interiores donde la magia y el poder definían el horizonte. En cierto nivel bio-psíquico existía la conciencia de que ellos aún estaban dentro de la Colmena Hogar; pero otra parte de ellos viajó fuera de los confines de la gravitación. Ellos navegaron y planearon de un lugar de poder al próximo, vigilantes y serenos, familiarizados con no sólo las canciones del viento del hin sino con las voces de los aliados. Los guías y guardianes de esa realidad separada tomaron formas múltiples, algunas veces unas aladas y otras no, pero cada uno se hizo cargo de conducirlos más y más cerca del Poso y a aquella mancha negra al filo del mundo que era Edwards mismo.

Y él trató de confundirlos: con la esperanza de guiarlos por caminos que conducían a ninguna parte sino abajo; dentro de posos que se zambullían directamente al corazón ardiente de Optera. Pero los aliados estaban a la mano para auxiliarlos, y las batallas peleadas no eran de rifle y cañón sino de visión y voluntad.

Fue todo cuesta abajo desde la cámara de nacimiento: una serie de descensos cautos a través de esos posos de transporte sin ascensor, que eran algo así como un aspecto central en todas las colmenas Invid; luego un pasaje claustrofóbico a través un tipo de área de cuarteles atestada de partes principales vasculares, baños de nutriente comunales, y cuartos de almacenamiento.

Finalmente, sin embargo, Edwards los reconoció y les invitó a entrar a su dominio –un regreso al mundo de carne y fuego que sus secuaces gobernaban.

Rick y Lisa estaban entrando y saliendo de fase con el hin ahora, conocedores de las advertencias de los aliados pero forzados a tratar con las amenazas en un plano principalmente físico. Ellos estaban en una arena subterránea inmensa que había sido labrada de la roca sólida, transformada en un arreglo de telaraña de celdas de colmena. Y frente a ellos estaba el cráter artificial que había realizado estos cambios –un ombligo de neblina refulgente primitiva, una entrada a los misterios de Optera.

Edwards estaba de pie en el borde opuesto del cráter mientras ellos se acercaban –una distancia de no más de dieciocho metros. Él lucía tanto como si estuviese en la pantalla del puente del Ark Ángel, excepto por la vincha tachonada, que él llevaba a través de la superficie pulida de su placa craneal.

“Terminó,” Rick dijo, sus palabras regresadas por las paredes de la caverna. Él tenía la culata del Wolverine calzada en su sobaco derecho; Lisa sostenía su propia arma en posición terciada. “Delo por terminado y saldrá caminando de aquí vivo.”

La voz de Rick era confiada, animada por los aliados que aún estaban revoloteando sobre sus cabezas; pero Edwards sólo rió. “Quiero felicitarlos por llegar hasta aquí, Sr. y Sra. Hunter.” El maníaco anfitrión del show-juego aquí, con una reverencia teatral para una audiencia invisible. “Pero aunque ellos digan regresa a casa, ‘la dama gorda aún tiene que cantar.’ –Veamos cuánto les gusta.”

Algo emergió del Poso antes de que Rick o Lisa pudieran dejar salir un disparo. Ellos retrocedieron cuando la cosa comenzó a colocarse entre ellos y Edwards. Era un Invid –o lo había sido, Rick decidió– ahora moldeado de nuevo para parecerse a algo salido de Wagner a manera de los Looney Tunes. Una prima donna de cuatro metros y medio que tenía un parecido tímido a Minmei bajo su casco cornudo y piel de reptil. Rick y Lisa empezaron a dispararle cuando comenzó a cantar.

Con los brazos en jarra, Edwards frunció el entrecejo. “¿No les gusta esa, huh? Entonces prueben esta.”

El Poso de Génesis dio a luz otro Niño Especial reconcebido –un querubín Invid extra grande con un arco de energía. Éste disparó mientras Rick y Lisa estaban boqueando, un rayo de calor blanco clavándose en el suelo entre ellos y arrojándolos hacia los costados. Rick se puso de pie disparando, agujereando las alas de la criatura, haciéndola caer dentro del Poso. Pero al mismo tiempo un pequeño ejército de bestias más pequeñas desatadas por las fantasías de Edwards estaban tambaleándose sobre la orilla y dirigiéndose directamente hacia él. Peces cuadrúpedos y pájaros insectiles; zoófitos estrafalarios y monstruosidades mamíferas; maniquíes Invid e Indios de tiendas de cigarro; imitaciones viles de los Muppets y Seuss; un conjunto de animales reconfigurados, de bestias y de seres de películas clase B en desfile...

