Capítulo 24
No está de más indicar, tal vez, en vista de las revueltas en ese particular período del Eon Lanack. Pero la verdad es que a pesar de las laboriosas, hasta estrictas, investigaciones realizadas por los Ancianos y sus sirvientes, nadie pareció alguna vez estar seguro en cuanto a de dónde vino exactamente Zor. Sabemos que, como tantos otros nacidos durante esa era (en cuanto a eso, como muchos nacidos antes y después de ella y muchos nacidos en otras razas en otros planetas), él fue criado en una serie de instalaciones de cuidado del gobierno y cosas por el estilo desde el momento en que él fue muy joven.
Pero ningún registro de su nacimiento o de su origen preciso pudo ser encontrado. Esto frustró a los Ancianos, quienes deseaban analizar y duplicar los secretos de su genio y afinidades extraordinarias, más allá de las palabras.
Cabell, Zor y la Gran Transición
Ella a menudo había irrumpido en fortalezas enemigas o ciudades objetivo, arrasando edificios o abriéndose camino entre fortificaciones defensivas.
Pero ahora Kazianna Hesh se movía suavemente y cuidadosamente a través de los viejos y venerables árboles en el planeta que había aparecido de ninguna parte. Su enemigo había escogido no revelarse todavía, y la cautela era justificada.
Rick Hunter había asignado a los Zentraedi para despejar caminos y hacerlos accesibles a sus moles en mechas; los humanos y los Sentinels estaban abriéndose paso a través de la densa vegetación, y unos cuantos motociclistas en sus Cyclones avanzaban por los senderos y cauces más anchos. Periódicamente, ella oía a Jack Baker y a Rick Hunter tratando de contactar al Sargento Dante o a Gnea en su frecuencia táctica, pero no había ninguna respuesta.
Como Angelo, ella trataba de mantener su mente en su trabajo pero se encontraba distraída. Parecía que su equipo también lo estaba; ella les dijo bruscamente que se mantengan alerta.
¿Qué había en cuanto al lugar? Ella había esperado tener a Drannin y al problema con los niños en su mente, había reconocido que ella tendría que asegurarse de mantener concentración total. Pero ella no había esperado lo que estaba sintiendo, lo que se mantenía dando vueltas en su mente.
Breetai, oh, mi Breetai. . .
El rostro de él estaba allí frente a ella, sus brazos fantasmales alrededor de ella; su beso pesando sobre sus labios.
¡Detente! ¡Tú eres la líder de guerra de las Quadronos! Pero no tuvo ningún valor castigarse a sí misma. Un momento más tarde los recuerdos estaban allí frente a ella de nuevo, como si ella no se hubiese afligido y luchado por enmendar su vida.
Breetai, mi señor y mi amor. . . ¿Qué había en cuanto al lugar?
Kazianna vio el cielo reflejado en su casco -el rostro aturdido y dada cuenta como si distante de aquello, ella se había detenido en el avance, de pie, oscilando, en un surco de árboles cuyas puntas estaban a la par con la parte superior del traje potenciado. Una hoja con la forma de un cometa se desprendió de una rama, meneándose hacia abajo.
Pero sólo estaba su cuerpo allí. Kazianna Hesh estaba a años y años luz de distancia.
***
Fue su primer gran batalla, un aterrizaje de asalto en una fortaleza estratégica Invid en el helado Tawkhan, y todo había salido mal: más Invid de lo que alguien había proyectado, el veloz despliegue desde el salto transposicional desesperadamente enredado, la nave insignia de Lord Dolza faltante y tal vez perdida.
Kazianna estaba inmovilizada con lo que quedaba de su batallón -su batallón, porque todos los oficiales superiores habían caído ante las oleadas de los Invid. Scouts, Shock Troopers, y Naves Pincer, parecían brotar de la tierra, una horda para cada individuo que el enorme poder de fuego Zentraedi reducía a cenizas.
Los recursos de un sector entero habían sido puestos en orden. Más allá de la atmósfera un total de casi un cuarto de millón de naves de todas las clases seguían trabajando asiduamente una en otra. Estaban a rango a quemarropa virtual para un combate espacial; Kazianna y las otras tropas terrestres pudieron buscar escasa ayuda de aquel cuarto. Aún en el lado con luz de día del planeta, los estallidos incandescentes brillaban con fuerza, a gran distancia arriba.
Los gigantes nunca habían tenido música propia; los Maestros Robotech habían reservado las letras de las Musas y del Arpa Cósmica para ellos mismos y sus triunviratos clones, sin embargo ¡cómo cantó la sangre en las venas de los Zentraedi aquel día! Estimulados por las tradiciones de eones de antigüedad y el honor que Exedore les había enseñado, ellos se lanzaron sobre los Invid con toda el alma.
