Capítulo 6

"Por supuesto que entiendo como te sientes, gran pelmazo. ¿Piensas que quiero disolver el equipo? Sólo mira las cosas desde mi lado, ¿lo harás, Bowie? Primero, tengo a Max y a Miriya presionándome para que me vuelva a embarcar en la fortaleza, y ahora descubro que Rem irá en el viaje. No lo puedo manejar precisamente aún, ésa es la esencia del asunto. Lo miro, y veo a Zor Prime. Pregúntate cómo habría sido si Musica hubiese muerto en lugar de Octavia -no lo quiera Dios. Quiero decir, ¿cómo la podrías mirar sin pensar en Musica? Así que quizá Haydon IV resulte bien para mí. Tal vez hasta llegue a conocer a Aurora un poco mejor. De cualquier modo, por lo que oí, al menos será un cambio de tanta quietud."

Dana Sterling en una carta a Bowie Grant, citada en Altaira Heimel, Mariposas en Invierno. Las Relaciones Humanas y las Guerras Robotech

Dana Sterling se sujetó fuertemente de la barandilla del balcón y lanzó frases de gratitud a los cielos ambarinos de Haydon IV. En la plaza, a pisos debajo de ella, veinte peatones estaban corriendo en busca de refugio a la vez que Glike rugía y se estremecía. Como meros árboles atrapados en la masa huracanada de un frente de tormenta, las ahusadas cúspides similares a cristales de la ciudad se balanceaban y se rompían con un chasquido, cayendo en una lluvia prismática de gemas mortales. Rutas aéreas danzantes desprendían sus paredes y techos de revestimiento transparente y los lanzaban estrellándolos contra combadas y pandeadas calles y pasajes delineados en jardines. Cúpulas y cornisamentos agrietados; ornamentadas fachadas y frisos se desprendían de edificios y pasajes abovedados; el agua bullía de los canales y se drenaba de los lagos dentro de las grietas del planetoide.

"¡Ya era tiempo de que haya acción por el lugar!" Dana dijo a gritos a nadie en particular.

Ella saltó con ímpetu hacia atrás desde la barandilla para aplastarse así misma contra la pared exterior del edificio cuando una hoja de guillotina de permaplas que caía a plomo se estrelló contra el borde del balcón y se astilló en cientos de enfurecidos fragmentos. Al mismo tiempo la ciudad entera parecía ladearse radicalmente hacia un lado, los cielos normalmente despejados contaminados con nubes de smog. Donde ella podía ver el horizonte, el telón de fondo de montañas fotoperfectas de Glike oscilaba, como si deslumbrado por el calor atmosférico.

Finalmente estamos viendo la otra cara de Haydon IV, Dana pensó. Ella había oído todo sobre la batalla que se había peleado allí años antes entre los Sentinels y el Regente Invid, pero aquello también pudo haber sido un relato de hoguera de campamento. Glike había sido reconstruido enteramente para el tiempo en que ella había llegado, y desde entonces había sido no menos que un paraíso.

Desesperadamente aburrido.

Pero algo había sucedido finalmente para estimular las cosas. No parecía posible que Haydon IV pudiese estar expuesto a deslizamientos tectónicos, ¿pero quién podría decirlo? Bien, Exedore quizás, o su buen y libremente flotante amigo Veidt. Algún mal funcionamiento interno, entonces, algún desperfecto en la insondable tecnología que mantenía al mundo girando. Una invasión real era demasiado esperar -una oportunidad para ver por ella misma esas bien ocultas defensas planetarias sobre las que todos hablaban. Aquellos que dijeron de reaccionar a la mera insinuación de agresión, aquellos que forzaron a todos en el mundo a colgar sus sofisticados obuses cuando ellos ingresaron al pueblo.

Pero aún cuando eso resultase ser nada más que un temblor, ello era ciertamente más excitante que lo que ella había visto desde que Exedore había irrumpido en la residencia de varios pisos de los Sterling tres meses atrás, delirando sobre que la así llamada Conciencia del planetoide se había airado completamente por algo.

El colapso de una estructura allá abajo envió una nube turbulenta de escombros hacia arriba de la fachada del edificio. Dana oyó gritos de pánico en varias lenguas de extraterrestres.

