Capitulo 3
Otrora se creía que el efecto de la gravedad era indistinguible del de la aceleración. ¿Significaba eso que cuanto más uno se mantenía en movimiento más se arraigaba al mismo sitio? Porque de seguro parece de ese modo a veces.
De los Diarios Recopilados del Almirante Rick Hunter
Era un mundo condenado al final del tiempo, un vagabundo envejecido moviéndose por la luz colapsada de una estrella moribunda. Peryton –caído en desgracia, sus habitantes abandonados para ponderar su destino. Ningún mundo nuevo dentro de su alcance para establecerse; no quedaba ningún milagro que conseguir de su ciencia. Hasta que Haydon decidió responder sus súplicas.
La solución que él les ofrecía, el dispositivo mismo, era capaz de efectuar un cambio en el eje de orientación del planeta. No, sin embargo, por ningún medio físico, sino a través de un esfuerzo concentrado de voluntad colectiva.
Llámalo un experimento de pensamiento, Janice Em había sugerido a Rem. Ellos estaban en las habitaciones Tiresianas a bordo del Ark Ángel, y Janice llevaba puesta la más placentera de sus dos caras. Rem se sentía cómodo con ella en uno u otro modo, pero ella había escogido el modo humano con la esperanza de compensar el frío timbre analítico de su tono de voz. La nave de los Sentinels había estado en superluminal durante algún tiempo ahora y se esperaba que alcanzara la periferia del sistema planetario de Umbra dentro de veinticuatro horas estándares.
“El dispositivo,” Rem dijo, imparcialmente, y ella continuó.
Éste podía almacenar, aprovechar, y dirigir una corriente de energía mental. El efecto de los bloques de construcción elementales del psiquismo –en el mundo material. La noción operó como un sobrevoltaje en el sistema de circuitos cibernéticos de Janice. Para Rem hizo poco más que despertar nuevas sospechas sobre el precursor misterioso de Zor, Haydon.
Peryton, ella explicó, recontando algunos de los datos obsequiados a su intelecto por la conciencia de Haydon IV, había tenido éxito en realinearse. Pero fue un paraíso de breve vida el que siguió a la resurrección del planeta. Las rivalidades pronto encontraron su camino de regreso a la sociedad Perytoniana; rivalidades nacidas de unas nuevas nociones metafísicas de ocio, intereses celestiales por los que el sacerdocio de ese mundo se dividió. En los cielos vueltos a ordenar del planeta las facciones rivales vieron cosas diferentes: prueba de la Ley del Único, un creador benéfico que ofrece pistas a seres menores, faros a lo largo de un camino de reascensión. O en esas mismas configuraciones estelares, figuras de propósito determinado proyectadas en una pantalla imponente, un universo para la captura, una oportunidad para lograr libertad de la tiranía elemental, lo poco que quedaba del reinado de la naturaleza. Y así la guerra había estallado –un horror que lo abarca todo que no dejó ninguna avanzada intacta. Los habitantes de Peryton lanzaron la materia de las estrellas unos contra otros y murieron por cientos de miles; cada lado arrasó ciudad tras ciudad en su ansia de dominación; los bosques fueron quemados, las montañas removidas por la presión demente por la victoria, y tormentas de fuego chuparon hacia el cielo las almas de los inocentes muertos.
Para entonces, Haydon había abandonado el Cuadrante, pero el dispositivo que él había plantado en el planeta estaba intacto, una espada de doble filo esperando a ser extraída de las ruinas del santuario que los habitantes de Peryton habían erigido a su genio. Y el Macassar, el hierofante de la Senda Izquierda, había sido el primero en alcanzarla. Pero no antes de perder a los últimos de sus niños en la guerra –una crueldad más allá de su habilidad para comprender, aunque millones yacían muertos a sus pies. Así que no fue con pensamientos para terminar la guerra que él ingresó al santuario de Haydon, sino con un pesar de tal magnitud que el dispositivo de psicocontrol de Haydon tomó como propio.
Que este día nunca hubiese sucedido, sus pensamientos habían reñido al santuario. Que esta batalla continúe hasta que ellos regresen a mi...