Esto era para lo que los Zentraedi habían nacido. Ellos seguían su imperativa.
Las naves transportes en forma de ostra de los Invid empañaban el cielo. El planeta entero era un escenario de guerra. Los ejércitos enteros estaban lanzándose unos contra los otros como si fueran meras compañías. Cerca, ocho millones de Zentraedi afanosamente trabados en combate mortal con más de veinte millones de Invid.
Battlepods idos morro contra morro con Shock Troopers, las armas vomitando muerte. Los trajes armadura potenciados trabados en combate aéreo, luchaban como infantería, y hasta se enrollaban y se hacían pedazos con el enemigo mano a mano. Allí había ataques masivos de unidades enteras, enfrentados con igual o mayor número de apiñados Invid.
El combate calentó la atmósfera del mismo Tawkhan. Las explosiones y las descargas de energía abrieron grietas y destrozaron los glaciares; los asaltos submarinos hicieron bullir el mar; rayos de puro poder fundieron mantos grandes de hielo y ocasionaron aludes inmensos. A través de todo el planeta la contienda armada rabió en humo denso y lluvia.
Las prodigiosas andanadas despertaron el resentimiento del propio Tawkhan, estremeciendo su estructura terrestre. Los volcanes explotaron a la vida, y las fisuras vertieron lava hacia arriba a través del manto de hielo y del lecho del mar. Los terremotos aplastaron o tragaron a los Invid y a los Zentraedi por igual. Lodo y agua recalentada llovió. Las inundaciones barrieron con los mecha como trocitos de paja.
A través de todo ello, la unidad de Kazianna se abrió paso hacia el corazón mismo de la colmena central del enemigo, un ataque de penetración temerario para terminar la campaña con un golpe efectivo. Pero ella se topó con una falla, y lo que quedaba de su unidad estaba a punto de ser totalmente aniquilado.
Kazianna se preparó para luchar cuerpo a cuerpo desarmada con un Shock Trooper; sus armas estaban agotadas. Entonces el Trooper desapareció, quemado por la mitad, las mitades separándose y cayendo en direcciones opuestas. Aturdida, Kazianna Hesh miró más allá de donde había ocurrido. Allí estaba parado el gran Breetai, un dios de la guerra metálico en su traje ceremonial y personal de batalla, un rifle tan grande como una pieza de artillería terrestre humeante en sus puños con guantes de manopla.
Detrás de él llegó una agrupación de fuerzas especiales de primera, diez divisiones de las tropas elites, para acometer contra el propio cerebro del enemigo. Kazianna se enteró más tarde que su propia fuerza de asalto había sido una maniobra fingida, dirigiendo la atención del Invid lejos del ataque sorpresivo de Breetai. En momentos la coalición especial de computadoras vivientes que dirigían a los Invid en Tawkhan -los pilares de la red cerebral oculta en sus cubas- serían destruidas en una contienda apocalíptica con los soldados de infantería y mecha invasores.
En ese segundo, sin embargo, todo lo que Kazianna Hesh vio fue a Breetai, caminando a zancadas su dominio personal -el dominio de la batalla- como un ídolo que cobró vida. El más ilustre y exitoso de los comandantes de campo de Dolza y, además de ser el más antiguo, el más grande y fuerte de toda la raza Zentraedi.
Era una herejía pensar esto, pero a Kazianna no le importó: Él parecía un ser superior, una criatura superior a los otro Zentraedi e incluso a los Maestros Robotech.
Pero el culto no era mutuo; Breetai todavía estaba dirigiendo su incursión y apenas le dio una mirada. "¡Usted! ¡Consolide su unidad y esté alerta!"
Luego se marchó, y ella se apresuró a obedecer. Los géneros usualmente estaban estrictamente separados entre los Zentraedi, donde ni el amor físico ni el nacimiento natural eran conocidos; sólo la oportunidad de la campaña de Tawkhan los había juntado casualmente.
Por eso, Kazianna Hesh no pudo comprender lo que estaba sucediendo con ella -¿por qué su voz y su apariencia la obsesionaban tanto? ¿Era aquello locura?
***
Ella lo estudió y lo admiró desde lejos, a lo largo de una era de conflictos y conquistas. Lo más cerca que ella estuvo de él fue cuando él presidió una ceremonia de condecoración para Miriya Parino. Kazianna estuvo a sólo unos cuantos pasos de distancia, un comandante de compañía por entonces. Breetai ni siquiera le regaló una mirada.
Para entonces él llevaba puesto la placa de aleación en la mitad de su cabeza a causa de sus heridas terribles, sufridas cuando Zor fue asesinado. Pero para ella eso sólo le daba una apariencia más imperial. En aquellos días el aprovisionamiento de Protocultura estaba menguando, la guerra extendida por la galaxia quedándose sin cuerda como un reloj al igual que las infraestructuras y los recursos de ambos lados declinaban. La misión central de los Maestros Robotech, y por ende de los Zentraedi, era encontrar la fortaleza super dimensional desaparecida de Zor y la última matriz existente de Protocultura.
