Capitulo 11
Pues soy una abeja rey, bebé, zumbando alrededor de tu colmena.
Comentario oído por casualidad en la red táctica VT durante el ataque contra la Colmena Hogar de Optera, como se relata en Los Sentinels, de Le Roy La Paz
El interior de la colmena hogar de cámaras múltiples no era diferente de aquellos que los Invid habían producido en Garuda. Las mismas paredes celulares reluciendo con la savia de la Flor; la estasis borbollaba donde ellas se encontraban con el suelo. Los mismos rosados latientes, púrpuras y verdes vivos; las esferas de instrumental, sendas nerviosas, y uniones de comunicación que los Terrícolas consideraban semejantes a dendritas en textura. Todo bañado en la misma luz crepuscular sin origen. Sí, muy parecida a las colmenas granja en Garuda, Kami se dijo. Por lo que él recordó frente al aire de la colmena que lo había privado de la atmósfera cargada de esporas de su mundo hogar. Las esporas que mantenían a los Garudianos en el hin, una realidad toda suya. Learna recordaría más, por supuesto, un miembro del equipo de rescate aquel día. Pero Kami sentía que ellos estaban de acuerdo en una cosa: las Transmisiones eran fuertes aquí. Emanaciones de gran poder y control.
Ellos habían estado moviéndose por más de una hora, por una red de pasillos y salas abovedadas, que hablaban suavemente de la amenaza distante. Ellos habían tenido que ocultarse un rato atrás, cuando un grupo de cinco soldados blindados había pasado corriendo deprisa y salido por una puerta osmótica. Pero de otra manera su reconocimiento había estado tranquilo y sin novedad. Las guerreras Praxianas estaban al frente; Bela, moviéndose cautelosamente, tenía la posición de líder, su arma semejante a una lanza en la mano. Learna venía detrás, unida a Kami en maneras que representaban las redes de comunicación de los Sentinels primitivas por comparación. Él giró y le transmitió a ella, complacido al ver sólo colores afortunados en el aura en forma de huevo que abarcaba el propio hin de ella. Pero con los ojos de nuevo hacia delante él se detuvo de sopetón por lo que vio en el aura de Arla-Non: había una negrura incipiente allí, una línea de tinta desenrollándose desde el ombligo de la Praxiana. Kami se apresuró para sobrepasarla, Learna corriendo pesadamente detrás de él.
“Alto,” él dijo a las mujeres a través de su respirador, consciente de que él no podría dominar su pelaje para desmentir su preocupación. Él vio que Bela le estaba lanzando una mirada de sospecha a su repentinamente erizado pelaje.
“¿Qué te dicen tus Transmisiones, guerrero del hin?” ella demandó.
“Peligro,” Learna dijo, respondiendo por él y señalando con un ademán hacia la entrada de una cámara más adelante.
Gnea preparó su ballesta. Echó un vistazo por el pasillo. “Podemos retroceder.”
Learna inclinó la cabeza, luego dijo. “¡No!”
Kami oyó los cuchicheos urgentes de un aliado al mismo momento, un aleteo de alas invisibles sobre su cabeza. “Rápido,” él vociferó, partiendo hacia delante de todos. Learna y Gnea dispusieron minas de detonación remota en las paredes del pasillo antes de unirse a los otros.
El aire de la cámara estaba lleno de advertencias, y había voces viniendo de uno de dos pasillos más pequeños que terminaban en la sala circular. Voces humanoides, Terrícolas. Y había más viniendo del pasillo detrás de ellos. Los cinco Sentinels encontraron cubierta entre un matorral de cables de alimentación de energía, tendidos desde el piso hasta el techo interior geodésico como ligamentos envainados.
Los Terrícolas, cuatro del contingente de Edwards, estaban empujándose unos a otros y riendo mientras se acercaban a la unión. Learna voló las minas y los derribó, dejando a uno de ellos herido, gritando, asiendo el espacio donde una pierna había estado. Gnea lo despachó con una flecha bien colocada. Pero ahora las voces del segundo grupo habían cambiado de tono, y un momento más tarde disparos de Wolverine estaban haciendo erupción desde la boca del pasillo. Los Sentinels devolvieron el fuego y subieron la apuesta inicial con granadas. Kami estaba complacido de ver que las Praxianas habían sacado sus pistolas de asalto Badger.