Y así lo hizo. Volviéndose a repetir a sí mismo diariamente, un rizo de tiempo extirpado de las leyes normales que gobernaban la causalidad o el espacio físico. La batalla y su reparto de jugadores viajaron por el planeta, haciendo erupción en la luz de Umbra sin advertencia como una clase de llaga marcial, pillando cualesquiera recursos que encontrase disponibles, barriendo nuevos combatientes dentro de su centro, e infligiendo devastación donde echaba raíces. Materializando cada día para estatuir la misma escena, sólo para desaparecer cada tarde en cierto infierno temporal de una fracción de segundo. Esos Perytonianos que sobrevivían pasaban las noches en miedo constante de la luz del día, con casi todos nómadas a un grado u otro, en marcha contra la salida de Umbra o saqueando a causa de las consecuencias de la batalla por algo de valor.
“Burak y su pueblo están enterados de estas cosas,” Janice dijo. “Gracias principalmente a Zor. Él fue a Peryton directamente desde Haydon IV y sembró vastas áreas del planeta. Lo que no fue destruido como resultado de la batalla fue aparentemente dejado maravillosamente fecundo. Las Flores florecieron, y él estuvo convencido de que la mera presencia de ellas ayudaría a curar al planeta una vez que esta así llamada maldición se disipase.”
Rem tenía una expresión cavilante –la que él pareció adoptar recientemente, siempre que el nombre de Zor se mencionaba. Él había dicho poco, interrumpiéndola sólo una vez para preguntar por los niños del Macassar –los dos hijos que él había perdido ese día fatal. “¿Y les dijo Zor exactamente cómo podía lograrse eso?” él preguntó a Janice ahora.
Ella inclinó la cabeza y le dijo. “Sus propios mitos y leyendas habían apuntado hacia el santuario, pero nadie sabía precisamente qué se debía hacer allí. Cuando las Flores condujeron a los Invid a Peryton, el Regente se enteró de la maldición y construyó una colmena fortificada sobre el sitio del santuario. Les benefició permitir que la maldición continuase debido a los suelos fecundos que la batalla dejó atrás; pero en realidad ellos no podrían haberla terminado aunque quisieran. Lo que había sido extraído de los prisioneros de Peryton por la tortura era nada más que una mezcla de medias verdades y rumores. Las expresiones del Macassar habían sido mutiladas sin esperanza.”
O hasta el tiempo en que dos dejen voluntariamente sus vidas que mis niños vivirían, Rem repitió para sus adentros. “¿No se lo has dicho a Burak aún?”
“Todavía no.”
“¿Por qué? Él tiene derecho a saber.”
Janice oyó la aspereza en la voz de él y dijo, “Porque él tiene que jugar un papel.”
“Como lo juego yo, dices tú. Como esa parte de mí que no puedo tocar lo hace. Los pensamientos y sentimientos que no son míos–”
Ella lo detuvo antes de que él pudiera llegar más lejos, poniendo las puntas de sus dedos en los labios de él. “Yo no estoy pidiéndote nada. No me asemejes a uno de tus enemigos.”
Él besó los dedos de ella, una mano de mujer a pesar de las corrientes de Protocultura que circulaban por ella.
¿O ellos sólo eran cálidos al toque de él, Rem se preguntó, un preso de ese poder Robotech? Podrían los pensamientos de su donante revelar el papel que él tenía que jugar en estos asuntos de corazón y mente. Hasta entonces la maldición estaba en él también, una franja de tiempo enigmático que él montaba sólo.
***
“Ahora pongamos las cosas en orden,” Rick estaba diciendo a Burak en otro nivel de la nave. “Todo lo que tenemos que hacer es eliminar la colmena y encargarnos de esta... ¿maldición?”
“Sólo quitarnos a los Invid de en medio, Terrícola,” Burak dijo, “y yo atenderé a la maldición.”