Por fin llegó el final de una época, cuando la belleza terrible de la voz de Minmei, junto con las emociones humanas, desató el Armagedón sobre los Zentraedi. Las glorias de su historia resultaron ser un trama de mentiras confeccionadas por los Maestros Robotech. Kazianna y el resto eran un puñado lastimoso de sobrevivientes.
Pero para ella, algo en las emociones humanas había despertado sentimientos latentes. Para Kazianna, el ejemplo de Miriya Parino y su amor por Max Sterling señalaba el camino hacia un pensamiento aún más audaz. ¿Si los Zentraedi podían amar a los humanos, por qué los Zentraedi no podrían amar a los Zentraedi?
En la humilde casa en Fantoma donde Breetai había morado como un simple minero una era atrás, ella fue hacia él. Y esta vez ella no le permitió ignorarla.
Cuando la muerte se lo arrebató a ella en combate, ella estaba cerca y lo vio sacrificar su vida para asesinar al Regente, el fin de la guerra. Hubieron bobalicones que juzgaron el tamaño relativo de los combatientes -Breetai casi tres veces la altura del Regente- y se asombraron de que Breetai no haya vencido completamente. Ellos no comprendieron el poder sorprendente que el monarca Invid tenía para entonces, la fortaleza más allá del mero tamaño -o de los efectos debilitantes de la voz de Minmei, transmitiendo su tormento, forzada sobre Breetai por el malévolo Edwards.
Kazianna desechó a todos los tontos. Lo que Breetai había hecho con su aliento moribundo, nadie más que haya vivido alguna vez lo pudo haber hecho. Él murió en un combate victorioso, la mayor satisfacción Zentraedi.
Viéndolo perecer en una explosión como el nacimiento de una estrella, ella había llorado por primera vez en su vida.
***
"¿Ocurre algo malo, Comandante?"
La voz del segundo comandante de Kazianna la despertó del ensueño, y ella se dio cuenta que apenas un instante había pasado. La hoja en forma de cometa que caía remolineando había caído más allá de su rostro aturdido.
"Negativo. Reasuman rastrillaje."
Pero algo en el planeta debió haber estado sondeando sus pensamientos, escudriñando sus recuerdos. Si era maligno, ella se propuso destruirlo, pero por el momento ella casi se sentía agradecida por haber tenido a Breetai de regreso nuevamente aunque durante unos cuantos segundos.
Entonces el ensueño fue borrado por un estallido de estática. "¡Todas las unidades, todas las unidades! ¡Mantengan posición! ¡Ha regresado!"
***
"Específicamente le dije al oficial de puente que no le informare a usted a menos que usted preguntase por los niños," Segundo dijo. "Estoy consciente de que usted se está encargando de otras crisis."
"Entendido, Doctor," Lisa agradeció brevemente. Aún por la pantalla del intercomunicador él pudo ver la tensión en su rostro. "¿Cuál es su evaluación?"
El pediatra se hizo a un lado y dejó que el dispositivo captador haga foco en Roy, Drannin, y los otros niños. Una vez más ellos estaban sentados en su círculo desigual, los normes niños Zentraedi al lado de los humanos.
Pero no había dudas sobre su canto ahora. 'Au-ro-ra, Au-ro-ra, Au-ro-ra. . .'
Aurora era la psico-niña, el hada de crecimiento acelerado, la que se comunicaba a través de distancias interestelares. Lisa siempre había estado segura de que ella sería capaz de mantener los asuntos de una madre agitada separados de las preocupaciones de un oficial de la nave, pero ahora ella estaba menos segura.
"No creo que esto sea una disfunción mental o una aberración del comportamiento en el sentido tradicional," Segundo estaba diciendo. "Creo que son racionales pero que están respondiendo de una manera que no comprendemos a una dificultad o necesidad que no podemos percibir."
En el puente, Lisa oyó a personas conferenciando detrás de ella; la operación de búsqueda o algo estaba cumplida. "Infórmeme de cualquier cambio, Doctor."
Ella se volvió hacia Raúl Forsythe. "Han encontrado a Gnea y Dante," él dijo.
***
En alguna parte muy lejos, Minmei estaba cantando, la cabeza de él en la falda de ella, la mano de ella acariciando la ceja de él. Rem lo sabía, como él sabía que las tibias lágrimas de ella estaban chapoteando en su mejilla, pero eso ocurría en algún otro universo. . .
En Haydon IV, Zor no veía ninguna contradicción a lo que él ya había aprendido, sin embargo Vard todavía no había alcanzado el mismo nivel de esclarecimiento. Materia viviente, materia inorgánica, máquina, Protocultura -todos estaban unidos por ciertos fundamentos. Las piedras basales de la Creación no tenían nada que ver con el quantum no más de lo que ellos tenían que ver con la savia de la planta.
