Capitulo 1
¡No hable conmigo de la Ciencia! La única obra de consulta que consulto es la Enciclopedia de la Ignorancia. Todo la que la Ciencia ha hecho es forzarnos a estrechar nuestras definiciones, categorizar nuestro pensamiento. Nos ofrece falsa seguridad a expensas de la espontaneidad. La detesto. Yo creo mi mundo y cambio sus reglas y pautas como yo tengo a bien. ¡Soy el único dios que esta dimensión ha conocido alguna vez; el único que conocerá alguna vez!
T. R. Edwards, como se cita en Cuando el Mal Tuvo Su Día, de Constance Wildman: Una Biografía de T. R. Edwards
“Al menos no la estaré robando esta vez,” Jonathan Wolff dijo a Lang cuando el crucero retroajustado clase SDF-7 asomó la nariz en la vista. El veneno en su voz era palpable, pero el científico o mal entendió o rehusó reconocerlo.
“Ingeniería y navegación espacial ya han sido informadas sobre nuestras modificaciones a los motores Reflex y generadores de transposición espacial. Mejoramientos, debería decir,” Lang añadió, volviéndose para enfrentar a Wolff.
Wolff trató de leer los ojos transformados del hombre, pero el mirar fijo dentro de ellos sólo le hizo pensar en agujeros negros, singularidades insondables. Él dejó a su mirada demorarse en la nave estelar en cambio, su boleto a casa, sea lo que sea que ello significase.
“Nos hemos alejado de la confianza en la turba de Ur-Flor hacia un diálogo más convencional entre el mineral monopole y la Protocultura misma. Su nave tiene algo de la SDF-3 en ella, Coronel.”
Wolff sonrió con presunción. “Entonces quizá encontrará la manera de volver a la Tierra por su propia cuenta, Lang. Un paseo.”
El científico enderezó su cabeza hacia un lado, ofreciendo una mirada evaluadora. “No sería la cosa más extraña, comandante.”
Del Mayor Carpenter, cuya nave había dejado el espacio de Fantoma hace más de seis meses, no se tenían noticias. Los Robotécnicos de Lang atribuían esto a mal funcionamientos en los radios transmisor-receptores de espacio profundo de la nave –una boda de sistemas electrónicos Tiresianos y Karbarrianos– pero en privado Lang había confesado tener dudas sobre la naturaleza misma de los motores de la nave. No así con esta nave, Wolff había sido asegurado. Esta era la nave sobre la que las personas de R&D estaban orgullosas. Ésta era la que le daría a Wolff la ventaja; lo animaría por el espacio-tiempo en un pestañear de ojos, sobrepasando en camino a la Tierra a las fortalezas de los Maestros Robotech.
Wolff continuó observando la nave desde la burbuja de observación de la SDF-3 sin considerar mucho las afirmaciones repetidas de Lang, o lo que podía o no hallarse al final de la misión. Para él la nave, esta versión elegante y substancialmente de menor escala de la Super Fortaleza Dimensional, era simplemente una salida. Habían existido destellos de fe renovada estas pasadas pocas semanas, momentos en los que él se vio como renacido –en Haydon IV, por ejemplo, o al ver la mirada en la cara de T. R. Edwards cuando su traición fue revelada al consejo– pero todo eso había sido vaciado de él en el puente del Valivarre. Las palabras de Minmei aún resonaban en sus oídos como una maldición; el matrimonio de ella con Edwards, esa mórbida y siniestra ceremonia, volviéndose a repetir en sueños y en cada pensamiento de vigilia. He encontrado la felicidad finalmente, ella había chillado desde ese lúgubre altar. ¡Regresa con la familia de la cual desertaste... compénsalos!
Como si fuera posible.
Él se había convencido de que no era Minmei quien lo estaba enviando lejos –ninguna Minmei de carne y hueso al menos. Él había tenido éxito en privarla de personalidad, despojándola del poder para infligir tal pesar. Ella era un símbolo del mundo ido mal y los pasos falsos de Jonathan Wolff por él; un símbolo del giro de la esperanza hacia el mal. Un símbolo de amor transformado, de promesa rota. Un mundo una vez transformado por su voz, y ahora esa voz rabiaba contra lo que ella había redimido.