Él había dado a los Sentinels una versión ligeramente diferente de los eventos. Como resultado, tal vez, de lo que miles de años de batalla habían hecho a la verdad; pero más probablemente porque él había estado preocupado sobre espantar al Ark Ángel. Las cosas ya eran bastante tenues, con el Regente huyendo y Optera casi suficientemente cerca para tocarla; ¿así que cómo Peryton habría tenido una oportunidad si él le hubiese contado a Rick y a los otros la historia completa? Después de todo, la colmena y los huertos eran los intereses centrales, ¿no es así? Sólo barrer con los Invid como lo habían hecho en Karbarra y el resto, y darle a él cierto respiro para tratar con la maldición. El mesías Perytoniano. La batalla de Mobius misma era de poca importancia, él había mantenido.
Lo que él había dejado de mencionar era cuán fácil era morir si la maldita cosa se tropezaba en tu camino.
En consecuencia, el comando humano y extraterrestre del Ark Ángel había venido a considerar la batalla como un tipo de evento espectral, inmaterial –uno que en realidad no podía tocarlos. Rick estaba teniendo una gran cantidad de pensamientos sobre ello, sin embargo, y deseaba que Janice y Rem no hubiesen decidido ausentarse de la reunión de instrucción. Él se volvió hacia Garak y Pye ahora, sus gruesos cuellos aún mostrando maculaciones de aspecto detestable a causa del reciente apretón de muerte de Burak.
“Repasémoslo de nuevo. Ustedes tienen huertos que crecen por todo el planeta. Esta, uh, batalla se mueve rápidamente, ustedes salen y siembran el lugar, cosechan los Frutos luego y los traen de regreso a la colmena para procesar.”
Garak inclinó su cabeza semejante a la de un caracol.
Rick vio a Karen Penn y a algunas de las guerreras del contingente de Amazonas sacudiendo sus cabezas de un modo desconcertado. “Yo pensaba que dimos con el abastecimiento de alimento en Garuda,” ella dijo. “Peryton suena como un jardín ordinario.”
“Los Frutos Garudianos proveían nutrientes para las cámaras de los mecha,” Pye explicó. “Los Frutos de Peryton son el cultivo especial del Regente.”
Rick le buscó solución por un momento, mientras Kami, Learna, y Quias acosaban a los científicos Invid con preguntas adicionales. Rick estaba a punto de preguntar qué hacía a la variedad Perytoniana tan especial cuando Bela dijo, “¿Y la maldición del planeta nunca interfiere con sus operaciones?”
Garak arriesgó una mirada penetrante a Burak y a su pandilla, quienes repentinamente estaban mirando con cólera en su dirección. Él engulló y dijo. “No, no, nunca. Eso sólo, bueno, sucede, ¿comprenden? Surge a la luz del día, se retira a la noche...”
“Lo haces sonar como una brisa costera, Invid,” Lron dijo con un gruñido ursino desde el otro lado de la bodega. El Doctor Obu acaudilló a Crysta y a los otros Karbarrianos en una sesión de refunfuño. “¿Cuáles son sus números allí?”
Similares a Spheris, Garak le dijo. Aunque era probable que el Regente haya hecho volver a algunas de las guarniciones a Optera –las naves transportes desde luego.
Mientras todos estaban partiendo hacia sus puestos de servicio, Rick divisó a Veidt del otro lado de la bodega y le hizo una seña para que viniera. “Bueno,” él dijo, cuando el Haydonita sin brazos había revoloteado dentro del alcance mental, “¿Qué crees?” Él oyó un sonido parecido a campanas en su mente antes de que la corta manifestación telepática de Veidt tomase forma. Ellos están mintiendo.
***
En órbita baja sobre Optera, la improvisada nave insignia de Tesla se estremeció y vomitó fuego cuando sondas de plasma provenientes de la fortaleza de Edwards lo atrapó inadvertidamente. Reportes entraron a montones en la computadora viviente de la nave insignia, la que a su vez envió técnicos Invid y personal de mantenimiento escurriéndose por los pasadizos semejantes a arterias de la nave –para atender los daños del casco y los sistemas lisiados. En el puente, un ventrículo pulsante de color visceral, Tesla murmuró una maldición Praxiana y se recostó en el trono de comando.