Tres Ghost Riders, con las manos en sus bocas y los rifles llameantes, siguieron una efusión de humo desde el pasillo y tomaron posiciones detrás de un haz horizontal de cables neurales en el lado opuesto de la cámara. Bela agarró a uno de ellos al entrar, y Kami hizo caer a otro. ArlaNon correteó hacia delante para fijar al tercer terrícola en su mira.
Kami llegó demasiado tarde para detenerla, el color abrazador claro de la muerte ya bañando el aura de la Praxiana.
Bela gritó cuando su madre cayó, chamuscada en su región abdominal.
Una daga con una hoja de treinta centímetros voló de la mano de Gnea.
***
“Hemos estado aquí antes, se los digo,” Jack dijo, el visor del casco levantado.
Karen levantó su propio escudo. “Y yo te digo, que tú sólo crees te estuvimos aquí.”
Jack le frunció el entrecejo y giró hacia Baldan y Teal. “Qué dicen ustedes, muchachos –estamos o no estamos yendo en círculos.”
“No en círculos, seguramente,” Baldan le respondió calmadamente.
“Cuadrados, entonces. Rectángulos, polígonos, ¿cuál es la maldita diferencia? Aún terminamos precisamente donde comenzamos.”
Teal se acuclilló para tocar el suelo. “Estamos, tan cerca.”
“¿Pero cómo puede ser, Teal?” Karen gesticuló hacia las paredes del callejón sin salida al que habían ingresado –o regresado, en el caso de que alguien se molestase hacia las quejas de Jack seriamente. “Yo no veo nada que luzca como una apertura. La cámara del cerebro tiene que ser enorme, ¿no es así?”
Baldan inclinó la cabeza. “Si lo juzgamos por lo que el Invid dejó en otra parte. También siento fuertes vibraciones del Poso de Génesis similares a aquellas que mi tocayo leyó en Praxis.”
“Tu padre,” Teal lo corrigió.
“Pero fuiste tú quien me dio forma.”
“Sí, pero–”
“¿Podemos dejar todo este asunto familiar para otra ocasión?” Jack interrumpió. Él presionó sus manos contra la pared final y empujó, luego se movió unos cuantos metros a su izquierda y empujó de nuevo. “Debe existir una salida... Verifiquen las otras paredes.”
Karen mostró a los Spherisianos una sonrisa tolerante y se movió hacia una de las paredes laterales. “Será mejor complacerlo. Él puede ser imposi–”
“¡¿Qué te dije?!” Jack voceó detrás de ella.
Ella giró y encontró para su sorpresa que las palpaciones casuales de él habían abierto una entrada triangular negra como la noche en la pared final.
“Ven, todo lo que tenemos que hacer es atravesarla.”
“No sé, Jack,” Karen le dijo, esperando alentar esa tenue vacilación de ansiedad nerviosa que ella había detectado en la voz de él. “Luce terriblemente oscuro allí dentro.”
Jack enfocó una linterna rechoncha en la apertura: la negrura al otro lado parecía tragarse la luz. “Es impenetrable,” Teal comentó.
Baldan cautamente introdujo sus manos en la oscuridad, sin ningún efecto nocivo aparente. “Sí,” él dijo. “El cerebro está debajo de nosotros.”
Jack lanzó a todos una mirada perspicaz y caminó dándose aires hacia la apertura, las manos en su cintura. Volviendo su espalda a la puerta, él dijo, “Ahora todo lo que tenemos que hacer es decidir quien irá primero.”
Jack vio a los tres abrir los ojos ampliamente, y lo leyó como un testamento a su coraje intrépido. Pero entonces él no había visto el par de manos que se estaban extendiendo para alcanzarlo. Él alcanzó a soltar una risita corta y desdeñosa antes de que sea lo que fuera que estaba vinculado a esas manos lo asió por el cuello y lo arrastró dentro del vacío.
***
Rick disparó a otro más al corazón y siguió corriendo. Había al menos una docena más detrás de ellos, voces zomboides pronunciando los nombres de Rick y Lisa entre rondas de disparos.
Ellos literalmente habían caminado fuera de las paredes. Rick, Lisa, Rem, y Janice habían estado en algún tipo de laboratorio en ese momento, un lugar de cubas y análogos a cintas transportadoras, carretes gigantescos de destapa cañerías y pilas de lo que podrían haber sido embudos cuellilargos. Lisa sugirió que ello podría haber sido la cocina del comedor, lo que sacó un sonido de repugnancia de Rick. Janice, imaginada en modo androide, estaba a punto de probar un poco de la materia pegajosa adherida al borde de unas de las cubas cuando los soldados aparecieron.