Rick y Lisa vertieron todo lo que tenían contra las cosas. Ellos estaban tan dedicados a destruir estas manifestaciones de la enfermedad de él, que durante un tiempo se olvidaron del mismísimo Edwards. El Poso estaba haciendo espuma, como un huracán, determinado a ir al paso de sus comandos telepáticos.

Sus armas pronto se vaciaron, entonces atacaron denodadamente el desfile con cuchillos y culatas de rifles, Lisa aplicando todo su entrenamiento Praxiano contra las criaturas. Las cosas aullaban y chillaban al ser pisoteadas, aplastadas, pateadas al aire, lanceadas, apuñaladas, y destrozadas contra las paredes de la caverna.

Rick comenzó a preguntarse si en realidad estaba combatiendo a algo, o si este era el modo de Edwards de pervertir el estado alterado del hin. ¿Estaban ellos combatiendo cosas de su propia imaginación antes que de la de él? él se preguntó mientras se metía más y más dentro de su medio. Él se empeñó en alcanzar a los aliados, sólo para encontrar que lo habían abandonado ­¿y quién podía culparlos, realmente?

Pero en su lugar había una docena de Ghost Riders. Dos de ellos ya tenían los brazos de Lisa sujetados detrás de ella; y tres más se precipitaron para levantar a Rick del suelo mientras Edwards se les acercaba, caminando por el borde con sus brazos extendidos como un acróbata aéreo. Las criaturas se habían desvanecido en el aire.

“Ahora,” él empezó, contemplando a Rick y a Lisa y al Poso de Génesis mismo. “¿Qué cosa voy a hacer de ustedes?”

***

Baldan estaba ayudando a Teal hacia un lado de la cámara del cerebro cuando Karen y Jack entraron. Ellos se quedaron mirando fijamente al órgano latiente por un momento, luego Jack divisó a los dos Spherisianos y corrió hacia ellos. Karen pudo ver la preocupación en la cara de Baldan; era aparente que Teal estaba mal herida.

“Las armas son inútiles,” Baldan les previno antes de que ellos pudieran soltar un disparo hacia la cámara-burbuja.

Jack se quitó rápidamente el localizador de su espalda y se agachó al lado de la Spherisiana herida con una mirada de impotencia en su cara. Detrás de él, el cerebro estaba en un estado de agitación, corrientes de burbujas hirviendo hacia la superficie del tanque semejante a un frasco.

“Edwards está demandando demasiado de él,” Teal dijo débilmente. Ella miró en los ojos de su hijo, este ser que ella había dado forma con sus propias manos. “Podemos hacer algo al respecto ahora,” ella le dijo. Ella pudo ver perplejidad en todas sus caras. Baldan le dijo que ahorre sus fuerzas, pero ella continuó. “El cerebro envía su poder a través de la estructura de la colmena misma, principalmente a través del piso de la cámara. Podemos combinarnos con la roca e intentar cortar el flujo.”

“Tendremos que fusionarnos con la piedra,” Baldan dijo apresuradamente. “Nunca tendrás bastante fuerza para liberarte.”

Ella le mostró una tenue sonrisa. “Lo sé. Fue lo mismo con tu padre en Praxis. Pero él me mostró un camino a una mayor lealtad... que ahora lo entiendo.”

“Entonces date a luz a ti misma, Teal,” Baldan abogó. “¡Daré forma a tu descendencia como tú me diste forma!”

Pero Teal sólo pudo sacudir su cabeza. “No soy poseedora de la suficiente fortaleza para hacer ambos, Baldan. Debemos actuar rápidamente.”

Baldan trató de resistir, pero Karen sacudió su cabeza. “Tienes que intentarlo. Todas nuestras vidas están en juego.”

Baldan se puso de pie y caminó hasta cierto punto alrededor de la base de la cámara-burbuja. Con una inclinación de cabeza de Teal él comenzó a escabullirse en el suelo rocoso. Teal hizo lo mismo, Jack y Karen admirándose de su absorción en la superficie planetaria. Los rasgos de ella fueron visibles por un momento, un bajorrelieve en el piso, luego ella se fusionó totalmente con la roca y desapareció.

Sobre ellos, entretanto, el cerebro continuaba pulsando y latiendo, transmitiendo su energía para alimentar la voluntad de Edwards.

***

“El Tracialle comunica que los Karbarrianos han penetrado la colmena,” una técnico humana en el puente del Valivarre dijo a los Grant, a Cabell, y a Veidt.

