Capítulo 16
“¡AJACs, mi trasero! ¡No son más que unos malditos Protohelicópteros!”
Observación atribuía a un piloto de TASC desconocido
La bandera del Gobierno de la Tierra Unida flameaba en lo alto sobre el Edificio del Senado Neo-Post-Federalista de cúpula revestida de cobre. Adentro, el Comandante Supremo Leonard se dirigía una audiencia combinada de personal del GTU, oficiales de la Cruz del Sur (Dana Sterling y Marie Crystal entre ellos), representantes de la prensa, y civiles privilegiados, desde el podio del vasto vestíbulo senatorial de la estructura. Detrás de él en el escenario estaban sentados el General Rolf Emerson, los Coroneles Rochelle y Rudolf, y los Jefes de Enlace del Estado Mayor.
“Comprendemos enteramente que ha habido mucho debata sobre la conveniencia de un ataque preventivo contra la flota alienígena en esta coyuntura. Estas preocupaciones han sido tomadas en consideración cuidadosa por el Alto Mando de las Fuerzas Armadas. Pero ha llegado la hora de poner un fin al debate, y de unir todas nuestras voces detrás de un esfuerzo común.
“Proto-ingeniería ha completado la primera consignación de los nuevos Helicópteros Jet de Ataque Blindados, designados de aquí en adelante como HJABs (AJACs). Éstos formarán el núcleo de la primera ola de asalto. Sus comandantes de cuerpo tendrán sus asignaciones de batalla individuales.
“Sé que no hay un solo soldado en este vestíbulo hoy que no esté dolorosamente consciente de todos los riesgos que ciertamente se sucederán en el curso de esta misión, y todavía hay algunos que recomendarán contra su empresa. ¡Pero el Alto Mando ha determinado que ahora tenemos la capacidad de proporcionar un golpe devastador al enemigo, y el hacer nada en presencia de esta ventaja es admitir la derrota!”
El discurso de Leonard recibió menos que apoyo entusiasta, excepto por ciertos miembros del estado mayor y el ala militarista de la legislatura tambaleante del Presidente Moran.
Emerson y Rochelle apenas aplaudieron. Leonard, ambos habían decidido, era un megalómano; y el plan de ataque mismo, una locura total.
Después, delante del edificio, donde la prensa estaba casi asaltando la limosina carroza plateada de Leonard, Marie Crystal maniobró a través de la multitud para traer su Hovercycle al lado del de Dana, precisamente cuando la teniente del 15to estaba encendiendo los propios propulsores de su mecha. Aunque era la primera vez que las mujeres se habían visto mutuamente en varias semanas, la reunión fue apenas una feliz.
“¿Adivina quién ha sido asignada a la primera ola?” Marie mofó a su otrora rival. Recientemente dada de alta por el personal del centro médico, ella había sido reasignada al deber activo y se había reunido con su escuadrón aéreo táctico.
“Bueno, no eres tú el pequeño as afortunado, Marie,” Dana regresó con su mejor sarcasmo. “¿Has terminado de lamer tus heridas, huh?” Dana nuca le había hecho aquella visita –no después de lo que Sean había reportado de la búsqueda continua de Marie de un chivo expiatorio.
Los ojos gatunos de Marie destellaron. “Créeme, estoy completamente recobrada,” ella dijo a Dana, con una sonrisa mañosa. “Nunca me sentí mejor en toda mi vida. Pero pienso que es terrible que los Hovertanks no vean acción esta vez. Supongo que podrán entrenar un poco mientras no estemos –el cielo sabe que lo necesitan.”
Dana hizo caso omiso a la observación. “Para ser perfectamente honesta, no estoy realmente demasiado infeliz por quedarme en tierra,” ella dijo de una manera espontánea. “Ustedes los pilotos estarán muy ocupados.”
Marie rió disimuladamente. “No será tan malo. Al menos esta vez tendremos un comandante que sabe lo que está haciendo. ¿Sabes a lo que me refiero?”
Dana frunció el entrecejo, a pesar de su mejor esfuerzo para no hacerlo. “¿Oh, por qué no hablas con franqueza?” ella dijo bruscamente a Marie. “¿Cuándo te darás cuenta que no fue mi culpa?”
Marie dijo riendo, orgullosa de sí. “No te preocupes, te perdono,” ella dijo, acelerando y reuniéndose con el gentío saliente. “Hasta luego,” ella gritó por sobre su hombro.
