Capitulo 6

Recordé mis palabras a Lang poco después de la batalla por Tiresia: Deje de lado su compasión... Ellos no son la raza que una vez fueron; están sin hogar ahora, y son conducidos. No repararán en nada para recobrar sus preciosas Flores, y si esa matriz existe –la encontrarán. Derrótenlos aquí, yo había argumentado. Extermínenlos antes de enfrentar a los Maestros... Pero eso fue antes de que yo tuviese una comprensión completa de las injusticias e ironías crueles que los había traído a su estado degradado. Karbarra, Praxis, y Haydon IV me habían enseñado más que unas cuantas lecciones, la principal entre ellas era que la edad no es ciertamente ninguna garantía de sabiduría.

Cabell, Un Pedagogo Extranjero: Notas sobre la Campaña de los Sentinels

Minmei no podía recordar su línea. Ni si quiera la propia escena parecía familiar. ¿Dónde estaba el director? ¿Dónde, en cuanto a eso, estaba Kyle?

Los actores que representaban a los soldados de la Tierra la arrojaron sobre un tipo de alfombra delante del masivo trono del títere, donde uno de ellos esposó sus muñecas juntas alrededor de la base de una esfera con pedestal que asemejaba un grano de polen de tamaño exagerado. Más rudo de lo necesario Minmei pensó, mirando con odio al hombre en el traje de piloto. Suficientemente mala toda esta violencia gratuita, para además tener que tolerar el método actoral de los extras... Bien, alguien iba a oír de ello.

Pero por ahora ella actuaría su parte. Ella luchó contra sus ataduras, adoptó una mirada desesperanzada para las cámaras, y colgó su cabeza en derrota, lloriqueando. Sus ropas estaban sucias y estratégicamente rasgadas –gran parte del muslo superior y pecho expuestos– y la gente de maquillaje había hecho un trabajo infernal en simular cortes y magulladuras. Pero el crédito real para la toma de hoy, ella decidió, tenía que ser para los efectos especiales. Lo que era el decorado –¡una creación fantástica!

El títere debía ser de al menos cuatro metros y medio de alto. Tenía brazos y piernas de algún tipo, pero su cabeza se parecía a algo que uno encontraría en una exhibición secundaria en Mundo Marino. Una cara de caracol con ojos negros, parecidos a los de una serpiente y antenas sensor gemelas; un tronco abultado de cuello, con hendiduras semejantes a agallas y un reborde desde la frente hasta la espalda de órganos de globos oculares. Dos enormes gatos robóticos estaban sentados a uno y otro lado de aquel, encornados y gruñendo. Y más allá, lo que ella al principio tomó como una anticuada lámpara de lava gigante; pero en realidad era una masa asquerosa de cerebro, flotando en un receptáculo con forma de burbuja. Bastante real para asustar a los niños, Minmei aventuró; tenía que ser clasificada para ser vista en compañía de adultos. Y a lo largo de la robusta escena había vestuarios y accesorios que competirían con cualquiera que ella haya visto. Filas de guerreros de dos metros de alto y en armadura de batalla, columnas de mecha con brazos pinza, escuadras de soldados de apariencia maligna con rifles de asalto y escopetas recortadas. Y el público que va a los cines pensaba que el Pequeño Dragón Blanco había sido algo. ¡Esperen hasta que le echen un vistazo a éste!

Alguien rió, y Minmei abrió sus ojos. Un actor de cabellos rubios la estaba vigilando. Él vestía botas de caña larga y una capa corta, y la mitad de su cara estaba oculta detrás de una placa craneal destellante. Ella lo conocía de algún lugar, pero no pudo recordar en qué película habían trabajado juntos.

“Nuestra estrella parece estar algo indispuesta,” el hombre estaba diciendo. El villano, obviamente. “Tal vez nos sobrepasamos con las drogas.” Él se inclinó para asir la barbilla de ella con su mano fuerte. “Denle algo para cambiarle el humor.”

Minmei se liberó de su mano torciéndose para escupirle. “¡Déjame ir!” ella gritó, tirando de las esposas con todas sus fuerzas. Seguramente era el momento de que Kyle hiciera su entrada. ¿Dónde estaba él, de cualquier modo?