“Los bancos de datos de la nave contienen un registro completo de la misión,” Lang estaba diciendo, “junto con material actualizado que cubre los eventos recientes en Tirol.”
Wolff abandonó sus oscuras meditaciones y registró Sorpresa.
“Longchamps y Stinson, los otros que apoyaron a Edwards, no ceden. Pero hemos ganado la batalla, como ella marcha.”
“Edwards está a medio camino de Optera, y ellos aún no están convencidos,” Wolff bulló. “Ellos están cubriendo sus apuestas. Ellos calculan que él regresará aquí con lo que haya quedado de la flota Invid.”
“Posiblemente,” Lang estuvo dispuesto a conceder. “Pero yo pienso que ello tiene más que ver con la Tierra que con Tirol. No podemos estar seguros pero existe cierta oportunidad de que el aparato de la Cruz del Sur haya ganado el dominio. Eso colocaría a Edwards en una posición firme allí, a pesar de lo que haya acontecido aquí.”
Lang estaba restando importancia a las cosas considerablemente, Wolff se dio cuenta. Cierta oportunidad significaba algo seguro, sin importaba de qué modo Lang escogiera decirlo. Un conocimiento de los Formadores-Protocultura le había dejado ese talento cuando ello drenó el color de avellana de sus ojos.
“El Mariscal de Campo Leonard. Zand, Moran...”
Lang inclinó la cabeza. “Exactamente. Longchamps les quiere hacer saber donde las líneas fueron abatidas.”
Wolff murmuró una maldición. “Así que podríamos terminar de lidiar con Edwards de una vez por todas de nuevo. En la Tierra esta vez.”
“Que es por lo que yo quiero que usted entregue personalmente un reporte especial al Mayor Rolf Emerson.”
Las delgadas cejas de Wolff se arquearon. “¿Emerson?”
“Él es el único miembro del Estado Mayor en el que podemos confiar. No sabemos cuál será el próximo movimiento de Edwards. Tal vez él intentará convencer al Regente de moverse contra la Tierra. Está claro ahora que ambos han estado en confabulación por algún tiempo –al menos tan distante como el asesinato del simulagente Invid. Si la nave de Carpenter logró regresar sin peligro el cuento de nuestra escisión ya ha sido relatado. Pero quién sabe cuán fuerte Leonard se ha vuelto entre tanto, cómo podría responder a los reportes de indecisión entre los miembros del Consejo...”
“La Tierra podría dar la bienvenida a Edwards con los brazos abiertos.”
“Edwards y el Regente. Él podría conquistar el planeta sin disparar un rayo.”
Wolff echó una mirada a la nave, luego emitió una risa corta mientras giraba hacia Lang. “La maldita sartén al fuego...
“No si podemos mantener a Edwards aquí,” Lang le dijo. “Los Zentraedi se han ofrecido voluntariamente para encabezar una invasión.”
Wolff se espantó. “¿Contra Optera?”
“Las fuerzas de Breetai son nuestra única esperanza. Hunter y los Sentinels acaban de dejar Spheris, y su destino es Peryton, no Optera.”
“¡Es una locura! Muéstrele a Hunter las transvids de la boda de Minmei si usted quiere encender un fuego bajo él. Él dirá al diablo con Peryton.”
Lang hizo un gesto de calma con sus manos. “Creo que usted está equivocado, Coronel. Pero estamos tratando precisamente eso en todo caso. El Tokugawa bajo el comando del General Grant será lanzado hacia Haydon IV poco después de su partida. Allí él se reunirá con una fuerza Karbarriana y procederá a Peryton.”