Dana estuvo tentada a enviarle un gesto obsceno en su dirección, pero lo pensó mejor y se estiró hacia abajo para reactivar los propulsores. Apenas ella había armado el interruptor que Nova Satori se apareció.
“Hazla corta, Nova,” Dana empezó. “Tengo que encontrar a Zor en quince minutos y siempre comienza a preocuparse si llego tarde.”
Nova nunca tuvo oportunidad de confrontarla cara a cara por el ardid del centro médico, y Dana no estaba de humor para argumentar ahora. Aquello había sido resuelto oficialmente, y ella deseaba enterrarlo. Aunque Nova probablemente no lo veía de esa manera.
“Zor es sobre quien quería hablarte.”
“¿Y bien?” Dana dijo a la defensiva.
“La PMG aprecia todo lo que has hecho para ayudarlo a recobrar su memoria, pero sentimos que hay ciertas áreas que sólo los profesionales entrenados pueden–”
“¡No!” Dana la cortó. “¡Él es mío y he prometido ayudarlo. Estos profesionales de los que ustedes están tan orgullosos harán probablemente un vegetal de él, y yo voy a dejar que ello suceda!”
“Sí, yo comprendo tus sentimientos, Dana,” Nova continuó con su tranquila voz, “pero este caso requiere cierto sondeo profundo de la mente inconsciente del sujeto.” Nova miró a su portapapeles, como si leyendo de una declaración preparada. “Hemos llamado a cierto Dr. Zeitgeist, un experto en la transferencia de personalidad alienígena para–”
Dana puso sus manos sobre sus oídos. “¡Basta! ¡Me estás dando una jaqueca monstruosa con todo este parloteo psíquico!”
Nova se encogió de hombros. “Me temo que está fuera de tus manos, Dana. He sido asignada a supervisar la rehabilitación de Zor–”
“¡Sobre mi cadáver, Nova! Todo le que él necesita es un poco de comprensión Humana –algo de lo que tú careces. ¡Déjalo sólo!” Dana dijo, acelerando, alejándose, y casi estrellándose con un mega camión que venía.
“¡Dana!” la teniente de la PMG gritó tras ella. Ella ha perdido completamente su objetividad, Nova se dijo.
“¡A veces sólo podría gritar!” Dana dijo, irrumpiendo en la sala de alistamiento del 15to.
***
Tazas de café y té se resbalaron de manos sobresaltadas, piezas de ajedrez golpearon el piso, y los paneles de las ventanas de permaplas castañetearon al otro lado de la habitación.
“¿Cuál parece ser el problema, Teniente?” Angelo dijo, poniéndose de pie de un salto.
“¡Ninguno!” ella rugió. “¡Sólo díganme dónde se esconde Zor!” Las zancadas airadas de Dana la llevaron hacia Bowie. “¡Pensé que te había dicho que lo mantuvieras vigilado!”
Bowie se acobardó, tartamudeando una respuesta confusa y reclinándose tan pronto como el puño de Dana llegó estrellándose sobre la mesa delante de él. “¡No puedo contar contigo para nada en absoluto!”
“Cálmese, Teniente,” Sean dijo calmadamente desde el sofá. “El paciente está bien y lo mantenemos vigilado, así que cálmese.”
“¿Bien, dónde está, Sean?” Dana dijo serenamente pero con un filo detestable en su voz.
Sean simplemente dijo: “Él regresará en un segundo,” devolviéndole a Dana una vez más.
“No le pedí un horario de sus idas y venidas, Soldado,” ella vociferó, las manos en sus caderas. “¡Quiero verlo!”
“Creo que él preferiría que lo esperase...” Sean sugirió, cuando ella se dirigía a dejar la habitación.
Las puertas de sala de alistamiento se abrieron silbando. “sólo dígame dónde está.”
“En el sanitario para hombres: directamente pasillo abajo, primera puerta a la derecha.”
Dana hizo un sonido de exasperación, mientras que todos los demás sofocaban una risa.
“¿Alguna noticia sobre las asignaciones del consejo de guerra?” el Cabo Louie dijo, esperando cambiar el tema.
Angelo cruzó sus brazos en su pecho. “¿Sí, finalmente conseguimos permiso para encargarnos del enemigo esta vez o conseguimos abstención de nuevo?”
