Capítulo 35

¿Qué tan buen piloto fue Max Sterling? Tal vez esta simple observación establezca mejor la proposición: Entre los pilotos guerreros VT, su modesta y no acentuada manera medio americana de hablar reemplazó la lenta enunciación de afirmación que había dominado entre los pilotos por décadas y se filtró entre otros aviadores también.

Si usted no comprende cuánto significó eso, vaya y pregúntele a cualquier piloto experto.

Teresa Duvall, Compañeros de Vuelo: La Historia de Max y Miriya Sterling

Todo su entrenamiento, experiencia, y destrezas notables se redujeron a nada en ese momento crítico después de que Max fue golpeado por el Caballero Negro.

Pero la casualidad se metió para llenar la brecha, aunque sólo por medio instante. Un cable elástico de enredadera se había enlazado alrededor del pie de su Battloid, y sirvió el doble propósito de hacerlo oscilar hacia donde él pudo conseguir asirse del tronco del inmenso árbol del cual él estaba suspendido y de permitirle desenredar su pie.

Pero lo más importante, eso lo movió fuera de la línea de tiro del arma manual en forma de esquife de su enemigo. El relámpago purpúreo chasqueó y se descargó, vaporizando una rama distante; antes de que el enemigo pudiera corregir su objetivo, el ariete de metal masivo que era el pie del Battloid conectó. El arma manual de la escala del Battloid salió volando.

Al mismo tiempo, Max encendió los propulsores, enderezándose. Él se elevó a toda máquina con los propulsores de la espalda y las piernas para trabar combate con su enemigo, quitando de un golpe el arma de su puño. Trabados juntos, ellos cayeron para combar hacia abajo una rama robusta que, aunque crujió un poco, saltó hacia atrás como un trampolín para lanzarlos hacia el aire vacío. Ellos dejaron atrás un rastro de follaje humeante y unos cuantos fuegos, pero la vegetación estaba demasiado húmeda para quemarse fácilmente.

De nuevo ellos cayeron, pero esta vez Max tenía ambas manos sujetas a la muñeca derecha del Caballero Negro. Ambos encendieron los propulsores, moviéndose de aquí para allá, pateándose y golpeándose. Max vio acercarse el suelo hacia él y se contorsionó para amortiguar su aterrizaje con estallidos de poder sonando a toda fuerza. El mecha negro no estaba tan alerte, y él se las arregló para aterrizar encima de aquel.

Ellos habían bajado en un claro grande, ramas y hojas y tramos de enredaderas lloviendo después de ellos, junto con pedacitos ardientes de escombros.

El enemigo yacía allí, aturdido y parcialmente hecho pedazos, conductores de poder en cortocircuito, chisporroteantes. Max tomó asimiento, plantó sus pies, giró, y tiró con toda la fuerza que él pudo enfocar a través del casco pensante. Con un aguacero de chispas y el desgarramiento de enlaces extrañamente diseñados, el brazo derecho se soltó.

Mientras el enemigo se sacudía y rebotaba sobre el claro en espasmos, Max saltó al otro lado del claro para colocar cuidadosamente en el suelo la esfera. Él quería más que nada asegurarse de que Dana estuviese bien, pero no había tiempo. El demonio vivo que era el mecha negro podría venir hacia él de nuevo de un momento a otro.

No había si quiera tiempo para responder cuando, asombrosamente, él oyó la voz de Kazianna Hesh aparecer por la red, sin embargo él pensó que su equipo de comunicaciones había sido dejado fuera de combate. "¡Max! ¿Dónde estás?"

Aún más extraño, él pensó que oyó la voz de Miriya, también, y lo más extraño de todo, la de Aurora -en cuanto a Aurora parecía estar hablando directamente en su mente.

Padre, ¡no! ¡No!