Wolff sintió una onda de anticipación recorrerlo. ¿Qué oportunidad podría tener su única nave solitaria contra una fuerza enemiga combinada en el espacio de la Tierra? Pero para tener una oportunidad para detener a Edwards de salir del Cuadrante, para ir a las armas con él en Optera, poner un fin personal a su reino maligno–
“Así que usted entiende precisamente cuán crítica es su misión,” Lang dijo, como si leyendo su mente. “Es imperativo que la Fuerza de Defensa en la Tierra esté enteramente informada de la situación –aún si el resultado es más partidarismo. Confío en que me sigue, Coronel.”
Wolff respondió con un argumento a medio formar sobre los méritos de su permanencia en Tirol e inclinó la cabeza, con los labios firmes y casi hechizado en la mirada de Lang.
La nave estelar era enteramente visible ahora, destellando a la luz de la estrella primaria de Fantoma, una flecha en el viento invisible.
“Hay algo más, Wolff,” Lang dijo después de un momento. “Su nave tiene la capacidad para un viaje de ida y vuelta.”
“En el caso de que cambie de opinión.”
Lang cruzó sus brazos. “Si fallase al lograr contactarnos, queremos que regrese. Debemos ser informados de la situación.”
“Esa es una cosa tremenda para pedir, Lang. Especialmente cuando nadie estaba esperando que la misión Expedicionaria terminase en un boleto de ida.”
Lang pareció considerarlo, luego dijo: “No es una solicitud, Coronel. Es una orden.”
***
Lang asistió al informe final del Wolff Pack y transbordó de vuelta a Tirol mientras la nave estelar estaba siendo alistada para el lanzamiento. Después de una salida larga del sistema Fantoma, la nave iniciaría el primero de más de una docena de saltos transposicionales que finalmente la harían desembarcar en el espacio Terrestre, al otro de la galaxia. Wolff debía comunicarse con la SDF-3 después de cada operación de destransposición, y la fortaleza podría monitorear por medio de eso el progreso de la nave. Los equipos Robotech no habían tomado tales precauciones con la nave del Mayor Carpenter, la que debía haber completado el mismo viaje en dos saltos, desmaterializándose una vez unos setenta y cinco años luz lejos de Tirol antes de remanifestarse en el espacio Terrestre. Pero los sondeos de la allí abandonada pero aún funcional fortaleza Robotech no habían transmitido ninguna indicación de la aparición o pasaje de la nave. Para todos los intentos y propósitos Carpenter estaba perdido en el espacio.
Tiresia, como secuela de la partida violenta de Edwards, rememoró la ciudad como Lang la había visto por primera vez poco después de la conquista Invid. Mucho de lo que la Robotecnología había reconstruido había sido dañado por los despertados Inorgánicas, y vastas áreas cerca del piramidal Royal Hall donde la lucha había sido más densa estaban arrasadas. Y con todo Lang no podía sino pensar que Tiresia nunca había parecido estar tan en paz consigo misma. Ciertamente el populacho nativo lo sentía, y –mientras su limosina lo llevaba rápidamente por las calles craterizadas de la ciudad– Lang creía que podía detectar el mismo sentimiento de liberación en la cara de las cuadrillas de limpieza. Aquellos Hellcats y Scrim que Edwards había dejado atrás habían sido destruidos; naves de escaramuza y Terror Weapons derribadas. Pero más importante aún, el cerebro Invid ya no estaba –esa malignidad adormecida que Longchamps y el resto habían dejado a Edwards conservar para sí.
El último cara a cara de Lang con Edwards aún era fuerte en sus pensamientos, más fuerte aún en sus manos, las que se enrollaron ahora por el recuerdo mismo. Él tuvo que preguntarse por qué no había matado a Edwards entonces; sólo estaban ellos dos en el laboratorio y ¿quién habría sido el más sabio? Al mismo tiempo él se dijo que esa humillación sería una mayor indignidad que la muerte; pero a decir verdad fue el Formador –quien lo persuadió de aflojar su asimiento del cuello del hombre. Una señal predominante enviada a sus manos que tenía la intención de salvar a Edwards para algún otro destino. Ningún bien o mal estaba anexo a ello; simplemente un tipo de conciencia desolada de lo apropiado. Sabía Dios que Lang solo no le había dado ninguna forma. Ni hacerle revelar ningún vestigio de humanidad. Él y Edwards estaban ambos más allá de eso ahora. Como todos ellos lo estaban –una misión de hombres y mujeres más allá de lo Humano en cualquier significado primario del término. Ellos estaban descarriados, re-formados, y transfigurados por las guerras que desparramaban a través de la galaxia, por el contacto con una docena de formas de vida del mismo número de sistemas estelares, y por los apremios de la Protocultura misma, la mala semilla de la Flor.
