Capítulo 20

"Ahora, niños," yo oí a uno de los encargados del cuidado de los niños, decir en el micrófono, "¡dejen de ser tan destructivos!" Él giró hacia mí con la cara enrojecida y disculpándose, pero yo ya estaba pensando: Malditos niños, malditos niños... ¿Cuándo y dónde yo había oído eso antes?

Lisa Hayes, Recuerdos: El Viaje Perdido

Rem no necesitó las canciones de los clones para abrir su mente a lo que había sucedido una vez que Zor había dejado Optera con los especímenes de la Flor de la Vida que la Regis le había dado. Él supo de ambos, del registro histórico y de los recuerdos celulares, que él había evocado mientras trabajaba en el facsímil de la matriz de Lang que el Regente se había enterado de la infidelidad de su esposa, expuesto el engaño que Zor había perpetrado, y ordenado al destacamento de desembarco dejar el planeta.

Si bien el uso del engaño todavía estaba en boga entre los artificios de ese período, la orientación de la fuerza física contra otras formas de vida no lo estaba, y el destacamento de desembarco había asentido las demandas del esposo ultrajado y dejado el sistema Tzuptum al día siguiente. Pero en lugar de continuar con su grandioso viaje por el Cuadrante, ellos habían retornado casi inmediatamente a Tirol, donde Zor había descrito a los Ancianos las maravillas que podían encontrarse en Optera y les había mostrado por primera vez la Flor misteriosa que él había aceptado para beneficio de ellos.

Lo que había seguido para Zor fueron años y años de tediosa y frecuentemente solitaria experimentación con la Flor. Los Ancianos se habían complacido en aceptar su regalo, pero su desilusión era aparente. Ciertamente, la simbiosis Flor-Invid parecía ser un proceso merecedor de una investigación más amplia, pero eso fue el fin de ello. Los Ancianos carecían de la visión necesaria para ver cómo la Flor podría tener en alguna forma importancia duradera para la vida humana. Así que Zor había tratado de demostrar precisamente lo que podría ser logrado utilizando la bio-energía de la Flor y empleando el idioma que la Regis le había enseñado a él, él introdujo la Protocultura al Cuadrante.

Así comenzó la breve pero catastrófica era conocida como la Gran Transición: años de lucha interna barbárica que llevaron a la formación de los Maestros Robotech, el rápido redesarrollo de armas de terror y mecanismos de transposición espacial, el programa sangriento que anticipó los tempranos experimentos con clones, y finalmente, la reprogramación neural de los gigantes mineros Zentraedi.

Zor hacía mucho tiempo que había perdido el control de su descubrimiento y caído víctima de la compulsión que los Maestros habían puesto sobre él. Y esos mismos Maestros examinarían su retorno eventual a Optera, ya no como un tramposo o supuesto rey sino como un conquistador, un ladrón, y un destructor de mundos. . .

Rem lloraba en su habitación a bordo del SDF-3, recordando el infierno al que Optera había sido condenada por su padre-clon y a los millones de Zentraedi. El hurto de las Flores, la devastación de aquel planeta jardín, el traspasamiento de la noche a la mañana del Invid, la guerra que había rugido a través de la superficie de innumerables mundos...

Tan breve como dos años estándares de la Tierra atrás, Rem se había convencido de que replantando Optera -Nueva Praxis- él había de echo compensado algunas de las injusticias de Zor. Pero él comprendió ahora que él sólo había balanceado la mitad de la ecuación, que Las Flores prosperasen, pero sólo para satisfacer la demanda de los seres que las sembraban -para revelar la Protocultura.

La Compulsión seguía viva. Al fabricar la matriz Rem había ayudado a asestar sin embargo otro golpe contra los verdaderos guardianes de las Flores.

Él empezó a preguntarse qué había esperado lograr Zor enviando la matriz original a la Tierra. La mano de Zor había sido guiada por algo que él había aprendido en Haydon IV, Rem discernió todo eso. ¿Pero qué era lo que él había descubierto allí?

Alguna manera de rescatar a los Invid, tal vez, para compensar a la Reina-Madre que él había seducido.

Algún modo de balancear el otro lado; de la ecuación.

Rem se dio cuenta de que necesitaría la ayuda de Minmei una última vez para reflotar los recuerdos nucleicos de la pacífica rebelión de Zor contra los Maestros y de su encuentro crítico con el estado consciente artificial de Haydon IV, la Conciencia.

***

"Supongo que debemos estar agradecidos que ellos desensamblaran la cosa," Emilio Segundo, el pediatra de la nave, sugirió. Lisa lo miró de reojo, "¿'Desensamblaran,' Doctor? Yo diría que ellos la destruyeron."

