Capitulo 10

Fue Russo [ex jefe del UEDC] quien me presentó a Edwards –Russo alarmado por su vida después de la victoria inesperada de Gloval, y Edwards con cicatrices y traumatizado después de su prueba penosa en la Base Alaska. Edwards no era un hombre inteligente (él había servido como un mercenario para la Esfera de Co-Prosperidad Neasian, y un especialista en operaciones encubiertas para el UEDC); pero yo reconocí que algo poderoso había tomado forma por la obsesión del hombre de venganza. Para mí fue instructivo y productivo sentarme a sus pies por un tiempo, alinearme con las maquinaciones que él estaba tramando con Wyat Moran y Leonard. Yo traté en ese entonces de interesarlo en tomar el impulso mental que Lang había montado para fama y más –lo único que yo había ofrecido recientemente– pero él no tomaría parte en ello. Más tarde, los Formadores me insinuarían de cierto gran propósito en la negativa de Edwards; cierto papel especial en el que la Protocultura ya lo había incorporado.

Nota al pie de página en Horizonte de Eventos de Lazlo Zand: Perspectivas sobre Dana Sterling y la Segunda Guerra Robotech

El Valivarre guió a la flotilla de tres naves de los Sentinels dentro del espacio de Optera. Kazianna Hesh había asumido el control de la nave Zentraedi; ella detalló los eventos del ataque sorpresivo malaventurado contra la colmena de un modo verdaderamente guerrero –sucintamente, estoicamente– y rehusó la oferta de Jean Grant de asistencia médica para los alrededor de veinticinco soldados Zentraedi que quedaban. Una ceremonia sin ataúd había sido llevada a cabo en honor de su ex comandante; la capa de comando y los galones de campaña de Breetai habían sido ubicados dentro de un Pod de Oficial, el cual el Valivarre había lanzado entonces hacia el corazón nuclear de Tzuptum.

El Ark Ángel estaba sobre el mundo hogar Invid ahora, Rick y Lisa en el puente del crucero, en silencio mientras el planeta giraba el complejo de la colmena dentro del rango de escaneo. El Valivarre y el Tokugawa esperaban a gran distancia. La nave Karbarriana, Tracialle, había logrado una órbita baja y rápidamente se dirigía hacia el lado oscuro.

Esquemáticos de monitor describían a las colmenas como una red extensiva de semiesferas y domos esclavos interconectados, un sitio ampollado en la superficie esterilizada de Optera que era claramente visible a simple vista aún desde una altura de varios miles de kilómetros. Rick observó una forma de curvas de nivel en una de las pantallas cuando las computadoras comenzaron a rotar noventa grados al complejo esquemático de color mejorado para cartografía topográfica. Datos se desplazaban al costado de la imagen –lecturas termales y notaciones dimensionales. Las cuatro naves estaban en alerta máxima, pero hasta ahora no había habido ninguna señal de transportes de tropas Invid o del acorazado clase SDF-7 que Edwards había confiscado en Tirol. La flotilla había sido escudriñada a su llegada, sin embargo, y Rick estaba seguro de que Edwards pronto intentaría contacto. Los Zentraedi mantenían que el renegado tenía el control de las fuerzas Invid, pero Rick rehusaba creerlo. Él estaba dispuesto a aceptar que algo como esto había ocurrido en Tiresia, pero sospechaba que las reclamaciones de Kazianna estaban corrompidas por la superstición residual del condicionamiento de los Maestros. Tal vez los Invid continuaron luchando después de la muerte del Regente; ¿pero no podría ser eso un tipo de comportamiento reflejo, Rick se preguntó, un revés genético tortuoso?

No fue alentador hallar que nadie más estaba comprando la explicación. Rick había esperado que una exhibición de fuerza fuese suficiente para persuadir a Edwards de venir quietamente. Pero si él estaba en realidad en control de quién sabía cuántas tropas Invid, Optera presentaría a los Sentinels con el más serio de los retos que hubiesen enfrentado.

“Mensaje entrante desde la superficie, Almirante. Tenemos una señal visual.”

“Pásela,” Lisa dijo al miembro de su tripulación.

Líneas de estática diagonal destellaron desde la pantalla principal, luego se resolvió a una toma de cerca de Edwards. La cámara retrocedió para ubicarlo en un enorme sofá con apariencia de trono, las piernas extendidas delante de él, las botas de caña alta cruzadas descansando en la parte posterior de un Hellcat postrado que llevaba puesto un collar tachonado de gemas. El general estaba sonriendo, limando sus uñas de un modo casual.

