Capítulo 5
¿Alguna vez vieron un sueño caminando?
Bueno, Bowie lo hizo.
Observación atribuido a Angelo Dante
En una cámara orgánicamente moldeada hace tiempo dedicada a las demandas de la Protocultura, los Maestros observaban a los Humanos a los que se les había permitido el acceso a su nave. Los adornos semejantes a rubíes del pasillo a los que Louie había llamado medallones eran sus ojos y oídos, y cuando los humanos se habían extraviado de éstos, los Maestros habían dependido de la inteligencia reunida por sus soldados androides, los Exterminadores –los mismos seres armados que casi habían atrapado a Bowie y estaban en este momento intercambiando disparos con el contingente del Sargento Dante, todavía atrapado en el compartimento del generador, uno de los suyos ya muerto.
El trío de los Maestros ancianos estaba en su posición inmutable en el dispositivo en forma de seta del tamaño de un arbusto que era su interface con el mundo físico. En muchas maneras esclavos de este domo de Protocultura, generaciones que pasaron la necesidad de alimento o sustento, los Maestros sólo vivían para las recompensas cerebrales de ese reino interior, vivían sólo para la Protocultura misma, y su contacto efímero con otros mundos más allá de lo imaginando.
Pero aunque evolucionados hasta este elevado estado, ellos no eran residentes permanentes en esa realidad alternativa, y así tenían que comprometer sus objetivos para adaptarse a las necesidades del desmoronante imperio que ellos habían forjado cuando el control realmente estuvo en sus manos. Esta misión a la Tierra había resultado ser tan penosa como lo era desesperada, la última oportunidad para los Maestros de Tirol para recobrar lo que más necesitaban –la matriz de la Protocultura que Zor había ocultado a bordo de la ahora en ruinas fortaleza super dimensional. Los Maestros no estaban interesados en destruir al insignificante planeta que había sido el receptor inconsciente del regalo dudoso de su científico renegado; pero tampoco iban a permitir a esta primitiva raza interponerse entre ellos y el destino; entre ellos y la inmortalidad.
En esta fase del juego de los Maestros aún existía cierta curiosidad en juego: el observar a los terrícolas era semejante a dar una mirada a su propio pasado –antes de que la Protocultura hubiese reconfigurado tanto el destino– que es el por qué ellos habían permitido a esta pequeña banda de Terrícolas entrar a la fortaleza en primer lugar. Los habitantes de la tierra habían probado ser hasta ahora un lote agresivo: disparando sobre los Maestros cuando habían aparecido por primera vez y aguijoneándolos en intercambios posteriores, como si empeñados en introducir el día del juicio final que los Zentraedis habían sido incapaces de proveer.
¿Pero tal vez esto no era sino una medida de su desarrollo desmedrado? Y este pequeño grupo de reconocimiento no era nada más que un intento para determinar exactamente frente a quién estaban. Ellos estaban comenzando a razonar para variar, en lugar de simplemente tirar sus vidas y recursos, librando una guerra que estaban destinados a perder en todo caso.
Así que, en un esfuerzo por vislumbrar el funcionamiento interno de los humanos, los Maestros habían sometido a los intrusos a varias pruebas. Después de todo, ellos realmente no debían ser tratados con ligereza, habiendo derrotado en efecto a la armada Zentraedi.
Ellos incluso habían frustrado los propios intentos de los Maestros de obtener información sobre la matriz de la Protocultura por medios pasivos, accediendo a la información en una de las computadoras principales de los Terrícolas, una conocida como EVE.
Los Maestros habían permitido a los Terrícolas entrar por un pasillo de un nivel inferior que llevaba a los compartimentos mecánicos de la nave. Había sido interesante notar que ellos habían dividido su equipo, mostrando que ellos de hecho funcionaban independientemente y no necesitaban de una inteligencia de guía. También había demostraciones de preocupación y auto sacrificio, cosas inauditas entre la raza de los Maestros. Un grupo estaba en este momento combatiendo a Exterminadores en el compartimento del generador –los soldados estaban averiguando la fortaleza de los Humanos en las técnicas de lucha cuerpo a cuerpo; otro grupo había ingresado a la sala de árboles de Optera; mientras que un tercer grupo había encontrado la línea de montaje de los androides.