"¡Dana!" sus padres gritaron desde dentro de sus habitaciones.

Ella se volvió y pasó a través de la extensión del portal del balcón en una arremetida zanquilarga, cabello rubio en el alocado desorden. Su padre estaba cerca de la puerta del tubo elevador, unos cuantos artículos obviamente irreemplazables empuñados fuertemente contra su pecho. Su madre tenía a Aurora, la hermana de ocho años de Dana, por la muñeca. De ojos negros y ultramundana, ella ya tenía casi un metro cincuenta de estatura y un dolor regular en el trasero. Fue difícil para Dana creer que ellas habían tenido el mismo padre, pero ése era un pensamiento que ella guardó para sí. Veidt alegaba que el rápido desarrollo y las facultades psíquicas de Aurora habían sucedido como el resultado de las experiencias de Miriya en Garuda, pero Dana aventuraba que ello tenía más que ver con algo que los Haydonitas estaban poniendo en el alimento.

Aurora no estaba mencionando el nombre de Dana. La niña hablaba tan infrecuentemente que cuando lo hacía, todos se detenían a escucharla. Pero aun cuando ella era silenciosa, uno siempre sabía cuando ella estaba por ahí.

"¡Apresúrate, Dana!" Miriya dijo, uniéndose a su esposo en el elevador. Ella, también, tenía algunas cosas en las manos. Dana dio un vistazo alrededor de la habitación y rápidamente decidió que allí no había nada con lo que ella necesitaba quedarse.

Deja que todo se desplome, ella pensó.

Llan y Anad, sus dos abogados Haydonitas, ya estaban en el tubo. Era el único lugar del planeta donde todos llegaban a flotar en el aire juntos, excepto sobre las alfombras voladoras de tipo arábigo de la ciudad. Dana se preguntaba a menudo de quién había sido la brillante idea de esas cosas. Cierto héroe de la cultura del planeta llamado Haydon era atribuido con el mérito de la construcción del mundo; Dana se lo había imaginado como cierto bromista.

El campo del tubo estaba tan calmado como el ojo de un huracán.

"¿Qué crees, Max," ella dijo agitadamente, "un ataque?" Ella rara vez lo llamaba "Papá." De algún modo no se sentía bien para ella después de su separación de trece años. No era que ella no los amaba a ambos, a él y a Miriya; era simplemente que ellos habían cambiado tanto.

"Espero que no, Dana," Max le dijo, ajustando sus anteojos de modo que calcen donde tenían que hacerlo. "Por el bien de quienquiera que fuese lo bastante tonto para probar."

Así que de voz moderada, Dana pensó. Aquello era una fuente continua de sorpresas, especialmente cuando ella trataba de imaginarse a sus padres amenazándose dentro del SDF-1 con cuchillos o mechas de combate. Y Max -¡caracoles! ¡Max había estado engullendo Malcontentos para el desayuno cuando Dana era una niña que empezaba a caminar!

"Al salir del tubo elevador, ustedes deben proceder a través de la plaza y descender por los elevadores hasta el nivel cuatro," Llan dispuso, como si él estuviese dando ordenes de repente. Pero sólo Dana pareció molesta por el tono.

"Nivel cuatro, mi trasero, Llan. Creo que es mejor que nos elevemos hasta una de las naves comerciales. Preferiría soportar esto allá arriba ­cualquier cosa que esto sea. ¿No lo preferirías tú, Max? ¿Miriya?" Dana notó que Aurora le estaba dando una de esas miradas cómicas.

"No, Dana," Miriya respondió. "Creo que es mejor que sigamos el consejo de Llan por ahora."

"Tu madre está en lo cierto," Llan transmitió con énfasis. Dana cruzó sus brazos a la altura de la pechera con lentejuelas de su mono y confrontó al más alto de los dos Haydonitas. "¿Si? Entonces díganos qué está ocurriendo."

"Un leve reajuste," Anad respondió. "¿Leve?"

"Hemos llegado," Llan interrumpió a la vez que el campo del tubo se abría en la plaza.