Kazianna Hesh emitió un sonido grave y gruñiente que hizo vibrar al balcón Microniano de la guardería. "¿Qué podemos esperar," ella dijo, "con asesinos de mundos como sus modelos a seguir?"

Lisa casi pudo haber creído que ella estaba conversando con una de las mujeres en la clase de parto que ella y Rick habían tomado antes de que Roy naciera. Aunque Lisa, el Dr. Segundo, y Kazianna Hesh estaban de pie ojo a ojo, el balcón estaba a doce metros sobre el piso de la guardería.

Pero asesinarla era desde luego una descripción apropiada de lo que los jóvenes humanos y Zentraedi le habían hecho a la esfera de espuma y aleación en la que ellos habían invertido tanta energía moldeándola. El bastidor estaba literalmente hecho pedazos, los hemisferios separados, los complejos módulos transformables de sus interiores dispersos por allí. La guardería parecía una zona de guerra, que fue como el pediatra se lo había relatado a Lisa a través del intercomunicador varios minutos antes.

"¿Ellos dieron alguna explicación?" ella le preguntó.

El Dr. Segundo negó con su cabeza, una mano tirando de su barba de chivo entrecana. "De ninguna clase. Un minuto ellos tenían a la esfera abierta y transformada en algo que parecía ser un par de binóculos de un tamaño enorme, y en el próximo ellos la atacaron con cada juguete en el lugar."

"Completo con efectos de sonido," Kazianna dijo. "Sonidos del vuelo de mechas, explosiones, estertores de agonía, ese tipo de cosas," él añadió, percibiendo el desconcierto de Lisa.

"¿Así que todo esto fue un elaborado juego -el construir esta cosa, luego destruirla?"

Segundo se encogió de hombros. "Eso apenas explicaría el secreto que ellos le adjuntaron." Él miró a Lisa. "Y todo este comportamiento cauteloso que el personal afirma que ellos demostraron."

"Oh, ellos lo tuvieron," Lisa afirmó, recordando su confrontación con Roy y Drannin. "Confíe en mí en ese punto, Doctor." Lisa dio un paso acercándose al cristal de una sola dirección para escudriñar en el interior del cuarto de juegos. Los niños, cruzados de piernas -humanos y Zentraedi igualmente- habían formado un círculo mirando hacia dentro en el piso. "Tengamos audio de nuevo," ella dijo después de un momento. Segundo activó un interruptor en la pared; y un canto en voz baja llenó el espacio del balcón. El canto sonaba en cierta medida como un llamado canino monótono y de tres sílabas: Ur-rur-ra, ur-rur-ra, ur-rur-ra. . .

"Ellos han estado con eso cerca de quince minutos hasta ahora," Kazianna dijo.

Lisa estaba a punto de responder cuando el intercomunicador sonó. Segundo hizo un ajuste de volumen en los micrófonos de la guardería y golpeó el interruptor de disponible de la línea de comunicaciones. El rostro de Raúl Forsythe apareció en pantalla. "Adelante, Raúl," Lisa dijo, colocándose delante de la cámara.

"Un mensaje desde la superficie, Almirante," Forsythe empezó. "Dos miembros de la patrulla de exploración han desaparecido."

La mano de Lisa fue a su boca. "Oh, no. . ."

"Parece que los exploradores detectaron la presencia de una forma de vida justo antes de las desapariciones -enorme por el sonido de ello. Pero la cosa desapareció antes de que el equipo pudiera fijar su localización."

"¿Alguna confirmación de nuestros exploradores de a bordo?" Lisa preguntó.

"Todavía no. Pero el Almirante Hunter solicita refuerzos. Ellos tienen una gran extensión de tierra que cubrir, y es una marcha lenta."

"¿Fue él específico?"

"Él quiere dos equipos -uno de Sentinels, uno de Zentraedi." Lisa volteó hacia Kazianna para ver si ella estaba escuchando. La Zentraedi asintió con su cabeza, pero Lisa notó duda en sus ojos tristes. "¿Qué es, Kazianna?" Lisa dijo después de que ella y Raúl habían cortado la comunicación. "Si tú tienes alguna preocupación en torno a ir al planeta, ahora es el momento para darla a conocer."

Kazianna negó con su cabeza. "No es eso, Comandante, es el canto."

Lisa prestó atención por un momento. Los niños parecían haber elevado el compás, aunque no el volumen.

"'Ur-rur-ra,'" Kazianna remedó. "Creo que ellos están diciendo Aurora."

