Capítulo 16
Ciertas comparaciones son sugeridas por el hecho de que ambos el clon de los Maestros (Zor Prime) y el simulagente de la Invid Regis (Ariel, también conocida con el nombre de "Marlene") fueron corrompidos por su contacto con la especie humana Terrestre. Esos comentadores que formulan la opinión normalmente ofrecen a los Zentraedi como otra prueba más para apoyar su demanda. La corrupción, entonces, se iguala con la emoción, por ello fue la pasión humana sobre todo lo demás la que cambió el curso de los acontecimientos una y otra vez durante las Guerras Robotech. La especie humana Terrestre ha sido escogida y en cierto sentido denigrada. Pero ¿dominaban más los Tiresianos pre-Robotech sus pasiones? Uno sólo necesita mirar a Zor y a la corrupción que sus acciones lograron en la Reina Madre Invid. ¿No fue esto en realidad la corrupción original?
Gitta Hopkins, La Abeja Reina: Una Biografía de la Invid Regis
Afuera del puerto de observación del Ark Angel giraba un remolino oscuro de materia robada, un remolino sombrío de materia cósmica, negro al igual que maligno en su peculiar corazón.
"Mi Dios," Vince dijo completamente asombrado.
"Esperemos que no," Cabell ofreció, volviendo su espalda hacia la vista y sirviéndose alimentos recientemente entregados al salón de situación.
"Transilvania Estelar," uno de los traficantes de datos de Louie Nichols dijo sin molestarse en explicar. "Denme dos pintas de protones," él añadió, fingiendo cierto tipo de acento de Europa Central.
En primer plano entre la nave espacial y el hoyo negro flotaba lo que Vince había tomado primero por una estructura parecida a pesas capturada por el sol casi sin luz del sistema, el anfitrión con el cual el agujero se había alimentado por innumerables eones. Fue sólo después de que la IA a bordo de la nave había entregado un análisis gráfico del objeto que él había comenzado a comprenderlo. Un extremo de las pesas era en realidad una pequeña luna de colcótar, arrancada violentamente de órbita por lo que constituía el extremo opuesto doblemente acopado de las pesas: un radicalmente reconfigurado Haydon IV.
El puente cilíndricamente formado que unía la luna y el mundo artefacto estaba compuesto de dos conductos masivos, los cuales aparentemente se habían extendido desde cada uno de los ahora separados hemisferios norte y sur de Haydon IV.
Vince deslizó por su rostro hacia abajo una mano y la dejó cubriendo su boca, como si temeroso de que algún sonido pudiera emerger. A la vista, muy lejos del lado de babor del Ark Angel, estaban las naves del grupo de batalla Karbarriano, un cardumen de peces predatorios aguardando el olor a sangre.
"Evaluación," Vince dijo, volviéndose para encontrar a Louie Nichols conectado por la cabeza a la consola de cómputo de la sala. Recurso de datos o no, la vista de los puertos craneales del asistente todavía lo dejaba angustiado.
Con un chasquido audible, Louie desenchufó el umbilical del cráneo. "No hay dudas de ello, ellos están minando la luna por metales. El propio Haydon IV se está transformando en una factoría minera."
Vince gesticuló hacia el puerto de observación. "Quiere decir que esos, esos tubos son las chimeneas de la mina?"
"Por decirlo así," Louie le dijo. "Vea, en lugar de estacionarse en órbita y llevar y traer cargas aéreas de materias primas en contra del pozo de gravedad, usted construye pasillos de transferencia de nave a superficie y absorbe lo que necesita. Una variación del antiguo ascensor espacial o concepto de torre orbital."
"¿Pero qué diablos están fabricando?"
El Dr. Penn y Cabell se acercaron a la consola para oír la respuesta de Louie.
"Mi suposición es que podrían ser naves," Nichols dijo, sólo para recibir miradas escépticas de los tres.
"Asuman por un momento que nuestras teorías sobre Haydon son correctas, luego colóquense en su lugar." Louie se puso de pie para comprobar su suposición. "Aquí están Haydon y su tripulación vagando por el espacio por miles y miles de años, saltando de sistema en sistema, de mundo en mundo. Y francamente, toda la cosa se está volviendo aburrida. Han superado la guerra, el hambre, la pestilencia, las enfermedades, la muerte ... Quiero decir, ¿qué les queda por hacer?