Las cosas estaban aún peores en las cercanías, Dana se dio cuenta. Al otro lado de la plaza, la columnata entera de un edificio comercial de estilo Tiresiano se había derrumbado, sepultando a docenas de comerciantes Karbarrianos y visitantes bajo toneladas de escombros. Los seres ursinoides, quienes habían estado disfrutando de una gran prosperidad entre los mundos del Grupo Local desde la caída del Regente, constituían la mayoría de la población alienígena de Haydon IV, pero Dana pudo ver un buen número de Praxianos heridos emergiendo del ruinoso edificio. En otra parte, un par de aturdidos Spherisianos estaban vagando a la deriva por el pandemonio. Los mismos Haydonitas, sin embargo, estaban ilesos; era como si ellos hubiesen conocido de antemano que áreas evitar.

"Muévanse rápida y ordenadamente si desean evitar lesionarse," Llan mandó a los Sterling, intentando apresurarlos revoloteando en sus espaldas a un metro de la superficie diamantina y lisa de la plaza.

"Ellos necesitan ayuda," Dana dijo, señalando a un pequeño grupo de Karbarrans quienes, desatentos de los peligros sobre sus cabezas, estaban intentando desenterrar a sus compañeros atrapados.

"¡Muévanse!" Anad transmitió efusivamente en respuesta.

Max no pudo dejar de notar el cambio en Anad y Llan y estaba a punto de protestar, cuando una serie de deslumbrantes rayos de energía azul desgarraron el cielo de los sectores distantes de la ciudad. Desde algún lugar profundo más allá de la neblina oscura de Glike llegaban estallidos aislados de luz explosiva que alcanzaba la superficie como trueno ardiente.

"¡Es una invasión!" Dana exclamó.

Pero al mismo tiempo que ella dijo eso, notó algo inexplicable ocurriendo a su alrededor: Individuos Haydonitas habían comenzado a emplear cierto tipo de arma de energía para reunir en rebaño a los extraterrestres de la plaza y llevarlos hacia las entradas de tipo subte que llevaban hacia los laberintos subterráneos de pasillos de transporte y refugios multiniveles de la ciudad. En una inspección más cercana, Dana vio que los aguijonazos de luz estaban emanando de las frentes de los Haydonitas, de los órganos tipo cabujón concentrados allí, a los cuales Veidt había llamado una vez dzentile. El término español que más se acercaba era regulador automático, pero Dana repentinamente comprendió que aquellos reguladores pudieron haber sido hechos para servir una función de doble filo.

Ella hizo un rápido conteo de cabezas, calculando cuántos Haydonitas tendría ella que eliminar para abrir un camino hacia fuera de la plaza. Empezando con Llan, quien todavía estaba revoloteando en su espalda, aunque él sin embargo tenía que manifestar alguna capacidad de emitir aguijonazos de luz. Respondiendo a la insistencia telepática de Anad, Max, Miriya, y Aurora ya estaban a medio camino a través de la plaza.

"¡Muévanse!" Llan transmitió con suficiente energía para hacer que se crucen los ojos de Dana.

Oh, tendrás tu merecido, ella se prometió, mentalmente forjando su efecto de patada. Pero antes de que ella comience su giro Max la asió por los hombros y la balanceó lejos de sus pies. "Dana, no tenemos oportunidad," él le dijo.

Dana observó un resplandor incipiente concentrarse sobre el rostro inexpresivo de Llan. "Bueno, ciertamente no ahora," ella dijo, encogiéndose de hombros para zafar del asimiento coercitivo de Max.

Llan y Anad estuvieron más vigilantes después de aquello, asegurándose de mantener a la familia entera entre ellos dos por el resto de la arremetida a través de la plaza, relajando su guardia sólo después de que los Sterling estuvieron a salvo dentro de la vía de acceso, empequeñecidos por varias docenas de Karbarrans que habían sido vertidos dentro por medio de un embudo desde el derrumbado centro comercial.

"Eso fue algo estúpido para hacer," Max dijo en tono de reprimenda, lo suficientemente alto para ser oído por encima de los acobardados gruñidos y refunfuños de los ursinoides.

"Quizá lo fue," Dana concedió, "pero no me gusta cuando alguien dice que está interesado por mi seguridad y luego apunta un arma hacia mí."

