Capítulo 22

La supervivencia reconoce y premia a cualquier cosa que sustente la vida, y aquí había una innegable prueba de eso. No importa cuan nociva su característica central, eso mismo probó tener un valor riguroso en lo que los Terrícolas llaman términos Darwinianos -aún una dificultad formidable funcional.

El Triunvirato Escriba de Aholt, Ulla, y Tussas, Sólo Ánimo: Una Historia de los Ancianos Robotech

La muerte, su enemigo incansable, los había arrinconado finalmente.

Ella los había perseguido por una era, desde entonces ellos habían soltado las ataduras de la duración de una vida mortal y recibido comunión profana con la Protocultura que un cándido Zor había traído a casa para ellos desde las estrellas. La muerte era el lado oscuro inevitable de la oferta que ellos hicieron, inmediatamente, por la vida eterna. No sólo longevidad sino inmortalidad; cualquier cosa menor -años prolongados temiendo el final- era sólo un único tormento.

Para los Ancianos Robotech, la muerte se había convertido en el mayor de los miedos, en cierta forma una Singularidad de miedo.

Observando la zambullida de la nave esfera dentro de la Estrella de Ranaath, de algún modo sobreviviendo al remolino mortal del creciente disco, la aniquilación total del horizonte de evento, los Ancianos Robotech se habían estremecido ante el riesgo que sus pasajeros y tripulación estaban corriendo. ¡Pequeñas y tontas subcriaturas, tan imprudentes con sus breves vidas!

Los Ancianos se sentaron desesperanzados, aun su conversación telepática callada, en su círculo habitual. Ellos se dispusieron en su triunvirato por hábito -por reflejo, ahora. Entre ellos estaba su casquete de Protocultura oscurecido, una consola en forma de hongo con instrumentos de tres metros transversalmente, un remedo odioso de su antigua gloria.

Tiempo atrás eso había sometido a mundos por voluntad de ellos. En los años desde que los Ancianos habían huido de Tirol -con la llegada del SDF-3- eso los había mantenido vivos, apenas, mediante su remanente de poder. Con la desaparición de toda la Protocultura en la Elevación de la raza Invid, el casquete había muerto, se había convertido en nada más que un artefacto consumido.

Su nave era un prototipo pequeño en el cual un triunvirato Científico había estado trabajando cuando el asalto Invid había alcanzado finalmente Tirol. La nave era considerablemente más pequeña que las naves de asalto que otrora habían transportado a los colosales Bioroids de los Maestros Robotech al combate, más pequeña que los impulsores triples que sus gigantes Zentraedi habían volado en batalla en una era ahora desaparecida para siempre.

Ellos habían languidecido en eso por años con poco para contemplar sino uno a otro, cada uno odiando a los otros y sin embargo incapaz de sobrevivir sin ellos.

Algunos de los sistemas de la nave habían sido alterados en el transcurso de los años intermedios para seguir funcionando con fuentes de potencia más convencionales. Así, aquello todavía podía proveer soporte de vida y tenía capacidad de maniobra marginal. Pero nada podía dar potencia al casquete excepto la Protocultura misma; después de todo este tiempo los Ancianos lucían la muerte en el rostro como ellos nunca la lucieron desde aquel primer y transformador paladeo de la Esencia de la Flor de la Vida, hace mucho tiempo atrás.

El SDF-3 había aparecido primeramente cerca de Tirol para establecer contacto con ellos, para buscar la paz, pero los Ancianos nunca habían considerado en realidad aquella idea seriamente; ellos habían presumido que eran sus antiguos guerreros-esclavos Zentraedi que volvieron a casa para la venganza final. Además, cuando el SDF-3 se destransposicionó, la luna de Fantoma ya estaba bajo el ataque genocida de las fuerzas del Regente Invid.

Aterrorizados como lo estaban de abandonar su trono de poder, ávidos de la Protocultura que los ejércitos en guerra llevaban, los Ancianos habían huido. Existía un gran riesgo de muerte en Tirol, y su miedo al olvido pesó más que cualquier otro impulso.

Enterados de las intenciones verdaderas de la REF, los Ancianos todavía evadían cualquier contacto. Maestros del engaño y la traición, ellos eran incapaces de confiar en alguien más.