“Saludos desde Optera, Sr. y Sra. Hunter,” él empezó. “Y para ti, también, Grant, si estás allí afuera escuchando. La estamos pasando muy bien aquí abajo. Mucho sol y arena, bebidas de fruto y cuerpos celestiales. Me alegra que lo hayan logrado. Estamos poco más o menos listos para comenzar nuestra pequeña, uh, ceremonia de toma de posesión.”

Rick se situó delante del fonocaptor del puente. “Tenemos una propuesta para hacer a los Invid. Sabemos que el Regente está muerto. Pero estamos listos para dirigir ésta al nuevo comandante en jefe.”

“¿Una propuesta?” Edwards dijo, poniendo sus pies en la puerta. “Bueno, por supuesto, Hunter.”

“Para el comandante en jefe Invid.”

“Lo está mirando,” Edwards gruñó.

Rick indicó con un gesto hacer una interrupción breve de la señal de audio y se volvió hacia uno de los técnicos. “Determine la posición de la fuente de la transmisión.”

“Intentándolo, señor.”

“Estoy esperando, Hunter,” Edwards decía.

Los músculos de la mandíbula de Rick se apretaron. “No sé cómo lo hizo, Edwards. Pero el único mensaje que tenemos para usted es una orden del consejo para su arresto. Le podemos prometer escoltarlo en forma segura de regreso a Tirol–”

“¡¿Rendirme?!” Edwards echó su cabeza hacia atrás y rió. “¿Pero qué hay de la fiesta que había planeado? Hasta iba a hacer que Minmei cante para usted, Hunter. ¿Por qué no le pregunta a los Zentraedi cuánto les gustó?”

“¿Algo?” Rick preguntó al técnico mientras Edwards estaba hablando.

“Apareciendo ahora, señor.”

Rick miró atentamente el monitor más cercano a él. Los escáneres revelaban dos fuentes de poder primarias en el centro de la colmena, la posición presente de Edwards fijada exactamente a medio camino entre ellas. Él regresó su atención a la pantalla principal y dijo, “Su última oportunidad, Edwards.”

Edwards rió de nuevo.

“¡Señor! Aparecen tres– no, son cuatro naves aproximándose desde el lado oscuro. Tres naves transporte, una fortaleza Robotech.”

Lisa estrechó su asimiento sobre los apoyabrazos de la silla de comando. “Listas todas las estaciones.”

“Listas, señor.”

“Veritechs en espera.”

“El Tokugawa se acerca con vector cero-cero-nueve.” La cara de Edwards aún estaba en pantalla. “¿Problemas allí arriba, Almirante?”

Rick mostró sus dientes. “¡Vamos por ti, bastardo!”

“Enemigo acercándose para atacar. Tenemos múltiples señales luminosas, secciones uno, dos, cuatro, cinco...”

“¡Estoy esperándote, Hunter! ¡A ti y a tu esposa! ¡Minmei y yo hemos estado muriendo por tenerlos enfrente!”

“Edwards, tú–”

“Skull, Ángeles Negros, y Diamondbacks ya partieron.”

“¡Sólo nuestras almas aquí abajo, Hunter! Mi pasado, tu pasado, todo enrollado en un mazo bastante grande.”

“¿Qué está sucediendo allí afuera?” Rick oyó a Lisa preguntar desde la silla. Él volvió su espalda a la pantalla principal, inclinándose para echar un vistazo al tablero de amenaza. Las naves transporte habían vomitado varios cientos de naves Pincer en la arena; pero en lugar de lanzarse en sus usuales maniobras de ataque casuales, los mecha de batalla se estaban formando en cuadros enormes detrás de líderes de grupo individuales.

Rick pidió un primer plano de uno de los mecha líderes. Y lo sintió cuando lo obtuvo.

Era difícil decir si era una nave, una criatura viva, o algún apareamiento profano de los dos. Bilateralmente simétrica, la cosa era poco más o menos del mismo tamaño que un Shock Trooper; pero en lugar de cubierta y blindaje de aleación era de lo que parecía ser carne y hueso real. Éste parecía ser hembra –una desnuda– con cañones de plasma donde deberían estar los pechos, y la cara y el cabello de Lisa Hunter.