Un miembro del último grupo había conversado en realidad con Musica, la Experta del Arpa Cósmica, cuyas canciones eran esenciales para controlar a los clones de los centros interiores. Pero ese humano se reunía ahora con sus compañeros de equipo, quienes ahora estaban regresando a su punto de reunión predesignado. El segundo grupo también estaba en camino, y por ellos los Maestros pasaron el pensamiento a los Exterminadores que la escaramuza en el compartimento del generador sea terminada, permitiendo al tercer grupo hacer lo mismo. Una vez que los humanos se hubieran reagrupados, los Maestros iniciarían una nueva serie de desafíos.
***
El General Rolf Emerson y los Coroneles Anderson y Green hubieran dado cualquier cosa por una mirada a lo que estaba sucediendo en la fortaleza. Pero el equipo de reconocimiento ya estaba retrasado una hora y las esperanzas por su retorno a salvo se estaban disipando rápidamente. En un esfuerzo por hacer algo, Emerson había ordenado un asalto intensificado a la fortaleza, con la esperanza de darle lo suficientemente duro para sacudir la pelota suelta del equipo atorada en los cojinetes en una vieja máquina de pinball. Pero en lugar de inclinarse, la fortaleza había levantado meramente la apuesta inicial, llenando los cielos con Bioroids en sus plataformas volantes y enviando tropas terrestres a combatir a los equipos estacionados en el perímetro del sitio de aterrizaje. Había sido una jugada calculada, pero una que no había dado resultado.
La sala de situación estaba tan ocupada como una colmena, pero las tres pantallas masivas enfrente del balcón de mando relataban un cuento apenado de derrota.
Emerson se recostó en su silla para escuchar los últimos reportes de situación del campo, ninguno de los cuales era alentador. Una nave de rescate enviada al área treinta y cuatro del ATAC había sido destruida. Los equipos aéreos estaban teniendo graves bajas por el fuego de cañón de la fortaleza. Bravo Catorce había sido eliminado completamente. El Sector Cinco había sido aplastado. Un escuadrón de rescate estaba siendo requerido en el Bunker nueve-tres-cero, donde casi cien hombres estaban atrapados dentro. Los paramédicos eran requeridos penosamente en todas partes.
“¿Aún no ha restablecido la comunicación con la Teniente Sterling?” el Coronel Green preguntó a uno de los técnicos.
“Negativo,” llegó la réplica. “Pero aún estamos intentando.”
Emerson atrapó el suspiro quejoso de Green.
“No renunciemos a la Teniente Sterling aún, Coronel,” él le dijo, más ásperamente de lo que era necesario. “Ella no se rendirá hasta que haya tenido éxito en su misión.”
***
Bowie, con la cabeza al descubierto y precariamente colocado detrás y ligeramente sobre el asiento del piloto del Hovertank de Dana, tratado de poner al tanto a la teniente de sus experiencias desde el paseo en ascensor que lo llevó a la cámara del arpa de Musica. Él nunca había sido demasiado aficionado de las tácticas imprudentes de camino de Dana, y pensaba aún menos en ellas ahora que él tenía la oportunidad de observar las cosas desde la perspectiva de su amiga. Dana estaba corriendo por los pasillos oscuros a casi máxima velocidad, sin cuidado en absoluto mientras ella hacía girar a Valkyria en curvas cuyos giroestabilizadores nunca fueron destinados a controlar. El Diddy-Wa-Diddy había sido abandonado, puesto en auto destrucción en el compartimento de reciclaje. En un esfuerzo para quitar su mente de la posibilidad muy real de una colisión, Bowie continuaba su informe detallado de los eventos, aunque parecía haber una gran cantidad de discrepancias en su historia.
“¿Y dices que ella huyó después de ser herida en la pierna?” Dana dijo con escepticismo.
“¡Sé que suena increíble, pero yo lo vi con mis propios ojos!” Bowie contestó a la defensiva. “Y era una dama bella, también,” él agregó con añoranza.
Dana obsequió una sonrisa perspicaz por sobre su hombro, forzando a Bowie en paroxismos de miedo cuando ella quitó sus ojos del pasillo.
“Quizá ella era un androide, Bowie.”
“De ninguna forma.”