"Así de repente comienzan a hacerse ciertas preguntas serias. Como quizá si no hubiese más en la vida que callejear por la galaxia jugando a la deidad con grupos de primitivos temerosos. Comienzan a enfocarse en preguntas ontológicas y teológicas sobre el propósito y dios y lo que se supone debe venir después de morir y decir adiós a tus partes biológicas. Por supuesto que ellos se han estado haciendo estas preguntas desde que se arrastraron fuera del estanque genético, pero de repente hay una urgencia acoplada a ello. Es una clase de -¿qué habrán utilizado para enunciarlo?- una cuestión de crisis de los 40."
Louie tomó un respiro y ajustó sus anteojos opacos. "El asunto es que, a pesar de todas sus investigaciones en metafísica existencial y cosas por el estilo, a pesar de todos sus experimentos con la religión, el campo sensitivo, substancias alterantes de la mente, y con la ciber-interfaz, ellos sólo parecen no poder abrirse paso hacia ninguna de las dimensiones etéreas que ellos calculan deben existir allí afuera o allí dentro o en alguna parte. Después de todo, de los trabajos matemáticos, ¿dónde está el lado experimental a la ecuación?"
"Así Haydon tiene la idea de que quizás la raza de él o de ella o de ellos sólo no está destinada a la transcendencia -me refiero a que, ellos sólo no están hechos para ello. Son psíquicamente deficientes o constitucionalmente desposeídos o algo por el estilo. Pero eso no descarta necesariamente la existencia de estos otros reinos o la posibilidad de que alguna otra raza sea capaz de llegar allí." Louie miró a Vince. "¿Me sigue hasta ahora, General?"
Vince meditó, luego asintió con la cabeza.
Louie frotó sus manos. "Muy bien. Así que lo que ellos deciden hacer es ver si no pueden apresurar las cosas explorando la galaxia en busca de probables candidatos y dando una mano en donde ellos pudieran." Louie indicó con un gesto a Cabell. "Ellos alteran a Karbarra, a Praxis, a Peryton -a todos los mundos que usted mencionó- añadiendo algo aquí, borrando algo allí. Luego se sientan cómodos para ver lo que sucede."
"Pero-" Louie levantó un dedo índice. "-estamos hablando de milenios de nuevo. Así que antes que arriesgarse a aburrirse por segunda vez deciden construir ellos mismos un mundo -ese mundo," Louie dijo, señalando con un ademán hacia fuera del puerto de observación, "para hacer el trabajo de control por ellos. Y equipan a la IA que han instalado para hacerse cargo del lugar con instrucciones para llamarlos cuando alguno de sus experimentos de transmutación racial de frutos."
Cabell vio hacia donde Nichols se estaba dirigiendo y sonrió a sabiendas.
Louie devolvió la sonrisa. "Sí, usted lo ve. Los Karbarrianos no lo están interfiriendo, y tampoco los Garudianos o los Spherisianos, pero oigan, ¿qué está sucediendo aquí en la región de Optera del Cuarto Cuadrante? Por qué, tenemos una especie de guerra llevándose a cabo aquí entre el Invid y los Maestros Robotech por esas Flores que Haydon dejó detrás."
Louie soltó una risotada. "Bueno, una cosa nos lleva a la otra, y el Invid llega a la Tierra, al casarse con la Protocultura Zor invocó un demonio de sus benditas Flores, y ¡bing, bang boom! -trascendencia. Ellos se elevan al librarse del tumulto de la vida, y un reloj despertador suena en Haydon IV. La Conciencia dice, 'Muy bien, viajeros espaciales durmientes, es hora de levantarse. Una senda ha sido marcada, y es hora de partir hacia la nueva frontera.'"
Vince y Harry Penn estaban pendientes de todas sus palabras. Gibley y el resto de los compañeros de equipo de Louie se habían retirado para jugar vídeo juegos. Louie les echó un vistazo y lanzó una risa al techo. "Así que, se me olvidó, ¿hacia dónde iba?"
"Naves," Penn le recordó falto de aliento.
