Capítulo 19

Aunque a Wilfred Gibley frecuentemente se le atribuye el mérito del descubrimiento de la mente máquina y el desarrollo de la tecnología de la interfaz cibernética (ver "A Veces Hasta un Yakuza Necesita un Lugar para Esconderse", de Shi-Ling), Nichols fue el que se convirtió en el principal defensor y vocero del movimiento. Las pruebas sugieren que el mismo Nichols posiblemente haya estado trabajando en lineamentos similares tan temprano como mayo de 2031, cuando él escribió: "Fue Bowie [Grant] quien me hizo comenzar a pensar. Él acostumbraba decir que él consideraba a la música, parecida a las matemáticas, como un lugar en alguna parte allí afuera que los expertos podían sintonizar. Y que las armaduras y las notas y las escalas eran en realidad cosas sólidas a las que uno podía acercarse en ese reino. Así que pensé: ¿Por qué no podría ser lo mismo para los datos? ¿Después de todo, qué es la mente sino una unión de música y matemáticas?"

Bruce Mirrorshades, La Mente Máquina y la Leyenda del Rey Arturo

Hodel, Comandante de la flotilla Karbarriana, contaba regresivamente los segundos. Él reflexionó sobre Cano, el hermano que él había perdido cuando el N'trpriz había sido destruido, y se preguntó a cuántos otros él lamentaría antes de que la batalla haya terminado.

Haydon IV aún tenía que responder al ultimátum, aunque el Tiresiano, Cabell, reclamaba haber estado en contacto con un oficial de alto rango del planeta que había afirmado que ningún no-Haydonita sería liberado. El Haydonita había advertido también contra el uso de fuerza para lograr aquel fin. En su capacidad como historiador aficionado, Hodel se inclinó a creerle. Él era versado como cualquiera en los hechos sobre el Incidente Mo'fiint, en el cual 870 acorazados al comando de una presunta constructora de imperio había intentado añadir a Haydon IV a su larga lista de conquistas. Ochocientas setenta naves aniquiladas en cuestión de minutos. . . Pero la historia sólo era eso, más o menos la Mayor Autoridad Karbarriana había amonestado a Hodel cuando él había traído al Incidente Mo'fiint a su atención. Así, en su capacidad como comandante del grupo de batalla, se esperaba que él hiciera caso omiso a cualquier amenaza de conteo Haydonita comunicada al Ark Angel y aceptase en la fe que la historia sólo importaba a los vencedores.

Además, era obvio de las grabaciones hechas durante los momentos finales del N'trpriz que K'rrk había cometido una serie de desaciertos tácticos. Él no había logrado interrumpir la comunicación con el estado consciente artificial de Haydon IV y había permitido con eso a la Conciencia acceder a la IA de fabricación Tiresiana de a bordo de la nave -¡la cual a su vez había estado basada en diseños Haydonitas!

Esta vez no habría tal contacto. A la Conciencia se le había dado una amplia oportunidad para responder; el límite de tiempo no había sido honrado, y era tiempo por lo tanto de realizar la amenaza. A Haydon IV no se le daría otra oportunidad.

Y tampoco a las naves de la flotilla.

Hodel ocultó el pensamiento detrás de un confiado ceño y se levantó de su silla de comando cuando la pantalla de línea cero disparó las sirenas de estación de batalla a lo largo de la nave.

"Ordene a todas las naves entrar en formación de ataque," él gruñó a su oficial de comunicaciones. "Adelante, a mi comando, Ntor."

"Sí, señor," Ntor respondió desde su estación. "Propulsores Sekiton a su máxima potencia, todos los sistemas habilitados."

El plan de batalla era un ataque directo ahora que la seguridad de los rehenes ya no era considerada la prioridad de la misión. Haydon IV simplemente iba a ser apaleado hasta que se rindiese. La pérdida de los más o menos quinientos mercaderes y comerciantes en el planeta sería lamentable pero aceptable.