“Entonces mi suposición es que ella fue un sueño –después de todo, tú afirmas que sentiste ser llevado hacia arriba dentro de la fortaleza y sin embargo te encontramos en el mismo nivel en el que entramos: Nosotros no dimos ningún paseo en ascensor, Bowie, y aún no hemos visto una escalera.”
“¡Pero te estoy diciendo que yo subí, Dana! ¡Sé diferenciar el arriba del abajo!”
Louie continuó en el altavoz externo: “Sólo cuando estás despierto, Bowie, y no creo que lo hayas estado. Recuerda nuestras sesiones de información y las notas de la expedición de Gloval en la SDF-1: cuando el equipo del capitán salió de la fortaleza dimensional ellos estaban seguros de que habían pasado horas, y sin embargo los guardias que estaban apostados afuera de la fortaleza juraron que ¡sólo quince minutos habían pasado!
“Podría ser que exista algún tipo de efecto persistente por el viaje hiperespacial,” Louie continuó desenfrenado, “algo de lo que aún no estamos conscientes. Quizá el tiempo en realidad sucede diferentemente dentro de la fortaleza de lo que lo hace fuera. Es algo que voy a investigar algún día.”
El oscuro pasillo repentinamente se estaba abriendo y llenando con luz, y en un momento Dana y compañía se encontraron en un piso pulido tan azul como el mar más limpio de la Tierra –un canal forrado de hielo de intensidad de color brillante, adornado con una pared continua de construcciones formadas por arcos y torreadas. Recordativo de la antigua Roma, o Florencia, antes de la destrucción infligida sobre ella durante la Guerra Civil Global, cada estructura tenía más de doscientos metros de alto, con fachadas festoneadas y curvas, arcadas muy ornadas con columnas coronadas por frisos, y portales de extremos redondeados. En otra parte, puentes elegantemente arqueados cruzaban el sólido canal, sobre iluminados por luces circulares ubicadas en lo alto del compartimento.
Aún más extraño, el compartimento estaba habitado por Humanos.
“Al menos parecen humanos,” Dana comentó.
Todos los alienígenas se habían refugiado bajo las arcadas y miraban fijamente la extraña procesión de dos vehículos del 15to; pero Dana no registraba miedo real en ninguna parte, sólo una perplejidad intensa, casi como si estas personas no tuvieran idea de dónde estaban, o de qué estaban haciendo. La vestimenta era uniformemente práctica, sensata, no muy apta para la Roma sobre la que Dana había leído, sino para una maqueta de Roma en los intestinos de una astronave. Combinaciones de camisas y pantalones del mismo corte, la misma tela, particularizadas sólo por el color o el escote, todas con puños muy ajustados, azul, gris, oro.
Repentinamente, Bowie gritó: “¡Teniente, detenga el Hovertank –acabo de ver a la chica!”
Dana y Louie detuvieron sus propulsores y los mecha se posaron sobre lo que parecía ser la calle.
Dana se preguntó si esto era un show siendo puesto en escena para su beneficio. Ella examinó rostros confundidos en las multitudes inmóviles, buscando una muchacha de cabellos verdes.
“¿Estás seguro de que es ella, Bowie?”
“¡Estoy seguro –ella es única! La reconocería en cualquier –¡¿qué?! ¡No puede ser! ¡Estoy viendo doble!”
“Todos aquí son gemelos o trillizos,” Louie dijo, completando el pensamiento de Bowie. “Deben ser clones.”
Dana siguió la mirada de Bowie y divisó a una muchacha atractiva vestida con un chifón, hombro a hombro con su gemela idéntica. Clones, Dana dijo para sus adentros. Tienen que ser clones, como los Zentraedi. Ella recordó lo que sabía de su gente: cómo ellos habían sido desarrollados de muestras de células de los Maestros Robotech. Cómo ella misma tenía una parte de esto en ella. Y repentinamente se le ocurrió a ella que estos clones ¡muy bien podrían ser sus hermanas y hermanos! Dana se encontró mirando a su alrededor buscando a alguien que se pareciera a ella.
“El cuartel general estará feliz de descubrir que sus reportes de inteligencia de avanzada eran verdaderos,” ella oyó a Louie decir.
Justo entonces tres soldados de choque armados salieron de repente de las multitudes murmurantes, levantando rifles láseres mientras tomaban posiciones alrededor de los Hovertanks.
“¡Uh-oh –parece que tenemos compañía!”
