Capítulo 9

Cualquier evaluación de la herencia de T. R. Edwards debe tomar en cuenta las estructuras feudales que sus programas sociales y políticos fomentaban. No es suficiente decir que el Consejo estaba organizado según lineamentos feudales; las convenciones y costumbres humanas como a menudo reflejaban la naturaleza del cuerpo gobernante como influencia de este. El feudalismo gobernaba, como doctrina política y espíritu de los tiempos, desde el gobierno hasta el grupo de votantes.

“Jefes Supremos,” Historia de la Segunda Guerra Robotech, Vol. CXII

Dana y Bowie pasaron dos horas en el club –dos maravillosas horas para Dana, hablando con George, escuchándolo cantar. Él ejecutó una mezcla de canciones antiguas, incluyendo varias de Lynn-Minmei que estaban disfrutando actualmente de un renacimiento. Ella estaba sentada al piano, la barbilla descansando en sus manos cruzadas, mientras Bowie tocaba y la audiencia aplaudía. Y George cantaba para ella. En lo venidero él quería saber todo sobre ella –Bowie, ese estimado, a menudo le había hablado a él de ella– pero él quería saber más. Todo sobre sus misiones con el 15to, especialmente la más reciente, cuando ellos habían sido responsables por derribar la fortaleza alienígena. Él la dejó continuar y continuar –tal vez demasiado lejos debido al whisky escocés que ella había consumido. Pero se había sentido tan bien soltar todo eso, hablar con alguien que estaba intensamente interesado en su vida. En realidad, él apenas habló de sí mismo en modo alguno, y eso era desde luego algo que lo separaba de la mayor parte de los hombres que ella conocía.

Ella estaba montada en su Hovercycle ahora, esperando que Bowie se despidiera y se le uniese para el viaje de regreso a los cuarteles. De regreso al mundo real. Sin embargo, era un mundo diferente del que ella había contemplado sólo horas atrás; fresco y revivido, repentinamente lleno de posibilidades ilimitadas.

Bowie apareció y balanceó una pierna sobre su ciclomotor.

“No puedo quitarme esa última canción de mi mente,” Dana le dijo, estrellas en sus ojos. “Te he oído mencionar a George antes, ¿pero por qué no me habías dicho que era tan especial?”

“Porque realmente no lo conozco tan bien,” Bowie dijo. “Es muy reservado.” Él activó su ciclomotor y se sujeto mientras se calentaba. “Es mejor que nos pongamos en marcha.”

“¿Va a actuar aquí de nuevo?” Dana quiso saber.

“Sí, él actuará en conjunto más tarde esta noche,” Bowie retornó ausentemente. Entonces él notó que Dana había apagado su ciclomotor.

“Dana...”

Ella estaba regresando al club. “No te preocupes por mí. Sólo quiero decirle buenas noches. Vete. Te alcanzaré más tarde.”

Bowie suspiró, exasperado, sin embargo él tenía pocas dudas de que ella lo alcanzaría.

Dana ingresó por la entrada del escenario esta vez, notando dentro que algún cómico había alterado el letrero sobre la puerta –en vez de leerse EXIT DOOR, se leía ahora EXEDORE. La porción posterior del edificio era compartida por un almacén adyacente, y había numerosos embalajes apilados acá y allá, y muy poca luz. Dana llamó a George en la oscuridad, y se dirigió hacia esa luz magra que ella discernía. Finalmente ella oyó el parloteo de las teclas de un teclado y se acercó.

Era un cubículo pequeño, brillantemente iluminado, con una cortina de paño como entrada, y aparentemente servía de camarín y oficina. George estaba sentado al escritorio, tipeando datos en una terminal de computadora portátil. Ella dijo su nombre, pero él estaba obviamente demasiado compenetrado en su tarea para oírla. Así que ella esperó en silencio en la puerta, preguntándose en qué podría estar trabajando tan diligentemente. Líricas de canciones, quizá, o un relato detallado de las dos horas que ellos acaban de pasar juntos...