Un aplauso se levantó de la tripulación mixta del personal de la REF, Zentraedi, y Sentinels.

“Los escudos barrera han caído y los Invid están en plena retirada,” la mujer continuó. “Suena como un caos allí abajo. Los Inorgánicos están disparando a todo lo que esté en sus miras –lo que por casualidad son principalmente soldados de infantería Invid ahora que los Karbarrianos han cambiado la suerte.”

Vince apretó la mano de su esposa y permitió que emergiera una breve sonrisa. “¿Alguna noticia del Ark Ángel?”

El técnico retransmitió la pregunta y estuvo atento por un momento. “El Tracialle comunica que la nave ha sufrido daños serios a causa de las armas de la colmena y de las naves de escaramuza; pero continúa funcional.”

“¿Y los equipo comando?” Jean dijo.

Las Praxianas y los Garudianos han sido exfiltrados. Learna y Gnea fueron heridas en acción. Arla-Non está muerta.”

Cabell y Jean resollaron. Veidt quedó en silencio.

“Los demás,” Vince dijo suavemente. “Rick, Lisa, Karen...”

La técnico sacudió su cabeza. “Ninguna noticia, señor.”

***

Jack y Karen vieron al cerebro convulsionarse y casi se arrojó él mismo desde la parte superior abierta de la cámara-burbuja. Una red de vasos pulsantes que corrían a través del hemisferio derecho del órgano se rompieron, sangrando un tinte coloreado enfermizo en el tanque. Las vides nerviosas sobre él se movían de un lado a otro como árboles agitados en una tormenta, desgarrándose de su apoyo en las paredes de la colmena y cayendo al suelo con una cascada de energía evanescente.

Jack tomó la mano de Karen y se dirigieron hacía la entrada cuando un atado estrecho de cables fibrosos colapsó a su alrededor.

El piso estaba vibrando, rompiéndose en lugares, la cámara-burbuja inclinándose como la Torre Inclinada.

“¡Funciona!” Jack gritó sobre el ruido. “¡La monstruosidad tendrá un ataque!”

***

“Algo anda mal,” Edwards dijo, las puntas de los dedos en la vincha. “¿Qué está sucediendo?”

“Los escudos han fallado,” uno de sus Ghost Rider reportó desde una esfera de comunicaciones.

Rick pudo ver que la imagen de la esfera estaba vacilando, desvaneciéndose.

“Parece que tenemos un puñado de malditos osos grises en la colmena, General.”

“Karbarrianos,” Edwards murmuró. “Comuníquenme con Benson.” El hombre se inclinó a su misión y dijo, “No puedo hallarlo, señor.”

Edwards maldijo y lanzó a Rick y a Lisa una mirada odiosa. “Teniente,” él dijo sin desviar la vista, “sería mejor si usted y sus hombres preparasen nuestro transbordador para partir.”

“¿Qué hay de estos dos?”

Edwards sonrió y jaló su sofisticado obús. “Nos iremos célebremente. Usted sólo encárguese de asegurarnos el modo de salir de acá.”

“¿Ellos vendrán con nosotros, señor?”

Edwards echó un vistazo al Poso “No, no lo creo.” Rick y Lisa esperaron hasta que el último de los Ghost salió antes de hacer su jugada.

Edwards pareció distraerse por algo que la vincha le estaba transmitiendo; pero apenas los dos Sentinels se lanzaron a la acción él giró rápidamente hacia ellos, deseoso y mortal. El pie de Lisa pateó la Badger a un lado, pero Rick recibió la patada de revés de Edwards con toda la fuerza en el pecho y cayó sofocado, agarrando el tejido y hueso roto. Lisa bajó con las manos la trompada de Edwards y logró administrar una serie de golpes relámpago al lado desprotegido de su cara, pero Edwards permaneció de pie y arrojó un codo violentamente a su sien, un puntapié de frente letal a su barbilla.

Rick oyó al cuello de Lisa chasquear hacia atrás al caer al suelo con los brazos y piernas extendidos. Él hizo girar su cuerpo y atrapó las piernas de Edwards, pero Edwards revirtió el barrido y lo alcanzó en la barriga e ingle con las puntas de sus botas. Rick se lamentó y se enrolló, arrastrándose tras él mientras éste se acercaba a Lisa.