La reacción de Rick fue la típica: gruñó un sonido de asco, dejó salir la primer maldición que se le vino a la mente, y desvió sus ojos de la pantalla.

“¡Destruyan esa cosa!” Lisa estaba gritando.

Edwards se mofó de ella. “No estaba seguro de tener las medidas correctas, Almirante. ¿Son correctas las proporciones?”

Rick hizo que los escáneres se acercaran a otro líder de grupo ­una caricatura igualmente obscena de sí mismo esta vez, sonriendo locamente como una pieza horrenda del arte azteca. Y el resto del comando de la REF estaba allí afuera también: Vince y Jean Grant, Max Sterling y Miriya Sterling, el Dr. Lang y Minmei.

“¡Está loco, Edwards!” Rick gritó.

“Y teniéndole cariño por ello,” Edwards contestó, riendo. “Bienvenido a casa, Hunter. ¡Bienvenido a tu peor pesadilla!”

***

Las instrucciones de Edwards al cerebro de la Colmena Hogar habían tenido por resultado una reestructuración creativa de las estrategias de asalto Invid. Él sabía por experiencia personal exactamente lo que los equipos de Veritech de Hunter y Grant esperaban enfrentar: un enjambre de mecha sanguinarios carecientes de cualquier aspecto de orden o comando, intimidando más desde el punto de vista de los números que cualquier otra cosa. Oh, al principio su apariencia y poder de fuego habían parecido lo acostumbrado, pero los Sentinels estaban más allá de eso ahora. Que era porque él había tenido tal esmero para moldear de nuevo a los Niños Especiales en comandantes con un poco de algo extra a la manera de valor de shock. Pero más que eso, él los había equipado con un nuevo conjunto de directivas tácticas –no entresacadas de los manuales de la RDF o de la Cruz del Sur, sin embargo, sino de un amplio conjunto de vídeo juegos con los que su generación había crecido.

Así que sorprendió un poco al primer equipo de VT lanzado desde el Tokugawa el ver columnas de Naves Pincer salirse de la formación desde extremos opuestos de la grilla de ataque Invid, acelerar para adelantarse al cuerpo principal como dos grupos de doble columna ceñidos, y maniobrar a través de volutas de alta velocidad idénticas que cualquier fanático de exhibición de vuelo habría aplaudido. Algunos de los pilotos Veritech estaban haciendo precisamente eso, en realidad, y estaban tan atrapados en la pantalla visual que apenas sintieron llegar los discos de aniquilación.

Pero llegaron como lo hicieron –corrientes de ellos, aniquilando a una buena porción del ala de ataque Diamondback de un solo golpe. Los Veritechs se dispersaron y trataron de tentar a los Pincer a combate uno a uno, pero los Invid mantuvieron su grupo intacto, ignorando el hecho que el contrafuego de los humanos estaba diezmando su formación. Las columnas de naves Invid continuaban escapándose en deslumbrantes rutinas, sin embargo –molinetes y espirales, rizos de rizos y rizo de mentiras y los pilotos VT tuvieron algo aún más raro para contemplar cuando la nave líder –una de las monstruosidades de Lisa Hunter– se dividió en dos Lisas, luego en cuatro, antes de que pudiera ser totalmente destruida.

Y era lo mismo a lo largo del campo que el enemigo había delimitado en el vacío circundante de Optera. Grupos enteros de naves Invid repentinamente se lanzarían en maniobras laterales, o se invertirían y se dejarían caer hacia el planeta, sólo para reaparecer en la escena momentos más tarde como una girándula de fuego de plasma. En otra parte, ellos estaban de hecho capturando Battloids, potenciándolos hacia atrás en el medio de ellos donde eran a menudo destripados y cuarteados, o mutilados y arrojados de un lado a otro como acróbatas de comedias.

Los pilotos humanos estaban demasiado abatidos para hacerse cardo de los Rick y las Lisa y los Gloval y los Lang desnudos que venían hacia ellos desde todas las direcciones, escuadras de Naves Pincer voluntariamente sacrificándose por el bien de la demostración. Y durante todo ese tiempo la SDF-7 de Edwards y dos de los transportes de tropas se acercaban al Tokugawa, intercambiando salvas de luz encandilante con la nave lisa y brillante. Al Valivarre no le quedaba poder de fuego genuino para contribuir a la pelea, pero envió a esos pocos Zentraedi que aún eran capaces de pilotear Battlepods y Trajes Blindados de Poder.