La Coronel Mo'fiint no había sentido necesidad de justificar sus acciones cuando ella había dado la orden de atacar a Haydon IV. La meta, después de todo, había sido la conquista.

Casi como hoy, Hodel pensó.

"Reconfiguración planetaria en progreso, Capitán," el oficial científico informó. "Haydon IV se está separando de la luna. Las armas de las barquillas retrayéndose. Estamos siendo explorados y fijados como objetivo."

Hodel giró para estudiar las pantallas. El gigantesco artefacto estaba rotando para enfrentar a la flotilla, sus tubos de transbordo de materiales atravesando el espacio local como dos cañones gemelos. "Evasión estándar, Ntor," él ordenó adelantándose. "Cierren todas las frecuencias de comunicaciones."

"Reposicionamiento de las naves zánganos de trabajo, Capitán," el oficial científico actualizó. "Se están desplegando para repeler ataques dirigidos contra la superficie."

Hodel gruñó para sus adentros. "Ordene a los equipos de guerreros alejarse tan pronto como estemos a tiro."

"Sí señor."

Hodel observó las pantallas delanteras. "Muy bien, Ntor, despejemos un camino para ellos. A mi marca. . ."

***

A bordo del Ark Angel, Louie Nichols y su equipo de locos cómicos estaban conectados por sus cabezas a esa parte de la unidad principal de la IA de la nave enlazada al dispositivo de cómputo que Veidt había dejado al cuidado de Exedore.

El cuarto de datos era una venta de garaje de consolas, monitores de vídeo, incrementos sensorios, amplificadores psi, y procesadores; un nido enredado de líneas F/O, conductores de energía, y cables de interfaz, con los miembros del equipo apostados por ahí como interruptores y relés -algunos tendidos en el piso debajo de las mesas, los ciber-puertos craneales enclavijados con enchufes de titanio y adaptadores de aleación, otros de piernas cruzadas encima de mesas y armazones, manoseando nerviosamente botones de sintonía, armonizando la potencia de entrada, tocando con los dedos pantallas táctiles, pero amando cada minuto de ello, emocionados por estar de vuelta en donde pertenecían, fantasmas en la mente de la máquina.

Vince Grant acababa de enviar un mensaje que decía que los Karbarrianos estaban haciendo su jugada y que Haydon IV estaba preparando lo que prometía ser una respuesta mutilante. Había sido la señal para que Louie comience un ataque de su propio ingenio, no dirigido contra el planeta, sin embargo, sino contra las psicodinámicas de su inteligencia artificial gobernante. Con suerte, la Conciencia estaría demasiado ocupada atendiendo asuntos de defensa para notar el acercamiento sutil de Louie y sus vaqueros, demasiado preocupada cumpliendo con los dictados eternos de su enigmático programa para darse cuenta de que alguien estaba jugando con sus emociones.

Louie, Gibley, Strucker, y el resto no estaban entrando tanto en línea como lo estaban en onda, en un intento para luchar cuerpo a cuerpo con la Conciencia en donde ella vivía, amaba, y aborrecía. Unificados, los disociados raiders pretendieron plantar las semillas de la desconfianza de sí misma, para agitar algo de remordimiento, para sugerir un camino a la redención. Para inyectar un virus si todo lo demás fallase.

Louie pudo sentir la oleada cibernética cuando se introdujo en la mente máquina, las manos a las cuales sus pensamientos estaban ahora sólo remotamente conectados colgando sobre la cruz direccional y el pad-táctil de la consola, sus manos en el gatillo y palanca de mando. La oleada cibernética era el aflujo de un estimulante ligeramente color carmesí, un puntapié para echarlo del mundo. Él pudo sentir a Stirson y a Shi­Ling conectados por sus cabezas en la misma onda, gemelos telepáticos flanqueándolo como la imprudencia y la audacia, un lado positivo de Escila y Caribdis.