Su pequeña nave prototipo, con su unidad impulsora superluminal, había hecho unas cuantas capturas de planetas a través de los años (desde que los Ancianos no se atrevían a mostrar sus caras cerca de ninguno de los mundos del avanzado Grupo Local que ellos, tiempo atrás, habían dominado, por supuesto). Allí existían especies suficientemente organizadas y dominables para ser de cierta ayuda menor -retroadecuando la nave bajo la superintendencia de los Ancianos, instalando sistemas de potencia convencionales para minimizar el agotamiento de su provisión de Protocultura.

Pero el mero acto de dominar una población consumía Protocultura a una tasa angustiosa, y los Ancianos temían ser detectados por sus súbditos anteriores, que estaban de excursión entre las estrellas por su cuenta. Más que nada, sin embargo, los últimos Maestros Robotech codiciaban vehementemente el retorno a su poder anterior.

Para eso, ellos necesitaban clones, guerreros, el irresistible poder de la Robotecnología, pero sobre todo, ellos necesitaban los secretos que habían muerto con Zor. Así que ellos despegaron hacia el espacio de nuevo, alimentándose de la amargura y el resentimiento del universo. Ellos eran los vigilantes invisibles de las luchas de los Sentinels contra el Invid, los observadores ocultos del conflicto que casi había consumido al Grupo Local como un agujero negro.

Ellos buscaron su ventaja a cada paso, pero los eventos los desafiaron. Entonces la transubstanciación del Invid arrebató su última reserva atesorada de Protocultura como un torbellino. Debilitados, enfermos como los adictos con síndrome de abstinencia, ellos parecían sus propios fantasmas. Los Ancianos asidos a la vida con un solo propósito, alimentarse de su propia rapacidad -el antojo obstinado de dominar. Ellos se convirtieron en sus propios y peores atormentadores.

Finalmente, cuando ellos espiaban el drama representado alrededor de Haydon IV y de la Estrella de Ranaath, sintieron lo último de su fuerza de vida disminuir.

Ellos no tenían idea de cómo el planeta había asumido su forma, o la había mantenido, sin que las fuerzas de gravedad lo deformasen y distorsionasen. La sola idea de dos medias esferas del tamaño del abierto Haydon IV era insostenible para cualquiera de los físicos que los Ancianos conocían.

Pero eso era algo para las categorías inferiores -triunviratos Científicos y semejantes- sobre lo cual preguntarse. La tarea de los Maestros era gobernar.

Nimuul, el Primero entre ellos, apenas pudo alzar su barbilla de su pecho al sentarse arrellanado en su silla similar a un trono. Todavía, cuando se las arregló para levantar su cabeza un poco, su cara lucía la furiosa y llameante mirada que era la única expresión de los Ancianos. Era una cara afinada y de nariz aguileña, con pómulos angulosos debajo de los cuales había pliegues de piel semejantes a cicatrices indicativas de cicatrices tribales. Su cabeza estaba desnuda, pero linda, cabello azul lacio creciendo de los lados y de la parte posterior de su cabeza cayendo hasta sus hombros.

La lucha de Nimuul para formar palabras fue aún más dura que su esfuerzo para levantar su cabeza, pero él escogió la palabra hablada sobre la comunicación telepática porque sólo un goteo de su poder mental permanecía. "Nosotros. . . debemos. . . darnos a conocer. A la. . . Conciencia."

Hepsis, de cabello color plata, estaba agitado en su silla de respaldo alto. Sus dedos delgados y sin uñas temblaban débilmente en su brazo. Pero después de un gruñido él, también, produjo sonido. "¡No! El. . . riesgo. . ."

El tercero, Fallagar, era el más debilitado por la prolongada y penosa experiencia. Parecía que él podía sentir a la muerte frente a él, lista para llevarse a su mente y a su personalidad a la no-existencia como una mota de polvo. Su terror le daba la fortaleza para formar las palabras en voz alta. "Nuestra última oportunidad."

Él radiaba ondas de impotente rabia y miedo que hasta un no sensitivo habría percibido. No era posible decir lo que la Conciencia del planeta podría hacer en su estado maltrecho y alterado por el virus una vez que ellos bajasen sus escudos mentales y revelasen su presencia -suponiendo que ellos pudieran despertarla de su sueño. Pero no había otra opción.