Edwards, entretanto, estaba monitoreando la batalla desde el sanctasanctórum de la colmena, entre las parodias grotescas del esplendor clásico que el Regente había colocado en sus habitaciones privadas, y él no pudo haber estado más encantado consigo mismo.

Minmei estaba muy cerca, tendida en la cama, murmurando para sí incoherentemente. Edwards se dio cuenta de que él debió haber instruido a Benson para que la asease un poco –era mejor si Hunter la veía arreglada que desgreñada. Él echó un vistazo a la bañera del Regente y se preguntó si la actitud de Minmei podría mejorar por una inmersión rápida en el tibio nutriente verde.

El espacio local había sido transformado precisamente en la pantalla de vídeo que él había imaginado. De lo que carecía era de sonido y opciones que permitiesen a los ases participar en rondas de bonos o entrar sus siglas y suprimir el cómputo codo a codo. Misiles y discos de aniquilación rayaron con trayectorias la noche; VTs y Pincers eran extinguidos en novas de gloria. Pero no había vidas extras o auras de invencibilidad para asignar hoy; tú pagabas tu dinero y corrías tu riesgo.

Él sabía, sin embargo, que la batalla sería de breve vida, y él la podía ver llegando a su fin aún ahora. Los pilotos VT habían superado cualquier aversión repentina o fascinación que su trocito de truco artificioso genético había agitado, y parecían estar metiéndose en el espíritu de las cosas, yendo tras de las filas menguantes de mecha Invid con placer.

Pero el asalto ya había logrado su propósito; la SDF-7 y los transportes de tropas –ambos comandados por tripulaciones Invid– habían maniobrado lo bastante cerca del Tokugawa para completar con éxito sus excursiones kamikazes. La nave Zentraedi no presentaba una amenaza real, y en todo respecto el Ark Ángel y la nave Karbarriana ya estaban descendiendo en el planeta, lo que ponía a Hunter y al resto precisamente donde él los quería. Un ejército de Inorgánicos estaría allí afuera esperándolos. Sin mencionar una o dos sorpresas que él aún tenía que sacar de su bolsa de trucos.

***

Los Karbarrianos alcanzaron la superficie en naves de desembarco lanzadas desde el Tracialle y se desparramaron a través del paisaje desnudo de Optera con una ferocidad hasta ahora desconocida entre esa raza ursinoide. Estaba claro, sin embargo, que cada guerrero entre ellos estaba recordando Hardargh Rift y el campamento para prisioneros de guerra donde sus cachorros casi habían muerto.

Lron y Crysta lideraban el ataque contra la colmena, esta vez dejando sus rifles de aire comprimido de pequeño calibre a favor de Wolverines y Owens Mark IX, ninguna arma recién salida del arsenal de la REF. Su misión era despejar un camino hacia el centro mismo de las colmenas, mientras el arma principal del Ark Ángel derribaba a golpes el escudo de energía que Edwards había arrojado sobre el complejo interior. Las únicas cosas en su camino eran varios cientos de Inorgánicos respaldados por un número igual de soldados blindados y unas cuantas docenas de Shock Troopers.

La computadora viviente de la Colmena Hogar había aconsejado a Edwards sobre los Karbarrianos, en el sentido de que eran un lote fatalista por naturaleza y probablemente resultarían indiferentes a influencias psicológicas. Pero el cerebro había sugerido que eran susceptibles a las manipulaciones de una clase fisiológica, y esto Edwards podía lograr con algo de magia meteorológica. Así que en lugar de los mecha de cuerpos modelados que él estaba lanzando contra el cuerpo espacial, Edwards se encargó de que los Karbarrianos se enfrentaran con un frente frío improvisado. El cerebro se encargó de esto permitiéndole ejercer cierto control sobre los microclimas establecidos por el escudo barrera de la colmena.

Los ingenuos Karbarrianos se metieron de cabeza dentro de la masa de aire bajo cero, y el resultado fue la batahola –no diferente al estado de confusión en el que las canciones de Minmei habían dejado a los Zentraedi. Mientras los ursinoides procuraban permanecer entusiastas y continuar la ofensiva, no podían ignorar las señales de abandono siendo enviadas por el lado instintivo de su composición. Incluso Lron no podía repeler los efectos del invierno localizado de Edwards. Detrás de él, Crysta y Dardo se habían detenido para descansar, y algunos de los soldados de infantería de la primera línea estaban de hecho acurrucándose en la tierra enfriada por el viento, arrimándose unos contra otros, Wolverines y Badgers abandonados. Lron giró para gritarles que se pongan en movimiento, pero todo lo que emergió fue un bostezo largo y estacional que se había abierto paso desde dentro de él. Para allí sobre sus pies elefantinos tambaleantes, él usó la escopeta recortada para sostenerse e hizo a sus seguidores soñolientos un ademán letárgico, el que parecía más un movimiento de descarte que un incentivo para avanzar.