La mente máquina estaba débilmente achispada, ilimitada pero abarrotada con chapiteles codificados en colores y torres centinelas que custodiaban los núcleos de la unidad principal del Ark Angel. Más abajo estaba la cuadrícula familiar de la network mostrada con luces pulsantes, autopistas de datos para los versados y faltos de inspiración. Louie reía al planear sobre puentes y estructuras, realizando rolidos de aviador entre los pilares y pirámides de la unidad principal al acercarse a la conexión al dispositivo de Veidt.

La estructura de la computadora de Exedore estaba sobre el horizonte, clavada en la materia real, marcando un sendero para el equipo. Louie pensó que él casi podría detectar los dedos del Zentraedi martillando sobre su cabeza como un trueno en ese dominio sin clima.

Ingresado por el enlace al dispositivo, un salto abastecido por el pensamiento desde la nave al mundo reconfigurado, en un espacio mucho menor -un vestíbulo de algún tipo, una antecámara definida por las fauces oscuras de puertas falsas, las sombras vagas de las vallas de seguridad. La estructura de Gibley resbaló haciendo un alto en la cercanía, alarmado por la vista, oscilando como el filamento en un foco sacudido. Exedore estaba dando todo lo que tenía, pirateando con comandos, pero allí estaban los comandos de defensa comenzando a alinearse detrás de las paredes: iconos vengadores mandados a traer por decisión ejecutiva.

Louie se aceró, las manos situadas para jugar en el sueño del escape del Ark Angel. Gibley, Strucker, Stirson, y Shi-Ling eran trotadores ansiosos, jadeando al principio de la pista.

Una ventana de acceso repentinamente se transparentó. Exedore había penetrado a través de ella.

La estructura de Gibley tomó la punta cuando la Conciencia desplegaba su red.

Es momento de freírse, Louie pensó.

***

"¡He encontrado una entrada!" Exedore anunció, las manos levantadas sobre el teclado demostrando sorpresa.

"Sí, y yo he encontrado una salida," Dana le dijo desde la entrada principal cuando explosiones repetidas sacudieron la habitación. El vallado láser inhabilitado, los Praxianos ya habían ido a prestar apoyo a la revuelta Karbarriana.

Los ursinoides habían salido a torrentes de sus celdas sólo momentos antes del sonido de la primera explosión en la superficie, apilando cuerpos en los umbrales hasta que los láseres se agotaron, luego inundando el área de confinamiento central armados con cualquier cosa desde partes de muebles hasta planchas de aleación arrancadas de las paredes.

La mayor parte del cuarto nivel era puro caos. Los carceleros Haydonitas habían enfocado las armas de sus frentes sobre la multitud y con buen resultado diezmaron la primera línea Karbarriana. Pero al igual que los rayos láseres, los guardias revoloteantes pronto se agotaron y fueron derribados por bloques corporales y tambaleantes manotazos de manos-garras.

Dana aventuró que la propia Conciencia estaba siendo abrumada por ataques coordinados lanzados por las naves del grupo de batalla Karbarriano. El gran cerebro de Haydon IV no podía inspeccionar efectivamente la seguridad de la zona de confinamiento cuando estaba ocupado alimentándose de rayos de plasma y protegiendo a las naves esféricas que su fábrica había estado escupiendo. Las vallas de rayos láseres habían sido las primeras en irse, el control de los carceleros había sido abandonado, y Exedore le estaba diciendo a todos que él había asegurado una vía hacia el corazón de la computadora central. Era seguro, entonces, que el equipo de Louie sería capaz de seguir a Exedore hacia dentro y descargar sus venenos.