"Oh, correcto, naves. Bien, esa es la parte obvia, ¿no es así? La Protocultura de seguro no va a conseguir introducir a Haydon en el otro dominio. Además, no queda nada de la substancia pura. Así que lo que ellos necesitan ahora son naves."
La frente y la cabeza calva de Cabell se arrugaron. "Pero si lo que está diciendo es correcto -si Haydon en realidad planea continuar en naves- la partida del Invid tendría que haber dado por resultado una grieta física perceptible en el continuo."
"Eso es verdad," Louie dijo. "Y apuesto a que la Conciencia estará programando la localización de esa grieta en las naves que Haydon IV va ha comenzar a escupir."
Vince puso violentamente una mano en la mesa. "Entonces todo lo que necesitamos hacer es rondar hasta que Haydon se aparezca para reclamar las naves y seguirle los pasos."
Louie asintió con la cabeza. "No creo que a ellos les importe un par de autoestopistas, ¿usted lo cree?"
"Pero no tenemos ni idea de cuánto tiempo llevará este proceso," Penn protestó. "Naves, viajeros espaciales durmientes ... La idea es absurda. Pero aún si todo esto fuese verdad, supongamos que a Haydon le importe. Supongamos que ellos no quieran compartir el descubrimiento con forasteros. ¿Qué entonces?"
Louie lo consideró por un momento. "Todavía tenemos otra pista -el simulagente Invid. Seguimos apretándole las clavijas a ella hasta que hable. Una vez que tengamos la localización, podremos tomarle la delantera a las naves de Haydon."
"Mi Dios," Vince repitió. "¿Qué nos ha sucedido?"
"Eso es poco importante," Penn dijo. "La pregunta debería ser formulada, ¿qué nos va ha suceder?" Cabell presionó un dedo contra sus labios y volteó hacia el puerto de observación... "Hay un punto que el Doctor Nichols todavía no ha consignado. Aquí está Haydon IV, unido a la luna rica en minerales de un sistema moribundo orbitando una estrella gravitacionalmente colapsada." Él giró hacia la sala. "¿Dentro del cual está Haydon y su raza ocultándose?"
***
Scott no se sorprendió cuando Obstat tan gustosamente accedió a su solicitud de que Marlene sea liberada bajo su custodia. Inteligencia había dejado claro lo que ellos estaban buscando, y Scott en cierto sentido se había convertido en su agente de campo.
Ellos estaban en sus habitaciones, codo a codo en la cama angosta, agotados por el estrés y la sensación efímera de desahogo que el hacer el amor había proveído. Trató cuanto pudo, Scott no pudo mover la imagen de Sera de sus pensamientos. Marlene estaba tan frágil en sus brazos en cuanto a ser intangible, y otra vez él había comenzado a temer por su vida. Y él continuó pensando en lo que Cabell había dicho sobre las estrellas desapareciendo, la misma tela del universo se agotaba. ¿Era ese estrechamiento cósmico lo que finalmente lo había vuelto a sus cabales? ¿Había requerido nada menos que el colapso gravitatorio para traer a Marlene a sus brazos? Ella estaba casi dormida, pero él sintió la necesidad de hablar, como si las palabras impidieran lo inevitable.
"'Estos últimos días me han hecho desear cosas que habían ocurrido en la Tierra," él le dijo en secreto. "Desearía no haber sido tan estúpido y ciego. Desearía que no hubiésemos esperado a esto...'"
Marlene levantó sus ojos hacia él, sus largas pestañas agitándose contra su pecho desnudo. "¿Quieres decir eso, Scott?"
Él asintió con la cabeza y besó su frente.
"¿Y cómo habrían resultado las cosas, Scott? ¿Tu amor por mí te habría detenido de irte? ¿Tú te habrías lanzado en tu guerrero sólo para retornar inmediatamente a mis brazos?"
"Sí."
"Y habríamos viajado juntos a las Tierras del Sur y contribuido a cultivar y restaurar el planeta mientras tú dejabas a tus amigos buscar al SDF-3."
La garganta de Scott pareció callarse. Para oír sus deseos expuestos así como así sólo que socavaron el sentimentalismo y lo llenaron a él de dudas. Pero él respondió sí a todo ello.
Marlene se levantó sobre un codo para estudiar su cara. "Recuerdas a Sera, Scott. Tú habrías acabado solo."