Literalmente caminando fuera de las paredes. Mutantes bípedos de dos metros diez de altura con armas láseres incorporadas en sus antebrazos, y dos cabezas acopladas a tallos semejantes a tentáculos que emergían de sus pechos. Creaciones de pesadilla, aún sin el horror añadido de esas cabezas que vestían el rostro de Roy Fokker.
“Rick,” uno de ellos pronunció monótonamente, “pequeño hermano.”
Lisa vomitó su desayuno, precisamente dentro de una de las cubas.
Entonces de repente las cosas estaban disparándoles. Le tomó a Rick unos buenos quince segundos lograr pasar su terror, pero una vez que se aflojó, todo lo que pudo hacer Lisa fue sacarlo a rastras. Fue nada menos que milagroso que todos ellos no hayan sido derribados por la primer descarga cerrada de los mutantes Fokker. Pero Rick estaba guardando sus gracias por más tarde, y quería ver hasta la última de las cosas atomizada –tanto como Lisa había querido ver a aquel líder Pincer destruido.
Él tuvo, sin embargo, la serenidad para cuestionar por qué Edwards de nuevo lo estaba escogiendo a él. ¿Se remontaba ello a la rivalidad entre Roy y Edwards durante la Guerra Civil Global? ¿Había identificado Edwards de algún modo a Rick con toda esa refriega aérea no resuelta? Él recordó que Edwards había estado de acuerdo con el Consejo de Defensa de la Tierra Unida (UEDC) del Senador Russo después de la guerra, y era uno de los que estuvieron a favor de usar el Gran Cañón contra los Zentraedi. Así que tal vez había algo aquí por lo que Edwards nunca se había abierto paso –un odio hacia algo relacionado con la SDF-1. Después de todo, ¿no había dimitido él deliberadamente su comisión con la Fuerza de Defensa Robotech para aliarse con el novato Ejército de la Cruz del Sur –el Mariscal de Campo Leonard, Lazlo Zand, el Senador Moran, y esa partida de renegados?
Minmei era la otra única posibilidad Rick se dijo, mientras dejaba salir otra descarga contra los mutantes. Pero Edwards aparentemente la tenía ahora, ¿así que por qué todo esto?
Dando vuelta un recodo en el pasillo, Rick se detuvo de sopetón delante de una de las esferas de comunicación colocada sobre un pedestal. ¡Probablemente Edwards los estaba mirando en este momento!
Rick dejó caer violentamente su puño contra lo que él supuso era un tablero de control. “¡Vamos, Edwards!” él gritó a la esfera. “¡Muéstrate!” Cuando nada apareció, él golpeó a la esfera misma; estranguló el cuello del pedestal, dio un puntapié a su base bulbosa.
“¡Muéstrate!”
Rick divisó un vislumbre de la mirada angustiada de Lisa cuando ella lo pasó precipitadamente, y colocó dos descargas cortas en la cara de la esfera antes de apresurarse para alcanzarla.
***
Afuera, el Ark Ángel aún estaba golpeando las colmenas, los escudos barrera sobrecargados ya no estaban translúcidos sino agotados ahora y exudaban energía termal dentro del terreno circundante. Hasta tal grado que los Karbarrianos habían vuelto en sí.
La nieve caía en enormes copos mojados, pero la propia tierra estaba tan caliente como tostada. Algunos de los Inorgánicos y Shock Troopers vestían tapetes de aguanieve en las cabezas y hombros, pero eso se daba tan pronto como la materia llegaba a la superficie de Optera repentinamente recalentada. El campo de batalla se había convertido en un sitio de misterio del yin-yang: una ventisca veraniega.
Pero la Muerte prestó poco cuidado a esto; ella continuó sus barridos a través del campo, segando de un guadañazo lo que podía de Invid y Karbarriano por igual.
Lron, Crysta, y Dardo estaban de pie nuevamente, guiando el ataque otra vez, olores de pelaje chamuscado y carne cauterizada suspendidos en el aire vernal. Tal vez no menos de cien de su contingente había sido matado con tres veces ese número de heridos, pero los Karbarrianos como especie tenían un modo instintivo con tales cosas –un modo de encontrarse con la muerte cabeza en alto y desautorizándola. Así que, resignados a sus pérdidas y renovados por un deshielo tan artificial como la helada que lo precedió, ellos atacaron. Y esta vez tenían a los escuadrones Veritech del Ark Ángel para respaldarlos.