Un minuto más tarde un segundo soldado ingresó para unirse al hombre rubio. Él cargaba una pistola jeringa neumática y una ampolla de líquido incoloro. Detrás de ellos, el títere en el trono estaba meneando su cabeza en una serie de movimiento muy vívidos. Con una voz grave y vigorosa, el títere pronunció unas cuantas frases incomprensibles. Subtítulos, Minmei se dijo, desilusionada. ¿Cómo podrían esperar que chicos de cinco años lo lean? Los cines estarían llenos de adultos charlando, explicándoles todo a sus niños.

“¡Por favor, eso no! ¡No, por favor!” Minmei rogó, retirándose de la jeringa tan lejos como las esposas de aleación lo permitían. “¡Sujétenla!” el actor rubio vociferó, agarrando rudamente su brazo.

Ella se shockeó al sentir un dolor agudo real cuando el soldado sostuvo su arma contra su carne. Los productores deben haber olido premios en el aire o algo por el estilo.

Todo se volvió brumoso por un momento, y Minmei estuvo tentada a detener la filmación; pero ella era un soldado y simplemente apretó sus ojos cerrándolos, ocultando su incomodidad y esperando que los vértigos pasasen.

El mundo real se precipitó sobre ella como un tren desbocado. Sonidos y olores no familiares asaltaron sus sentidos. El Regente movió su cabeza hacia delante en un gesto obsceno para olerla, Edwards y su cruel ayudante de campo, Benson, le sonrieron con miradas presumidas. Los soldados Invid barbotaron, los Ghost Riders aplaudieron... y a pesar de todo ello había dolor. Dolor de sus irritadas y sangrantes muñecas; dolor de las magulladuras purpúreas en sus piernas. Y dolor que no tenía contraparte visible –el tormento y el pesar embotellados dentro de ella.

“¡Kyle!” ella sollozó, y Edwards rió.

“Tu compañero de juegos está muerto, Minmei,” él dijo, la barbilla de ella en sus dedos flexionados. “¿Has olvidado cómo actuar la parte de la novia?”

Ella gritó de nuevo.

Edwards se enderezó cuando uno de sus tenientes se aproximó a su lado. “Transmítanlo por las esferas,” él dijo en Tiresiano. “Déjenla verlo.”

Minmei vio al Regente hacer un ademán con su mano, y un instante más tarde la cosa de apariencia orgánica a la que ella estaba esposada comenzó a relucir desde adentro. La luz se resolvió a un tramo de erial desolado, y a una batalla en proceso allí. Battlepods Zentraedi, por raro que parezca, abocados contra un ejército de Inorgánicos bípedos Invid.

“¡Mis tropas están siendo aniquiladas!” el Regente gruñó. “No son contrincantes para los gigantes. Desplegaremos a los Niños Especiales para tratar con ellos–”

“Tranquilícese,” Edwards voceó, luego sonrió falsamente. “El blanco de sus ojos...” Un Zentraedi en Armadura de Poder brincó en la vista, volando a tres Hellcats en pedazos. En el fondo, los cañones de pecho de los ‘Pods’ vomitaban destrucción ilimitada a través del campo.

“Breetai,” el Regente dijo. “Sí, ese es él.”

Minmei se reclinó del poste para una mejor vista de la esfera. Cuando ella giró hacia Edwards él llevaba puesta una vincha de transmisión tachonada, un transmisor neural de cierta clase. Él le mostró a ella una mirada entrecerrada. “Tú vas a actuar para nosotros, mi mascota. Abran todas las frecuencias,” él ordenó.

Ella estaba segura de que lo había mal interpretado. Actuar ­¿qué quiso decir?

“Cantar,” él dijo, viendo su desconcierto. “¡Vas a cantar para nosotros!”

Y al decir eso, un murmullo comenzó a extenderse por el vestíbulo cubierto por una cúpula; y cuando el sonido la alcanzó de nuevo estaba compuesto de cientos de voces, voces humanas e Invid, unidas en una representación de tipo fúnebre de “We Can Win,” el himno de victoria de la Guerra Robotech.

