Capítulo 7

Confrontados con el asunto de la megalomanía militarista [del Comandante Supremo Leonard], estamos tentados a apuntar al pasado y recordarles uno a otro que la historia se repite. No conozco ninguna otra manifestación que nos rebaje tanto como una raza planetaria. Desde que la humanidad miró al Monolito de frente esta teoría sin autor ha sido usada para excusar y justificar nuestra miopía y deficiencias; para disculpar dando explicaciones nuestras tontas acciones y nuestras violentas elecciones. ¿Pero no es hora de que nos preguntemos por qué la historia tiene que repetirse? Cortos de postular una nueva teoría de la reencarnación –con los mismos hombres codiciosos atrapados en un retorno eterno para librar la misma guerra repetidamente de nuevo– nos quedamos a oscuras. Ciertamente Leonard estaba siendo presionado por el Presidente Moran, y desde luego él había heredado la mancha de sangre dejada atrás por T. R. Edwards; ¿pero dónde están las cadenas reales, biogenéticas o de otra manera, que lo esclavizan a la corriente oscura de la historia? Tal vez deberíamos buscar a los Maestros Robotech por respuestas. O la Protocultura misma.

Mayor Alice Harper Argus (ret.), Fulcrum: Comentarios sobre la Segunda Guerra Robotech

“Los oficiales en el estado mayor son sólo un manojo de idiotas,” Dana reportó a sus compañeros de equipo cuando se les volvió a unir en Monumento Sector Cinco, un distrito céntrico normalmente atestado de tiendas y oficinas que estaba casi desierto hoy.

Con Angelo Dante al comando en temporal, el escuadrón acababa de relevar al escuadrón Táctico Blindado 14to y ya posicionado sus Hovertanks. Dana había salido rugiendo de ninguna parte, ejecutando un diestro salto frontal desde la nariz de Valkyria, e inmediatamente comenzó a deleitarlos con una narración de la sesión de información con el Comandante Leonard. Ambos, Sean y Angelo, se preguntaron cuál podría ser el resultado de que Dana fuera expulsada forzosamente de la sala de guerra; uno de ellos tenía la oportunidad de recibir una promoción si la teniente era arrestada debido a sus acciones.

Louie esperó a que Dana terminase antes de contarle lo que él había aprendido en el laboratorio forense después de que ella se había ido.

“Descubríamos que el relevo que nosotros pensábamos era un dispositivo de control es en realidad algún tipo de receptor de frecuencia sónico.”

“¿Y?” Dana le preguntó.

Louie ajustó sus anteojos. “Por lo que el Bioroid es probablemente controlado por una mezcla de sugestión telepática y señales de sensores artificiales.”

La cara de Dana se derrumbó. “¿Quieres decir que los Bioroids no son controlados por los pilotos? Después de hablar fuera de lugar allá–”

“Estoy seguro de que pueden ser,” Louie dijo alentadoramente, “pero no como pensamos originalmente. Parece como si una inteligencia superior estuviera controlándolos por control remoto.”

“No lo entiendo,” dijo Angelo, tratando de rascarse la cabeza a través de su casco.

“Alguien o algo en realidad está alimentando instrucciones a los pilotos androides,” Louie explicó.

“¿No son clones entonces?”

Louie sacudió su cabeza.

Dana aún se negaba a creer algo de esto. “Bueno, de todos modos,” ella empezó a decir, “yo les dije...”

De repente sirenas de alerta estaban resonando por la ciudad. Dana ordenó a todos regresar a sus Hovertanks (ejecutando un segundo salto gimnástico al montar el suyo), y encendió su radio. La red estaba llena con mil voces, pero ella no necesitó trata de sacar algún sentido a los reportes. Una mirada hacia arriba lo explicó todo: los cielos sobre Ciudad Monumento estaban llenos de naves de transporte de tropas semejantes a escarabajos de los alienígenas.

“¡Es un ataque enemigo a gran escala!” Sean dijo.

“Si tiene la posibilidad, no disparen directamente a sus cabinas,” Louie gritó antes que tirarse dentro del asiento del Hovertank. “¡Podríamos capturar uno!”