“¿Cómo reaccionó?” Exedore preguntó cuando Lang entró al laboratorio.
El Zentraedi estaba de pie con porte sereno al lado de una de las numerosas consolas de la habitación, una tarjeta de datos Tiresiana en una mano. Lang narró su conversación con Jonathan Wolff. “Tuve el presentimiento de que él montaría su propio motín tan pronto como retorne al espacio de Tirol.”
“¿Pero comprende él cuán crítico es que nos enteremos de la evaluación del gobierno de la Tierra?”
Lang inclinó la cabeza vagamente. “En este momento estoy más interesado en los generadores de transposición. Podríamos estar enviando a Wolff a su muerte. Si sólo hubiese tiempo para experimentar con estos motores a monopole–”
“No hay tiempo, doctor,” Exedore lo interrumpió. “Los Maestros Robotech han estado viajando a velocidades superluminales por trece años estándar de la Tierra. El mismo Cabell pensó que el viaje desde Tirol hasta la Tierra requeriría como mínimo quince. Ese nos deja dos años en el mejor de los casos. Dos años para alistar una flota para nuestro regreso. Dos años para armar esas naves con suficiente poder de fuego para derrotar las fortalezas de los Maestros.” Exedore sacudió su cabeza. “No, doctor, no hay tiempo. Wolff debe partir como se planeó.”
Lang agitó una mano. “Ya sé todo esto. Estoy pidiendo garantías donde no existen.”
“Aquí, o en cualquier parte.”
Lang se paseó nerviosamente por un momento, las manos trabadas detrás de su espalda. “Existe la posibilidad de que hayamos descuidado algo. Algún modo para conjurar la Protocultura que necesitamos.” Él cruzó el laboratorio hacia una ventana en una sección de la sala separada por un tabique y presionó las puntas de sus dedos contra los permaplas, observando a las criaturas velludas mantenidas en cautiverio allí.
“Cabell nos ha dicho todo lo que sabe,” Exedore dijo, uniéndosele a Lang en la ventana.
Las criaturas ostentaban un parecido a los perros moptop terrestres, excepto por sus cuernos terminados en protuberancias y los ojos sobrenaturales. Eran los agentes polinizantes de las Flores –Lang entendía este tanto– nativos de Optera, la cual había sido despojada de su presencia cuando las Flores fueron robadas. Ellas subsistían de una mezcla harinosa que Cabell sostenía estaba compuesta de tallos y hojas trituradas de las Flores mismas.
“Supongamos que los ponemos en contacto con las Flores que Zor plantó, en Karbarra digamos, o Garuda, no importa.”
Exedore pensó por un momento y dijo, “Tal vez podríamos tener éxito en cultivar una cosecha viable. Pero sólo tendríamos Flores, doctor, no la matriz en la cual contenerlas. Y me temo que Zor se llevó ese conocimiento con él a su tumba.”
Los Pollinators, que estaban frecuentemente apilados juntos en una esquina de la pequeña cámara, estaban de pie ahora, observando a los dos científicos con una mezcla de curiosidad y expectación.
“Tal vez no,” Lang meditó.
“¿Lang?” Exedore dijo, del modo en que él otrora llamaba al comandante Breetai.
Lang giró y colocó sus manos en los hombros del Zentraedi, aún deformado bajo el corte confinante de la chaqueta de la REF. “Si podemos creer en nuestros reportes de Janice...”