Dana miró de nuevo a la unidad portátil. Había algo familiar sobre ella... Entonces ella notó la pequeña insignia: la columna aflautada sobre el círculo atómico... ¡el emblema de la Policía Militar Global!

Reflexivamente ella contuvo su aliento y retrocedió fuera de la vista, esperando no haber delatado su presencia. George se había detenido. Pero entonces ella lo oyó decir: “Como lo pensaba... Yo sospechaba que la fortaleza enemiga tenía una debilidad en el casco exterior.”

Líricas bastante extrañas, pensó Dana.

Cautamente, ella escudriñó el interior de la habitación una vez más. ¿No había visto ella a alguien, o George estaba hablando consigo mismo? En realidad, él estaba solo y un momento más tarde expresó –su peor miedo:

“Ahora si sólo pudiera sacar un poco más de información de la encantadora Teniente Sterling, quizá seré capaz de poner mis teorías a prueba.”

Un relato detallado de sus dos horas, como no, Dana dijo para sí. Sullivan era un espía de la PMG. ¡Y lo que esos doble negociantes no podían sacar del Cuartel General, esperan saberlo por ella! ¡Y ella les había dicho! Todo lo referido a la incursión en la fortaleza, la misión de reconocimiento, la red de biogravedad...

George murmuró algo, luego la sorprendió aún más cuando lo oyó decir: “¡Oh, Marlene, si sólo estuvieras aquí!”

Ella podría haber entrado en ese momento si el director de escena no hubiera aparecido en la puerta opuesta. “Cinco minutos,” él dijo a Sullivan.

Sullivan agradeció al hombre y cerró la computadora.

Dana retrocedió y corrió hacia la puerta de salida, su mano en su boca.

***

Los Maestros estaban complacidos consigo mismos, aunque cada uno fue ahora cuidadoso en evitar cualesquiera exhibiciones que podrían ser interpretadas como emocionales.

“¿Escucharán nuestra advertencia?” Dag preguntó en voz alta.

“No creo que sean tan tontos como para ignorarla,” dijo Bowkaz. Él había sido su voz con el Comandante humano.

Shaizan gruñó. “Todas nuestras preguntas serán respondidas pronto.”

“Ha llegado la hora de avisar a la flota.”

Seis manos se extendieron hacia delante hacia la consola.

Dag quitó sus manos por un instante, rompiendo su enlace con el comunicador. “Su comportamiento durante las próximos horas indicará si tenemos algo más que temer de ellos,” él dijo oscuramente.

***

“¿Dónde ha estado?” Angelo Dante dijo cuando Dana ingresó como un tornado en los cuarteles del 15to. El equipo estaba reunido en la sala de recreación, hablando de tácticas y engullendo comidas. Dana había oído bocinas de advertencia cuando ella entró al complejo, pero no tenía idea de lo que comunicaban.

“La hemos estado buscando por todas partes, Teniente,” de Sean ahora. “¿Dónde ha estado?”

“No pregunten,” Dana les dijo ásperamente. “Sólo díganme qué está sucediendo –¿estamos enlistados para patrullar de nuevo?”

“Mañana por la mañana,” el sargento explicó. “Parece que otra nave enemiga está en camino hacia la Tierra, probablemente para intentar reunirse con la fortaleza en tierra. El alto mando nos quiere allí en el terreno para que los encontremos.”

“Ellos ya han enviado a Marie con una comité de bienvenida de interceptores del TASC,” Sean agregó. “Por supuesto ellos parecen olvidar que no tenemos modo de combatirlos hasta que los brillantes muchachos de análisis de datos nos den algo de información.”

Dana tragó su sorpresa inicial y sonrió para sus adentros.

“Sean, ya me he hecho cargo de eso. Sé dónde conseguir toda la información que necesitamos.”

Todos quedaron congelados, en medio de la acción, esperando que ella terminase.

“Es cierto. Tengo una vía para conseguirla directamente de la PMG.”

“¿Qué saben ellos que nosotros no?” Louie le preguntó. “Nosotros somos los que derribamos esa nave en primer lugar.”