“La vida es sólo lo que escogemos hacer de ella,

Permítannos tomarla

Permítannos ser libres...”

Minmei se dio cuenta de lo que Edwards estaba intentando hacer y trató desesperadamente de volverse hacia el interior de sus propias canciones, para alejarse de las órdenes telepáticas que él le estaba enviando.

“Podemos encontrar la gloria con la que todos soñamos

Y con nuestro odio

¡Podemos ganar!”

Ella tarareó una tonada de amor para sí, palabras de paz y pureza; pero algo oscuro y traicionero estaba colándose por debajo de ellos, algo que el cerebro Invid estaba ayudando a Edwards a lograr. La voluntad de ella se debilitó y vaciló, y unas cuantas palabras del mensaje adaptado de la canción escapó de sus labios. Esta canción que otrora había hecho arrodillar a los Zentraedi...

“Cuando combatimos no hay derrota,

Nos mantenemos firmes y no retrocederemos.”

La esfera ya estaba mostrando el efecto de la canción: los Battlepods ya no estaban avanzando. Algunos de ellos parecían estar vagabundeando de un lado a otro ofuscados, disparando al azar, mientras que otros chocaban unos contra otros, o sucumbían a las fuerzas demoníacas que Edwards y el Regente habían soltado contra ellos.

Minmei los estaba liderando en la canción ahora, lágrimas corriendo por sus mejillas, Invid y humanos hombro a hombro con las armas levantadas, oscilando juntos como compañeros de cerveza del Oktoberfest.

“Viviremos el día en que soñemos con la victoria

Y comenzar una nueva vida.

Ganaremos.

¡Ganaremos!”

Vince Grant aún estaba mirando fijamente a Aurora mucho tiempo después de que ellos habían sido presentados oficialmente. Caminando, hablando. ¡Y ni siquiera de seis meses de edad aún! Era como un capturador de atención sacado de los titulares de un tabloide de la Tierra de fines de siglo: CHICA MARAVILLA OBTIENE MAESTRÍAS A LOS DOS AÑOS. Él sintió a Jean apretar su mano en una reprimenda moderada. “Estás mirando fijamente,” ella susurró cuando él giró para mirarla de frente.

Ellos estaban sentados juntos en un sofá antigravedad muy ornado en las antesalas restauradas de la asamblea de Haydon IV. El sofá era una de las varias piezas de muebles que los equipos de diseño del planeta habían inventado para atender las necesidades de los visitantes y huéspedes alienígenos. Exedore y Cabell ocupaban un sofá similar enfrente de los Grant. Los Sterling también estaban presentes, junto con Arla-Non, la líder de la Hermandad Praxiana; Fontine, del grupo emisario Karbarriano; dos representantes Invid de la camada dejada atrás de la Regis; y Vowad y varios miembros de la antigua guardia de los conocedores Haydonitas. La habitación estaba en el piso superior de un carámbano invertido de un rascacielos, situado en una posición conveniente para ofrecer vistas panorámicas de Glike y de las laderas circundantes. Briz’dziki estaba cerca del horizonte en el cielo, inundando la habitación con luz ricamente ámbar. Tapices, alfombras, plantas en tiestos, y flores añadidas para dar calor; para Vince el lugar se sentía más como el lobby de un hotel que un cuarto privado gubernamental. Todos allí ya habían visto el vídeo disco de la propuesta de paz del Consejo Plenipotenciario.

“Ustedes sugieren que Optera puede ser en realidad refoliada,” Max Sterling estaba diciendo ahora, dirigiéndose a Cabell y a Exedore. “¿Entonces por qué no fue considerado esto antes?”

“Lo fue, Comandante,” Exedore le respondió. Él sostenía un Pollinator en su regazo y acariciaba el pelaje blanco de la criatura mientras hablaba. “La propuesta estaba entre los temas registrados para el debate cuando el Regente visitó la SDF-3. Pero las conversaciones se rompieron más bien rápidamente y–”

“Todos estamos conscientes de esos eventos, Lord Exedore,” Vowad interrumpió. “Pero entiendo que tal cosa no habría sido posible entonces.”