“¿Qué fue eso?” él preguntó a uno de los técnicos.
La criatura inclinó la cabeza cuando él se volvió hacia él, accediendo datos desde una esfera instrumental situada cerca de los monitores de observación principales. “Rayo de energía, Lord Tesla. Nave enemiga apareciendo en vista–”
Tesla se agarró del cuello elegante del sensor de la silla sobre su cabeza cuando dos explosiones más sacudieron la nave. Había más sorpresa en su expresión que preocupación; él había supuesto que el Regente retornaría a una postura defensiva ahora que las naves de ataque de sus Niños Especiales estaban siendo hechas retroceder. Pero aquí él estaba atacando a los transportes de tropas mismos. Tesla demandó saber cómo esta nueva amenaza se había abierto paso.
“No es una nave Invid, Lord Tesla.”
“¿Entonces qué es?” él ladró desde la silla.
“Robotech,” el técnico dijo cuando una imagen tomó forma en la pantalla.
Tesla la miró con fijeza un momento, confundiéndola con el Ark Ángel y preguntándose cómo los Sentinels habían podido alcanzarlo. Tesla había transposicionado su flotilla a Optera desde Spheris, mientras que la SDF-7 sólo era capaz de lograr velocidades superluminal.
“¡Los tontos!” él voceó a nadie en particular. “¿No se da cuenta Hunter que le estoy haciendo un favor? ¿Me destruiría por deserción cuando podría ayudarlo a terminar la guerra?”
“Mecha Robotech acercándose a la nave insignia, Lord Tesla. Guerreros Veritech.”
Tesla miró la pantalla. Dos formaciones de precisión de luz estaban al ataque. “Hagan volver a dos escuadrones de Naves Pincer de la superficie –¡rápidamente!”
El técnico se inclinó a su tarea. Al mismo tiempo Tesla pidió una vista intensificada de la nave robotech; al continuar estudiando la imagen, él vio que no era el Ark Ángel después de todo.
“Abran una frecuencia de comunicación hacia esa nave,” él ordenó, arreglándose delante de los transmisores de video para efecto máximo.
Pero su presentación cuidadosamente construida se derrumbó un momento más tarde cuando dos Invid Inorgánicos –dos Scrim de apariencia de gnomo– aparecieron en pantalla, fijando la vista en él desde puestos de servicio en el puente enemigo. “Quéééé ra...” Tesla empezó, mientras la cámara agrandaba su campo visual para mostrar una rebanada de un cerebro alojado en una cámara en forma de burbuja. Sentado cerca y flanqueado por dos Hellcats estaba un Humano de cabello rubio, con una placa craneal metálica vistiendo una vincha neural.
Tesla sintió un estremecimiento de miedo abrirse paso por él. ¿Un terrícola al control de Inorgánicos? ¿Un terrícola en contacto con una de las computadoras vivientes? ¿Había cerrado el Regente algún tipo de trato; vuelto a la REF y a los Sentinels contra él? ¿Qué le estaba sucediendo al plan maestro, el Fruto de los Frutos?
Una andanada de fuego de plasma encontró una parte sin escudar en la barriga de la nave insignia y arrojó un espasmo a través del puente ventrículo. Técnicos y soldados se detuvieron momentáneamente, mientras el cerebro de a bordo luchaba para reasegurar su bodega.
El Humano –Edwards, Tesla recordó– estaba sonriendo con afectación para la lente; pero avistando a Tesla ahora, él lentamente se puso de pie, avanzando hacia la cámara con una apariencia sobresaltada en su cara.
“¿Es usted la Regis?” Edwards preguntó, alarmado por la vista de Tesla en su estado transfigurado.
Tesla tomó ánimo e infló su pecho. Bastante fácil para el humano hacer tal suposición; pero Tesla lo encontró de algún modo desagradable ser confundido con la Reina-Madre. “Yo soy Tesla, señor de los Invid,” él pronunció en la lengua de la Tierra para agregar impacto.
Él no había esperado que Edwards riese.