Ellos estuvieron de acuerdo. Bajaron sus escudos cautelosamente, cada uno asegurándose que ninguno de los otros lo traicionase, lo dejase expuesto mientras se escudaban detrás de la cubierta psíquica. Con un intensificado sentido, ellos percibieron a la Conciencia, suspendida no tan lejos en el espacio, como un pequeño frío satélite artificial de energía mental.

Aun en el apogeo de su poder los Ancianos se habían abstenido de sondear o tratar de alterar la Conciencia de Haydon IV. Eran contrarios a arriesgarse a sí mismos; la Conciencia era dócil y no presentaba ninguna amenaza aparente. Pero siempre, en los lugares más apartados de sus pensamientos interiores, Nimuul, Hepsis, y Fallagar habían albergado temores sobre la titánica fuerza mental residente en el núcleo del planeta artificial. Ciertamente no había ninguna razón para apiadarse de ellos; todo lo contrario.

Pero Nimuul manejó el asunto, "Déjenme. . . que hable por nosotros." Donde una vez había brillado como una nova, la fuerza mental de los Ancianos del triunvirato era un rayo tenue, como el resplandor de una nébula débil. Pero llevaba el mensaje de Nimuul: Somos los últimos de los Maestros Robotech. ¡Nosotros podemos guiarte hasta la Protocultura fresca!

Con eso, los tres se desplomaron, agotados, en sus sillas. Su respiración se hizo más lenta, comenzó a resonar.

Pero dentro de Haydon IV, algo se avivó.

El mensaje activó una subrutina profundamente anidada, la que habilitó una función que había estado totalmente inerte, y así fue no percibida, durante la épica ciber-ira de Louie Nichols. La mechamorfosis siempre había sido una característica cardinal de la Robotecnología, un reflejo de la Protocultura.

Los ciber-sistemas podían mechamorfosearse, también.

En lo profundo de Haydon IV, nuevas autopistas de datos vinieron a la existencia, circundando los bloqueos en las viejas. Qué había logrado la simple información, desatado un cambio físico, al menos parcialmente. Nuevas características topográficas -unas enormes- originadas en los componentes reorganizados.

La Conciencia se despertó, evaluó la situación, y actuó. El control y otros sistemas en la nave de los Ancianos alcanzaron su máxima potencia disponible. Sus propulsores de maniobra se encendieron, y la nave comenzó una aproximación a máximo empuje hacia Haydon IV mientras sus tres ocupantes sentían escabullirse la vida.

El planeta se transformó masivamente cuando la Conciencia ignoró todas las preguntas atemorizadas de sus habitantes. Los Haydonitas sobrevivientes retrocedieron, temerosos de interferir.

Al mismo tiempo que la nave se acercaba a Haydon IV, un tentáculo de aleación gigantesco tomó forma fuera de la maquinaria cambiante para emerger desde uno de los tubos fábrica extendidos. La Conciencia guió la nave al asimiento de una pinza especialmente diseñada. Fue envuelta, y el recinto fue presurizado.

La cerradura circular se abre en respuesta al comando no hablado de la Conciencia. Unidades remotas pululaban alrededor de los Ancianos, manteniéndolos en sus tronos, insertando tubos, sensores, actuadores. En segundos los Ancianos fueron embutidos en sistemas de soporte de vida, incrementándose sus signos vitales.

La Conciencia se dio cuenta al instante de que el triunvirato no podía ser mantenido con vida de esa manera por mucho tiempo. Ella apresuró sus esfuerzos para revivirlos.

De un depósito oculto en un rincón profundo, en lo profundo de sus extensiones internas, el planeta extrajo más o menos media docena de cilindros color púrpura como las berenjenas, de fondo redondo y extremadamente fríos. Eran los últimos de la manifestación limitada del fruto de la Flor de la Vida que el Regente Invid había cultivado en su colmena en Haydon IV. Eso había sido tiempo atrás durante su ocupación del planeta -antes de que los Sentinels lo destituyeran en una batalla catastrófica- y ahora estos pocos especímenes eran todo lo que quedaba.