“Eso es verdad,” Cabell dijo. “El consejo estaba operando bajo la suposición de que los Invid tendrían una participación activa en el proceso de refoliación. Ahora, sin embargo, gracias en gran parte a su generosidad, Vowad, los bancos de datos de Haydon IV han rellenado las pocas piezas faltantes del rompecabezas.”

Exedore gesticuló hacia el Pollinator. “Con estas criaturas y muestras de Flores de Haydon IV y Karbarra, estoy seguro de que podemos tener éxito.”

Fontine gruñó. “Los rumores que han alcanzado Karbarra hablan de planes de construir una matriz de la Protocultura aquí en Haydon IV. ¿Hay alguna verdad en ello?”

“Ninguna,” Vowad respondió firmemente. “Cabell, tal vez tú debieras dirigir esto.”

El Tiresiano se recostó en el sofá, jugando con su barba. “Rumores,” él dijo con obvio hastío. “Vana especulación.”

“Pero el clon de Zor–”

“Rem es de hecho eso. Pero no es Zor y no debe ser considerado un factor en estos debates.”

Vince examinó a los dos Invid en mantos amarillos, preguntándose sobre el pronunciamiento de Cabell. Axum, el más alto de los dos, dio un paso hacia delante para responder a la pregunta de Exedore en cuanto a cómo la Regis respondería a tal propuesta.

“Esto no está dentro de mi capacidad para responder,” el Invid empezó. “La Regis se ha marchado de este sistema estelar y permanece incomunicada, aún con la computadora viviente que el Regente dejó aquí. Tal vez sería mejor que interrogasen a la Conciencia de Haydon IV.”

Vowad estaba sacudiendo su cabeza. “Ya hemos intentado eso.”

“Entonces no tenemos otra alternativa más que negociar directamente con el Regente. Bajo la condición de que el General Edwards sea entregado al consejo para afrontar un juicio,” Exedore se apresuró a agregar.

Max hizo un sonido de descontento desde el otro lado de la habitación. Aurora compartía el regazo de Miriya y el de él.

Había habido un momento incómodo más temprano cuando la niña había experimentado un tipo de ataque menor, causado, Vince afirmó, por su primera visión del Pollinator. Vince aún esperaba que Jean explicase el significado de la advertencia estridente de la pequeña Aurora advirtiendo: ¡Cuídate de las esporas, Dana! ¡Cuídate de las esporas!

“El Regente no da un... no le podría importar en grado menor las Flores,” Max dijo al grupo. “Ofrézcanle una matriz si quieren hablar de paz. Su ejército utiliza Protocultura, no Flores. Pregúntenles,” él dijo, indicando a Axum y a su compañero científico.

El Invid volvió sus ojos negros hacia la asamblea. “El Humano dice la verdad.”

“Tenemos que probar, sin embargo,” Exedore objetó. “Los reportes más recientes de subespacio indican que el Ark Ángel acaba de entrar al espacio de Peryton. Una nave prototipo Karbarriana ya está en camino hacia Peryton, si no estoy equivocado.”

“No lo está,” Fontine dijo. “La hemos nombrado Tracialle, en honor de la batalla librada allí.”

“Entonces propongo que las computadoras calculen las coordenadas siderales para una reunión entre el Ark Ángel, el Tokugawa, y el Tracialle. Los Sentinels deben ser disuadidos de lanzar un ataque sobre Optera hasta que el Regente haya sido informado de la propuesta del Consejo.”

“¿Pero qué hay de los Zentraedi?” Fontine preguntó. “El Comandante Breetai está en persecución sólo del General Edwards,” Exedore dijo con un tono seguro.

Vince rompió un silencio breve diciendo que el Tokugawa consideraría un honor el tener a Arla-Non a bordo para la misión, y la Praxiana aceptó con una sacudida majestuosa de su crin blanqueada por el sol. “Y el Escuadrón Skull está naturalmente ansioso por tener a su comandante de regreso,” Vince dijo a Max.