“¡No se muevan!” uno de los Exterminadores gritó.
“Los tenemos cubiertos.”
“Ves –allí está ese diálogo de película mala sobre el que te hablé,” Bowie dijo.
“Vaqueros y romanos,” Louie murmuró. “¿Qué haremos, Teniente –enfrentarnos con ellos?”
“No,” Dana dijo rápidamente. “Si disparamos entre esta multitud terminaremos hiriendo a una gran cantidad de personas inocentes. ¡Tendremos que tratar de abrirnos paso! ¡Es mejor que te despidas de tus novias!” ella se dirigió a Bowie.
Los Exterminadores abrieron fuego cuando los Hovertanks despegaron, sin importarles los clones que sus disparos descarriados derribaban.
Valkyria y Livewire se alejaron rápido. En el asiento trasero descubierto, Bowie iba hendido a la cintura de Dana, mirando fijamente hacia atrás a las dos Musica, desatento de las descargas blancas de fuego chasqueando a los talones del Hovertank.
***
“Vaya, esta misión es un fiasco,” Cranston estaba diciendo a Sean. “Creo que esos payasos abandonaron la nave cuando nos vieron venir.”
“Estoy comenzando a creer que tienes razón, Cranston,” Sean admitió, ausentemente haciendo girar su casco en su mano, mientras lentamente guiaba a Bad News lejos del punto de reunión del pasillo. Nada más había sucedido desde que ellos dejaron el invernadero, y cuando ni Dana ni Dante habían aparecido a la hora designada, él había decidido llevar a Cranston y a Woodruff al pasillo que el contingente de Dana debía investigar. “He visto más acción en un picnic de escuela dominical,” él empezó a decir. Pero algo se les estaba acercando rápidamente por delante, viniendo desde la dirección del punto.
Casi antes de que Sean pudiera alistar su arma o emitir instrucciones a sus hombres, Dana y Louie pasaron apresuradamente junto a ellos sin siquiera detenerse. Sean gritó, dándose cuenta que si ellos no los habían visto, no era probable que lo pudieran oír. Pero él exclamó de todos modos, preocupado de repente acerca de qué era lo que los estaba persiguiendo.
Y el equipo de Dana se detuvo abruptamente.
“¡Wow!” Dana exclamó. “¡Estaba comenzando a pensar que nunca los volveríamos a ver muchachos!”
Sean estaba confundido por la intensidad de Dana. “Sí, bueno estoy feliz de verla, también, Teniente, pero quiero decirle que esta es la misión más aburrida en la que alguna vez he estado.”
“¡¿Aburrida?!” Dana y su equipo todos dijeron al unísono, fijando a Sean con una mirada que él no podía comprender bien.
“Sí. Pensamos que los alienígenas abandonaron la nave o algo por el estilo.”
Repentinamente Dana, Louie, y Bowie estaban hablándole apresuradamente. Grant estaba diciéndolo algo sobre haber sido transportado por un ascensor invisible a los brazos de una hermosa mujer de cabellos verdes con la que él había tocado música, o algo así. Pero había habido una persecución –y ese era por supuesto él por qué ellos no tenían su Hovertank con ellos porque no tuvieron la oportunidad de regresar a recogerlo– pero esto no quiere decir que ellos pudieran encontrar su camino hacia allí de todos modos. Y luego hubo este centro de población del que ellos acababan de escapar que se parecía a la antigua Roma y estaba lleno de clones idénticos y androides soldados armados...
Cuando hubo terminado todo lo que Sean pudo hacer fue intercambiar miradas de confusión con sus igualmente confundidos compañeros de equipo.
“Buenos, nosotros llegamos a ver el famoso bosque de los árboles bombilla de luz,” él dijo a Dana. “Supongo que los soldados nos estaban evitando por alguna razón.”
Al momento que Sean estaba diciendo esto, el contingente del Sargento Dante –menos el Hovertank de Road, y desafortunadamente, menos Road mismo– aparecieron en la vista y se les unieron en el pasillo. Dante les contó del intercambio de disparos, cómo los alienígenas les habían caído encima y los habían detenido, sólo para retirarse inesperadamente al último momento...
Él estaba en medio de su explicación cuando el piso se abrió debajo de ellos. Nueve Hovertanks y diez humanos se zambulleron en la oscuridad.