Exedore levantó una ceja. “El clon de Zor.”
“Rem,” Lang dijo. “Debemos aprender lo que él sabe.”
***
“¡Adelante, interroguen al clon de Zor si es una explicación lo que ustedes buscan!” Burak apuntó un dedo acusador en forma de garra hacia Rem. “¡Fue su siembra de nuestro mundo la que condujo a los Invid a nuestro medio! ¡Háganlo hablar!”
El contingente Perytoniano se reunió detrás de su autoelegido salvador, levantando puños y cuernos frontales ahusados, una agrupación de demonios en mantos negros.
La nave de los Sentinels, el Ark Ángel, se estaba acercando a velocidades superluminales a los límites exteriores del sistema Spherisiano. Blaze estaba detrás de ellos, lejos en la dirección de la Tierra, un frío, blanco y distante disco. Beroth se estaba reestructurando a sí misma sin la asistencia de los Sentinels, una ciudad refulgente en las obras bajo la guía de Tiffa y la élite cristalina del planeta.
Rem sintió el odio de Burak claramente a través de la bodega de la nave, y miró a Jack Baker, quien aún se estaba recuperando de un encuentro con los cuernos Perytonianos. Se pensaba que Burak estaba bajo el hechizo de Tesla al momento, al igual que Jack y Gnea; pero el puño cerrado de Jack le dijo a Rem que todo no había sido olvidado aún.
No obstante, Rem deseó tener algo que ofrecer a Burak. Al ser un clon de Zor, era posible que Rem pudiera evocar ciertos datos con respecto a Peryton desde sus neuronas, al igual que los científicos del Regente habían usado la atmósfera Garudiana para incitar recuerdos de Optera, de la Optera antes de la caída. Esos recuerdos, sin embargo, eran apenas sueños medio recordados ahora, partes aisladas de los pensamientos y acciones de algún otro, y Rem se consideraba un mero conducto para sus salidas. Ello sopesaba en él como un peso inconmovible –el mismísimo hecho de que él había sido clonado, instilado como un guerrero Zentraedi con un pasado falso, mentido por el hombre que había sido padre así como mentor, creador. Él y Cabell no habían tenido ocasión de discutir el asunto de su nacimiento en el laboratorio; el anciano había tenido éxito en evitarlo a él después de la batalla en Haydon IV, y Rem pensaba que la decisión de Cabell de permanecer allí era más personal de lo que alguien en el Ark Ángel estaba consciente. Sólo Janice parecía entender esto; y fue ella quien vino en su defensa ahora –este no verdaderamente humano, quien había revelado su verdadero rostro a los Sentinels en las profundidades del interior de Haydon IV.
“¡Él no sabe nada!” ella dijo a Burak, señalando con su dedo. “Usted confunde a Zor con su descendencia.”
“Entonces deje que hable por sí mismo, Wyrdling,” Burak replicó, usando el término Praxiano. Janice estaba en su disfraz de humana con cabello de color lavanda, pero era a la persona artificial a la que la mayoría de los Sentinels escogía para ver.
“Le hemos dicho todo lo que podemos.”
“¡Suficiente!” Rick dijo, en voz lo suficientemente alta para atravesar una erupción de discusiones y argumentos separados, Perytonianos y Praxianas lanzándose insultos unos a otros, Karbarrianos ursinoides murmurando para sus adentros. “Esto no ayuda en nada, Burak. Entendemos que Peryton ha estado en un estado de contienda armada perenne. Pero usted debe darnos más información sobre esta supuesta maldición si espera que intercedamos.”
“¿’Supuesta’ maldición?” Burak remedó, repitiéndolo para su grupo, el cual chilló cierta risa enfadada en respuesta. “No hay nada de supuesto sobre ello, humano. Ustedes verán por sí mismos si alguna vez llegamos a Peryton.”
“Llegaremos a Peryton,” Rick dijo bruscamente. “Y eso es lo último quiero oír de eso. Tiene nuestra palabra de que haremos todo lo que podamos para liberar a Peryton –ustedes han tenido nuestra palabra desde el comienzo.”