No había Protocultura en ellos como tal, ciertamente, pero había algunos vestigios de la esencia de la Flor y de substancias emparentadas con aquellas de las cuales los Ancianos se alimentaron. En momentos, fluidos extraídos del fruto estaban fluyendo dentro de los cuerpos de los tres.

Ellos comenzaron a volver en sí. La Conciencia sabía que esta medida de emergencia no los podría mantendría por mucho tiempo; ella introdujo estimulantes, desatenta del choque a sus sistemas, y aguardó -ansiosamente- por algún signo de vida.

Los ojos de Nimuul parpadearon y se abrieron. Él no se sentía bien -en realidad, él sentía una rara desorientación- pero él sabía que la muerte se había retirado, al menos por el momento. Él vio al instante lo que había sucedido.

No negociaré contigo, Nimuul habló telepáticamente a la Conciencia. Sólo negociaré con tu maestro.

Para entonces Hepsis y Fallagar estaban despiertos, también, y el triunvirato se integró otra vez, todavía débil pero menos de lo que había estado en mucho tiempo.

Sólo hablaremos con Haydon.

Hubo un momento de silencio total alrededor de ellos, a través de la nave y del de sistema de soporte de vida, en el aire, y aparentemente a través del mismo planeta artificial. Luego los Ancianos sintieron vibraciones -físicas, psíquicas, extradimensionales- y Haydon IV comenzó a moverse de nuevo.

Los Haydonitas vieron, oyeron, y sintieron cambios en todo su alrededor. Ellos comenzaron a reunirse en lugares previamente designados y se prepararon en respuesta a las instrucciones de la Conciencia. El planeta cambió y se reconformó en su mechamorfosis más importante.

Los Ancianos, embutidos en sus tronos, se encontraron ya no en su nave; la misma había sido desmantelada alrededor de ellos. El casquete de la Protocultura fue arrancado, levantado directamente en el aire, por algún aparato de tamaño poco común que ellos vislumbraron sólo por un instante.

Los tronos estaban colocados en una línea, mirando en la misma dirección, en una plataforma circular que contenía el equipo que accionaba y controlaba su soporte de vida. Ese disco situado a su vez, ahora, en el medio de uno de los dispositivos de transporte Haydonita -lo que los humanos habían apodado "alfombras volantes."

La pinza debió haberlos traído de regreso a la superficie de Haydon IV. Al menos ellos se encontraron en la cima de una torre alta, aparentemente a un kilómetro y más en el aire. Cómo el planeta retenía su atmósfera y se abstenía de congelarse, ellos no lo sabían. Debajo de ellos el paisaje se levantaba y movía lentamente, chispeaba y se digería.

La alfombra se elevó lejos de la torre y voló sobre el terreno mechamorfoseante. Los Ancianos, sus cabellos flameando en el viento, eran mantenidos inmóviles por los soportes de vida agarrados en su sitio. Ellos pudieron ver otras alfombras, unas enormes cargadas con miles de Haydonitas, convergiendo.

Rayos de luz comenzaron a desprenderse de grietas en la superficie de Haydon IV, como si el paisaje Robotech fuese una cubierta de pintura rompiéndose sobre una bombilla de luz. Había reverberaciones profundas desde el corazón del planeta. Por primera vez desde su transformación mágica a Ancianos, los tres conocieron otra emoción además de la ira, el miedo, y la lujuria por conquistar y gobernar. Hasta en ellos, espíritus ahuecados por siglos de esclavitud de la Protocultura, el mar era el pavor a la magnitud de lo que estaba ocurriendo abajo.

Algo como una protuberancia asomó en el horizonte -inmensa aún a esa distancia y altura. Tenía forma curva, sugiriendo un domo ciclópeo aún más grande que las colmenas de los Invid. Pero la curva se cerraba, también, como si fuera una esfera.

Allí había más alfombras volantes, el total de la raza Haydonita restante reuniéndose para observar a su mundo llevar a cabo el propósito para el cual se le había dado forma mucho tiempo atrás. La alfombra de los Ancianos inició un descenso, doblando en ángulo hacia la curva en la superficie del planeta.