Ella vio a Edwards a tiempo y lanzó sus piernas hacia arriba en una llave de tijeras alrededor del cuello de él. Rick lo golpeó por detrás al mismo tiempo, golpeando con estrépito los riñones y las costillas. Edwards cayó hacia delante, separando por palanca las piernas de Lisa al caer, luego diestramente se salió de debajo de la lluvia de golpes de Rick. Lisa lo arañó, yendo tras su ojo bueno. Pero Edwards se paró en un destello, un puñado del cabello de ella en su mano derecha. Ella gritaba mientras él la sacaba de un tirón hacia atrás, las manos golpeando a su agarre, los tacos de las botas golpeando contra el suelo.

Rick se detuvo de sopetón cuando vio el dolor en los ojos de ella. “Muy bien,” él dijo a Edwards, jadeante, casi doblándose a la mitad. “Esperaba que viniera tras mí,” Edwards dijo, respirando enérgicamente, su mejilla rasguñada por las uñas de Lisa. “Muy bien, así que consiguió su deseo. Ahora déjela ir.” Edwards aumentó su asimiento en cambio. “Fácilmente podría romperle el cuello, Hunter. El cerebro me ha dado mucho más de lo que usted comprende.”

Rick contuvo un impulso para abalanzarse de nuevo y terminar de una vez. Pero para entonces Edwards había arrastrado a Lisa hacia donde la Badger había caído y tenía el arma en su mano. Tiraba a Lisa ásperamente aparte.

“No sabe cuánto tiempo he esperado esto,” él pronunció con voz áspera.

Rick fue al lado de Lisa y la ayudó a levantarse. “¿Por qué, Edwards? ¿De qué se ha tratado todo esto? ¿Es por Fokker? Me refiero a que Roy me dijo que usted era un fascista desde hace tiempo –todo su trabajo de mercenario para los Neasian. Usted quería un ejército de autómatas, ¿no es así? Y vio su oportunidad con el Invid. ¿Así que por qué escogernos a nosotros?”

Edwards reajustó la vincha. Una mirada de temor atravesó su cara, pero una sonrisa estaba próxima. “Fue Fokker al comienzo, Hunter. Le otorgaré eso. Fokker y todos ustedes los héroes de la SDF-1. Ustedes y sus amigos los Zentraedi casi terminan las cosas para todos nosotros.”

“Vamos, Edwards,” Rick dijo despectivamente. “Fue el UEDC, usted sabe eso. Russo y...”

Edwards rió. “Adelante, dígalo: ¿Russo y quién?” Rick miró a Lisa. “Lo siento.”

“Russo y Hayes,” Edwards completó. “No olvidemos al padre de su esposa, Hunter. Fue su idea tanto como la de cualquier otro usar el cañón.”

“¿Entonces por qué nos culpa? Gloval estuvo contra ello –todos lo estuvimos.”

Edwards cejó y colocó una mano en la vincha. Detrás de él el Poso de Génesis desprendió un destello de energía desenjaezada.

Se está partiendo, Rick pensó. Baldan y Teal deben haberlo logrado con el cerebro.

Edwards lo miró con ira y rasgando su placa de recubrimiento, revelando un ojo muerto en el vértice de dos cicatrices diagonales horribles. “¡Esto es el por qué!” Él gritó, haciendo un ademán hacia su cara. “Por esto es que los odio a los dos.”

Rick y Lisa intercambiaron miradas desconcertadas.

“No, por supuesto que no comprenden,” Edwards continuó. “Pero quizá si les digo cómo sucedió esto ustedes comenzarán a comprender el cuadro. Verán, yo estuve allí ese día, Hunter. Yo estuve en la Base Alaska.”

Lisa inhaló pronunciadamente. “Pero... pero eso es imposible.”

Otro destello de energía escapó del Poso, pero Edwards lo ignoró. “Oh, no,” él le aseguró. “No imposible. ¿Usted recuerda dónde estaba?”

Lisa lo hizo. A ella se le había ordenado atender un mal funcionamiento en una subestación de relevo de comunicaciones blindada. Había vistas y olores que ella no quería recordar... la luz ambarina... apenas suficiente potencia de reserva para mantener su consola funcionando. Entonces su pantalla había cobrado vida momentáneamente: líneas multicolores de estática y una imagen de la cara de su padre, rota por la interferencia. Y ella pudo ver que él aún estaba en el centro de comando, unas cuantas figuras moviéndose detrás de él en la penumbra, alumbradas por destellos ocasionales de estática y corto circuitos­

“Yo estaba allí,” Edwards estaba diciendo. “Yo estaba allí cuando tú y tu padre se dijeron sus últimos adioses.”