“¿Pero cómo sabemos que ellos no aprendieran nada de ese piloto de Bioroid?” Dana indicó. “Encuentro terriblemente extraño que él haya espirado, así como así.” Ella chasqueó sus dedos. “Ellos saben algo que no nos están diciendo. Quizá hasta estén ocultando algo en el cuartel general. ¿Por qué más Fredericks se habría aparecido en el tanque de eliminación? Se los digo, la PMG está detrás de esto.”

“Aún si tiene razón,” Angelo dijo lleno de sospechas, “¿usted y qué ejército accederán a esos datos?”

“Esos archivos son secretos máximos, sólo para ver,” Louie se apresuró a agregar.

“Vamos,” Dana rió, levantando sus manos. “Denme algo de crédito, muchachos. Uno de sus agentes principales está trabajando para mí –sin su conocimiento, por supuesto.”

Ello fue suficiente para callar a Angelo y ladear los anteojos de la nariz de Louie. Bowie y Sean sólo la miraban fijamente.

La canción regresó a ella mientras acogía sus miradas.

Siempre pienso en ti

Sueño contigo tarde en la noche

¿Qué haces

Cuando apago la luz?

Espías para la PMG, desalmado, Dana se respondió y a la canción. Pero ahora eres tú quien está perdido, George Sullivan...

A la mañana siguiente (mientras Dana derramaba con abundancia sentimientos románticos por George, decidió que “Marlene” era probablemente alguna cantante de rock envejecida que utilizaba demasiado maquillaje, e ideaba un plan para ponerle las manos encima al afable de Sullivan), la unidad TASC de la Teniente Marie Crystal atacó a la fortaleza que se había separado de la flota alienígena para reunirse con su gemela derribada. Transportadores espaciales de carga modificados habían liberado a los Leones Negros al filo del espacio y el asalto estaba montado con una ausencia de los exámenes preliminares usuales.

Leonard, Emerson, y los jefes de coyuntura monitoreaban el ataque desde la sala de guerra en los Cuarteles de Defensa.

“¡Les estamos dando con todo lo que tenemos, pero les resbala como el agua a un pato!” Leonard oyó al Teniente observar por la red de comunicación.

Él se habría sorprendido de oír algo diferente; sin embargo, esta era una ocasión en la que el presidente no tendría la oportunidad de acusarlo de inacción. Había cierta esperanza prematura en que el escuadrón de Crystal podía derribar la fortaleza como Sterling lo había hecho la primera vez, pero aparentemente los alienígenas eran rápidos para aprender y no iban a repetir errores: aún si los Leones Negros lograban desarmar los escudos defensivos de la fortaleza descendente, ellos encontrarían el puerto del reactor de biogravedad sellado e inaccesible. Y, como el General Emerson había sido rápido para señalar, tener una segunda fortaleza estrellada en la Tierra no era exactamente óptimo en todo caso. Mejor que dejarles recuperar su naufragio, Leonard dijo para sí mismo mientras estudiaba los esquemáticos en el tablero de situación.

Leonard estaba tratando duramente de no pensar en el mensaje que había sido enviado a través de su monitor más temprano aquel día, y se había medio convencido de que era una alucinación o el resultado de alguna conspiración tramada por el ala de Emerson del estado mayor que quería ponerlo a él en desacuerdo con el Consejo del Presidente Moran.

“El grupo de asalto reporta daño limitado a la superestructura de la nave,” un controlador reportó ahora, “pero los escudos de fuerza del enemigo permanecen intactos y operacionales.”

“El ataque no está teniendo ningún efecto, Comandante,” Emerson dijo airadamente.

Leonard adoptó el mismo tono. “Entonces destruiremos la nave estrellada antes de que esta otra pueda llegar a salvarla.”

Emerson sonrió falsa e irónicamente. ¿A quién engañaba el comandante? Tal vez él estaba pronunciando estos absurdos para la posteridad, Rolf pensó. Leonard tenía la idea correcta, ellos dirían. Leonard hizo todo lo que pudo. Excepto por el hecho que todos sabían que la destrucción de cualquiera de las fortalezas no estaba dentro de su poder. Sin embargo, las unidades Tácticas Blindadas serían desplegadas para poner en evidencia las grandiosas mentiras de Leonard.