Dana caminó entre ellos. “Bueno, si realmente deben saber, el Comandante supremo en toda su infinita sabiduría ha decidido...” ella los dejó pendientes de sus palabras, “...mantenernos en reserva, por supuesto.”
Dana dio un puntapié a las piernas de Sean sacándolas de debajo de él cuando ella pasaba a su lado, forzándolo a una postura floja involuntaria antes de dejar la sala de alistamiento.
“Esto se está volviendo bastante monótono,” Sean dijo con un gruñido.
Angelo cerró golpeando sus manos. “¡Típico! ¡Quienquiera que tome estas estúpidas decisiones debería recibir un disparo!”
Sean extendió sus piernas, cruzando sus tobillos sobre la mesa. “Es una idea loca de todos modos. Se los digo, el comandante supremo se está volviendo loco. Él sabe que es inútil intentar un asalto frontal.”
“La aplicación de la fuerza bruta es estratégicamente equivocada,” Louie añadió, frente a Sean en la mesa. “Debemos luchar con nuestro intelecto... Desarrollando Robotecnología tenemos una oportunidad.”
El tiempo le daría la razón, pero en este momento Angelo Dante no estaba comprando nada de ello.
“¡Olvida toda esta maquinaria!” él aconsejó. “¡Si sólo nos dejaran darles un golpe, los patearíamos fuera del cielo!”
***
Dana subió a su habitación privada en el loft sobre la sala de alistamiento, los encuentros recientes con Marie y Nova se ejecutaban en su memoria; pero éstas eran las versiones adaptadas y editas, ahora guionadas con las cosas que ella debió haber dicho. Ella se había convencido de que la palabrería de Nova no era más que un intento transparente para tener a Zor para ella sola. Y esa Marie indudablemente trataría de poner sus pequeñas y codiciosas manos en él, también, una vez que se conocieran –lo que Dana planeaba evitar que sucediera.
Ella cruzó la habitación y abrió las hojas del espejo de tres paneles sobre su tocador, observándose con tanta objetividad como el momento lo permitía, chupando su cintura, golpeando ligeramente su barriga, y asumiendo posiciones de modelaje. Ella estaba contenta con su imagen, y decidió que realmente no había nada de qué preocuparse. Nova no tenía una oportunidad de quedarse con Zor para sí. Simplemente no había comparación entre la hermosura fría de Nova y la fascinación de sangre caliente de Dana.
Zor había regresado a la sala de alistamiento. Angelo estaba instruyendo a los otros en lo que él se proponía hacer una vez que él pusiera sus manos en los alienígenas enemigos, inalterado por la presencia de Zor, en realidad actuando para él por momentos. Zor tomó asiento del otro lado de la sala y trató de mantenerse ocupado con una revista, pero sus ojos se negaron a enfocarse en la impresión; en vez de ello parecían demandar que él concentrase su atención en el sargento...
Pero el llamado de Dana rompió el hechizo. “¡Zor, sube aquí!” ella gritó desde su habitación. Él dejó la sala de alistamiento con la risa del equipo a sus espaldas y subió las escaleras al loft.
Dana estaba de pie delante de su tocador cuando él entró, pero lo que capturó su atención fueron las tres reflexiones separadas en el espejo sobre éste. Aquí estaba Dana con un vestido rojo, Dana con un traje pantalón verde, y Dana con una vestimenta anticuada elegante. ¡Y sin embargo la Dana real estaba en uniforme!
Zor quedó boquiabierto y tropezó, sintiéndose jalado otra vez al borde del recuerdo total –un precipicio peligroso elevándose fuera de una oscuridad absoluta.
“Dana... el espejo,” él profirió en voz ronca, agarrándola por sorpresa. “¡Ese... Triunvirato!” Él no sabía de dónde habían venido las palabras y no sabía cómo explicarlo cuando ella volvió su confundido rostro hacia él. “Por un momento hubo tres imágenes diferentes de ti en ese espejo,” él le dijo ansiosamente.
Ella hizo una cara. “Si vas a empezar a ver cosas, quizá Nova está en lo cierto y tú necesites ayuda profesional–”
“¡El Triunvirato!” él la interrumpió. “Está empezando a regresar a mí de nuevo...”
Una cámara llena de una mezcla nebulosa turbulenta de líquidos y gases, una forma toma forma entre todo ello –gigantesca, inhumana, desprovista de toda esa vida a la que estaba destina... Y ahora una tríada de tales cámaras, pero más pequeñas, del tamaño de un Humano, y dentro de cada una, seres que compartían un rostro común...