No había tiempo para entregarse a voces alucinatorias, sin embargo; el Caballero Negro estaba nuevamente de pie, viniendo hacia él, riéndose ahogadamente, en una carrera que cubría docenas de metros a la vez. Max se lo imaginó y su rifle/cañón se deslizó dentro su puño; el pensamiento de que su reidor ahora podría estar yaciendo allí muerto hizo mucho más fácil tomar puntería.

"¡Max! ¡Detente!"

Él no tenía idea de por qué Kazianna estaría gritando eso en su oído, y así al final fue la confusión antes que la disciplina lo que lo hizo vacilar por una efectiva fracción de segundo. En ese momento el traje armadura potenciado de la Quadrono llegó corriendo a gran velocidad a través de una cortina de ramas tupidas de hojas y de vegetación entrelazada, arrojándose sobre el Caballero Negro desde la izquierda.

Max contuvo su fuego y observó, pasmado, cuando Kazianna intentó no de finiquitar al enemigo sino de someterlo sin dañar al ocupante y de escudarlo del fuego de Max.

El Caballero Negro luchó violentamente, pero Kazianna había entrado a combatir fresca e ilesa, la armadura funcionando a niveles pico, con la ventaja de la sorpresa. Además, las mujeres de las unidades elites de armaduras potenciadas en efecto luchaban exclusivamente en lo que la REF llamaría modo Battloid; la contienda estaba en el área escogida de Kazianna.

Kazianna puso en juego todos los trucos que ella había aprendido en su larga carrera como Quadrono. Sin embargo el intruso era inteligente y salvaje, finalmente Kazianna lo inmovilizó y lo forzó a apoyarse sobre una rodilla, parándose detrás y manteniendo en él un abrazo complicado.

Max esperaba que ella diese el golpe de gracia o al menos inhabilitase a la cosa totalmente. Pero para su sorpresa, Kazianna liberó una mano por un momento, hizo un movimiento rápido, y dejó caer su arma de mano en el piso del bosque, casi a la mano.

Max tomó una decisión y levantó el rifle/cañón de nuevo, esperando poder evitar golpear a Kazianna pero determinado a volar en pedazos al mecha negro. El dedo de su Battloid estaba apretando el gatillo cuando la voz de Miriya llegó a él de nuevo. "¡Max, no dispares!"

Y la voz de Aurora habló en su mente: ¡Tenemos que romper el hechizo, Padre! ¿No ves lo que sucede? Ella transmitió una imagen vívida en su mente, el enlace mental más claro que él alguna vez tendría con su confusa hija menor.

"Oh, mi Dios," él susurró.

La mano de su Battloid bajó, el rifle/cañón cayendo de su puño abierto. Él esperó cuando Kazianna lentamente liberó su asimiento sobre el Caballero Negro. La cosa se estiró lentamente, casi de mala gana, recogiendo el arma que Kazianna había dejado caer, y comenzó a ponerse de pie.

La reina de la guerra de las Quadronos esperó, tensa, para abalanzarse sobre el extraño mecha de nuevo -si él parecía que iba a disparar sobre Max, pero tal contienda podría darse de uno u otro modo. La cosa se estaba moviendo inciertamente, como si estuviera en un trance.

Max pudo sentir los pensamientos de Aurora fluyendo hacia eso, la voz de Miriya apareció en la red de comunicaciones dirigida a eso. "Esto no es lo que deseas. Regresa a nosotros."

Max estaba de pie mirando dentro del cañón del arma, los brazos colgados a sus costados, en el tormento más profundo que él había conocido alguna vez. "Cualquier cosa que ocurra, por favor -siempre, siempre recuerda que. . . que te amo. Siempre te hemos amado con todo nuestro corazón." Entonces él se paró derecho, el cañón del arma centrado en él, esperando.

La puntería del Caballero Negro vaciló, y después de lo que pareció toda una vida eso dejó caer el arma con un grito de miseria completa, con una voz que todos ellos conocían. El mecha tambaleó, y Kazianna lo atrapó, ya ocupándose de la cerradura para abrirla.