***

Desarticulado de la mente máquina, Louie Nichols estaba sentado paralizado en su consola en el cuarto de datos del Ark Angel, sus propios sistemas interiores revueltos por los programas de seguridad de Haydon. El que él emergiera con su personalidad intacta fue nada menos que milagroso, dado que la Conciencia se había lanzado contra el equipo. Gibley, sin embargo, no había sido tan afortunado. Él estaba tendido como un muñeco de trapo sobre una mesa al otro lado del cuarto, ojos abiertos pero vacíos de expresión. Dos técnicos médicos estaban trabajando en él pero mientras que ellos tendrían éxito en mantener al cuerpo con vida, Gibley estaba frito por dentro, un lavado cerebral completo.

"¿Te encuentras bien?" Louie oyó a Strucker preguntar desde detrás de él. Él se reconoció y asintió con la cabeza.

"El Comando dice que los VTs de Bernard se están acercando a la nave." Louie aspiró profundamente. "Entonces tenemos que volver a entrar. Pero esta vez evitaremos ese eje central," él dijo a su equipo. "¿Todos lo entendieron? Creo que pasamos por alto comandos y controles en el camino hacia la cámara de ciber-sueño de Haydon."

"A la izquierda cuando evitamos aquella columna de lógica de gran altura," Stirson ayudó.

"Cierto, yo la vi," Shi-Ling coincidió. "Una entrada de niebla verde, como la que desarrollamos tiempo atrás en Tokio para Matushima." Stirson sonrió falsamente. "Ésa es."

"Primero hay que ir directamente a la programación de mando," Louie instruyó. "Lo que estamos buscando es un comando principal que permita al equipo de Bernard abordar el prototipo y ponerlo a resguardo del artefacto." Él pensó brevemente en Dana, moviéndose ahora hacia el centro de producción de las unidades impulsoras de la fábrica. "Si podemos desactivar las unidades impulsoras del resto de esos prototipos, tanto mejor," él pensó agregar.

"A Haydon no le va a gustar esto en lo absoluto," Stirson dijo.

Louie tenía sus dedos en la palanca de salto. "Sí, suerte que nunca tendremos que responderles cara a cara.

Él se introdujo nuevamente en la mente-máquina.

***

Con escudos y armas toscas levantadas, los cuatro Sterling emergieron del tubo transportador en el nivel dos, pero todo lo que les dio la bienvenida fueron los escombros esparcidos del bulevar principal de Glike.

"Debemos estar en la superficie," sugirió uno de los Praxianos que les siguió afuera.

El cielo era una neblina iluminada desde el fondo, aparentemente colgada desde las cimas de las arruinadas cúpulas en forma de hongos y chapiteles de Glike. Aun cuando teñido con los olores del polvo y del humo, el aire olía como el propio aire de aroma meloso de Haydon IV, pero Max estaba seguro de que todavía estaban bajo la superficie. Él pensó que era probable que la ciudad hubiese sido bajada y movida hacia dentro durante la reconfiguración, que los "cielos" nublados a los que ellos estaban mirando fijamente ocultaban el techo de alguna fortificación cavernosa.

Era irrelevante en cualquier caso, y pronto el equipo apresuradamente formado había reconocido el área inmediata y partido hacia el área de producción de las unidades impulsoras que Exedore había localizado, explosiones distantes y estampidos del cañón de plasma sacudían las calles a intervalos aleatorios. Cuanto más se alejaron de la salida del tubo transportador, mayor sentido comenzó a tener la hipótesis de Max. La arquitectura prestada e indígena de Glike -la cual siempre había parecido meramente estética en ambos función y diseño- había sido transformada e incorporada en las operaciones de una línea de montaje masiva.

Los jefes robot a cargo del trabajo de producción apenas acusaron recibo de los humanos cuando ellos seguían el liderato de Dana a través de los parques otrora verdes que se habían convertido en áreas de estacionamiento de tropas, por avenidas convertidas en correas transportadoras de partes, antiguos monumentos y obeliscos truncados y metamorfoseados en montantes y pilones, y a través de los mismos edificios que albergaban a las laboriosas máquinas -tornos, prensas, moldeadores por extrusión, y cosas así. Finalmente, Dana los trajo a un edificio que Max creyó reconocer como los ex cuarteles de la Elite Haydonita. Los arcos irrompibles y las bases doradas de su apariencia arábiga de la Guerra Civil pre-Global todavía eran visibles entre los dispositivos de computadoras ultratecnológicas que abarrotaban la entrada.