“Tesla,” Edwards estaba diciendo, esa sonrisa falsa de vuelta en su lugar. “Tesla, señor de los Invid. Bueno, ése es un clamor. ¿Qué rayos ha estado comiendo, Tesla? Luce como si hubiese ganado peso.”
“Mecha Robotech continúan acercándose, Mi Señor,” un técnico reportó. “La computadora viviente recomienda repliegue–”
“¡Silencio, gusano!” Tesla le dijo demasiado tarde.
Edwards meneó un dedo hacia la lente. “¿Oye eso, mutante? Retirada.” Él giró para mirar fijamente, las manos levantadas hasta la vincha neural, a su propia rebanada de cerebro. “Mi computadora coincide,” él agregó, girando rápidamente. “Las probabilidades no lucen bien. Sé que usted está forzado al límite –no puede si quiera responder el fuego, ¿o sí?”
Tesla miró a un teniente, quien sacudió su cabeza. “Los guerreros Robotech disparan: cohetes fuera. Prepararse para el impacto...”
Tesla sacudió sus puños en el aire cuando dos docenas de ojivas de combate cosieron a través del casco ventral de la nave insignia. “¿Dónde están los Pincers?” él gritó.
“Los Niños Especiales del Regente se han reagrupado, Lord Tesla,” un técnico actualizó. “Los Pincers están sufriendo fuertes pérdidas. Los escuadrones están en camino hacia nuestra posición en números significativamente reducidos.”
“El Número Uno está pateando traseros y tomando nombres,” Edwards dijo cuando Tesla regresó su atención a la pantalla. “Sus muchachos nunca lograrán regresar a tiempo.”
Tesla vio al Humano inclinar su cabeza hacia alguien fuera de pantalla.
“Prepárense para fuego de plasma–”
Tesla se levantó del suelo, moviendo de un lado a otro una mano para quitar el humo punzante de sus ojos. Edwards le estaba sonriendo.
“Estoy dispuesto a darle una oportunidad, mutante. Lleve sus naves transportes a Peryton y traben combate con el Ark Ángel. Entretanto yo trataré de decir unas palabras a su favor allí abajo. Quien sabe, quizá el Regente le dé la bienvenida de regreso al rebaño si usted puede probar ser útil.”
Tesla sacudió un puño tiritante. “Yo soy Tesla, señor de los–”
“Guárdeselo,” Edwards lo interrumpió, la sonrisa ya no estaba. “Su nave está fijada para destruirla. Cuenta regresiva desde sesenta...”
***
Hora de tomar decisiones, Rick se dijo, alejándose a pasos regulares de una pantalla vasta en el Centro de Información Táctica del Ark Ángel. El crucero estaba sólo a horas de Peryton ahora, y el comando aún tenía que salir con un plan que satisficiese a los numerosos contingentes de la nave.
Veidt había explicado lo que él sabía de la situación de Peryton de los registros conservados en Haydon, enviando cualquier esperanza que los Sentinels tenían de una rápida colonización en picada. La batalla no era algún evento inmaterial, Veidt había explicado, sino un evento que tomaba lugar en el mundo real. Y de repente los Karbarrianos estaban actuando como si no quisieran tomar parte de la invasión –no hasta que equipos de reconocimiento estableciesen por ellos mismos la naturaleza de la maldición del planeta. En realidad estaban a favor de transportar voluntarios desde la superficie del planeta para conseguir algún tipo de consenso general. Además, Rick sospechaba que había algo semejante a superstición obrando entre los ursinoides, aunque él apenas podía culparlos por ello. Y el hecho de que los Garudianos se suscribiesen a ésta se sumaba a su preocupación, porque él había venido a fiarse de en las Transmisiones de los vulpinos, como eran llamados. Las Praxianas –entre cuyos números Rick ahora enlistaba a Lisa, Karen, Teal, y Baldan– estaban determinadas a creer que ellas podían contender con cualquier cosa que Peryton arrojase en su camino. Los Perytonianos habían optado por poner toda su fe en Burak, quien expresaba confianza en que los Sentinels encontrarían algún modo de lidiar con la presencia Invid en su mundo, y sólo pedía un Veritech para sí. Los Sentinels ya le habían otorgado este tanto, vacilantes de manosear los delirios de grandeza del Perytoniano.