O al menos morir en el intento.

***

Dana le había pedido a Bowie que averiguase dónde vivía George. Su amigo encontraba difícil de creer que ella pudiera pensar en el amor en un momento como este (lujuria fue el término que él en realidad usó), pero él cedió y cumplió. Ella lamentaba tener que mantenerlo a oscuras sobre su plan; sin embargo, ella no quería que él fuera a la batalla con nada más en su mente que no fuera lo absolutamente necesario.

Una vez más ella puso a Dante al mando temporal de la unidad y partió en su misión privada, rastreando a Sullivan desde su apartamento de bajo alquiler no muy lejos del ministerio de la PMG, hasta una colina herbácea en una zona prohibida en las afueras de la ciudad. Era un desafío tedioso, ya que George había optado por caminar hacia el lugar. Pero una vez que Dana estuvo segura de su destino, ella dio potencia a su Hovertank por los caminos alternativos que llevaban hacia la colina y llegó poco después de que él lo hiciera.

Él estaba parado debajo de tal vez el único árbol de sombra en la línea de cerros, su portafolio computadora sostenido en su mano izquierda. “¿Qué diablos estás haciendo aquí?” él dijo, cuando ella lo llamó desde la cabina del mecha. “¿No deberías estar con tu escuadrón o algo por el estilo?”

“No podía soportar estar lejos de ti más tiempo,” ella le dijo dramáticamente. “Y esperaba poder conseguir que te unieras a mi equipo... ¿a menos que tengas que reportarte a la PMG?”

George se apartó del mecha como si él hubiera sido golpeado. Dana desmontó y le dijo que no se preocupara sobre ello –su secreto estaba a salvo con ella.

“Pero tú me usaste,” ella dijo, no disimulando la herida en su voz. “Y quiero saber por qué. ¿Qué estás tratando de probar?”

La cara de Sullivan registró furia. “No estoy tratando de probar nada.” Entonces él cerró sus ojos por un momento y sacudió su cabeza. “Muy bien,” él dijo después de un momento. “Pero nunca le he dicho esto a nadie.”

Dana se mantuvo en silencio mientras él explicaba. Su hermana había sido una baja de la primera incursión alienígena en Ciudad Monumento, y Sullivan, entonces un técnico del Ministerio de Defensa del Cuartel General, se culpaba por su muerte –él había olvidado recogerla después de la escuela y ella se había visto atrapada en el ataque esperándolo.

El tipo de historia que Dana había oído muy frecuentemente y a la que se había vuelto un poco habituada, a pesar de la simpatía que ella sentía por él. Uno habría culpado a la casualidad o al destino, ella se dijo mientras Sullivan continuaba.

Él había desertado de su puesto para visitarla en el hospital y –aunque severamente quemada y no se esperaba que pasase la noche– ella había dicho el nombre de él como si nada hubiera sucedido, no asignándole ninguna culpa y preocupada porque él pronto estaría solo en el mundo entero. Allí fue cuando la policía militar se había hecho presente; ellos habían venido a arrestarlo, pero cuando ellos entendieron lo profundo de su pesar comprendieron que él era alguien que ellos podían usar para sus propios propósitos. Él había estado con ellos desde entonces, jugando a ambos lados de la cerca siempre que podía.

“Así que has estado librando una campaña de un solo hombre contra los asesinos de tu hermana,” Dana dijo cuando él terminó.

“Siempre que pueda,” él le dijo.

“Dime una cosa: ¿la PMG tiene nueva información sobre las fortalezas –lugares vulnerables o debilidades, algún lugar en el que pudiéramos golpearlos e incapacitarlos?”

George asintió gravemente, consciente que estaba rompiendo su juramento de seguridad. “Sí. Tenemos razones para creer sí la tenemos.”

“¿Y está en esa computadora tuya?”