"Este es," Dana anunció en voz alta lo suficiente para ser oído por sobre el rugido de la línea de producción, "el cerebro de la operación." Ella estaba de pie, con los brazos en jarra, en esa postura desafiante de super héroe que se había convertido en algo así como una marca registrada.

Max, también, lo reconoció por los esquemáticos que Exedore había convocado en el monitor.

Dana, explorando los andamios de empalme de poder por Haydonitas, dijo con un bufido burlonamente. "Haydon no esperaba que alguien llegase tan lejos." Ella apuntó un dedo índice hacia una pila de terminales de control de datos aparentemente indefinidas. "Si nosotros dejamos fuera de combate eso pararemos la producción en toda esta sección. Haydon tendrá sus naves, pero no serán capaces de llevarlo a ninguna parte."

Uno de los Praxianos dio un paso hacia delante, una Amazona de melena blanca y espalda ancha, cuarenta y seis centímetros más alta que Max. "Hemos venido a silenciar a este sirviente máquina," ella dijo en Tiresiano confusamente acentuado. "Sigamos adelante."

Dana sonrió y frotó sus manos. Ella se agachó para recuperar la pata de la mesa que ella había llevado consigo desde el cuarto nivel y dijo a Aurora, "Observa atentamente, niña. Te mostraremos cómo se hace."

Max recibió un suave empujón de Miriya y estaba a punto de unirse a su hija y a los cuatro Praxianos cuando alguien vertió un balde lleno de ácido nítrico en su cabeza. Eso, al menos, fue cómo él decidió que aquello se sintió al dejarse caer sobre sus rodillas, las manos apretadas estrechamente sobre sus oídos. Dana y el resto estaban similarmente derribados, las rodillas flexionadas, los rostros retorcidos por el dolor.

Sólo Aurora parecía no afectada.

Con esfuerzo, Max logró levantar su cabeza y examinar el cuarto de control. Revoloteando a cuatro metros y medio sobre él estaba un grupo de cuatro Haydonitas, similares en aspecto a los carceleros que habían patrullado las áreas de confinamiento del cuarto nivel, sus dzentile resplandeciendo de carga.

Dana gritó y maldijo, golpeando el piso con un puño en un intento para librarse de la fuerza psíquica que los Haydonitas estaban dirigiendo contra ellos. A través de la nube moteada en que su campo visual se había convertido ella divisó a Aurora y la llamó con voz de súplica.

Aurora no respondió. Ella estaba de pie tiesamente sobre sus compañeros caídos -sus brazos a sus lados, los ojos desenfocados- cuando los Haydonitas comenzaron un descenso lento.

Pero precisamente cuando los cuatro estaban alcanzando lo que habría sido la parte superior de la cabeza de los Praxianos, Max oyó un fuerte swwooossh en la entrada del edificio y giró para ver a una de las fabulosas alfombras voladoras de Glike entrando velozmente de canto en el cuarto. Era un espécimen exquisitamente texturado, de forma vagamente rectangular, tan grande como un campo de béisbol, y se dirigía directamente hacia los revoloteantes Haydonitas.

Ellos, también, se voltearon al oír el sonido o la presencia de la cosa y trataron frenéticamente de contradirigirla con transmisiones de último momento, pero la alfombra ya estaba sobre ellos, atrapándolos en un rollo brillantemente ejecutado de la manera en que se prepara un cigarrillo y propulsándolos a través del cuarto de control.

Max luchó para ponerse de pie y corrió para inspeccionar a Miriya y a Dana. El dolor se había ido, pero el problema todavía estaba en la escena en la forma de dos Haydonitas adicionales que habían seguido a la alfombra dentro del edificio, uno con una piel cobriza y cráneo prominente.

Max se sorprendió al oír la transmisión de su nombre y reconoció al instante a los dos como a Veidt y a Vowad.

"La Conciencia ha mitigado la fortaleza de sus directivas," Veidt explicó. "Varios de nosotros estamos ahora libres para tomar parte en su escape."

"Tenemos más que escape en nuestras mentes," Dana murmuró, frotando sus manos en sus pantalones. Los Praxianos expresaron su conformidad.

"Entonces fueron ustedes quienes enviaron la alfombra," Miriya dijo. Los dos Haydonitas intercambiaron miradas. "No," uno de ellos comenzó a transmitir, cuando Aurora dijo, "yo llamé a la alfombra." Veidt, asintió con la cabeza perceptiblemente. "Yo creo que ella lo hizo," él anunció, confundido.

Dana miró a su hermana menor y rió. "Malditos niños de hoy en día. No se les pueda enseñar nada."