“El Triunvirato...”él gruñó, casi perdiendo su equilibrio. “Algo que ver con actuar en grupos de tres.”
Dana casi parecía desinteresada en su angustia; pero en realidad, ella estaba fuera de sí por la excitación. Zor tenía que estar haciendo referencia a los mismos clones triples que ella, Bowie, y Louie habían visto en la fortaleza. Ella estaba resuelta a mantener a Zor ajeno de esto; y de igual manera determinada a probar a Nova que ella podía manejar la inconsciencia del sujeto tan bien como cualquier Dr. Zeitgeist. De ahora en adelante iba a ser el tratamiento de suma consideración para Zor.
“Bueno, no tengo idea de lo que todo eso significa,” ella dijo con inocencia elaborada. “Pero suena bastante chiflado para venir a ser importante. Supongo que dejaré que el Alto Mando lo sepa –aunque van a pensar que ambos estamos locos,” ella se apresuró a agregar.
***
En el Campo Fokker, la Teniente Marie Crystal, ya vestida con la armadura de combate aéreo táctico y gladiatoria, dirigía a su equipo TASC hacia uno de los tantos masivos cruceros de batalla que estaban situados sobre el campo en modo de lanzamiento. Marie verificó uno por uno los nombres en la lista que ella llevaba en su mente, mientras los pilotos pasaban presurosos a su lado. Los elevadores los llevaban hacia abajo al campo mismo, donde Hovertransportes estaban esperando para transportarlos a sus destinos. En lontananza, hombres y mechas se estaban transfiriendo de transportes a los cruceros.
Por los altavoces la voz de un controlador emitía instrucciones de último minuto: “Carga final de AJACs en la bahía de montaje diecinueve. Comandantes de transportes, comuniquen cuando los AJACs estén en su lugar... T menos diez minutos para el lanzamiento del ataque... Todos los pilotos en alerta de espera...”
Marie verificó el cronómetro de su traje contra la marca del controlador y comenzó a apresurar a su equipo. “Vamos,” ella les dijo, con un barrido ancho de su brazo. “¡Sigan moviéndose! ¡No van a esperar por nosotros!”
Ella se inclinó sobre la barandilla del balcón para mirar a los transportes y por casualidad notó el Hoverjeep del Capitán Nordoff abajo. Él levantó la vista, divisándola y saludándola con la mano.
“¡Esperamos ver a esos AJACs mostrar lo que valen allí arriba!” él voceó.
Marie le dio una señal de todo bien y le dijo que no se preocupase por nada. “¡Sólo espero que no nos perdamos en la barajadura allá arriba –nunca he visto tantas naves!”
“¡Sólo ruegue porque tengamos suficientes, Teniente!” él dijo, y se alejó.
Marie se enderezó de la barandilla y giró para encontrar a Sean a su lado, mostrando su muy conocida sonrisa bribona.
“Hola, Soldado,” Marie dijo desdeñosamente.
“Oye, no lo hagas personal,” Sean rió.
Ella volvió su espalda hacia él. “¿Qué estás haciendo aquí, Sean? ¿No fue un día pesado hoy? Después de todo, el Decimoquinto no tiene parte en esta acción.”
“Oye, no digas cosas como esa, Marie,” él dijo quisquillosamente. “Me estás rompiendo el corazón, ¿tú sabes eso? Vine porque quiero verte partir. Me preocupo por ti, en caso que tú no lo hayas adivinado.”
Marie lo miró por sobre su hombro. “No pienses que una noche en el techo nos convierte en algo, Sean,” ella le advirtió. “Confío en ti poco más o menos como puedo despedirte.”
“T menos seis minutos para lanzamiento,” el controlador les dijo desde la torre. “Todos los comandantes a sus puestos...”
Ni uno de ellos dijo nada por un momento; luego Sean rompió el silencio con calma. “¿Ten cuidado, está bien?”
La mirada dura de Marie se ablandó. “Casi creo que realmente lo dices en serio...”
“Yo, lo digo en serio,” él tartamudeó.
Marie le sopló un beso desde el ascensor.
***
En otra parte en la base, Zor estaba de pie solo, sus ojos azul celeste examinando el campo, un transmisor inconsciente de vista y sonido...