Lisa lucía aterrorizada por la revelación. “Pero yo pensé... yo vi la pantalla oscurecerse. Yo estaba segura–”

“¡Pero nunca se molestó en chequear!” Edwards bulló. “¡Tampoco usted!”

Rick, también, estaba recordando aquel día. Él recordó maniobrar su Veritech Skull a través de un espacio restringido de conductos de poder que explotaban y conductos principales de energía rotos; usando los láseres en fase del Guardián para cortar una escotilla circular a través de una puerta blindada impenetrable; Lisa corriendo a sus brazos desde el extremo de un pasadizo de interconexión corto.

“Edwards,” Rick dijo calmadamente. “Yo–”

“¿Usted qué, Hunter? Yo vi a ambos partir... Ella estaba en su regazo, ¿no es así? Qué pareja tan linda. Destinados uno al otro.” La cara de Edwards se torció cuando la vincha condujo algo invisible dentro de su mente. Él calzó sus dedos debajo de ella, como para evitar que apretase su cuero cabelludo. El Poso vomitó un torrente enloquecido de llamas. “¡Edwards!”

“Lo llamé a gritos, Hunter... Me arrastré a través de ese terreno de cristal fundido sobre mi barriga rogando que usted me oyera.” Edwards desgarró la banda sensor de su cabeza y cayó sobre sus rodillas de dolor. Él giró para mirar al Poso y se dirigió hacia él con la Badger. “Ustedes me dejaron en el infierno allí, y yo voy a hacer lo mismo por ustedes. Ahora muévanse, ambos.”

“No haga esto, Edwards,” Rick dijo. “Yo soy el único que lo dejó atrás. Deje ir a Lisa.”

Edwards rió a pesar del dolor que estaba radiando por él. “El héroe hasta el fin, ¿huh? Bueno, guárdeselo. La única cosa que me mantuvo vivo fue pensar cómo le iba a pagar la deuda. No hay nada que pueda decir ahora que cambie eso.”

Rick estuvo a punto de hacer otra jugada cuando una voz detrás de él dijo: “Quizá aya algo que yo pueda decir, T.R.” Él y Lisa giraron para encontrar a Minmei parada allí. Ella estaba magullada y golpeada, más desnuda que vestida.

“Déjalos ir, T.R.,” ella dijo, caminando hacia el borde del Poso. “Has perdido todo por lo que trabajaste. Pero aún puedes tenerme si los dejas vivir. Haré cualquier cosa que me pidas.”

“¡Minmei, no!” Lisa gritó.

Edwards rió estrepitosamente. “¡Oh, qué día para el heroísmo! ¡Y qué dulce es la venganza!” Él le extendió su brazo derecho a ella. “Ven a mí, mi mascota.”

Minmei se acurrucó en sus brazos abiertos y enrollado sus propios brazos alrededor de su cintura. “¿Los dejarás ir, entonces?” Edwards bajó la vista y la miró y sonrió. “Lo siento, amor, pero tú sabes cómo es esto: tengo que hacer lo que tengo que hacer.” Minmei le devolvió una sonrisa y dijo, “Y yo también, T.R.” Edwards palideció y trató de apartarse de ella, avistando algo en los ojos de ella más maligno que en sus propios ojos. Entonces él dejó salir un gemido largo y atormentado de dolor y terror cuando Minmei aumentó su asimiento en él.

Rick y Lisa estaban demasiado aturdidos para pronunciar un sonido.

Era Janice a quien ellos veían ahora, Janice en apariencia de androide, alzando a Edwards lejos del suelo y llevándolo hacia el cráter. Él estaba gritando en voz bastante alta para ser oído sobre la bienvenida ardiente del Poso, las cuerdas de su cuello estiradas como cables, su cara tan roja como el mundo que lo aguardaba.

Los pasos de Janice fueron medidos y precisos a lo largo del moderado declive. En la cima ella se volvió para mirar a Rick y a Lisa, y reajustó su cargamento de modo que Edwards se sentó en sus brazos como una novia a punto de ser cargada por el umbral. Luego ella comenzó su caminata dentro del fuego, los gritos de Edwards acompañándolos en el descenso.

Lisa tenía su rostro oculto en sus manos.

Rick observó a las llamas lamer el cabello rubio de Edwards y la carne artificial de Janice. Pronto el fuego y el humo los sumió y el Poso dejó salir un sonido mortal de lamento propio. La colmena pareció morir alrededor de ellos, como si Optera misma hubiese muerto, cegada por la luz y estaqueada en su mismísimo corazón.