El incidente sólo puso de relieve las diferencias entre ellos. Dana había tenido sus reservas sobre retornar a Haydon IV con sus padres tan temprano como aquellas primeras pocas semanas en Tiresia, pero había significado tanto para ellos el que ella conozca a Aurora y dé una oportunidad a la paz. Y entonces, cuando ella se enteró de que Rem se había asignado a sí mismo al SDF-3, ella no vio alternativa sino de dar a Haydon IV una prueba. Oh, ella supuso que podría haberse embarcado en el Ark Angel o en cualquiera de las naves de la flota, pero vio poca utilidad en ello.

Había venido a ser tanto como un shock el encontrar otro clon de Zor esperando en Tirol luego de que ella acababa de terminar su breve asalto con uno en la Tierra. Rem y Zor Prime eran más como gemelos separados al nacer que clones, pero había bastantes similitudes implícitas para hacerle sentir como si ella estuviese tratando con la misma persona. Ella pensó que el Zor original debió haber sido un personaje confundido, otro embustero en una galaxia llena de ellos.

Ella todavía no podía explicar qué de los clones esbeltos y de facciones de duendes fue lo que la atrajo hacia ellos. Pero parecía obvio que la atracción se originaba en lo Zentraedi, el lado de su personalidad diseñado biogenéticamente.

Esos pensamientos estuvieron con ella durante la duración del corto descenso hacia el "cuarto nivel" de Llan, donde, ella se imaginó, los aguardaban refugios lujosamente dispuestos. Ella incluso se había empezado a sentir culpable por su tal vez mal dirigido arranque en la plaza y estaba a punto de disculparse con Max, cuando desde arriba y adelante en el pasillo -el aire recirculado lleno del olor almizcleño al pelaje y temor Karbarran- vinieron gritos de protesta en la lengua de los comerciantes.

"¡Ustedes mechanoides sin miembros!" un Karbarran gritó. "¡Ojalá Haydon execre a todos ustedes!"

Dana se levantó en puntillas en un intento para discernir de qué se trataba toda esa conmoción, pero todo lo que ella pudo ver fue la parte posterior de hombros enormes y cabezas con protuberancias cornudas. No fue hasta que el grupo alcanzó el final del pasillo, donde se abría en una cámara abovedada e inmensa, iluminada por una fuente invisible, que ella vislumbró la razón para la aflicción de los Karbarrans: Una fuerza policial de Haydonitas encapados de negro, un metro más altos que lo normal, estaban empleando sus habilitados aguijonazos de luz para separar a la confundida multitud en especies planetarias, pastoreándolas a cada una hacia dentro de habitaciones separadas similares a unas que Dana sabía habían sido empleadas por la Invid Regis para contener a las Hermanas de la diáspora Praxiana.

"Compórtense de la manera que es propia de la inteligencia de su raza y ningún daño se les hará," la línea policial ordenó a todos en aterradora disensión telepática. "Sus necesidades alimenticias y médicas serán atendidas. Haydon IV se esforzará para hacer su contención tan cómoda como sea posible."

"Encarcelamiento, yo diría," dijo una voz demasiado familiar a lo lejos hacia la izquierda de la familia Sterling. Dana avistó a Exedore mirando a hurtadillas desde fuera por detrás de la capa de cuello alto de uno de los carceleros revoloteantes.

"Sí," él agregó, cruzando sus brazos y dando un vistazo a los alrededores. "Sugiero que nos consideremos bajo arresto."

***

Como se esperaba, sus celdas individuales eran cosas espléndidamente diseñadas con todas las comodidades y mobiliarios necesarios, todo lo más siniestro en su intimidad. Exedore y los Sterling se encontraron alojados con los cuatro Praxianos cuyo mismo tamaño dictaba que a ellos se les daría la mayor de las cuatro habitaciones. Su sección de la cárcel estaba flanqueada por las habitaciones de los Karbarrianos y Spherisianos pero estaba cerrada efectiva y herméticamente a causa de ellos, con el acceso a la porción central de la cámara abovedada obstruido por un vallado láser. Los pensamientos de escape no sólo eran difíciles de abrigar sino periódicamente desalentados por escuadras de los ahora serviles carceleros quienes planeaban a través de barridos del área.