No era un domo sino más bien el extremo abierto de un tubo circular y curvo, como si un inimaginable cuerno de la abundancia se hubiese abierto camino desde el corazón del mundo. Había una oscuridad impenetrable dentro de él.

La alfombra de los Ancianos continuó el descenso mientras las alfombras de los Haydonitas se alineaban en filas en todo el rededor de la enorme abertura abajo como ángeles juntándose para un coro celestial. Los Ancianos forzaron contra su confinamiento inútilmente, luego desistieron.

Su alfombra fue la única en descender a la superficie del planeta. Se detuvo antes de la abertura profunda, pero no se podía decir cuan profunda; la escala de las cosas desechaba cualquier sentido normal de perspectiva.

Transcurrió un momento de silencio prolongado, excepto por el viento agitando los cabellos de los Maestros Robotech. Entonces, al mismo tiempo, una luz apareció muy abajo dentro del conducto de alguna fuente más allá de su curva, y los Haydonitas recogieron una única señal penetrante y tentativa, un gemido mental de éxtasis y temor sagrado.

La luz se hizo más brillante, y la señal más fuerte. Entonces de repente el brillo salió con ímpetu fuera de las fauces del magno conducto, y la señal de los Haydonitas se convirtió en un grito telepático a toda voz. Fue bueno que los Ancianos estuviesen conectados y cateterizados; ellos perdieron el control de sus funciones corporales.

La luz y el sonido se incrementaron hasta que el planeta se estremeció. Los vientos soplaron con violencia a través de la planicie Robotech, sin embargo las alfombras de los Haydonitas de alguna manera mantuvieron la posición.

Y, en lo profundo del alma de la luz, algo se movió.

Eso vino hacia ellos lentamente, sin prisa -suntuosamente. Nimuul, Hepsis, y Fallagar, permanecieron firmes, los ojos amenazando con saltar de sus cabezas, aguardaban hechizados.

El coro de Haydonitas se intensificaba como si fuese a llenar el universo a la vez que Haydon emergía de un sueño de eones.

***

"No puedes decirlo en serio," Exedore dijo, a pesar de que él conocía a Cabell lo suficiente para tener conciencia de que no existía ninguna otra posibilidad.

"Ve por tú mismo," el sabio lo retó, presentando las cápsulas de datos con un gesto ceremonioso. "He incluido las matemáticas." Desde que los dos habían regresado a Tiresia, habían estado ocupados las veinticuatro horas del día, analizando y cotejando sus observaciones de los eventos en la Estrella de Ranaath. Ahora Exedore alimentó las cápsulas en un proyector; sólo se necesitó una exploración superficial para mostrar que Cabell tenía razón, al menos desde el punto de vista de las implicaciones. La zambullida de la nave esfera dentro del agujero negro había revelado un nuevo mundo matemático, y una subfunción singular resaltaba evidentemente.

No sé porque no vimos esto antes, Exedore pensó, un signo seguro de que la función que él estaba buscando era valedera.

Exedore miró hacia atrás a Cabell pero señaló la ecuación en cuestión. "Esto implica ... ¡Anti-Protocultura!"

Cabell asentía con la cabeza casi cansadamente. "Estás en lo correcto, querido compañero; debimos habernos dado cuenta de ello mucho tiempo atrás. Es casi como si hubiésemos estado cegados a este lado de las matemáticas."

Por supuesto era trillado, científicamente, que cada partícula tenía su reflejo -una antipartícula transportando una carga eléctrica opuesta- y esos pares se aniquilarían mutuamente en una liberación suprema de energía siempre que se encontrasen mutuamente. Pero nadie había supuesto alguna vez la simetría del yin/yang extendida hasta este punto: una fuerza incorpórea complementaria a la Protocultura misma, una cuyos primeros vislumbres implicaban una destrucción mutua apocalíptica debido a que ambas nunca debían ser reunidas.

Exedore tomó aliento y asió una calculadora. "Supongo que sería mejor que pongamos manos a la obra, mi amigo. Hay mucho que aprender y no mucho tiempo para hacerlo."

Cabell todavía asentía con la cabeza. "Debemos penetrar este nuevo y aterrador secreto antes de que alguien más lo haga."