Los Inorgánicos no tenían problema con el frío. En columnas bien ordenadas, los Scrim, los Crann, y los Odeon habían permanecido firmes en la cara de la oleada de los Karbarrianos; pero ahora estaban en movimiento, un ejército imparable de autómatas moviéndose con torpeza a través de nieve recién caída. Filas de soldados blindados formados detrás de ellos, tarareando una canción invernal Karbarriana tradicional que Lron podía oír sobre el viento y el sonido rítmico de los pies marchando. Él cayó súbitamente, agotado. En lontananza, una escuadra de Shock Troopers se estaba alzando, acercándose muy velozmente para descongelar el pedazo de tierra de los Karbarrianos con la tibies de sus discos de aniquilación.

***

La nave de los Sentinels era un ángel vengador mientras caía sobre Optera, vomitando a los escudos barrera del complejo colmena con toda la cólera que pudo reunir. El arma principal y los sistemas de armas de corto alcance reventaron implacablemente; pero las cúpulas translúcidas se mantenían juntas, absorbiendo la energía de cada paquete pequeño individual de fuego y dispersándolo a lo largo de la red. Los Sentinels sabían bastante para no abandonar el esfuerzo, sin embargo; en Garuda, Karbarra, el mismo Tirol, los escudos barrera habían sucumbido finalmente a sobrecarga termal. Khyron una vez había empleado una táctica similar contra la SDF-1, y la explosión resultante había borrado una ciudad pequeña de la faz de la Tierra. Pero los Sentinels estaban conscientes de que Edwards o la computadora viviente de la Colmena Hogar no permitirían que las cosas llegasen tan lejos; el cerebro bajaría los escudos a poco de sobrecargarse y desviaría la potencia a los sistemas defensivos de tierra de Optera.

Rick confiaba que ello ni siquiera llegaría a eso. No con el cerebro siendo abrumado en tres frentes ahora. Él había pedido a Lisa arriesgar un barrido sobre la cima del complejo, para facilitar una inserción de tropas aerotransportadas en la vecindad de la colmena central. El grupo de infiltración estaría compuesto de tres Veritechs Alpha, portando a Rick, Janice, Rem, y Jack; Bela, Arla-Non, Kami, y Learna; y Baldan, Teal, Gnea, y Karen. En el último momento Lisa había añadido su propio nombre a la lista.

Los Sentinels estaban sobre el terreno ahora, en una especie de cavidad formada por un racimo de cuatro domos esclavos –pensándolo bien comparativamente más pequeños que aquellos– vinculados mutuamente y a los hemisferios más grandes de más allá por corredores de transbordo techados, monturas entre las cumbres que eran las cimas redondeadas de la colmena. Las paredes de membranas delgadas de los túneles ofrecían la mejor vía hacia dentro de la colmena.

Baldan empelló sus brazos cristalinos hasta los codos dentro del suelo rocoso. Teal estaba vigilándolo nerviosamente, recordando cómo Baldan I había muerto en Praxis, un prisionero de los mortales espasmos tectónicos del planeta. Las vibraciones de Optera eran leves en comparación, pero Teal lo mismo estaba preocupada.

Los otro once Sentinels formaban un círculo nervioso alrededor de los Spherisianos. El aire zumbaba y crujía con la energía del escudo. Explosiones detonaban en lontananza, produciendo destellos en los cielos de Optera; un resplandor rojizo espectral detrás de los domos.

“Puedo sentir la fuente de la energía,” Baldan reportó, alzando sus brazos para liberarse. “Teal.”

Ella unió sus brazos con la superficie y asintió con la cabeza un momento más tarde, luz radiando de su rostro alisado. “Como los Posos de Génesis en Praxis. Pero éste ha sido usado más recientemente.”

Rick pensó en las obscenidades que Edwards había lanzado contra ellos en el espacio. “¿Pueden conseguir una localización?” Teal se liberó. “Coincide con los escaneos de la nave.”