Él hizo trabajar su mandíbula. "No habría importado. Nos habríamos tenido el uno al otro."
"¿Como tuviste a la Marlene Rush que tú no puedes olvidar?"
"¡Cámbialo, entonces, maldita sea!" él hirvió. "¡Encuentra a la Regis y haz lo correcto para ambos! Quizá tu reina lo pueda hacer terminar diferente para ti. Entonces quizás nosotros podremos tener el sueño que tú acabas de planificar."
Marlene se enrolló contra él y dio una profunda y temblorosa exhalación. "No me lo estás haciendo fácil recordar quién y qué soy," ella dijo suavemente.
Su pecho donde el relicario holográfico acostumbraba descansar estaba húmedo por las lágrimas de ella. Él la apretó contra él. "Dime lo que tengo que hacer, Marlene."
"Tienes que dejar de amarme, Scott. Tienes que dejar de considerarme tan humana."
***
En otra parte en el Ark Ángel Minmei y las hermanas clones cantaban:
Pequeña hoja de la Protocultura,
Esperando nuestros paladares,
¿Adónde nos llevarás?
¡Flor de la vida!
¡Trátanos bien!
¿Qué había sucedido en este mundo? Zor recordó habérselo preguntado sólo unos cuantos días antes. ¿Qué mano hechizada o conspiración del cielo y el suelo había dado forma a aquel grandioso experimento en la vida?
A pesar de hasta donde el ojo podía ver allí había habido sólo esto: un paisaje vívido bajo cielos teñidos de color de aguamarina. Vida pura y no adulterada, la cual aquí había escogido no más que dos formas de expresión. Una, vegetal pero sin duda consciente; la otra, más la materia animal de su propio ser pero aparentemente libre de los enredos gruesos tan a menudo ocasionados por huesos y tendones. La una, una flor, fruto, y árbol, latiendo con poder oculto, la otra, alimentándose de ese poder pero retornándole todo a ella, tranquila y autosuficiente, sin necesidad de mirar hacia fuera de sí misma para responder las preguntas que ardían en el alma de Zor. Era una simbiosis de la clase más perfecta, síntesis verdadera, dos formas de vida nutriéndose mutuamente de todas las maneras posibles y alterando en el proceso de esa unión la estructura física de su entorno. Nada allí parecía fijo o constante, ni la ley natural, ni la forma, ni el diseño evolutivo. Todo era potencial. . .
Él recordó a Vard llamándole. Vard y varios de la tripulación de la nave están en el sendero abajo, el que zigzagueaba hacia abajo desde aquel pedacito de tierra elevada hacia el que la criatura los había guiado. Un ansia en la voz de Vard que Zor raramente había oído antes, excitación incitada por la emoción del descubrimiento. Zor, ¡ven! ¡Apresúrate! Él había pasado por alto la dirección del joven hombre, demasiado hipnotizado por el cielo y el paisaje para separarse él mismo contra su voluntad...
Semanas antes, la nave de descenso se había posado en un campo ilimitado de las flores de tres pétalos. Triunvirato en sus agrupaciones, ellas eran de un color coral, con brotes alargados en forma de lágrima y largos estambres colgantes. Y por raro que parezca ellas lanzaban lejos ambos polen y semillas.
El destacamento de desembarco se había abierto paso en un bosque de árboles frutales de copas esféricas imposiblemente altos, algunos de ellos con fluidos de color arco iris circulando por troncos translúcidos. Zor recordó: Los rayos de Tzuptum calentando las extremidades tiesas por el sueño espacial: la cubierta esponjosa del suelo da una bienvenida maravillosa a los pies demasiado acostumbrados a las placas de las cubiertas de fría e inflexible aleación. El aire espeso y perfumado, casi demasiado perfumado para inhalarlo sin filtrarlo. Y de echo dos miembros del destacamento habían sucumbido a algún tipo de psicosis alucinatoria y habían tenido que ser retornados a la nave. Pero para Zor esas semanas de apuesta habían sido mágicas. Él y su equipo de ciencia habían realizado exploraciones y recogido muestras botánicas mientras que otros equipos cartografiaron distancias y la topografía y sondearon la superficie por metales útiles.