***
“¿Se encuentran todos bien? ¿Bowie?” Dana preguntó en la negrura.
Ella sabía que ella estaba mojada y pegajosa, no por sangre sin embargo, sino por donde ella había aterrizado. El tocar la sustancia a oscuras sólo la guió a imágenes más aterradoras, así que ella fue a tientas en la dirección opuesta, preguntándose si encontraría de casualidad uno de los Hovertanks. Sería un milagro si nadie hubiese sido aplastado bajo los mechas que cayeron, e igualmente así si todos tuvieron un aterrizaje tan blando como el que ella tuvo. Aquí parecía haber algún tipo de ingravidez –una superficie lunar oscura y empapada.
Pero uno a uno los compañeros de equipo le respondieron.
“Todos presentes. Y aparentemente ningún daño,” Bowie gritó.
“Habla por ti,” Dana oyó a Louie decir. “Tengo suficientes magulladuras para todos ustedes.”
“Y yo me siento tan liviano como un gatito aquí dentro.”
“¿Dónde diablos estamos, de todos modos?” Angelo preguntó. “¿Y qué es ese olor a podrido?”
“He realizado suficiente trabajo en la cocina en mis días como para reconocer este olor en cualquier parte,” dijo Woodruff. “No tengo idea de qué es lo que comen estos alienígenas, pero esta es su basura, apostaré mi dinero a eso.”
Sean, Marino, y Xavez todos hicieron sonidos de asco.
Pero fue Kuri quien voceó el primer uh-oh...
La maquinaria había sido activada sobre sus cabezas, los servos estaban poniéndose en juego y el sonido estaba aumentando.
“Oigan... esperen un minuto,” Angelo dijo. “¡Esto debe ser un maldito compactador! ¡¿Y adivinen quienes están a punto de ser compactados?!
“¡He visto esta película, Sargento!” Xavez repentinamente estaba lamentándose. “¿Están tratando de jugar con nuestras cabezas, o qué?”
“¡Aplastar nuestras cabezas parece ser la idea!” Kuri gritó a través de la negrura.
“Las lecturas del eco indican que hay de hecho una placa enorme descendiendo sobre nosotros,” Louie reportó calmadamente. “Calculo cuarenta y ocho segundos hasta que nos convirtamos en los crepés del desayuno de mañana por la mañana.”
Dana oyó a dos o tres de sus compañeros de equipo recoger puñados del lodo y lanzarlos en la dirección de Louie. A casi el mismo tiempo Louie fue golpeado y gritó, escupiendo palabras y cualesquiera basura había golpeado con él. Dana, quien había estado moviéndose hacia delante paso a paso en la oscuridad, manos al frente como una persona ciega, hizo contacto con uno de los Hovertanks. Por el tacto de aquel, éste había aterrizado derecho, y ella rápidamente subido a bordo y encendió las luces.
Ese fue su primer error.
Ahora todos podían ver el estado lamentable en el que estaban. Todos miraron alrededor de la habitación, y luego hacia arriba a la plancha descendente del compactador. Sí, era muy parecida a una escena de una película que todos ellos habían visto.
“¡Teniente, tiene que sacarnos de aquí!” gritó Xavez.
“Apártense, todos. Voy a sacarnos de aquí.”
“No puede, Teniente,” Louie le advirtió. “Éstas son paredes cerámicas de alta densidad. Son resistentes al láser. No creo que vaya a ser una buena idea. Si usted recuerda aquella película–”
“Entonces dime una mejor idea, Louie. Entretanto, todos cúbranse y esperen lo mejor.”
Cubrirse significaba zambullirse en la porquería, pero repentinamente aún eso parecía preferible a sentir el calor de un rayo de plasma que rebotaba.
“¡No-o-o!” gritó Louie otra vez antes del fin.
El disparo hizo precisamente lo que todos temían haría: éste impactó contra la pared inútilmente y se dirigió directamente de vuelta de donde vino, apenas errando a Dana quien se agachó dentro de la cabina en el último segundo, luego hizo carambola alrededor de la habitación como una bola de billar homicida de energía, dando a todos por igual la oportunidad de esquivar o ser freídos. Finalmente la cosa loca golpeó el piso de la cámara y explotó, directamente a los pies del mecha de Dana.