El único descubrimiento positivo del día había sido el encontrar el espacio de Peryton libre de transportes de tropas Invid.
“Exploraciones de superficie llegando ahora, Almirante Hunter,” un técnico de la REF anunció cuando el Ark Ángel cambió de rumbo para dar un vistazo al lado brillante del planeta.
Los sensores se pusieron a trabajar en el mundo desde una distancia segura, y pronto tuvieron a las computadoras de a bordo ofreciendo esquemáticos de color procesado y datos desplazándose a través de media docena de pantallas.
“Póngalos donde todos podamos verlo, Sr. Ripp,” Rick ordenó. Al lado de él, Veidt hizo un sonido que se leyó pensativo en la mente de Rick.
Los escáneres mostraban un mundo curtido por la intemperie con un eje de rotación de noventa grados, girando como un trompo a través de la luz moribunda de Umbra. Continentes masivos de hielo polar, cumbres montañosas redondeadas, valles anchos, tierras de pastoreo ecuatoriales y bosques. La radiación de fondo era más alta de lo que alguno había estado inducido a esperar, y había innumerables lugares simplemente demasiado calientes para ser tocados. Los restos devastados de ciudades y centros de población arrasados durante las batallas iniciales de la guerra del clero del planeta, su lucha de un milenio de antigüedad contra el tiempo. Rick no pudo más que pensar en el mundo que la REF había dejado atrás, la Tierra después de Dolza, craterizada y reconfigurada como alguna catástrofe celestial. Una mirada a Jack Baker le dijo que él no estaba solo con tales pensamientos.
“Recogiendo lecturas anómalas en el cuadrante Romeonueve, señor.”
Rick miró con atención una mancha color carmesí furioso bien abajo en la pantalla y solicitó magnificación de la imagen. “No puedo encontrar ni pies ni cabeza a los datos,” el oficial científico anunció después de un momento. “Creo que estamos mirando a la maldición.”
Rick oyó brotar exclamaciones a lo largo de la habitación y apenas logró sofocar las suyas. El campo de batalla tenía un diámetro de más de ciento sesenta kilómetros; no era simplemente alguna tormenta de tiempo localizada, sino un verdadero huracán de salvajismo, girando por la escasa cubierta de nubes de Peryton, un volcán tronante de tamaño inimaginable. Los disturbios de una clase electromagnética negaban al Ark Ángel cualquier visual de la batalla.
“¿Cuánto tiempo antes de que la batalla alcance el lado oscuro?” Rick preguntó.
“Poco más de tres horas, señor,” alguien le dijo. Entonces según el decir general desaparecería en la puesta del sol, sólo para estallar en la luz de Umbra en otra parte de la superficie.
“¿Algún modo de predecir dónde hará erupción la cosa?” Rick preguntó a Veidt.
El Haydonita sacudió su cabeza. “Su aparición está atada a la luz de Umbra pero es de otra manera impredecible, fracasando en adherirse a cualesquiera leyes de causalidad que hemos identificado.”
“Pero entonces tiene que mantenerse en un hemisferio, ¿no es así?”
“Teóricamente, sí. Con el período de rotación de dieciséis horas de Peryton, uno esperaría que la batalla en efecto estuviese restringida a dos estrechas bandas longitudinales y antípodas. Para rabiar durante ocho horas en una banda, luego desaparecer e instantáneamente volver a salir durante otras ocho horas en la banda opuesta. Este, sin embargo, no es el caso. La batalla de hecho desaparece con la luz; pero puede reaparecer en cualquier parte a lo largo de la cara brillante de Peryton, rabiando durante el tiempo que le quede –en cualquier parte desde un nanosegundo hasta unas ocho horas completas. De este modo viaja por el planeta.