Fue poco después que él había determinado la igualdad inherente de la flor, arbusto, y árbol que el destacamento de desembarco había obtenido en su encuentro inicial con los seres nativos del planeta.
Criaturas sin miembros, amorfas, asexuales -vagamente una forma de hongo cuando Zor las vio por primera vez- ellas vivían comunalmente en estructuras cónicas y parecidas a colmenas, desde las cuales ellas hacían diariamente incursiones en el campo circundante con el propósito de recoger revoloteando frutos y flores de la peculiar vida vegetal del planeta. Luego de varios días de observar a las criaturas en sus rutinas y rituales -todo lo cual se centraba en las flores y los árboles- Zor llegó a comprender que los seres hacían uso de la planta para la nutrición física así como espiritual. Aparentemente olvidados de la presencia de los extraterrestres, ellos ingerían los pétalos de la flor y los frutos de la cosecha madura y a menudo sorbían la savia de los árboles, los cuales Zor había descubierto poseían ingredientes psicoactivos fuertes.
Finalmente él se había acercado a lo que él interpretó era la colmena líder y había aprendido que las criaturas eran capaces de comunicarse telepáticamente. Él se dio cuenta, también, que ellos tenían la capacidad para alterar su ser físico para favorecer su condición. Mientras Zor y la colmena líder habían conversado, la criatura había adoptado en realidad la apariencia de una forma humanoide sexualmente diferenciada. Fue aquella forma la que había identificado a la raza por el nombre de Invid y utilizado por primera vez el término "Flor de la Vida." Esta forma fue la que condujo al destacamento de desembarco durante la exploración y contó a Zor sobre la Reina-Madre que ellos llamaban Regis.
¡Zor! ¿Vienes, Zor? Vard había gritado otra vez, y, de mala gana, Zor había comenzado a seguirlo hacia abajo de la pendiente empinada, por un camino salpicado con suaves pétalos de la Flor de la Vida.
Y así había comenzado un viaje maravilloso de dos días Tzuptum a través de colinas coronadas de Flores y bulliciosas colonias de colmenas que les dieron la bienvenida con canto silencioso y los entregaron finalmente a la guarida de la Reina-Madre. . .
Zor estaba ahora de pie mirándola, los ojos a punto de cerrarse por el calor soporífero de la cámara central de la colmena. Ella se había conjugado en una aproximación de la forma humanoide femenina en su honor.
En su honor. La frase que ella le había enviado a él.
"Hemos esperado su retorno a Optera por tanto tiempo, Dador de Vida. Perdóneme si todavía no soy experta en simular enteramente su forma actual."
¿Usted esperaba nuestra venida? Zor le había preguntado, confundido.
"El recuerdo es antiguo pero profundo dentro de mí. Las Flores fueron su regalo para nosotros."
Zor se dio cuenta de que él estaba siendo confundido con alguien que había visitado Optera en el poco claro pasado y estaba a punto de corregir a la Regis cuando una parálisis repentina arrebató sus pensamientos. Las Flores de este mundo contenían una forma de bio-energía nueva. Ellas dotaron a la vida -en realidad, a la naturaleza y a la propia materia- del poder para cambiar y rehacerse, para luchar a los dioses mismos la habilidad para controlar el curso de la evolución.
Luego de considerarlo, Zor se encontró pensando, cuál podría ser el resultado si la bio-energía de la planta pudiese ser aprovechada y manejada.
¿Parecería demasiado solicitar el poder para iluminar mil mundos? ¿El poder para propulsar mil naves a través del barrido de estrellas? ¿El poder para moldear y reconfigurar el continuo mismo? La extensión de la vida...
Y aún el secreto de comunicarse con la Flor y de aprovechar esa energía yaciente con el ser desconocido que la había traído a Optera. Y con este Invid cambiador de forma que se había vuelto el heredero de las riquezas de la Flor.
Zor estaba intrigado. Él se dio cuenta de que la Regis era la llave para abrir los misterios de Optera, y en un instante de inspiración descabellada él decidió ponerse la meta de poseer esa llave -aunque tuviese que seducir a esta reina para hacer que eso suceda! "Sí, su Alteza," Zor le dijo finalmente. "Finalmente he regresado."