No parecía haber esperanza de que ella hubiera sobrevivido al disparo. Donde había estado el Hovertank ahora había sólo un enorme cráter de basura, humeando como un caldero en el infierno. Afortunadamente el maldito compactador había cesado su movimiento descendente, y el agujero estaba dejando entrar luz a la sala. Todos estaban pensando que Dana había muerto por nada, cuando repentinamente oyeron su voz saliendo del agujero. El 15to salpicado de basura se agrupó alrededor del cráter, entornando los ojos.
Dana todavía estaba sentada en el mecha, el cual estaba ahora sobre el piso de un pasillo que corría debajo del compactador. Varios otros Hovertanks habían caído con ella, junto con Xavez y Marino que estaban cubiertos con mugre y sacudiéndose como víctimas de parálisis.
“Ven –yo sabía que funcionaria,” Dana estaba diciendo inconstantemente pero deliberadamente. “El piso no era resistente al láser.”
Nadie se molestó en decirle que el compactador se había detenido por sí mismo. Uno a uno ellos bajaron por el agujero, quitándose la basura que podían.
***
Un monitor de pasillo parpadeó una vez y trajo la situación dada vuelta a la atención de los Maestros. Las cosas no habían salido como se habían planeado, pero el trío de ancianos estaba listo a conceder que sin importar lo que había sucedido, ellos estaban aprendiendo más sobre los Terrícolas y ese era el propósito del ejercicio –aun cuando la mujer soldado había conseguido una huida favorable encontrando el disparo de su cañón el piso desprotegido. Y quizás, esto sólo sugería que la suerte misma debía figurar en la ecuación al tratar con esta raza.
Los próximo plan de los Maestros era separar a este más afortunado, el aparente comandante, de su equipo, para ver cómo los dependientes funcionarían sin ella. Precisamente cuánto pensamiento independiente estaba disponible en ellos; ¿cómo ingeniosos eran ellos sin un liderazgo adecuado?...
***
Ellos habían logrado recuperar siete de los nueve restantes Hovertanks; dos estaban tan enlodados con el lodo de basura que hasta los propulsores de los mechas no podían liberar a las cosas –no sin usar más tiempo del que tenían.
El 15to estaba montado en sus mechas ahora, Bowie todavía montando detrás de Dana, Xavez detrás de Marino, Woodruff detrás de Cranston. El sargento, Louie, Sean, y Kuri estaban de vuelta en sus unidades originales.
“Usted seguramente venció las probabilidades esa vez, Teniente,” Louie comentó.
Dana ajustó su casco e hizo una cara mientras quitaba pedacitos pegajosos de desperdicios de las hombreras de su uniforme. “No celebremos hasta que salgamos de aquí,” ella advirtió a todos ellos.
“¿Pero por dónde?” Louie preguntó al equipo. “Sin nuestros monitores de casco, no podemos diferenciar una dirección de otra. Debemos haber descendido al menos un nivel, quizá dos, y a menos que podamos encontrar la manera de ascender no sé cómo conseguiremos salir de esta cosa.”
“La navegación a estima nos llevará de regreso a ese agujero; apostaría a que puedo encontrar mi camino con los ojos vendados,” el sargento dijo.
“Sólo nos abriremos una salida volando algo,” Dana dijo. “Logramos entrar: podemos salir. Pero estén alertas... tengo esa graciosa sensación de que estamos siendo observados de nuevo...”
Apenas ella había dicho esto cuando algo saltó hacia ella desde el techo del pasillo. Ella oyó la advertencia de Sean y el rápido estallido de su rifle –adrenalina atravesándola como octano elevado– y atrapó el movimiento de la cosa periféricamente.
Extrañamente, algo le dijo a ella: serpiente. Y cuando ella levantó su cabeza para mirar hacia atrás a la cosa que Sean había volado en pedazos, ella se dio cuenta que esa imagen que su imaginación conjuró no estaba muy equivocada: parecía una anticuada manguera de aspiradora, sólo que mucho más ancha, y coronada con un dispositivo semejante a una boquilla de apariencia maligna. En sus momentos finales, antes de que la segunda ronda de Sean cortas el cuerpo tubular de la cosa, la manguera liberó una carga eléctrica masiva que apenas erró la cabeza de Dana y explotó contra la pared lejana del pasillo. La manguera tuvo espasmos alrededor de su cuello fracturado vomitando un humo que olía a sucio, pero no más disparos.