Entretanto, Dana pensó que ella podría ser capaz de auxiliar a ambos, a Louie y a la flotilla Karbarriana abriendo otro frente. A su insistencia, Exedore había descubierto el paradero de las terminales de manejo del poder que controlaban la producción de las unidades impulsoras estelares de las naves esféricas. Los datos obtenidos indicaban que unas cuantas de esas unidades impulsoras ya habían sido instalados, pero la mayoría todavía estaba en construcción. Del modo en que Dana lo veía, Haydon y sus invernantes hermanos no se iban a emocionar al enterarse de que alguien había trepado el tallo principal del frijol y partido con la gallina de los huevos de oro, o en este caso, una de las naves construidas para escurrirse rápidamente a su planeada comunidad de retiro. Pero si ella pudiera arreglarlo de modo que las unidades impulsoras nunca alcanzaren las naves, la tripulación del Ark Angel estaría a gran distancia antes de que Haydon deduciera lo que había sucedido.

Por supuesto que hubiese sido mejor aún incapacitar el reloj despertador de Haydon, o al menos colocar el tiempo para despertar hacia delante un par o tres siglos, pero Exedore no había tenido ningún éxito en centrar la puntería en esa parte de la Conciencia, mucho menos en adivinar dónde Haydon estaba durmiendo hasta que llegue el momento.

"¿Así que quién se une a mí?" Dana preguntó, empuñando la pata de una mesa en una mano. "Tenemos algunos zánganos trabajadores que inutilizar."

"Es importante que permanezca aquí," Exedore dijo sin quitar sus ojos de la pantalla del monitor."

"Manténte haciendo lo que sabes hacer, Exedore." Ella echó una mirada a sus padres, de pie codo a codo detrás del Zentraedi. "¿Qué hay en cuanto a eso? ¿Mamá? ¿Papá?"

Aurora dio un paso hacia delante mientras los Sterling se estaban echando miradas uno a otro. "Yo iré contigo," ella le dijo a Dana.

Dana adoptó una mirada de duda. "Es muy gentil de tu parte, niña, pero no sé."

"Recuerda a las esporas, Dana," Aurora dijo, recordándole a ella del enlace mental que otrora ellas habían compartido a través de una corta distancia de la galaxia.

Dana asintió con la cabeza. "Estoy contenta de tenerte a bordo, hermanita."

Max y Miriya adoptaron expresiones decididas. "Muy bien, Dana, tú ganas," Max dijo.

Ella estrió una sonrisa a ellos. "Sí," ella dijo, "ahora los recuerdo muchachos."

***

"Tontos," Vince dijo en voz baja, "tontos dementes. Es una carrera suicida."

Explosiones esféricas hicieron erupción en la oscuridad afuera de los puertos de observaciones del puente. El Ark Angel se había movido a una distancia segura de la batalla, pero aun así era aparente que los Karbarrianos estaban sufriendo importantes pérdidas. Los bombardeos a lo largo de los hemisferios divididos de Haydon IV habían tenido éxito sólo en enfurecer al conjunto de defensas del planeta, las cuales estaban respondiendo despiadadamente. Afortunadamente, el comandante Karbarriano había sido lo suficientemente cuerdo como para mantener a las naves esféricas producidas por la fábrica entre su propia flotilla y los aproximantes cañones de plasma del artefacto. Eso al menos había asegurado que la Conciencia caería en una disputa de tire y afloje con sus propias imperativas programadas ­proteger al planeta del ataque y al mismo tiempo salvaguardar las naves que ella había ensamblado de la materia metálica de su huésped y cautiva luna. Como resultado, Haydon IV había sido forzado a ser prudente, no característico de él, con sus descargas vengadoras iniciales, y muchos de los acorazados Karbarrianos habían sobrevivido.

Las cámaras de acercamiento revelaron al planeta y a la flotilla en un baile salvaje alrededor de las naves de producción, cada uno buscando brechas. Pero los Karbarrianos estaban pasando un momento difícil manteniendo la formación a pesar de tales maniobras. Como una circunstancia irritante añadida, la Conciencia había dirigido la mayor parte de sus naves zánganos de trabajo contra los grupos guerreros de defensa de la flotilla y estaba anotando puntos fuertemente en todos los sectores.

"Deben suspender el ataque mientras aún haya tiempo," Vince dijo a nadie en particular. Él sintió la mano tibia de Jean en su hombro.