Rem estudió los datos ofrecidos por el radiogoniómetro que él cargaba como una radio mochila. “Por este camino,” él dijo, indicando lejos con su mano hacia su izquierda. Teal y Baldan estuvieron de acuerdo.

Kami y Learna habían fijado la ubicación del Poso de Génesis de un modo similar, confiando en las transmisiones Garudianas para reafirmar las evaluaciones iniciales por computadora del Ark Ángel. Designando la ubicación del Poso de Génesis a las doce en punto, colocaba al cerebro a las cuatro, con a la fuente de la comunicación inicial de Edwards ásperamente a las dos y treinta.

“Jack, Karen: ustedes van con Baldan y Teal,” Rick dijo. “El cerebro es la interfaz de Edwards con los soldados Invid y los Inorgánicos. Si podemos desactivarlo, terminaremos con esta cosa.”

Jack y Karen inclinaron sus cabezas, las expresiones ocultas detrás de los visores de sus cascos. Ellos comenzaron a realizar un chequeo de armas con los dos Spherisianos, mientras que Rick giró para dirigirse a las amazonas Praxianas. “Péguense a Kami y Learna. Por todo lo que sabemos, Edwards aún está fabricando soldados en ese Poso. Quizá podamos ponerlo fuera del negocio.”

Las mujeres golpearon sus pechos en saludo. Estaban vestidas con prendas gladiatorias; botas altas y articuladas y cascos de cuero coronados en tótems muy ajustados. Arla-Non y Bela cargaban naginata y escudos; Gnea, una espada corta de dos manos y una ballesta. Su apariencia al lado de los Garudianos con máscaras de respiración constituía una pareja rara.

“El resto de nosotros irá tras Edwards,” Rick continuó, observando a Janice, Rem, y Lisa. Ellos asintieron con sus cabezas y bajaron los visores de sus cascos. Rick dio a Lisa un a mirada final e hizo lo mismo.

Los tres equipos se movieron hacia los túneles; allí, colocaron las cargas que les darían acceso, retrocediendo y esperando por la primera detonación.

***

Vince sintió su frente humedecerse con gotas de sudor.

“¡Están volando a velocidad de embestida, señor! ¡No podemos librarnos de ellos!”

“Máxima potencia a las armas,” Vince dijo al técnico. “¡Fuego a discreción!”

Dos transportes de tropas semejantes a conchas de almeja estaban muertas en el espacio, con el Valivarre flotando entre el Tokugawa y una tercera nave Invid. Pero de preocupación más inmediata era la SDF-7 de Edwards. El crucero estaba agujereado y vomitando flamas abastecidas por oxígeno líquido, pero aún venía hacia ellos, una barracuda con muerte escrito por todas partes. Esto molestó a los escuadrones de VT que lo seguían, acribillando las áreas vulnerables con buscadores de calor y fuego de rifle/cañón, y destellos de soplete de descargas de costado provenientes de los propios cañones de torretas del Tokugawa. Ninguna tripulación humana podía estar piloteando esa nave, Vince se dijo.

“Es inútil, señor. Los escudos están intactos. Nos va dar en la barriga.”

Vince podía oír las alarmas alertando a la tripulación. En la luz ambarina del puente él sentía que ya había muerto e ido al infierno. Una ojerosa Jean estaba en pantalla más distante hacia la izquierda de la consola de la silla de comando.

“Los heridos han sido trasladados a las bahías de lanzamiento, Vince. Los transbordadores están en espera. ¡Tienes que dar la orden!”

El rostro castaño de Vince palideció ante el pensamiento. Él trataba de convencerse que la nave podía resistir a la colisión. Podían cerrar todas las secciones de estribor y volver a alcanzar órbita. Esperar al Ark Ángel o al Valivarre antes de desembarcar a alguien­

“¡Vince!” Jean gritó. “¡Vince, escúchame!”

Él giró hacia el tablero de amenaza, los ojos de cada técnico en el puente pegados a él. La nave de Edwards estaba cerrando la brecha –su proa atestada con explosivos, por lo que todos sabían. El Tokugawa se abriría como una vaina de arveja. ¿Podrían ser lanzados los transbordadores, alejarse una distancia segura aún ahora?

“El radio de acción total está en pantalla, señor.”

Vince tomó un momento para estudiar el sombrío resultado. “Teniente... indicación de abandonar la nave,” él dijo quietamente.