“Su palabra,” Burak dijo despectivamente, los cuernos hacia abajo, los ojos rojos mirando con odio a Rick. “Las palabras no significan nada. Nosotros hemos tratado las palabras. Y hemos tratado las armas. En vano.” Él barrió su brazo alrededor de la habitación. “Todos ustedes saben esto. Las palabras son inútiles. Las armas son inútiles. ¿Piensan ustedes que yo no me percato de lo que sucede aquí? ¿Piensan que yo no me percato de sus planes secretos para moverse en contra de Optera y dejar a Peryton valerse por sí mismo? Ahora que Spheris ha sido liberada, ustedes no ven necesidad para demorarse, para involucrarse en el dilema insignificante de mi mundo. Es justamente como Tesla advirtió.”
Teal se abrió camino hacia el borde del círculo mientras los argumentos recomenzaban. “Si ése fuera el caso, nosotros no estaríamos aquí,” ella dijo a Burak, señalando a su compañero Spherisiano, Baldan. “Nos habríamos quedado en nuestro propio mundo.”
Burak sólo bufó una risa. “Un infante y un guerrero recién nacido. Cuán confortante.”
Rick caminó a zancadas hacia el centro ondeando sus brazos e indicando a todos hacer silencio. “Peryton es nuestra prioridad. Todo el que disienta es mejor que de un paso adelante ahora y presente un caso, de otra manera queda asentado, de una vez por todas.”
Cuando nadie se movió para contradecirlo, él giró hacia los Perytonianos, mostrándoles una mirada determinada. “Estoy tan escaso de paciencia como esta nave lo está de Protocultura, Burak. Tesla no está en los alrededores para alimentarte con ninguna mentira más, así que tendrás que comenzar a tratar con nosotros. No pareces querer creer que él está en camino a Optera, pero no hay nada que nosotros podamos hacer sobre eso. Lo que yo quiero saber es qué es lo que necesitas de nosotros. Tesla te ha convencido de que es tu destino salvar tu mundo, y quizás ése es exactamente el caso. Pero necesitarás respaldo y todo lo que decimos es que tendrás nuestra total cooperación.”
“Entonces apriete al clon de Zor a más no poder,” Burak dijo amenazadoramente. “¡O, por Haydon, lo podemos hacer por ustedes!”
***
En sus habitaciones una hora más tarde, Rick se colocó delante de una cámara de seguridad para conseguir una buena imagen de sí mismo en el monitor. Él había estado tan delgado como una cinta desde Haydon IV y sospechaba que los científicos Haydonitas debían haber alterado su fisiología cuando ellos estaban limpiando Garuda de su sistema, porque él no había sido capaz de recuperar su peso anterior. Subieron su metabolismo o algo por el estilo. Él se colocó de perfil hacia la cámara y pasó un índice a lo largo de su laringe, la que parecía estar, bueno, empujando hacia fuera recientemente. ¿Podrían haberle sacado su tiroides? No, eso no podría haberse hecho. Él pensó en Veidt mientras miraba con fijeza su imagen en la pantalla, flexionando los músculos en sus brazos y piernas, agradecido que Haydon IV le había dejado al menos con ellos.
Había otras cosas sobre las que preguntarse también: si Vince Grant, Wolff, y Breetai habían tenido éxito en limpiar a los Sentinels de los cargos; cómo le estaba yendo a Max y a Miriya con su nueva hija; si se había tenido noticias de la nave bajo el comando del Mayor Carpenter; y qué rayos iba a hacer el Ark Ángel cuando llegase a Peryton.