Max giró hacia Miriya antes de mostrar a Vince una débil y pesarosa sonrisa. “Siento desilusionar a todos, Vince, pero no iré en ésta.”

De nuevo, Vince sintió la presión de la mano de Jean. “Quítate esa expresión de sorpresa de tu cara,” ella sugirió gentilmente. “Piensa en Bowie y Dana.”

Vince lo hizo, contemplando a los Sterling y a su hija sobrenaturalmente dotada por un momento. Una línea de un libro antiguo le vino a la memoria inesperadamente, y él dijo, “Es una cosa mucho, mucho mejor lo que hacemos que lo que hemos hecho alguna vez.”

***

“Líder Ángel Negro reporta naves enemigas retirándose por completo,” una técnico en el puente del Ark Ángel actualizó.

Veidt revoloteó a través del puente hacia las bahías delanteras de la nave. El espacio local estaba esparcido con escombros de las docenas de naves Pincer que los escuadrones de Veritech habían destruido. Estallidos esféricos brotaban en lontananza donde unas refriegas aéreas finales estaban teniendo lugar. Peryton rotaba debajo de ellos, nubes grises y los picos nevados de una gran área de tierra rojiza.

“Líder Ángel Negro solicita las órdenes del comando, señor.” Veidt giró un rostro sin boca hacia las pantallas, estudiando brevemente las listas de datos. “Ordéneles descender para auxiliar al destacamento de desembarco,” él envió a la técnico a su puesto de servicio.

“¿Y el transporte de tropas enemigo?”

Veidt recordó la muerte de Sarna, un ritual que él ejecutaba para circunstancias como éstas. “Iremos tras la nave nosotros mismos,” él anunció después de un momento.

***

Lisa se agachó de repente cuando un joven Perytoniano desnudo se lanzó sobre la cabeza de ella para empujar sus cuernos dentro de la región abdominal de un contrario. Jack recibió una salpicadura de sangre en la cara y maldijo desagradablemente a todos al alcance del oído. Todo alrededor de los dos Sentinels, Perytonianos en taparrabos estaban embistiéndose y corneándose unos a otros hasta la muerte. Debajo de las exclamaciones de guerra y gritos desesperados, el mundo era una sinfonía loca, acentuada por el sonido sibilante de cuernos acuchillando el aire, el ruido sordo de cuernos contra la carne blanda, el sonido de miles de pasos en las calles: el coro loco de la guerra.

“¡Por este camino! ¡Por aquí!” Lisa voceó, tomando el traje de piloto de Jack y tirando de él. A través de un bosque de cabezas y cuernos golpeándose, ella vislumbró brevemente a Gnea y a Karen adelante; Baldan estaba con ellas, repeliendo asaltantes con ambos manos, un arma de rayos Spherisiana en una, un arpeo Garudiano en la otra. La callejuela estaba pavimentada con cuerpos, flotando en sangre brillante y de olor punzante.

Ellos habían sido forzados a alejarse de la cuesta y descender en el paisaje urbano espantoso de LaTumb cuando la batalla Mobius se materializó por primera vez. Perytonianos reanimados, muchos todavía llevando heridas abiertas del día anterior, habían bullido entre ellos con una rapidez que dejó a los pilotos de Shock Troopers y Battloids enmudecidos. Más de un mecha había sido derribado, más de un piloto jalado gritando de cubiertas corredizas hendidas de cabinas, tal vez para convertirse en una parte fantasmal de mañana o del día siguiente a la lucha. Lisa había visto al propio mecha de Rick completamente dado vuelta por la arremetida semejante al de hormigas de los ejércitos merodeadores; pero ella había perdido vista del VT cuando las oleadas de la batalla la llevaron a ella y a Jack, a Gnea y a los otros, dentro de lo más espeso de las cosas.

No era Pamplona en todas partes, sin embargo. En los tejados y en los atrios en ruinas de edificios, Perytonianos estaban decidiéndolo peleándose con espadones y mazas. Dentro de un corral de roca próximo a una residencia de paja en la que se había escurrido rápidamente, Lisa divisó una justa en proceso, Perytonianos montando en los hombros de sus compañeros, lanzas adornadas con cintas empalando jinetes y portadores por igual.