De nuevo él asintió.

Dana sonrió y tomó su mano. “Pues bien, démosle buen uso a lo que has aprendido.” Ella lo llevó de regreso al Hovertank y señaló con un ademán hacia el asiento trasero descubierto. “Con tus datos y mi poder de fuego, podemos despedir a estos invasores alienígenas.”

***

Con discos de aniquilación lloviendo sobre ellos desde todos lados, el 15to estaba arrojando todo lo que tenía contra el enemigo, a menudo con buen resultado cuando se trataba de derribar tríos de Bioroids en sus Hoversled (especialmente en la ausencia de Dana), pero ineficazmente desde el punto de vista de su objetivo primario –la mismísima fortaleza. Los reportes del cuartel general indicaban que al equipo León Negro de Crystal no le había ido mejor con la nave entrante, ahora visible en el cielo lleno de explosiones sobre la línea de cerros.

“¡Estos sujetos son pequeños demonios resbaladizos!” Sean dijo por la red. “¿Qué se necesita para atraparlos?”

“Mantén tus ojos abiertos y te mostraré,” Dante respondió.

Ambos tenían sus mechas en modo Gladiador, sus cañones vomitando descargas cerradas tronadoras sin disminución.

Dante regló su arma y voló uno de los Bioroids aerotransportados en pedazos, poco después de que éste desatara un disparo que logró derribar el tanque de Sean.

“¿Está todo bien?” Dante preguntó cuando Sean enderezó la cosa.

“Viviré, si a eso te refieres.”

“Estaba hablando sobre el tanque,” el sargento le dijo.

Esto de un tipo que él una vez había comandado, Sean murmuró para sí. “Gracias por su preocupación, Sargento.”

Entonces de repente el Valkyria de Dana estaba en medio de ellos, por raro que parezca con un pasajero civil en el asiento trasero descubierto. Bowie identificó al extraño para el equipo y la red táctica fue sólo comentarios detestables durante un minuto más o menos. Sean metió la última palabra: “¡Oiga Teniente, no sabía a que usted le gustaba las anormalidades vibrantes!”

“Sólo corten la charla y denme algo de cubierta,” Dana ordenó.

A todo marcha, su tanque se estaba dirigiendo directamente hacia la fortaleza, inmutable en presencia del fuego antiaéreo que éste recibía de tropas de Bioroid resistiendo el perímetro. Sean la observó ir aerotransportada cuando el tanque coronó una pequeña elevación a menos de cien metros de la nave, luego la perdió entre los destellos cegadores de luz de plasma que Alphas y Halcones estaban vertiendo contra el escudo defensivo de la fortaleza.

Un trío de Hovercrafts perseguía a Dana mientras ella deslizaba rozando el tanque a través de la superficie blindada de la nave, discos de aniquilación pasando volando más allá la cabeza desprotegida de George mientras él estudiaba los datos de la computadora. Si su casco no hubiera sido esencial para armonizarse con el mecha, Dana se lo habría dado a él.

“¿No has coordinado los datos aún?”

“Sigue cambiando,” él gritó contra el viento.

“Sigue intentando,” ella lo instó, piloteando el tanque a través de cuatro sendas de fuego de discos.

Ellos ya habían hecho una pasada sobre la fortaleza y ella ahora viraba el tanque para una segunda, eliminando un hovercraft cuando completaba la salida. No había tiempo para centrar sus disparos y ella estaba apenada por ello; pero si la computadora de Sullivan hacía su trabajo, el fin haría más que justificar los medios. Dependiendo de las armas laterales del mecha, sus manos aferradas en el control semejante a un manillar y mecanismos de disparo, ella destruyó un segundo y tercer Bioroid.

Entretanto la segunda fortaleza estaba eclipsando el cielo sobre sus cabezas, amenazando intercalar su pequeña nave entre ella y la nave estrellada. Las unidades tácticas estaban disparando rondas de cañón contra su parte inferior enchapada, sólo añadiéndose a su predicamento cuando los proyectiles a menudo rebotaban y detonaban a lo largo del curso del Hovertank. Dana también había notado Logans sobre ella antes de que la fortaleza bloqueara su vista; posiblemente los remanentes del escuadrón León Negro de Marie Crystal.