"Hemos fijado exactamente la nave," ella le dijo cuando él giró alejándose de la vista.

Vince echó un vistazo por sobre la cabeza de ella a los oficiales de inteligencia y a los técnicos reunidos alrededor del tablero de tácticas. En un ajustado primer plano en pantalla estaba una de las naves esféricas interdimensionales, con unos pocos zánganos de trabajo alrededor.

"¿Es esa?" Vince preguntó.

"Sí, señor," un teniente coronel contestó. "Estamos seguros de que es el prototipo. La primera de la línea, la primera en ser equipada con las unidades impulsoras." El joven hombre giró para mirar a Vince. "Es nuestra mejor apuesta, General."

Vince le respondió con una sombría inclinación de su cabeza. "¿Alguna noticia de Nichols?"

"Acaba de llegar, señor," un técnico dijo, mostrando un mensaje en uno de los periféricos de espera del tablero. "Parece como si estuvieran dentro de la Conciencia. También hemos recibido informes de un levantamiento de rehenes a escala completa en el planeta."

Vince estudió el gran tablero, luego volteó hacia el puerto de observación, entrecerrando sus ojos frente a unas coléricas luces estroboscópicas de la batalla. "Muy bien, caballeros," él dijo después de un momento. "Informen al Coronel Bernard que su grupo Veritech tiene luz verde. Pero asegúrense de que él comprende que van a esperar a la señal de que ha pasado el peligro del Dr. Nichols antes de intentar abordar el prototipo."

El técnico activó la línea de comunicaciones. "¿Algo más, señor?"

Vince bufó. "Deséele buena suerte, Sargento."

***

La Conciencia era un templo de plata que rememoraba el Royal Hall piramidal de Tiresia. Louie y su equipo de infiltración se acercaron a esto cautamente, evadiendo las guardias del programa cuando era necesario, aunque la mayoría de aquellas habían sido atraídas con éxito para cumplir las solicitudes de Exedore para las actualizaciones del sistema.

Una vez que ellos estuvieron dentro, el lugar resultó ser un laberinto de pasillos de comandos y depósitos de datos, tan difícil de penetrar como probablemente lo era de salir. Pero no había tiempo para ser selectivo. Gibley cedió la punta, y el propio Louie comandó a través de un portal de columnas. Moviéndose en ángulo a través de un laberinto de pasillos de funciones inferiores, él comenzó a armar las cargas del virus que los raiders habían traído. La idea era dirigirse hacia la fuente de las señales de interrupción que resultarían una vez que fueran detonadas.

Y en cuanto a eso, las cargas no decepcionaron.

La Conciencia se reagrupó, llenando sus pasillos igualmente instintivos con una horda real de programas antibióticos. Pero la decisión de los equipos de trabar combate primero había sido predicada en la expectación de justamente tal reacción primitiva, y por así hacerlo, la Conciencia no sólo perdió momentáneamente el control de sus circuitos lógicos sino que le permitió al equipo de Louie ascender rápidamente por su jerarquía de control y mando.

Louie siguió el camino de la mayor resistencia, desplegando fantasmas para confundir a los rastreadores, y finalmente entró a una cámara triangular vagamente definida cerca de la cúspide de la pirámide. Normalmente habrían habido códigos de acceso que desencriptar, pero la Conciencia aparentemente se había visto obligada a introducirlos cuando el ataque Karbarriano había empezado.

Cuando Louie había detenido a los raiders, él envió tres zánganos de reconocimiento a través de la ventana trabajada en el ápice de la cámara.

Los datos que ellos retornaron aquietaron sus pensamientos.

En el espacio sobre el triángulo dorado del templo estaban tal vez cientos de miles de inteligencias disasociadas. Louie había descubierto en dónde Haydon y su raza estaban ocultos.

Para cuando él encontró la presencia de la mente para ordenar al equipo retirarse, el primero de los programas de la fuerza de seguridad antipersonal de Haydon ya estaba absorbiéndolos.