La mayoría de los Alphas se había reconfigurado a modo Battloid. Acechaban a los Inorgánicos al igual que cazadores osados, rifles/cañones buscando grupos merodeadores de Hellcats que habían rebanado su camino a través de las filas Karbarrianas, sangre ursina reluciendo de los filos como navajas de sus cuernos de hombros. En otra parte, entre nieve remolineante vuelta verde con nutriente derramado y transportado por el aire, mecha Humano e Invid luchaban cuerpo a cuerpo por el control del cielo.
Compañías de confundidos Scrim, Crann, Odeon, y soldados de infantería blindados habían retrocedido para defender los lugares vulnerables en las colmenas y los domos esclavos; pero a los Karbarrianos no se les iba a negar su día de venganza. El escudo barrera caería y la Colmena Hogar sería suya. Los Invid serían contenidos finalmente y regresados a los Posos que les habían dado vida.
***
La bola de fuego emergió de una esfera de calor blanco en silencio; se expandió, ondulándose e irritándose como una nube atroz, el momento final del Tokugawa.
Jean Grant desvió sus ojos de la aspereza de la luz, de la aspereza de ese momento. Los demás en el balcón Microniano del puente del Valivarre hicieron lo mismo, excepto por la comandante Zentraedi, quien parecía encontrar cierta fascinación allí. Ella había sido la mujer de Breetai, esta Kazianna Hesh, Jean entendía; ¿pero quién podía decir lo que la hembra goliat estaba leyendo en esas llamas de breve vida? Los fuegos semejantes que habían reclamado el alma de su guerrero tal vez; la muerte ardiente que algún día los reclamaría a todos.
Vince estaba detrás de ella, sombrío, encerrado en sí mismo. Una implosión, un silencio que Jean sabía que podía hacer más daño que bien. Ella no lo había visto así desde el fallecimiento ardiente de la GMU. Déjalo ir, ella quiso decirle. Él había querido que la propuesta de paz fuese abrazada; para ver un fin a esta locura continua. La mano del diablo, él le había dicho a ella. A ambos lados de él estaban Veidt y Cabell, a ninguno de ellos ella podía leer.
El Valivarre había venido a su rescate, había recogido los transbordadores y cápsulas de escape juntos dentro de su enorme barriga, y los había llevado a todos ellos presurosamente a una distancia segura, la SDF-7 de Edwards y el Tokugawa ya eran un recuerdo. Una nave transporte Invid restante estaba allí afuera en alguna parte –¿esa partícula centelleante en la sombra de Optera?– pero ella había sido incapacitada, según se informa, por un grupo de asalto combinado de Battlepods y Veritechs del Escuadrón Skull.
Para cuando Jean retornó sus ojos a la pantalla principal, la bola de fuego del Tokugawa se había consumido; pero el espacio local estaba tan ardiente con piezas incandescentes de escombros, fulgurando mientras ella observaba. La cáscara de una nave Invid flotó a la deriva en la vista, girando perezosamente hacia la proa del Valivarre, y Jean vio el rostro de Claudia Grant.
Ella oyó el resuello de Vince.
La Nave Pincer transformada pronto estuvo cayendo hacia el lado oscuro, pero su breve paso había desprendido una visión en la mente de Jean –un vislumbre de los horrores aún por venir, no importaba el resultado de hoy. Era la Tierra, no Optera, la que ella parecía estar mirando ahora, y el Invid estaba allí. Alojados en un complejo colmena muy parecido al de abajo, una flota de naves de guerra se precipitaba contra ella. Pero desde la superficie de la Tierra una torre de fuego radiante se levantaría –una saeta de sustancia mental y quintaesencia alquímica que se reconfiguraría al elevarse. Y ello tomaría la forma de un ave fénix celestial en vuelo, enorme y brillante para contemplar.
Y ella vio que era la paz que ellos buscaban. Una paz más allá del entendimiento; una co-fusión de cosas que ella no podía identificar, salvo dos cuyos nombres eran vida y muerte.