Dana, sin embargo, todavía no había abandonado la idea y sentada cronometraba el tiempo de las patrullas mientras que Exedore explicaba a todos los detalles de su propio arresto.

"En un instante Veidt y yo estábamos interpretando los resultados de nuestros últimos cálculos, y en el próximo yo estaba siendo llevado deprisa fuera de la habitación de datos por dos de estos sujetos encapotados de negro, con Veidt advirtiéndome de obedecer cada orden de ellos."

"Nuestros abogados actuaron del mismo modo," Max dijo. "Volviéndose en nuestra contra sin advertencia."

"Oh, yo no creo que sea seguro asumir que ellos estaban actuando en modo alguno," Exedore advirtió. "Es mi creencia que la Conciencia envió una orden a cada uno de los Haydonitas -un estímulo telepático, si quieres, análogo a aquel que incitó al planeta a reorientarse así mismo en el espacio."

"Entonces nosotros estamos. . . ¿moviéndonos?" Miriya preguntó.

Exedore asintió con la cabeza. "Precisamente moviéndonos."

"Pero nosotros vimos una andanada de rayos de energía, Exedore," Dana interpuso. "El planeta probablemente se está moviendo porque está bajo ataque."

Exedore negó con la cabeza. "No ha habido ningún ataque, aunque lo que tú atestiguaste fue ciertamente fuego defensivo. Parece que el comandante de una de las naves de carga Karbarriana armó su serie de armas cuando la realineación planetaria comenzó. La Conciencia registró esto y respondió como fuera programada. Me temo que varias naves fueron destruidas en el proceso. Esta cantidad yo fui capaz de aprender de Veidt."

"Entonces nuestras vidas están en peligro," Miriya dijo, abrazando a Aurora.

"No, niña. Haydon IV no está sólo abandonando su órbita alrededor del planeta primario de este sistema sino que está esparciendo su atmósfera a la vez que acelera. Ése es precisamente el por qué todos nosotros fuimos traídos aquí abajo."

"Para toda esta repentina postura agresiva, ellos parecen tener en mente nuestra seguridad. Haydon sabe que ellos no requieren atmósfera verdadera para sí, ni hay necesidad alguna de Glike tampoco, en cuanto a eso." El Zentraedi bufó. "Un paraíso superficial, en realidad, es todo lo que era -un revestimiento, para tomar prestada una palabra terrícola.

"Esto sólo confirma lo que he estado diciendo desde el principio: ese Haydon IV no es un planeta transformado por maravillas ultra tecnológicas sino una nave. Su mismo nombre sugiere otro tanto. Haydon IV, y sin embargo ocupa el tercer lugar en el sistema Briz'dziki." Exedore adoptó un ceño de perplejidad. "No. Viene a ser conocido como Haydon IV porque fue el cuarto de Haydon."

"¿El cuarto qué?" Max quiso saber.

Exedore alzó sus manos. "Cualquier respuesta que te dé sería pura especulación. A pesar de mi suposición en cuanto a dónde es exactamente que estamos siendo conducidos."

"¿Lo sabremos cuando lleguemos allí, es eso?" Dana dijo. "Bien dicho."

Max miró de Exedore a Dana y sostuvo nuevamente. "¿Pero qué hay de estos cálculos tuyos? ¿Todavía crees que esto tiene algo que ver con el SDF-3?"

"Estoy seguro de ello," Exedore afirmó. "Y con la salida del Invid también. Un pulso de energía nueva ha sido enviado dentro del universo conocido. Nuestros cálculos comprueban más allá de toda duda que el punto central de esta efusión es la estrella muerta que nosotros los Zentraedi conocemos como Ranaath." Miriya absorbió su aliento. "¡Exedore!"

"Sí, Miriya, me temo que sí. Pero hay más: Este pulso también ha causado un sutil pero potencialmente peligroso quantum y cambios gravitacionales a lo largo del continuo. Todas las medidas estándares parecen haber sido afectadas infinitesimalmente." "¿Significa qué?" Max dijo.

"Significa que algo sin precedente ha ocurrido, Max. Es como si todo repentinamente estuviese atrayéndose más y más cerca."