“¡Abajo!” Jack gritó cuando disparos de ametralladoras cosieron agujeros a través de una puerta de madera cercana. Lisa se le unió sobre el suelo, arrastrándose de panza detrás de una pared de cuerpos apilados horizontalmente a lo largo del borde de la calle. Las armas de energía habían limpiado una faja a través de la intersección delante de ellos, pero descargas al azar de esas mismas armas mantenían a todos momentáneamente inmovilizados. Gnea, Karen, y Baldan finalmente tuvieron éxito en abrirse camino hacia la posición de Jack y Lisa. Los tres se habían desnudado completamente de uniformes y armas ahora, y se habían vestido con trozos sangrientos de mantos negros Perytonianos.

“¡Di algo y te asesinaré!” Karen gritó a Jack antes de que él pudiera hablar. Había una mirada maníaca en sus ojos verdes salpicados, la única vez que Jack pudo recordar ver verdadero temor allí.

“¡Estaremos más seguros adentro!” Baldan dijo, señalando hacia la puerta que había recibido disparos de proyectiles. “¡Existen refugios debajo de nosotros!”

Gnea preguntó por Rem.

“No hay señal de ninguno de ellos,” Lisa le dijo. Un cuerpo cayó del techo y casi aplastó a Jack y a Karen. “¡Quizá llegaron a tiempo a la colmena!”

Todos dieron una vuelta repentina al mismo tiempo para dar un vistazo al cono del tamaño de una montaña. Desde donde Lisa estaba acuclillada, ella podía ver que la colmena había sido agujereada en al menos media docena de lugares, hordas de Perytonianos escurriéndose dentro y fuera mientras ella miraba.

“¡Anímense!” Jack gritó entre ellos. “¡Sólo faltan seis horas para la puesta del sol!”

***

La batalla se había insinuado en lo profundo de la colmena, pero aún tenía que penetrar los pasillos más recónditos y descender en el área del santuario encerrado por acantilados.

Desde la entrada arqueada del generador de Haydon, Rem observó a la cara del Macassar cobrar vida en una esfera de luminiscencia alimentada por relámpagos. Burak hizo sonidos aterrorizados al lado de él, sus manos de seis dedos crispándose como si él fuera el receptor de esos rayos de plasma.

“¡Yo no seguiré adelante!” él dijo a Janice, biselando sus fuertes piernas delante de él para abrazarse.

“No tendrás que hacerlo,” Rem oyó a Janice decir con una voz tan controlada que lo perturbó. “Escucha...”

Algo extraño comenzó a acontecer dentro de la esfera. La cara del Macassar perdió su rostro temible y semejante a una máscara y se volvió más natural, más atormentado.

Burak tartamudeó un gemido.

“Que este día nunca hubiese sucedido,” el Macassar entonó al santuario. “Que esta batalla continúe hasta que ellos retornen a mí.”

Burak se enderezó. “¿Quiénes? ¿A quiénes pide que sean regresados a él, Wyrdling?”

“Sus hijos, Burak. Ellos murieron en batalla poco antes de que él entrase al santuario. El dispositivo de Haydon ignoró el ruego del Macassar por la paz planetaria y adoptó su pesar en cambio.”

Rem vio a la cara de Burak contraerse en confusión. “Pero cómo–”

Janice lo aquietó.

La gruesa ceja del Macassar se frunció, los ojos sin iris derramaron dos pequeñas lágrimas por sus mejillas. “O hasta el tiempo en que dos dejen voluntariamente sus vidas que mis niños vivirían.”

Con eso, un orificio se abrió en la esfera transparente: un portal circular suficientemente largo para acomodar a un Humano o un Perytoniano, casi seductor en su simplicidad, una puerta hacia un dominio energizado de puro pensamiento.

Burak giró violentamente hacia Janice. “¡El salvador, tú dijiste!”

“Y así tú lo serás,” ella le dijo.