***
“Usted dijo que quería dos sujetos humanos para el Poso, General,” el Ghost Rider dijo a la imagen distorsionada de Edwards en el centro de la esfera instrumental. “Los tenemos justo aquí.”
“Muéstramelos,” Jack oyó a Edwards ordenar al soldado. Entonces alguien los empujó a él y a Karen hacia delante hacia los captores de imagen invisibles del dispositivo.
“Vaya,” Edwards dijo, sonriendo falsamente. Él se inclinó hacia delante, el rostro y las facciones de 180 grados. “Alférez... Baker, ¿no es así? Y el tizón de Harry Penn. Karen, si recuerdo correctamente.” Edwards rió. “Qué gracioso, ustedes dos terminando aquí.”
“Nosotros podríamos decir lo mismo, Edwards,” Jack le dijo, consiguiendo que le coloquen el cañón de un Wolverine en las costillas por su tono. Edwards dijo a su secuaz que retroceda.
“No queremos dañar la mercancía, Sargento.” Jack maldijo en voz baja.
Karen lo había seguido dentro de aquel triángulo negro que sus manos desafortunadamente habían abierto en la pared final del callejón sin salida. Un científico Invid había arrastrado a Jack dentro –abajo, en realidad, hacia algún nivel subterráneo de la colmena. Cinco de los Ghost Riders de Edwards habían apuntado armas hacia él. Y lo siguiente que Jack supo, fue que Karen estaba junto a él, tratando de repeler a los dos soldados que la tenían agarrada, cuchillo de supervivencia en una mano, Badger en la otra.
“¿Cuándo voy a aprender?” ella le había dicho a él.
Sí, bueno ¿quién te invitó?... Es lo que él debía haber dicho. En lugar de disculparse.
Afortunadamente, Baldan y Teal habían sido lo suficientemente cuerdos para no seguirla.
“Llévenlos al Poso,” Edwards estaba diciendo desde la esfera. “Los encontraré allí.”
Edwards giró alejándose del vídeocaptor para echar un vistazo detrás de él, y Jack le dio un buen vistazo a la habitación misma –un tipo de interior clásico, como las habitaciones grecorrománicas en Tiresia. El ayudante de Edwards, Benson, estaba sentado en una silla de tamaño descomunal, fastidiando a un Hellcat con un trozo de cuerda dúctil. Pero fue la cama extrañamente contorneado la que llamó la atención de Jack. Esposada a lo que Jack supuso podría ser una cabecera estaba Minmei. Un mal momento para Minmei pensándolo bien.
Karen susurró, “Sin duda no parece que ella esté disfrutando la luna de miel, ¿no es así?”
Jack arriesgó una mirada por sobre su hombro. “Tú sabes cuán inexpertas pueden ser las novias,” él comenzó a decir, pero Karen lo hizo callar.
“Tengo que ocuparme de unas cuantas cosas primero,” Edwards dijo a su teniente. “Pero estén alertas. Aparentemente ellos no son los únicos que han ingresado a la colmena. Estoy enviando unos refuerzos para que se reúnan con ustedes.”
El Ghost Rider saludó. “¿Alguna idea de en qué los va a convertir, señor?”
Edwards asumió una mirada contemplativa. “Bueno, no estoy seguro aún, Sargento. Estaba pensando en centauros. Pero quizá sólo trataré de lograr una bestia con dos traseros.”
***
Kami hizo señas a Learna y Gnea adelantado en un pasillo más brillante que el resto, uno principal de algún tipo, él supuso. Había docenas de esferas de comunicaciones aquí, uniones de instrumental cada pocos metros. Transmisiones de un aliado adelante en la cámara central de la colmena lo alertó del peligro. Sus ojos apartados avistaron rayos de luz verde vertical, la radiación de Tzuptum capturada por paneles prismáticos en el techo de la colmena, atraídos hacia abajo dentro de la cámara para un propósito que él no pudo desentrañar.
Bela había permanecido atrás para vigilar sobre el cuerpo de su madre. Arla-Non estaba más allá del auxilio para cuando los Sentinels la habían alcanzado –los soldados de Edwards estaban muertos– pero Bela había insistido en permanecer con ella, cierto ritual secreto de la Hermandad restaba por realizar. Kami y Learna pudieron ver el cambio en el cuerpo etéreo de Gnea también: remolinos violetas alrededor de su corazón, una lluvia de formas cristalinas sin lustre a lo largo de toda el aura.