“La tormenta es tan probable que se de en el mismo lugar que dejó dos días antes como en cualquier nueva área.” Rick sintió su cabeza girar. Él dirigió sus pensamientos a la colmena que los Invid habían construido sobre el santuario de Haydon, y pidió a las computadoras que mostrasen su ubicación relativa a la nave. Al instante él descubrió que la colmena estaba en el lado oscuro al presente, a escasas seis horas de la mañana. Eso pondría la ubicación fuera de carrera por al menos ese tiempo, y con suerte por un poco más –en cualquier parte desde un nanosegundo hasta unas ocho horas completas, como Veidt había dicho.
“¿Cuándo a más tardar podemos aterrizar en el lado oscuro?”
“Aproximadamente en dos horas y cuarenta minutos, Almirante.” Lo que dejaba un poco más de tres horas antes de que tuviesen que preocuparse. Y todo lo que ellos tenían que hacer entretanto era derrotar a una guarnición Invid de quién sabía cuántas naves de ataque y escaramuza.
Nada comparado con eso, él trató de decirse con su mejor voz de mando. En su mente él oyó a Veidt regañándolo por el ataque.
***
Dos horas de desaceleración continua hizo poco por cambiar su humor; pero el Ark Ángel al menos estaba en órbita ahora, con Peryton un lugar oscuro y silencioso debajo de ellos. Rick razonó que él se sentiría completamente mejor una vez que la invasión estuviese en marcha, pero al momento que él estaba a punto de ordenar al equipo de reconocimiento salir, un estallido intermitente de transmisión subespacial escurrió su camino dentro del centro de comunicaciones de la nave.
Proveniente de la SDF-3.
Rick y Lisa la escucharon desde sus respectivos puestos de servicio en el TIC y en el puente, mirándose con fijeza mutuamente en las pantallas de intercomunicación. La noticia era increíble: Wolff estaba en camino hacia la Tierra; Vince Grant en camino hacia Haydon IV y T. R. Edwards estaba en camino hacia Optera, con los Zentraedi pisándole los talones.
Y Minmei en el asiento del acompañante.
Lisa vio a Rick quedar boquiabierto, temió lo peor, y lo obtuvo.
“No es demasiado tarde,” Rick le dijo a ella. “Podemos regresar a Peryton después de que haya terminado. La guarnición de aquí se rendirá sin una pelea. No se perderá ninguna vida–”
“¡No, Rick! No lo podemos hacer.” Sus ojos estaban tan rojos como algunas de las luces del tablero. “Tendrás que dejar a alguien más ir en su rescate esta vez. Estamos comprometidos con Peryton. Tenemos que terminar lo que comenzamos.”
Rick dejó caer con estrépito su puño donde ella lo podía ver. “¡Tesla, Edwards, y Breetai están convergiendo en Optera! Nuestra presencia es crucial al resultado. ¡Es imperativo que vayamos allí!”
“Es imperativo que permanezcamos justo aquí,” ella voceó en respuesta.
“Ni siquiera nos hemos comprometido aún. Las fuerzas de reconocimiento aún están en sus naves de desembarco. Podemos partir y regresar–
“Perdóneme, señor,” un técnico lo interrumpió desde un tablero adyacente. “Una nave ya ha partido.”
Rick miró con fijeza al tablero de amenaza estupefacto. “¡Quién emitió la orden para lanzar esa nave!”
“No es una nave de desembarco, señor. Es un Alpha.”
“Burak,” Rick dijo a sabiendas.
“Sí, señor.”
Él quería hacerlo solo; ahora puede hacerlo, Rick se estaba diciendo cuando el técnico agregó, “Rem y Janice Em están con él.”
Rick maldijo y se puso de pie, mirando el tablero y girando para ver la mirada de labios cerrados de Lisa. “¿Tenemos la posición del Alpha?” él preguntó, sosteniendo la mirada de ella.
“Dirigiéndose hacia cero-uno-siete, señor. En curso hacia la colmena.”
Rick verificó su reloj. Menos de una hora para hacerlos regresar o consignarse a ello.
“Notifiquen a la bahía de lanzamiento que estoy en camino,” Rick dijo al técnico.
“Lo encontraré allí, Almirante,” Lisa hirvió antes de cortar la transmisión.