Max avanzó hacia ellos, reconfigurándose al ir yendo de modo que él salió de un Guardián arrodillado cuyas enormes manos metálicas ayudaban a mantener firme al Caballero Negro supino. Cuando él bajó, Aurora y Miriya estaban emergiendo del casco abierto de Kazianna, Miriya ayudando a Aurora a bajarse al suelo. Ellas se habían subido al traje potenciado, el cual había sido retro ajustado tiempo atrás durante las operaciones de extracción del monopole en Fantoma para transportar a observadores Micronianos.

Kazianna tenía la placa del pecho de forma alienígena y de color negro hollín abierta. Max, Miriya, y Aurora escarabajearon hacia arriba y corrieron para reunirse alrededor del asiento del piloto, Max buscando torpemente remover de ella el casco pensante que se parecía más a un instrumento de tortura.

Dana, saliendo del hechizo que la Regis había usado para abrir de par en par su lado oscuro, les parpadeó. "Papá, yo -uhhh. No me odies; yo no quise-"

"¡Shh! Lo sabemos; todo está bien."

"Dana, te amamos; oh, hermana..."

Entonces los cuatro Sterling estaban llorando, tratando de hablar al mismo tiempo, abrazándose y besándose. Al mismo tiempo ellos se esforzaron para sacar a Dana fuera del asiento del piloto, al cual ella había sido transferida de algún modo desde la prisión globular en el extremo del brazo del Caballero Negro. Las emanaciones de pesar y alegría de Aurora empaparon a todos, Kazianna incluida. Kazianna retrocedió lentamente un poco una vez que Dana estuvo sobre el suelo sólido nuevamente, para dar a los cuatro un poco de espacio y cierta intimidad. Ella pensó en los extraños interludios que habían caído sobre los náufragos del nuevo-espacio, y cierto instinto abrupto la hizo mirar directamente hacia arriba, al cielo.

Enmarcado por el agujero que los mecha descendentes habían hecho en la bóveda del bosque, un solo ojo enorme que Kazianna reconoció ahora como la mirada fija de la Regis.

La giganta murmuró, "Usted nunca aprendió esto de Zor, ¿ó sí? No, ni del Gran Trabajo, o de sus Posos de Génesis, o aún de la propia trascendencia."

Pero la Regis no respondió, y no hubo signos de lo que los nuevos datos significarían para su raza/sí misma.

Entonces esa última y separada parte de su atención se había ido, reunido con el resto de ella, cuando la Regis se dirigió hacia la amenaza que ella percibió de Haydon.

***

Las personas estaban acostumbradas a deferir a Lang, a obedecer sin cuestionar a la fuerza de conducción de los SDFs, la RDF, y la REF. Aún cuando él desembarcó en un transbordador espacial cuyo mecanismo de interferencia estaba estropeando las comunicaciones con el planeta de abajo, aún cuando él emergió solo y dio órdenes de sellar todas las cubiertas de vuelo y las esclusas de aire, aún cuando él se retiró sin dar una explicación o autorización, ellos automáticamente se movieron para obedecer. Incluso Xien sabía que su autoridad yacía, en verdad, en alguna parte muy por debajo de la de Lang.

Tal vez la de cada humano lo estaba.

Niles Obstat intentó subirse al transbordador espacial, para apagar las medidas preventivas y el mecanismo de interferencia de modo que el SDF-3 pudiera hacer contacto con el grupo de superficie, pero el transbordador se negó a abrirse, sin importar lo que él intentó.

Lang ya estaba corriendo hacia su sanctasanctórum cuba cerca de Ingeniería cuando oyó al sistema de altavoces parlotear sobre la apertura no autorizada de una esclusa de aire y la llegada de un Alpha. Él estaba demasiado ocupado pensando en otras cosas para maldecir, pero sus labios se curvaron un poco en una sonrisa fría. Nichols el ciber-maestro; ¡qué oponente inesperadamente apreciable!