“El área vulnerable será expuesta cuando las fortalezas intenten un enlace de nave a nave,” Sullivan dijo por último. “¡Ese será el momento de golpearles!”

Dana levantó la vista, tratando de calcular cuánto tiempo les quedaba antes de que las fortaleza la convirtieran a ella y a su nuevo amor en un recuerdo. La superficie ventral de la nave era una vista fea, como la boca de una tecno araña a punto de devorarlos.

“Estoy enlazando la información directamente a tus computadoras de abordo, Dana. El descanso depende de ti.”

“Déjamelo a mí,” ella empezó a decir, acelerando el mecha a través de la brecha que se estrechaba formada por las dos naves. Pero repentinamente un Hovercraft había aparecido de la nada, haciendo llover guiones de energía sobre ella. Entonces un Bioroid bajó en picada desde su lado de babor, forzándola a acercarse peligrosamente a algún tipo de guante de radar, una pequeña montaña en el casco de la nave. Cuando ella viró para evitarlo, perdió a George.

Ella oyó su grito cuando él volaba fuera del asiento trasero descubierto, y levantó su cabeza girándola justo a tiempo para verlo ser atrapado con el puño metálico de un piloto de Hovercraft.

Dana giró violentamente, pero perdió de vista la nave alienígena. Pero Marie Crystal estaba en la red diciéndole que ella había visto la colisión posterior y tenía el enemigo directamente frente a ella.

Dana no pudo deducir qué estaba haciendo Marie en la brecha, pero ella no se detuvo a pensarlo. Ella se lanzó hacia delante y alcanzó los cielos abiertos de nuevo, buscando el Veritech en modo Logan de Marie.

Debajo de ella, uno de sus compañeros de equipo acababa de reconfigurarse de tanque a modo Guardián y desataba una descarga a uno de los trineos aéreos alienígenas. Dana tuvo una sensación de aprensión cuando trazaba la trayectoria del tiro: éste dio al Bioroid que sostenía a George, enviándolo carenando en un giro ardiente, y en un curso de colisión con el Guerrero de Marie.

Crystal rompió demasiado tarde, impactando contra el trineo fuera de control cayendo en una barrena propia. Dana no sabía a quién cuidar: al Bioroid que tenía a Sullivan o a Marie. Repentinamente el tanque que había disparado esa ronda fatal –el tanque de Sean– se estaba reconfigurando a Battloid, y saltando para atrapar la nave de Crystal. A pesar de su fascinación, Dana involuntariamente desvió sus ojos; pero cuando miró de nuevo, ambos Veritechs estaban razonablemente intactos.

Entonces de repente hubo una explosión a las nueve en punto. Ella giró, al tiempo que su mecha era mecido por las ondas de choque.

El Bioroid era historia.

Y George Sullivan estaba muerto.

Ella gritó su nombre y voló en la cara de la furiosa bola de fuego, deseando, esperando encontrar quien sabe que. Y mientras su tanque chamuscado emergía ella recordó sus últimas palabras hacia ella: El resto depende de ti.

***

Dentro de la fortaleza estrellada, los Maestros miraban una exhibición esquemática de su descendente rescatador, a unos cien metros sobre ellos ahora y ya extendiendo los arpeos y zarcillos que asegurarían el vínculo.

“Estamos listos,” Dag reportó.

Shaizan asintió con la cabeza ansiosamente. “Bien. Desplieguen al clon de Zor hacia sus defensas más fuertes... Debemos asegurarnos que sea convenientemente capturado por los Micronianos...”

***

Un momento Angelo Dante estaba sentado en la cabina del Gladiador haciendo todo lo posible letalmente, y lo próximo que supo fue que estaba volando por el aire, girando una y otra vez...

Él golpeó el suelo con un golpe que le quitó el aliento de sus pulmones y lo dejó inconsciente por un momento. Cuando el mundo se reenfocó, él reconoció lo que quedaba de su destrozado Hovertank, volcado sobre su costado y quemándose.