Cientos de naves alienígenas se estaban acercando a la ciudad, pero ahora, aún más alto, aparecían las trazas atmosféricas reveladoras de los Guerreros Alpha, rompiendo formación y zambulléndose en picada para trabar combate con sus enemigos Robotech. Un granizo de fuego amarillo brillante, calculado para alejarse en ángulo de la ciudad misma, fue lanzado contra los invasores, misiles Skylord y Swordfish y salvas Teflón impactando en los cascos blindados de las naves de color rojizo produciendo poco o ningún efecto. El cielo era iluminado con trazadores, semicírculos deslumbrantes de luz, y explosiones ardientes. Pero las naves de transporte de tropas continuaban su ataque, no solo resistiendo la tempestad, sino regresando su propia marca de fuego del infierno cuando los Alphas completaban su descenso y bajaban debajo de ellos. Las armas de cuatro cañones de las torretas giratorias de chasis vomitaban luz y muerte a través del cielo, derribando Guerreros más rápidamente de lo que el ojo podía seguir. Con colas de humo negro y denso, los Alphas se zambullían fuera de control hacia la ciudad, mientras que otros eran simplemente desintegrados en medio del vuelo. Los pilotos que caían a la deriva hacia casa en paracaídas de seda sintética también eran derribados.

“Parece que son más de lo que podemos manejar, Teniente,” Angelo gritó por la red.

Dana no dijo nada. Tenía que haber una manera de inhabilitar a esos Bioroids sin dañar a los pilotos, ella pensaba. Tenía que haber una manera –¿pero cómo?

Ahora escotillas en los costados de las naves de transporte de tropas se abrieron. Bioroids montados en sus Hoverplatforms eran vomitados de las naves en una línea aparentemente inacabable. Ellos cayeron sobre la ciudad, no tocados por los Guerreros Alpha, maniobrando mejor que ellos en casi cada caso y apuntando sus propias armas de disco contra ellos. Los Bioroids se dispersaron en abanico sobre la ciudad, como si buscando algo que hasta ahora los había eludido. De cada sector llegaban reportes de su descenso, pero no existía ningún sentido claro de su móvil. Ellos finalmente aterrizaron en grupos invariables de tres y se desplegaron por las calles de la ciudad a pie.

La mayor parte de Ciudad Monumento se había marchado apresuradamente a los enormes refugios subterráneos que se habían convertido en tanto una parte de la vida de la ciudad desde la Guerra Civil Global como un paseo de domingo en el parque. Pero, como siempre, estaban aquellos que habían optado por regresara casa primero para salvar alguna baratija preciosa, o asegurarse de que la familia o los amigos ya habían partido; y luego estaban los intransigentes quienes simplemente se rehusaban, y los buscadores de emoción que vivían para este tipo de cosas. Y fueron contra estos últimos grupos que los Bioroids se movieron, cumpliendo las directivas de los Maestros de capturar tantos Micronianos como fuera posible. No visto por Dana y el resto del 15to, y hasta ahora no reportado por las redes de la Defensa Civil, los Bioroids estaban comprometidos en una forma nueva de saqueo: usando sus masivos puños metálicos para abrirse paso por la fuerza a través de las paredes de moradas y tiendas, y agarrando en esas mismas manos cualquier paseante humano que encontrasen, a menudo aplastándolos sin saber hasta la muerte antes de regresarlos a las naves de transporte de tropas.

Finalmente los Bioroids entraron a los cañones del centro de la ciudad y encontraron al 15to esperando por ellos.

Sean dijo, “¡Alerta, gente, aquí vienen!”

“¿Tienes alguna idea brillante, Louie?” el sargento preguntó.

“Sí, la tengo,” el cabo respondió, ignorando el sarcasmo de Dante. “Si se apunta a uno u otro lado de la cabina, se puede paralizar temporalmente al piloto.”

“¡¿Ahora porque diablos querría yo hacer eso, Nichols?!” Dante bramó.