Louie emergió del VT para encontrar a las personas esperándolo, luciendo como las víctimas de alguna plaga psíquica: aturdidas y desenfocadas, no seguras de en quién o qué confiar, menos de sus propios sentidos. Al menos Xien y Niles Obstat reunieron la determinación para confrontar a Louie y tratar de intervenir.

Louie los barrió con su mirada oscura y de anteojos. "No puedo explicarlo; síganme si quieren. Lang debe ser detenido."

Xien caminó en su dirección. "El Almirante Hunter no ha dado ninguna orden."

"Los Hunter y el resto están bien, creo. Pregúnteles usted mismo."

Louie había avistado dónde el transbordador abandonada de Lang estaba descuidadamente estacionado. Los miembros de la tripulación estaban balanceando una unidad de corte para trabajo pesado en el lugar para forzar la entrada. A la mirada de Louie, varios sensores cercanos registraron un cambio, y alguien desde el TIC reportó que la interferencia había cesado.

La boca de Xien se convirtió en una línea delgada y resuelta, y sacó su pistola, apuntándola sobre Louie. "Usted queda detenido hasta que el almirante diga lo contrario."

Él acababa de voltearse para alistar un pequeño destacamento de seguridad para llevar a Louie a la superficie, cuando todos oyeron el rechinar de mecha.

Por todo el hangar las máquinas de guerra se estaban moviendo, mechamorfoseándose, levantándose como monstruos de cuento de hadas que se despertaban. Xien fue movido hacia atrás por la mano cuidadosa de un Guardián, ileso pero inútil para interferir. El presunto pequeño destacamento de seguridad se encontró a sí mismo acorralado por un Battloid y el único Destroid de segunda generación en funcionamiento de a bordo. Similarmente, otro personal se apartó del camino de Louie o fue apartado de él.

Louie mostró algo de deleite asolado cuando tres figuras de pie salieron desde las sombras para observarlo. Strucker, Shi-Ling, y Stirson tenían que mantener su concentración con tantos mecha para controlar a remoto.

"Manténganlos a todos aquí," Louie ordenó a sus hombres. "Lo mismo va para los Hunter y el resto."

"Escucha, tú nos necesitas contigo," Shi-Ling empezó.

"Uh uh; tengo el número de Lang, pero él acaba de quemarlos."

Las personas desconectadas presentes oyeron las tocatas y los rondós de los datos sólo como sonidos débiles desde los tableros de control y las computadoras. Para Louie y sus discípulos eso era una sinfonía y un show de luces que los rodeó y validó la aserción de Louie con pruebas sólidas: Sólo él, con sus aumentos, podía esperar sobrevivir a un choque con Lang. Stirson concedió, "Entendemos. Aniquílalo, hombre."

Louie se puso en camino. Él nunca supo si él encontró los corredores vacíos por alguna acción de Lang o a causa de la Regis o mera coincidencia. Él fue a buscar el sanctasanctórum de Lang para hallar la pesada escotilla del módulo bóveda blindado colgando abierta.

Emil Lang estaba balanceándose en un taburete en el interior, contemplando el aparato tomado tanto tiempo atrás de los cuarteles de Zor. Ahora aquel estaba radiante con Protocultura.

Lang habló casualmente, sin mirarlo. "Pienso que encontrará esto interesante, Doctor. Entre."

Louie se encogió de hombros fuera de su chaqueta. Donde su cuello vuelto de color negro estaba rasgado, la tecnología de los biónicos y chip que se había convertido en parte de su cuerpo podía ser vista, junto con el ciber-puerto detrás de su cuello.

Lang lo miró. "No se asuste; es demasiado tarde para que usted me haga algún daño, por lo que yo no tengo necesidad de dañarlo." Louie no estaba listo para apostar dinero a eso aún, pero era cierto que Lang estaba en su propio campo de juego. Oh, quizá había algo que Louie podía hacer sobre los servos de la puerta o los dispositivos de luz convencional, pero todo lo que tenía alguna significación era la Protocultura, y Lang ya había probado quien era el vencedor en esa particular arena.