Dante se puso de pie, prometiendo destrozar a los alienígenas, aún cuando un Bioroid en trineo bajaba para la matanza. Era ese destellante asunto rojo, Angelo notó, ya fuera de sí y encarándolo de modo desafiante, el héroe que él había nacido para ser. Pero precisamente entonces una cosa extraña sucedió: una ráfaga precisa desde la fortaleza acertó en el Hovercraft, enviando al trineo y al piloto a estrellarse fieramente en los afloramientos escabrosos cerca de las líneas del frente de las Fuerzas de la Tierra.

Dante oyó un grito atonal de agonía salir de la nave cuando ésta caía.

“¡Derribaron a su propio sujeto!” un confundido Dante dijo en voz alta, figurando que él viviría para ver otro día después de todo...

***

Dana trataba de borrar la imagen ardiente de la muerte de Sullivan mientras piloteaba el Hovertank de regreso hacia la fortaleza una vez más. Esquemáticos de datos en una pantalla dividida estaban corriendo en paralelo a través de la pantalla del monitor de la computadora de objetivo de Valkyria, dirigiendo los sistemas de armas del mecha hacia las coordenadas que deletrearían fatalidad para la fortaleza. Y por como lucían las cosas, no quedaba mucho tiempo.

Con la nave de rescate sobre ella ahora, la fortaleza estrellada estaba en realidad elevándose, aún el objetivo de incontables ojivas de combate que estaban detonando inocuamente contra el casco de aleación –su compleja red de artillería de corto alcance en silencio– y aparentemente haciendo uso de todo el poder de reserva disponible para ello. La cordillera montañosa entera parecía estar siendo afectada por su despedida; un rugido ensordecedor llenaba el aire, y la tierra estaba retumbando, precipitando rocas y pizarras pendiente debajo de aquellos peñascos antinaturales. Torbellinos masivos de grava y escombros giraban del lado de debajo de la nave ascendente, como si liberados de trampas colocadas una eternidad atrás.

Al Dana acercarse a las fortalezas gemelas, ella podía ver que cuatro paneles se habían abierto a lo largo del lado dorsal de la primera, revelando masivos conectores semejantes a enchufes, arreglados para aceptar fustes –resplandecientes como tubos de radio extra grande– que se extendían telescópicamente desde portales circulares en el ancla bulbosa y espinosa mostrada por la segunda.

“¡Más rápido!” Dana urgió a su Hovertank, la pantalla de la cabina destellando, las series paralelas de esquemáticos alineadas. Entonces el mecha estuvo repentinamente reconfigurándose a modo Gladiador, retropropulsándose a un alto abrupto, el cañón ya moviéndose transversalmente y ajustando su alcance. Habiéndose rendido a los dictados de la computadora, Dana no pudo hacer más que recostarse y rogar que haya llegado a tiempo.

Las fortalezas estaban unidas en un tecno apareamiento obsceno, una encima de la otra, ascendiendo y acelerando ahora, apenas una brecha de tres metros de ancho entre ellas.

El mecha de Dana disparó una vez, su rayo de energía hallando esa estrecha interface y detonando de frente contra el ancla de conexión. Por todas partes, luces de explosiones hicieron erupción desde el espacio vacío entre las naves, y la fortaleza superior pareció temblar, inclinarse, y desplomarse sobre su camarada.

Pero las naves continuaron elevándose.

“¡No puede ser!” Dana gritó por la red. “¡¿Por qué no funcionó?!” Mientras ella decía eso, sin embargo, ella sabía la respuesta. La computadora le estaba destellando su cálculo interno a ella, pero ella no necesitaba verificar dos veces la pantalla por lo que sabía en sus entrañas: ella había llegado tarde por una fracción de segundo y doscientos metros fuera del cono letal requerido.

Dana dio una última mirada a las fortalezas antes de que desaparecieran en las nubes y el humo de la batalla, un encuentro cercano del peor tipo.