La comprensión clave era que el universo era el resultado de la interacción de pura información. Información organizada de una manera que era tan sutil, penetrante en todo, y elegante que al fin y al cabo todos los hombres sabios, místicos, y científicos no la habían comprendido.
No era una nota estremeciente, entonces, para Zor, ver aquel hecho manifestado en la forma de un planeta artificial.
La expedición a Haydon IV tuvo que ser pospuesta dos veces mientras Zor mostraba su obediencia aparente a los Maestros y hacía preparativos secretos. Para entonces él estaba bastante adelantado en su rebelión silenciosa.
Los Maestros, embriagados con el poder de la Protocultura, eran tan arrogantes, estaban tan seguros de su dominio sobre él. ¿Qué mejor manera de combatirlos que alimentar esos monstruosos egos? Ellos entendían sobre la Protocultura no más de lo que un niño conocía de un arma de energía, que podía ser hallada y blandida.
Pero ahora finalmente él había venido a Haydon IV en su fortaleza super dimensional, viendo que los reconocimientos preliminares no habían exagerado su belleza, su magnificencia. En los propios apremios de él y de los temores ocultos de ellos, los Maestros Robotech no esperaban que el mundo artefacto recibiese ninguna visita de sus gigantes Zentraedi; había algo sobre su Conciencia historiada que hacía a los Ancianos ser precavidos. Haydon IV les rindió tributo a ellos de su riqueza aparentemente infinita y atendió sus propios y enigmáticos asuntos.
El Invid, por sus propias razones, nunca hizo al planeta un objetivo militar. Quizá ellos lo vieron como un botín demasiado apetecible para dañarlo. O tal vez ellos habían oído las historias intimidantes de cómo el planeta negociaba con los invasores.
Zor fue bienvenido en la superficie por los habitantes de Haydon IV con el tipo de cortesía distante por la cual ellos eran famosos. Y aún así él sentía el intenso escudriñamiento de ellos. Las confusiones y nebulosidades mentales que plagaban al equipo de reconocimiento no eran ninguna obstrucción para Zor; donde otros habían perdido a la vaga presencia y a la importancia central de la Conciencia, él había estado armonizado con ello desde el principio.
En cuanto a ganar en realidad acceso a la Conciencia, eso parecía cierta parábola absurda. Donde los Haydonitas habían regresado todas las preguntas y a todos los viajeros antes, ellos simplemente lo miraron. Puesto de cara a una compuerta estupenda que bloqueaba su camino hacia los niveles inferiores del planeta, él extrajo por costumbre un puñado de pétalos secos de la Flor de la bolsita que él llevaba en su cinturón.
Él masticaba los pétalos y las hojas frecuentemente ahora -se supone que su cuerpo era adicto a ellos, no obstante el verdadero antojo no provenía de alguna necesidad física. Al probar la pequeña mascada; él se sintió sondeado por rayos sensores. Un momento más tarde la puerta titánica rodó hacia un lado.
Los Haydonitas que se habían congregado alrededor de él y lo mantenían bajo vigilancia desde su llegada no fueron más allá de la entrada, tampoco se le permitió que lo acompañara el fiel Vard. Zor ingresó a las profundidades sólo.
Él avanzó hacia abajo por el laberíntico mundo inferior, llevado por él y aceptando los caminos que el mundo abría para él. Finalmente él ingresó calmadamente y sin prisa dentro de la profunda tecno-caverna en donde la Conciencia aguardaba.
Era una confusión de líneas de neón en configuraciones extrañas, una cosa del tamaño de un crucero. Para cuando él entró en su presencia física, él la conocía bastante bien.
Cuando ahora él le dirigió la palabra, sin embargo, la Conciencia se negó a responder. Él tenía la sensación de que ella estaba esperando alguna prueba final, cierta buena fe, antes de bajar sus últimas defensas con él.
Zor metió la mano en un bolsillo y extrajo un objeto que él había preparado al cabo de una larga y dura ponderación. Era una joya artificial, alimentada del poder de la Protocultura, concebida de sus estudios de ambos los dzentile Haydonitas y -aún más importante- de las piedras preciosas orgánicas exhibidas por la Regis cuando ella había asumido la forma humanoide.
Zor alzó la joya hasta su frente en auto-coronación. Una carga bio-adhesiva la aseguró allí. Él indujo un comando, y un rayo brotó para golpear el soporte resplandeciente de la Conciencia.
Hubo el silencio ominoso de un momento. Entonces millones de centelleantes notas saltaron de la Conciencia, el trabajo físico pareció eliminarse, y ella abrió su diálogo fatal con Zor.