Louie engulló pero entró. ¿Qué más hay para hacer? "Doctor, mire: sé lo que está pensando, pero usted no puede controlar a los Formadores. ¿Recuerde lo que le sucedió a Zand?"

La voz de Lang interrumpió. "¡Tú impertinente ciborg Pinocho! ¿Crees que te has elevado tan alto que puedes mirarme desde lo alto de ese modo?"

"Eso no fue lo que quise decir."

Lang lo miró y de mala gana le creyó. "Doctor Nichols, si lo que estamos observando fuese permitido ocurrir -si en realidad, el espacio-tiempo fuera atraído dentro del nuevo-espacio y el todo se reformase por los lineamientos escogidos por la Regis- creo que su algo no ortodoxo intelecto y talentos harían de usted el nuevo modelo para la naturaleza de la Protocultura. Y no encuentro que eso sea una cosa fácil de conceder."

Louie tragó. "Yo sólo-"

"Por favor. Permítame terminar. Tan gloriosa una cosa como ese nuevo universo debería ser -ese principio fresco, esa corrección brillante, tal vez, de todo eso que le ha pasado a nuestro viejo universo hay mucho que inevitablemente llegará a su fin. Quizá la mayor parte de, o virtualmente todo, todo lo que hemos conocido."

"¡Yo no celebro el mal o el dolor, oh, no! Pero todo lo que ha sucedido significa algo, tal vez dé alguna validez irreductible a la existencia misma. O quizá la lucha de la evolución contra la entropía, de la fermentación contra la mera igualdad."

"Y yo encuentro que no puedo dejar morir al pasado, por todos sus defectos. Hay demasiadas cosas preciosas en nuestro espacio-tiempo, preservadas en ámbar, por decirlo así. No las dejaré perecer."

Louie se preguntó si él tendría la fortaleza para torcer ese prolongado control alrededor de su eje, blandirlo contra la cabeza de Lang, acertar en el primer disparo. "Usted no puede hacer nada de eso tratando de controlar a los Formadores, Doctor. Zand lo comprobó."

Lang se desplazó para cambiar un dial. La consola brilló más intensamente y cantó más gloriosamente. "Lo sé. Lo que haré es combinarme con ellos. Ellos, también, están alcanzando el final de un vasto ciclo.

"No es que yo sea de alguna significación, pero tal vez yo pueda ser como un insignificante copo de nieve que determina en que modo el alud caerá. En todo caso, yo no lo sabré, como Emil Lang no existiré nunca más."

Louie había tenido en cuenta el cambio de la posición de Lang y ahora cobró fuerza. Pero Lang se deshizo de él levantándose, y Louie notó por primera vez que algo verdaderamente nuevo había sido añadido al aparato de Zor: un par de juegos de agarraderas de bronce tal vez a un metro apartados de la consola.

Lang sonrió repentinamente, sus ojos negros y todo pupilas destellando claramente. "No hay nadie más elegible para el trabajo, así que yo tengo que probar, por lo menos. ¿No me desearás buena suerte... Louie?"

Louie quedó inmóvil y se halló respondiendo, "Lo deseo, Emil. Le deseo buena suerte."

Él se movió con toda la velocidad que él pudo reunir pero se detuvo precisamente antes de que estuviera al alcance de la mano. La barra de control fue olvidada, la pelea olvidada. Louie Nichols se halló guiado por una simple intuición -nada que ver con los Formadores o psíquica sino sólo el sentimiento de que el hombre había dicho la verdad.

"Le deseo buena suerte."

"Gracias, Louie. Adiós."

Lang se levantó pausadamente y asió ambas agarraderas. Una luz como el comienzo del universo llenó el módulo bóveda, y Louie sintió como si todos los vientos del tiempo estuviesen soplando a través de su cerebro, algo tan sinfónico y grandioso y terrible que él evadió percibiéndolos.

Él fue lanzado hacia atrás por el aire, por la puerta de la bóveda, cuando la luz se expandió.