Dana irrumpió en la red táctica. “Angelo, sólo haz lo que él dice –es importante,” ella anunció misteriosamente. “Tenemos que trata de evitar golpear a los pilotos directamente.”

“¿De qué lado está?” Dante dijo justo a tiempo.

Los Bioroids soltaban descargas de plasma desde las armas montadas en las Hoverplatforms mientras se acercaban, uno de los primeros disparos encontrando el mecha de Dante; la explosión arrojó al Hovertank quince metros de su posición en el centro de la calle, pero el sargento lo soportó, reconfigurando a modo Gladiador durante el resultante salto mortal hacia atrás y girando el cañón alrededor para un contragolpe. Dana también había reconfigurado su mecha. Ella hizo saltar el cañón autopropulsado hacia el nuevo lugar de descanso de Dante, justo cuando el sargento sacaba del aire a uno de los Bioroids.

“Angelo, escúchame –quiero que trates de derribar sus Hovercraft primero.”

“¿Qué se trae, Teniente?” él le respondió.

“Una vez que los hayas sacado de sus Hovercraft,” Dana continuó, “dispárales a las piernas e inutilízalos.” Ella estaba tratando de hacer lo mejor posible para hacer sonar esto implorante a Dante, pero ella podía imaginar su cara, torcida con ira bajo el casco.

Los Bioroids estaban viniendo a poca altura ahora, a no más de diez metros del suelo. Bowie, Sean, y Louie eran una barricada que ellos nunca lograrían pasar. El trío del 15to derribó las Hoverplatforms de debajo de los atacantes, aún mientras las explosiones mecían la calle todo a su alrededor. Los Bioroids caían con choques que sacudían el suelo, mientras que otros decidían saltar de sus naves y tomar posiciones en entradas ahuecadas y frentes de tiendas. El centro de la ciudad se convertía en una zona de guerra mientras ambos lados bombeaban fuego de pulsos por las calles. Los lados de los edificios de muchos pisos se derrumbaban y las cornisas y los frisos se desmenuzaban hacia la calle craterizada. Vidrio llovía en astillas mortales desde las ventanas voladas hacia el exterior muy en lo alto sobre la lucha.

Dana ordenó a su equipo reconfigurar de Gladiador a Battloid para posibles encuentros mano a mano.

La calle y el área circundante era pura devastación ahora, pero el enemigo había sido contenido en la línea del 15to. Nadie se molestaba en preguntar qué estaban buscando los alienígenas, o a dónde esperaban llegar. Aún en modo Battloid, el escuadrón se dirigió a buscar cubierta y continuó trocando salvas con el grupo atrincherado que había tomado el extremo lejano de la avenida. Una vez más, Dana les recordó ir por las piernas y no las cabinas. Pero esta vez Sean disintió con ella.

“Ellos aún nos pueden hacer volar si hacemos eso,” él señaló. “Tenemos que arriesgarnos y apuntar a un área cercana a esas cabinas, Teniente.”

“¡Son androides, maldita sea, androides!” Angelo gritó por la red.

“¡Estoy convencida de que no lo son, Sargento!”

“¡¿Bueno, cuál es la diferencia si son androides o clones?!” Dante dijo cuando escombros del letrero de un almacén destrozado cayó sobre él. Él pensó a su Battloid por un salto frontal que lo llevó claramente al otro lado de la calle. “¡Aún nos están disparando!”

“¡Tenemos que capturar uno!”

Sin advertencia, un Bioroid apareció detrás del mecha de Dana y liberó una ráfaga sobre ella. Ella giró pero no a tiempo. Afortunadamente Angelo vio el movimiento y alcanzó a poner fuera de combate a la cosa, los proyectiles de su arma automática desgarrando la cabina del enemigo.

“Eso basta en cuanto a los disparos a las piernas,” Dante dijo.

“Te debo una,” Dana respondió con los labios firmes.

Los Bioroids habían llegado a los tejados y estaban vertiendo todo lo que tenían en la calle. Naves de transporte de tropas estaban bajando allí para auxiliarlos, y las cosas rápidamente empeoraron.