A pesar de la postura valiente que él había mostrado en la bodega, él no podía negar que las observaciones de Burak no eran excesivas. Era verdad que los Sentinels habían dado su palabra a los Perytonianos, y era cierto que ellos se apegarían a ella; pero al mismo tiempo había una cierta inquietud rebelde plagando ambos, la tripulación y el mando –una compulsión febril para seguir adelante hacia Optera y poner fin a la guerra. Ellos habían tenido al Regente en fuga desde Haydon IV, y el viaje hacia Peryton –en tanto es una empresa honorable– sólo le permitiría reagrupar sus fuerzas y fortificar su fortaleza hogar. Rick sólo podía esperar que las naves transportes de Tesla estuviesen en persecución del líder Invid. De acuerdo a todos los reportes, él había estrangulado en realidad al simulagente del Regente a bordo de la SDF-3, y había habido ese discurso persuasivo antes del giro total sobre Spheris. ¿Pero quién sabía lo que Tesla había planeado para pasado mañana? Él ya no era el mismo ser que ellos habían encontrado en Tirol hace casi tres años.
Rick no tenía manera de saber que el Dr. Emil Lang abrigaba pensamientos similares sobre cambio y transformación al otro lado de los mares y nebulosas del grupo local. Él sólo sabía que la victoria ya no era una garantía de orden; de hecho, parecía haber una cantidad medible de desorden asistiendo la campaña de liberación de los Sentinels. Una dispersión entrópica; una dispersión y reducción que se hacía más pronunciada con cada mundo libertado. La mitad de su comando retornó a Tirol; las Praxianas desarraigadas; Cabell, Max, y Miriya en Haydon IV; Janice Em y Tesla reconfigurados; Burak enloquecido... Y en verdad su propia imagen parecía probar esto: su cabello largo casi hasta los hombros, las piezas desiguales del uniforme y el armamento
Rick giró para mirar a Lisa, ocupada en una terminal la que propiamente no tenía lugar en su dormitorio. Ella estaba equipada con botas hasta la rodilla, sobrecalzas, y una pollera de cuero que la Praxiana Zibyl le había dado en Haydon IV. Su chaqueta de almirante era vestida sobre un chaleco Garudiano con flequillos, y un tipo de tecno-vincha mantenía su largo cabello atrás en la espalda. Había rifles de aire Karbarrianos en un rincón de la habitación, pistolas de asalto Badger cerca de la cama, cargadores de cartuchos y bandoleras, alabardas y arpeos. Y no era sólo esta habitación sino el Ark Ángel entero el que lucía así; no sólo Rick y Lisa Hunter sino la tripulación entera. ¡Si ellos no eran realmente los piratas que el Consejo Plenipotenciario había considerado, ciertamente cumplían los requisitos!
“¿Qué es?” Lisa preguntó sobre su hombro, atrapando la mirada fija de Rick sobre ella.
Rick sonrió y sacudió su cabeza. “Nada. Supongo que sólo estaba fantaseando.”
Lisa estrechó sus ojos. “¿Sobre qué?”
“Quizá sobre la primera vez que nos conocimos,” él dijo, acercándose a ella, tomando su mano levantada y besándola. “Tú estabas vestida de civil. Kim, Vanessa, y Sammie.”
Lisa rió y se inclinó hacia atrás para vislumbrar su reflejo en la pantalla del monitor. “Y tú y Roy todos unos petimetres, dos brillantes pilotos con intenciones de seducir. ‘¡El Sr. Lencería!’”
“Macross,” Rick dijo, suspirando.
Ella apretó la mano de él. “Hemos recorrido un largo camino amor.”
“Sí, mírame,” él dijo, señalándose con un ademán y riendo.
Ella se estiró hacia arriba para enderezar el cuello de la chaqueta de él. “Pienso que luces magnífico. Estuve orgullosa de ti hoy, Rick, del modo en que manejaste a Burak.”
“Aunque sabías que lo estaba fingiendo.”
“Tú no lo estabas fingiendo,” ella contestó. “Estamos comprometidos con Peryton –obligación o no. Nada cambiará eso. Burak debe entender.”
“Ni siquiera una oportunidad para poner un final rápido a la guerra.”
Lisa apretó sus labios. “Ni siquiera eso.”
Rick apartó la mirada de ella.
“Déjame oírte decirlo, Rick,” ella dijo, repentinamente preocupada.