“¡Buen disparo, Sean!” Bowie gritó.
Louie observó al tecno asesino sacudirse por un momento, luego bajó la vista hacia su consola, notando instantáneamente que el radio había comenzado a funcionar de nuevo. Él se lo comunicó al equipo, y ellos se dieron cuenta que debían estar cerca de la pared exterior de la fortaleza. Existía una buena posibilidad de que el cuartel general estuviera monitoreándolos una vez más.
“Bien,” Dana dijo, bajando el visor de su casco. “Salgamos.”
“Manténganse juntos esta vez,” El Sargento Dante se apresuró a agregar.
***
Los Maestros ya no estaban entretenidos por los artificios de sus huéspedes, y llegaron tan cerca como podían a demostrar emoción real. Y la emoción hizo que fuera necesario que ellos rompiesen su armonía telepática y hablasen directamente al Exterminador. Era imperativo que a los Terrícolas no se les permitiera dejar la nave vivos.
“Vea que todas las salidas sean selladas,” dijo uno de los Maestros. “Mueva sus guardias al corredor M-79 y utilice máxima fuerza si es necesario para impedir su escape.
“Y vea que Zor Prime esté con sus guardias,” un segundo Maestro pensó añadir, su voz delatando un móvil ulterior.
***
A toda marcha, los Hovertanks se movían por los pasillos laberínticos de la fortaleza, sus luces de halógeno penetrando la oscuridad.
“Prepárense,” Dana dijo a sus compañeros de equipo por la red táctica. “Parece que vamos a tener que abrirnos paso luchando.”
Ella en realidad no había visto nada adelante, pero cuando subían la rampa que los regresaba al nivel apropiado, las luces de los mechas iluminaron una línea completa de Bioroids en el pasillo de adelante.
Zor Prime estaba liderándolos –el piloto de cabellos color lavanda del Bioroid rojo, quien había estado frecuentando los pensamientos de Dana desde el encuentro en los montículos de Macross. Diminuto contra los monstruos de metal de quince metros de alto detrás de él, el alienígena parecido a un duende estaba parado calmadamente a su cabeza y sosteniendo su mano arriba en un gesto que decía a los Humanos que se detengan. Cuando en cambio los Hovertanks aceleraron, la mano de Zor cayó concluyentemente, una señal para su tropas de abrir fuego.
Dana trató de sacar al alienígena de su mente y demandó maniobras evasivas. “¡Concéntrate en manejo táctico!”
Los Bioroids abrieron fuego sobre los Hovertanks que se acercaban con sus armas de disco, llenando el pasillo con luz blanca y ruido que podía despertar a los muertos. Los mechas terrícolas zigzagueaban entre guiones de calor chamuscante, entrecruzándose uno delante del otro y regresando el fuego a la pared de alienígenas que estaba entre ellos y la libertad.
Dana tuvo una imagen efímera de Zor mientras desviaba su Hovertank alrededor de él, incapaz de dispararle o pasarle por encima. Pero en breve habría otra imagen que reemplazaría esta última. En los rayos de las luces delanteras el equipo vio a dos de sus compañeros de equipo tendidos sin vida en el piso del pasillo en charcos de su propia sangre.
Dana gritó: “¡Son Simon y Jordon! ¡No podemos dejarlos así!”
Angelo disintió. “Es demasiado tarde para hacer algo por ellos, Teniente –tenemos problemas más adelante.”
Un último Bioroid estaba montando guardia en la salida. Ellos ciertamente podrían haberlo atropellado sin problema, pero sería mucho más provechoso llevarse a la cosa viva.
Dana pensó a su tanque a través de la reconfiguración a Battloid. Mientras ella y Bowie se movían hacia dentro de la gigantesca cabeza del tecno guerrero, Dana se alistó en los controles.
“No puedes tomarlo tú sola,” Bowie dijo. “¡Es demasiado grande!”
“No es más grande que mi Battloid,” Dana le recordó. El Bioroid saltó, y Dana instó a su mecha a seguirlo. Ella pensó las manos metálicas del Battloid en movimiento y agarró al mecha alienígena por su armadura pectoral.
Luego Valkyria y su presa salieron volando a través de la apertura no reparada. Dana no se molestó en mirar atrás.