“¡No seremos capaces de contenerlos!” Sean dijo, expresando en voz alta lo que todos ellos estaban pensando.

Pero repentinamente, la batalla empezó a dar marcha atrás, por ningún esfuerzo del 15to. Los Bioroids estaban regresando a sus Hoverplatforms y dirigiéndose hacia las naves escarabajo, aparentemente en retirada.

Dante dijo esto por la red y enfocó el visor delantero de Caballo de Troya. Unos de los Bioroids tenía a un civil agarrado en su mano. Dante giró y encontró a otro –el civil fláccido, probablemente muerto. A todas partes que él miraba ahora, veía la misma escena.

“¡Están tomando rehénes!” él dijo a Dana. Cruzando su cañón, él apuntó a uno de los Bioroids, murmurando para sí, “Está perdido, amigo...”

Pero Dana posicionó su Battloid delante de él, impidiendo un tiro limpio a su objetivo.

“¡Angelo, detente! Matarás al rehén–”

Dos Bioroids borraron sus palabras, con disparos que la habrían arrojado de cara contra el suelo si Dante no hubiese estado allí para atraparla.

“Son dos las que te debo,” ella dijo con algo de esfuerzo.

Ambos acuclillaron sus Battloids y regresaron el fuego. Muchos de los Bioroids estaban sin sus Hovercraft y obviamente estaban empeñados en caer luchando. No habría ningún prisionero aquí, sólo una pila de sobrantes de partes de mechas y androides.

Dana logró volar las piernas de uno de ellos, pero un segundo más tarde la cosa pareció auto destruirse. Y cuando lo hacían, ni siquiera quedaban partes, sólo recuerdos.

Muy adelante calle abajo las naves de transporte de tropas estaban despegando. El 15to estaba inmovilizado, incapaz de detenerlos. Sin embargo otros transportadores estaban desembarcando cerca de la lucha, recogiendo tropas que habían sido abandonadas. ¿Podrían estar quedándose sin poder de fuego, Dana se preguntó?

El 15to empujó su línea hacia delante y recuperó dos cuadras más de la ciudad del número menguante de las tropas enemigas. Entonces finalmente se encontraron disparando sobre los transportadores mientras éstos despegaban, probablemente regresando a la fortaleza.

“Allí van,” Dante dijo, poniendo su arma a un lado. “¿Me pregunto qué planean hacer con todos esos rehénes?”

“Esa es una buena pregunta, Sargento,” dijo Bowie.

“Sí, una pregunta realmente buena,” dijo Sean.

***

El General Emerson y el Comandante Leonard observaban el retiro desde la torre central del centro de comando. Abajo, gran parte de la ciudad estaba en ruinas; arriba, el cielo era humo y llamas anaranjadas.

“¡Negociar no podía haber sido peor que esto!” Emerson dijo disgustado, volviéndose de la ventana.

“No haga suposiciones,” Leonard le dijo desde su asiento. “¿Quién puede decir que si hubiésemos tratado de sentarnos y razonar con ellos los resultados habrían sido diferentes? Podemos haber impedido un desastre peor.”

Emerson estaba demasiado frustrado para contender la observación.

Un oficial del estado mayor entró a la habitación precisamente entonces y Leonard se puso de pie ansiosamente.

“¿Y bien, cuál es la cifra?” él demandó.

“Más de doscientos ciudadanos han sido secuestrados, señor. Pero la cifra puede ser aumentar una vez que todos los sectores se hayan reportado.”

“Ya veo...” Leonard dijo, visiblemente angustiado. “En el reporte oficial, enlístenlos como bajas de la batalla.”

Emerson dio a Leonard una mirada, la cual el comandante recibió sin alterarse. ¿El tonto realmente esperaba que él le dijera a la población civil que los alienígenas ahora se llevaban a las personas de sus casas para algún propósito desconocido?

“Sí señor,” el sargento del estado mayor dijo abruptamente.

“No sé qué se traen entre manos,” Leonard dijo en voz baja. “Pero sea lo que sea, no funcionará –no mientras yo tengo un hombre que los combata.”