En la nave insignia Robotech, los tres Maestros vigilaban la base de las Fuerzas Terrestres a través de los ojos del clon. El casquete de Protocultura estaba debajo de sus manos envejecidas ahora mientras alistaban su flota para la batalla.
“Este nueva flota es la única armada más grande que ellos han osado enviar contra nosotros,” Bowkaz pensó en señalar, ninguna sugerencia de miedo o anticipación en su voz profunda.
“Cuantas más naves empleen, mayor será nuestro triunfo,” dijo Dag.
“Su armada será destruida y su espíritu quebrantado,” Shaizan sumó. Pero repentinamente hubo signos de concentración interrumpida en la holo-imagen de la transeñal. “¿Qué sucede?” él preguntó a los otros.
Bowkaz reposicionó sus manos sobre el casquete de Protocultura, pero la imagen del prelanzamiento de los cruceros de batalla continuó oscilando y finalmente de desvaneció totalmente. “Alguien está interfiriendo con el clon,” él explicó. “Distrayéndolo...”
***
Mientras que Dana se había excusado para notificar a Rolf Emerson de la última narración retrospectiva de Zor, el alienígena había dejado los cuarteles. De repente compelido a visitar el sitio de lanzamiento de las Fuerzas Terrestres, él había montado su Hovercycle hasta la meseta, y escogido un lugar cerca del campo que ofrecía un lugar ventajoso para todas las innumerables actividades que tomaban lugar. En cierto sentido él no tenía consciencia de dónde estaba, ni de lo que estaba haciendo; e igualmente ajeno que ambos, Angelo y Dana, en ciclomotores separados, lo habían seguido allí.
El sargento había vigilado a Zor durante algún tiempo, preguntándose cuál sería su próximo movimiento; pero cuando él se dio cuenta de que el alienígena simplemente estaba mirando transfigurado las actividades de prelanzamiento, decidió acercársele.
“¿Qué rayos crees que estás haciendo aquí arriba, Zor?” él exigió, aparentemente despertando a Zor de un sueño. “Este sector está fuera de los límites. Y además, se supone que debes estar de vuelta en los cuarteles.”
“Trataba de conseguir una mejor vista del despegue,” Zor ofreció como explicación, aunque una parte de él comprendía que esto no era verdad.
Angelo echó un vistazo rápido a diestra y siniestra; no había nadie a la vista, y Angelo estaba tentado a arreglarlo de modo que el alienígena no pudiera ser capaz de moverse por ahí impunemente. Dante dio un paso amenazante hacia delante, sólo para oír la voz de Dana detrás de él.
“Está todo bien, Sargento, yo responderé por él.”
Angelo miró con ira a Zor y se relajó un poco. Dana estaba marchando hacia la cima de la pequeña elevación para unírseles, sofocada cuando llegó. Ella miró brevemente a Zor, luego dio al sargento una mirada sospechosa.
“¿Qué tenías en mente, Angelo?” ella le preguntó, su barbilla levantada.
Dante encontró la mirada de ella y dijo: “Nada, Teniente.”
Dana inclinó la cabeza cautelosamente. “Yo di autorización a Zor para ir donde él quisiera. Pensé que lo ayudaría a recobrar su memoria.”
“O algo por el estilo,” dijo Angelo.
Zor miró a ambos, comenzando a sentir que la ira regresaba.
***
El Comandante Supremo Leonard y su personal observaban a la armada despegar desde el búnker subterráneo de la central de comando. Los monstruosos cruceros de batalla oscuramente blindados estaban en camino, elevándose desde la base en la meseta como un banco de ballenas emergentes.
“¡Sólo mírenlos!” Leonard dijo efusivamente, sus ojos pegados a la pantalla del monitor. “¿Cómo podrían fracasar?”
“Muy impresionante, Comandante,” dijo Rolf Emerson, alabando insinceramente el momento. Desearía poder compartir su confianza, él lo mantuvo para sí.
***
Esquemáticos de la fuerza de ataque y de la posición relativa de la armada de los Maestros llegaban a la pantalla oval en el centro de mando de la nave insignia.
“Ah, aquí vienen,” dijo Bowkaz. “Como las proverbiales polillas hacia la llama.”
“¿No hay uno entre ellos que vea la estupidez de esto?” Dag preguntó retóricamente.
“Convocaré a nuestra fuerza de defensa,” dijo Shaizan.
Pero Bowkaz le dijo que no se molestase. “Esto no requerirá el resto de la flota. Una nave será suficiente.”