Los tres pronto estaban introduciéndose paulatinamente en la cámara central; Learna fue la primera en divisar a los Ghosts de Edwards. Había cinco de ellos, moviéndose a paso ligero por una habitación que podría haber sido la cámara de un corazón de primate. Jack y Karen estaban apremiados entre ellos.
Sin advertencia, Gnea bajó al Ghost líder; y antes de que alguno de los Garudianos tuviese tiempo de reaccionar, ella había colocado una flecha en el muslo de la pierna de un segundo Ghost. El resto del grupo giró y abrió fuego. Kami y Learna se zambulleron para cubrirse, Badgers levantadas pero contenidas por miedo de darle a Jack y a Karen en el fuego cruzado. Gnea, sin embargo, parecía no tener tales preocupaciones; ella ni siquiera se había molestado en ocultarse, y aún estaba afrontando con decisión desde la boca del pasillo, lanzando flechas y maldiciones Praxianas dentro de la habitación.
Jack y Karen, entretanto, se habían tirado al suelo. Uno de los hombres de Edwards estaba a punto de apuntar su Wolverine sobre ellos, pero Jack se las arregló para rodar y golpear las piernas del soldado tirándolo y forcejeó para quitarle el arma. Karen en breve tuvo a otro de ellos en un asimiento sofocante.
Kami vio a Gnea caer –herida por el único soldado todavía en pie. Learna estaba saltando hacia el humano ahora, y los aliados habían comenzado a lamentarse. Kami giró a tiempo para ver a media docena de soldados Invid irrumpir en la cámara, los cañones de sus antebrazos cebados para abrir fuego. Él envió una advertencia a Learna y se lanzó adelante, cargas de energía chamuscando en las paredes detrás de él. Ambos, Baker y Penn, tenían Wolverines ahora, y su fuego unificado cortó a uno de los Invid por la mitad, un tiro descarriado del cañón del soldado explotando en el medio del enemigo. En el medio de todo ello, Learna y el humano estaban luchando mano a mano. Kami afirmó su asimiento en su cuchillo y se lanzó. Al mismo tiempo, él oyó a la voz de Rick Hunter encontrarlo a través de la habitación.
***
Ellos hicieron un rápido conteo de cuerpos cuando el humo se disipó. Los siete Invid estaban muertos, tres de ellos literalmente volados en pedazos. Dos de la escuadra de Edwards habían sido muertos; dos más estaban seriamente heridos. Gnea estaba viva, gracias al relleno de su armadura, pero iba a necesitar atención urgente. Kami se ofreció voluntariamente para volver por Bela y encargarse de que Arla-Non y Gnea fueran extraídas. Jack y Karen actualizaron a Rick sobre su captura y la breve charla con Edwards. “¿Ustedes están seguros de que era Minmei?” Rick preguntó cuando ellos habían terminado.
Baker asintió con la cabeza. “Y ella no parecía muy emocionada de estar allí, tampoco. Edwards la tiene prisionera.”
“¡Lo sabía!” Rick dijo. “Todos la han estado mal interpretando desde el principio. Ella nunca se habría juntado con alguien como Edwards.” Él vio que Lisa lo estaba mirando. “¿Qué hay sobre Baldan y Teal?”
Karen se refirió a eso. “Hasta donde sabemos, ellos aún se dirigen hacia el cerebro.”
Rick lanzó una mirada a todos. “Muy bien, escuchen. Lisa y yo continuaremos con Learna. Quizá nosotros podamos adelantarnos a Edwards al Poso de Génesis y sorprenderlo allí. Janice y Rem pueden ir tras Minmei.” Él lanzó a Lisa una rápida mirada lateralmente, luego giró hacia Jack y Karen. “Asumiremos que los Spherisianos aún están en camino. Ustedes dos vean si pueden alcanzarlos.”
Jack estuvo a punto de preguntar precisamente cómo se suponía que ellos iban a llevar a cabo eso –ya que Baldan y Teal habían sido los ojos y oídos el equipo– cuando Rem se quitó el buscador de dirección mochila y se lo entregó a él.
“¿Pero cómo encontrarás a Minmei?” Jack preguntó.
El Tiresiano le mostró una mirada arrogante. “Estoy comenzando a hacerme diestro con mi alrededor,” Rem dijo, los ojos en Janice ahora. “Incluso podría decirse que he estado aquí antes.”