“Ni siquiera eso,” él dijo.
***
En otra parte de la nave Burak estaba reunido en privado con Garak y Pye, los dos científicos Invid que habían estado con los Sentinels desde la liberación de Garuda. El Perytoniano tenía a los dos sujetos contra el mamparo de sus habitaciones/celda, sus manos en sus gargantas. Detrás de él, en la puerta, estaban de pie dos de sus diabólicos secuaces, quienes habían dispuesto hábilmente de los guardias Karbarrianos de las habitaciones.
“¿Necesito preguntar de nuevo?” Burak dijo en lengua franca, sus cuernos equilibrados para una finta.
“¡No sabemos nada!” Pye jadeó, suplicando por su vida.
“Ustedes tuvieron al clon en Garuda. Sus escáneres escudriñaron el interior de su mente. ¿Qué revelaron? ¿Cómo se prescindirá de Peryton? ¡Hablen, o muera por mis manos!” Burak mantuvo sus ojos ofidios en su mirada, induciendo a que salga la verdad a la superficie. Los dos habían estado presentes cuando Tesla había accionado por primera vez su magia; ellos habían visto por sí mismos la transformación mágica, el enlace que el Invid había establecido con Burak aquel día en esta mismísima bodega. “¡Hablen!” él les ordenó, tratando de convocar un rayo psíquico similar desde sus adentros.
Precisamente entonces la puerta hacia la bodega se abrió deslizándose y Janice Em ingresó de costado, su Badger levantada en un asimiento vigoroso.
“¡Deténganse!” Burak ordenó a sus compañeros.
Los dos retrocedieron.
“Libéralos,” Janice dijo, gesticulando hacia los Invid.
Burak sonrió falsamente y abrió sus poderosas manos; los científicos se escurrieron de su agarro y cayeron jadeando al suelo.
“Ellos no pueden decirte nada, Burak.”
“Nunca lo sabes hasta que preguntas, criatura suplantada. Y el clon de Zor no estaba disponible.”
Janice se movió hacia un rincón de la bodega y trajo la pistola hacia su hombro, apuntándola hacia el techo. “Yo puedo decirte lo que necesitas saber sobre Peryton.”
Burak intercambió miradas con sus secuaces y relajó su postura un poco. “Háblame con tu cara verdadera, entonces. Desenmascárate.”
Janice cumplió. Sin esfuerzo visible, su piel perdió color, volviéndose transparente y revelando los vasos sanguíneos y musculatura humana de su cara. Sus ojos emitían una luz misteriosa, y lo que allí quedaba de su expresión se volvió inanimado, sin brillo, e inhumano.
“Tú harías de Tesla una novia hermosa.”
Janice ignoró el comentario y dijo, “La Conciencia abrió mis ojos a ciertas cosas que atañen a la maldición de Peryton, ciertas cosas que debes comprender. Zor creía que estaría ayudando a tu mundo sembrándolo con las Flores de la Vida. Si buscas alguien para culpar, debes ir más atrás –a Haydon.”
Burak hizo un sonido de descontento. “¿Haydon? Entonces podría culpar también al Gran Formador, a la Gran Geoda...”
“Todo significará lo mismo,” Janice le dijo. “Cuando los Invid vinieron ellos cerraron la única oportunidad de Peryton para salvarse; pero aún hay tiempo para rescatar a tu mundo del borde del abismo.”
“¿Pero cómo?” Burak preguntó, deseoso ahora, cautivado.
“La colmena es la clave.”
Burak dio un ansioso paso hacia delante. “La colmena... Pero dime, criatura suplantada, ¿me estoy engañando a mí mismo, soy el elegido?”
La luz de los ojos de Janice decreció, luego se volvió brillante de nuevo. “Eres el elegido.”
Burak echó hacia atrás su cabeza y gruñó. “Y Tesla,” él dijo despectivamente después de un momento. “¿Juega un papel en todo esto, o sus palabras estaban vacías?”
“Tesla tiene un papel,” Janice dijo, “uno de suma importancia.”